Y, hoy, ¿sigue muerto Dios?
El
año 1882, Friedrich Nietzsche,
publica “La Gaya ciencia“. En la sección 125 podemos leer su repetida
afirmación de que “¡Dios ha muerto y nosotros somos quienes lo hemos matado! ¿Cómo
nos consolaremos, nosotros, asesinos entre los asesinos? (…) ¿No estamos
forzados a convertirnos en dioses, al menos para parecer dignos de los dioses?
No hubo en el mundo acto más grandioso y las futuras generaciones serán, por
este acto, parte de una historia más alta de lo que hasta el presente fue la
historia”. Con la muerte de Dios, con la
ejecución de Dios cabría decir, nace la posibilidad del super hombre
nietzchiano, del “hombre aumentado” del actual movimiento transhumanista.
El
año 2014, el gran sociólogo vienes, afincado en EEUU, Peter L. Berger, con sus
85 años a cuestas, publica un pequeño gran libro, que reseñaré más abajo. Al
inicio refiere el texto de Nietzsche que acabo de citar indicando que “a su
juicio, se trataba tanto de una predicción del futuro de la religión como de
una declaración del propio rechazo que Nietzsche sentía por ella”. Y, continúa
Berger: “el área metropolitana de Boston, donde vivo, tiene más universidades y
centros de educación superior por kilómetro cuadrado que ninguna otra parte del
mundo. A resultas de ello, encontramos algunas de las pegatinas de coche más
curiosas. Vi la siguiente, justo saliendo del patio de Harvard: Querido señor Nietzsche: Usted está muerto.
Sinceramente suyo: Dios. Esto se acerca bastante a la realidad empírica de
nuestro tiempo”. A renglón seguido escribe Berger que “el mundo contemporáneo,
con algunas excepciones, es tan profundamente religioso como en cualquier otro
momento de la historia”. Pero, echemos la vista medio siglo atrás.
En
la década de los años 60 del siglo pasado vuelve con fuerza la idea de la
muerte de Dios, preconizada por Nietzsche. Su influencia, particularmente en
Europa fue enorme y, en muchos sitios, como en Euskadi, continua con fuerza en
nuestros días.
Peter Berger, uno de los pioneros de
la tesis de la secularización en aquellos años, dirigió el año 1999 un trabajo
colectivo en el que se desdecía de gran parte de sus tesis precedentes. Lo dice así: “La idea según la cual vivimos en un mundo
secularizado es falsa. El mundo de hoy, con algunas excepciones, es tan
furiosamente religioso como siempre lo ha sido; incluso lo es en mayor medida
en determinados lugares. Esto significa que todo un conjunto de trabajos
estampillados como “teoría de la secularización” son, en lo esencial, erróneos.
Yo he contribuido a esta literatura en mis anteriores investigaciones. (….).
Aunque el concepto de “secularización” reenvía a trabajos de los años 1950 y
1960, el corazón de la teoría remonta, de hecho, a la Ilustración. La idea es
simple: la modernización conduce de forma ineluctable al ocaso de la religión,
tanto en la sociedad como en la conciencia de los individuos. Pues bien, es
esta idea clave, la que se ha revelado errónea”.
Las dos excepciones son, según Peter
Berger, en primer lugar, Europa Occidental, aunque señala que en muchos países
de Europa en realidad es más la desafección hacia las Iglesias oficiales que
una secularización en toda regla. La otra excepción, a la que Berger da más
consistencia que a la anterior, la refiere así: “existe una sub-cultura
internacional, la compuesta por personas que han recibido una educación
superior occidental, y en particular en humanidades y en ciencias sociales que,
en efecto, se ha secularizado. (…) Aunque sus miembros no son muy numerosos,
son muy influyentes y controlan las instituciones que producen las definiciones
“oficiales” de la realidad, en el sistema educativo, en los medios de
comunicación de masas, y en la cúpula del Estado. Se parecen, de forma
llamativa, en el mundo entero, como se ha comprobado desde hace mucho tiempo
(aunque, los protagonistas de esta cultura apenas se encuentran en el mundo
musulmán). No puedo sino subrayar que lo que observamos aquí es la cultura de
una élite globalizada”. Es obvio, a mi juicio, que este diagnóstico de
Peter Berger se aplica, rotundamente, también a la cultura vasca actual.
Caricaturizando un tanto cabe decir que del “euskaldun fededun” hemos
transitado a la “Euskadi atea”.
Pues bien, el año
2014, Berger da un paso más para significar que hay otra realidad empírica
omnipresente que “puede estar vinculada o no a la secularización, pero es
independiente de ella”. Berger muestra empíricamente y defiende
sociológicamente lo que denomina, a lo largo de todo su trabajo, los dos
pluralismos en la sociedad actual en el ámbito de lo religioso, (pues, el pluralismo
no se limita a ese ámbito, insiste en ello), a saber, la coexistencia de
diferentes religiones, por un lado, y la coexistencia de los discursos secular
y religioso, por el otro.
Respecto de la
coexistencia de los discursos secular y religioso Berger escribe: “sostengo que
la teoría de la secularización original estaba equivocada en su premisa
fundamental, según la cual la modernidad conduce al declive de la religión.
Pero no era tan errónea como sus críticos creían. Sí, el mundo contemporáneo está
lleno de religión; pero existe también un discurso secular muy importante que
ha llevado a que aquella sea reemplazada por formas de enfrentarse al mundo etsi Deus non daretur (como si Dios no
existiera). El individuo moderno puede desarrollar, y en muchas ocasiones
ciertamente lo ha hecho, la capacidad de emplear definiciones de la realidad
tanto seculares como religiosas, dependiendo de lo que sea directamente
pertinente en cada caso. En efecto, es algo obvio: se puede rezar para librarse
de una enfermedad, pero se acude al médico. Para Berger nuestra época no lo es
tanto de increencia cuánto de duda. Así pues, la gestión de la duda se
convierte en una tarea importante, tanto para el creyente como para el no
creyente, a poco que la cuestión religiosa tenga alguna relevancia, lo que
abarca muchas más personas de lo que “a priori” se piensa. También en Euskadi,
aunque, entre nosotros, abunda (basta leer, visionar o escuchar los medios de
comunicación) el sentido negativo-despreciativo hacia lo religioso.
La lectura de los
trabajos de Berger me ha impulsado a escribir un libro, que se publicará
después del verano. Pero no escribo esto para hacer publicidad de mi libro sino
para estimular la lectura del de Peter Berger, mil codos por encima de lo que
yo soy capaz de escribir. Este es su último libro: “Los numerosos altares de la modernidad. En busca de un paradigma para
la religión en una época pluralista” Ediciones Sígueme. Salamanca 2016. 254
p. Si la cuestión religiosa les interesa, sean o no creyentes, léanlo. Es una
joya.
Escribo este texto en el recuerdo agradecido de Peter
Berger, fallecido el pasado 27 de junio en su domicilio, en Boston, “a un tiro
de tranvía del instituto que fundó”, según relata uno de sus afortunados
alumnos en EEUU.
(Texto publicado en DEIA y
Noticias de Gipuzkoa el sábado 5 de agosto de 2017)
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