lunes, 29 de abril de 2013

La crisis y la emancipación familiar


La crisis y la emancipación familiar


Un texto reducido de la primera parte de este texto se publicó en “El Diario Vasco” el sábado 27 de abril, bajo el título de “Sàra, una chica danesa” solamente accesible previo pago a Vocento

 
Estamos trabajando en la sede de la FAD (Fundación de la Ayuda contra la Drogadicción), en Madrid, el equipo de redactores en el nuevo trabajo sobre “Jóvenes y Valores” que verá la luz dentro de un año, aproximadamente. Personalmente, entre mis lecturas previas para esta reunión acabada de consultar con cierto detalle un Informe francés publicado por “Alternatives Economiques” en febrero de 2013 titulado “El Estado de la juventud en Francia” pero donde también hay capítulos sobre cómo negocian jóvenes de diferentes países europeos su inserción laboral. En la página 126 del Informe leo el itinerario vital de Sàra Zachariasardottir, adolescente danesa de 22 años desde que cumplió 13 hasta la actualidad.

Hija de un policia y de una enfermera, con 13 años ya comenzó a trabajar (edad minima laboral en Dinamarca), mientras cursaba los estudios secundarios. A los 17 años, hace un alto en sus estudios y se va a vivir a una familia de acogida en Francia (para dominar el idioma) y vuelve a Dinamarca para terminar su Bachillerato con 19 años. Entonces se va al sur de Italia “a conocer mundo” (y aprender algo de italiano). Trabaja  durante cuatro meses en la hostelería y después vuelve a su país natal donde pasa nueve meses, en pequeños trabajos, para pagarse sus estudios superiores. Dice que “le parece normal ganarse sus propios dineros y que en Dinamarca muy pocos padres financian los estudios superiores de sus hijos”. En la actualidad cursa estudios de medicina en la universidad pero no sabe aun en qué especialidad. Dice que “tiene mucho tiempo por delante”.

Hay que añadir que en Dinamarca los estudiantes tiene derecho a una beca del estado de 570 Euros que ya cubre los gastos de alojamiento en una residencia de estudiantes (250 € al mes) pero Sàra, según las semanas, trabaja entre ocho y veinte horas para cubrir sus necesidades.

Este tema de la tardía emancipación familiar es España lo llevo trabajando hace muchos años. De hecho el Estado de Bienestar español gasta menos que otros países en juventud y familia, ya que considera que las familias deben ocuparse de sus miembros y que la responsabilidad de los jóvenes es ante todo de sus padres. Los jóvenes españoles no se implican en defender las ayudas públicas pero podemos pensar que esto se debe a que tienen, por ejemplo, menos beneficios que “sacar” del Estado de Bienestar. No dependen fuertemente de dicho Estado y no cuentan con él para que les resuelva gran parte de sus problemas, sobre todo los económicos. No cobran subsidios constantemente y, por tanto, podríamos decir que “ahorran” dinero al Estado.

Esto es posible gracias a la familia, que apoya a sus hijos lo más que puede. La consecuencia está en que tienen una gran dependencia de los familiares cercanos y menos libertad individual. Por otro lado, experimentan menos precariedad y exclusión social que los jóvenes de otros países. España es un país en el que hasta finales de los años 70 había un Estado paternalista pero no un Estado de Bienestar como ocurría en otros países europeos. En éstos, con el paso de los años, el Estado ha sido cada vez menos generoso por falta de dinero. Las ayudas dependen cada vez más de lo que se llama una solidaridad vertical (de los que más tienen a los que menos tienen) y no horizontal (para todos los ciudadanos las mismas ayudas independientemente de su situación económica y familiar). Esto hace que los jóvenes españoles, al fin y al cabo, nunca hayan recibido una gran ayuda de los gobiernos, como tampoco sus padres, y por tanto, no esperan tanto del Estado.

A menudo suele trasladar unas reflexiones pronunciadas el año 2007 (luego antes de la crisis) en el Congreso de la FAD sobre Familia y Ciudadanía en Madrid, donde compartí una Mesa Redonda con una colega española, Sandra Gaviria, que trabaja (o trabajaba entonces) en la universidad francesa de Le Havre. Comparando los hábitos de los jóvenes españoles y franceses afirmaba refiriéndose a los españoles que “los jóvenes españoles se quedan durante años viviendo con sus padres incluso cuando tienen un empleo estable. A menudo se ha atribuido este fenómeno a causas materiales como el paro, el precio de la vivienda, la ausencia de políticas sociales, la localización de las universidades, etc. Hoy en día constatamos que la tasa de empleo ha aumentado (recuérdese que la autora habla el año 2007, luego todavía en periodo de bonanza) y que, sin embargo, siguen permaneciendo en casa de los padres. Se van generalmente en el momento del matrimonio. Esto no es, a nuestros ojos, únicamente el resultado de factores materiales sino también la consecuencia de un modelo de construcción de uno mismo, específico a España y, en cualquier caso, distinto del existente en países como Francia o como los países nórdicos. En este modelo latino, aprobado generalmente por los padres y por los hijos, se defiende que uno permanezca tiempo con los suyos para así devenir uno mismo, conservando una parte importante de la identidad familiar”.

Continuaba Sandra Gaviria afirmado que “se considera que un joven que se queda durante tiempo en la casa familiar podrá, cuando sea adulto, tener una identidad de “hijo de” importante. Los jóvenes no muestran que tienen ganas de irse de casa. La familia española es cada vez más democrática y resulta agradable el vivir juntos como ya indicada la profesores Inés Alberdi, el año 1999. No consideran la casa como un hotel y dan afecto y cariño a los suyos.

Sus progenitores aceptan esta situación e incluso la viven con orgullo. Si un hijo se marcha pronto, lo viven como una decepción o como si hubiesen hecho algo mal. Los que trabajan y conviven con sus padres no se consideran ni son considerados como adolescentes tardíos o como adultos inmaduros. El trabajo es una condición necesaria pero no suficiente para irse, ya que desean marcharse en buenas condiciones económicas, tener ahorros e, incluso, en algunos casos, haber empezado ya a pagar una hipoteca para comprar un piso. No existe la idea de que un individuo que se asume económicamente es más autónomo de su familia y que tiene menos obligaciones hacia ella. Las obligaciones familiares no tienen nada que ver con los ingresos de sus miembros o con su autonomía económica. Por lo tanto, las obligaciones de un joven hacia los suyos, que trabaje o no, que se vaya o que se quede, no cambian.

Durante los años de la convivencia con los padres conservan con ellos un mundo común importante. A menudo los amigos conocen a los padres de sus amigos, e incluso celebran juntos algún cumpleaños o alguna cena. Ser adulto o ir hacia el mundo de los adultos no significa separar los diferentes mundos a los que pertenecen los individuos. Al contrario, una persona que se construye correctamente como adulta es aquella que va a poder seguir conciliando las distintas esferas de la vida a las que pertenece. Esto permite a los jóvenes tener una fuerte unidad de su identidad. Por ejemplo, si están al mismo tiempo delante de sus amigos y de sus padres, deben conciliar su identidad de “amigo de” con la de “hijo de”. Todo este proceso lo realizan acompañados por sus padres y con una seguridad afectiva”[1].

Traigo aquí esta larga cita de Sandra Gaviria porque se trata de una española que por serlo conoce la realidad familiar española y al residir en Francia, la francesa y, al ocuparse en la universidad de los temas familiares también conoce la realidad familiar europea. Estando plenamente de acuerdo con ese diagnóstico, en el momento actual cabe añadir el correctivo estructural del número creciente de núcleos familiares con procesos de separación o divorcio, de tal suerte que se convierten en núcleos familiares monoparentales lo que podría conllevar, muchas veces, una aceleración en la emancipación de los hijos. Sin embargo la crisis financiera (y de valores) que padecemos hacen que la familia todavía siga siendo el gran refugio de las situaciones complicadas en la vida.

Es lo que sucede en este año 2013. El diario “Le Monde” (26/04/3013) además de afirmar en su titular que “en España sin la economía subterránea (que estima entre el 20-25 % del producto interior bruto) ya hubiera habido una revolución”, habida cuenta la proporción de paro existente, añade, de entrada, la importancia de lo que denomina la “solidaridad familiar que impide que muchas personas se encuentren literalmente en la calle”. Aunque habría que introducir más factores para explicar la situación actual qué duda cabe que el modelo familiar español es un gigantesco colchón para aliviar el escandaloso paro existente. Pero también sirve para explicar la sobre-dependencia familiar de los jóvenes y menos jóvenes, fenómeno anterior a la actual crisis, insisto en ello.



