lunes, 27 de mayo de 2013

Los cristianos, ¿en la sacristia o tras la pancarta?


LOS CRISTIANOS,

¿EN LA SACRISTÍA

O TRAS LA PANCARTA?

reflexiones de un sociólogo

 

Javier Elzo

 

PPC


[créditos]

 

Diseño: Estudio SM

 

© 2013, Javier Elzo

© 2013, PPC, Editorial y Distribuidora, S.A.

Impresores, 2

Parque Empresarial Prado del Espino

28660 Boadilla del Monte (Madrid)


www.ppc-editorial.com

 

ISBN 978-84-288-2565-8

Depósito legal: M-

Impreso en la UE / Printed in EU

 

 
Queda prohibida, salvo excepción prevista en la Ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de su propiedad intelectual. La infracción de los derechos de difusión de la obra puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y ss. del Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos vela por el respeto de los citados derechos.
 

 


Introducción

Con la de libros que se editan todos los años, no es fácil justificar este. Nace de la «necesidad» interior de un jubilado. De un jubilado de dar clases y, en gran medida, jubilado también de producir, dirigir, participar y redactar algunas decenas de investigaciones empíricas. Sobre la juventud, las drogas, el alcoholismo juvenil, los valores en la sociedad española, vasca, catalana, europea, los cambios familiares, la violencia en los adolescentes y jóvenes, sin olvidar –¿cómo podría olvidarla?– la «cuestión vasca», con tantos asesinatos, tantas violencias injustificables, tanto dolor, tanto odio, tanta necesidad de convivencia y reconciliación. Más de doscientos títulos en libros y artículos en revistas, excluyendo las generalistas y sin contar mis artículos en la prensa cotidiana. Hay ciertamente bastantes repeticiones. Pero Bach también se repetía. Claro que uno no es Bach.

De ahí que nadie espera de mí que escriba un libro de contenido nítida y exclusivamente religioso. De ahí que, lógicamente, pocas personas lo leerán, pero esto es problema de mi editor.

Este libro nace de mil preguntas, de signo religioso, que a lo largo de la vida me he ido formulando, preguntas sobre las que me he informado en la medida que mi trabajo laboral me lo permitía, preguntas que han suscitado reflexiones, algunas publicadas aquí y allá, otras duermen en los archivos de mi ordenador o en mis cuadernos de apuntes.

No tengo ninguna tesis que sostener. Quizá alguna rabieta que expresar, pero una rabieta no justifica un libro. En el libro hay reflexiones que he ido hilvanando a lo largo de mi vida sobre qué supone ser cristiano, cómo vivir en una Iglesia, en gran parte escindida, cómo recuperar la ilusión perdida tras el Concilio Vaticano II con la involución del pontificado de Juan Pablo II, con la mediocridad de gran parte de la jerarquía de la Iglesia en España y, residiendo en Euskadi, con los batacazos que la Iglesia vasca ha padecido con algunos nombramientos episcopales, que más parecían de castigo que de estímulo. Cómo continuar siendo católico cuando, desde la jerarquía, se vive en el reino del no, de la desconfianza ante la ciencia, ante los progresos de la medicina, la nueva conciencia social ante el amor homosexual, la ceguera ante el sida, ante el sufrimiento de tantos divorciados católicos que volvieron a contraer matrimonio, ante tanta gente que sufre… Una Iglesia que, pese a Cáritas, algunos obispos, muchos curas, religiosos y religiosas, laicos, organismos religiosos y tanta gente silenciosa, y habitualmente silenciada, que vive la caridad, quintaesencia del cristiano… una Iglesia que aparece demasiado frecuentemente como inhumana, que es lo peor que le puede pasar a la Iglesia católica.

Pero, al mismo tiempo, ¿cómo quedar indiferente ante tanta inquina, tanto menosprecio, tanta mentira, tanta tergiversación, tanta burla, tanta obsesión anticatólica en la inmensa mayoría de los medios de comunicación españoles. Y la fijación antijerárquica de algunos de los cristianos desencantados –y razón hay para ello, como acabo de mostrar–, que escriben o «predican» en algunos de esos medios, y que solamente saben abrir la boca o encender el ordenador para hablar mal de todo lo que suene a jerarquía católica. Me irrita y me duele la pérdida de ecuanimidad en la gran mayoría de los «discursos» que leemos, escuchamos o vemos en los medios de comunicación social, y que se han extendido en gran parte de la población. Al final, en España se vive una polarización insufrible, por un lado entre un catolicismo rancio, cruzadista, temeroso, que solo ve pecado en derredor, que mira con añoranza a un pasado inexistente, y, por otro un anticatolicismo que creíamos superado, pero que, cual ave fenix, se postula como progresista cuando no pasa de viejo «progre», caduco, él también anclado en el pasado y que en España todavía no se ha librado del anticlericalismo de los peores recuerdos de la República. Sí, las dos Españas.

Pero hay algo más, algo más personal que está en la base de este libro y que, seguramente, lo haga más innecesario, o al menos justifique en menor medida su publicación. Es la cuestión de Dios, qué decimos cuando decimos Dios. Qué digo yo cuando digo que creo en Dios. De dónde surge esta pregunta. Por qué nos la formulamos. A qué respuesta –respuestas en realidad– llegamos. Qué consecuencia tiene la respuesta que podamos dar a tal pregunta. Más aún, si sería distinta nuestra vida, la vida cotidiana, familiar, laboral, etc., sin formularnos esa pregunta, y, sobre todo y principalmente, por qué derroteros transitaría nuestra vida a tenor de la respuesta que diéramos a esa pregunta. Sí, la pregunta por la fe es muy importante, sobre todo cuando se es un intelectual. No podemos, no puedo, no preguntarme por mi fe.

