miércoles, 31 de julio de 2013

¿Quién es más sabia, la naturaleza o la cultura?


¿Quién es más sabia, la naturaleza o la cultura?

Le en DV, formato papel, del día de hoy 31 de Julio, una entrevista (una más) sobre los temas de obesidad a Sara Maldonado profesora de CC. de la Actividad Física y del Deporte de la UPV. Para lo que oye, ve y lee uno por ahí me alegra manifestar que es una entrevista ecuánime y respetuosa con los gordos. Pero hay un par de ideas de la Dra. que quiero glosar.

Al explicar la extensión de la obesidad señala que “lo que pasa es que el estilo de vida que llevaba el homo sapiens en la era del neolítico no se corresponde para nada con la forma de vida que tenemos en la actualidad. Nuestro sistema, nuestro cuerpo, nuestro metabolismo están preparados para hacer esa actividades físicas que se hacían en la era del neardental”.

Respondiendo más adelante a la pregunta de si estamos encaminados hacia una “sociedad de gordos”, responde así: “nuestro cuerpo está diseñado para reservar grasas (…) porque el hombre del neolítico un día tenía comida pero al siguiente, no. Tenía que guardar para mañana lo que había comido hoy, porque igual no tenía nada que llevarse a la boca. Nuestro problema es que abrimos el frigorífico y siempre tenemos algo que comer. De esa manera, acumulamos grasas en nuestro cuerpo. Tenemos que romper ese proceso de acumulación con el ejercicio físico”.

Dos reflexiones:

-        Aunque entiendo el sentido de la expresión de la Dra. Maldonado, yo no diría que tener un frigorífico sea un problema. El problema sería, en todo caso, tenerlo vacío por la crisis.

-        La cultura ha evolucionado más y mejor que la natura. Nuestros ancestros del neolítico se morían mucho antes que nosotros, y tenían una vida mucho peor y más desigual que la nuestra, pese a hacer mucho ejercicio. En realidad estaban obligados a ello para subsistir. En otras palabras, la evolución del cuerpo apenas se ha movido mientras que la cultura, el espíritu, la capacidad de trabajo y de creación del género humano ha evolucionado, a mejor, de forma innegable. En todo el planeta aunque no en todas partes con la misma rapidez y equidad. El cuerpo, la natura, va por detrás de la cultura. Y no le va mal en absoluto a la raza humana. Eso si, si dedica el día a escuchar a Bach y Mozart sin su ración de ejercicio físico, su cuerpo de neardental se resiente y se hace fofo

Una pregunta retórica final: qué es más sabia ¿la natura o la cultura?. Si responde que la natura, por favor, elimine los frigoríficos (entre otras cosas) de su vida. Si responde que la cultura, ya sabe lo que queda: domesticar la natura pues dejada a ella sola no entiende de leyes humanas. Menos aún de ética.

¡Cuánta bobaliconería, cuanta simpleza intelectual con la naturaleza!. El género humano es capaz de lo peor, como la naturaleza, (piensen en los terremotos por ejemplo) y también de lo mejor. La raza humana es capaz de rectificar, de aprender, de mejorar. La naturaleza no.

domingo, 28 de julio de 2013

Cuando Tchaikovsky se topa con los jóvenes


Cuando Tchaikovsky se topa con los jóvenes

(Una versión algo reducida de este texto se publicó en "El Diario Vasco" el sábado 27 de Julio bajo el título de ¡ Qué gozada de concierto!. Solamente accesible previo pago a Vocento)

A poco se me pasa. Gracias a que mi mujer (estaba fuera) me llamó para recordarme que esa noche tenía un concierto en el Victoria Eugenia. Fue este martes pasado. Lloviznaba y, aun viviendo a dos pasos, me costó coger la gabardina y salir a la calle. Sentía como la obligación de ir al concierto. Hay que ayudar a los jóvenes que no tienen muy fácil en estos tiempos. Tanto que tienen que ir a ensayar a Eibar con la de salas de música mal aprovechadas que tenemos en Donosti. Habrán adivinado que estoy escribiendo del concierto de la “Joven Orquesta de Euskal Herria / Euskal Herriko Gazte Orkestra” (E.G.O.)  