[1] Puede consultarse el texto completo en el Aula Virtual de la WEB de la FAD, en el Congreso “Familia y Ciudadanía de Madrid” de 20-22 de noviembre de 2007-

jueves, 25 de abril de 2013

Striptease en el Parlamento


Un striptease para la foto en el Parlamento

 
Durante unos pocos años impartí una asignatura en Deusto que se llamaba, pomposamente, “Conflicto Social y conducta desviada”. El primer día de clase, para “explicar” a mis alumnos la complejidad que supone definir una conducta desviada, les pedía que reflexionaran qué pensarían y qué sucedería si, en vez de estar sentado en la tarima de la clase bien encorbatado como corresponde a un profesor de Deusto, llevara puesta una minifalda roja. Tras el asombro y perplejidad iniciales, siempre había alguno que decía que seguro que al día siguiente salíamos en la prensa. Sobretodo si alguno de ellos me sacaba una foto con tal indumentaria. Obviamente nunca salimos en la prensa. Nunca hubo tal conducta desviada en mi clase.

 
Ayer en las televisiones de la noche y en la prensa de hoy, concretamente en “El Diario Vasco” de hoy, hay una página entera con diferentes secuencias del striptease de un parlamentario, Joan Baldovi, que quería llamar la atención de algo, ciertamente muy importante y grave, como la nueva ley hipotecaria, cuando en realidad lo que consiguió es que todo el mundo hablara de su (púdico) striptease. ¿Dónde está la conducta desviada, en que te echen de casa, o en montar un numerito en el parlamento?. Me resulta difícil creer que, en la sociedad del espectáculo, todavía haya gente (hasta parlamentarios) que piense que con llamar la atención y salir en los medios de comunicación se van a solucionar los problemas. ¡Pobre país!

Una noche en la UVI


Una noche en la UVI

 

Este lunes pasado, 22 de abril, víspera del día del libro, a las 16,30, pasé por el quirófano de la Policlínica guipuzcoana. El anestesista, con cara simpática y mirada burlona y tranquilizadora, tras algún pinchazo para adormilarme, me colocó como una mascarilla en la nariz pidiéndome que respirara tranquilamente mientras pensaba en cosas agradables. Dirigí mi mente al último Fausto que escuché con mi mujer en la MET y, sin ser capaz de captar el instante preciso, pasé de la vigilia al sueño. Unas palmaditas en la cara y, de nuevo, la sonrisa del anestesista diciéndome que ya estoy operado, me devuelve a la realidad. Inmediatamente soy consciente de la situación, el médico operador me dice todo ha ido muy bien aunque la operación ha sido laboriosa y, como estaba previsto, me llevan a la UVI a pasar la noche. Me visitan mi mujer y mi hija Marta. Charlamos un rato. Sus palabras, el tono de sus palabras y sus rostros me tranquilizan aún más y me confirman que todo ha ido bien. Ya me quedo solo en habitáculo n.º 9 de la UVI. Habitáculo que es como una habitación abierta, con cristaleras que da a un pasillo y a dos habitaciones- así las llamaré-,  a mi derecha, la 8 y a mi izquierda la 10.

Me siento francamente bien. No me duele nada, la mente la tengo fresca, nada abotargada aunque ahora, jueves 25 cuando redacto estas líneas, hay cosas que tengo ya olvidadas. Constato que estoy entubado, que tengo respiración artificial, mediante dos minitubitos en las fosas nasales que, rápidamente, hago la prueba de quitarlos para comprobar que sin ellos también respiro sin problemas. O eso me parece. Como no me van a dar nada de beber, menos aún de comer, y no tengo sueño (vengo de una “siesta” inducida de más de dos horas) mi deformación profesional ocupa mi mente y me digo que a mis setenta y un años es la primera vez que me veo en una UVI (o UCI, pero constato que entre el personal sanitario utilizan el término de UVI), con una noche en blanco, por delante y me dedico a observar.

Me mojan la boca con un spray para aliviar mi garganta que se queda seca, me toman la temperatura, me palpan el pulso y, sobretodo, miran una pantalla que está sobre mi cabeza donde deben medir mis pulsaciones, mi rito cardiaco, mi tensión y no sé qué más. Me preguntan con frecuencia si estoy bien, si me duele algo, si me falta algo…En definitiva me siento perfectamente atendido. Estoy muy tranquilo. Como ya escribí en la entrada anterior a este blog, estaba más intranquilo la víspera de la intervención que el mismo día de la operación. Supongo que la sedación sigue haciendo su efecto mientas estoy en la UVI y, despierto, me siento completamente tranquilo…observando.

A eso de las 10 de la noche, como en todos los sitios, se produce el cambio de turno aunque alguien (o “alguienes”) enlazan dos turnos. Pronto constato que hay cinco personas trajinando en la UVI más un celador que viene de vez en cuanto a traer o llevar algo. Cuando comento el número al día siguiente con una enfermera me dice que, en realidad, eran cuatro pero que pidieron una persona más de apoyo pues la noche había sigo un tanto movida, de lo que doy fe. No sé a qué hora ingresó una señora en la habitación 11 (la ví pasar por delante en el pasillo) un señora que les dio algún trabajo así como otra persona que, creo recordar, estaba en la habitación 3.

La enfermera me dijo al día siguiente que a veces en la UVI vivían momentos dramáticos. Por ejemplo cuando llegaba un accidentado o alguien tras una operación a vida o muerte y que había que mantener una calma emocional en todo momento (no es esta la expresión que utilizó que no me viene a la cabeza) para ser eficaces en su trabajo.

Mi habitación ere la número 9 como ya he dicho. Me hizo fantasear con Beethoven, Bruckner, Dvorak, Schubert, Mahler, todos compositores de nueve sinfonías. Me decía que la que mejor iba con el lugar era el final de la de Mahler. ¡Como olvidar el largo minuto de silenció en el Auditorio Nacional, hace uno o dos años, cuando Abbado la concluyó, antes de prorrumpir en aplausos!. Pero no dejé que el morbo mahleriano me invadiera – música psicológica la define Harnoncourt que nunca la dirige, como Celibididache, como Furtwängler, excepto unos lieder con Fiescher Dieskau- y pensé en la vitalidad de Beethoven, la ternura de Schubert…y en la incompleta de Bruckner. Mi vida no se concluiría en esa UVI.

Desde donde yo estaba veía el tablero de habitaciones y comprobé que de las 14 que tiene la UVI (luego supe que solamente utilizaban 13) había 8 ocupadas y seis libres. Luego cinco personas atendiendo a 8 pacientes. (Fuera del Hospital me dijeron que la proporción es similar, si no mayor, en el Hospital Gipuzkoa pero no he comprobado el dato). Obviamente me tranquilizó aún más pero no pude no pensar que era todo un lujazo, y que era imposible mantener esta atención en el futuro. Así lo comenté el día siguiente con una amable enfermera y un auxiliar. Me parece imposible mantener en el futuro este nivel y calidad de atención con una población cada día más avejentada, con una tasa de natalidad que no reproduce, ni de lejos, la actual población, con una pirámide de edades que es ya casi cilíndrica y, que si sigue así, será pirámide invertida y, todo ello, en medio de una conciencia sanitaria cada día más exigente en nuestra sociedad. No hay que olvidar que los tres valores centrales y definitorios que conforman la sociedad actual occidental (pienso en España y en Euskadi, por igual, en este punto) son el dinero, la salud y la seguridad. Y por ese orden. La actual atención en la UVI que yo viví, solamente será sostenible en el futuro para las personas adineradas.

Cinco para ocho y sin parar de trabajar. Yo soy “gau txori” (noctámbulo) por naturaleza y, habitualmente, me acuesto bien pasada la una de la madrugada, luego en la UVI, pasadas las dos tenía aún los ojos bien abiertos lo que me obligó a tranquilizarles diciéndoles que me encontraba muy bien, pero que no tenía sueño. Hasta las tres no comencé a cerrar las pestañas, en parte por la prolongada “siesta” del día anterior, en parte por mi privilegiada situación de observador de una UVI que seguro alteró mi adrenalina.

Cinco para ocho y no paraban, decía arriba. Muchas veces pensé que tenían un trabajo constante, a veces presuroso, nunca apresurado (aunque les veía moverme, excepcionalmente, con rapidez, como explicaré inmediatamente), menos aún con signos de alarma. Daban tranquilidad al paciente. Es que en la UVI además de estar enchufados a varios cables con sus correspondientes indicaciones numéricas en pantallas, se vive una auténtica sinfonía de pitidos. Amortiguados, francamente no molestos (la UVI es mucho mejor en este aspecto que un aeropuerto, y no digamos una estación de metro londinense donde no paran de gritar por los altavoces) pero, pitidos, perfectamente audibles no solamente para el personal sanitario sino también para quien, como yo, está despierto y en observación. Sinfonía de pitidos también perfectamente diferenciables. Por ejemplo si movía demasiado mi mano izquierda el indicador de mi tensión arterial se desconectaba y emitía un doble pitido discontinuo y regular. Para mi asombro, el doble pitido de pronto enmudecía para volver a las andadas poco después. Intrigado, en un momento que pasaba alguien con paso tranquilo por el pasillo le interpelé (en toda la noche no tuve necesidad de llamar a nadie para nada) y me dijo que era un chivatillo que lo oían donde estaban (y adiviné que lo veían en otra pantalla) y que ellos mismos lo controlaban. Me dijeron que les ayudaba mucho en su labor pues estaban siempre informados sin estar, constantemente, en la cabecera del paciente.

