martes, 28 de abril de 1998

Juventud y Violencia (1998)


Juventud y Violencia

 (Texto para la Ponencia de Javier Elzo en el marco del I Fòrum d' Estudis sobre la Joventut, organizado por la universitat de Lleida el día 28 de Abril de 1.998) [1] 


1. Sobre la juventud y los adolescentes 
 

1.1. La categoría sociológica del ser joven. No se puede hablar de “la adolescencia y de juventud” como si se tratara de una categoría  uniforme. La  adolescencia como unidad sociológica no existe más allá de lo que la delimitación de la edad pueda dar. Precisamente el que cada vez se elaboren más  tipologías de la juventud es signo de esta realidad, lo que lleva implícitamente a hablar de “jóvenes” (más que de la juventud). Lo mismo cabe decir de la adolescencia y de los adolescentes. Si hubiéramos de hacer una delimitación de la adolescencia y de la juventud en razón de la edad propondría la siguiente clasificación, con una variación de un año arriba-abajo. Preadolescencia: 12-14 años. Adolescencia 15-17 años. Jóvenes de los 18 a los 24 años. Juventud prolongada, 25 a 29 años y, por último, si se me permite el barbarismo, denominaría como "tardojóvenes" a los que aún considerándoseles jóvenes[2] tendrían entre los 30 y los 35 años.

 

1.2. La contextualización del "ser joven". Sin embargo es evidente que cabe hablar, por ejemplo, de los  adolescentes españoles de los años 90 respecto de los del 80, o respecto de los adolescentes de otro lugar, de los años 90. La hipótesis de partida, que la recojo de Mannheim, para poder hablar de adolescentes y jóvenes de tal momento histórico o de tal enclave geográfico es la siguiente: “la vivencia de experiencias compartidas es lo que puede originar situaciones generacionales”. Esto es, el  ser joven se construye en razón del contexto histórico que le ha tocado vivir, del modelo o modelos de sociedad propuestos  en el que se está haciendo, de las estructuras sociodemográficas de la sociedad en la que vive, de los grupos sociales que la componen, de los valores dominantes en ascenso y descenso, de los pesos de los diferentes agentes de socialización etc., etc.

 

1.3. El adolescente y el joven, un actor social condicionado pero no determinado. Ahora bien, lo anterior no ha de entenderse como si de un determinismo se tratara. El entorno, en el sentido más amplio del término, condiciona pero no determina. Más aún, entre los jóvenes y adolescentes de la llamada postmodernidad, en el ámbito occidental, la socialización se realiza más bien desde la experimentación grupal (compartir y ensayar conductas y valores) con otros adolescentes y jóvenes y no tanto desde  la reproducción de lo transmitido por otras instancias históricas de socialización como la familia, la escuela, las iglesias, los partidos políticos e, incluso, los  medios de comunicación social.

 

2. Los valores de los adolescentes y jóvenes españoles

 

Muchos de los valores referidos a los adultos podemos suscribirlos como conformando el universo nómico de los adolescentes y jóvenes. Entre nosotros no hay, todavía, estudios en los que se comparen los sistemas de valores de los adolescentes con los de sus padres, adoptando como unidad de estudio la propia familia. Mi hipótesis, en este campo, sería la de decir que en el ámbito normativo hay menos diferencias, notoriamente menos diferencias incluso, entre los adolescentes y jóvenes por un lado y sus padres por el otro, que las diferencias que resultan de las tipologias que se pueden realizar entre los propios jóvenes, edad y genero controlados, en base a variables opiniáticas tales como las opciones políticas y la dimensión institucional de lo religioso, asi como las variables comportamentales como las que controlan los usos diferenciales del tiempo libre en general y el tiempo de ocio en particular.

 

Pero, incluso, en los análisis que realizamos, en base a análisis sincrónicos en momentos concretos y determinados distinguiendo franjas de edades, y en base a declaraciones de los propios jóvenes y adolescentes de sus consensos y disensos normativos con sus padres se constata que las diferencias, aún existentes, son sorprendentemente menores de las que cabría pensar a primera vista. No que el factor edad no sea un factor importante pero parece jugar más en la graduación de las diferencias que en el orden de las mismas. [3]. Exagerando y, sobretodo, generalizando un tanto diríamos, en el viejo lenguaje escolástico, que hay una diferencia de grado y no de naturaleza. De hecho siempre he sido reacio a hablar de una subcultura juvenil, inclinándome más a hablar de "subculturas juveniles" no totalmente independientes de las adultas.

 

En cualquier caso es legítimo hablar de los valores dominantes de los jóvenes de hoy. Señalaría, brevemente, los siguientes:

 

-                           4.1. el individualismo teñido de búsqueda de autonomía como valor fundante de lo bueno y lo malo, de lo util e inutil, de lo que sirve y lo que no sirve, todo ello braseado, preferentemente, en el grupo de pares, de amigos o, al menos compañeros, entre los que destaca muy frecuentemente un líder, conformando así, de alguna manera, sus grupos de referencia (pues pueden ser más de uno).

 

-                           2. La aceptación del pluralismo y la actitud básicamente tolerante ante el diferente aunque en este punto haya de hacerse dos matizaciones importantes. Por un lado la dificultad de separar en muchos momentos la tolerancia en lo que supone de respeto al "otro", en tanto que "otro", de la indiferencia por el distinto con tal de que no me moleste. Junto a ello está muy extendido el principio,(el valor justamente), de que todo es opinable, de que todas las ideas se valen con tal de expresarse y defenderse sin violencias. Esto es reflejo de la confusión existente entre el relativismo del "todo vale" y la relatividad que se opone a la pretensión de la verdad única, de la verdad absoluta. La segunda matización importante a señalar aquí es que en algunos segmentos estadísticamente importantes de los adolescentes y jóvenes españoles ( y más entre los primeros), en consonancia con sus coetaneos europeos, está emergiendo una actitud autoritaria que no dudo en calificar de racista. Volveré a este punto más abajo.

 

-                           3. El presentismo, la dificultad de proyectarse en el futuro así como la  necesidad de vivir el presente a tope, sin diferir el gozo de lo deseado en cada momento. La única planificación posible es la semanal. El horizonte es semanal. Muchas veces he repetido que una de las notas de la sociedad actual es la acentuación de las diferencias entre el tiempo de trabajo/estudio y el tiempo de ocio: un tiempo , el del trabajo, normativizado, en el que es preciso mantenerse en forma, estar ágil, presto, "performativo",  con la vista puesta en el fin de semana que, por contra, es percibido como el tiempo libre o para ser más exacto, un tiempo que se pretende libre, ausente de normas, pero que, como ilustra muy bien el modo de diversión de muchos jóvenes, el exceso puede convertirse en la norma y hacer aparecer como “outsiders” que diría Becker, como extraños, a los que se salen de la norma del exceso. Pero no se piense que esto es privativo de los adolescentes y jóvenes aunque por la fuerza de la edad en ellos tenga unas manifestaciones más llamativas (y más trágicas en muchos casos) sino también en muchas personas adultas que vagan los fines de semana, puentes, acueductos y vacaciones, a veces buscando un descanso imposible, a veces maldiciendo internamente un  tiempo de ocio del que no saben qué hacer y para el que, por contra, están trabajando denonadamente durante el resto de la semana y a lo largo de todo el año. Esta compartimentalización del tiempo cronológico, unido a la diferente valoración del tiempo de trabajo como un tiempo penoso e irritante frente al pretendido tiempo libre, el tiempo festivo, que es percibido, más verbal que realmente, como el tiempo feliz me parece, lo repito, dentro de su aparente banalidad, una de las grandes trampas en la que estamos enfrascados en estos tiempos. Basta pensar, por dar un solo detalle, en los enormes embotellamientos en los que millones de ciudadanos consienten en atraparse los fines de semana y más aún los puentes y acueductos bajo el disfraz de escaparse del “rutinario trabajo” y disfrutar de la “libertad” del fin de semana.

 

-                           4. Una actitud básicamente pacifista con un antimilitarismo incrustado en lo más profundo de ellos mismos. Más allá de contextualizaciones histórico politicas que cabria hacer (un Ejercito que en los últimos cien años no tiene de que gloriarse, un Ejército del que una parte se rebeló contra el poder legítimamente constituido y avaló y sostuvo durante 40 años una dictadura, un servicio militar que ni mirando con lupa encuentra un defensor, etc.etc.) es evidente que la juventud española es pionera en este campo. Decir que junto a posturas antimilitaristas y pacifistas podemos encontrar, en algunos jóvenes, actitudes de pura conveniencia personal no invalida en absoluto la afirmación anterior pues aplicando ese principio no encontraríamos nunca actitudes puras, angélicas más que en... los angeles precisamente. 

 

-                           5. Una gran inseguridad muy en consonancia con su presentismo y ante un futuro que lo perciben como negro. Las personas adultas no somos plenamente conscientes de lo que supone para muchos adolescentes la constatación de que viven en un mundo competitivo, feroz, en el que los niveles de paro son escalofriantes. En clara correlación con ello, aunque las explicaciones hay que buscarlas tambien en otras latitudes, me parece llamativa la preocupación de muchos adolescentes por el dinero, el amor al dinero, la rentabilidad financiera y pecuaniaria de todo esfuerzo solicitado que siempre es medido por el tiempo exigido (fuera del mundo de ciertas ONG´s, organizaciones de iglesia, sindicales, políticas etc.