Al acercarme al Victoria Eugenia me sorprendió el gentío que se agolpaba a la entrada. Me trajo a la memoria las esperas frente a los templos musicales europeos con motivo de grandes conciertos. Sí, claro, había muchos familiares de los músicos de la orquesta, muchos jóvenes y, también, no pocos melómanos de todas las edades, entre los que me cuento.

Ya habló María José Cano en su recensión del concierto del entusiasmo de los músicos. "Emece", con quien conversé al final, me decía lo mismo: no solamente tocan con entusiasmo es que nos lo transmiten. Lo que hace que el disfrute aun sea mayor. De cuantos conciertos de campanillas, con una Filarmónica de Viena o de Berlín, por ejemplo, con directores que cobran fortunas por actuación, no habré salido frío como un témpano mirando el reloj para ver cuando acabada semejante tormento.

Pero lo que mostró la EGO fue más que entusiasmo. Fue música, hicieron música. No una mera, aunque buena, concatenación de acordes – que la hubo-, entre ellos con su director Juan José Ocón. Se notaba en la seguridad en las entradas, la rotundidad en los tutti y, sobretodo, cómo se escuchaban los músicos, entre sí. Cuando una chica clarinetista aborda, con serena pasión, el tema inicial de la quinta de Tchaikovsky, y te sientes ya vibrar, los chelistas y violas la apoyan, balanceando todo su cuerpo, abrazando sus instrumentos; cuando la trompa (un chico esta vez) inicia, con seguridad y comedimiento expresivo, la difícil y sofocante belleza del segundo movimiento, veo a otra chica que, mirándole de reojo, le tutea con su clarinete, da entrada a la madera y Ocón lo hace con la cuerda, eso, ¡eso es música!.

Me viene a la memoria lo que en más de una ocasión ha afirmado Alfonso Aijon, Alma Mater de Ibermúsica y que ha escuchado a las mejores orquestas del mundo: las compuestas por jóvenes, si el director las dirige, ofrecen la mejor música. Alfonso adora la “Gustav Mahler Jugendorchester” y con los grandes directores. ¡Qué conciertos no he escuchado con ellos!. Una séptima de Mahler, por ejemplo, en los Prom´s londinenses, hace dos o tres años, un lugar donde se aplaude cuando se quiere, con un Ingo Metzmacher a la batuta que los electrizó.  

Volviendo al concierto de E.G. O la pantomima final en base a la célula central del primer tema del cuarto movimiento fue un colofón que ya quisiéramos en otros conciertos de campanillas. Mi última 5ª de Tchaikovski en directo fue con Gergiev y su orquesta Mariinski en Vitoria, hace pocos meses, en un teatro con plazas libres. ¡País!. No voy a hacer comparaciones musicales, obviamente, pero si quiero decir que el martes con la EGO disfruté más, mucho más. Musicalmente hablando. Gracias, chavales. Espero que la administración y los melómanos no os olvidemos.

viernes, 26 de julio de 2013

¿Está España anestesiada? .Payne así lo piensa.


¿Está España anestesiada? .Payne así lo piensa.

 
Haciendo zapping en la red encuentro una entrevista en “lainformacióm.com” del 20 de julio pasado con el hispanista Stanley Payne de quién últimamente he leído criticas (en el mundo “progre”) que, como me pasaba cuando a un libro lo condenada la Iglesia, me azuzaba la curiosidad. Y no siempre salía defraudado. Ahora tampoco a tenor de lo que leo la entrevista de la que aquí solo traslado un resumen.

Payne resalta la dimensión valorativa y actitudinal de los españoles. Le dirán, con razón, que hay también dimensiones estructurales socio - económicas que no se pueden obviar. Pero Payne respondería, y yo también, que las referidas a los sistemas de valores tampoco se pueden obviar. Y que no son reductibles, ni suficientemente explicables, por las solas dimensiones socio- económicas. Ustedes dirán. (JE)

Xxxx

Pregunta: La gente se pregunta por qué no estalla una revolución social, como pasó en nuestro país a principios del siglo XX.

