viernes, 10 de abril de 2015

¿Derecho a decidir su muerte?


¿Derecho a decidir su muerte?
 

Javier Gafo, un jesuita adelantado a su tiempo, fue reconocido hace 25 años como un pionero en las cuestiones de bioética. Escribió el año 1990 un libro, editado por Caritas, titulado “La eutanasia: el derecho a una muerte humana”, que ya no encuentro en mi biblioteca. No puedo citarle pero tengo muy presente en la memoria una conversación con él, poco antes de su fallecimiento (murió el año 2001). Veníamos los dos en mi coche de Bilbao a Donosti. Hablamos de la eutanasia, de la muerte digna, de la diferencia entre la eutanasia pasiva y activa, de los cuidados paliativos etc., etc. En un momento del viaje – lo tengo vivo en la retina, estaba pagando el peaje en la autopista en Zarautz - a una cuestión mía, cuyo detalle no recuerdo, me dijo que, en determinados casos terminales, lo único que diferencia la eutanasia activa de la pasiva estaba en la voluntad del médico o del familiar al facilitarle una medicina: si aliviar el dolor y el sufrimiento del paciente o si darle la muerte, precisamente para aliviar su dolor, y el de los familiares que le rodeaban. Era una cuestión de intencionalidad propia a la persona, ante un mismo acto. Por ejemplo darle una medicina aun sabiendo que ello puede acortarle sustancialmente la vida. La idea me impactó. Como me impactó años después escuchar en Deusto Forum a Diego Gracia, Catedrático de Historia de la Medicina, bioético de gran prestigio y propulsor de la filosofía zubiriana, entre otras cosas, sostener en el turno de preguntas que, a veces, era difícil diferenciar los cuidados paliativos de la eutanasia pasiva. Sostenía incluso que, en medicina, la palabra eutanasia dejaría de utilizarse en el futuro o quedaría como una cuestión residual para casos excepcionales: personas que viven en coma varios meses o años.

En Francia llevan tratando este tema varios años. Tras dos días de debates, el martes 10 y el miércoles 11 de marzo, la propuesta de ley sobre el final de la vida se adoptó el martes 17 del mismo mes de marzo por la Asamblea Nacional por 436 votos a favor, 34 en contra y 83 abstenciones. (La Ley debe pasar por el Senado, lo que no será sino un mero trámite). Una mayoría tan aplastante se explica, precisamente, por los años de reflexión pública del tema y porque las cabezas redactoras del texto eran los diputados Alain Claeys (Partido Socialista) et Jean Leonetti (UMP, de centro derecha), redactor, este último, el año 2005 de la ley que lleva su nombre y, en gran medida, base sustancial de los debates posteriores, la última ley incluida. La ley adoptada no autoriza ni la eutanasia ni el suicidio asistido, pero instaura dos derechos de gran calado. Por un lado, el derecho a una sedación “profunda y continuada”, que puede llevar a la muerte a los enfermos en situación médica terminal y, por otra parte, hace más obligatorias, mucho mas difíciles de obviar, por los médicos y por el sistema sanitario en general, lo que denominan como “directivas anticipadas” de una persona cuando aún está en posesión de su capacidad de decidir.

Han sido precisamente las dos novedades de la ley, las que explican las abstenciones y las posturas contrarias a la ley mayoritariamente adoptada. Me refiero a la sedación profunda y continuada, y a la casi total obligatoriedad (“salvo en caso de urgencia vital durante el tiempo necesario para una evaluación completa de la situación”, dice la ley) a respetar las voluntades anticipadas de las personas en cuanto al final de su vida (en un documento oficial estandardizado, como ya se hace entre nosotros, pero sin que tenga, aquí, la fuerza conminatoria de la ley francesa),

Algunos ecologistas y parlamentarios de izquierdas defendían y proponían una ayuda activa medicalizada a morir, lo que ya estaba en el programa electoral de Francois Hollande, y que ha aprobado el 6 de febrero pasado el Tribunal Supremo (no el Parlamento) canadiense. Los defensores del suicidio asistido lo hacen, entre otras, por estas dos razones mayores. La primera, de enorme calado ético, viene a decir que, al menos en determinadas circunstancias, en las que no puedo entrar por problemas de espacio (los sociólogos recordarán las tres modalidades de suicidio de Durkheim), la persona humana tiene derecho a escoger, no solamente una muerte digna, sino incluso, el momento de su muerte. El segundo argumento, viene a decir que no tenemos evidencia científica de que una persona en estado de sedación profunda no sufra, y si sufre, cual sea la magnitud de su sufrimiento pues la sedación prolongada conduce a una deshidratación. Leonetti contra - argumentaba a este razonamiento preguntándose “si alguien tras una anestesia general recordaba haber pasado hambre o sed”.