 

-                           6. En el ámbito institucional es cada día mayor la aceptación de la familia de origen, no solamente como "fonda gratuita" sino también como espacio de convivialidad búscada y, en gran medida, correspondida. En el futuro también se proyectan en un ámbito familiar (todavía mayoritariamente en un matrimonio canónico, por toda suerte de razones en las que no puedo entrar aquí) y si no se liberan antes de la "fonda" es por tres razones: por la precariedad del empleo, por la carestía de las viviendas y, especialmente los que provienen de clase sociales medias y altas, por que dificilmente podrían empezar su vida emancipada en el mismo o similar nivel de vida de su familia de origen.

 

- 7. Una adolescencia abierta a toda suerte de sensaciones sensitivas, emocionales, con aceptación del "riesgo festivo" y con una gran dificultad para admitir cuanquier tipo de límite. La ausencia de límites está muy relacionada con la ausencia de normas, y la ausencia de normas no es sino la consecuencia, a su vez, de la inexistencia de referentes firmes y de esquemas de legitimación que hayan propiciado una socialización sólida.

 

               Para un gran número de jóvenes los únicos límites plausibles, durante el tiempo libre, son los que provienen de su cuerpo y de su (pretendido) libre albedrio. El cuerpo, esto es, lo que aguante su cuerpo, por un lado y las ganas, la apetencia o inapetencia del momento, su estado anímico, "me gusta o no me gusta", por el otro, son los únicos criterios por los que el límite puede ser pensable. Fuera de estos dos factores todo limite es entendido como una imposición arbitraria ordenada por el mundo de los mayores.  De forma telegráfica señalaría tres niveles de explicación.

 

                El primer nivel, el más general pero no por ello menos importante, nos lo ofrece una sociedad en la que determinados valores han estado relegados en detrimento de otros. Frente a los valores de permisividad, hedonismo, delegación de responsabilidad en los demas, particularmente en la Administración y, en general, exigencia de todo tipo de derechos sin el correspondiente correlato de los deberes, valores todos ellos que han sido propugnados y alzados al primer plano, otros valores como el de la autoridad, el esfuerzo, la abnegación, la fraternidad cotidiana y, sobre todo, la propia responsabilidad han quedado postergados a un segundo plano.

 

                El segundo nivel explicativo está, a mi juicio, en la gran falla que han dejado las instancias tradicionales como la Iglesia, los partidos políticos, sindicatos, las familias, la misma escuela etc). que orientaban y ofrecian los esquemas legitimadores de valores, normas, actitudes y comportamientos a favor de los propios grupos de pares, por un lado, y de los medios de comunicación social, la televisión preferentemente, por el otro

 

                El tercer nivel es, evidentemente, el de la familia. La familia, lo he dicho ya, es una institución muy valorada por los adolescentes y jóvenes y esta valoración positiva va en aumento. Pero al mismo tiempo la familia dificilmente puede cumplir su fumción educadora. Entre otras razones porque en su estructuración interna está sufriendo no pocos cambios.Así como consecuencia de  la lógica y necesaria inserción social de la mujer (la mayor, más importante y más duradera revolución del siglo XX), la presencia de la madre en casa es menor, mientras que el padre no ha decidido, en absoluto entrar en ella. Además la función del padre está todavía desdibujada, lo que hace sentirse a muchos padres en una situación a la defensiva respecto de su papel tradicional, papel en el que ha visto a su propio padre y único para el que ha sido socializado. Todo esto conduce en algunos casos al eclipse del padre tapado por la ascensión de la mujer-madre, en otros a su dimisión como tal padre o a su pura y simple desaparición. Hay quién habla también del padre maternizado. Más arriba he señalado que puede estar emergiendo en algunos adolescentes una actitud autoritaria. Martín Serrano y  Velarde Hermida se hacen eco de este fenómeno y emiten una hipótesis que comparto plenamente. Citando a la Escuela de Frankfurt con su tesis de la personalidad autoritaria que podría provenir de una educación familiar rígida y de dureza emotiva por parte de los padres, añaden que " en nuestra época la matriz del autoritarismo estaría en la impotencia más que en la prepotencia de los padres. Impotencia que se manifiesta cuando en el hogar familiar domina la anomia. Entendiendo por tal la dificultad de proporcionar a los hijos- sobre todo durante la adolescencia- criterios normativos seguros y estables. Es decir, unos valores sociales, que al tiempo sean abiertos y eficaces para desenvolverse en las condiciones reales de existencia."[4]. José Jimenez Blanco y yo mismo, en el estudio sobre los jóvenes vascos de 1.986[5], en otro contexto distinto, habíamos introducido una variante al concepto de anomia (en el sentido mertoniano del termino) con el término de antinomia expresando así que en algunos jóvenes no había reacciones violentos en razón de no disponer de conceptos claros y vivir en anomia sino porque habían construido un universo antinómico de valores en referencia a los valores dominantes. La actitud autoritaria de algunos jóvenes puede explicarse, también, como reacción ante un mundo que lo perciben como flojo, "femenino", permisivo con el "extraño", con el diferente. A veces estoy tentado de decir que es un "revival" de un machismo que creíamos superado y olvidado.

 

-                           8. Una concepción utilitarista del trabajo. que se les aparece, casi exclusivamente, como un medio de inserción en la sociedad y no como medio de realización personal. En efecto, el trabajo es percibido como mero valor utilitarista que tiene como único objetivo la adquisición de medios (ganar dinero dicho lisa y llanamente) con el objetivo de poder disfrutar la fiesta. El trabajo no es elemento de realización personal sino simple exigencia de integración social, condición “sine qua non” de seguridad vital. Empieza a no ser plausible, esto es del orden de lo socialmente pensable, proyectarse en el trabajo como modo de realización personal habiendo desplazado al tiempo libre, al ocio, esa facultad de realización personal, con lo que hemos evacuado al ocio de lo que tenía de más espontaneo, más libre, más poético, haciéndolo prosaico y banal. El ocio, particularmente en las personas adultas, es ya mero consumo, un producto más de consumo, incluso, en las sociedades más avanzadas “el” consumo por excelencia. El trabajo es percibido como un bien, escaso por añadidura, que hay que proteger pero del que no se piensa extraer ningún tipo de recompensa más allá de la meramente económica. El trabajo se convierte así en una maldición, pero en una maldición terrena luego con el agravante  de ser absolutamente imprescindible. No extrañará, en consecuencia, que para los que no tengan trabajo a la hora de buscarlo lo más importante sea encontrar un “trabajo seguro que no comporte riesgos de cierre o de desempleo” bien por delante de “hacer un trabajo importante que le haga sentirse realizado”[6]. Y no hay que olvidar que España es el país de la Union Europea en la que la tasa de paro juvenil es la más elevada.[7]

 

-                           9. Una adolescencia reacia al discurso racionalizado, construido intelectualmente y con cierto grado de conceptualización. Es claramente la supervaloración de la emoción sobre la mera razón, la percepción sobre la racionalización a diferencia de las generaciones precedentes que han infravalorado lo sensitivo y emocional a favor y en aras de la mera racionalidad e, incluso, de la racionalidad científico-técnica en la reciente modernidad secularizante. Hoy necesitamos, más que nunca dada la globalización en la que nos encontramos, una formación que ayude a construir una "inteligencia sentiente". Los adolescentes deben estar intelectual y emocionalmente armados para situarse en la complejidad de la vida contemporánea. He dicho intelectual y emocionalmente armados porque una de las fallas de la formación es que se ha dado demasiada importancia a un tipo de razonamiento científico-técnico tenido como el único válido al par que hemos minusvalorado, cuando no despreciado, la dimensión sensitiva y emocional de la persona que es también parte fundamental para el conocimiento integral de las cosas. De ahí la necesidad de la “inteligencia sentiente”, una inteligencia integradora de la razón abstracta y de los sentidos  y sentimientos que conforman la riqueza de la persona humana. Así los adolescentes podrán dar cuenta razonada de sus actos, sentimientos de pertenencia, fidelidades etc. y sentirse emocional y sensitivamente integrados en la parcela geográfica, histórica, cultural etc. en la que les ha tocado hacer y cosntruir su historia, sin temor al diferente, más bien  sabiendo que con su contacto se van  a enriquecer mutuamente.

-                           10. De todo esto concluiría con una especie de tesis de fondo: en muchos  adolescentes de la España actual hay un hiatus, una disonancia entre los valores finalistas y los valores instrumentales que con graduaciones muy diversas lo haría extensivo, al modo idealtipico weberiano, al conjunto. Los adolescentes españoles de finales de los 90 invierten afectiva y racionalmente en los valores finalistas, (pacifismo, tolerancia, ecología, etc) al par que presentan, sin embargo, grandes fallas en los valores instrumenteles sin los cuales todo lo anterior corre el gran riesgo de quedarse en un discurso bonito. Me refiero a los deficits que presentan en valores tales como el esfuerzo, la autoresponsabilidad, la abnegación (que ni saben lo que es), el trabajo bien hecho etc. No quisiera que se diera de esta hipótesis una lectura moralizante, menos aún culpabilizante de los adolescentes,[8] pues no pretende ser otra cosa que descriptiva y, en todo caso, meramente analítica. Siempre es peligroso, e injusto, transferir responsabilidades derivadas de los factores  provenientes del entorno social hacia la psicología, hacia los niveles motivacionales de las personas físicas. Pero también es cierto, por el contrario, que diferir toda responsabilidad en los contextos socioambientales, "en la época en la que nos tocado vivir", amén de una pereza intelectual no se ajusta a la realidad. No todos los adolescentes, incluso los que han crecido en condiciones comparables, y aquí introduzco la gran masa de adolescentes que conforman el colchón de la clase media española, reaccionan de forma similar y conforman su vida de forma similar.