Responde Payne: Porque la sociedad española está anestesiada por anti-valores que desmovilizan a la gente: la telebasura, los deportes, el hedonismo, el consumismo... Con una ciudadanía absorbida por estas realidades resulta muy complicado que surja una movilización para mejorar las estructuras políticas. El horizonte vital de la mayor parte de la gente consiste en disfrutar de la mejor forma posible. El español medio se ha convertido en un ser anestesiado y con pocas ambiciones trascendentales.

Parece que la diferencia entre izquierda y derecha se ha difuminado. Es una crítica que hacen a PP y PSOE.

Es misma crítica se escuchaba también en la época de la Restauración borbónica, referida al Partido Conservador y al Partido Liberal. El PP y el PSOE se diferencian por el papel que cada uno atribuye al Estado en la economía. El PP quiere que intervenga poco y el PSOE lo contrario. El problema de estos años de crisis es que ni uno ni otro tienen margen de maniobra para cambiar la política económica. Como el PSOE necesita diferenciarse del PP (y no puede hacerlo por la parte económica) se ha volcado de lleno sobre la revolución cultural.

¿A qué revolución cultural se refiere?

A cosas como la ideología de género, el ecologismo, el lobby gay, la hostilidad contra la Iglesia... es decir: en todo lo que sea incidir en un estilo de vida alternativo al tradicional y cosas así...España se ha convertido en un país de clase postmodernista. Los radicalismos políticos casi se han extinguido totalmente. Han sido sustituidos por expresiones de la revolución cultural, pero sin capacidad de movilizar a las masas.

Esto me recuerda a lo que decía un político socialista con cierta sorna: “Debemos darle caña a la Iglesia porque es lo único que nos queda de rojos”.
Efectivamente, la expresión del nuevo radicalismo occidental es de tipo cultural. Al contrario de los antiguos revolucionarios políticos, estos nuevos revolucionarios culturales no pretenden cambiar las estructuras políticas, sino la identidad individual.

xxxxx
Esta es la referencia de la entrevista (http://noticias.lainformacion.com/espana/stanley-payne-el-espanol-medio-se-ha-convertido-en-un-ser-anestesiado-y-con-pocas-ambiciones-trascendentales_TMhrGC9Hh8HrcInBwJZNv/)

martes, 23 de julio de 2013

Ni verdad absoluta, ni libertad total


Ni verdad absoluta, ni libertad total


Nunca dejará de hacernos pensar Rüdiger Safranski. Recientemente, frente al principio de que “la verdad os hará libres”, en un libro de 1990 - recién traducido con el sugerente título de “¿Cuánta verdad necesita el hombre?” (Tusquets, 2013, página 207)- propone mas bien la máxima de que “la libertad nos hará verdaderos”. La verdad no sería una cualidad de la realidad, como algo que está escondido, cual Santo Grial que debemos encontrar y, en su caso, defender, sino algo que debemos inventar, dice Safranski. La verdad no está fuera de nosotros pero tenemos miedo (miedo a la libertad, decía Fromm en otro contexto) a enfrentarnos con nuestra yoidad, nuestra psique. “Tenemos miedo, continúa Safranski, a caer en el pozo sin fondo de la imaginación subjetiva, reflejarnos en nosotros mismos, sin una orientación segura, sin el apoyo de una verdad sustancial” (p.204). No otra cosa ha venido repitiendo machaconamente Benedicto XVI con su idea de la dictadura del relativismo (La encíclica “Lumen fidei”, firmada por el papa Francisco pero escrita de punta a cabo por Ratzinger, matiza no poco esa idea, pero no quiero entrar aquí en ese tema). No otra cosa acaban defendiendo, también, los iusnaturalistas frente al imperio de la sola ley positiva.

El problema de este planteamiento radica en que, cuando en un momento histórico, un individuo o una sociedad, toma conciencia de haber alcanzado “la” verdad e intenta implantarla (si fuera preciso violentamente, pues “el error no tiene derechos”, se dirá) subviene, y cito de nuevo a Safranki, (p. 211), “un drama aterrador: la verdad como siempre que toma el poder, se torna amenazante”. El siglo XX con la verdad de los totalitarismos nazi y comunista (y entre nosotros los vascos con la verdad etarra) son buena prueba de ello.