            Un día, un periodista preguntó a Einstein: «Profesor, ¿cree usted en Dios?». Einstein le contestó: «Explíqueme lo que usted entiende por Dios y entonces le diré si creo o no». He encontrado esta anécdota en un libro que recoge una apasionante controversia pública entre André Comte-Sponville, un gran filósofo ateo, y Philippe Capelle, decano de Filosofía del Instituto Católico de Paris, titulado, en traducción del francés, ¿Existe Dios todavía?[1]
            El libro tiene perlas como cuando Comte-Sponville dice que «preferiría que Dios existiera», dando a entender que así viviría en la seguridad (ilusa) de tener respuestas a todo, a lo que responde Capelle que «a veces él preferiría exactamente lo contrario: mi vida sería mucho más fácil, no tendría que defender, a veces muy penosamente, la credibilidad del Dios misterioso»[2].
            Todo esto se me vino a la cabeza un día de agosto de 2009 escuchando en la «Quincena Musical» donostiarra el oratorio Elías, de Mendelssohn, que escuchábamos levitando –dirigía Gardiner–, al leer en la traducción simultánea este texto del libreto que traslado apenas resumido. Ante Elías desamparado, que reclama «ver el rostro de Yahvé», el coro canta: «Un viento poderoso que rompía los montes y quebraba las piedras pasó, pero Yahvé no estaba en el viento. La tierra tembló y el mar rugió, pero Yahvé no estaba en el terremoto. Tras el terremoto vino un fuego, pero Yahvé no estaba en el fuego. Y tras el fuego vino un ligero y suave susurro. Y en el susurro vino Yahvé» (cf. 1 Re 19,10-13). ¡Vaya texto!
            ¡En el susurro vino Yahvé! ¿Y si Dios se manifestara no con truenos y relámpagos, terremotos y fuegos, esto es, no al modo de grandes tratados ni en fórmulas perentorias e impositivas, sino en la insinuación («a Dios nadie le ha visto jamás», Jn 1,18; cf. 1 Jn 4), recordará el teólogo y filósofo Maurice Bellet en un magnifico librillo[3], al modo del susurro, «brisa tenue», como traduce L. Alonso Schökel el texto mencionado?
            Como un susurro será el Réquiem de Fauré que en 2013 cantó el Orfeón Donostiarra en el Auditorio Nacional de Madrid, con los maestros de la Berliner Philharmoniker y Rattel a la batuta.
            Fauré, agnóstico, seguro que aceptaría a Comte-Sponville cuando dice que «Capelle y yo no estamos separados más que por lo que ignoramos: ni él ni yo sabemos si Dios existe… aunque él crea en Dios y yo no. Pero estaríamos locos si concediéramos más importancia a lo que ignoramos y nos separa que a lo que ya sabemos tanto él como yo y que nos reúne […], a saber, la fidelidad común a lo mejor que la humanidad ha producido o recibido»[4].
            En esta «fidelidad común [común a creyentes y no creyentes] a lo mejor que la humanidad ha producido o recibido» descubro yo, en el siglo xxi, el susurro de Yahvé en el Elías de Mendelssohn. Creo que Einstein estaría cómodo ante este susurro. Invisible susurro donde habita Dios, a quien nadie ha visto jamás.


Contenido del libro

El libro consta de siete capítulos y un epílogo, redactado tras la renuncia de Benedicto XVI. El capítulo primero intenta presentar, de forma sucinta, algunas de las hipótesis en circulación entre los estudiosos de la sociología de las religiones. El segundo ofrece una panorámica sobre la base de datos contrastados de la religiosidad en Europa y en España, con unos apuntes a la situación planetaria.

El capítulo tercero tiene en mente el ya clásico trabajo de Lenski sobre el factor religioso[5]. Intenta aproximarse al estudio de la variable religiosa como variable explicativa de comportamientos, actitudes y valores. Me sirvo también, en la primera parte sobre todo, de algunos elementos estadísticos. Pero de ahí en adelante la estadística queda aparcada y me adentro en huertos que apenas he transitado en mi labor investigadora. Cuestiones como si los cristianos debieran constituirse en una contracultura específica. También la cuestión del laicismo y la laicidad en España.

En el capítulo cuarto, que lo he titulado «Zozobras en la Iglesia católica», tras abordar algunas decisiones (Humanae vitae y la interpretación del pecado original), situaciones (la mujer en la Iglesia, los divorciados que vuelven a casarse), me detengo en las dos corrientes dominantes durante el Concilio Vaticano II y su actual evolución. Avanzo tres actitudes en la Iglesia de hoy: la de la obediencia total, la de la crítica sistemática a la jerarquía y la del «exilio interior». Considero que hay que ir más allá y reflexiono con la ayuda de John Henry Newman.

En el capítulo 5 me detengo en determinados aspectos que, a mi juicio, debieran formar parte del cristianismo del siglo xxi. Tras la eterna polarización entre lo local y lo universal en una Iglesia que se define como católica, propongo una tipología de cuatro modelos de cristianismo (catolicismo) y su futuro inmediato: el cristianismo desencarnado y espiritualista; el cristianismo convertido en secta o gueto; el cristianismo identitario y, por último, el cristianismo encarnado, histórico, por el que apuesto. A continuación, bajo el paraguas de la globalización, me detengo en la dualidad entre el etnocentrismo y el internacionalismo, en el diálogo interreligioso y el diálogo entre creyentes y no creyentes. Termino provocando si a los cristianos les queda escoger entre la sacristía o pasearse de vez en cuando por las ciudades tras determinadas pancartas reivindicativas.

El capítulo sexto aborda la cuestión de Dios, que ya he mentado más arriba. Lo hago con el bagaje de años de reflexión, aunque en la práctica redacto tras la lectura de un magnífico libro de José Mª Castillo, La humanidad de Dios[6]. Trabajo sobre Dios en sus representaciones, sobre la fe y la ética, y la cuestión de dónde situar la primacía entre ambas. Me detengo en la imagen de la supuesta arcadia anterior a la tecnología y lo que Dios viene a hacer en ese tránsito, si es que algo debe hacer, que creo que no. Me pregunto después si Jesús se agota en su humanidad, para, volviendo al tema de ética y la fe, ver si cabe hablar de «cristianos anónimos» a quienes se comporten como cristianos sin tenerse como tales, más aún, irritándose si se les etiqueta como cristianos.

En fin, el último capítulo me lo he tomado como el movimiento final de una sinfonía (de algunas sinfonías), donde, tras enunciar los temas mayores de sus movimientos anteriores, los engarzan, los prolongan y los completan con una coda final en la que los compositores ponen todo su empeño, si es que no llegan exhaustos y cortan abruptamente. Algunos no consiguen concluirlos, como le pasó a Anton Bruckner con su Novena, inconclusa tras dos años de trabajo. A mí no me ha costado tanto, ni mucho menos, pues en este capítulo hay mucho de lo más personal y que más tiempo, más años, lleva ocupando mis reflexiones. ¿Cómo leer la fe de un cristiano? ¿En qué consiste el acto de fe? Mi tesis, mi experiencia vital –siguiendo a Ricoeur– me dice que la fe es fruto de un azar que se convierte en un destino gracias a una elección continuada. Una elección que no se produce sin sobresaltos, sin dudas, aunque sin caer en la sima de la perenne duda, sima en la que tanto intelectual cae de tanto bordearla. «Una fe que no duda es una fe dudosa», leí ya en mis tiempos de estudiante a Maurice Bellet. Pero una fe que solamente vive en la duda es una fe estéril. Peor aún, es una fe angustiada, atormentada, y, si uno se deja llevar, se convierte en un auténtico pozo negro, de donde solamente la oración de escucha le sacará.

En una sociedad globalizada, cuyo polo opuesto sería el individualismo, propongo una actitud personalizada en una comunidad, la católica en mi caso, pero teniendo presente la tradición, que exige, constantemente, y más en estas décadas en que la aceleración es una de sus notas centrales[7], transitar desde la religión heredada de nuestro antepasados, nuestra generación antecedente, hacia una religión adaptada –aunque sin rebajas– a la sociedad que nos toca vivir, ya avanzada en la segunda década del siglo xxi. No se trata tanto de la Iglesia siempre reformada de Lutero cuanto de la Iglesia siempre innovada, puesta al día, por y para los hombres y mujeres de cada momento histórico. Nunca agradeceré suficientemente a la Universidad de Lovaina que me haya trasladado esta «verdad» fundamental de la Iglesia católica, y que recientemente la lectura de Newman me la haya refrescado.

