El silencio, y sus
causas, en las relaciones entre la violencia yihadista y el Islam
Los atentados terroristas de Catalunya han dado, desgraciadamente,
actualidad a unas páginas de mi próximo libro que se publicará el mes de octubre
próximo. Se titulará, “Morir para
renacer. Otra iglesia posible en la era global y plural”. Ed. San Pablo.
Corrigiendo ahora las pruebas de imprenta puedo decir que tendrá 312 páginas. Traslado
aquí, sin cambio alguno, las paginas 178-191 del texto en el que reflexiono
sobre el silencio en gran parte de los medios de comunicación y de no pocos
intelectuales (con importantes excepciones que detallo) acerca de las
relaciones entre el Islam y la violencia, apoyándome básicamente en un libro del
responsable del suplemento semanal, “Le Monde des livres” del cotidiano “Le
Monde”, Jean Birnbaum, Un silence religieux. La gauche face au djihadisme, Seuil, París 2017.
9. La
exculturación social de la religión. Un apunte ante el silencio religioso
frente al yihadismo
Afirmaba
el entonces presidente François Hollande, poco después de la matanza en la
redacción de Charlie Hebdo, el 7 de enero de 2015, que los hombres que han
cometido estos crímenes “no tienen nada que ver con la religión musulmana”.
Poco después insistía su ministro de Asuntos Exteriores Laurent Fabius, “No se
repetirá jamás suficientemente, eso no tiene nada que ver con el Islam”. Hay
que hacer circular la idea de que ´eso no tiene nada que ver con el Islam´.
Cuando la imposibilidad de decir las cosas viene de arriba, eso quiere decir
prohibición”. Estas líneas las he extraído de las primeras páginas de un libro
escrito por Jean Birnbaum. Conviene precisar, desde ya, que Jean Birnbaum no es
un descerebrado miembro del racismo ultra conservador. Bien al contrario, es
nada menos que el responsable del suplemento literario “Le Monde des livres”
que se inserta semanalmente en la edición de los viernes del cotidiano francés
que, como es bien sabido, es de tendencia de izquierdas, no extremista.
La
misma idea, “eso no tiene nada que ver con el Islam”, dominó en la inmensa
mayoría de comentaristas y articulistas tras los terroríficos años 2015 y 2016
en Francia, así como en Bélgica tras los atentados en París, en Bruselas y en
su aeropuerto de Zaventem, en marzo de 2016. Pero no solamente entre los
comentaristas. También entre los ciudadanos franceses, particularmente los de
confesión musulmana. Así, uno de los recepcionistas del hotel de Paris donde me
suelo alojar, Hassan, me respondió a un correo que les envié solidarizándome tras
las matanzas del 11 de noviembre de 2015 esto: “Desgraciadamente personas
bárbaras que no tienen una onza de humanidad, han actuado con su propio modo de
ver las cosas, y no representan en ningún caso a la mayoría de los musulmanes
de Francia, comunidad de la que yo formo parte, que no desea otra cosa sino
vivir tranquilamente, y en armonía con el resto de la sociedad francesa”.
En
efecto, digamos, también con Jean Birnbaum, que no cabe equiparar el Islam con
el terrorismo yihadista. Es falso y simplista. Tales simplificaciones ya las
hemos vivido en el País Vasco donde “todo era ETA” y nacionalismo equivalía a
terrorismo, simplificaciones que no han desaparecido todavía en determinados
ámbitos y medios. Pero lo que sostiene Birnbaum es que, a la hora de comprender,
dar cuenta de, explicar etc., (que no justificar, por supuesto), los crímenes
terroristas, es ponerse la venda en los ojos cuando no queremos ver la
justificación que los terroristas dan de sus actos y en qué marco conceptual
los inscriben. Y esta es, en gran medida, de carácter religioso en el
terrorismo islámico, como lo fue en Euskadi la ideología
nacional-revolucionaria convertida en religión laica para pretender justificar
el terrorismo de ETA.