A veces el pitido era nítidamente indicador (tres o cuatro pitidos rápidos) de algo más urgente y es, en esos momentos, cuando constataba que el personal se movía con rapidez hacia la habitación de donde provenían los pitidos. Si era a la izquierda de mi habitación ya sabía que era la 11. Si a la derecha suponía que la 3. Pronto volvía todo a la calma lo que quiere decir, volver al ritmo pausado (y pautado diría) de la noche. Había otro pitido también distinguible (o al menos así me lo parecía a mi), cuando alguien llamaba para una atención.

Ya he dicho que a eso de las tres de la madrugada comencé a dormitar. Me desvelé hacia las seis (creo que porque me pusieron el termómetro) y así seguí hasta las 8 de la mañana donde comenzó el cambio de turno y tuve ocasión de conversar un poco con el personal que se iba. Apareció un anestesista (que tiene la amabilidad de seguir este blog y con quien intercambié unas palabras), también uno de los cirujanos que me operaron el día pasado y tras varias pruebas más (y con más hambre que Carpanta) a media mañana me subieron a planta donde seguí mi estancia con el mismo trato exquisito hasta que el miércoles, me volví a casa.

No había pasado 48 horas en la Policlínica. Una estancia en una clínica nunca puede decirse que sea equiparable a un fin de semana en un balneario de recreo o en una escapada musical, pero dejé el centro sanitario con la sensación de una atención muy buena, particularmente en la UVI, pero con la certeza de que, en la actual coyuntura demográfica, y con los actuales valores dominantes, esta atención es imposible de mantener en el futuro. Y no he mentado a la crisis, no por olvido, pues de la crisis saldremos antes, pienso yo, que de la actual situación demográfica y de la actual deriva de valores, cuya trilogía básica, he señalado más arriba. En fin, no debo, ni quiero, cerrar estas líneas, sin agradecer la atención recibido por todo el personal, médicos, anestesistas, enfermeros, auxiliares, técnicos (pues había que mantener en marcha toda la sofisticada tecnología de la UVI) que me atendieron.
 
Y como la incompleta de Bruckner, su 9ª sinfonía, la vida sigue. Pero, en mi vida, como en la 9ª bruckneriana, los tres primeros movimientos están ya conclusos y del 4ª movimiento, Bruckner dejó escritas más de dos terceras partes. Otros la han concluido varias veces. El 7 y 8 de febrero de 2012, escuche, dos veces, la última versión concluida, interpretada por Rattle y sus filarmónicos. El final no era Bruckner aunque se le parecía. Faltaba su coda, la propia de Anton Bruckner, la que no pudo terminar. ¿Podré yo escribir la coda de mi vida, o me la escribirán)?

lunes, 22 de abril de 2013

De quirófanos y adicciones


De quirófanos y adicciones

(22 de abril de 2013)

Dentro de un rato ingreso para una intervención quirúrgica menor, aunque con anestesia total. Ayer estaba más nervioso que hoy.

En realidad no tengo miedo a pasar por el quirófano. Puestos a pensar en lo peor, lo que  no es mi caso al menos hoy, hay pocas muertes más dulces que la mesa del quirófano. Para el paciente y para su familia (pasados los primeros días), aunque para el operador, anestesista etc.,  no debe serlo tanto.

Pero estar en una clínica me resulta un peñazo inmenso. Espero que la estancia sea breve y vuelva pronto a mi pantalla del ordenador. Es una adicción como otra cualquiera y quien esté libre de adicciones tire la primera piedra.

 

Krugman precisa ecuanimidad


Krugman precisa ecuanimidad


 

En “El País” del 21 de Abril, bajo el título de “La depresión del Excel” hay un artículo de Paul Krugman. Critica un artículo, Growth in a time of debt (Crecimiento en una época de endeudamiento) de Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff que pretendía identificar un umbral crítico, un punto de inflexión, para la deuda pública (que ya los propios autores han reconocido su inexactitud). Es un tema recurrente estos últimos días. Mi incompetencia en estos temas me impide emitir un juicio fundamentado.


Pero en el artículo de Krugman hay unas frases que me dejan perplejo. Son estas: “debemos situar el fiasco de Reinhart y Rogoff en el contexto más amplio de la obsesión por la austeridad: el evidentemente intenso deseo de los legisladores, políticos y expertos de todo el mundo occidental de dar la espalda a los parados y, en cambio, usar la crisis económica como excusa para reducir drásticamente los programas sociales” (el subrayado es mío).

Esa afirmación es muy grave. Así como, en el citado artículo, Krugman critica un editorial de The Washington Post que afirmaba que estamos “peligrosamente cerca de la marca del 90% que los economistas consideran una amenaza para el crecimiento económico sostenible”, remarcando que el editorial utiliza la expresión: “los economistas”, no “algunos economistas”, personalmente me pregunto si Krugman se refiere a “los legisladores y expertos de todo el mundo occidental” o más bien a “algunos”. Obviamente tienen que ser algunos, no sea más que porque él mismo se excluye. Luego la pregunta se impone: de qué legisladores y expertos habla (como los que dan la espalda a los parados) y cuales los que excluye.

Como de expertos en estos temas nada sé, me gustaría me aclarara, al menos, quienes son los legisladores que están en un lado y en otro de la raya que establece Krugman, raya que comparto, obviamente. Más concretamente cuando Krugman escribe más adelante que “los responsables políticos (de nuevo, no “algunos”, sino “los”) abandonaron a los parados y tomaron el camino de la austeridad porque quisieron, no porque tuviesen que hacerlo”, quisiera que pusiera nombre y apellidos de tales responsables políticos. O, ¿es que son todos y, como en Sodoma y Gomorra, no habrá en el mundo occidental, un solo responsable político que se preocupe por la suerte de los parados?.

Tenemos derecho a pedir a un profesor en Princeton y Premio Nobel, con la relevancia de Paul Krugman, algo más de ecuanimidad y precisión en sus juicios públicos.

domingo, 21 de abril de 2013

"El misterio francés": un libro fascinante


"El misterio francés": un libro fascinante

Hervé Le Bras, demógrafo y ­Emmanuel Todd, antropólogo acaban de publicar un libro Le Mystère français (Seuil). Paris 2013, que ha creado un buen revuelo en los medios intelectuales y periodísticos de Francia. Las grandes revistas francesas, Le Point, l´Express, Le Nouvel Observateur (con un impactante Dossier, lleno de cifras y tablas del Francia, que lo he comprado en Internet 2,95 €) la Vie etc., le consagran muchas páginas. Sigo, en estas líneas, el esquema de Jean-Pierre Denis (director de “La Vie”, semanario religioso muy abierto, aunque también he leído le Nouvel Obs., de tendencia de izquierda como es bien sabido, L´Express y Le Point),  pues aun no tengo el libro (me cuesta casi tanto el envío postal que el precio del libro que lo compraré en Paris a final de mayo)
Además de señalar, con datos, que Francia, en su conjunto, está mejor de lo que se piensa, sostienen la tesis de que hay dos “Francias”: Una Francia que llora (que va mal) y otra que ríe (que va razonablemente bien). “La línea que separa la Francia que sufre de la que ríe no pasa por la derecha y la izquierda, ni siquiera entre los pobres y los ricos. No, geográficamente hablando, la línea divisoria hunde sus raíces en las dos Francias resultantes tras la revolución de 1989. Por un lado, la Francia que pena es la de la Revolución, esa parte del país hace tiempo descristianizada, que después ha sido marcada por el comunismo y por un espíritu igualitario que habría desaparecido sin dejar trazas.  Le Bras et Todd constatan, y aquí Denis les cita expresamente, “la depresión ideológica y cultural de las poblaciones anteriormente laicizadas”, confirmada (si no aumentada) por “el hundimiento de la creencia comunista”. Para más Inri, es la Francia donde obtuvo muchos adeptos el movimiento de extrema derecha de Jean-Marie Le Pen.
La otra Francia, la que está mejor, “es la que sigue marcada por la huella del cristianismo, a pesar de la caída espectacular de la práctica religiosa. Es la parte del país menos castigada por la crisis, donde se hacen estudios más prolongados, donde hay menos dificultades para situarse en el nuevo paisaje europeo y mundializado, donde el paro golpea en menor intensidad a los jóvenes y donde, en cierta medida, la relación familiar resiste mejor. Llamativamente esta Francia es la que la historia cultural y política ha despreciado y arrojado a la periferia de su espacio mental: la Bretaña, la región de Nantes, los Pirineos Vascos, la Alsacia, la parte meridional del Macizo Central, el Franco-Condado, Saboya… La persistencia de esta cartografía religiosa en un país, casi enteramente secularizado, tiene algo de absolutamente fascinante” concluye Denis, director de La Vie, recuerdo.
Pero, Le Bras et Todd, hablando del cristianismo, utilizan la expresión de un “catolicismo zombi”. En el dossier de Nouvel Obs, lo dicen así (cito a los autores): “Los valores organizadores del catolicismo siguen activos en los lugares donde fueron preponderantes. Una de las paradojas más llamativas de nuestro tiempo es el incremento del poder social de una religión que se desvanece como creencia metafísica. El catolicismo parece haber logrado, para sí mismo, el objetivo de una vida después de la muerte. Como se trata de una vida terrestre, hablamos de catolicismo zombi”
En otra entrevista en Le Express (edición electrónica del 29/03/2013) Todd se expresa así: “la tradición religiosa continúa, como en un subterráneo, como una especie de zombi, muerto – vivo, influenciando las relaciones entre los hombres y las mujeres, la educación de los niños, la fecundidad, la relación al trabajo, las tasas de paro, el éxito escolar, el voto etc. Parece que las regiones que han perdido recientemente el cristianismo tienen claramente una ventaja, mientras que las de tradición laica, anteriormente revolucionaria, tienen más dificultades”.