Es así como tiene sentido, razón de ser, un cristiano adulto en una Iglesia universal y encarnada, la Iglesia católica, que anuncie y sobre todo ponga en práctica el reino de Dios, donde los últimos serán los primeros, porque son los más necesitados, necesitados de justicia, sí, por supuesto, pero más aún de la caridad, que es la justicia con el aliño del amor y la ternura.

Reconocimientos y agradecimientos

De entre los textos que se presentan en este libro, algunos ya han sido publicados. En su lugar concreto cuáles y dónde se han publicado. Aunque ninguno de los textos publicados está reproducido en su integridad y con la misma redacción con que aparece en el presente libro. Todos mis anteriores textos han sido, sea recortados, sea transformados, sea reelaborados, sea actualizados. Otros textos, la mayoría, son inéditos, aunque bastantes han formado parte de mis conferencias impartidas aquí y allá, normalmente con la ayuda del power point, y que después he redactado. Más abajo concreto algunos lugares donde he impartido esas conferencias. Pero hay mucho material que ha sido redactado ex novo para este libro, particularmente lo que conforma en mayor medida mis propias y personales visiones de las cosas. En todo caso, la organización de todos los materiales es absolutamente inédita. Un par de amigos han leído algunos materiales y me han enviado sus sugerencias. No los cito, pues no quiero responsabilizar a nadie de lo que aquí escribo.

A continuación señalo –salvo olvido, que me temo que habrá, y por el que pido excusas de entrada– las entidades donde en los últimos dos o tres años he impartido alguna conferencia relacionada con alguno de los temas que abordo en el presente libro.

Entre las universidades: la Universidad de Sevilla, la Universidad Ramón Llull-Blanquerna, la Universidad Comillas, la Facultad de Derecho de la Universidad de Valencia, la Universidad de Deusto, la Universidad de la Mística de Ávila y ESADE de Barcelona.

He recibido invitaciones de obispados o centros diocesanos de las diócesis de Bilbao, San Sebastián, Vitoria, Cantabria y la Seu d’Urgell, en Andorra.

Entre las entidades señalaré el Grup Sant Jordi de Promoció i Defensa dels Drets Humans de Barcelona; la Fundació Claret, también de Barcelona; las entidades jesuitas, como el Centro Loyola de Bilbao y San Sebastián, Jesuites Catalunya; también los salesianos en Sevilla, agustinos en Madrid, hermanos de La Salle en su centro de San Asensio. Podría señalar bastantes centros escolares, pero en muchos, la mayoría, no fui invitado para abordar estos temas religiosos.

Una vida de setenta años, setenta y uno cuando salga el libro, es ya una vida larga. Con muchas personas he compartido muchas de las cosas que aquí escribo. De muchas fuentes me he nutrido. El lector observará en las notas a pie de página que hay mucha referencia en lengua francesa. No soy un afrancesado. En realidad entiendo mi identidad personal como una identidad múltiple: vasca en primer lugar, española a continuación, pero también me digo francés, me siento de cultura francófona. De ahí que muchos de los tres agradecimientos que aquí quiero expresar para cerrar estas líneas tengan sabor francófono.

La Universidad Católica de Lovaina, que me formó, y me formó bien. Me abrió la mente al método histórico, aun sin estudiar historia, sino sociología y ciencias morales y religiosas. Quiero citar a algunos profesores. Paul M. G. Lévy (Sociología de la paz y de la guerra), probablemente el profesor que mayor influencia ha tenido en mi vida. Aunque solamente le tuve como profesor en una asignatura optativa de 20 horas, donde estaríamos quince alumnos. «Antirrexista», se opuso activamente a la invasión hitleriana de Bélgica. Nos hacía leer y discutir sobre lo previamente leído antes de que él nos diera su lección; aquello sí era una lección de un profesor que profesaba algo: la paz en la guerra. A. Doutreloux en Antropología, una apertura única a la pluralidad humana; Jean Remy y François Houtart en Sociología de la religión; A. Vergotte en Psicología de la religión, J. Giblet en un curso extraordinario sobre Jesús y los zelotes; el inmenso R. Aubert en Historia de la Iglesia (y las cuestiones sobre el acto de fe); Robert Guelluy y un profesor de Dogmática –me enrabieto por no recordar su nombre– que hacía malabarismos con la fe y las ideologías contemporáneas para mantenerse «ortodoxo»; el profesor Janssens, que empezó su curso diciendo que la moral sexual era histórica (con él y con Delhaye seguimos las peripecias de las frustradas redacciones de la  Humanae vitae); Maurice Chaumont, que me mostró hasta dónde podía llevar la obcecación ideológica: catorce de las treinta horas de su curso sobre «Cambio social» para analizar la China de Mao. Claro que era el año 1970. En fin, Jacques Piel, mi maestro en Técnicas de investigación social, asignatura que después he impartido en mis años de docencia y que me ha permitido llevar a cabo mis investigaciones empíricas.

No salgo de Bélgica para mentar la abadía cisterciense de Scourmont, que limita, riachuelo en medio, con Francia. Allí fui un 30 de junio de 1966 –para poder pagarme los estudios– a trabajar, cargando y descargando camiones llenos de botellas de cerveza (de Chimay) y después, en estancias sucesivas de fines de semana o vacaciones, en todo lo que cabe trabajar en una abadía, entonces floreciente, de cerca de sesenta monjes trapenses. Cuarenta y siete años después todavía guardo contacto con aquellos monjes (solamente quedan tres de los que conocí el año 1966, entre ellos mi mejor amigo, Jacques), que me acogieron en momentos difíciles de mi vida, monjes de quienes aprendí la humanidad de una entrega religiosa particularmente exigente para sí y dadivosa, caritativa, para todos los demás. Cuando dejé Bélgica me entregaron con sus firmas un libro que todavía releo de François Varillon, L´humilité de Dieu.

Treinta años en Bilbao (¡cuánto debo a Bilbao!), en la Universidad de Deusto, dan para mucho. En Deusto he vivido la libertad de pensamiento, la libertad de cátedra a la que puede aspirar un profesor. Libertad para organizar mis materias, mis relaciones con los alumnos, organización de mis clases, etc. Libertad absoluta para investigar, aunque una universidad pobre, como la de Deusto, que vive de sus alumnos, no tiene tantos recursos como las públicas para investigar. Afortunadamente, por edad, dejé la docencia antes de que el modelo Bolonia y los «sistemas de calidad» se implantaran en la universidad española y los profesores se convirtieran en contables y escribientes de fichas y más fichas evaluadoras-controladoras. He tenido mucha suerte en la vida. En Deusto me ocupé también durante los últimos once años de mi vida universitaria en el Fórum Deusto. En el Consejo del Fórum conformamos un equipo muy compacto, fuimos amigos y logramos organizar buenos ciclos de conferencias. Para los temas que aquí trato puedo mencionar los ciclos: «Jesuitas: una misión, un proyecto» y «Arrupe y Gárate: dos modelos», que me hicieron pensar en muchas cuestiones de las que me ocupo en este libro. Pero quiero resaltar una conferencia y la larga conversación que mantuve al día siguiente con el conferenciante. Fue la de Jacques Dupuis, titulada «El cristianismo y las religiones: del desencuentro al encuentro», y que cito en el cuerpo del presente libro.

