lunes, 28 de agosto de 2017

"Parsifal" en Bayreuth

"Parsifal" en Bayreuth

¡Al fin! Con setenta y cinco años a cuestas, y los siete últimos en cola, esperando mi turno, al fin hemos conseguido entradas para poder asistir a una representación de Parsifal en Bayreuth. Fue el pasado 14 de agosto. Si, además, el día 16, acudimos a la representación de Tristán e Isolda, puedo decir que uno de mis mayores deseos musicales ya lo he satisfecho. Las representaciones comenzaron a las 16.00 y concluyeron hacia las 22 horas con dos intervalos de una hora. 4 horas de música con tiempo para degustarla…con una buena cerveza o una copa de vino blanco del Rin.

Parsifal no es una “obra cristiana” como Diálogo de Carmelitas de Poulenc o San Francisco de Asís de Messiaen. Wagner la denominó “festival escénico sacro”. Pero cuando el coro canta “tomad mi cuerpo, tomad mi sangre en mi memoria” la referencia cristiana es evidente, lo que no escapó, e irritó, a Nietzsche que escribió esto: “todo lo que yace en una vida empobrecida, la gran falsificación de la Trascendencia y del Más Allá, encuentra en la música de Wagner su más sublime heraldo. (…) Su última obra será el zenit de esta falsificación. Parsifal mantendrá eternamente un lugar privilegiado en el arte de la seducción, como la obra de un genio de la seducción…Yo admiro esta obra, me hubiera gustado poder ser su autor y la comprendo…Se paga caro abrazar el mundo de Wagner. (…) Tiene las mismas propiedades que una absorción regular de alcohol. (…) Embrutece, idealiza. (…) Wagner es gravemente peligroso para los jóvenes; es funesto para las mujeres”. (Fr. Nietzsche “El caso Wagner”, traduzco de su traducción francesa, Alia, Paris 2007, pp. 61-64)

Wagner pensó en 1849 en una ópera o escenario dramático en cinco actos titulado “Jesús de Nazaret” en la que, por influencia de Feuerbach, concibió a Cristo como un revolucionario social. De hecho, en la Wahnfried, residencia de Wagner en Bayreuth hoy convertida en un remozado Museo, encontramos un ejemplar del libro de Feuerbach, en el que se habría inspirado. La necesidad de la redención-salvación y las figuras de redentor (a menudo acompañado, cuando no impulsado, por la figura de una mujer) conforman un tema recurrente en Wagner: Tanhausser, Lohengrin, Sigfrido, Parsifal…La última frase que pronuncia el coro en Parsifal dice literalmente esto: “Redención para el Redentor”, pues en Wagner, los redentores son humanos, incluso los dioses, en el Anillo, lo son en gran medida.

Estos últimos años he leído, no poco, sobre Wagner en general y Parsifal en particular y creo que lo que quiso decir Wagner con su Parsifal se lo llevó a su tumba. Me inclino a pensar, con no pocos, que Wagner utilizó los temas religiosos para contar sus historias de redención, de amores ambiguos (el tema del amor en Wagner es crucial), de transformación del mundo. Como en la actualidad, los directores de escena utilizan la música de Wagner para contar, a su modo, sus propias historias. No he asistido a ópera alguna de Wagner que se atenga a lo que, con mucho detalle, precisó Wagner. Así en el Parsifal de este verano en Bayreuth, el director de escena, Uwe Eric Laufenberg, presentó un primer acto centrado en el Cristo crucificado en la figura de Amfortas para, en el tercero, dar paso a un ecumenismo interreligioso. En el segundo acto, las “niñas flor” aparecen cubiertas con el chador musulmán para ser desalojadas por chicas occidentales, ricamente desvestidas, lo que algunos entendieron como una afrenta al islam. Personalmente la lectura de Laufenberg no me disgusta, pero no puedo no añadir que esa no es la lectura de Wagner. Lo que no me impide, sin embargo, reconocer que, poniendo entre paréntesis el libreto de Wagner, la apuesta del realizador fue, visualmente hablando, espléndida, intelectualmente, muy defendible, y musicalmente, dirigida por Harmut Haenchen, soberbia.

La acción la sitúa Laufenberg, como se nos mostró en un video proyectado al modo Google Earth, en una comunidad cristiana de monjes, rodeados de terroristas, en Siria, cuando Wagner la sitúa en “Montsalvat, con el paisaje de las montañas del norte de la España gótica”. (Pero la contextualización de la ópera en Bayreuth responde a hechos reales. En una reciente publicación referí cómo en una zona fronteriza con Siria al comienzo del siglo XX se asentaba una comunidad floreciente de 500.000 cristianos arameos que man­tenían viva la lengua que, presumiblemente, hablaba Jesús. Al fi­nal del mismo siglo esa cifra se había reducido a 2.500 cristianos arameos y numerosos observadores estiman que «su erradicación total es inminente»).
 
Vivimos similar experiencia en la extraordinaria versión de Tristán e Isolda, con un reparto de lujo y Thielemann a la batuta. En el epílogo de la ópera, cuando Isolda concluye su Liebestod (Muerte de amor), escribe Wagner: “Isolda…cae suavemente sobre el cadáver de Tristán…Marke bendice a los difuntos”. El realizador de Bayreuth hace que Marke, sin bendecir a nadie, se lleve consigo a Isolda, en un contrasentido total a la intención de Wagner. Poco importa. El público, entregado a la interpretación de Petra Lang y Thieleman, prorrumpió en enfervorizados aplausos y bravos. 