Al preguntarles que profundicen más Le Bras señala, como elemento capital, los diferentes modelos de familia de una y otra Francia con sus valores correspondientes. “Grosso modo, en el norte, y de forma eminente en la zona parisina, familia nuclear, individualista, con un núcleo autónomo: padre, madre y sus hijos quienes, a su vez, al dejar el hogar crean otra entidad autónoma (….) con los viejos valores franceses de libertad, igualdad, individualismo y reglas de reparto familiar, estrictamente igualitarias. Allí la industria se desarrolló, pues los individuos podía liberarse del círculo familiar”

En el Sur es la familia extensa, y generalmente funciona el derecho de mayorazgo. Ahí dominan “los valores de autoridad, desigualdad. Y el artesanado. El catolicismo y la familia extensa conllevan valores de entreayuda, de cooperación, que representan en la actualidad un ventaja cierta en tiempos de crisis, cundo el Estado, poco a poco, se inhibe en sus compromisos sociales.
Líneas más abajo, Todd afirma que la Iglesia católica tiene dos mil años de experiencia. El partido comunista, medio siglo. De ahí los diferentes resultados”

En fin. Aquí lo dejo. El libro me parece muy francés. Quiero decir que busca la gran teoría explicativa de fenómenos complejos. Pero tiene el gran atractivo de ir contra corriente. Así cuando afirman que Francia no está tan mal como dicen y la dimensión religiosa sigue teniendo un papel explicativo central. Aunque al director de “La Vie” eso de que los católicos franceses sean zombis no le agrade en absoluto.

Otro libro a situar en la (larga) lista de los de lectura obligada.

viernes, 19 de abril de 2013

Atentados y entrevista con el Monitor de Boston


Entrevista sobre los atentados de Boston

 (19 d abril de 2013)

Ayer jueves recibí un correo de un periodista (Andrés Cala) en el que me escribe que “de nuevo acudo a usted para un reportaje, esta vez a raíz de los atentados terroristas de Boston, sede de nuestra publicación (Monitor de Boston).Quisiera hablar con usted sobre el impacto de décadas de terrorismo en España sobre la sociedad española: su percepción de seguridad, el sacrificio de libertades individuales, medidas de seguridad perceptibles, etc.”.

 Esta mañana he mantenido una larga conversación con el periodista. En resumen le he dicho esto:

-        que no se puede comparar el terrorismo de ETA, que es selectivo, con el de los islamistas, de la extrema derecha, de tipo pasional o de desquilibrados (en los colegios americanos por ejemplo), que es indiscriminado. En Euskadi y en España el terrorismo de ETA tenía unos “objetivos” concretos (policías, FFAA, empresarios, políticos, magistrados, periodistas…) mientras que el terrorismo en America lo es contra el pueblo americano, contra “los americanos”. De ahí la diferente alarma social que concita uno y otro terrorismo y la diferente percepción de seguridad.

-        En Europa bien que mal se aceptan las cámaras de vigilancia (que inundan las ciudades), así como la presencia física de policías, por ejemplo en las estaciones de tren y metro (de forma llamativa en Francia e Inglaterra). Pero no se aceptan situaciones como Guantánamo. Menos aun el trato vejatorio a los ciudadanos que deseen entrar en los EEUU en los controles en los aeropuertos. (Basta estar diez minutos en Barajas para escuchar por los altavoces que los viajeros con destino a EEUU deben presentarse una hora y media antes en el mostrador de embarque). Esta cultura de la seguridad en una sociedad que, por otra parte, tolera la venta de armas (Obama acaba de perder una votación clave en el Senado americano al respecto), aliado a unos medios de comunicación hipersensibilizados, donde el morbo no tiene límites, explica, entre otras cosas, la situación de inquietud que viven los ciudadanos americanos.

-        En fin, le he intentado explicar que al terrorismo se le combate eficazmente cuando se han entendido las razones que se dan los terroristas para sus acciones. Entender no quiere decir justificar, sino plantear inteligentemente la lucha antiterrorista. Claro que en ese punto no tenemos muchas lecciones que dar cuando el terrorismo doméstico de ETA ha necesitado tantos años para domesticarlo. Y ETA aún no ha desaparecido.

P.D. Visiono el telediario de la noche y pienso que se han vuelto locos. Jamás ese  terrorista checheno pensaría lograr paralizar media ciudad con la policía en sus talones.

domingo, 14 de abril de 2013

El fraude mundial y el secreto de las fuentes


El fraude mundial y el secreto de las fuentes

 

El 4 de abril de 2013, 36 medios de comunicación de todo el planeta (coordinados por ICIJ, un Consorcio Internacional de periodistas de información) comienza la publicación del expurgue de 2,5 millones de ficheros concernientes a 120.000 truts y sociedades fantasmas de 170 países, ficheros domiciliados en países fiscales. Estos ficheros corresponden a lo que, en términos financieros, se denominan “offshores”, imposiciones de capitales en el extranjero, fuera de control fiscal. Es el fraude a nivel planetario. En esta masa de documentos ya aparecen dos bancos franceses así como el tesorero de la campaña de Hollande en las elecciones presidenciales de 2012 en Francia, Jean-Jacques Augier, quien asegura que no hizo nada ilegal recurriendo a un partenaire chino, para estos montajes offshores.

Ya van saliendo nombres de personas, como se ve. Pero, como firma en el editorial de ese día la nueva directora de “Le Monde”, Natalie Nougayrède, (decididamente llamada a ser líder de opinión en Europa), “la exposición de casos individuales no debe ocultar el fondo del problema: los paraísos fiscales son una amenaza para la democracia. Minan el estado de derecho, con su ocultismo. Son una ganga para todos los defraudadores,” tanto de  capitales públicos como de personas privadas. “En este universo de creatividad jurídica, que parece ilimitada, continúa Nougayrède, hay cantidades colosales de dinero tras las sociedades pantalla. Personas enormemente ricas dispondrían en tales sociedades el equivalente a la suma del PIB de los EEUU y del Japón”.

Concluye Nougayrède su editorial escribiendo que nadie podrá pretender, a la luz de esta investigación, que los dirigentes políticos, a pesar de sus afirmaciones, (por ejemplo, añado yo, las conclusiones del G20 tras las convulsiones financieras de 2007 y 2008 y el Informe Stiglitz encargado por Sarkozy en 2009), se hayan dado los medios necesarios para actuar. Urge reforzar las reglas, los medios de control y la cooperación transfronteriza. La lucha por el blanqueo del dinero pasa por ahí. Y los bancos occidentales, amateurs (“amatrices”, en el original) de esquemas opacos difícilmente podrán evitar dar respuestas claras. Al menos si pretenden que, durante la actual crisis, sean creíbles cuando enuncian profesiones de fe sobre su “ética”.

Ciertamente, pero eso no basta. Urge un auténtico rearme ético donde derribemos de su pedestal al dios Mamon, pues el dinero es, actualmente, más dios que nunca. A gran escala para unos. A pequeña para otros, a la que puedan. Por ejemplo, en el Babelia de “El País” del sábado 13 de abril leía que “de los cuatro libros (de los mas leídos recientemente en lengua castellana), tres pueden descargarse fraudulentamente”. Necesitamos un rearme ético. Por supuesto que si. Rearme ético en los políticos, banqueros y expertos en ingeniería defraudatoria en primer lugar. Pero también en quienes, por ejemplo, tienen a gala bajarse gratis libros de la red (los encuentro en mi vida cotidiana), o engañar en el uso de las viviendas de protección oficial. Por quedarme en estos dos ejemplos.


Pero hay más con “Le Monde”.  El nuevo Ministro de Finanzas francés (el anterior tuvo que dimitir cuando se descubrió que tenía 13 millones “ocultos” en bancos suizos), pide el martes 9 de abril, en el Parlamento galo, que la prensa entregue los ficheros a la justicia. Pues hete aquí que “Le Monde”, en su editorial (no firmado esta vez) del miércoles, anuncia que no piensa hacerlo, apelando al “secreto de las fuentes de los periodistas” y añade que “entregar a la justicia los documentos que fundamentan nuestra investigación supondría exponer cómo se obtuvieron los datos y podría llegar a la identificación de nuestras fuentes”. . Me hierve la sangre leyendo estas cosas.