Podría mencionar con gratitud, en referencia a este libro, a bastantes colegas en la Universidad de Deusto, pero solamente daré un nombre: Txema Ábrego, hoy rector del Pontificio Instituto Bíblico de Roma. Fue rector en Deusto, pero durante un tiempo coincidimos, compartiendo antesala, siendo él decano de Teología y yo de Sociología. Las parrafadas en aquella antesala todavía las recuerdo con gratitud. En realidad hablábamos de lo que siempre ha llenado mi vida: las ciencias religiosas y la teología desde la sociología o, si se prefiere, la sociología desde las ciencias religiosas y la teología. No me atrevo a decir si esto que tiene el lector en sus manos es algo así como sociología teológica, porque más de un colega me dirá que eso es una contradictio in terminis. Pero ya decía mi madre que yo tenía el espíritu de la contradicción en las venas.

No voy a repetir a mi mujer que mi retraimiento para escribir este libro no se volverá a repetir. Porque no me lo va a creer. ¡Qué haríamos los maridos sin la mujer que nos ha acompañado durante treinta largos años! Eskerrik asko, Koruko.

 

Donostia / San Sebastián,

21 de enero de 2013

 




[1] Ph. Capelle / A. Comte-Sponville. Dieu, existe-t-il encore? París, Cerf, 2005, p. 90.
[2] Ibid., p. 72.
[3] Dieu, personne ne l'a jamais vu. París, Albin Michel, 2008. Hace muchos años, siendo estudiante en Lovaina, leí un libro suyo que me hizo pensar mucho: La peur ou la foi. París, Desclée de Brouwer, 1968. No doy con él en mi biblioteca.
[4] Ph. Capelle / A. Comte-Sponville. Dieu, existe-t-il encore?, o. c., p. 91.
[5] G. Lenski, El factor religioso. Barcelona, Labor, 1967.
[6] La humanidad de Dios. Madrid, Trotta, 2012.
[7] H. Rosa, en el primer capítulo de su trabajo Accélération: une critique sociale du temps. París, La Découverte, 2010 (orig. alemán de 2005).
 

domingo, 19 de mayo de 2013

“Regreso a la épica”. Pablo Muñoz


“Regreso a la épica”. Pablo Muñoz


(En Noticias de Gipuzkoa)


Domingo, 19 de Mayo de 2013

(Subo a mi blog un texto para pensar. Estoy de acuerdo con la reflexión de Pablo Muñoz. Todavía estas cosas pasan en el tema vasco. En Euskadi ...y en Madrid.
 Javier Elzo)

 
"LA escena es perfecta para un documental de resistencia heroica. Centenares de personas apiñadas en un puente estrecho, profusión de emblemas, consignas y soflamas, una joven protegida por esa muralla humana para impedir su detención. Herri Harresia, el lema, una tensión mantenida y una expectación desafiante previa a un desenlace que estaba previsto. Como elemento simbólico añadido de convicción y de complicidad, la presencia a última hora de la portavoz de EH Bildu, Laura Mintegi, y otros dos parlamentarios de la misma formación.
Subo a mi blog un texto para pensar. Estoy de acuerdo con la reflexión de Pablo Muñoz. Todavía estas cosas pasan en el tema vasco. En Euskadi y en Madrid.
Era el segundo episodio de naturaleza similar ocurrido en el reivindicado "nuevo tiempo". Semanas antes se desarrollaba otro acompañamiento a modo de escolta protectora en un espacio concedido por el Ayuntamiento en el Boulevard donostiarra, espacio denominado Aske Gunea en el que otros centenares de simpatizantes acampados pretendían obstaculizar la detención de ocho jóvenes por orden judicial. También estuvieron presentes cargos de EH Bildu apadrinando el acto de insumisión al tribunal.

En ambas ocasiones, y como elementos comunes, esta escenificación de resistencia finalizó con la intervención de la Ertzaintza, el desalojo de los cientos de valedores sin incidentes de mayor consideración y la detención de los reclamados por la Justicia. Como elemento diferenciado y matiz a tener en cuenta, los ocho jóvenes de Donostia estaban condenados por pertenencia a Segi mientras que la joven de Ondarroa lo estaba por colaboración con ETA.

Estos episodios, ocurridos en los "nuevos tiempos" según indignada interpretación de los portavoces de la izquierda abertzale -sea Sortu, sea EH Bildu-, abren de par en par los hechos y costumbres del "viejo tiempo" traducidos en denuestos e insultos contra los zipayos de la Ertzaintza, insultos trasladados por elevación al PNV traidor, las pintadas injuriosas en batzokis y, lo que nos faltaba, la vuelta a las camisetas reivindicativas en la bancada de EH Bildu, lucidas con cierto embarazo por más de un parlamentario.

Es el regreso a la épica, a los arraigados tics de pura resistencia que han caracterizado a la izquierda abertzale en las últimas décadas. Es la vuelta a la sustitución del discurso ideológico, del ejercicio político y de las iniciativas realistas, en favor de la visualización hecha pancarta, camiseta, soflama, algarada o tensión social.

El estancamiento del proceso de paz provocado por el empecinamiento del Gobierno español, la falta de novedades positivas relativas a los presos, las evidentes dificultades de gestión y los inconvenientes de la práctica política en unas instituciones en las que no creen lleva consigo una cierta frustración en buena parte de las bases de la izquierda abertzale histórica, a las que cuesta convencer de que las ideas solo pueden defenderse ahora por cauces democráticos. La sumisión a la legalidad lleva a la izquierda abertzale a serios problemas internos con un sector que considera la legalización una bajada de pantalones y desconfía de "los de la corbata".

Era, pues, oportuno dar cauce a uno los principios fundamentales en la ideología aprobada en la creación de Sortu: la desobediencia civil o, en su caso, la resistencia civil. Obstaculizar las detenciones referidas en Donostia y Ondarroa ha sido un magnífico ensayo para que la masa de simpatizantes de la izquierda abertzale de siempre se sienta viva, orgulllosa incluso.

El Boulevard donostiarra y el puente de Ondarroa han sido escenarios de pura épica, como en los mejores tiempos, al pie de la letra de la desobediencia civil proclamada como táctica en los principios fundamentales de Sortu, esa desobediencia civil ahora reclamada con vehemencia hasta por los responsables de EA, quién lo iba a decir. A esa reivindicación se le ha añadido ahora el argumento de la legitimidad por encima de la legalidad, como exigencia de cumplimiento. Las órdenes de los jueces podrán ser legales, pero no legítimas, afirman desde la izquierda abertzale. Por tanto, ni el Gobierno Vasco ni la Ertzaintza deben obedecer. Es la incriminación que se hace a ambas instituciones. Suena bien, sobre todo a oídos predispuestos a pasar página con desmemoria y a eludir responsabilidades.

Volvió la épica, aunque haya quedado en flor de un día, porque tanto los ocho jóvenes de Segi como la chica ondarrutarra fueron detenidos y quizá dentro de unos meses sean olvidados excepto por su entorno. Una derrota travestida de victoria merced al novedoso principio de la desobediencia de obligado cumplimiento para otros, de la legitimidad por encima de la legalidad. Y puestos a contradicciones, no importa que en aras a la legalidad se haya acatado la ilegítima Ley de Partidos o que ondee ilegítimamente la rojigualda en las casas consistoriales gobernadas por los jefes de la muralla popular de Ondarroa o del Boulevard donostiarra.