El islamólogo Rachid Benzine, en una entrevista[1],
recordaba la importancia del wahabismo —la versión radical del islam de
inspiración saudí— como “la nueva ortodoxia” y que “el trabajo principal
consiste en desmontar los mitos simplistas que constituyen el principal
nutriente del Estado Islámico”. Hay que recordar,
una vez más, que para combatir el terrorismo, además de la imprescindible
actuación de los servicios de inteligencia, de la policía, del sistema
judicial, de los medios de comunicación, de los agentes sociales, etc., etc.,
es fundamental entrar en el núcleo de la justificación que los terroristas, y
quienes les socializan y legitiman, se dan de sus propios actos. Aprehender
porqué, en el caso del terrorismo yihadista, hay millares de jóvenes en todo el
mundo que están dispuestos, incluso, a morir matando. Jóvenes de toda condición
social, aunque hay más de la “clase de tropa” en muchos de los ejecutores,
mientras que las élites terroristas (perdóneseme la expresión) provienen
mayoritariamente de la “alta sociedad”. Como habitualmente ha sucedido en la
historia. Recuerden el origen de Bin Laden y el del líder de la matanza de las
Torres Gemelas en septiembre de 2001, Mohamed Atta.
Toda
explicación vale excepto la religiosa. Parafraseando a Birnbaum cabe decir cómo
en la televisión, radios y periódicos, diversos especialistas se relevan para
afirmar que los terroristas pueden bien reclamarse de la yihad pero que sus
acciones no deben en ningún caso relacionarse a cualquier tipo de pasión
religiosa. Se les etiqueta como “Barbaros”, “Energúmenos”, “Psicópatas”, etc.,
etc.
“Todas
las calificaciones eran buenas para descartar la menor referencia a la fe”,
escribe Birbaum quien nos muestra modelos y ejemplos de algunos de los
discursos habituales de los especialistas contra el terrorismo de matriz
islamista extrema que han circulado a lo largo del año 2015 en los medios
políticos y mediáticos. “Los yihadistas
son unos monstruos sanguinarios que hay que ponerlos fuera del riesgo de
dañarnos, dirá el criminólogo. Los yihadistas son el producto de un desorden mundial
del que Occidente es el responsable, corregirá el geopolítico. Los yihadistas
son víctimas de la crisis, rectifica el economista. Los yihadistas son críos de
las ciudades que se han desbocado, dirá el sociólogo. Los yihadistas son la
prueba de que nuestro modelo de integración no funciona, abundará el
politólogo. Los yihadistas son los herederos de la ola humanitaria, su
movilización es comparable a la de los estudiantes que se comprometen en una
ONG en la otra punta del mundo, indicará el antropólogo. Los yihadistas son
jóvenes que se ahogan en una sociedad de viejos, se marchan a Siria para
desambientarse como otros se hacen cocineros en Australia, precisa el
demógrafo. Los yihadistas son hijos de Internet y de los video-juegos, han
abusado de Facebook o de la serie Assassin´s Creed, deja caer el experto en lo
numérico. Los yihadistas son puros productos de nuestra sociedad del
espectáculo, buscan simplemente la celebridad, apunta el mediólogo…”[2]
Qué
duda cabe, me permito interrumpir el discurso de Birnbaum, que, aun con cierta
exageración y unilateralidad en algún caso, estas explicaciones son exactas y
reflejan correctamente gran parte de las motivaciones o causalidades que están
en la base de que algunos jóvenes (y menos jóvenes) cometan actos terroristas
en el universo yihadista. Pero, subraya Birnbaum a continuación que “desde los
atentados de enero de 2015 se han analizado todas las explicaciones, todas las
causalidades posibles salvo una: la religión. La religión en tanto que manera
de ser en el mundo, fe intima, creencia compartida. Con constancia, este
factor, como tal, ha sido reducido al silencio: así como el islamismo no tiene nada que ver con el islam, el yihadismo
es extranjero al yihad”. Concluirá Birnbaum afirmando que “vivimos una
ceguera profunda que concierne a las relaciones que muchos, más allá de sus
ideologías, entretienen con la religión: es la reticencia a contemplar la
creencia religiosa como causalidad específica y como fuerza política: nos
adherimos a explicaciones sociales, económicas o psicológicas, pero no a la fe”[3].
¿Por
qué ese silencio? Y ¿por qué subtitula
su libro Birnbaum, un hombre de izquierdas no se olvide, el silencio de la
izquierda frente a la yihah?. ¿Exagera en el papel que le concede al Islam en
el terrorismo yihadista?.
Voy a
responder a este interrogante en dos planos diferentes. Por un lado mostrando
la legitimación que de sus actos ofrecen los islamistas-terroristas y quienes
les apoyan. Por el otro, pretendiendo analizar la causa o motivo del silencio
del factor religioso en nuestra sociedad, particularmente de quienes se dicen
de izquierdas, a la hora de explicar, junto a otros factores por supuesto, la
violencia yihadista.