Personalmente vengo sosteniendo que la verdad la vamos construyendo día a día. Está en el interior de la persona humana, de las personas humanas y la vamos construyendo con nuestra libertad, una libertad que, ella también, es una conquista cotidiana, conquista frente al miedo a si mismo, a encontrase solo con su realidad - que llegado a un punto quiere no conocer, de ahí el miedo a la libertad y el miedo a la verdad-; conquista frente al miedo al otro, tanto mayor cuanto más desconocido nos sea, o más poder sobre nosotros tenga. De ahí la extrema importancia de la tolerancia activa.

Esa es la condición humana: un desafío constante a más libertad y más verdad. Que debemos luchar para que nunca más, nadie, pretenda poseerlas, la libertad y la verdad, en su totalidad, entre sus manos.

martes, 16 de julio de 2013

“Transparencia, espectáculo y morbo”


“Transparencia, espectáculo y morbo”

 
Que en el mismo momento que Barcenas declaraba ante el juez Ruz hubiera alguien (necesariamente presente en la sala) que lo estuviera transmitiendo, vía Twitter, indica que la privacidad ha muerto. No en nombre de la transparencia sino del morbo, del espectáculo o vaya Usted a saber en busca de que objetivos, públicamente inconfesables. Espero, con escéptica curiosidad, si toda la maquinaria judicial es capaz de dar con la persona que realizaba esas trasmisiones y que decisión adoptará el juez Ruz, o quien corresponda, al respecto.

Hoy mismo leo que el Papa Francisco llamó por teléfono el día pasado a un amigo argentino. Pues su conversación estaba pinchada y han salido detalles en la prensa. Por ejemplo que refiriéndose al papa Benedicto le llama “el viejo” lo que, como se sabe, en Argentina tiene una connotación (cariñosa) diferente que tiene en España. No sé si le pinchó la CIA, la actual KGB o el “susum corda”. No lo sé ni me interesa pues ya sabemos que todo el mundo espía a todo el mundo. ¡Bueno!, todo el mundo que tiene capacidad para espiar.

Me tranquiliza, personalmente, saber que no soy tan relevante como Barcenas o el papa Francisco y aunque, como todo el mundo, estaré pinchado, no perderán el tiempo mirando con quién hablo, con quién mantengo correos electrónicos o qué páginas de Internet consulto. Además creo que el tema de la privacidad no tiene solución, a poco importante que seas. De ahí también la nefasta costumbre de dar su opinión en los medios de comunicación, de forma anónima. En nombre de la participación ciudadana, pretenden algunos.

Mi mayor preocupación estriba en que este proceder se entienda como transparencia informativa y que los medios de comunicación se vean, prácticamente, obligados a publicarlos (si quieren sobrevivir) con lo que “los importantes” jugarán al escondite o hablarán en medias palabras o tapándose la boca como los entrenadores de futbol (importantes) en los banquillos. En otras palabras, reina la desconfianza social, a poco importante que seas, sea por tu responsabilidad, sea por tu fama. Pero este clima de desconfianza, cual mancha de aceite, no se limita a esas personas sino que se extiende cada vez más en la sociedad. Y una sociedad que desconfía es una sociedad poco cohesionada. De ahí también que crezca la demanda de seguridad y que entre los  agentes sociales más valorados estén las policías y las Fuerzas Armadas.

Orwell tenía razón. Se equivocó en apenas una década.   

lunes, 15 de julio de 2013

La juventud quiere sonreír


La juventud quiere sonreír

(Por una economía del bienestar, más allá del crecimiento).


Hace unos meses la responsable de opinión de la revista “El Ciervo”, revista que, aunque muy minoritaria, acaba de cumplir los sesenta años de presencia pública, preguntaba cual era al juicio de algunos que escribimos en ese medio, el principal problema en el que estábamos embarcados en Occidente. Nos pedía que escogieramos uno, solamente uno. Me hizo pensar y concluí que era el "consumerismo" (Un buen amigo me dice que utilizo mal el termino consumerismo y que debo escribir consumismo. El consumerismo es lo contrario de lo que yo doy a entender. Puede considerarse como "la dimensión pública de la relación que mantiene la ciudadanía en la defensa de sus derechos como consumidor" me refiere mi amigo José Mari, a quien agradezco su rectificación al par que ofrezco mis excusas a los lectores del blog).