 

 Mi hipótesis apunta al hecho de que habiendo crecido en una sociedad en la que hay una cierta unanimidad en la formulación temática de algunos valores universales de rango finalista, sin embargo, el traslado de los valores instrumentales se hace de forma más dispersa produciendo así dislocaciones importantes en la formación integral de los adolescentes (eso que he denominado la inteligencia sentiente) dando origen en más casos de los deseables a adolecentes que se desenganchan de la carrera de la vida, vagando aquí  y allá en búsqueda de un horizonte vital que ni siquiera lo pueden vislumbrar.

 

3. Algunas modalidades de la violencia juvenil

 

 

Bajo la denominación de la violencia juvenil se incluyen diversas modalidades de la violencia que exigen una clarificación conceptual pues responden a realidades muy diversas. Sin pretensión de exhaustividad y atendiendo a las circunstancias que pueden ser más cercanas, por presentes, en la sociedad occidental señalaría las siguientes:

 

3.1. la violencia de signo claramente racista en la que cabe incluir los movimientos neonazis, skinheads,  muchas veces cercanos a la derecha extrema que los justifica, ampara, encubre cuando no aúpa.

 

3.2. la violencia de carácter xenófobo que sin ser puramente racista se le aparenta, si no en la ideología sí en la práctica. Es la que ve al extranjero como un peligro para su propia comodidad, su nivel de vida. Es una modalidad de violencia que, me temo, está, desgraciadamente, más extendida de lo que parece.

 

3.3. la violencia nacionalista con carga fundamentalmente étnica en la que cabe incluir los casos irlandés y toda la problemática de la ex-Yugoeslavia.

 

3.4 la violencia de signo revolucionario-nacionalista que padecemos en el País Vasco con el autodenominado Movimiento de Liberación Nacional Vasco que comprende, entre otros, a ETA, Jarrai, y los diversos comandos que protagonizan desde el año 1.994 la llamada “Kale Borroka” ( Violencia callejera), por centrarme en la violencia juvenil.

 

3.5. la violencia antisocial que se puede aparentar a una violencia de revuelta social protagonizada por jóvenes desarraigados que frustrados por su imposibilidad, o gran dificultad,  de adquirir los bienes que les ofrece la sociedad del bienestar (sociedad de la opulencia dirán otros) sencillamente “se revuelven” a las primeras de cambio. Es en este tipo de violencia en el que se piensa cuando se habla de “potencial de violencia” en ciertas capas de juventud, o de factores sociales que pueden engendrar situaciones “explosivas” por marginación de un número importante de jóvenes. Pienso que, en este registro cabe incluir no pocas de las manifestaciones de violencia juvenil que se pueden encontrar en las capas más desfavorecidas de la sociedad, así como en los países donde las diferencias entre las clases sociales son escandalosamente grandes.

 

 3.6. la violencia gratuita, término que, cual comodín, estamos utilizando quizás sin demasiada precisión. Decimos gratuita pues no parece responder ni a objetivos estratégicos (como las violencias racistas, revolucionarias o nacionalistas), ni corresponderse a situaciones de marginalidad o desarraigo social. Es la violencia que se manifiesta, a veces en la rotura de los faros de un coche, en quemar una bolsa de basura, pero que también puede tener una mayor gravedad como la quema de un anciano desvalido, sin que, aparentemente, seamos capaces de denotar una motivación a esos actos. Pero no hay violencia que no responda a una insatisfacción, necesidad o falta. Distinguiría, sucintamente, varias causalidades o motivaciones.

    3.6.1. En unos casos se puede tratar de un mero juego (trágico juego ciertamente, pero juego al fin). De ahí que se hable también de violencia lúdica [9]. Muchas veces esta manifestación de violencia no es sino la consecuencia del aburrimiento, hastío y falta de alicientes en la  vida cotidiana de no pocos adolescentes y jóvenes. Puede ser indicador de la necesidad de llenar un vacío vital, más profundo de lo que pensamos los adultos.

    3.6.2. Pero en otros casos se puede tratar de una violencia “identitaria”, esto es una violencia que no es sino la manifestación de una búsqueda de identidad. Así la violencia adquiere carta de naturaleza como modelo de identificación. Más aún, la repetición de actos violentos se corresponde con una forma ( “la” forma en no pocos casos) de identidad en determinados adolescentes y jóvenes.

    3.6.3. Un ejemplo de lo anterior lo tenemos en ciertas manifestaciones de la violencia en los chicos que se sienten relegados, en la escuela por ejemplo, por el empuje y protagonismo de las chicas. En una especie de “revival” del machismo pero con otras connotaciones a las tradicionales. De hecho la violencia de caracter sexual exigiría un tratamiento propio.

           3.6.4. En este heteróclito colchón de la denominada violencia gratuita por último, pero no por ello menos importante ni muchos menos en la actual generación juvenil, la violencia como consecuencia de la dificultad de asumir cualquier frustración y diferir en el tiempo lo deseado en el presente, la no aceptación del límite, sea el que sea, así como todo lo que connote autoridad exterior a la del grupo de pares. Esta modalidad de violencia que tiene su origen, en última instancia, en los sistemas de valores dominantes en la educación ( familiar, escolar, societal etc.) en las últimas décadas explica no pocas de las específicas manifestaciones de violencia imputadas a los adolescentes y jóvenes de hoy del mundo llamado desarrollado.

 

    3.7. Quizás haya que hacer una mención especial al vandalismo en el fútbol, a los hooligans, como forma de identificación de jóvenes en búsqueda de algún asidero en sus vidas, sin olvidar la utilización político partidista que cabe hacerse de determinadas manifestaciones de las peñas futbolistas.[10]

 

 

4. Para el estudio de la violencia escolar

 

 

Pero la violencia escolar aún cuando quepa insertarla dentro del ámbito más genérico de la violencia juvenil presenta su singularidad propia. Vamos a reflexionar, de forma esquemática, sobre tres aspectos. La escuela tiene, por un lado un espacio con su espesura propia. En segundo lugar indicaremos cómo, a nuestro juicio, en los momentos actuales la escuela presenta unos rasgos específicos respecto de la escuela de no hace muchos años. Por último, también en el campo escolar, pensamos que  hay que distinguir diferentes modalidades de violencia.

 

4.1. El espacio propio de la escuela.

 

El espacio escolar es un espacio propio, con consistencia propia, tanto desde el punto de vista espacial como ideológico. No hay que olvidar que los alumnos pasan un número importantísimo de horas de su infancia, adolescencia y juventud en el centro escolar, “sometidos” a la lógica educativo-pedagógica del centro. En este punto cada día parece más plausible la consideración de “cada” centro escolar como unidad de análisis, más allá de consideraciones generalistas, por otra parte ineludibles, como, por ejemplo, las que distinguen tipos de centros ( públicos, privados religiosos, privados laicos etc.) así como las modalidades de enseñanzas impartidas ( Bachillerato, Formación Profesional etc.).

 

En efecto, la violencia escolar, en “cada centro escolar” no se explica, exclusivamente, ni por el origen de clase social de sus alumnos, ni por el emplazamiento geográfico en el que está la escuela (en el centro o en la periferia de las grandes ciudades, por ejemplo), ni por el solo hecho de su carácter de ser centro público o privado, sea religioso o laico. Esto es, sin olvidar la importancia de planes globales y generalistas pues la educación es algo que concierne a toda la sociedad, es preciso atender a la singularidad de cada zona geográfica, de cada localidad y de cada centro docente. Cito aquí las ultimas líneas de un articulo del conocido sociólogo francés, experto en temas relacionados con jóvenes problematizados, Francois Dubet, que se afirma en este sentido:

 

“Si la violencia escolar se explica en gran medida por la naturaleza de las exigencias culturales y estructurales que pesan sobre los centros escolares y por las características de los barrios y poblaciones concernidos, hay que constatar que centros comparables, desde ese punto de vista, no conocen las mismas formas y los mismos grados de violencia. Además, algunos centros escolares de clases medias que deberían ser muy tranquilos, de hecho no lo son. Los centros escolares y las políticas educativas locales tienen capacidades específicas para hacer frente a los problemas que plantea la violencia. Colegios o liceos comparables tienen “climas” muy diferentes. Algunos se han “degradado”, otros, por el contrario, se han “restablecido”. La actualización de mecanismos globales no debe impedir que no se tome en cuenta la existencia de márgenes de acción, de capacidades de iniciativa y de respuesta, que son las que habría que estudiar más precisamente.[11]

 

4.2. Dos rasgos específicos de la escuela de hoy.

 

A lo dicho más arriba hay que añadir que la escuela de hoy presenta algunos rasgos muy distintos a los de generaciones anteriores y que hay que tener presente a la hora de acercarse a la problemática de la violencia escolar. Señalemos aquí, simplificando al extremo, dos:

 

4.2.1 el gran número de alumnos que acceden a todos los niveles de enseñanza, con una gran diversificación entre ellos, en el interior de cada unidad escolar. Esto supone una dificultad añadida en la labor educativa. Por una lado resulta muy difícil gestionar una gran diversidad de talantes, motivaciones, expectativas etc., de los alumnos y de sus padres. Por otro lado, la experiencia parece decir que un grupo muy minoritario de adolescentes o jóvenes “desclasados” puede perturbar toda la marcha normal de un centro.[12] En este orden de cosas no hay que olvidar, tampoco, que lo que de elitista tuvo la escuela está hoy relegado a un número muy restringido de centros.