1.1
La auto-legitimación religiosa del terrorismo yihadista.
No me resisto a trasladar aquí una reflexión que me hizo en
el hall de la Universidad de Deusto, estando los dos solos, y cuando ya me
despedía de él, Dalil Boubakeur, Rector de la Gran Mezquita de Paris, y que
había dado una magnifica conferencia, el año 2004, en el Forum Deusto: “no se
olvide, profesor, que el Islam nació en la sangre, como muchas veces olvidamos,
nosotros, los musulmanes”. En efecto tras la muerte de Mahoma, Ali, su primo,
yerno e hijo espiritual, se opuso al fiel compañero del profeta, Abou Bakr.
Este último se impuso y fue el primer sucesor de Mahoma como califa. Pero sus
dos sucesores fueron asesinados, después Ali lograría el califato antes de ser
él también asesinado, así como sus dos hijos.
Desde entonces vive el Islam la cruenta división entre sunitas y
chiitas. Con el uso reiterado de la violencia como nos recuerdan los propios
intelectuales de confesión musulmana.
Por ejemplo, el gran islamólogo Rachid Benzine, mentado más
arriba, quien afirmaba ya en 2014, luego antes de los grandes atentados en
París y Bruselas, que “frente a la acumulación de comportamientos bárbaros,
muchos musulmanes protestan: ´todo esto no es el Islam´, o en las redes
sociales ´no en mi nombre´. En efecto no es esa su concepción del Islam, la
forma como ellos lo viven en la intimidad de su corazón y en sus familias. Pero
es sin embargo el Islam obscurantista que se ha enseñado estos últimos decenios
en la mayor parte de los centros de difusión de la doctrina, de la cultura y de
la piedad. En casi ninguno de esos lugares se incita a la gente a reflexionar,
a desarrollar su espíritu crítico, a hacer prueba de discernimiento. Se les
inculca, continua Benzine, una ´historia santa´, maravillosista, que se les
pide creérsela literalmente, sin consideración alguna por los géneros literarios
y las significaciones profundas, sin espacio a la comprensión de la importancia
y de la función de los mitos fundadores. La dimensión histórica del Islam, las
condiciones de su emergencia, lo que lo ha configurado desde sus orígenes es
completamente ignorado, mientras que son sacralizados acontecimientos y textos
que son, en realidad, el fruto de contingencias históricas, donde las disputas
por el poder y los intereses egoístas fueron preponderantes”[4].
Tras el ataque a las Torres
Gemelas en Nueva York el 11 septiembre de 2001, el gran filósofo Jacques
Derrida sostenía en un libro publicado conjuntamente con Jürgen Habermas que
“hay que ayudar a lo que se denomina Islam, a lo que se denomina árabe, a
liberarse de dogmatismos violentos. Hay que ayudar a los que luchan
heroicamente en ese sentido desde el interior”[5].
Esta relación entre la religión y la violencia la he encontrado
también en un filósofo musulmán, Abdennour Bidar, que
sostiene el movimiento “Not in my name” (No en mi nombre), quien redactó una
“Carta abierta al mundo musulmán”. La ha recogido el blog del “L´Oratoire du
Louvre”, una Iglesia cristiana protestante sita en el centro de Paris[6].
A continuación, traslado un par de
párrafos de la Carta. “Querido mundo musulmán:… te veo dando a luz un monstruo que se pretende denominar Estado islámico y al que algunos prefieren darle un nombre de demonio: DAESH. Pero lo peor es que te veo perderte - perder tu tiempo y tu honor – en el rechazo a reconocer que este monstruo ha nacido de ti mismo, de tus vagabundeos, de tus contradicciones, de tu descuartizamiento entre pasado y presente, de tu incapacidad demasiado tiempo prolongada a encontrar tu lugar en la civilización humana. (….). Las raíces del mal,… están en ti mismo, el monstruo ha salido de tu vientre del que surgirán otros monstruos, aún peores, mientras no admitas tu enfermedad, para atacar, al fin, esta raíz del mal.
