domingo, 7 de abril de 2013

En EEUU (5). Hijos de parejas del mismo sexo


Impresiones tras un viaje en EEUU (5)

 
(La filiación de parejas del mismo sexo)


Una noche, una antigua amiga de Koruko hizo, a propósito, el desplazamiento desde Washington para cenar con nosotros. Escogió un agradable restaurante griego pegado a Carnegie Hall. Ella interpreta el ccllo y a mi se me pusieron en ebullición las neuronas musicales cuando evocaba históricos conciertos de Horowitz, Stern, Rostro, Menuhim y tantos en la sala próxima de cien metros de donde me encontraba.

La amiga de Koruko ha tenido una sexual complicada. Vivió con otra mujer varios años hasta que, ya mayor, encontró un hombre con quien quiso tener un hijo. Sin conseguirlo por el procedimiento habitual. Decidieron fecundar el ovulo de un chica joven israelita (son de esa confesión religiosa) con el espermatozoide de su marido y implantarlo en su seno dando a luz un chico que nos acompañó en la cena. Todo el proceso de fecundación y nacimiento de su hijo lo supe por ella misma, estando su hijo, de unos 9 años de edad en la mesa. Todo esto, y más experiencias y conversaciones de este viaje, me llevan a comentar la cuestión de la filiación en parejas del mismo sexo.

Hace años, cinco o más, no más, abordé esta cuestión leyendo la tesis doctoral de una universitaria francesa, cuyo nombre no tengo a mano escribiendo en el crucero, que hizo un “status cuestiones” del tema a tenor de lo publicado hasta la fecha. Su conclusión final era que no había diferencias significativas en la consistencia sicológica e inserción social de los hijos con padres del mismo sexo en comparación con los hijos de los padres de diferente sexo. Quedaba una duda, de todas formas: hasta qué punto la muestra de personas del mismo sexo era comparable con la muestra de las personas de diferente sexo. Se hipotetizaba que, al menos en los primeros casos de filiaciones de parejas del mismo sexo, dada su rareza estadística, suponía unas parejas adultas de alto nivel cultural, fuerte personalidad, alto convencimiento de la bondad de su proyecto y gran dedicación al cuidado de sus hijos. La comparación para ser científicamente válida, debía hacerse con parejas de diferente sexo pero con idénticas características socio-demográficas a las de las parejas del mismo sexo. Lo que en el trabajo arriba mentado, no siempre era el caso. De ahí la precaución metodológica de la autora.

Con esta idea de base me he quedado, a falta de haber profundizado suficientemente en este tema, que tampoco ocupa un lugar preferente en mis preocupaciones que, dada mi edad, es cada vez más selectiva. Pero algo más me atrevo a decir. En diciembre del año pasado, 2012, asistí en Madrid a un Congreso sobre familias, Congreso que estaba muy en la onda marcadamente positiva de los nuevos modelos de uniones familiares, y crítico, a veces veladamente, a veces abruptamente, hacia los posicionamientos de la Iglesia Católica. Una de las personas intervinientes, cuyo discurso seguí en su totalidad y, que en el almuerzo posterior tuve cerca y con quien pude intercambiar algunas palabras, me produjo una muy positiva impresión. Era una profesora catalana, Elisabeth Vendrell, Presidenta de la asociación FLG catalana, lesbiana y viviendo con otra mujer, desde hace varios años y que habían, creo que adoptado, tres hijos (no recuerdo su sexo). Además de teorizar sobre la cuestión de la vida familiar, luego de adultos y menores, de parejas lesbianas, nos hablo, a grandes rasgos de la educación y de la vida de sus hijos. Insistió que no querían trasladarles su condición lesbiana, por ejemplo en la selección de lecturas, juegos y amistades. Pensé en seguir con el tema pero la conclusión de otro libro mío hizo que lo aparcara y ahí quedara.

Hasta reaparecer en Nueva York, después en Providence y una conversación con los catalanes que encontramos en el crucero y la stewart en lengua castellana que resultó ser de una localidad próxima a Lille y residiendo, cuando no está dando la vuelta al mundo a bordo de un crucero, en Barcelona. Me quedé con las ganas de saber más de su vida personal. Paro vayamos por partes.

El marido de Betsy, Adam, es médico pediatra. De hecho ambos son médicos y Adam, con la especialidad referida, lleva también la dirección del pediátrico del hospital donde trabaja. Al abordar el tema de la filiación de los hijos de parejas del mismo sexo, con rotundidad afirma que él no ve diferencia alguna en la forma de ser y de crecer en los menores y adolescentes según sean sus padres del mismo o diferente sexo. Betsy  afirma que, a veces, incluso, los hijos de parejas del mismo sexo crecen mejor. Intervengo diciendo que, excluyendo toda objeción ideológica por mi parte, mantengo que, a falta de más trabajos científicos, no puedo excluir la duda del sesgo metodológico que arriba he apuntado. Adam y Betsy reconocen que ese sesgo es posible, especialmente en los primeros tiempos y me preguntan cuanto tiempo hará falta para solventar definitivamente la duda del sesgo metodológico, por un lado. Además me preguntan si será preciso, también, esperar que la extensión del matrimonio entre personas del mismo sexo, y la legalización de la adopción (o procreación mediante fertilización “in vitro” o madres gestantes etc.) en esas parejas adquiera niveles planetarios, para levantar la duda metodológica. Respondo que, personalmente, levantaría la duda del sesgo metodológico en unas tres generaciones limitadas a los primero ámbitos geográficos donde la posibilidad del matrimonio y adopción por parejas del mismo sexo es posible. En esas acabamos la conversación.

En el crucero, en un almuerzo entre pasajeros de idioma español, al que se presentaron cuatro catalanas, la responsable de viajeros en francés o español, Corinne, Koruko y yo (después supimos que había al menos otra pareja, un hombre de San Sebastián casado con una chilena, ya jubilados, y que vivían en Viña del Mar en Chile, en N.Y y en Gros en Donosti), se suscito el tema, no recuerdo a santo de qué. Las catalanas, especialmente la que llevaba la voz cantante sostenía que no veía problemas en el reconocimiento legal, a todos los efectos, de las parejas del mismo sexo, pero que el matrimonio era algo entre un hombre y una mujer y, por supuesto, rechazaba la adopción por personas del mismo sexo. Koruko y yo defendimos el punto de vista que arriba he apuntado y Corinne insistió en otros dos puntos.

Por un lado manifestaba su preocupación por la multiplicidad de parejas que, en la actualidad una persona podía tener a lo largo de su vida, en más de un caso engendrando descendencia, de tal suerte que, en muchos casos, en demasiados, los hijos ya no crecían, luego se educaban, con sus padres naturales. Pero quizás insistió más, y con mayor grado de preocupación, en la posibilidad genética de tener “hijos a la carta”, mediante un mercado de sémenes y vientres de alquiler de bellas y sanas chicas provenientes de diferentes lugares del mundo y de condición socioeconómica baja. En otras palabras, que la procreación se iba a convertir, pura y simplemente en un negocio en el que las personas de alto nivel económico iban a pedir “niños rubios con ojos azules” etc. El tema daba para más pero ya éramos los últimos en el comedor y Corinne nos señaló que debíamos dejarlo ahí y nos levantamos de la mesa.

1 comentario:

  1. Eskerrik asko! Javier, por estos cinco magníficos relatos. He disfrutado mucho con su lectura y me han dado para pensar.

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