El tema viene de lejos. Se arguye, por ejemplo, que si no hubiera existido el secreto de las fuentes periodísticas, el caso Watergate no se hubiera producido y Nixon no hubiera tenido que dimitir. No voy a abrir aquí el tema que me da muchas vueltas en la cabeza desde siempre. Porque nosotros los sociólogos cuando publicamos un estudio siempre debemos dar cuenta de las fuentes en las que nos basamos. En cada una de nuestras tablas sin ir mas lejos. (Publiqué una entrada en este blog hace dos o tres semanas sobre este tema ante la renuncia del director de El País de entregar al juez Ruz la fuente, la persona, que le entregó los papeles de Bárcenas”.


Digan lo que digan “El País” y “Le Monde”, no entiendo porqué exigen trasparencia y denigran la opacidad bancaria y de las cuentas de los partidos políticos y la aplican en sus publicaciones.  No entiendo o, para ser mas exacto, entiendo las razones que arguyen, razones que me sirven también para entender (otra cosa sería aprobar, que no apruebo) la opacidad y falta de transparencia de quienes ellos denigran. Y que no le ocurra, a un sociólogo, firmar una investigación sin explicar, con pelos y señales, la fuente, la metodología y los controles que ha utilizado para llegar a las conclusiones a las que ha llegado. Aunque quizás, no lo sé, alguno ya se habrá infectado del ocultismo bancario, financiero, político y mediático.

sábado, 13 de abril de 2013

Felipe González tiene razón


Felipe González tiene razón.


Leo en el diario “El País” del pasado jueves 10 de abril, unas declaraciones de ex presidente del gobierno que la periodista, Vera Gutierrez” titula así: “Felipe González: hay una crisis institucional que galopa hacia la anarquía”. No puedo no darle la razón cuando vengo diciendo lo mismo hace meses (la última vez en este blog en marzo pasado), aunque yo suelo añadir, que tras la anarquía vendrá la dictadura. (Véase en mi entrada Europa. “El eterno retorno de los fascismos”).

Felipe González a propósito de un almuerzo-coloquio organizado por la Asociación para la Defensa de la Transición, hizo, según “El País”, el siguiente diagnóstico,: “Estoy preocupado, sí; pero más por el estado de ánimo del país que por la realidad. El estado de ánimo es muy malo”. Y también: “De la crisis económica estoy seguro de que saldremos, aunque no estoy de acuerdo en cómo saldremos; de la crisis política e institucional ya no estoy tan seguro de que vayamos a salir. Esa crisis galopa hacia una anarquía disolvente”. Y más: “¿Todo el esfuerzo de la Transición se está yendo por el desagüe? Las élites de referencia han dejado de existir en todos los ámbitos, y sin ellas un país tiene un problema muy serio. Si encima no cuidamos las instituciones... podemos entrar en otro momento oscuro de nuestra historia”.

Mi acuerdo es total aunque me gustaría saber qué entiende, González por las “élites de referencia” en el momento actual. De donde –estamento, colectivo etc.- las echa en falta.


Se manifestó en frontal oposición a los escraches (que yo llamo acosos domiciliares), con esta pregunta: “¿Por qué un niño tiene que aguantar una presión en la puerta de su casa?”. Personalmente estoy preocupado y alarmado por la baja reacción de los líderes de la izquierda y de los sindicatos antes estas prácticas intimidatorias. ¿Es que no saben, o ninguno de ellos o de sus próximos, ha vivido nunca que se planten a la puerta de su casa con insultos y amenazas estando tus hijos dentro?. ¿Tan corta es la memoria, o es que tienen las manos limpias (recuerden “Les mains sales” de Sartre) de no haber hecho nada en su vida contra los violentos?. Pero también me alarman, y mucho, los ex abruptos de algunos de la derecha que comparan el acoso domiciliario con el nazismo. Esta sociedad española (“pública y publicada”, recordando a Felipe González) necesita, a marchas forzadas, más razonamiento y menos insulto, más deliberación, mayor ecuanimidad en los juicios, aliar la reivindicación pública con la solidaridad personal, etc., etc. Y siempre el principio de humanidad. Si es del todo punto deleznable, criticable y exigible la rectificación de los bancos y cajas que han abusado en sus contratos e hipotecas, eso no justifica, en absoluto, ir a casas particulares a insultar a sus moradores. Una sociedad que admite estas practicas, o que mira al otro lado cuando se dan estas practicas, es una sociedad, lo digo y repito, que camina hacia la anarquía que la historia ya ha mostrado que es el camino al fascismo. No estamos ahí, pero estamos en camino de llegar ahí.


En fin, para terminar con González, estoy de acuerdo con él que “estamos ante una crisis institucional”. Es un momento para ir a “una segunda Transición”. La primera la hizo, prácticamente solo, Adolfo Suárez, admitió quien fue su adversario, señala la corresponsal de El País. “Cuando yo llegué al Gobierno ya estaba hecha. La hizo él, con más o menos ayuda, pero él. Y la pagó”.

¿Quiere esto decir que España necesita ahora otro Adolfo Suárez?. Me viene a la memoria lo que cantábamos de críos: “¿Dónde está la llave, matarile, rile rile?, ¿donde está la llave matarile rile ron?. ¡Chin, pon!.

martes, 9 de abril de 2013

Niña maltratada por su padre y la administración


Niña maltratada por su padre y por la administración

(9 de Abril de 2013)

Acaba de salir en Francia un libro escalofriante, desgarrador. Un relato de una historia real. De una chica joven, sádicamente maltratada por su padre, de niña y, por la burocracia de los servicios sociales, educativos y jurídicos franceses, de adolescente. Es el relato de la vida de Céline Raphael, “La Démesure. (Ed. Max Milo 2013), hoy médico.

Su padre, que a su vez había sido brutalizado por su propio padre, pretende hacer de su hija una virtuosa del piano. La obliga a interminables horas de ensayo. Pone  a su disposición los mejores profesores que su buena situación económica se lo permite. Cuando su hija, su niña de cuatro, cinco y hasta los doce años, comete alguna falta en el teclado le azota en el culo desnudo con su cinturón, le impide comer en la mesa familiar, tener tiempo libre etc., etc. Le obliga a competir en concursos de piano. Gana algunos y en otro queda en segundo posición. El vencedor fue Lang Lang…

Su madre está anulada por su marido y su hermana es aún más joven que ella y nada puede hacer. Una enfermera en la escuela se da cuenta de la situación y tras muchas dudas, Céline decide comunicarle su infierno. Entonces se abre un juicio ante el tribunal de menores que decide separar a Céline de su familia. Y aquí comienza la segunda parte de esta historia de horrores con su paso por los diferentes centros de acogida de menores, con padres maltratadores, que dispone la administración francesa.

Si el padre sale mal parado del relato no sale mejor la administración. “Tenía la impresión que los educadores estaban allí para cumplir sus horas. No para ayudarnos a sentirnos mejor. Salvo algunos educadores experimentados y consagrados a su tarea, los demás eran incapaces de ocuparse de nosotros, cuenta Celine. ¡Qué frialdad en las policías, en el personal de la justicia, en las educadoras…En el mal sentido del término unas puras funcionarias que, como dice Céline se limitaban, de mala manera y con malas maneras, a cumplir sus horas. La respuesta de Céline es la anorexia y el refugio en el estudio para lograr su sueño: ser medico. Lo que consigue trabajando y logrando una beca de estudios.

El libro se lee como un angustioso thriller. Si saben francés, léanlo. O entren en Youtube con el nombre de Céline Raphael y podrá verla y escucharla. No saldrán indemnes, y quizás decidan hacer algo por los centenares de miles de niñas y niños maltratados. Hoy, entre nosotros. Entre la “gente bien”, como podemos leer en un texto de unas 20 paginas, ya terminado el relato de Céline y escrito por Daniel Rousseau psiquiatra infantil desde hace 25 años y que trabaja en Angers, en un hogar para niños problemáticos.

Al final del texto de Rousseau podemos leer que “en Francia, en 2013, más de quinientos mil menores han sido retirados de sus familias en algún momento de su infancia; que los muertos por infanticidio sobrepasan cada año el número de mujeres muertas por violencia machista y que las escasas estadísticas disponibles sobre el maltrato infantil demuestran el creciente aumento de situaciones de maltrato descubiertas. Lo que no habla bien de la conciencia social concerniente a la infancia. …Es indignante constatar que el Estado francés no disponga, en los comienzos del siglo XXI, de un organismo oficial capaz de ofrecer cifras actualizadas y fiables sobre el maltrato infantil. Los dispositivos previstos al efecto por la ley son inoperantes”.

 Si algún lector de este blog sabe algo de la situación española, o vasca, y quiere decirlo, con su firma, se lo agradecería.

P.D del 21 de Abril.

Envié el relato anterior a mi buen amigo, Javier Urra, y experto en estos temas, (fue el primer fiscal de menores de España, y hoy sigue trabajando con muchas publicaciones sobre este tema) y me envia, de respuesta, el siguiente correo: "Respecto al relato y por desgracia, puedo confirmarlo puntualmente en España".