 (Los textos de los invitados a la reflexión puede leerse en el número de “El Ciervo” de mayo de este año 2013)  

Limitándome a la Unión Europea, escribía yo, no sé si es “la” gran cuestión para nuestro tiempo. De hecho, salvo minorías, entre las que hay algunas muy meritorias, no conforma un tema central en la reflexión pública y publicada en los grandes medios de comunicación europeos. La formularia así: de verdad ¿se precisa un aumento, una aceleración, del consumo, no solamente para salir de esta crisis sino proyectándonos para un futuro próximo?. Desde mi incompetencia en temas economíco- financieros (que no me importa reconocer sin vergüenza alguna, pues los pretendidos entendidos no dan una) veo la lógica que subyace en la inquietud por la ausencia o descenso del consumo. Si no se consume, no se compra; si no se compra, no se vende; si no se vende, no se fabrica; y si no se fabrica, no hay trabajo. Ergo, “necesitamos relanzar el consumo”.

El problema, a mi juicio obviamente, radica en que gran parte las personas de la clase media acomodada que teniendo ya más de lo necesario para bien vivir, (la sociedad opulenta de Galbraith) han pasado de la demanda de “nivel de vida” al de la “calidad de vida”. Y han (hemos) llegado a la conclusión que no necesitamos consumir más de lo que ya consumimos para mantener el nivel de vida que ya tenemos. Mas aún, algunos hemos llegado a la convicción profunda de que consumir algunos de los nuevos productos que nos ofrecen es reducir nuestra calidad de vida. Por ejemplo, con algunos artilugios de las nuevas tecnologías. Es lo que observo a mí alrededor en bastantes personas, y no solamente de edad avanzada como yo, sino también en jóvenes doctores, tanto en ciencias humanas como experimentales. Temo, en consecuencia, concluía mi reflexión en “El Ciervo”, escribiendo que la burbuja inmobiliaria de los primeros años del siglo XXI sea una nadería comparada con la burbuja consumerista del momento actual, cuando estalle.

He aquí que el suplemento de Le Monde (07/07/13) publica la reflexión de Hugo de Gentille estudiante de un centro de emprendedores de Lyon (EMLyon). Participó con otros cien estudiantes, en edades comprendidas entre los 18 y los 28 años, seleccionados por un Circulo de Economía francés, en un Encuentro para responder, en 15.000 caracteres máximo, a esta pregunta: “Inventar 2020; la palabra a los estudiantes”. De Gentille comienza así: "En qué mundo quisiéramos vivir en 2020 ?. Sin la menor duda todos diríamos: en un mundo más comprensible, menos cerrado, más sonriente. Sí, más sonriente. Somos unánimes: el comandante del barco ha perdido la finalidad de nuestro viaje. ¿El crecimiento?. No, en absoluto sino el bienestar (le bonheur). ¿Quién manda en el barco?. ¿Quién lleva las riendas?. No tenemos ni idea.(….). Pero no comprendemos la finalidad del trabajo que se nos propone.

"En nuestra sociedad hemos intentado maximizar el bienestar individual y el colectivo y hemos llegado a un sistema de producción, de consumo y de relaciones que entendemos como el menos malo de todos: el capitalismo. Además financiero. Sin embargo, si la búsqueda del bienestar nos ha conducido a preferir ese sistema de económico, en ningún caso su consecuencia directa (la búsqueda del crecimiento) engloba, en su totalidad, su causa primera (la búsqueda del bienestar). En consecuencia, racionalmente, sería un error confundirlos: no hay reciprocidad en esta relación de causalidad, aunque la mejora de nuestras condiciones de vida, durante mucho tiempo, ha ido de consuno con el crecimiento económico. De ahí la amalgama actualmente imperante. Sin embargo, en la actualidad, hemos entrado en una fase invertida, consecuencia de un reequilibrio progresivo de las relaciones de fuerza neoeconómicas, en cuyo interior batirse por unas décimas de crecimiento puede engendrar una pérdida significativa del bienestar social. No somos tan solo “Homo economicus”.