Incluso los intelectuales occidentales tienen dificultad
para apercibirla: la mayoría, han olvidado hasta tal punto el poder de la
religión – en bien y en mal, sobre la vida y sobre la muerte-, que me dicen, “no,
el problema del mundo musulmán no es el islam, tampoco la religión, sino la
política, la historia, la economía etc.”. Ya no recuerdan en absoluto que
la religión puede ser el corazón del reactor de una civilización humana. Y que
el avenir de la humanidad dependerá mañana, no solamente de la resolución de la
crisis financiera sino, de forma bastante más esencial, por la resolución de la
crisis espiritual que atraviesa toda nuestra humanidad. ¿Sabremos reunirnos,
todos nosotros, a escala planetaria, para afrontar este desafío fundamental?.
La naturaleza espiritual del hombre tiene horror del vacío, y si no encuentra
nada nuevo para llenarlo, lo hará mañana con religiones cada día más
inadaptadas al tiempo presente que, como el Islam actualmente, se dedicarán
entonces a producir monstruos”[7].
Creo que queda claro que
Birnbaum no exagera y que resulta imposible comprender, explicar, luego luchar
con esperanza contra la violencia islamista, sin reconocer el peso que tiene en
su interior una determinada lectura de su religión. De ahí que resulte más
llamativo todavía el “silencio religioso” de la izquierda europea a la hora de
afrontar la yihad terrorista. Quiero decir, la actitud de gran parte de esa
izquierda (no solamente la izquierda por supuesto, pero sí en mayor grado), en
la erradicación del factor religioso a la hora de comprender y analizar los
fenómenos sociales, hoy, aquí, el terrorismo yihadista. Pero no es el único
caso.
9.2 ¿Cómo entender la
exculturación social de la religión por parte de cierta izquierda europea?
En efecto, como se puede leer en otro libro importante en
torno a este tema, “salvo algunos filósofos y muy raros sociólogos, las
ciencias sociales desde hace cincuenta años han ignorado la fuerza de lo
religioso en una sociedad en Francia (en Francia, en España y no digamos en Euskadi,
me permito añadir) en razón de la exculturación religiosa de nuestras
sociedades contemporáneas; en razón también de que lo religioso ha sido
declarado un vestigio residual del pasado, ignorando la vitalidad religiosa de
otros continentes y de otras religiones que el cristianismo. Sin embargo, ¡la
Revolución iraní tiene ya cerca de treinta y seis años!”[8].
En la consolidación de este silencio, la tradición de la
izquierda política e intelectual ha jugado un papel central. El proyecto de
emancipación, que estructura su cultura y su imaginario, designa de entrada la
emancipación respecto de la religión, entendida como principal agente de
alienación. Aunque bastantes figuras históricas del socialismo, del comunismo o
del anarquismo, han tenido seriamente en cuenta las creencias religiosas sin
reducirlas a simples prejuicios. Karl Marx sin ir más lejos, como nos muestra
Francesc Torralba en un artículo titulado significativamente, “Y, ¿si Marx
tuviera razón?”[9]. Un
amigo madrileño me envía un texto de Jeremy Corbin, líder del Partido Laborista
del que entresaco esta afirmación: “Creo que las comunidades de fe son aliados
esenciales en la lucha por una Gran Bretaña mejor”. Claro que Corbin (que no es
creyente, dicho sea de paso) no está en España sino en Gran Bretaña.
Aunque en España, Ramón
Jáuregui, un gran político del PSOE, para mí incomprensiblemente arrinconado,
escribía en un artículo que “el pacto con los líderes musulmanes debe
comprometernos de manera recíproca en proyectos de integración social y desarrollo
económico, especialmente para jóvenes en riesgo de exclusión, junto a una firme
actitud de condena y rechazo a los extremismos doctrinarios (…) La aceptación
del hecho religioso y la libertad de la fe no pueden ser coartada para la
vulneración de nuestra concepción de la dignidad humana o de la igualdad entre
mujeres y hombres, por poner solo esos dos valores de nuestro credo
democrático.
Pero ese
pacto está por hacer. De hecho, esas políticas tan importantes en zonas de alta
concentración inmigrante brillan por su ausencia en las grandes ciudades
europeas.(…) No es una tarea fácil, lo sé, pero destruir el relato fanático del
ISIS entre los jóvenes europeos, nacidos y educados aquí, es una tarea urgente
que no podemos hacer sin contar con la comunidad árabe a la que pertenezcan; y
sin establecer, en consecuencia, los términos de una laicidad incluyente en la
que las creencias religiosas conviven y contribuyen a la paz y a los valores
democráticos[10].