De hecho lo comente con detalle en unas Jornadas en Chiclana de la Frontera el viernes 12 de Abril en unas Jornadas sobr educacion y violencia juvenil y nadie rechistó.

Cómo vivimos los vascos la crisis


Cómo vivimos los vascos la crisis

 
(Una redacción reducida de este texto se publicó en “El Diario Vasco” en dos fechas: la primera en torno al sábado 30 de marzo (pero estando fuera de Euskadi donde no se vende el DV, formato papel, no puedo precisar la fecha) y el segundo el sábado 6 de abril.)

Un amplio reportaje de Fernando Segura publicado en "El Diario Vasco" (17/03/2013) titulado “la crisis golpea a la clase media aunque esquiva sus peores efectos” ya mostraba gran parte de las consecuencias de la crisis en Euskadi. Trabajaba con la “Encuesta de Pobreza y desigualdades (2008-2012) del Gobierno Vasco, un trabajo del SiiS de la Fundación Kareaga y con Caritas. Recuerdo algunos resultados mayores. El paro ha aumentado de 74.000 personas en 2007 a 164.000 en septiembre de 2012. La crisis ha afectado básicamente a quienes ya tienen las mayores situaciones de riesgo: inmigrantes, familias donde el principal sustentador está en paro así como las familias monoparentales y las personas solas sin trabajo estable, y los jóvenes. Y un dato: el 92% de los casos de pobreza real se asocian en 2012 a familias encabezadas por una persona sin estudios cualificados.

Por el contrario “la pobreza se reduce de hecho entre los colectivos más favorecidos de la sociedad, cuantitativamente mayoritarios”, lo que ya se sabía, entre otras razones, porque la medición de la pobreza es una variable relativa. Los responsables del SiiS afirman que en Euskadi “no se puede decir que el estado de bienestar se está desmoronando. Se han congelado las pensiones o recortado los sueldos. Ha habido retrocesos, pero no ha habido ninguna debacle”. Incluso afirman que las crisis de 1985 y 1993 tuvieron unos efectos más negativos pues “el desempleo es menor y el sistema de protección social, en especial la RGI (Renta de garantía de ingresos), reduce el impacto de la pobreza”

Continuando con este tema, lo he completado con la información que nos ofreció el 8 de marzo pasado el último Sociómetro Vasco en la parte que mide las percepciones de la actual crisis y de sus consecuencias para los ciudadanos vascos. Pero antes voy a traer aquí, textualmente, del resumen que hacen los autores del Euskobarómetro de 2012 este dato que, confirma en gran medida lo que acabamos de ver: para el 57 % de los vascos “el año 2012 ha sido buen año en lo personal, mientras que el resto refieren una experiencia negativa (19%) o expresan escepticismo (24%)”. Retengan los datos: para cerca de seis de cada diez vascos el año 2012 fue bueno en lo personal según el último  Euskobarómetro y “la pobreza se reduce entre los más favorecidos de la sociedad cuantitativamente mayoritarios” (SiiS). Aunque la percepción social sea otra pero, es bien sabido aunque no suficientemente recordado, que la percepción social puede no corresponderse con la realidad social. Más aún, la percepción social, en base, eso si a realidades sociales existentes, “construye” una imagen falsa de la realidad. Pero dejemos esto por hoy que ya lo hemos tratado en otras ocasiones en este blog y, seguro que volveremos al tema pues se me antoja capital. Veamos ya los datos del Sociómetro del 8 marzo.   

A la pregunta genérica de “pensando en todas las cosas que son para UD más importantes diría que la vida le va entre muy mal (0 puntos) y muy bien (10)”, la respuesta global es de 5,7. El año 2007, la cifra era de 7,3 luego el descenso es muy claro e iré cayendo, según la apreciación de los vascos, pues a la cuestión de “cómo cree que irán el año próximo” la cifra baja aun más: 4,9. Aunque creen que las cosas “marchan” peor en España, que la puntúan en un 2,9.

Concretando en cuales son los tres problemas más importantes de CAPV, nítidamente en primer lugar son señalados, por el 84% de los vascos, los “problemas ligados al mercado del trabajo”. Ya mucho más atrás, el 30% señalan problemas económicos, el 17 % la política, el 9% la corrupción y el fraude, solamente el 3% los recortes y el 2% las pensiones. Preguntados a continuación por los problemas que a él, al encuestado en concreto, en su vida diaria, los problemas que más le preocupan, (y esta pregunta refleja mejor la situación de los encuestados, lo que los medios de comunicación suelen obviar porque es menos negativa, y es sabido que la noticia muy mala vende más que la menos mala) señalan, de nuevo en primer lugar, “los problemas ligados al trabajo” aunque ahora lo señala el 64 % de los vascos; a continuación, de nuevo, los problemas económicos, el 24 %; la “política” ahora queda en un escaso 4%, pero aparece, con un 17 % de menciones la “salud, sanidad, Osakidetza y la Seguridad Social”; el 13% la “familia”; el 10% la “educación”; el 9% la “vivienda y los desahucios”; el 6% las “pensiones” (más que en la pregunta genérica anterior); el 2% la “corrupción y el fraude” y el 1% los “recortes”. (Relean las cifras con detenimiento, por favor. Es la radiografía de los problemas que viven los vascos, según ellos mismos)

Para el 43 % de los vascos la crisis le está afectando mucho (de 7 a 10 en una escala donde 10 es el punto máximo). El 42% ha visto a alguien de su familia, congelarle el salario o pensión, el 41% perder el empleo, el 38% algún recorte de salario y el 23 %, una disminución forzada de la jornada de trabajo. Y, dato clave por su extrema gravedad, el 8%, han vivido las cuatro situaciones.

Para el 61 % de los vascos ha disminuido su poder adquisitivo, siendo la principal razón aducida (el 20% lo señalan) la perdida del empleo. Lo que significa que, a tenor de las cifras anteriores, por lo menos para el 21%, la perdida del empleo no ha supuesto merma en su poder adquisitivo. En fin el 35 % tiene problemas para llegar a fin de mes.
 
No hay que olvidar, como señalan desde Caritas, que el hundimiento de la clase media quizás sea superior al que se dice debido el efecto del colchón de las familias. “Pueden estar dándose situaciones de pobreza encubierta. Es posible que haya nuevas realidades de pobreza ocultas en el sostén familiar”.

Concluyamos: cerca de seis de cada diez vascos, está sorteando sin mayores problemas la crisis. Algo más de un tercio lo está pasando mal teniendo que realizar diversos ajustes en vida: menos salidas, menos espectáculos, fines de mes más apretados etc., etc. Pero, del orden del 8 al 10 %, lo está pasando muy mal. Sencillamente no les llega con lo que tienen. Y la razón clave está en la pérdida del empleo. Luego lo urgente es ayudar al 10 % de la población que precisa ayuda. Ya. Inmediatamente.

Lo prioritario, para 2013, sin dilaciones, se precisan políticas de mantenimiento y creación de empleo. Esto supone, entre otras cosas, apoyo a las empresas que son, con la administración, las principales fuentes de creación de empleo.

El 18 de marzo el Gobierno vasco propuso un Plan de Empleo. No sé si es bueno, malo o mediopensionista. Lo que si sé es que esa es la buena dirección y que todos los agentes sociales deben aportar su apoyo, con las criticas que consideren oportunas, para optimizar el objetivo nacional básico del mantenimiento y creación de empleo.

Y recordemos siempre a Kennedy: “No te preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate que puedes hacer tú por tu país”.

lunes, 8 de abril de 2013

Final del viaje: Desprecios en Stansted e Easy Jet


6. Epilogo. Desprecios en Stansted y en Easy Jet.

El desembarco, sin problemas, estábamos ya en tierra a las 7,30 de la mañana. Un coche, que habíamos alquilado, nos esperaba en el muelle. En un rápido viaje por las autopistas inglesas (gratuitas), para las 10 de la mañana entrábamos  con nuestras maletas al aeropuerto de Stansted. Localizado el mostrador para depositar las maletas (habíamos sacado por Internet la tarjeta de embarque en la fila dos, luego con una preferencia en embarque), nos comunican que dentro de veinte minutos aproximadamente, se abrirá el embarque. La hora de salida del vuelo era a las 13,20. En pantalla marca “please wait”. Pasada una hora larga de espera y continuando la indicación de “please wait”, pregunto, con la mejor de las sonrisas, cuando iba a comenzar el depósito de maletas para el vuelo de Bilbao. La señora, tras el mostrador, me responde que ya está abierta y ante mi indicación de que el marcador muestra que sigamos esperando, se limita a levantar los hombros.

Llegamos al mostrador con nuestras tres maletas, ya determinadas en nuestra compra, pero calculamos un peso de 40 kilos en la tres y sobrepasaba en seis, con lo que nos pidió 66 libras, once por kilo. Retiramos las maletas, nos deshacemos de lo que podemos y metemos en el equipaje de mano todo lo posible. Así y todo sobrepasamos de dos kilos los 40 contratados y la buena señora nos obliga a pagar 22 libras de sobrepeso. Todo legal. Nada que objetar, pero ganas no le quedan a uno de volver con ellos cuando ya ha pagado un plus por rápido embarque.