¡Cuántas veces, cuantos, no hemos asistido a una representación de Wagner, y hemos cerrado los ojos para que la escena no nos perturbe! Nos topamos en Bayreuth con una pareja de músicos donostiarras que se habían desplazado para escuchar, completo, el Anillo, y nos dijeron que, en un momento de amor entre Sigfrido y Brunilda, el realizador puso en escena imágenes de dos cocodrilos copulando. No me extraña que ese Anillo haya sido abucheado. Aunque un amigo navarro, que había asistido en Bayreuth a Parsifal y a Tristán un par de semanas antes que nosotros, y con quien compartí, via WhatsApp, nuestras experiencias musicales, me decía que la música de Wagner, en Bayreuth, lo supera todo, “supremo deleite…que diría Isolda”.


Durante treinta años solo se pudo interpretar Parsifal en Bayreuth. Claro que escuchar los coros de Parsifal, en el proscenio, en la cúpula, y a la altura media de la cúpula, como detalla Wagner en el Libreto, es una experiencia musical única, inenarrable. En ningún lugar del mundo la música de Wagner penetra como en su santuario de Bayreuth. Un teatro hecho por y para Wagner. Con una acústica nítida, potente, envolvente, la mejor de todas las salas a las que he acudido en mi vida. Es evidente que “el modus operandi de la experiencia musical, la fuerza vital de su inutilidad, la maestría sin control que puede ejercer sobre nuestras mentes y cuerpos, sigue siendo tan inextricable como la música en sí”. Pero antes, George Steiner, pues de él estoy hablando, ya nos había advertido que “el lenguaje es aquello que la música no es”. En efecto, la música comienza donde no llegan las palabras, donde acaban las palabras. Así nos quede lo esencial: la música y, como dijera, creo que Baudelaire, de Wagner, y mucho antes que Nietzsche, su música puede enloquecer. ¡Vaya que sí!

Texto publicado en Noticias de Gipuzkoa el 26/08/17 y en DEIA el 27/08/17

miércoles, 23 de agosto de 2017

Carta del director de "El Ciervo" a Ada Colau

Carta de Jaume Fox, director de “El Ciervo” en el blog de la revista el 23 de agosto de 2017
Excelentísima señora Ada Colau, alcaldesa de Barcelona:
Como ciudadano y contribuyente de nuestra cara Barcelona (digo cara en el sentido de amada, aunque también en el del precio que hay que pagar para vivir en ella), con todo el respeto y la consideración que su persona y la institución que usted preside me merecen la escribo.
Es usted mi alcaldesa porque lo es de todos los barceloneses y quiero decirle lo mucho que me agrada que nuestra primera autoridad, nuestra representante más cercana, sea una mujer. Pero eso no obsta para decirle también que me parece ridículo el doble lenguaje que suele utilizar y que en vez de a los ciudadanos se dirija usted a “la ciudadanía”, palabra que suena tan mal como “populacho” sobre todo porque está traída a este mundo con forceps: ciudadanía –española, por ejemplo, o canadiense como son ambas dos las de mi nieta– es la condición de ciudadano, la cualidad y los derechos y deberes que asisten y obligan al ciudadano y no el promiscuo revoltijo de ciudadanos y ciudadanas a que usted se refiere, pese a que los doctos correspondientes de la Real Academia contemplen, vencidos, este sentido en aras a una falsa corrección política impulsada por pesados/pesadas que suelen para colmo tenerse a sí mismos/ mismas por lo más políticamente incorrecto, rompedor y hasta antisistema que se ha inventado/ inventada. Pero este es otro asunto.
Yo la escribo, alcaldesa, porque quiero hacerle notar que si bien a todos los efectos la considero mi representante, tengo a menudo la impresión de que no me siento correspondido. Es decir, que usted no me considera su representado. Va usted preciándose, sobre todo en estos infaustos días, de que Barcelona es plural en ideas, rica en su diversidad cultural, distinta en su composición social, múltiple y variada en sus colores y acentos, pero toma usted decisiones que no se compadecen con esta pluralidad sino más bien con una concepción parcial, menor y limitada de la ciudad, de los ciudadanos que la forman y de la manera de ejercer el poder (porque se trata de poder: tiene usted en sus manos 2.700 milones de euros, alcaldesa; eso es poder).
En Barcelona hay pobres pero la asistencia social y la dignificación de los barrios no las ha inventado usted. Ni siquiera ha tenido que gastar en ello más de la cuenta. Barcelona lo ha hecho durante décadas y esto ha resultado en una ciudad cohesionada, habitable, vivible (y cara y querida). Hay pobres en Barcelona y también hay ricos. Tiene usted la obligacion de atenderlos y de exigirles colaboración (y lograrla) para que vuelvan a invertir en cultura, en museos, en música, en enseñanza, deportes, vivienda, beneficencia, investigación y lo que haga falta. Y hay una clase media, el grueso de la población, que está viendo, inquieta y a veces indignada, como es usted incapaz de poner orden en las playas y en las calles y hacer algo tan sencillo como que la guardia urbana impida, como en tantos países de nuestro entorno, comportamientos incívicos, que circulen borrachos que gritan y orinan donde quieren, que la gente no ate a los perros, que las bicis vayan por donde les dé la gana, que no paguen el metro, que se vendan cervezas y mojitos insalubres y el top manta campe y acampe por doquier. ¿Cumplir las ordenanzas y hacerlas cumplir no le parece elemental para asegurar la buena convivencia? Lo es y es tarea sencilla a condición de que acepte que tiene usted el mando de la guardia urbana y no tenemos ya edad para practicar el happy flower y tomar a las fuerzas del orden de nuestra democracia por criminales represores al servicio del capitalismo internacional. No es tan difícil, alcaldesa, a condición de que crea en las instituciones. Y a eso iba.
Porque me ha dejado preocupado esa dejación, tal vez bien intencionada, pero permítame que la califique de improcedente, que ha hecho usted del cargo que ostenta. Es un mal síntoma renunciar a encabezar la manifestación con la que sus ciudadanos vamos a responder en masa al terrorismo. La alcaldesa de Barcelona no puede hacer eso. No puede pensar que ella no es la primerísima representación de esta “ciudadanía” a la que cede la cabecera de la manifestación. Como si no fiuera, además, el grueso y no la cabecera lo más importante.
Señora alcaldesa: le ruego que se pregunte, si no lo ha hecho ya, si esta actitud no es un menosprecio a la institución que usted tiene la obligación de honrar, prestigiar y hacer respetar, una institución que viene de muchos siglos atrás y que nos representa a todos los ciudadanos, al pueblo de Barcelona. Sin instituciones y organización el pueblo no es nada; es una abstracción, una masa informe, inútil e inerme. Un pueblo necesita leyes e instituciones para prosperar, tener estabilidad y progreso, asegurar la convivencia y defenderse de los abusos de los poderosos y de los ataques también de locos como esos asesinos de la Rambla.
Póngase al frente, alcaldesa, póngase las pilas, intente comprender la importancia del cargo y del lugar que está ocupando y hágase digna de la institución y de la ciudad. Es inimaginable que su amiga y colega de París no se pusiera no solo delante sino además vara en mano y con la tricolor en bandolera. Y el pueblo, los ciudadanos, orgullosos detrás, arropándola y arropados por ella. Esto es la democracia, la solera, el civismo, la civilización y la historia.
Póngase al frente, alcaldesa, que Barcelona no está ahora mismo para bromas. Por favor. 
Jaume Fox