4.2.2. la lógica utilitarista de la escuela (“esfuérzate hoy para ser alguien el día de mañana”) está muy cuestionada en la percepción de muchos alumnos que ven la escuela como un espacio impuesto al que no le ven utilidad dado el altísimo porcentaje de parados. Cierta literatura que ha hablado de la “universidad fábrica de parados”, además de ser inexacta no ha hecho sino alimentar esta percepción. 

 

4.3. Aproximaciones para una tipología de la violencia en la escuela.

Hay muchas y muy variadas formas y manifestaciones de la violencia en la escuela. Como primera aproximación adoptamos esta inspirado en gran medida la que nos ofrece el ya citado Dubet: [13]

 atendiendo al sujeto activo y pasivo de la violencia no hay que olvidar que el alumno puede ejercer actos violentos pero también ser objeto de violencias, y me refiero tanto a las violencias de orden físico, como psíquico. Más abajo daré algunos datos. En este orden de cosas no habría que olvidar que, al hablar de violencia en la escuela, no hay que reducirla al alumno como sujeto activo o pasivo de la violencia. Los padres, por ejemplo, pueden ser agentes activos de la violencia  (y no pienso aquí solamente en la violencia física) y ello por circunstancias tan diversas como las que van desde problemas imputables a diversas modalidades de desestructuración familiar hasta la demanda desmedida de “buenas calificaciones”, a veces inalcanzables para el alumno, su hijo o hija. Además los que somos profesores sabemos que no solamente somos agentes pasivos de la violencia.

.atendiendo a la gravedad de los actos violentos hay que distinguir diversos niveles en lo que entendemos como violencia en la escuela: desde faltas de cortesía hacia el personal docente y no docente hasta agresiones físicas, incluso asesinatos. Nuestra hipótesis en este punto, y recuérdese que pienso desde el contexto español, es que la inmensa mayoría de lo que genéricamente entendemos como “violencia” son acciones “benignas” pero que en su repetición y su contextualización en un clima de permisividad y descrédito de la autoridad (me refiero al clima interno y externo al centro docente) provocan incertidumbre y desasosiego en los profesores (cuando no miedo físico) e incomprensión en los padres. No habría que olvidar tampoco que todos los actos violentos no tienen necesariamente la misma lógica ni responder a los mismos “objetivos” o “supuestos”.

. atendiendo a las modalidades de esta violencia cabría distinguir entre violencias que, exteriores a la escuela, se manifiestan dentro de la escuela, violencias resultantes de inadecuaciones entre la oferta institucional y la demanda de los alumnos (ofertas y demandas no necesariamente explicitadas, mucho menos tematizadas); en fin la violencia “anti escuela” por parte de algunos alumnos. En estas tres modalidades de violencia estamos hablando de lógicas distintas que exigen planteamientos distintos en su abordaje y resolución.

 

4.4. Algunas referencias a la realidad de violencia escolar entre nosotros.

 

Sin ninguna pretensión de ser completo, presento algunos trabajos que me han parecido relevantes, en este campo en la realidad española.

 

En Septiembre del presente año 1.997 tiene lugar en mi Universidad de Deusto el XII Seminario Interuniversitario de Pedagogía Social en el que hay una Ponencia de Antonio Petrus Rotger y 9 comunicaciones, algunas de extensión y contenidos asimilables a Ponencias, todas referidas a la violencia escolar pronunciadas. Los intervenientes son, todos, Profesores de distintas universidades españolas. Tras una lectura detenida de los diez textos esto es lo que he encontrado, como referencia de trabajos empíricos:

-                           En el trabajo de Paciano Fermoso de la Universidad Autónoma de Barcelona que inicia con título de "Hechos violentos en las Escuelas" referencia a un "largo cuestionario de 55 preguntas, 18 de las cuales versan sobre la violencia escolar" que el "Instituto Nacional de Calidad y Evaluación está enviando a la Administración Educativa y a los gestores de centros". Todas las demás referencias están remitidas a noticias aparecidas en los medios de comunicación. Ni una sola investigación citada.[14]

-                           En el trabajo de Carmen Orte de la Universitat de les Illes Balears[15] se referencia un trabajo de Rosario Ortega de la Universidad de Sevilla (que también es señalado por otros autores) y del que haré mención más abajo.

-                           Frantziska Arregui Goenaga de la Universidad del País Vasco[16] señala uno de mis estudios sobre la juventud vasca que ya he mencionado más arriba.

 

Eso es todo, como trabajos empíricos realizados en el ámbito español. Hay algunas referencias, escasas, a trabajos extranjeros con gran dominancia de los americanos lo que, dicho sea de paso, me resulta cada más incomprensible pues la distancia entre la realidad social, luego escolar, entre los EE.UU. y España es muy superior a la existente entre España y Francia, Italia, Portugal, Bélgica etc., lo que me hace pensar que la pertinencia lingüística es más determinante que la pertinencia social a la hora de la lectura. 

 

En unas Jornadas sobre la violencia en la escuela, organizadas por la FERE en Noviembre de 1.996, la profesora Isabel Fernández pronunció una conferencia, en la que bajo el epígrafe de "estudios de violencia entre alumnos en España", señala textualmente: "En España se han llevado a cabo tres estudios, uno en Madrid (Fernández y Quevedo, 1.989, 1991), otro en Sevilla (Ortega, 1.992) y un último en Murcia (Cerezo, 1.992).[17]

 

Dado el más que escaso numero de trabajos voy a referenciar, no sea más que muy brevemente el  trabajo de Rosario Ortega Ruiz. Su investigación se llevó a cabo en cinco centros, dos de EGB, dos de Bachillerato y uno de Formación Profesional en Sevilla, durante el primer trimestre del año académico 1.991-92, mediante el procedimiento de autorellenado en el aula escolar. No puedo entrar aquí a presentar los resultados [18]pero, no puedo no señalar que no he encontrado rastro de trabajo posterior al suyo, pues incluso la referencia de Isabel Fernández al estudio de Murcia de Cerezo, de 1.992, no es citado, ni por ella misma en la bibliografía. ¿Es posible, es creíble que nadie haya hecho investigación empírica en España, en los últimos cinco años, teniendo como objetivo primario la violencia escolar?. Pues parece que no.

 

5. Adolescentes violentos o violentados

 

Normalmente cuando hablamos de la violencia escolar pensamos en los alumnos como agentes activos de la violencia, como sujetos violentos. Pero no siempre eso es así, pues no faltan, ni mucho menos, los adolescentes y jóvenes que son “objeto” de violencia. Los datos que ofrezco en la tabla nº 1 responden a una pregunta formulada en una investigación francesa, realizada en 186 establecimientos de Enseñanzas Medias de toda Francia, que pretendía medir los niveles de toxicomanía de los adolescentes escolarizados franceses y los factores a ellos asociados. Yo trasladé, exactamente la misma pregunta [19], a la investigación que llevé a cabo, el año 1.996, en 92 centros escolares de ESO, BUP y FP, entre los adolescentes y jóvenes escolarizados vascos, también en el contexto de una investigación sobre la relación drogas-escuela.

 

TABLA nº 1. Porcentajes de escolares vascos y franceses que afirman haber sido víctimas de la violencia

 

 
Total Vascos
Total Franceses
Hombres vascos
Hombres franceses
Mujeres vascas
Mujeres francesas
 
SI
 
16,9
 
16,9
 
21,2
 
21,4
 
12,6
 
12,7
 
 
 
 
 
 
 
NO
83,1
83,1
78,8
78,6
87,4
87,3
 
 
 
 
 
 
 
Total N=
5.527
12.391
2.769
6.116
2.758
6268

 

 

Fuentes: Para los vascos, Elzo (dir), “Drogas y Escuela V”. Edit. Gobierno Vasco. Vitoria, 1.997. Trabajo de campo. Febrero de 1.996 Escolares desde 7º de EGB hasta COU y FP2 de la CAV.

Para los datos franceses Choquet y Ledoux, “Adolescents: enquête nationale”. Edit Inserm. París 1.994. Trabajo de campo. Abril -Mayo de 1.993. 186 establecimientos y 578 aulas de Francia Enseñanzas Medias

 

 

Los datos se comentan por sí mismos. Llama poderosamente la atención la similitud absoluta de resultados entre los adolescentes y jóvenes vascos por un lado y los franceses por el otro. Si además añadimos que en la investigación llevada a cabo entre los vascos hay algunos (el 11,7%, exactamente) que tienen 19 y más años, que es cuando hay un mayor nivel de violencia la comparación con los datos franceses arroja un menor nivel de violencia sufrida por los chavales vascos respecto de sus coetáneos franceses.

          .

Deteniéndonos en el propio resultado, retengamos la cifra de 16,9 de adolescentes que afirman haber sido víctimas de la violencia.[20] Nos parece una cifra nada desdeñable pues estamos hablando de más de un adolescente sobre seis aunque, ciertamente, no sabemos precisar la gravedad de la violencia sufrida. En todos los casos los chicos han sido en mayor proporción que las chicas objeto de violencia. No es nada aventurado afirmar que los chicos habrán sido, también, en mucha mayor proporción que las chicas, los agentes activos de la violencia, los agresores.[21] Estamos pues, de forma mayoritaria, ante manifestaciones “masculinas” de violencia. Por lo demás, parece haber unanimidad en decir que la violencia juvenil es fundamentalmente de signo masculino, aunque no habría que menospreciar el estudio de las manifestaciones femeninas de violencia que, quizás no tengan la visibilidad y contundencia externas de las de signo masculino, pero no por ello, inexistentes.[22] Pero más allá de la calificación de la violencia a tenor del género vale la pena detenerse en la diferencia de la violencia sufrida a tenor de la edad y del tipo de violencia sufrida.  Es lo que presentamos en la tabla nº 2.