Nos dirigimos al control de la policía. Las colas son enormes, como es habitual en Gran Bretaña. Por los altavoces repiten constantemente que los líquidos y cremas de más de 100 ml. deben ir en unas bolsas separadas. El control es estúpidamente exhaustivo. El cinturón, el dinero, el reloj, el móvil, la chaqueta etc., etc. A las mujeres los zapatos. Al cabo de no sé cuanto tiempo pasamos el control. Son las 12, 15. Llevamos dos horas y cuarto en el aeropuerto. Hemos desayunado a las seis de la mañana y tenemos la mala idea de querer comer una hamburguesa. El modo británico de servir supone que primero hay que hacer cola para pagar y después te llevan lo pedido a tu mesa. Ya sin prisas pues ya han cobrado. Como tardan en traer el pedido me levando y leo en la pantalla, a las 12,30, que nuestro vuelo esta embarcando: “boording”. Me pongo nervioso, pues en la tarjeta de embarque se dice expresamente que “las puertas se cierran treinta minutos antes de la salida del vuelo” (copio textualmente) y sin esperar las hamburguesas nos dirigimos a la puerta de entrada. De nuevo megafonía a tope dando las indicaciones de embarque. A las 13,00, luego veinte minutos antes de la salida del vuelo, tras hacer otra cola y, tras mostrar dos veces que yo soy yo, (a la azafata en la puerta de embarque, nº 11, y a la que me recibe en la puerta del avión) estoy ya sentado en mí asiento. La puerta de embarque se cierra a las 13,20, justo a la hora de salida, habiendo acogido pasajeros, hasta ese momento. Eso sí, inmediatamente después, el avión comienza a moverse para dirigirse a la pista de despegue.

Una chica que viajaba en nuestra fila se cabrea pues a ella, en un vuelo anterior al que llegó con 25 minutos de adelanto le dijeron que ya estaba cerrado, sacaron su maleta de la bodega del avión, y la obligaron a comprar un nuevo billete.

Ya dentro del avión una azafata impertinente, desagradable y malencarada, auténtica señorita Rotenmeyer, que no sabe una sola palabra de castellano, no para de hablar, incluso cuando por megafonía están dando instrucciones o avisos en castellano que ella corta descaradamente. Los pasajeros muestran su malestar sin que le importe un rábano.

Esta ha sido la peor experiencia de todo nuestro viaje. La única en realidad. Llegamos al aeropuerto con más de tres horas de adelanto y no pudimos ni comer una simple hamburguesa faltos de tiempo por la ineficacia y rigidez en el peso de las maletas de Easy Jet, y la estupidez y mala educación del Ministerio de Interior británico que no coloca el número controladores necesarios a la afluencia de pasajeros. Es tal su desvergüenza que, hace años, en una interminable cola de Heathrow había avisos indicando que el personal de control hacía su trabajo y un gesto contra ellos podría suponer una sanción que, con la parsimonia flemática de los británicos, suponía la perdida del vuelo. Creo que la vergüenza (o los Juegos Olímpico, vaya Ud. a saber) será la causa de que los hayan eliminado.

Cada día detesto más las buenas maneras que esconden un desprecio real a las personas.  Es la diferencia entre la “politesse” y la educación.

El domingo para las seis de la tarde estamos en casa. Dejo pasar un día para que se me pase un poco el cabreo por la mala educación de los británicos y cierro estas líneas.

 

En el mar (5): Ultimo dia en el buque


Atravesando el Atlántico
 
5.-. El último día en el buque

Una señora inglesa que lleva tres meses en el buque, y ha entrado en conversaciones con Koruko, se desazona pensando que al llegar a su casa (habita una pequeña localidad alejada de Londres que solamente ha visitado un par de veces en su vida) le corresponderá entrar en el “run run” díario: la colada, la comida, el marido dando vueltas por la casa preguntado que qué hay para comer, la vecina, los hijos, etc., etc. Lleva tres meses a cuerpo de rey (de rey de los de antes, pues ahora que se ha abierto la veda del Borbón debe ser otra la vida de rey) y mañana, al desembarcar volverá a la cotidianidad de la vida.

Otra persona, catalana ella, con frágil salud de hierro, se embarca el día 15 o 16 de este mismo mes de abril, para un crucero de 42 días por el Sur Este asiático. Ninguna de estas dos mujeres parecen pertenecer a la categoría de lo que podríamos llamar multimillonarios (que los hay o así parecen en el pasaje de este crucero) pero sí que disponen de dinero para poder pasar largas temporadas en el crucero donde, si se sabe controlar las bebidas, son, de verdad, todo comprendido. Y puedes lavar y planchar tú mismo la ropa y en la mesa te sirven, de oficio, agua con hielo de muy buena calidad, gratis. De ahí que el último día sea como de fin de fiesta, de preludio adelantado de una vuelta a la normalidad. El crucero, al menos este crucero, es vivir unos días sin ruidos (apenas hay avisos por altavoces), en espacios bien aislados de tal suerte que la música de un enclave no se oye veinte metros allá, con un servicio atento, sin ser servil. Si además tienes un móvil como el mío, de ante, ante,… ante penúltima generación tienes la seguridad de que nadie te vaya a perturbar. Nunca tenía cobertura.

Pero mañana hay que desembarcar. Y el viernes 12, a las 9,00 una conferencia en Chiclana de la Frontera

En el mar(4):Océano, finitud e infinitud


Atravesando el Atlántico
 
4.-. El océano: finitud e infinitud

La inmensidad del océano es sobrecogedora. Cuanto el tiempo es bueno divisamos a babor y estribor, desde proa o desde popa, la línea continua del horizonte. Agua, solo agua. Agua en calma, como una balsa de aceite. Apenas vimos barcos, en la lejanía, fijando la vista. Cuando el tiempo es gris y la mar ligeramente agitada, no se divisa el horizonte, que la niebla oculta. El buque se mueve, lo que se siente particularmente en popa, donde tenemos el restaurante, así como en la cama, aunque nuestro camarote está en el centro del buque.

La inmensidad del océano hace verdad fáctica de que nuestro gran buque no deja ser una “gota de agua” en el océano. Apenas un cascarón elegante. El capitán, que nos da noticias de la marcha de la travesía a las doce del mediodía (hora en la que, varios días, debemos avanzar el reloj para que sean las 13,00 y así acomodarnos a los husos horarios) nos comunica en una ocasión que esa noche (la del 1 al 2 de abril) pasaremos próximos al punto en el que se hundió el Titanic. Añade la “gracia” de que a eso de las tres de la madrugada si descendemos 4.000 metros bajo el mar, quizás demos con sus restos. En las hojas informativos que nos entregan todos los días con las actividades en  el crucero, horarios de restaurantes y algunas noticias del mundo, han incluido, con detalle, cómo se produjo el hundimiento del Titanic.

Sí, un cascaron en medio del océano que un imprevisto humano, aliado a otro de la naturaleza (un iceberg, por ejemplo) pueden hundir al mejor y más sofisticado buque del mundo. La naturaleza es más fuerte que el hombre. Cierto, pero el hombre es capaz de aprender de sus fracasos y, aún reconociendo la fuerza invencible de la naturaleza (todos moriremos mientras las aguas del Atlántico sigan bañando y separando Europa de América), el hombre, decía, podrá construir buques más seguros, más capaces de resistir las embestidas de las aguas (aunque no la de los meteoritos) y acortar las distancias entre los continentes. La finitud humana es capaz de sobreponerse a la infinitud de la naturaleza y, en gran medida, domesticarla.

Entre mis lecturas de esta semana en el Atlántico he terminado de Agustín de Foxa: “Madrid de corte a checa”, libro (sugerido leyendo a Maurizio Serra  en “Malaparte, Vida y leyenda. Tusquets 2012, libro que, a su término, me pareció un tanto premioso y pretencioso, pese a las buenas criticas recibidas) al que quizás consagre una entrada en este blog). También he leído parte de un trabajo sociológico de Olivier Bobineau “L´empire des papes: une sociología du pouvoir dans l´Eglise” (CNRS. Paris 2013), del que escribiré en otro contexto. Pero si mi mente me lleva a este ultimo libro, mientras vivo y reflexiono sobre la finitud humana y la inmensidad (que te lleva a la infinitud de la naturaleza), es porque Bobinau, citando a Gauchet, en su clásico “Le désenchantement du monde” refiere cómo una de las notas de la condición cristiana radica en su intento desesperado de conciliar la finitud humana con la trascendencia divina, precisamente de un Dios que se hace inmanente. Esta polaridad de Jesús hombre y Dios, finito en su existencia terrenal, infinito (en la fe cristiana) como Dios, como encarnación de Dios, me viene a la cabeza mientras contemplo este océano sin fin, lejos de cualquier asomo de tierra (no se ve ave alguna) con unas olas, todas iguales y todas distintas, que el avance del buque arranca para venir a morir, en apenas diez metros, engullidos en la tranquila, firme, repetida y rizada inmensidad oceánica al albur del viento.