domingo, 20 de agosto de 2017

El silencio, y sus causas, en las relaciones entre la violencia yihadista y el Islam

El silencio, y sus causas, en las relaciones entre la violencia yihadista y el Islam

Los atentados terroristas de Catalunya han dado, desgraciadamente, actualidad a unas páginas de mi próximo libro que se publicará el mes de octubre próximo. Se titulará, “Morir para renacer. Otra iglesia posible en la era global y plural”. Ed. San Pablo. Corrigiendo ahora las pruebas de imprenta puedo decir que tendrá 312 páginas. Traslado aquí, sin cambio alguno, las paginas 178-191 del texto en el que reflexiono sobre el silencio en gran parte de los medios de comunicación y de no pocos intelectuales (con importantes excepciones que detallo) acerca de las relaciones entre el Islam y la violencia, apoyándome básicamente en un libro del responsable del suplemento semanal, “Le Monde des livres” del cotidiano “Le Monde”, Jean Birnbaum, Un silence religieux. La gauche face au djihadisme, Seuil, París 2017.

9.    La exculturación social de la religión. Un apunte ante el silencio religioso frente al yihadismo

Afirmaba el entonces presidente François Hollande, poco después de la matanza en la redacción de Charlie Hebdo, el 7 de enero de 2015, que los hombres que han cometido estos crímenes “no tienen nada que ver con la religión musulmana”. Poco después insistía su ministro de Asuntos Exteriores Laurent Fabius, “No se repetirá jamás suficientemente, eso no tiene nada que ver con el Islam”. Hay que hacer circular la idea de que ´eso no tiene nada que ver con el Islam´. Cuando la imposibilidad de decir las cosas viene de arriba, eso quiere decir prohibición”. Estas líneas las he extraído de las primeras páginas de un libro escrito por Jean Birnbaum. Conviene precisar, desde ya, que Jean Birnbaum no es un descerebrado miembro del racismo ultra conservador. Bien al contrario, es nada menos que el responsable del suplemento literario “Le Monde des livres” que se inserta semanalmente en la edición de los viernes del cotidiano francés que, como es bien sabido, es de tendencia de izquierdas, no extremista.

La misma idea, “eso no tiene nada que ver con el Islam”, dominó en la inmensa mayoría de comentaristas y articulistas tras los terroríficos años 2015 y 2016 en Francia, así como en Bélgica tras los atentados en París, en Bruselas y en su aeropuerto de Zaventem, en marzo de 2016. Pero no solamente entre los comentaristas. También entre los ciudadanos franceses, particularmente los de confesión musulmana. Así, uno de los recepcionistas del hotel de Paris donde me suelo alojar, Hassan, me respondió a un correo que les envié solidarizándome tras las matanzas del 11 de noviembre de 2015 esto: “Desgraciadamente personas bárbaras que no tienen una onza de humanidad, han actuado con su propio modo de ver las cosas, y no representan en ningún caso a la mayoría de los musulmanes de Francia, comunidad de la que yo formo parte, que no desea otra cosa sino vivir tranquilamente, y en armonía con el resto de la sociedad francesa”.