El desenlace estaba previsto: los ocho de Segi en la cárcel, Urtza Alkorta en la cárcel. Pero eso no importa, la gesta queda para la leyenda".

jueves, 16 de mayo de 2013

El 15 M, dos años después


El 15 M, dos años después

(15 de mayo de 2013)

El 9 de mayo, jueves, a las 5, P. M, recibí un correo que decía exactamente esto:

“Soy Enrique Clemente, delegado de La Voz de Galicia en Madrid

Estoy preparando un reportaje/análisis sobre los dos años del 15-M y me encantaría contar con su colaboración. Se trata de responder brevemente estas preguntas, COMO TARDE MAÑANA VIERNES POR LA MAÑANA

Me pilló delante del ordenador y le contesté inmediatamente. Aquí abajo traslado las preguntas que me formuló el Sr. Clemente y las respuestas que le envié:

“1.- ¿Qué balance político y sociológico hace del movimiento 15-M?  ¿Cuáles han sido sus principales logros y sus deficiencias?

Sigo pensando que una virtud clave en el 15 M es el aldabonazo a una sociedad dormida, resignada, individualista y placentera, una sociedad que pide a la Administración, además de seguridad, que le proteja del paro y de la enfermedad y le asegure las pensiones y mejores salarios… pero sin mayores compromisos personales. Siempre han sido muchos más los que han estado de acuerdo con lo que salía de las asambleas del 15-M que los que se han comprometido a llevarlas a buen término. Es significativo que tras el libro “Indignaos” de Hessel saliera otro titulado “Indignarse y comprometerse”.

2.- ¿Ha perdido fuerza? Si es así, ¿por qué?

Ciertamente. Aquí también sigo pensado que el Movimiento 15 M es un movimiento más de protesta que de construcción. La protesta agrupa con relativa facilidad. Siempre es más fácil unirse y movilizarse contra algo o contra alguien. Es más complicado y difícil ponerse de acuerdo en objetivos a corto y medio plazo, concitar voluntades para trabajar en los mismos, determinar los mecanismos de debate y deliberación de los que en ellos participan y, después, tener la humildad de reconocer que sus decisiones solamente tienen el valor y el límite de los que han participado en las mismas. Es el talón de Aquiles de todos los movimientos asamblearios o de redes sociales sin ninguna garantía de representatividad social. Y uno no puede eternizarse en la sola protesta…salvo que su objeto sea pura y simplemente cambiar el sistema. Sugiero la lectura de un recientísimo libro de de Slavoj Žižek: “El año que soñamos peligrosamente” (Akal 2013), donde analiza el fracaso de los movimientos de protesta de 2011 (primavera árabe, ocupación de Wall street, estudiantes contra la reforma de Cameron etc,) pero apenas habla del 15M sencillamente, supongo, porque no lee castellano.

3.- ¿Qué perspectivas de futuro tiene? ¿Cree que debería articularse como partido político?

Diluirse y expandirse en el imaginario colectivo de protesta. Lo que no es poca cosa. En cuanto a articularse como partido político no creo que lo hagan nunca pues eso supondría aceptar la democracia formal. Y ellos sostienen la “democracia real” aunque sus contornos concretos siempre quedan difusos. Más aun, algunos teóricos, como Žižek de nuevo, (le cito porque acabo de leerle y trata de estos movimientos de protesta social) sostienen que así debe ser hasta que un acontecimiento haga temblar los cimientos del capitalismo. Así termina su libro Žižek “todo aquello de lo que podemos estar seguros es que el sistema existente no puede reproducirse indefinidamente (es una idea que repite varas veces en el libro): sea lo que sea que venga después, no será nuestro futuro. Una nueva guerra en Oriente Próximo o un caos económico o una catástrofe ambiental extraordinaria pueden cambiar repentinamente las coordenadas básicas de nuestra situación. Debemos aceptar plenamente esta apertura, orientándonos a partir de nada más que ambiguos signos del futuro”.  

4.- ¿A qué partidos que ha beneficiado electoralmente la irrupción del 15-M?


Obviamente a los partidos que se sitúan en los extremos del arco político: IU y UPyD. No tanto porque les hayan votado (o les puedan votar en el futuro) sino porque parte de la sociedad española está desertando de los partidos más centrados, PP y PSOE, que son además los que han gobernado. Si surgiera en España un Bepe Grillo, en la actualidad se llevaría muchos votos. Otra cosa es que resolviera algo.”
------

Poco después recibo un correo del Sr. Clemente diciéndome escuetamente: “muchas gracias”.

xxxxxxx

Hasta hoy, 15 de mayo. Tras las manifestaciones del domingo pasado y las del día de hoy (la plaza del Sol en particular) no tengo nada que añadir, salvo una cosa: apenas he visto jóvenes en Sol en el “24 horas” de TVE.

Aunque sí quiero añadir que he consultado “La Voz de Galicia” y no hay ni rastro de la entrevista que tan urgentemente me solicitó el Sr. Clemente. Probablemente mi opinión no le pareció relevante. O vaya Ud. a saber

miércoles, 15 de mayo de 2013

Muti, nos dirige el “Va pensiero” en Deusto


Muti, nos dirige el “Va pensiero” en Deusto
(15 de mayo de 2013) 
Ni en el mejor de mis sueños, ni en mis fantasías musicales, hubiera podido pensar que iba a cantar (tararear, más bien) el “Va pensiero” de Nabuco de Verdi bajo la dirección del maestro Riccardo Muti. Pues eso sucedió ayer mismo en la Sala Ellacuría de la Biblioteca de la Universidad de Deusto.

ABAO, en gran medida gracias al buen hacer de Juan Ángel Vela del Campo, consiguió traer a Bilbao a Muti - entre dos funciones del D. Pasquale de Donizetti que está dirigiendo en el Teatro Real de Madrid - para clausurar la VII Semana Verdi que ABAO con Deusto Forum llevan organizando con motivo del Tutto Verdi.

Muti encandiló al público con una conferencia llena de sabiduría y humor. El colmo fue cuando a instancias de Juan Ángel, de pie, Muti entona el “Va pensiero” y el público, arrastrado por algunas voces que conocían bien la obra, le siguió hasta el final. ¡Qué delirio!.

Tuve ocasión de participar en la conversación con Muti antes y después de su conferencia. Quedé subyugado por su sabiduría y su cercanía. Gracias, maestro.    

lunes, 13 de mayo de 2013

Pascal y Žižek para cambiar el sistema


 

Pascal y Žižek para cambiar el sistema
 
(Un resumen muy parcial de este texto se publicó el sábado 11 de mayo de 2013 en El Diario Vasco” (Consulta de pago)

Hay algo de fascinante y desolador en el último libro de Slavoj Žižek: “El año que soñamos peligrosamente” (Akal 2013). Fascinante cuando hace un brillante coctel con Marx, Lacan y Pascal al exponer sus tesis. Fascinante por su confianza total (que no ciega) en el futuro, donde “el Ideal comunista se impondrá”. En efecto estima que “el sistema capitalista mismo no es capaz de encontrar un nivel inmanente de estabilidad autorregulada; esto es, de cómo su ciclo amenaza con salirse fuera del control” (P. 21-22). Poco más adelante repite la misma idea: “un ciclo económico está llegando a su fin; comenzó a principios de los setenta…la monstruosa maquinaria que dirigió la economía mundial desde comienzos de los ochenta hasta 2008” (P.26-27). Ya pensando en los tiempos actuales (el libro está escrito en la primavera de 2012), escribe que “se nos dice  una y otra vez que vivimos en difíciles momentos de déficit y deuda, y que todos tenemos que compartir la carga y aceptar un peor estándar de vida; todos, es decir, con la excepción de los (muy) ricos”.  