 

 

 

TABLA nº 2.Adolescentes y jóvenes vascos que han sido víctimas de la violencia. según el tipo de violencia sufrida (en % verticales), en razón de la edad y género.

 

 

 
12-13
14-15
16-18
19+
Hombre
Mujer
Total
SI
8,8
13,7
20,4
28,0
21,2
12,6
16,9
Física pero no sexual
6,9
10,9
16,9
22,7
18,4
9,0
13,7
Sexual pero no física
0,4
0,8
1,4
2,4
0,6
1,7
1,1
Sexual y Física
0,8
0,9
1,2
1,7
1,1
1,0
1,1
NO
91.2
86,3
79,6
72,0
78,8
87,4
83,1
Total
1.170
1.590
2.120
647
2.769
2758
5.527

 

Trabajo de campo: Febrero de 1.996. CAPV

Adolescentes y jóvenes escolares. 7º EGB hasta COU y FP2

 

 

La lectura de la tabla 2 nos sugiere algunas reflexiones importantes. Por un lado es claro que a medida que se avanza en edad hay un mayor número de adolescentes que han sido objeto de violencia. Dos son las causas posibles. Al tener más edad han tenido “más tiempo”, más posibilidades de haber sido objeto de violencia, o bien la violencia es mayor entre los adolescentes que tienen más edad. Probablemente las dos razones se superpongan aunque la segunda, sospecho, será la determinante. Comentando las cifras no sé qué es más importante de resaltar, si el hecho del aumento de los niveles de violencia a medida que se avanza en edad (28% de los chavales de más de 19 años, luego cerca de 3 sobre 10 afirman haber sido objeto de violencia sobre el 8.8% de preadolescentes de 12 y 13 años) o, este último dato, que nos dice que cerca de 1 de cada 10 críos de esas edades de 12 y 13 años hayan sido, ya, víctimas de la violencia. Decida el lector.

 

Pero hay otro punto importante en esa estadística que vale la pena reseñar y comentar. Me refiero al alto porcentaje de violencia sexual. Adicionando los porcentajes de adolescentes  y jóvenes que señalan haber sido objeto de violencia sexual exclusivamente y los que han sido objeto de violencia física y sexual nos encontramos con un 2.2% en todo el conjunto poblacional que llega al 4% entre los que tiene más de 19%.[23], luego estamos hablando de uno de cada 25 adolescentes y jóvenes que dicen haber sido objeto, en algún grado imposible de determinar con la información que tenemos, de violencia de carácter sexual.[24] No disponemos de datos comparativos para decir si este porcentaje es elevado respecto del que ha habido en otras épocas pero, en sí mismo considerada, la violencia de carácter sexual nos parece responder a una cultura en la que la búsqueda del placer sexual no admite ningún otro límite que la aquiescencia del “partenaire”, y cuando esta no se produce, en más de una circunstancia, especialmente cuando esta circunstancia se traduce en “alguna copa de más” la no aquiescencia del otro resulta difícilmente explicable, luego asumible. De ahí al violentamiento de la voluntad del “partenaire” hay que un paso que, por lo visto, es franqueado con relativa frecuencia.

 

Nótese, también en este capítulo de la violencia de carácter sexual, que ya desde la temprana edad de los 12 y 13 años encontramos preadolescentes que han sido objeto de ese tipo de violencias. Por último señalamos que, aunque como era previsible hay más casos de mujeres que de hombres (de chicas que chicos, si se quiere) que han sufrido violencias de carácter sexual, sin embargo el porcentaje de chicos es elevado, tanto en valores absolutos como comparativos con el de las chicas objeto de violencias de manifestación sexual: 1,7% de chicos frente a un 2,7% de chicas.[25]

 

6. Algunas notas para abordar la prevención de la violencia juvenil.

 

Como hemos señalado más arriba, en el punto primero de nuestras reflexiones, bajo la denominación de la violencia juvenil se incluyen diversas modalidades de la violencia que responden a realidades muy diversas. En consecuencia  para hablar de prevención habrá que delimitar de qué violencia estamos hablando. Me atrevería incluso a decir que la primera medida a adoptar cuando de prevención de violencia juvenil se trata será la de diagnosticar, lo más precisamente posible, el alcance,  motivaciones, justificaciones, ramificaciones, actores etc. de la violencia cuyas manifestaciones se quieren prevenir.

 

En efecto las medidas preventivas serán distintas si nos enfrentamos  a la violencia de signo racista o xenófoba, a las violencias de matriz nacionalista o revolucionario-nacionalista o si nos referimos a las violencias de carácter antisocial así como la que hemos denominábamos más arriba como violencia gratuita y sus diferentes raíces y motivaciones que nos hemos limitado a enumerar y que requieren, evidentemente, un más amplio tratamiento.

 

     De todas formas, más del 90% de las manifestaciones de violencia juvenil responden a tres grandes capítulos. Podemos encuadrarlas, en primer lugar, como consecuencia, concomitancia o causalidad en relación a situaciones de marginación social. El segundo capítulo sería el de las manifestaciones consecuencia de algún tipo de fundamentalismo , de la pretensión de que hay una sola idea o proyecto como único válido a la hora de interpretar y organizar la sociedad. Este planteamiento, muchas veces no está explicitado ni para el mundo interno de muchos jóvenes, pero no por ello es menos real. Si cabe es aún más peligroso, pues su puesta en duda ni siquiera es plausible. La consecuencia o corolario es evidente: rechazo del “otro”, del diferente, como portador de una idea con la que no se puede comulgar pues choca con “mi” idea, única verdadera. Cuando esa idea es vista como definidora del “otro” entonces el rechazo no es a las ideas del otro sino al “otro” como enemigo, como peligroso. Es la vía real para el racismo, la xenofobia, la depuración étnica etc.

    En fin, en el tercer gran capítulo podríamos incluir todo tipo de reacción no controlada, proveniente de una frustración, de una disociación entre “objetivos y medios” (recordando al histórico Merton pero más allá del exclusivo ámbito económico y del éxito social en que se enmarca en su teoría de la desviación social), de la instauración de un sistema de valores en el que el goce de lo deseado no puede ser diferido, mucho menos cuestionado, etc.

   Las situaciones de marginación social se previenen, hasta donde sea posible, mediante la eliminación de la injusticia social, mediante la lucha contra la exclusión social. Es un problema, en última instancia de orden político, salvo que hayamos dimitido en favor del Mercado como único referente de acción social. No se puede pedir a la educación ni al sistema educativo, aún al mejor y más dotado en cantidad y calidad, que resuelva problemas que son anteriores y previos a la educación. No se puede pedir a la educación, como se soñó en la década de los sesenta con la teoría de la igualdad de oportunidades que se resolvieran las desigualdades sociales. No quiero negar con esto la bondad del principio de la igualdad de oportunidades. Quiero señalar, sencillamente, que la reiteración del principio e incluso los intentos de aplicarlo no resuelven la desigualdad originaria, que es una desigualdad de estratificación social. Quiero añadir, en este punto, y hablando de los jóvenes que es preciso señalar las altas tasas de paro juvenil y, lo que puede ser peor, la percepción de inevitabilidad que hace que muchos adolescentes y jóvenes digan que “son” parados, no simplemente que “están” en paro. También en los países desarrollados.

     Los otros dos capítulos explicativos de la violencia juvenil tienen mucho que ver con la educación, en el sentido más amplio del término. La lucha contra los fundamentalismos, esto es la pretensión de que uno es de portador de la única verdad, exige educar en la tolerancia activa, en la instauración del  pluralismo como modo de regular la vida ciudadana teniendo como norte la defensa de los derechos de la persona humana, de cada persona, sea quien sea y haya hecho lo que haya hecho.

     Así mismo el tercer y más actual rasgo de la violencia, el que proviene de la dificultad para afrontar toda frustración, así como diferir en el tiempo lo deseado en cada momento, o aceptar un límite en su tiempo de ocio exige un cambio de rumbo en los sistemas de valores que padres y profesores tratamos de inculcar en los adolescentes, así como en los modelos educativos al uso para trasmitir esos valores. Respecto de los sistemas de valores a inculcar pienso, de forma particular en la necesidad de introducir la responsabilidad en la vida diaria, familiar, escolar y social de los adolescentes y jóvenes. El concepto de responsabilidad se corresponde con el del deber. Las encuestas de opinión indican que nos encontramos ante una población, especialmente la más joven, que apuesta más por exigir a los demás la resolución de sus problemas que por la iniciativa personal para afrontarlos con el esfuerzo que ello conlleva. Las causas de este estado de cosas son múltiples y de ordenes de diversos. En mi opinión algunas explicaciones, las más de fondo aunque puedan parecer las más alejadas de problemáticas individuales actuales y de resolución más compleja, corresponden a los sistemas de valores dominantes en la sociedad occidental durante los últimos cincuenta años. Por poner una fecha, me remontaría a la situación que se genera después de la segunda guerra mundial, aunque entre nosotros, en España, llegue con un par de décadas de retraso. No puedo detenerme en desarrollar este punto, que considero sin embargo clave, y sólo apuntaré telegráficamente algunos hitos e ideas en los que creo hay que enmarcar la actual situación.

