domingo, 11 de septiembre de 2016

Mi Leccción de Ingreso en la RSBAP: más allá del pensamiento binario




Más allá del pensamiento binario.
 Elogio de la diversidad en la unidad.

Texto para la Lección de Ingreso de Javier Elzo como Amigo de Número en la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País/ Euskalerriaren Adiskideen Elkartea 
el 10 de Septiembre en el Palacio Intsausti de Azkoitia

Índice:

-        Introducción
-        ¿Qué entendemos por pensamiento binario?
-        Enraizamiento y emancipación
-        La dimensión temporal: un antídoto del pensamiento binario
-        La tiranía de la mayoría.
-        Las leyes de Jante (1933) y la advertencia de Michel Foucault (1975)
-        La contextualización: otro antídoto del pensamiento binario
-        La auto-determinación de los pueblos y naciones en su tiempo y contexto
-        Cerrando con Bach

Buenos días. Egun on guztiori. Gracias a todos ustedes por estar aquí, en este histórico Palacio de Intsausti, esta mañana de sábado. Gracias particularmente a la Junta Rectora de la Comisión de Gipuzkoa de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País/ Euskalerriaren Adiskideen Elkartea y a su Presidente, Juan Bautista Mendizabal Juaristi, por haberme nombrado Amigo de Número. Gracias también a mi buen amigo y colega Juan José Álvarez Rubio por haber aceptado pronunciar las Palabras de Recepción en este Acto. También gracias a los Amigos de la Bascongada aquí presentes, así como a los que me han comunicado su cercanía y su imposibilidad de estar hoy entre nosotros. Lo mismo digo de mis amigos y conocidos, de mis colegas en afanes intelectuales y de quienes me hacen el honor de leer mis textos en libros y revistas y mis artículos en prensa.

En fin quiero agradecer a mi familia aquí presente su paciencia conmigo y, de forma especial, a un ausente que, estoy seguro, hoy estaría feliz entre nosotros. Un gran Amigo e impulsor de la Bascongada, hace ya años fallecido quien hubiera leído con detalle y con ojos crítico el contenido de esta Lección y, a buen seguro, lo hubiera netamente mejorado. Estoy hablando del padre de mi mujer, Javier Aizarna Azula, cuya biblioteca donó a esta Institución.

Ondo dakizuen bezala, 1764an / Euskalerriaren Adiskideen Elkartea formalki osatu aurretik, Europar Ilustrazio ideiak aztertu eta erakartzeko asmoz, Jauregi honetan elkartzen ziren gai hauetan interesaturik zeuden Pirineo hegoaldeko solaskide batzuk. Solaskide batzuen hitzetan, solasaldi hauek, 1748 urtean hasi omen ziren, baino ez zen izan 1753arte Junta Académica edo Batzar Akademikoa finkatu zenik asteroko lan programa batekin, horrelakoa zen programa hau: Astelehenetan Matematika, Asteartetan Fisika, Asteazkenetan Historia, Ostegunetan Musika emanaldi edo kontzertu xume bat, Ostiraletan Geografia, Larunbatetan behin behineko gaiak (gaurkotasuna zutenak) eta Igandetan berriro Musika.

250 urte geroago ideia honek bizirik jarraitzea, gaur egungo garaietara egokitua noski, erronka paregabea eta gainditu ezina iruditzen zait.
250urte iraun duen ikerketa eta jakintza sakontze erakunde honen partaide izateko gonbidapenak, ohoretzat hartu dut eta are gehiago txundituta utzi nau. Eskerrik asko benetan Gipuzkoako  Batzarrari Akademia historiko bereizia den honetako partaide izatea deitua izateagatik.