El libro es desolador, pues es incapaz de poner fecha a tal futuro. Menos aún en qué se concretará tal futuro: “debemos abstenernos de cualquier intento de imaginar concretamente el futuro de la sociedad comunista” (P.178). En mi archivo encuentro un artículo suyo publicado en “El País” (17/11/11) que concluye así: “cualquier debate que se haga aquí y ahora, seguirá siendo necesariamente un debate en el campo enemigo, y hará falta tiempo para desplegar el nuevo contenido. Todo lo que digamos ahora nos lo podrán quitar (recuperar); todo menos nuestro silencio. Este silencio, este rechazo al diálogo, a los abrazos, es nuestro "terrorismo", tan amenazador y siniestro como debe ser”. Luego, además de fascinante y desolador, “amenazador”. “Como debe ser nuestro terrorismo”, escribe Žižek, sin reparo alguno.

Pero ya es hora de decir que este libro (escrito en junio de 2012) se refiere a  determinados acontecimientos de 2011, “el año que soñamos peligrosamente, el año del resurgimiento de la política emancipatoria radical en el mundo” (P.173), cuyo fracaso obliga a estudiar “cómo combatir el sistema sin contribuir a su  funcionamiento” (P.9). Žižek piensa particularmente en la primavera árabe, la ocupación de Wall street, la insurrección griega y los disturbios estudiantiles en el Reino Unido. El 15 M español apenas es mencionado. Hace tiempo que constato que España solamente interesa, en la actualidad, por su dramática situación financiera. (Ni siquiera ETA en su siniestra historia interesó. Mis intentos para encontrar en Francia estudios sobre el fenómeno ETA resultaron prácticamente baldíos. Basta comprobar la escasísima bibliografía sobre el tema en otros idiomas que el euskera, castellano y algo en catalán). Pero volvamos a Žižek.

Tras afirmar que “lo primero a decir es que el trabajo subterráneo de insatisfacción continúa: la rabia se acumula y una nueva ola de revueltas se avecina” (P.173), pronostica que, si se producen, “los estallidos emancipatorios radicales …en vez de analizarlos como parte del continuo histórico de pasado y presente, deberíamos añadir la perspectiva del futuro, tomándolos como fragmentos limitados, distorsionados de un futuro utópico que yace durmiente en el presente, como su potencial oculto (…) Deberíamos aprender el arte de reconocer desde una posición subjetiva políticamente comprometida, elementos que están aquí, en nuestro espacio, pero cuyo tiempo es el futuro emancipado, el futuro de la Idea comunista” (P. 174) 

Con Žižek, me pasa como con los Althusser, Nikos Poulantzas, Marta Harnecker etc., de mis tiempos de estudiante. Sus  críticas al capitalismo, (ahora al que impera tras los años 80 del siglo pasado), me estimulan, me hacen pensar. Žižek, además, rechaza el comunismo fenecido (el de la URSS) y el todavía vigente (China). Pero el derrumbe del capitalismo, que llevan décadas diciendo que es inevitable, ahora lo supeditan a un hecho fortuito. Es sintomática la lectura de las últimas líneas del libro de. Escribe esto: “todo aquello de lo que podemos estar seguros es que el sistema existente no puede reproducirse indefinidamente (es una idea que repite varas veces en el libro): sea lo que sea que venga después, no será nuestro futuro. Una nueva guerra en Oriente Próximo o un caos económico o una catástrofe ambiental extraordinaria pueden cambiar repentinamente las coordenadas básicas de nuestra situación. Debemos aceptar plenamente esta apertura, orientándonos a partir de nada más que ambiguos signos del futuro” (Página 182). En definitiva es incapaz de pronosticar qué pueda ocurrir en un futuro inmediato.

Ya he indicado más arriba que Žižek referencia a Pascal. Žižek  escribe que “en nuestra época de contingencia (hay que) practicar una suerte de “comunismo absconditus”. Lo hace refiriéndose explícitamente, al “deus absconditus” (Dios oculto) de Pascal con una larga cita de la que trascribo solamente el inicio y el final:

“Dios ha querido rescatar a los hombres y ofrecer la salvación a aquellos que la buscan, pero los hombres se han hecho tan indignos de ello que es justo que Dios niegue a algunos, que se han vuelto tan duros de corazón, lo que concede a otros por una misericordia que nos les es debida (…) Ha quedado al descubierto a los que le buscan de todo corazón, y oculto a los que huyen de todo corazón, ha moderado su conocimiento, de suerte que ha dado señales visibles de Sí a los que Lo buscan, y no a los que no Lo buscan. Hay la suficiente luz para los que no desean sino ver, y suficiente oscuridad para los que tienen la disposición contraria”. (Pascal, Pensamientos, 430)

Žižek aplica esta tesis pascaliana a la actual situación desde su perspectiva comunista. Pide “adoptar una posición subjetiva comprometida; los sujetos que “deseen ver” son quienes pueden identificar realmente el milagro” y concluye afirmando que “lo que define al comunista de hoy es la doctrina (teoría) que le permite discernir en (la versión contemporánea de) un “milagro” (digamos, un acontecimiento inesperado como la revuelta de la plaza Tahrir) su naturaleza comunista, leerlo como un signo del futuro (comunista)”. (P.177-178).

La historia muestra que un hecho puntual (el asesinato del heredero del imperio austro-húngaro en 1914) desencadenó la guerra mundial. Pero nadie era capaz de predecir, menos aun de orientar, el futuro de la sociedad en ese momento. Como Žižek ahora. (No así Lenin en 1917, al que tantas veces acude Žižek, que él sí sabía qué hacer).

Al libro le sobran páginas. En el capítulo V, en base a la distinción lacaniana entre placer y el goce dedica unas páginas al temas de la droga, apareciendo el cannabis como placer y el tabaco como goce, esto es, el placer excesivo que puede llevar al adicto al tabaco a la muerte. Zizec se pierde en los capítulos VIII, en un exhaustivo análisis de una serie televisiva americana “The Wire”), y IX dándole vueltas al Coriolano de Shakespeare hasta hacer de él jefe de una guerrilla izquierdista (las FARC, si no estuvieran corrompidas por el comercio de la droga, por ejemplo).

Pero el interés del libro estriba en que nos muestra cómo razona un neomarxista- leninista anta la actual situación de crisis y el fracaso, durante el año 2011 (“en el que soñamos peligrosamente”), de los movimientos surgidos para afrontarla, para vencerla, para cambiar el sistema capitalista por el comunista aun sin especificar ni una iota en que pueda consistir ese mundo comunista más allá de decir que no será en nada capitalista.

