martes, 4 de mayo de 2004

La tortura, todavía (texto de 2004)


La tortura, todavía 

La foto de un prisionero iraquí, de cuyo cuerpo encapuchado salían cables por doquier, de pie sobre una inestable caja, amenazado de que si caía al suelo los cables atados a sus manos le electrocutarían, ha dado la vuelta al mundo. Hay más fotos de torturas contra prisioneros iraquíes cometidas por soldados estadounidenses y, también ingleses, en la prisión de Abú Gharib, tristemente célebre desde los tiempos de Sadam Hussein. Pero ya sabíamos de la existencia de Guantánamo y del “habeas corpus” por los suelos en su patria originaria y...aquí no pasa nada.

Irene Khan, Secretaria General de Amnistía Internacional, con motivo de la presentación, el 28 de mayo de 2003, del Informe del mismo año de A.I.  decía que “la «guerra contra el terror», lejos de hacer del mundo un lugar más seguro, lo ha hecho más peligroso porque se ha restringido el ejercicio de los derechos humanos, socavando al tiempo el imperio del derecho internacional y blindando a los gobiernos contra todo escrutinio. Ha acentuado las divisiones entre pueblos de diferente credo y origen, sembrando las semillas que generarán más conflictos. Y la abrumadora consecuencia de todo ello es el miedo, miedo de verdad, tanto entre los acomodados como entre los pobres”.

El  miedo de los pobres, les lleva a acciones desesperadas, al terrorismo. El miedo de los acomodados a la violencia injusta y a la tortura. Un ejemplo paradigmático es el del conflicto palestino-israelí. Un país como Israel que, tras XIX siglos de judíos errantes, se ha construido, en gran parte, como consecuencia del intento de exterminio de Hitler, no ha encontrado mejor solución para su seguridad que reducir a cenizas a los palestinos. Estos, con gran parte de su cúpula corrompida, solo tienen la fuerza de la inmolación sangrienta en su cuerpo y en el del mayor número de israelíes. (Por cierto, ¿hará falta que los saharianos se hagan palestinos para que la comunidad internacional se ocupe de ellos?).

Pero escribo desde Euskadi. Aquí la tortura, también existe. Como el terrorismo. Pero hoy escribo de torturas. En Septiembre del año pasado, con motivo de un Curso de Verano de la UPV en Donostia, dirigido por la Fundación Fernando Buesa me manifesté en estos términos. “Las denuncias de detenidos de haber sido objeto de malos tratos en dependencias policiales, tanto de la Guardia Civil como de la Policía Nacional y de la Ertzaintza no pueden liquidarse diciendo que responden a “consignas de la organización”, por muy ciertas que sean esas consignas. Hay demasiados testimonios, algunos acreditados también por Amnistía Internacional cuando no con sentencias firmes condenatorias que impiden obviarlas, a poca conciencia ética y humana a la que se pretenda. Tampoco aquí cabe mirar a otro lado. Toda persona, incluso un terrorista de la peor especie, y de esos desgraciadamente nuestra tierra ha dado más de un ejemplar en las últimas décadas, sigue siendo una persona humana y como tal sujeto de derechos inalienables... Personalmente tengo la certeza moral de que los malos tratos y la tortura son una realidad en nuestra sociedad. El testimonio escrito del jesuita Txema Auzmendi, por poner una sola cara a esa realidad (....) detenido con motivo del cierre de Egunkaria, es sobrecogedor y yo le creo”.