Carta de Jaume
Fox, director de “El Ciervo” en el blog de la revista el 23 de agosto de 2017
Excelentísima señora Ada Colau, alcaldesa de Barcelona:
Como ciudadano y contribuyente de nuestra cara Barcelona (digo
cara en el sentido de amada, aunque también en el del precio que hay que pagar
para vivir en ella), con todo el respeto y la consideración que su persona y la
institución que usted preside me merecen la escribo.
Es usted mi alcaldesa porque lo es de todos los barceloneses y
quiero decirle lo mucho que me agrada que nuestra primera autoridad, nuestra
representante más cercana, sea una mujer. Pero eso no obsta para decirle
también que me parece ridículo el doble lenguaje que suele utilizar y que en
vez de a los ciudadanos se dirija usted a “la ciudadanía”, palabra que suena
tan mal como “populacho” sobre todo porque está traída a este mundo con
forceps: ciudadanía –española, por ejemplo, o canadiense como son ambas dos las
de mi nieta– es la condición de ciudadano, la cualidad y los derechos y deberes
que asisten y obligan al ciudadano y no el promiscuo revoltijo de ciudadanos y
ciudadanas a que usted se refiere, pese a que los doctos correspondientes de la
Real Academia contemplen, vencidos, este sentido en aras a una falsa corrección
política impulsada por pesados/pesadas que suelen para colmo tenerse a sí
mismos/ mismas por lo más políticamente incorrecto, rompedor y hasta
antisistema que se ha inventado/ inventada. Pero este es otro asunto.
Yo la escribo, alcaldesa, porque quiero hacerle notar que si
bien a todos los efectos la considero mi representante, tengo a menudo la
impresión de que no me siento correspondido. Es decir, que usted no me
considera su representado. Va usted preciándose, sobre todo en estos infaustos
días, de que Barcelona es plural en ideas, rica en su diversidad cultural,
distinta en su composición social, múltiple y variada en sus colores y acentos,
pero toma usted decisiones que no se compadecen con esta pluralidad sino más
bien con una concepción parcial, menor y limitada de la ciudad, de los
ciudadanos que la forman y de la manera de ejercer el poder (porque se trata de
poder: tiene usted en sus manos 2.700 milones de euros, alcaldesa; eso es
poder).
En Barcelona hay pobres pero la asistencia social y la
dignificación de los barrios no las ha inventado usted. Ni siquiera ha tenido
que gastar en ello más de la cuenta. Barcelona lo ha hecho durante décadas y
esto ha resultado en una ciudad cohesionada, habitable, vivible (y cara y
querida). Hay pobres en Barcelona y también hay ricos. Tiene usted la
obligacion de atenderlos y de exigirles colaboración (y lograrla) para que
vuelvan a invertir en cultura, en museos, en música, en enseñanza, deportes,
vivienda, beneficencia, investigación y lo que haga falta. Y hay una clase
media, el grueso de la población, que está viendo, inquieta y a veces
indignada, como es usted incapaz de poner orden en las playas y en las calles y
hacer algo tan sencillo como que la guardia urbana impida, como en tantos
países de nuestro entorno, comportamientos incívicos, que circulen borrachos
que gritan y orinan donde quieren, que la gente no ate a los perros, que las
bicis vayan por donde les dé la gana, que no paguen el metro, que se vendan
cervezas y mojitos insalubres y el top manta campe y acampe por doquier.
¿Cumplir las ordenanzas y hacerlas cumplir no le parece elemental para asegurar
la buena convivencia? Lo es y es tarea sencilla a condición de que acepte que
tiene usted el mando de la guardia urbana y no tenemos ya edad para practicar
el happy flower y tomar a las fuerzas del orden de nuestra democracia por
criminales represores al servicio del capitalismo internacional. No es tan
difícil, alcaldesa, a condición de que crea en las instituciones. Y a eso iba.
Porque me ha dejado preocupado esa dejación, tal vez bien
intencionada, pero permítame que la califique de improcedente, que ha hecho
usted del cargo que ostenta. Es un mal síntoma renunciar a encabezar la
manifestación con la que sus ciudadanos vamos a responder en masa al
terrorismo. La alcaldesa de Barcelona no puede hacer eso. No puede pensar que
ella no es la primerísima representación de esta “ciudadanía” a la que cede la
cabecera de la manifestación. Como si no fiuera, además, el grueso y no la
cabecera lo más importante.
Señora alcaldesa: le ruego que se pregunte, si no lo ha hecho
ya, si esta actitud no es un menosprecio a la institución que usted tiene la
obligación de honrar, prestigiar y hacer respetar, una institución que viene de
muchos siglos atrás y que nos representa a todos los ciudadanos, al pueblo de
Barcelona. Sin instituciones y organización el pueblo no es nada; es una
abstracción, una masa informe, inútil e inerme. Un pueblo necesita leyes e
instituciones para prosperar, tener estabilidad y progreso, asegurar la convivencia y defenderse de los abusos de los
poderosos y de los ataques también de locos como esos asesinos de la Rambla.
Póngase al frente, alcaldesa, póngase las pilas, intente
comprender la importancia del cargo y del lugar que está ocupando y hágase
digna de la institución y de la ciudad. Es inimaginable que su amiga y colega
de París no se pusiera no solo delante sino además vara en mano y con la
tricolor en bandolera. Y el pueblo, los ciudadanos, orgullosos detrás,
arropándola y arropados por ella. Esto es la democracia, la solera, el civismo,
la civilización y la historia.
Póngase al frente, alcaldesa, que Barcelona no está ahora mismo
para bromas. Por favor.
Jaume Fox
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