Recomiendo la lectura de Žižek. Encantará a los neomarxistas e interesará a toda persona culta y abierta hacia planteamientos pretéritos que, entre algunos, todavía siguen vigentes. En Euskadi sin ir más lejos.

domingo, 5 de mayo de 2013

Francisco, ¿piensa como Benedicto?


Francisco, ¿piensa como Benedicto?
(5 de mayo de 2013)
 

“En lo esencial, Francisco piensa como Benedicto” es el titular de la entrevista que le hacen hoy en “La Vanguardia” (en red solo para suscriptores) a Arturo San Agustín, periodista que acaba de publicar un libro “De Benedicto a Francisco. Una crónica vaticana” (Ed. Fragmenta 2013). San Agustín ya ha publicado otros dos libros sobre temas religiosos, uno de los cuales “Un perro verde entre los jóvenes del papa” (sobre las JMJ de 2011 en Madrid) leí con interés.

La tesis que defiende el autor está en el titular de la entrevista que, como es habitual en “La Vanguardia” es una entrevista bien trabajada y con contenido. Traslado aquí lo esencial de las ideas de Arturo San Agustín en su respuesta a la última pregunta. “Cuando Francisco tome más decisiones y con más frecuencia, cuando nombre a un nuevo secretario de Estado, puede que algunos colegas de profesión, que no dominan el tema de la religión y del Vaticano, se sorprendan al descubrir que en lo esencial Francisco piensa como Benedicto XVI. Ahora hay euforia mediática con este Papa, porque da juego, produce anécdotas…y puede ser un suflé que baje y defraude a algunos. Este hombre es lo que es: un hombre atento a la pobreza, valiente, un jesuita, un hombre que vive en el límite, un solitario. Pero en los temas importantes no va a haber variación. Intuyo que quizá pueda haber alguna sorpresa en el asunto de los católicos divorciados. Pero si en el futuro hay personas defraudadas, no será por culpa del Papa, sino por desinformación. Porque, insisto: en lo básico no va a cambiar”

Aunque la duda está en qué entiende Arturo San Agustín por lo “básico”, por los “temas importantes”, por lo que llevamos de papado, tiendo a pensar como él. Ciertamente el estilo de Francisco, cercano, campechano, directo es muy atrayente. Ya dije en este blog que me recordaba a Juan XXIII. Benedicto XVI no era cercano, ni campechano, ni directo. ¡Además llevada zapatos rojos y, a veces usaba unas indumentarias (no sé ser más preciso) decimonónicas!. Pero la insistencia en los pobres de Francisco está en Benedicto XVI en “Deus caritas est”, en “Caritas in veritate” y en no pocos de sus discursos y alocuciones.

Los cardenales que ha escogido para ayudarle en la renovación de la curia, en lo que yo pueda entender, ofrece muchas esperanzas. Hay muchos nombres relevantes y de futuro para la Iglesia. Para la iglesia que algunos soñamos. Pero la mayoría ya tienen bastante con gobernar sus diócesis y nada sé de cómo van a trabajar, de aqui a octubre, y luego en Roma cuando se reunan.

Quedan algunas cuestiones relevantes sobre las que Francisco no ha dicho, todavía, nada. Obviamente aún lleva poco tiempo pero la lista es larga. He aquí unas pocas: la ordenación de las mujeres; el celibato de los curas; la moral sexual expresada en Humanae Vitae; el abordaje de la homosexualidad en la Iglesia; la forma de proceder de los nombramientos episcopales; el diálogo, en pie de igualdad, con las demás religiones (pienso en algunas, las serias, por decirlo brevemente); el diálogo con los científicos en temas relacionados con las células madre, por ejemplo; todo lo referente al inicio (aborto) y al final de la vida física (eutanasia y suicidio asistido); la libertad teológica en la Iglesia, etc., etc.
 
José Antonio Pagola, en su columna de hoy en “El Diario Vasco” escribe que “el papa Francisco es un regalo de Dios”. Quienes siguen este blog saben que esa es la opinión de mi amigo argentino cuando le escribí nada conocer la elección de Bergoglio, a quien conoce desde hace años. ¡Ojala tengan razón!

viernes, 3 de mayo de 2013

De Martini al Papa Francisco (desde el más allá)


Carta de Martini (desde el más allá) al papa Francisco
(Recibido el 3 de mayo de 2013)
 

(No he podido conocer la fuente ni el redactor de esta carta. Si algun lector lo supiera agradecería nos lo comunicara.
Se la he enviado a un amigo jesuita que me ha contestado lo siguiente. Tal vez idealiza un poco a los jesuitas. En realidad refleja nuestro modo de pensar aunque no lo digamos.”)

Papa Francisco, S. J.

El cardenal y arzobispo de Milan, Carlo Maria Martini, escribe desde el más allá al nuevo obispo de Roma, también jesuita como él

Caro mio figlio. Santidad. Querido Jorge. No sé cómo llamarte, hermano.

Creo que debería empezar por felicitarte, pero no estoy nada seguro de que sea eso lo que esperas de mí. Nuestros queridos hermanos cardenales te han echado encima la mala suerte de la que yo me libré por muy poco. Te han elegido Papa. Como tú me dijiste una vez, cuando en el último cónclave te confesé en voz baja que yo te estaba votando y estaba recomendando a otros que lo hicieran, "eso no se le hace a un amigo, che".

Te han hecho una faena, Jorge querido. No había más que ver la cara de pasmado con que saliste al balcón. Todo serio, escondido detrás de tus gafas, con los ojos muy abiertos, como si no entendieses qué hacía allí toda aquella gente mirándote y gritando y agitando banderas. Te quedaste callado escuchando a la banda de música, no sabías qué decir ni qué hacer. A tu derecha estaba Sandri, tu compatriota, un pájaro de cuidado, como tú sabes bien: habría dado media vida por estar en tu lugar. Y a tu izquierda tenías al bueno de Hummes, el franciscano brasileño que tanto te apoyó la otra vez y tanto lo ha vuelto a hacer ahora. Y tú allí en medio como un pasmarote. Ay, Jorge: qué difíciles son las cosas que parecen más fáciles.

Y lo primero que se te ocurrió fue hacer un chiste. Eso sí que no lo había visto yo nunca. Tu italiano es bueno: eres hijo de italianos, pero tienes un acento porteño tremendo. Y se te notó muchísimo lo argentinote que eres cuando dijiste que los cardenales querían dar un obispo a Roma... y habían ido a buscarlo casi a la otra punta del mundo.

Se rieron. Te aplaudieron. El cardenal Re, otro de los que hacen y deshacen, te miraba con una ternura tremenda. No era para menos, Jorge. Te empeñaste en salir al balcón vestido nada más que de blanco, sin la estola bordada, sin la muceta roja, con una sencilla cruz de palo y metal al pecho. Y como después del chiste, nervioso como te estabas poniendo, no se te ocurría gran cosa que decir, hiciste... pues lo que habría hecho yo, hijo mío: les pusiste a todos a rezar. Hala.