 

"¿Buscar el crecimiento? Sí, y solamente sí, si tiene un impacto positivo sobre nuestra calidad de vida. No queremos perder de vista lo que realmente nos hace más felices o, por el contrario, desgraciados. El hecho de que no sea fácil medir cuantitativamente nuestro nivel de felicidad no nos sirve como excusa para situarla por delante del crecimiento económico.

En otras palabras, pensamos que las actuales prioridades están mal jerarquizadas. Somos conscientes de haber alcanzado la cumbre de la pirámide de Maslow. Pero estamos cansados de dar vueltas en la cúspide de la pirámide. Estamos encerrados en ella, bloqueados. Al menor patinazo nos imaginamos caer rodando todos los escalones al mismo tiempo. Empleo, dinero, coche, domicilio, hasta la familia a veces. La exclusión acecha. En consecuencia nos sentimos condenados a vivir a toda velocidad contra nuestro deseo. Sentimos el viento del cañonazo y comprendemos que, en nuestra sociedad, no hay medias medidas y que hay que correr con todas nuestras fuerzas.

Sí, los elementos de los escalones inferiores (de la pirámide de Mawlow) caen en ruina (alojamiento, salud, seguridad…). La situación nos parece absurda. Estamos desconcertados cuando nos encontramos con jóvenes sonrientes que provienen de países en desarrollo como nunca nosotros hemos sonreído en nuestra vida. Aún a riesgo de parecer primarios, nosotros los "djeuns" (expresión que designaría a los jóvenes de hoy que tienen las tecnologías más novedosas pero que viven instalados en la precariedad) queremos sonreír. Nosotros, ¡queremos ser felices!. ¡Queremos una economía del bienestar y no solamente una economía del crecimiento!. Queremos un modelo duradero para sentirnos en seguridad.

La idea de la confusión existente en nuestra sociedad entre crecimiento y bienestar está fuertemente anclada en el inconsciente de la juventud francesa. Pero no comprendemos la finalidad del trabajo que se nos propone. Desde nuestro punto de vista todo esto es irracional: el trabajo para el crecimiento, el crecimiento al infinito, la competitividad con los ojos cerrados. ¡No !. ¡Crecimiento y bienestar, definitivamente, no son sinónimos !.

Soñamos con escapar de todo esto pues nos sentimos todo menos libres. En Bengladesh en Gabón no encontraremos el confort al que estamos habituados, pero trabajar en una ONG y ver sus sonrisas reconforta tanto nuestro corazón que abandonamos voluntariamente todos nuestros bienes materiales.

Tres propuestas para comenzar:

1ª Propuesta: crear un estatus legal de empresa conforme a la definición ofrecida por el premio Nobel M. Yunus de “social business” de tipo I: “Una empresa rentable, que no distribuya dividendos y cuyo objetivo sea social, ético y medioambiental”. Esto ya se hace en los EEUU.  

2ª Propuesta: crear una Bolsa de “social business”, gestionada públicamente, a fin de ofrecer dar la necesaria visibilidad a esas empresas y facilitarlas el acceso a los fondos.

 3ª Propuesta: lanzar, en complemento a las dos propuestas anteriores, "social impact bonds", instrumentos financieros de una remarcable inteligencia, que presentaría ventajas, no solamente para el Estado: la iniciativa privada se involucraría en los problemas sociales, éticos y medioambientales, y sería recompensada financieramente si su gestión fuera exitosa.

En consecuencia, las empresas del “social Business, en teoría deberían, a largo plazo, suplantar las empresas clásicas pues, aun desarrollándose más lentamente, reinvertirían la totalidad de su ganancias, sea en la mejora de calidad del producto o del servicio, sea en la disminución del precio del precio propuesto a sus clientes. Los accionistas, vigilarían que la empresa estuviera correctamente gestionada”

Hasta aquí una largo resumen de las ideas principales de Hugo Gentille que pueden encontrarse, en su totalidad, en Le Monde del 7 de julio pasado.