Y el hombre que yo soy, con la inmensidad (que me lleva a la infinitud de mi razón) piensa esta ola, y aquella y las ves desaparecer como tales olas, olas que ha generado la mente humana construyendo este hermoso y bello paquebote que reta al inmenso mar desde la capacidad y voluntad humanas de buscar su espacio en el universo. Cada vez más autónomo. Frente a la naturaleza, que dejada a su ley, es, sin embargo, superior al género humano. Frente a Dios, al menos el Dios de los cristianos, que haciendo al hombre libre de negarlo, le hizo autónomo. La libertad supone la negación y la duda. Una fe que no duda es una fe dudosa.

La fe, como la contemplación de la inmensidad oceánica desde la gota de agua que significa el buque que me transporta, supone un nexo, al modo de un nudo indenudable (perdonen el palabro) en su totalidad, un pacto increíble, desgarrador, inefable aunque decisivo, entre la opción radical por el más allá, la trascendencia, la aparente infinitud oceánica, por un lado y, por el otro, la inversión vital, afectiva y racional, en las reglas, las limitaciones y las búsquedas de sentido y pertenencia del más acá, de nuestro mundo siempre en construcción, un mundo cuyo ser es hacerse, el mundo sensible, como el de esta gota de agua sobre el mar que nos mantiene a flote y al que nos asimos para no perecer al mismo, antes de tiempo.


La experiencia de atravesar un océano aparentemente sin fin, al par que me anonada me enorgullece. Entiendo la finitud humana. Basta salir del interior del buque y pasearse, no diré con mal tiempo que no te lo permiten, sino con un tiempo desapacible, y situarse a popa contemplando cómo la estela del barco se funde con el mar, para sentir que no eres más que una gota de agua que si, por malaventura, fueras a caer al mar, desaparecerías completamente de este mundo. Pero siento, al mismo tiempo, la robustez del buque, los anclajes que me permiten asomarme al mar, las manos sobre la barandilla, con seguridad no exenta de temor al vacío, mientras el viento me obliga a cubrirme. Y dentro del buque contemplo, admiro, me extasió, cómodamente sentado en mi butaca, mientras tecleo estas líneas, en medio de una “librery” donde otros viajeros consultar y leen sus libros. En silencio. Libros, cuya redacción, confección, impresión y lectura, solamente están al alcance de la especie humana, la reina de la naturaleza. Al menos la terrestre.     

En el mar (3): "Easter". Domingo de Pascua


Atravesando el Atlántico
 
3. “Easter Day”: Domingo de Pascua.


En el crucero, el domingo de Pascua, 31 de marzo, hay una misa católica, un servicio protestante, con su pastor, ambos pensados para ese día de Pascua. También un “Servicio de domingo de Pascua, con el capital Clark para todas las religiones confundidas” (y dinero recogido para una asociación benéfica). A la tarde, también, un “servicio de víspera de la Pascua judía con su rabino”. Asisto al servicio del capitán de “religiones confundidas”. Con el capitán, que dirige y lleva la mayor parte del oficio religioso, están sentados, junto a un altar adornado con la bandera británica y sobre el que había un crucifijo, un sacerdote católico, que leerá la salida de los judíos de Egipto (supongo que del libro del Éxodo) y un pastor protestante que pronunciará una vehemente homilía. La ceremonia consiste en la lectura de algunos textos: el Credo católico, la Confesión – The Confesión-  (supongo que protestante) y varios himnos que los asistentes (de edad avanzada como la mayoría de los pasajeros del crucero) conocen y cantan. La asistencia es numerosa, más de la mitad del mayor teatro del buque, de tres pisos. En la “oratio fidelium” hay una mención especial a la Reina Elisabeth, al Presidente de los EEUU, por los líderes del mundo, así como por los amigos y familiares. La ceremonia tuvo una duración de 45 minutos aproximadamente.

En el mar (2): la vida en el buque


Atravesando el Atlántico

2.-. La vida en el buque

En el buque hay muchas personas de edad muy avanzada. Más de 80 que de setenta y sesenta años. Alto standing que se muestra particularmente en la vestimenta exigida para la cena, a partir de las 18 horas: formal casual, elegant, gala… En estos últimos casos hay más hombres con smoking que con pajarita. Los menos con corbata. Las mujeres (damas las denominan) con vestido largo. Koruko estaba espléndida en un vestido color rosa - granate semi oscuro de una pieza con impecable caída, marcando sin marcar, y un foulard a juego, sujeto con un rosetón sumamente elegante. Buenas maneras en todo momento, “plenty of sorrys, and excused”. Agradable, pero no es mi mundo.

Prácticamente la única gente joven del barco es la del servicio del restaurante y de las habitaciones, y algunas instrumentistas (particularmente un cuarteto de chicas jóvenes, aunque sin alma musical) algún pianista de los de “hilo musical”, músicos de jazz que aprecio más (esos músicos, no la música pues prefiero la denominada clásica), así como una harpista de juego más delicado que armónico, aunque lo mejor del barco. Es siempre música de salón, incluso (sobretodo para mí) cuando interpretan algunos  de los “tubes” de Mozart, Vivaldi, etc. Un día anunciaron a las 2 p. m, una concierto de piano con música clásica. Pero a esa hora aún no habíamos terminado el almuerzo.

Tras insistir, logramos una mesa para dos. K. hubiera preferido otra mesa para poder conversar con la gente y establecer nuevos contactos. Mis limitaciones con el inglés, y mi forma de ser, se imponen y, al final, nos dan una mesa de cuatro para los dos solos, la 340, para todo el trayecto. Lo agradezco. En la primera cena nos colocaron en una mesa con una americana con la que Koruko se enrolló bien y con una catalana absolutamente insoportable, que aguanté por mor de la cortesía. Viajaba sola y durante toda la travesía nos preguntábamos qué haríamos si, por azar, la colocaban sola en una mesa de dos personas al lado de la nuestra de cuatro. Afortunadamente tal evento no se produjo. Después supimos que todos la rehuían.

Para mí la frontera lingüística fue importante. No entiendo bien lo que me dicen y mis expresiones son muy limitadas. No pasamos de banalidades y, a la postre, la conversación se me han ininteresante y penosa. Y me cansa mucho.

La comida, servida en un restaurante con un servicio muy profesional, era exquisita aunque no muy abundante. Pero no hay miedo de “pasar hambre”. Hay una especie de snack abierto todo el tiempo. A veces lo visitaba para un poco de fruta y algún pecadito en forma de loncha de jamón curado. Sin pan y con agua. Pero en el almuerzo y en la cena tomamos una copa de vino. Un sauvigon blanco de la Cunard, muy digno, a menos de 7 dólares la copa (más impuestos que cobran de oficio y gratuitys que nunca añado) y, sobretodo, un tinto pinot noir de Nueva Zelanda que ya descubrí en el restaurante del hotel que será el segundo vino que suba a mi blog (Hurter´s Pinot Noir 2011, Marborough, New Zeland). 56 Dólares la botella, impuestos incluidos nos da para dos cenas. Vino muy recomendable. Pese a sus 13,5 grados, es peligrosamente delicado en boca, luego fácil de beber, pero con suficiente personalidad. Y es “rico”, agrada paladearlo antes de engullirlo.

Organizan diversas actividades cada día. A veces no voy por el idioma (conferencias sobre viajes, por ejemplo, catas de vinos y de whisky…) o porque el tema no me interesa: cursos de bridge, introducción al facebook, cursos de bailes, de  costura… o porque están restringidos a homosexuales, a LBTH, o a masones. Los hay también para cristianos con misa diaria incluida, así como servicios para judíos pero aquí es la frontera lingüística la que no me anima (por no decir impide) asistir. Pero me queda la conversación con K, la escritura y la lectura.    

Después de la cena acostumbramos a sentarnos en una gran sala a ver bailar al personal. Yo que soy un negado para el baile, admiro, con una pizca de envidia (una pizca solamente) la gracia de una pareja deslizándose al son de la música, intercambiando al unísono los ritmos, deteniéndose incluso para reanudar el baile con otras figuras estilísticas. Nos llamó la atención la presencia de hombres de edad avanzada, más cerca de los ochenta que de los setenta, que, contratados por la naviera, sacaban a bailar a las señoras, todas enjoyadas en sus vestidos de noche, conformando parejas de baile que, no pocas veces, se nos aparecían como parejas entrañables. Seguíamos los bailes durante una larga hora, el tiempo que hacia durar menos de medio dedo en horizontal de un Talisker, o algo más de Bombay Saphire, o de un Chartreuse verde, acordándome siempre de mi dietista. Hace muchos, muchos años, que es la gordura y no el bolsillo, como cuando era joven, quienes controlan mi bebida. Si fuera verdad que la naturaleza es sabía yo sería un borracho. Natural y habitualmente borracho.

La habitación confortable y las camas mullidas y consistentes. Dormimos bien.