En efecto, digamos, también con Jean Birnbaum, que no cabe equiparar el Islam con el terrorismo yihadista. Es falso y simplista. Tales simplificaciones ya las hemos vivido en el País Vasco donde “todo era ETA” y nacionalismo equivalía a terrorismo, simplificaciones que no han desaparecido todavía en determinados ámbitos y medios. Pero lo que sostiene Birnbaum es que, a la hora de comprender, dar cuenta de, explicar etc., (que no justificar, por supuesto), los crímenes terroristas, es ponerse la venda en los ojos cuando no queremos ver la justificación que los terroristas dan de sus actos y en qué marco conceptual los inscriben. Y esta es, en gran medida, de carácter religioso en el terrorismo islámico, como lo fue en Euskadi la ideología nacional-revolucionaria convertida en religión laica para pretender justificar el terrorismo de ETA.
El islamólogo Rachid Benzine, en una entrevista[1], recordaba la importancia del wahabismo —la versión radical del islam de inspiración saudí— como “la nueva ortodoxia” y que “el trabajo principal consiste en desmontar los mitos simplistas que constituyen el principal nutriente del Estado Islámico”. Hay que recordar, una vez más, que para combatir el terrorismo, además de la imprescindible actuación de los servicios de inteligencia, de la policía, del sistema judicial, de los medios de comunicación, de los agentes sociales, etc., etc., es fundamental entrar en el núcleo de la justificación que los terroristas, y quienes les socializan y legitiman, se dan de sus propios actos. Aprehender porqué, en el caso del terrorismo yihadista, hay millares de jóvenes en todo el mundo que están dispuestos, incluso, a morir matando. Jóvenes de toda condición social, aunque hay más de la “clase de tropa” en muchos de los ejecutores, mientras que las élites terroristas (perdóneseme la expresión) provienen mayoritariamente de la “alta sociedad”. Como habitualmente ha sucedido en la historia. Recuerden el origen de Bin Laden y el del líder de la matanza de las Torres Gemelas en septiembre de 2001, Mohamed Atta.
Toda explicación vale excepto la religiosa. Parafraseando a Birnbaum cabe decir cómo en la televisión, radios y periódicos, diversos especialistas se relevan para afirmar que los terroristas pueden bien reclamarse de la yihad pero que sus acciones no deben en ningún caso relacionarse a cualquier tipo de pasión religiosa. Se les etiqueta como “Barbaros”, “Energúmenos”, “Psicópatas”, etc., etc.

“Todas las calificaciones eran buenas para descartar la menor referencia a la fe”, escribe Birbaum quien nos muestra modelos y ejemplos de algunos de los discursos habituales de los especialistas contra el terrorismo de matriz islamista extrema que han circulado a lo largo del año 2015 en los medios políticos y mediáticos.  “Los yihadistas son unos monstruos sanguinarios que hay que ponerlos fuera del riesgo de dañarnos, dirá el criminólogo. Los yihadistas son el producto de un desorden mundial del que Occidente es el responsable, corregirá el geopolítico. Los yihadistas son víctimas de la crisis, rectifica el economista. Los yihadistas son críos de las ciudades que se han desbocado, dirá el sociólogo. Los yihadistas son la prueba de que nuestro modelo de integración no funciona, abundará el politólogo. Los yihadistas son los herederos de la ola humanitaria, su movilización es comparable a la de los estudiantes que se comprometen en una ONG en la otra punta del mundo, indicará el antropólogo. Los yihadistas son jóvenes que se ahogan en una sociedad de viejos, se marchan a Siria para desambientarse como otros se hacen cocineros en Australia, precisa el demógrafo. Los yihadistas son hijos de Internet y de los video-juegos, han abusado de Facebook o de la serie Assassin´s Creed, deja caer el experto en lo numérico. Los yihadistas son puros productos de nuestra sociedad del espectáculo, buscan simplemente la celebridad, apunta el mediólogo…”[2]

Qué duda cabe, me permito interrumpir el discurso de Birnbaum, que, aun con cierta exageración y unilateralidad en algún caso, estas explicaciones son exactas y reflejan correctamente gran parte de las motivaciones o causalidades que están en la base de que algunos jóvenes (y menos jóvenes) cometan actos terroristas en el universo yihadista. Pero, subraya Birnbaum a continuación que “desde los atentados de enero de 2015 se han analizado todas las explicaciones, todas las causalidades posibles salvo una: la religión. La religión en tanto que manera de ser en el mundo, fe intima, creencia compartida. Con constancia, este factor, como tal, ha sido reducido al silencio: así como el islamismo no tiene nada que ver con el islam, el yihadismo es extranjero al yihad”. Concluirá Birnbaum afirmando que “vivimos una ceguera profunda que concierne a las relaciones que muchos, más allá de sus ideologías, entretienen con la religión: es la reticencia a contemplar la creencia religiosa como causalidad específica y como fuerza política: nos adherimos a explicaciones sociales, económicas o psicológicas, pero no a la fe”[3].

¿Por qué ese silencio?  Y ¿por qué subtitula su libro Birnbaum, un hombre de izquierdas no se olvide, el silencio de la izquierda frente a la yihah?. ¿Exagera en el papel que le concede al Islam en el terrorismo yihadista?.
Voy a responder a este interrogante en dos planos diferentes. Por un lado mostrando la legitimación que de sus actos ofrecen los islamistas-terroristas y quienes les apoyan. Por el otro, pretendiendo analizar la causa o motivo del silencio del factor religioso en nuestra sociedad, particularmente de quienes se dicen de izquierdas, a la hora de explicar, junto a otros factores por supuesto, la violencia yihadista.

1.1 La auto-legitimación religiosa del terrorismo yihadista.
No me resisto a trasladar aquí una reflexión que me hizo en el hall de la Universidad de Deusto, estando los dos solos, y cuando ya me despedía de él, Dalil Boubakeur, Rector de la Gran Mezquita de Paris, y que había dado una magnifica conferencia, el año 2004, en el Forum Deusto: “no se olvide, profesor, que el Islam nació en la sangre, como muchas veces olvidamos, nosotros, los musulmanes”. En efecto tras la muerte de Mahoma, Ali, su primo, yerno e hijo espiritual, se opuso al fiel compañero del profeta, Abou Bakr. Este último se impuso y fue el primer sucesor de Mahoma como califa. Pero sus dos sucesores fueron asesinados, después Ali lograría el califato antes de ser él también asesinado, así como sus dos hijos.  Desde entonces vive el Islam la cruenta división entre sunitas y chiitas. Con el uso reiterado de la violencia como nos recuerdan los propios intelectuales de confesión musulmana.