Padrenuestro, avemaría y gloria, todo seguido, por la figura de tu antecesor y antiguo rival, Ratzinger. Te ganaste a la gente, Jorge querido. ¿Y sabes por qué? Porque te comportaste como lo que eres: un hombre sencillo, cariñoso, de gran corazón, humilde... y jesuita.

Ahí está la clave de todo, querido amigo mío. Eres el primer papa latinoamericano. Muy bien, ya era hora. Eres el primero que se llama Francisco. Espléndido, porque estabas pensando, estoy seguro, en nuestro Francisco Javier, que se llamó así por el santo de Asís. Eres el primero que sale al balcón vestido nada más que de blanco, sin perifollos, y que no canta la bendición urbi et orbi con esa vocecita quebradiza que se nos pone a todos cuando estamos nerviosos: sólo la leíste. Pero sobre todo, Jorge, eres el primer papa jesuita. Pude serlo yo, es verdad, pero me libré por viejo, por enfermo... y porque conocía demasiado bien lo que me esperaba. Mejor que tú. Era preferible que el primer hijo de San Ignacio en vestirse de blanco fueses tú. Y lo has sido.

Nunca te gustó que te llamaran "eminencia". La verdad, a mí tampoco. Reclamaste siempre, y hasta exigiste, también como yo, el tratamiento que habría pedido cualquier jesuita: "padre Bergoglio", sin más. Eres humilde, siempre preferiste el metro o el autobús a los coches oficiales; y como más a gusto te sientes es con tu sotana y tu fajín negros. Pero, como buen jesuita, tienes un carácter tremendo cuando hace falta. Como buen jesuita, te sacan de tus casillas la injusticia, la estupidez, la mentira, la mediocridad moral intelectual, la traición, la corrupción, el doblez, la hipocresía y la cobardía. Eso lo da la Compañía, Jorge, tú lo sabes.

Tienes un gran sentido del humor y eres un pedazo de pan, pero cuando truenas lo mejor es apartarse. Te he oído decir –y me he sentido orgullosísimo– cosas terribles contra quienes maltratan a las mujeres, contra quienes desprecian a los diferentes, contra quienes utilizan a los niños como esclavos, contra quienes roban a los pobres para aumentar aún más su propia riqueza, contra quienes creen que toda la moralidad está en el sexo, contra los políticos corruptos, contra los ladrones y los dictadores y los vendepatrias. Ahí, padre Bergoglio (debo acostumbrarme a llamarte ya "padre Francisco"), has sido siempre una fiera.

Ten cuidado, mi querido santo padre. Ten mucho cuidado. Ahora mismo estás aún arropado por los que te han elegido: los brasileños, los americanos, los africanos, sin duda muchos europeos. Pero todos se irán a sus países un día de estos y te dejarán solo... con quienes no te han votado ni te votarían jamás. Con la Curia.

Eres jesuita, padre Francisco. Tú sabes el daño que el papa polaco hizo a nuestra Compañía. Tú sabes que no nos podía ni ver, porque nosotros éramos (y somos) la vanguardia pensante, los intelectuales que sabían meter los pies en el barro, los doctores universitarios que se iban de misioneros a lo más profundo de la miseria humana para limpiar culos de niños y curar enfermos de malaria y enseñar a leer y a cultivar y a pensar. Y nos comprometimos con los pobres, con los desesperados, con los esclavizados, con los enfermos, con los parias de la tierra. Sí, Jorge, padre Francisco, se dice así: con los parias de la tierra, famélica legión.

No nos dio miedo el mundo. Nunca. Trabajamos con todas nuestras fuerzas en los puestos más duros y humildes sin dejar de pensar, de estudiar, de argumentar, de pelear contra la injusticia. Los jesuitas empujamos la Iglesia hacia el siglo XXI, soplamos con todas nuestras fuerzas las velas del Concilio Vaticano II. Y eso nos pasó factura, padre Francisco, cuando el papa polaco decidió confiar en quienes obedecían sin pensar, o mandaban sin obedecer, o se sentían aristócratas de la fe. De una fe que entendían como un amurallamiento en la liturgia y en la intransigencia dogmática. De un Dios que castigaba, no que abrazaba o comprendía. De una Iglesia que les interesaba como estructura de poder, no como medio de ayuda para mejorar el mundo. De una Iglesia de poder y de dinero, Jorge. Algo que tú y yo, que somos jesuitas, no hemos comprendido ni compartido jamás.

El papa polaco nos hizo todo el daño que pudo, Dios le perdone. Obligó a dimitir a nuestro padre Arrupe, que ya estaba muy enfermo. Nos puso "comisarios políticos" para tenernos bien sujetos. Humilló a nuestro gran Kolvenbach. Alguna vez me dijeron que estaba pensando en disolvernos, como en el siglo XVIII: lo creí. Nos identificó con el marxismo, que era lo que él más temía y odiaba en este mundo. Y nosotros, que tenemos –bien lo sabes– un voto especial de obediencia al Papa, no nos quejamos nunca: callamos y cumplimos órdenes, como siempre.

Y ahora, treinta y cinco años después de la elección deWojtyla, del triunfo de los integristas, del predominio de grupos eclesiales que tienen todas las características de las sectas más peligrosas, los cardenales te eligen a ti, precisamente a ti, padre Francisco, un jesuita, como nuevo Papa. Los gritos y los denuestos que tienen que estarse oyendo, ahora mismo, en algunos caminos kerigmáticos, en ciertas obras de Dios y en lo que queda de algunas legiones deben de ser tremendos. No sé si te van a hacer la vida imposible, padre Francisco, pero ten por seguro que lo van a intentar. Porque saben que no te vas a doblegar, que no te pueden comprar, que contigo difícilmente servirán de nada sus chantajes, sus amenazas o sus conspiraciones: eres jesuita. Pero también saben que vas a estar solo. O casi solo. Contra todos ellos, que tienen el nido hecho en Roma y no piensan abandonarlo.

Ten cuidado, santo padre, hijo mío. Ten mucho cuidado. Sé prudente. Llama contigo a aquellos en quienes confíes. Vete reemplazando a quienes tú sabes, pero poco a poco. Como se dijo siempre en la Compañía: sin prisas pero sin pausas. Ya no eres un jovencito: ten muy claro hacia dónde quieres ir y camina siempre firme, pero asegúrate de que el suelo no se va a hundir bajo esos zapatos rojos que te van a sugerir, seguro, más de un chiste de los tuyos. Trabaja mucho, padre Francisco, y que no te ocurra lo que acabó por ocurrirme a mí: nunca, nunca, nunca te desanimes.

Porque puede que el presente, y desde luego el pasado reciente, sea de quienes pretenden que nada cambie para que ellos sigan disfrutando del poder. Pero el futuro, padre Francisco, es de quienes se ponen del lado de los pobres, de los que sufren, de los que padecen todas las injusticias. El futuro es de quienes alientan y cuidan la esperanza. Y ahora mismo, jesuita Francisco, la esperanza eres tú para cientos de millones de seres humanos.

Dios te bendiga. Y San Ignacio. Yo también lo hago, con todo mi corazón.

Carlo Maria Martini, S.J.

Cardenal de la Iglesia católica y arzobispo de Milán. 1927-2012.