Por otra parte, el argumento mayor que todos estos años se ha argüido para no admitir el suicidio asistido por un médico, reside en el principio básico de que el médico está para curar, aliviar el dolor pero nunca para llevar a cabo, lo que se esgrime como “un acto de muerte” un acto cuyo objetivo, voluntariamente aceptado, conlleve a la muerte. Es lo que rechazaba expresamente la ley Leonetti de 2005: “Nadie podrá jamás justificar el derecho de matar (donner la mort) a un hombre”. Esta afirmación es recordada en un artículo, firme y ponderado a la vez, firmado en las columnas de “Le Monde” (10/03/15) por cinco personalidades religiosas: un cardenal francés, el Presidente de la Federación Protestante de Francia, el Presidente de la Asamblea de Obispos ortodoxos de Francia, el Gran Rabino de Francia y el Presidente de la Unión de Mezquitas de Francia. Les sugiero su lectura. Pero no olviden lo que me dijo Javier Gafo en el peaje de Zarautz, y que relato al inicio de estas líneas, y comprobarán la pertinencia de sus palabras. En definitiva, la ley aprobada, apoya fuertemente la sedación profunda, aunque conlleve a la muerte, pero no acepta un acto cuyo objetivo sea producir la muerte. Aunque, se sepa que puede conllevar la muerte.

Pero, a mi juicio, la gran novedad de la ley adoptada estriba en que, en última instancia, salvo circunstancias excepcionales, el final de la vida está, básicamente, en la decisión que, libremente, haya adoptado una persona mientras gozada de la posibilidad de hacerlo. Decisión que, ya lo he dicho, debe hacerse en un documento protocolizado y, añado ahora, puede modificarse cuando el signatario lo desee. Y aquí encontramos a los que rechazan la ley ya que sostienen que la sedación profunda y prolongada pueda ser terminal. Son 38 parlamentarios. Por ejemplo el parlamentario de centro derecha, Philippe Gosselin, razona así: “Existe el riesgo de un paso más hacia la eutanasia, aunque yo no soy de los que afirman que es un suicidio disfrazado (lo que ya muestra que algunos de su grupo parlamentario así piensan)”, como es el caso en mas de un parlamentario que ha votado en contra.

Marisol Touraine, hija del gran sociólogo Alain Touraine, Ministra de Salud en el actual gobierno francés, y que promovía la ayuda activa a morir (como estaba en el Programa electoral de Hollande, insisto), sin embargo ha juzgado la ley equilibrada y como un avance, pues está “compartida por la mayoría de la población”. Una población, me permito añadir por mi cuenta, que acabará apoyando mayoritariamente el suicidio asistido, en determinadas situaciones. Si la palabra suicidio les asusta busquen otra, pero la realidad será que habrá, más pronto que tarde, una mayoría social que aprobará una ayuda a morir, llegados a ciertas circunstancias. Un amigo, experto catedrático en bioética, católico de cuna y convicción, cuyo nombre no quiero dar para no involucrarle en este tema espinoso y porque sus palabras provienen de una entrevista en prensa, (luego no lleva su firma) decía que “cuando no se puede hacer más por mejorar la situación de las personas y éstas consideran que su situación es peor que la muerte creo que no se les puede seguir sometiendo al sufrimiento de prolongarles la vida”. No veo cómo argüir en contra.


Un texto similar a este (algo más reducido) se publicó, al menos en DEIA y en Noticias de Gipuzkoa, (02/04/15)

El mejor chiste de políticos de un país de pena


El mejor chiste de políticos de un país de pena

Un amigo, muy serio él, me reenvía un texto, que debe circular profusamente en la red, diciendo que podría ser el mejor chiste político del momento. Dice así:

xxxx

¿El mejor chiste de política del momento?

Un hombre, al pasar frente al Congreso de los Diputados, escucha un tremendo griterío que salía desde la sala:

"Ladrón, mentiroso, comisionista, difamador, chorizo, sinvergüenza, flojo de mierda, imbécil, timador, cabrón, corrupto, vendido, golfo, aprovechado, cara dura, falso, chupón, inútil, pesetero, maricón, estafador, vago de mierda, saqueador, gilipollas, bobo, oportunista, embaucador, tramposo, hijo de la gran puta,...........etc.

El hombre asustado le pregunta al  guardia de la entrada:

- Señor, ¿qué pasa dentro?, ¿se están peleando...?

- No, responde el guardia, ¡¡yo creo que están pasando lista...!!

Xxxxx

Un breve comentario. A esos políticos los hemos elegido nosotros. Entre ellos hay corruptos. Una minoría, quienes, obviamente son juzgados. Pero antes en la prensa (con total impunidad y desvergüenza) que por la justicia. Veo, sin sorpresa alguna, por desgracia, que también por los ciudadanos que se expresan en las redes sociales. Lo hacen con regocijo. Como un chiste. El mejor de los chistes en el ranking de chistes, pim-pam-pum, contra los políticos.

¿Quién puede desear ser político en un país así?. O es un idealista impenitente, no encuentra trabajo en la vida, o es un “masoka”. ¡Pobre país!.

Por cierto, ningún familiar mío, está actualmente, en la clase (perdón, casta) política