Por ejemplo, el gran islamólogo Rachid Benzine, mentado más arriba, quien afirmaba ya en 2014, luego antes de los grandes atentados en París y Bruselas, que “frente a la acumulación de comportamientos bárbaros, muchos musulmanes protestan: ´todo esto no es el Islam´, o en las redes sociales ´no en mi nombre´. En efecto no es esa su concepción del Islam, la forma como ellos lo viven en la intimidad de su corazón y en sus familias. Pero es sin embargo el Islam obscurantista que se ha enseñado estos últimos decenios en la mayor parte de los centros de difusión de la doctrina, de la cultura y de la piedad. En casi ninguno de esos lugares se incita a la gente a reflexionar, a desarrollar su espíritu crítico, a hacer prueba de discernimiento. Se les inculca, continua Benzine, una ´historia santa´, maravillosista, que se les pide creérsela literalmente, sin consideración alguna por los géneros literarios y las significaciones profundas, sin espacio a la comprensión de la importancia y de la función de los mitos fundadores. La dimensión histórica del Islam, las condiciones de su emergencia, lo que lo ha configurado desde sus orígenes es completamente ignorado, mientras que son sacralizados acontecimientos y textos que son, en realidad, el fruto de contingencias históricas, donde las disputas por el poder y los intereses egoístas fueron preponderantes”[4].

Tras el ataque a las Torres Gemelas en Nueva York el 11 septiembre de 2001, el gran filósofo Jacques Derrida sostenía en un libro publicado conjuntamente con Jürgen Habermas que “hay que ayudar a lo que se denomina Islam, a lo que se denomina árabe, a liberarse de dogmatismos violentos. Hay que ayudar a los que luchan heroicamente en ese sentido desde el interior”[5].
Esta relación entre la religión y la violencia la he encontrado también en un filósofo musulmán, Abdennour Bidar, que sostiene el movimiento “Not in my name” (No en mi nombre), quien redactó una “Carta abierta al mundo musulmán”. La ha recogido el blog del “L´Oratoire du Louvre”, una Iglesia cristiana protestante sita en el centro de Paris[6]. A continuación, traslado un par de párrafos de la Carta.
“Querido mundo musulmán:… te veo dando a luz un monstruo que se pretende denominar Estado islámico y al que algunos prefieren darle un nombre de demonio: DAESH. Pero lo peor es que te veo perderte - perder tu tiempo y tu honor – en el rechazo a reconocer que este monstruo ha nacido de ti mismo, de tus vagabundeos, de tus contradicciones, de tu descuartizamiento entre pasado y presente, de tu incapacidad demasiado tiempo prolongada a encontrar tu lugar en la civilización humana. (….). Las raíces del mal,… están en ti mismo, el monstruo ha salido de tu vientre del que surgirán otros monstruos, aún peores, mientras no admitas tu enfermedad, para atacar, al fin, esta raíz del mal. 
Incluso los intelectuales occidentales tienen dificultad para apercibirla: la mayoría, han olvidado hasta tal punto el poder de la religión – en bien y en mal, sobre la vida y sobre la muerte-, que me dicen, “no, el problema del mundo musulmán no es el islam, tampoco la religión, sino la política, la historia, la economía etc.”. Ya no recuerdan en absoluto que la religión puede ser el corazón del reactor de una civilización humana. Y que el avenir de la humanidad dependerá mañana, no solamente de la resolución de la crisis financiera sino, de forma bastante más esencial, por la resolución de la crisis espiritual que atraviesa toda nuestra humanidad. ¿Sabremos reunirnos, todos nosotros, a escala planetaria, para afrontar este desafío fundamental?. La naturaleza espiritual del hombre tiene horror del vacío, y si no encuentra nada nuevo para llenarlo, lo hará mañana con religiones cada día más inadaptadas al tiempo presente que, como el Islam actualmente, se dedicarán entonces a producir monstruos”[7].

Creo que queda claro que Birnbaum no exagera y que resulta imposible comprender, explicar, luego luchar con esperanza contra la violencia islamista, sin reconocer el peso que tiene en su interior una determinada lectura de su religión. De ahí que resulte más llamativo todavía el “silencio religioso” de la izquierda europea a la hora de afrontar la yihad terrorista. Quiero decir, la actitud de gran parte de esa izquierda (no solamente la izquierda por supuesto, pero sí en mayor grado), en la erradicación del factor religioso a la hora de comprender y analizar los fenómenos sociales, hoy, aquí, el terrorismo yihadista. Pero no es el único caso.

9.2 ¿Cómo entender la exculturación social de la religión por parte de cierta izquierda europea?