 

Después del nazismo alemán y ante el horror que conlleva el conocimiento de los holocaustos consiguientes la sociedad occidental promueve, a justo título, la defensa de los derechos de la persona humana y delega gran parte de esta responsabilidad en los estados. La intelectualidad participa de este loable empeño y encuentra en el mundo socialista, un modelo concreto de organización sociopolítica, y en la ideología igualitarista un referente, sustento y base para defender el modelo de sociedad arriba propugnado. [26] Si añadimos que en el caso español, durante el dictadura franquista los derechos de las personas y el libre ejercicio de las libertades han estado más que cortocircuitados, nos encontramos que tras la muerte de Franco se produce una eclosión social y cultural de demanda apremiante de libertades y rechazo de todos los límites, del orden que sean, con traslado en el campo de los comportamientos concretos que se hacen muy permisivos en lo individual (el concepto de límite prácticamente no existe más que en un genérico "mi libertad termina donde empieza las de los demás", con lo que sacralizamos el individualismo más absoluto) y muy exigentes hacia las instituciones a quienes se les exige respondan a las ansias, de todo tipo, de los ciudadanos.

 

Refiriéndonos a los jóvenes he sostenido que, junto a graves situaciones estructurales carenciales que sería ceguera negar (son muchos cuando el mercado del trabajo es escaso, las posibilidades de emancipación familiar difíciles y el horizonte inmediato a la hora de su inserción en la sociedad más que obscuro) han recibido una socialización que no les ha armado, me atrevo a decir que ni psicológicamente, para afrontar convenientemente la sociedad en la que les ha tocado vivir. Mi tesis es que gran parte de los actuales adolescentes, los que provienen de la gran clase media que conforma la mayoría de la sociedad actual, han crecido en una infancia dulce, sobreprotegida, con más recursos materiales que adolescencia y juventud alguna haya tenido en la historia de este pueblo, al par que nadie, o casi nadie, les ha hablado y educado en la importancia del sacrificio para la obtención de fines, en la abnegación, en el esfuerzo, en una palabra en la autoresponsabilidad. Nunca juventud alguna ha accedido a la universidad en la proporción en la que lo hace la actual y puede estar tantos años en la universidad con tan escaso rendimiento, sin provenir necesariamente de las clases adineradas, sino del amplio colchón de la clase media.

 

Insisto en este punto pues creo que es una de las peores derivas de nuestra sociedad actual: hemos creado una sociedad de derechos sin el correspondiente correlato de deberes, hemos insistido en la creatividad, en la espontaneidad, en la liberalidad de costumbres, en la queja continua, en la exigencia a los otros, especialmente a la Administración para que nos resuelva todos los problemas. Hemos hecho de la Administración un gigante.[27] Esta situación, al límite, lleva lisa y llanamente al estrangulamiento de una sociedad que ha perdido, como diría el primer Touraine, la capacidad de hacerse a sí misma. Y la solución no pasa, como decíamos con no poca ingenuidad antaño, con un cambio en las estructuras sociales y políticas (aunque también habrá que cambiarlas) si antes, con anterioridad al cambio de estructuras, no cambiamos los esquemas de valores. El factor humano se nos antoja primario sobre el factor estructural en el actual estadio de la civilización occidental. (Posiblemente tendría un discurso distinto si tuviera que hablar desde Latinoamérica, por ejemplo, pero, recuérdese, y lo señalo ya por tercera vez, que estoy reflexionando “desde” la situación vasca y española primordialmente.).

 

Se ha dicho, y con razón, que la sociedad actual se ha hecho muy individualista. Cada cual va a lo suyo y aunque el término solidaridad está muy de moda de hecho lo que prima es el individualismo, cada uno para sí. Esta actitud en gran parte es consecuencia no querida ni prevista (efectos perversos que diría el sociólogo Boudon) de la situación que hemos descrito en el apartado anterior. Si la persona humana se percibe a sí misma como mero sujeto de derechos el riesgo de autismo social es evidente. Pero no tendría porque ser así necesariamente, pues la filosofía de los derechos humanos, si se hubiera vehiculado en lo que de más profundo tiene, a saber, una serie de valores inherentes a defender, propugnar y promover, en toda persona humana, precisamente por su condición de persona, conlleva una base de fraternidad universal innegable. [28]Es lo que para algunos conforma una de las bases para una moral de mínimos o substrato para una ética civil.[29] A partir de ese momento es posible pasar de una situación de individualismo a una situación de autonomía consensuada. Entiendo por autonomía consensuada la fórmula que en la sociedad actual, pluriforme y con una gran diversidad nómica, pueda, respetando este carácter pluriforme, ir más allá del mero individualismo, sin caer por otra parte en tribus por afinidades emocionales, sociales, étnicas, religiosas, políticas, etc. que sean excluyentes de los diferentes, de los "otros".

 

Se habrá comprendido que me estoy refiriendo a esa otra carencia importante, hoy en día, consistente en la gran dificultad de conjugar y asumir la diversidad nómica y de proyectos de vida existentes en nuestra sociedad, con el respeto a las personas que los encarnan sin caer, por otra parte, en compartimentos estancos, en razón de esas mismas diferencias. Pero no basta con propugnar este "desideratum" si al mismo tiempo no establecemos los mecanismos necesarios para poder alcanzarlos. Y estos pasan, a mi juicio por los siguientes aspectos:

 

a). Introducir la racionalidad y la argumentación pasando del ámbito de la opinión, de la mera declaración de intenciones al ámbito de la confrontación y del afrontamiento dialógico en base a la realidad social, realidad conocida y contrastada con rigor. Más diálogo, más contraste de informaciones, menos opiniones, menos declaraciones, menos pugilatos dialécticos. Hay una real urgencia ética en desterrar de nuestras costumbres la idea de que en nombre de la libertad cada cual puede opinar lo que quiera de cualquier tema sin dar razón de lo que dice más allá de un genérico "según mi opinión" o "a mi entender". Además puesto en confrontación con una opinión divergente todo se salda con "eso opinas tú, eso opino yo".

 

b). Establecer de una vez por todas que la verdad la vamos construyendo día a día. De ahí no se colige que todo vale, de ahí se concluye que nadie posee la verdad absoluta sencillamente porque los proyectos de vida son diversos. Es en los proyectos de vida en los que perentoriamente hay que incidir, pero incluyendo en la socialización o educación de los niños, adolescentes y jóvenes, el principio de relatividad (no relativismo) en los propios proyectos.

 

c). En consecuencia el "otro", es tan sujeto de derechos como uno mismo y, entre sus derechos está el de promover su propio proyecto de vida, tanto en el ámbito de la privacidad como en el de la construcción de la sociedad. Si alguna excepción cabría realizar sería la de la opción preferencial, o como se dice últimamente, la discriminación positiva hacia los más débiles, aunque procurando no caer en la institucionalización del pedigüeño.

 

d). Distinguir la tolerancia activa de la tolerancia pasiva, sin olvidar la necesaria intolerancia. Hay una gran confusión sobre lo que tolerancia quiera decir y más aún en determinadas actitudes que bajo el término de tolerancia, en el fondo no son sino indiferencia, cuando no dejación de responsabilidades. La tolerancia activa presupone el respeto profundo a la diferencia, a los proyectos del "otro". Más aún presupone una actitud de comprehensión del distinto, esto es, una actitud de comprender al distinto desde dentro, desde sus propias ecuaciones personales, sociales, culturales etc., al menos hasta donde sea posible "ponerse en la posición de otro”. La tolerancia pasiva equivale a la indiferencia, es esa aceptación del término tolerancia que significa indulgencia, condescendencia con algo o alguien que, en el fondo se rechaza o no se acepta, pero cuya presencia "se tolera". Cuando muchas veces los sociólogos comentando datos de nuestras encuestas, constatando, por ejemplo, que el rechazo a tener como vecinos a personas afectadas por el SIDA desciende en los últimos años, añadimos que la sociedad se está haciendo más tolerante, en realidad lo que debíamos decir es que la sociedad se ha hecho más condescendiente con esas personas e incluso, como sucede con los drogadictos, lo más exacto sería afirmar que la alarma social que se produjo al inicio de la presencia social de la droga entre nosotros ha disminuido. Y permítase añadir, ya que abordo este punto al que soy particularmente sensible, que ese descenso de la alarma social, que presenta más de un aspecto positivo tiene, por contra, el doble efecto nefasto de dejar a los drogadictos a su suerte al par que aumenta su número (excepción hecha de la heroína y está por ver si de forma definitiva). Me temo que algo similar pueda pasar dentro de poco con el SIDA, cuando la "tolerancia" se convierta en indiferencia pues "el problema está ya controlado por las instancias públicas y a mí no me toca".