Comentado este jueves pasado, 11 de julio, este texto en Madrid en un grupo de “expertos” del “Centro Reina Sofía de estudio de la adolescencia y juventud”, me decían que “el texto era muy bonito pero, en España con tantos jóvenes en paro, ¿cuántos estarían de acuerdo con Hugo de Gentille?”. Pues no lo sé pero estoy absolutamente seguro que más de uno en nuestras universidades lo estaría. Conozco a más de uno y dos. Habría que darles, en mayor grado, la palabra, como lo ha hecho el Círculo francés de empresarios. Creo que nos llevaríamos una agradable (y desafiante) sorpresa.

domingo, 7 de julio de 2013

“Nosotros” y los “otros”


“Nosotros” y los “otros”

 (Con este título, publiqué en El Diario Vasco, un texto más reducido el sábado 6 de Julio pasado. Accesible previo pago)

Un buen amigo me envía sus reflexiones tras leer mi artículo del domingo 30 de Junio  publicado en  “El Correo” y en “El Diario Vasco” (solo accesible mediante pago), “El plan imposible”, referido al Plan de Paz y Convivencia del Gobierno Vasco. Me dice que una memoria única no es posible ni es humano pretenderlo. No responde a la condición humana, tal y como es, quiere decir. Por otra parte, continúa, avanzar hacia una memoria compartida en su pluralidad (que era la opción que defendía en mi artículo) no es fácil en el momento actual. Y añadía, “hay demasiadas fracturas encima de la mesa, pero, sobre todo, la sangre de las heridas infligidas por tanto asesinato y tanto sinsentido está manando a borbotones. Tengo serias razones experienciales para creer que la herida tarda en cicatrizar (sin olvidar que la cicatriz es de carácter permanente y nos devuelve al recuerdo de la herida) no menos de tres generaciones, contada la que la padeció directamente”.

Ante mi (relativa) sorpresa, mi amigo me refiere el hecho de que aún no sabe donde está enterrado su propio abuelo y que esa cuestión está todavía muy viva en su familia. De ahí, las tres generaciones.

Le avanzo, con la mayor de las delicadezas de la que soy capaz que, así y todo, creo que es muy conveniente, si no necesario, que familiares de victimarios y de victimas, así como personas de las familias políticamente opuestas, con experiencias de víctimas en su seno, se escuchen de vez en cuando si no queremos reproducir en Euskadi las mismas secuelas que en la guerra civil española, aunque, lo repito por enésima vez, lo que hemos vivido en los tiempos de los atentados de ETA no es equiparable a una guerra civil.

La cuestión es cómo avanzar en una situación "imposible". Mi amigo escribe: Necesitaremos mucha generosidad, mucha piedad, mucha empatía, mucha pedagogía, mucha paciencia y una gran determinación siempre teniendo en cuenta la "oración de la serenidad", formulada por escrito por el teólogo americano Reinold Niebuhr en 1943, aunque partes de la misma pertenecen al secular tronco de la sabiduría de las distintas culturas y tradiciones:

"Señor, concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, coraje para cambiar las que puedo cambiar, y sabiduría para distinguir las unas de las otras.".

Es evidente que no podremos volver a ver a al ser querido que nos han arrebatado. El riesgo esta en olvidarlo. Como evidente es la dificultad de tener el coraje para cambiar el dolor, la rabia e incluso el odio hacia sus victimarios. Aquí el riesgo está en encerrarse en su dolor sin tratar de superarlo, siendo víctimas por partida doble. Como no menos evidente resulta saber, en cada momento histórico, qué es posible cambiar y qué no lo es. Y aquí se impone el esfuerzo colectivo de remar al menos con un objetivo común: mejorar la convivencia entre diferentes y con historias diferentes.

De ahí que en medio de tanta incertidumbre hay una cuestión básica de cuya respuesta dependerá nuestro futuro, tanto personal como colectivo. Aun consciente de que me tildarán de equidistante la formularía así: ¿Nos enrocaremos entre los “nuestros” alimentándonos, exclusivamente, con “nuestros” relatos, o seremos capaces de, al menos, escuchar los relatos de los “otros” sin negarlos de entrada, por entender que, en los “otros”, únicamente residiría el mal absoluto?.

Volveré, una y mil veces, a esta cuestión.