En efecto, como se puede leer en otro libro importante en torno a este tema, “salvo algunos filósofos y muy raros sociólogos, las ciencias sociales desde hace cincuenta años han ignorado la fuerza de lo religioso en una sociedad en Francia (en Francia, en España y no digamos en Euskadi, me permito añadir) en razón de la exculturación religiosa de nuestras sociedades contemporáneas; en razón también de que lo religioso ha sido declarado un vestigio residual del pasado, ignorando la vitalidad religiosa de otros continentes y de otras religiones que el cristianismo. Sin embargo, ¡la Revolución iraní tiene ya cerca de treinta y seis años!”[8].
En la consolidación de este silencio, la tradición de la izquierda política e intelectual ha jugado un papel central. El proyecto de emancipación, que estructura su cultura y su imaginario, designa de entrada la emancipación respecto de la religión, entendida como principal agente de alienación. Aunque bastantes figuras históricas del socialismo, del comunismo o del anarquismo, han tenido seriamente en cuenta las creencias religiosas sin reducirlas a simples prejuicios. Karl Marx sin ir más lejos, como nos muestra Francesc Torralba en un artículo titulado significativamente, “Y, ¿si Marx tuviera razón?”[9]. Un amigo madrileño me envía un texto de Jeremy Corbin, líder del Partido Laborista del que entresaco esta afirmación: “Creo que las comunidades de fe son aliados esenciales en la lucha por una Gran Bretaña mejor”. Claro que Corbin (que no es creyente, dicho sea de paso) no está en España sino en Gran Bretaña.
Aunque en España, Ramón Jáuregui, un gran político del PSOE, para mí incomprensiblemente arrinconado, escribía en un artículo que “el pacto con los líderes musulmanes debe comprometernos de manera recíproca en proyectos de integración social y desarrollo económico, especialmente para jóvenes en riesgo de exclusión, junto a una firme actitud de condena y rechazo a los extremismos doctrinarios (…) La aceptación del hecho religioso y la libertad de la fe no pueden ser coartada para la vulneración de nuestra concepción de la dignidad humana o de la igualdad entre mujeres y hombres, por poner solo esos dos valores de nuestro credo democrático.
Pero ese pacto está por hacer. De hecho, esas políticas tan importantes en zonas de alta concentración inmigrante brillan por su ausencia en las grandes ciudades europeas.(…) No es una tarea fácil, lo sé, pero destruir el relato fanático del ISIS entre los jóvenes europeos, nacidos y educados aquí, es una tarea urgente que no podemos hacer sin contar con la comunidad árabe a la que pertenezcan; y sin establecer, en consecuencia, los términos de una laicidad incluyente en la que las creencias religiosas conviven y contribuyen a la paz y a los valores democráticos[10].
Es cierto sin embargo que, “en realidad, en su conjunto, esta izquierda ha perpetuado una tradición que ve en la religión una quimera sin consistencia. En esta óptica, la religión no representa otra cosa sino una ilusión individual y una fuerza reaccionaria, cuya función sería esencialmente escamotear y ocultar los auténticos retos”. (Birnbaum pp. 35-36).

Con semejante ceguera intelectual es imposible entender el terrorismo yihadista, no sé si el primer problema del planeta como declaró en su día Obama pero, ciertamente, uno de los más crueles y sangrientos. Veamos, sin embargo, lo que opinan al respecto algunas grandes figuras, no creyentes, de la izquierda.

Derrida escribió hace ya cerca de venta años que “nos cegaríamos ante el llamado fenómeno religioso, o retorno de lo religioso hoy, si continuamos oponiendo ingenuamente la Razón y la Religión, la Critica o la Ciencia y la Religión, la modernidad tecnológica y la Religión. Suponiendo que se trate de comprender algo, ¿se comprendería algo de lo que sucede hoy en el mundo con la religión (…) si se continua a creer en esta oposición, incluso a esta incompatibilidad, esto es, si se continua en cierta tradición del Siglo de la Luces?”[11].    

Walter Benjamin en la primera de sus “Tesis sobre la historia”, redactadas en 1940, cerca de la frontera franco-española, escapándose de los nazis, y poco antes de suicidarse, comparó al marxismo o al materialismo histórico con un autómata. Una marioneta que juega al ajedrez y que gana siempre pues es capaz de prever cada movimiento del adversario. Pero hay un subterfugio. La marioneta oculta la presencia de un enano escondido bajo la mesa, un enano jorobado y muy inteligente, que acciona los mecanismos bajo mano. Walter Benjamin desvela el truco: “la marioneta, materialismo histórico, está concebida para ganar siempre. Puede osadamente medirse a cualquier adversario, a condición de que tome a su servicio la teología, que sabemos que hoy es pequeña y fea, y a la que se le pide no hacerse ver”[12]. Jean Birnbaum comentando esta reflexión de Benjamin, escribe que durante mucho tiempo la izquierda ha creído “poder ganar indefinidamente pues con el marxismo y sus derivados pensaba disponer de una baza universal capaz de anticipar la historia” y hacer fracasar a los conservadores y reaccionarios que vivían “aferrados al mundo antiguo”. Pero, continúa Birnbaum siguiendo la metáfora de Benjamin, “bajo la mesa, la teología se activaba discretamente. Y la izquierda continuaba como si nada sucediera (…) hasta que el enano se revuelve. No es justo le grita a la marioneta. Pase que te apoyes sobre mí para epatar a la galería. Pero que tú me olvides, que en tu fuero interno llegues a negar mi existencia, es insoportable. ¿Te crees autónomo, super-inteligente?. Pues bien, mira tu cabeza: ahora que doy vuelta a la mesa, pobre marioneta, tú no eres más que un títere dislocado” (p. 223). Y Birnbaum, continúa citando y comentando textos de Marx para concluir diciendo que “según los criterios del propio Marx, insistamos en ello, cada vez que la historia se encasquilla, la fe retorna” (p.225 y ss.).