 

Pero bajo capa de tolerancia además del indiferentismo, podemos impedir que aflore la necesaria intolerancia ante determinados comportamientos o ideas. Hay que ser intolerante ante el indiferentismo, ante la exclusión social en razón de la raza, etnia, género, religión, proyecto político, etc. Hay que ser intolerantes ante la legitimación de la violencia para la consecución de objetivos sociales, políticos o del orden que sean, tanto personales como colectivos. Solamente el estado de derecho está legitimado para hacer uso de la violencia, a través de las policías y fuerzas de seguridad que la sociedad se ha dado para hacer cumplir la ley, policías y fuerzas de seguridad que obviamente también han de respetar los derechos humanos. Por lo demás, y en este orden de cosas, hay que añadir que no es cierto que toda idea sea válida con tal de ser manifestada y defendida por procedimientos no violentos. Este planteamiento, amen de olvidar que puede haber una violencia estructural, quiero decir una violencia que se manifiesta en la propia estructura social, no tiene en cuenta que hay ideas que son ya criminógenas en tanto atentatorias, de formas diversas, a la dignidad de la persona. Todos están de acuerdo en situar aquí las ideas racistas, xenófobas, las que exculpan, cuando no propician, la exclusión social por razón de género, clase social, etnia, raza, religión, etc. Pero pienso que hay que dar un paso más. En una sociedad plural, donde las personas tienen cosmovisiones y proyectos de vida distintos, hay que ser intolerante ante toda pretensión holista de dar cuenta de la realidad como si esa fuera la única forma de entenderla, arrojando a las gehenas del infierno al que no comulgue con las mismas. No hay verdades absolutas, lo que tampoco quiere decir, como he señalado más arriba, que todo vale. Quiero decir que toda afirmación de verdad absoluta al final es dictatorial, máxime en una sociedad como la occidental donde el pluralismo axiológico es muy notable. Olvidar este principio es caer en los fundamentalismo de signo religioso, nacionalista, étnico, político o de lo que se quiera, lo que no quiere decir, evidentemente que todo proyecto religioso, político nacional o étnico sea rechazable. Es su carácter de absoluto, de verdad única, de identidad totalitaria y excluyente del “otro” lo que me parece cuestionable, ya desde la formulación. A la postre sostendría que hay una, y sola una, verdad absoluta: la que propugna el carácter inalienable de los derechos de la persona humana.

 

La educación en el ejercicio de la tolerancia activa, rechazando el indiferentismo (luego asumiendo la responsabilidad de nuestros actos) así como la práctica de la intolerancia ante lo intolerable ( y en este punto el papel de los educadores y padres me parece crucial) son, entre otras, condiciones "sine qua non" para ayudar a los escolares a insertarse en una sociedad pluralista y abierta como la nuestra, en la que el respeto a la diferencia no conlleve a departamentos estancos en tribus separadas y antagónicas, tribus en las que la violencia puede convertirse en santo y seña de identidad para los más débiles.

 

     En definitiva, la prevención de la violencia juvenil exige, a mi juicio, comenzar por un diagnóstico exacto de lo que estamos hablando para aplicar medidas de prevención específica a cada situación concreta. Como prevención global, o inespecífica, hay que trabajar en dos registros, principalmente: en el de la eliminación de la exclusión social por un lado y en una educación en el respeto a los derechos humanos y en la responsabilidad de lo que se hace y dice, tanto por parte de los alumnos como por parte de los padres y educadores, por el otro. Educar en la responsabilidad, en el valor del esfuerzo, del trabajo, de la disciplina, de la abnegación etc., es poner en su lugar unos “valores” no suficientemente reconocidos en los últimos tiempos, pero sin los cuales otros “valores”, esto sí muy reconocidos (y justamente reconocidos) como la solidaridad, la tolerancia, el rechazo de la exclusión social etc., no son sino papel mojado. La prevención de la violencia juvenil pasa por fomentar la tolerancia y la solidaridad, pero el ejercicio concreto de la tolerancia y la solidaridad, además de la justa proclamación de su conveniencia y absoluta necesidad, exige día a día, esfuerzo y trabajo, constancia y disciplina,  reflexión y estudio. En suma, como decían recientemente intelectuales europeos reunidos en Valencia, y pensando en el III Milenio, el reto del futuro está en educar para el ejercicio de una libertad responsable. Permítaseme añadir que, aún estando de acuerdo con la formulación anterior, prefiero la que dice que el reto del futuro está en educar para el ejercicio de la autoresponsabilidad en la libertad en una sociedad donde las desigualdades sociales no solamente no vayan en aumento, sino que tiendan a disminuir. Esto exige, lo repito una vez más, acción política sin dejarnos embaucar por la mera lógica del Mercado y apuesta decidida por la educación como valor primero para todos.

   

Donostia - San Sebastián Abril de 1.998

Javier Elzo  

Catedrático de Sociología. Universidad de Deusto.

 

 

 

 

 

 



[1] . Muchos de los materiales de la presente Ponencia han sido objeto de presentación, discusión y algunos, incluso, de  publicación, como señalo en el cuerpo de mi Ponencia. Están en continua elaboración y, junto a otros materiales, serán objeto de un libro que, normalmente, verá su publicación a finales del presente año 1.998 o comienzos del 99.
[2] . La definición social de lo que es ser joven, más allá de la variable edad, es cuestión harto debativa. Retengo aquí, la clásica definición que delimita el paso de la condición jóven a la del adulto por la emancipación familiar y la inserción laboral, aunque no necesariamente en el mercado del trabajo remunerado. De todos modos este definición exige mayor profundización.
[3] . Ver Juan Montabes Pereira y Fernado Fernández-Lebrez, "Juventud y política: Un análisis intergeneracional" en Revista de Juventud, nº 39, mayo de 1.997, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. Instituto de la Juventud, páginas 82 y siguientes. En este mismo número, el artículo de Julio Iglesias de Ussel, "Los valores familiares de los jóvenes", ver páginas 15-16 y las referencias al trabajo de  Andrés Orizo, Sistemas de valores de los españoles", o.c.
[4]  Manuel Martín Serrano y Olivia Velarde Hermida en "Informe Juventud en España 96", Edita el Instituto de la Juventud, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Madrid 1.996, página 26. Los subrayados son de los autores
[5]  J. Elzo (dir), Andrés Orizo F., Ayestarán S., Azurmendi M.J., González de Audícana M., González Blasco P., Jimenez Blanco J., Toharia Cortés J.J., “Juventud Vasca 1.986. Informe sociológico sobre comportamientos, actitudes y valores de la juventud vasca actual ”. Edt. Servicio Central de publicaciones del Gobierno Vasco. Vitoria-Gasteiz 1.986, 597 pp, ver páginas 511-514.
[6] . El 40% de los españoles escogen la primera opción frente a un 21% que prefieren la segunda, entre cuatro opciones propuestas. Las otras dos son “un buen sueldo, de manera que no tuviera preocupaciones respecto al dinero” que es seleccionada por el 26% de españoles y en fin, en cuarto lugar, hay  un 11% de españoles que a la hora de buscar un empleo se preocuparían, en primer lugar, por “trabajar con gente que sea de su gusto”. Nótese que las dos opciones, entre las cuatro propuestas, que son seleccionadas por el mayor número de españoles se refieren a la seguridad en el trabajo y al sueldo ofrecido, muy por delante de la realización personal y del ambiente en el trabajo. (Datos inéditos provenientes del Worl Values Study, para España, al que nos hemos referido más arriba)
[7] . Tengo a  mano un ejemplar del periódico francés "Liberation" de fecha 22-23 de noviembre de 1.997. Comentando los resultados de la cumbre sobre el empleo del día 21 de Noviembre precedente en Luxemburgo presenta una estadísticas sobre el empleo en la Unión Europea citando com fuente a la oficial "Eurostats". España además de dar la más elevada tasa de parados (19.9% frente a la media de la UE del del 10.6%), es también la que arroja la mayor tasa de de parados entre los jóvenes de menos de 25 años. La tasa de paro entre los que tienen menos de 25 años en porcentajes referidos a la población activa (luego excluidos los estudiantes), para el año 1.996, es del 41.9 % para los españoles cuando la media europea es del 15.5%.
[8] . Pido expresamente, en este punto, que se tenga en cuenta el primero y segundo "prenotando" con el que incio estas páginas, luego la absoluta necesidad de tener en cuenta que todo lo anterior no es sino una generalización y que exige afinamientos en base a tipologías de adolescentes y jóvenes.
[9]  Por extraño que parezca, la dimensión lúdica de la violencia está presente en no pocas de las manifestaciones violentas de los chavales que apoyan los incidentes (a no confundir con los sabotajes previamente organizados y ejecutados por comandos preparados para ello) de la violencia callejera en el País Vasco. Es como jugar “a guardias y ladrones” solo que de veras.
[10] . Véase a este respecto el libro de Javier Durán González, "El vandalismo en el fútbol", Gymnos, Madrid 1.996
[11]  “Les mutations du système scolaire et les violences à l´école” en un número especial de la revista “Les cahiers de la sécurité intérieure”, en su nº15, Trimestre 1º, 1.994, pág 26, titulado, justamente, “La violence à l´école”, con contribuciones de pedagogos, educadores, policías, estudiantes, responsables de centros docentes... La revista es una publicación del Institut des Hautes Etudes de la Sécurité Interieure, sito en París.
[12]  Por “desclasado” entiendo el adolescente o joven que definitivamente ha salido de la lógica escolar pero está dentro del sistema escolar, al menos en el interior de su centro escolar concreto. Los recientes estudios psicosociológicos franceses que estoy consultando señalan este punto. De la multitud de libros publicados en Francia sobre este tema, he aquí algunas referencias, además del citado anteriormente, nº de “Les Cahiers..”, Jacques Pain, “Violence ou pedagogie”. Edit Matrice, Vigneux 1.992;.De Michel Floro, “Questions de violence à l´école”, Edit. Erès, Ramonville Saint-Agne, 1.996. Eric Debarbieux, “La violence en milieu scolaire”, Edit. ESF, 1.996. Voy a citar  también dos libros de carácter muy distinto. Uno de Francois  Dubet y Danilo Martuccelli tras llevar a cabo trabajos sobre el terreno en centros educativos, de título “A l´école: Sociologie de l´experience scolaire”, edit. du Seuil. París, 1.996. El segundo de carácter netamente teórico del criminólogo y psicólogo belga Lode Walgrave, “Delinquance systématisée des jeunes et vulnérabilité sociétale”, Edit. Meridiens Klincksieck, Ginebra 1.992.
 