Es cierto sin embargo que, “en realidad, en su conjunto,
esta izquierda ha perpetuado una tradición que ve en la religión una quimera
sin consistencia. En esta óptica, la religión no representa otra cosa sino una
ilusión individual y una fuerza reaccionaria, cuya función sería esencialmente
escamotear y ocultar los auténticos retos”. (Birnbaum pp. 35-36).
Con semejante ceguera intelectual es imposible entender el
terrorismo yihadista, no sé si el primer problema del planeta como declaró en
su día Obama pero, ciertamente, uno de los más crueles y sangrientos. Veamos,
sin embargo, lo que opinan al respecto algunas grandes figuras, no creyentes,
de la izquierda.
Derrida escribió hace ya cerca de venta años que “nos
cegaríamos ante el llamado fenómeno religioso, o retorno de lo religioso hoy,
si continuamos oponiendo ingenuamente la Razón y la Religión, la Critica o la
Ciencia y la Religión, la modernidad tecnológica y la Religión. Suponiendo que
se trate de comprender algo, ¿se comprendería algo de lo que sucede hoy en el
mundo con la religión (…) si se continua a creer en esta oposición, incluso a
esta incompatibilidad, esto es, si se continua en cierta tradición del Siglo de
la Luces?”[11].
Walter Benjamin
en la primera de sus “Tesis sobre la historia”, redactadas en 1940, cerca de la
frontera franco-española, escapándose de los nazis, y poco antes de suicidarse,
comparó al marxismo o al materialismo histórico con un autómata. Una marioneta
que juega al ajedrez y que gana siempre pues es capaz de prever cada movimiento
del adversario. Pero hay un subterfugio. La marioneta oculta la presencia de un
enano escondido bajo la mesa, un enano jorobado y muy inteligente, que acciona
los mecanismos bajo mano. Walter Benjamin desvela el truco: “la marioneta, materialismo histórico, está concebida
para ganar siempre. Puede osadamente medirse a cualquier adversario, a
condición de que tome a su servicio la teología, que sabemos que hoy es pequeña
y fea, y a la que se le pide no hacerse ver”[12].
Jean Birnbaum comentando esta reflexión de Benjamin, escribe que durante mucho
tiempo la izquierda ha creído “poder ganar indefinidamente pues con el marxismo
y sus derivados pensaba disponer de una baza universal capaz de anticipar la
historia” y hacer fracasar a los conservadores y reaccionarios que vivían
“aferrados al mundo antiguo”. Pero, continúa Birnbaum siguiendo la metáfora de
Benjamin, “bajo la mesa, la teología se activaba discretamente. Y la izquierda
continuaba como si nada sucediera (…) hasta que el enano se revuelve. No es
justo le grita a la marioneta. Pase que te apoyes sobre mí para epatar a la
galería. Pero que tú me olvides, que en tu fuero interno llegues a negar mi
existencia, es insoportable. ¿Te crees autónomo, super-inteligente?. Pues bien,
mira tu cabeza: ahora que doy vuelta a la mesa, pobre marioneta, tú no eres más
que un títere dislocado” (p. 223). Y Birnbaum, continúa citando y comentando
textos de Marx para concluir diciendo que “según los criterios del propio Marx,
insistamos en ello, cada vez que la historia se encasquilla, la fe retorna”
(p.225 y ss.).
Mis
conocimientos del pensamiento de Marx no me permiten ni avalar ni infirmar los
juicios de Birnbaum pero no puedo no constatar el viraje que muchos
intelectuales de izquierda están llevando a cabo en gran parte de Europa
occidental (y aunque en menor medida, también en España) en sus
posicionamientos acerca de la religión, aun manteniéndose la mayoría en
posiciones no creyentes, más agnósticas que ateas. Me permito referenciar aquí
un excepcional diálogo entre Edgar Morin y Tariq Ramadan en sus concepciones
acerca de Dios y de la fe y que, traducido al castellano, puede consultarse en
mi blog[13].
Y, ¿Cómo olvidar el aventajado libro de Gilles Kepel publicado en 1991,
(traducido en España en 2005) “La Revancha de Dios”[14],
donde ya anunciaba la jihad que ahora estamos viviendo?.