Mis conocimientos del pensamiento de Marx no me permiten ni avalar ni infirmar los juicios de Birnbaum pero no puedo no constatar el viraje que muchos intelectuales de izquierda están llevando a cabo en gran parte de Europa occidental (y aunque en menor medida, también en España) en sus posicionamientos acerca de la religión, aun manteniéndose la mayoría en posiciones no creyentes, más agnósticas que ateas. Me permito referenciar aquí un excepcional diálogo entre Edgar Morin y Tariq Ramadan en sus concepciones acerca de Dios y de la fe y que, traducido al castellano, puede consultarse en mi blog[13]. Y, ¿Cómo olvidar el aventajado libro de Gilles Kepel publicado en 1991, (traducido en España en 2005) “La Revancha de Dios”[14], donde ya anunciaba la jihad que ahora estamos viviendo?.
Las últimas líneas del libro de Birnbaum (p. 234) resumen bien su posición de fondo. Leemos que “si la izquierda quiere afrontar el mazazo de lo teológico-político, es urgente que rompa el silencio. Que cese de ocultar la fuerza autónoma del ímpetu religioso. Que se deshaga de las certidumbres y reflejos que se lo impiden. En resumen, que vuelva a ser lo que ella misma fue y que reanude su tradición crítica. Sin lo cual, lo espiritual continuará aterrorizando a los militantes de la emancipación, y les engañará. Y, la religión podría devenir el último suspiro de la izquierda, esta criatura deprimida”. Es la última frase del libro, lo es también de la positiva recensión positiva al mismo que se puede leer, bajo la firma de Nicolas Dutet, nada menos que en el histórico diario comunista francés, “L´Humanité”, del 22 de febrero de 2016, apenas el libro de Birnbaum en la calle.
¿Qué hacer? Por una parte, jamás ceder sobre el imperio de la razón, ni sobre el imperativo de separar lo religioso de lo político; pero, de otra parte, constatar que las fronteras de la razón política no son simples a trazar. En el seno mismo de la izquierda y de la tradición que se reclama de la emancipación, un puñado de pensadores críticos que han llevado a cabo este doble gesto, han mantenido estas dos necesidades. Birnbaum cita, entre otros, a Walter Benjamin, Michel Foucault, Jacques Derrida, Claude Lefort, Regis Debray y yo podría añadir, entre otros, y limitándome a pensadores franceses, a Edgar Morin, Luc Ferry, Comte-Sponville, Alain Touraine… todos de izquierdas y todos no creyentes.
Ninguno de ellos ha considerado que el ejercicio de la política moderna tenía como condición la superación y relegación de lo religioso. Todos tenían conciencia de que para bien distinguir estos dos ámbitos, lo mejor es dar un espacio tanto al uno como al otro. “Es negando su efectiva existencia cuando se corre el riesgo de caer en una violenta indistinción: quien quiera separar lo político y lo teológico debe, de entrada, llevar a cabo un trabajo de vigilante rearticulación” (Birnbaum, pp. 231-232). En efecto, tanto cuando ha habido colusión entre lo religioso y lo político (el estado de cristiandad tantos siglos, las teocracias musulmanas en la actualidad), como cuando se ha propugnado la eliminación de lo religioso de la vida socio-cultural, pretendiendo limitarlo a la esfera de lo exclusivamente privado (en la actualidad en determinado laicismo en España), o en la colusión entre la política y el estado ateo (72 años en la extinta URSS), el conflicto social, tarde o temprano, está garantizado. Un conflicto, a menudo, muy sangriento.
Javier Elzo



[1] En “El País”, 3 de abril 2015
[2] Jean Birnbaum, O. c. p. 23
[3] Jean Birnbaum, O. c. p 23-24.
[4] Publicado en Liberation 16/10/14, luego tres meses antes de la matanza en Charlie Hebdo, y que recoge Birnbaum en la página 59 de su libro
[5] Jacques Derrida y Jürgen Habermas, Le Concept du 11 Septembre, Galilée, 2003, p. 168.
[7] . La traducción es mí y la entresaco de mi libro, “¿Quién manda en la Iglesia? Notas ….”.O. c. p. 165-166. Los subrayados son del autor
[8] . D. Creuzet y J-M Le Gall. “Au péril des guerres des religion”. PUF, 2015, p. 17-18.
[9] Francesc Torralba en el semanario “Vida Nueva”, del 16-22 Abril 2016
[10] En “El País” 01/04/16
[11] Jacques Derrida en “Foi et Savoir”, Seuil, 2000, pp. 45-46. La traducción es mía. El libro está editado en castellano en Argentina pero actualmente descatalogado y prácticamente inencontrable, pese a mis intentos. La citación la traduzco del libro de Birnbaum p. 230.)    
[12] Walter Benjamin, “Sur le concept d´histoire », Œuvres III. Gallimard, coll. Folio Essais, 2000, p. 427, citado por Jean Birnbaum, Un silence religieux, o. c. p. 222.
[13] En http://javierelzo.blogspot.com.es/2016/01/excepcional-dialogo-sobre-dios-entre.html. Está traducido del magnífico libro – dialogo entre Tariq Ramadan y Edgar Morin, “Au péril des idées”, Presses du Chatelet, 2014.
[14] En español publicado por Alianza Editorial, Madrid, 2005, 320 paginas.

domingo, 6 de agosto de 2017

Y, hoy, ¿sigue muerto Dios?

Y, hoy, ¿sigue muerto Dios?

El año 1882, Friedrich Nietzsche, publica “La Gaya ciencia“. En la sección 125 podemos leer su repetida afirmación de que “¡Dios ha muerto y nosotros somos quienes lo hemos matado! ¿Cómo nos consolaremos, nosotros, asesinos entre los asesinos? (…) ¿No estamos forzados a convertirnos en dioses, al menos para parecer dignos de los dioses? No hubo en el mundo acto más grandioso y las futuras generaciones serán, por este acto, parte de una historia más alta de lo que hasta el presente fue la historia”.  Con la muerte de Dios, con la ejecución de Dios cabría decir, nace la posibilidad del super hombre nietzchiano, del “hombre aumentado” del actual movimiento transhumanista.