[13] . En “Les Cahiers...” o.c. pp. 22-24, que modifico en algunos aspectos. De todos modos la tipología me parece muy restrictiva y requiere profundización
[14] . El título de su comunicación es "La violencia en la escuela: El educador /pedagogo social escolar". ( 10 páginas). Lógicamente aún las ponencias y comunicaciones no han sido publicadas.
[15] . "El Maltrato entre iguales: análisis y propuestas de intervención". (13 Páginas, aún no publicadas.)
[16] . "Los jóvenes y la violencia" ( 14 páginas, aún no publicadas.)
[17] . En "Educadores. Revista de Renovación Pedagógica de la FERE, Octubre-Diciembre 1.996, página 44. El título de su intervención es : Manifestaciones de la violencia en la escuela: el clima escolar. Páginas 35-54.
[18] . Personalmente he tenido ocasión de leer, con fruición, su trabajo: "Las malas relaciones interpersonales en la escuela: estudio sobre la violencia y el maltrato entre compañeros en la segunda etapa de EGB" en "Infancia y Sociedad", Ministerio de Asuntos Sociales: Dirección General del Menor y la Familia. Nº 27/28, 1-994, páginas 191-216. En esta publicación se limita a analizar los resultados del estudio en EGB. El mismo año 1.994 en la "Revista de Educación, 304, páginas 253-280, analiza los resultados de  las Enseñanzas Medias.  Leo también en "El País digital" del 3 de Junio de 1.997 que la profesora Ortega ha llevado a cabo otro estudio sobre una muestra de 4.200 escolares de 23 escuelas públicas en primaria y secundaria, sin que se indique en la fuente señalada el ámbito geográfico del estudio. 
[19] La pregunta decía así: ”¿Has sido tú, alguna vez, víctima de la violencia?, con una primera respuesta cerrada, dicotómica, de “Si” o de “No”  En caso de respuesta afirmativa se les pedía que especificaran si se trataba de “violencia física pero no sexual”, de “violencia sexual pero no física”, o bien de “violencia sexual y física”. Sin embargo no se planteaba ni el contexto en el que la violencia se había sufrido, ni los agentes activos de la violencia, ni la gravedad de la violencia de la que se ha sido objeto.  Solo es posible, a través de cruces de variables, obtener indicaciones indirectas respecto de algunos de estos puntos, pero estas indicaciones arrojan resultados bastante claros. Bastantes de estos análisis han sido ya publicados en una redacción similar a la presente en “Los jóvenes vascos: ¿jóvenes en conflicto social?” (páginas 13-39) en “Justicia Juvenil: Situación y Perspectivas”, Editan Gobierno Vasco, Departamento de Justicia, Economía, Trabajo y Seguridad Social y Consejo General del Poder Judicial. Vitoria Gasteiz, 1.997 237 páginas
[20] . Vale la pena hacer notar que en el último trabajo de la Profesora Ortega sobre 4.200 estudiantes de escuelas públicas, entre los 10 y 16 años, el resultado es similar: el 18% se dice víctima de la violencia, aunque para extraer más conclusiones habría que cotejar la formulación exacta de las preguntas de los dos cuestionarios, el contexto en el que se formulan, el sistema de recogida de información, neutralizar las evidentes diferencias muestrales etc. etc. Pero que haya similitud en el orden de magnitudes, en las respuestas a dos investigaciones diferentes, es un primer dato a tener en cuenta.
[21] . Hay poca documentación "ad hoc" sobre la importancia del género en la práctica de la violencia. Un excelente estudio es el que llevó a cabo France-Line Mary, "Femmes, délinquences et contrôle pénal: analyse socio-demographique des statistiques administratives francaises", en "Centre de Recherches Sociologiques sur de Droit et les Institutions Penales. (Asociado al C.N.R.S.), 1966
[22] Debo esta reflexión a Isabel Fernández, profesora de Educación Secundaría en un centro de Madrid. Respecto de la relevancia estadística del carácter masculino de la violencia juvenil, además de la bibliografía arriba citada puede consultarse también dos breves pero enjundiosos Informes Oficiales. Desde Francia el que lleva por título “La violence des jeunes en milieu urbain” Ministère du Travail et des Affaires Sociales. Difusión “la Documentation Francaise”, París 1.996. En España “Violencia Urbana: Causas y estrategias de actuación”. Secretaría de Estado de Interior. Ministerio de Justicia e Interior. Madrid Marzo de 1.996. o.c.
[23] . Decir que hay un 4% quiere decir que uno de cada 25 chavales, estos es, de promedio, en cada clase hay un chaval que ha sido objeto de violencia sexual, aunque, aquí tampoco, como señalo en el texto, no sabemos medir “hasta donde” ha llegado esa violencia sexual que se señala.
[24] . Leo en "EL País Digital" del 27 de Junio de 1.977 los resultados de un estudio realizado por Catedrático de Psicología de la Universidad de Salamanca, Felix López, según los cuales  el 23 % de las niñas y el 15% de los niños menores de 17 años "sufre algún tipo de abusos sexual". No disponiendo más que de esta información y no sabiendo lo que haya de entenderse por "algún tipo de abuso sexual" todo tipo de comparación con nuestros datos es imposible. Vale también reseñar que la mayor parte de los agresores son gente próxima a la víctima, varones jóvenes aunque, referencia la periodista firmante de la noticia, que "cada vez hay más agresores menores de edad", lo que, añado yo, parece muy verosímil.
[25] . En este punto hay algunas diferencias con los resultados franceses. En general la violencia de carácter sexual está más presente entre los adolescentes franceses que entre los vascos: 3,9% de adolescentes y jóvenes franceses la señalan frente al 2.2% de los vascos, y no se olvide las diferencias de edad arriba señaladas que nos permiten añadir que, bien controladas las estadísticas con edad idéntica en ambos colectivos, las diferencias aún podrían ser mayores. También las diferencias en razón del género entre vascos y franceses son dignas de reseñar. He aquí las cifras: 2,1% de chicos franceses dicen haber sido objeto de algún tipo de violencia sexual frente a un 5,6 de chicas. La ratio chicos/chicas entre los franceses es de 2.66 (este es 2,66 chicas han sido objeto de violencias frente a 1 chico. En el caso de los vascos esta ratio es de 1,59 chicas frente a 1 chico. No dispongo, en el momento de redactar estas líneas, hipótesis que apunte alguna explicación de estas divergencias
    [26]. No es este el momento para ahondar en el inmenso error  en el que incurrieron en el pasado próximo los intelectuales, con escasas y silenciadas excepciones, a la hora de analizar la situación social de los paises socialistas y su traslado como modelo a los paises capitalistas. En mi opinión la razón principal de este "despiste" hay que verlo en la falta de rigor en la lectura de la realidad social de los paises socialistas, o más precisamente por anteponer la ideologia al dato, ocultándolo o tergiversándolo en razón de un "a priori" que obligaba a ver la realidad de un solo color. El legado de la otrora denostada corriente positivista en la investigación científica, en lo que tiene de más válido y más seguro, a saber el carácter parcial y provisional de toda afirmación  pues revocable por estudios empíricos posteriores, vuelve con fuerza en los momentos actuales.
 
Referido al análisis realizado respecto de los paises del denominado socialismo real, baste recordar aqui el trabajo del sociólogo  E. Morin, en su célebre "Autocrítica" realizada el año 1.959, publicada por Kairos el año 1.976 en castellano, en base a una nueva edición revisada un año antes en francés, colección Points Politique, ed. du Seuil. Paris, 1.975. Más recientemente podemos citar del historiador F. Furet su estudio "El Pasado de una ilusión", Ed. del Fondo de Cultura Económica, 1.995.
[27]. Voy a dar un solo dato. En número redondos, en el País Vasco, en los 18 años que lleva gestionando su Autonomía, desde las primeras elecciones libres tras el periodo franquista, se ha pasado de una situación en la que la Administración gestionaba una de cada cuatro pesetas del PIB a otra en la que gestiona, directa o indirectamente, más de dos de cada tres pesetas. El dato es tanto más llamativo cuando se sabe que los sucesivos gobiernos de la Administración Vasca han estado siempre dirigidos por el Partido Nacionalista Vasco, partido integrado en la Internacional de la Democracia Cristiana.
[28] . No es ocioso recordar que la idea de fraternidad universal tiene una raíz cristiana evidente que se remonta hasta el mismo Jesús de Nazaret. Una educación en valores, en el sentido que estoy referenciando, tiene en la tradición cristiana una espesura, originalidad y profundidad no siempre reconocida, muchas veces por razones ideológicas, aunque determinadas experiencias históricas de adoctrinamiento abusivo tampoco son ajenas a esa falta de reconocimiento.
    [29]. Entre nosotros podemos recordar, entre otros, los trabajos de Adela Cortina. En la sociologia europea de los valores vale la pena traer aquí a colación el diagnóstico de Yves Lambert cuando señala que en el ámbito occidental es posible encontrar "una plataforma mínima de valores colectivos básicos a los que todos adhieren: la democracia pluralista, los derechos de la persona humana y la conciencia ecológica".(En "La religión et la recomposition du  symbolique chez les jeunes francais" en Social Compass, 38 (4) 360-361.).