Las últimas líneas del libro de Birnbaum (p. 234) resumen bien su posición
de fondo. Leemos que “si la izquierda quiere afrontar el mazazo de lo
teológico-político, es urgente que rompa el silencio. Que cese de ocultar la
fuerza autónoma del ímpetu religioso. Que se deshaga de las certidumbres y
reflejos que se lo impiden. En resumen, que vuelva a ser lo que ella misma fue
y que reanude su tradición crítica. Sin lo cual, lo espiritual continuará
aterrorizando a los militantes de la emancipación, y les engañará. Y, la
religión podría devenir el último suspiro de la izquierda, esta criatura
deprimida”. Es la última frase del libro, lo es también de la positiva
recensión positiva al mismo que se puede leer, bajo la firma de Nicolas Dutet,
nada menos que en el histórico diario comunista francés, “L´Humanité”, del 22
de febrero de 2016, apenas el libro de Birnbaum en la calle.
¿Qué hacer? Por una parte, jamás ceder sobre el imperio de la razón, ni
sobre el imperativo de separar lo religioso de lo político; pero, de otra
parte, constatar que las fronteras de la razón política no son simples a trazar.
En el seno mismo de la izquierda y de la tradición que se reclama de la
emancipación, un puñado de pensadores críticos que han llevado a cabo este
doble gesto, han mantenido estas dos necesidades. Birnbaum cita, entre otros, a
Walter Benjamin, Michel Foucault, Jacques Derrida, Claude Lefort, Regis Debray
y yo podría añadir, entre otros, y limitándome a pensadores franceses, a Edgar
Morin, Luc Ferry, Comte-Sponville, Alain Touraine… todos de izquierdas y todos
no creyentes.
Ninguno de ellos ha considerado que el ejercicio de la política moderna
tenía como condición la superación y relegación de lo religioso. Todos tenían
conciencia de que para bien distinguir estos dos ámbitos, lo mejor es dar un
espacio tanto al uno como al otro. “Es negando su efectiva existencia cuando se
corre el riesgo de caer en una violenta indistinción: quien quiera separar lo
político y lo teológico debe, de entrada, llevar a cabo un trabajo de vigilante
rearticulación” (Birnbaum, pp. 231-232). En efecto, tanto cuando ha habido
colusión entre lo religioso y lo político (el estado de cristiandad tantos
siglos, las teocracias musulmanas en la actualidad), como cuando se ha
propugnado la eliminación de lo religioso de la vida socio-cultural,
pretendiendo limitarlo a la esfera de lo exclusivamente privado (en la
actualidad en determinado laicismo en España), o en la colusión entre la
política y el estado ateo (72 años en la extinta URSS), el conflicto social,
tarde o temprano, está garantizado. Un conflicto, a menudo, muy sangriento.
Javier Elzo
[1] En “El País”,
3 de abril 2015
[2] Jean Birnbaum, O. c. p. 23
[3] Jean Birnbaum, O. c. p 23-24.
[4]
Publicado en Liberation 16/10/14, luego tres meses antes de la matanza en
Charlie Hebdo, y que recoge Birnbaum en la página 59 de su libro
[6] . La
referencia del texto, en francés, es la siguiente. http://blog.oratoiredulouvre.fr/2014/10/tres-profonde-lettre-ouverte-au-monde-musulman-du-philosophe-musulman-abdennour-bidar/
[7] . La
traducción es mí y la entresaco de mi libro, “¿Quién manda en la Iglesia? Notas ….”.O. c. p. 165-166. Los
subrayados son del autor
[9] Francesc
Torralba en el semanario “Vida Nueva”, del 16-22 Abril 2016
[11] Jacques Derrida en “Foi
et Savoir”, Seuil, 2000, pp. 45-46. La
traducción es mía. El libro está editado en castellano en Argentina pero
actualmente descatalogado y prácticamente inencontrable, pese a mis intentos. La
citación la traduzco del libro de Birnbaum p. 230.)
[12] Walter
Benjamin, “Sur le concept d´histoire », Œuvres III. Gallimard, coll. Folio Essais, 2000, p. 427, citado por
Jean Birnbaum, Un silence religieux, o. c. p. 222.
[13] En http://javierelzo.blogspot.com.es/2016/01/excepcional-dialogo-sobre-dios-entre.html.
Está traducido del magnífico libro – dialogo entre Tariq Ramadan y Edgar Morin,
“Au péril des idées”, Presses du Chatelet, 2014.
[14] En
español publicado por Alianza Editorial, Madrid, 2005, 320 paginas.
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