El año 2014, el gran sociólogo vienes, afincado en EEUU, Peter L. Berger, con sus 85 años a cuestas, publica un pequeño gran libro, que reseñaré más abajo. Al inicio refiere el texto de Nietzsche que acabo de citar indicando que “a su juicio, se trataba tanto de una predicción del futuro de la religión como de una declaración del propio rechazo que Nietzsche sentía por ella”. Y, continúa Berger: “el área metropolitana de Boston, donde vivo, tiene más universidades y centros de educación superior por kilómetro cuadrado que ninguna otra parte del mundo. A resultas de ello, encontramos algunas de las pegatinas de coche más curiosas. Vi la siguiente, justo saliendo del patio de Harvard: Querido señor Nietzsche: Usted está muerto. Sinceramente suyo: Dios. Esto se acerca bastante a la realidad empírica de nuestro tiempo”. A renglón seguido escribe Berger que “el mundo contemporáneo, con algunas excepciones, es tan profundamente religioso como en cualquier otro momento de la historia”. Pero, echemos la vista medio siglo atrás.

En la década de los años 60 del siglo pasado vuelve con fuerza la idea de la muerte de Dios, preconizada por Nietzsche. Su influencia, particularmente en Europa fue enorme y, en muchos sitios, como en Euskadi, continua con fuerza en nuestros días.


Las dos excepciones son, según Peter Berger, en primer lugar, Europa Occidental, aunque señala que en muchos países de Europa en realidad es más la desafección hacia las Iglesias oficiales que una secularización en toda regla. La otra excepción, a la que Berger da más consistencia que a la anterior, la refiere así: “existe una sub-cultura internacional, la compuesta por personas que han recibido una educación superior occidental, y en particular en humanidades y en ciencias sociales que, en efecto, se ha secularizado. (…) Aunque sus miembros no son muy numerosos, son muy influyentes y controlan las instituciones que producen las definiciones “oficiales” de la realidad, en el sistema educativo, en los medios de comunicación de masas, y en la cúpula del Estado. Se parecen, de forma llamativa, en el mundo entero, como se ha comprobado desde hace mucho tiempo (aunque, los protagonistas de esta cultura apenas se encuentran en el mundo musulmán). No puedo sino subrayar que lo que observamos aquí es la cultura de una élite globalizada”. Es obvio, a mi juicio, que este diagnóstico de Peter Berger se aplica, rotundamente, también a la cultura vasca actual. Caricaturizando un tanto cabe decir que del “euskaldun fededun” hemos transitado a la “Euskadi atea”.

Pues bien, el año 2014, Berger da un paso más para significar que hay otra realidad empírica omnipresente que “puede estar vinculada o no a la secularización, pero es independiente de ella”. Berger muestra empíricamente y defiende sociológicamente lo que denomina, a lo largo de todo su trabajo, los dos pluralismos en la sociedad actual en el ámbito de lo religioso, (pues, el pluralismo no se limita a ese ámbito, insiste en ello), a saber, la coexistencia de diferentes religiones, por un lado, y la coexistencia de los discursos secular y religioso, por el otro.

Respecto de la coexistencia de los discursos secular y religioso Berger escribe: “sostengo que la teoría de la secularización original estaba equivocada en su premisa fundamental, según la cual la modernidad conduce al declive de la religión. Pero no era tan errónea como sus críticos creían. Sí, el mundo contemporáneo está lleno de religión; pero existe también un discurso secular muy importante que ha llevado a que aquella sea reemplazada por formas de enfrentarse al mundo etsi Deus non daretur (como si Dios no existiera). El individuo moderno puede desarrollar, y en muchas ocasiones ciertamente lo ha hecho, la capacidad de emplear definiciones de la realidad tanto seculares como religiosas, dependiendo de lo que sea directamente pertinente en cada caso. En efecto, es algo obvio: se puede rezar para librarse de una enfermedad, pero se acude al médico. Para Berger nuestra época no lo es tanto de increencia cuánto de duda. Así pues, la gestión de la duda se convierte en una tarea importante, tanto para el creyente como para el no creyente, a poco que la cuestión religiosa tenga alguna relevancia, lo que abarca muchas más personas de lo que “a priori” se piensa. También en Euskadi, aunque, entre nosotros, abunda (basta leer, visionar o escuchar los medios de comunicación) el sentido negativo-despreciativo hacia lo religioso.
 
La lectura de los trabajos de Berger me ha impulsado a escribir un libro, que se publicará después del verano. Pero no escribo esto para hacer publicidad de mi libro sino para estimular la lectura del de Peter Berger, mil codos por encima de lo que yo soy capaz de escribir. Este es su último libro: “Los numerosos altares de la modernidad. En busca de un paradigma para la religión en una época pluralista” Ediciones Sígueme. Salamanca 2016. 254 p. Si la cuestión religiosa les interesa, sean o no creyentes, léanlo. Es una joya.

Escribo este texto en el recuerdo agradecido de Peter Berger, fallecido el pasado 27 de junio en su domicilio, en Boston, “a un tiro de tranvía del instituto que fundó”, según relata uno de sus afortunados alumnos en EEUU. 


(Texto publicado en DEIA y Noticias de Gipuzkoa el sábado 5 de agosto de 2017)