(Como Ustedes saben bien, bastante antes de la constitución formal de la Bascongada / Euskalerriaren Adiskideen Elkartea en 1764, ya se reunían en tertulias, en este edificio donde ahora nos encontramos, personas pioneras en la introducción, aquende los Pirineos, de las ideas de la Ilustración europea. Las tertulias que según algunos de los asistentes a las mismas se iniciaron el año 1948, se transformarían, en torno a 1753, en lo que vino a denominarse "Junta Académica" con un programa de actividades concreto para cada día de la semana: los lunes Matemáticas; los martes Física; los miércoles Historia; los jueves Música en forma de pequeños conciertos; los viernes, Geografía; los sábados los temas del momento y el domingo, de nuevo Música[1].

Que 250 años después, esta idea siga en pie, acomodada a los tiempos actuales, me parece un reto difícilmente superable. Que me hayan invitado a formar parte de este empeño de saber y de investigación, largo de 250 años, me honra y, más aún, me abruma. Gracias, de verdad por permitirme forma parte de tan selecta e histórica Academia).

En la actualidad vivimos en la era Internet. Esto supone que nos podemos comunicar con quién prácticamente queramos a condición, claro está, de que tenga acceso a Internet. En realidad lo que comunicamos muchas veces es información pero, si comunicar información es importante, más importante es comprender al otro, sentir con el otro. Y comprender al otro exige una actitud y unos conocimientos. La actitud es la de reconocer al otro como otro, saber que el otro es diferente a mí y, al mismo tiempo, es como yo. Los dos formamos parte de la misma especie humana, aunque nuestras historias habrán sido diferentes. Supone una actitud de escucha de lo que el otro nos dice, pero no para replicarle sino para entender por qué dice lo que está diciendo. Ahora bien, esto último exige un cierto nivel de conocimiento, conocimiento de la historia de ese otro, o de esos otros, cuando hablamos de sociedades, de pueblos, de etnias… distintas. Exige saber cuál es su historia y saber cuáles sus creencias, sus religiones, sus planteamientos, su gastronomía, cómo entienden la relación en pareja, en la familia, en la vida cotidiana, los días laborables y los festivos, en la gobernanza etc., etc. Comprender al otro, reconocer al otro como otro, es cuestión de actitud, de modo de pensar y, es también cuestión de conocimiento. Pues bien, el pensamiento binario imposibilita esta comprensión del otro.

¿Qué entendemos por pensamiento binario?

El pensamiento binario es una forma mental que nos hace dividir, separar, poner en oposición los conceptos, las ideas, los valores, las necesidades y los sentimientos, en vez de conjuntarlos, hacerlos vivir en cohabitación, en colaboración, mediante una forma de pensar complementaria y comprensiva. El pensamiento binario destaca las fórmulas “sea/sea”, “aut/aut” en lugar de “et/et”.

La noción del bien y del mal, de lo bueno y de lo malo, son ejemplos perfectos del pensamiento binario. Hay muchos casos en los cuales aplicamos este modelo de tipo binario en nuestra forma de pensar, de escribir y de actuar. Así llegamos al dualismo que no es sino una resultante del pensamiento binario. Es utilizado a menudo, por ejemplo, en conflictos armados. Todos recordamos al presidente de EEUU George Bush quién utilizó en vísperas de las dos guerras contra Irak y Afganistán el término del “Eje del Mal” en contraposición al “Eje del Bien” expresión, esta última, pensada para calificar, “sotto voce”, al mundo occidental. El pensamiento binario se monta sobre una lógica que, para definir a un individuo, a un problema, o a una situación, lo hace presentándolo en el marco de dos polaridades enfrentadas y situando a su persona, al problema o a la situación, en uno de los dos polos. En consecuencia el pensamiento binario es incapaz de definir las cosas como realidades complejas, como lo son la inmensa mayoría de las realidades. El pensamiento binario busca monocausalidades. Poco importa que el problema sea complejo, digamos el inicio de Primera Gran Guerra del siglo XX, el crash bursátil de 2008, la persistencia de ETA casi medio siglo, etc., etc. Mediante el pensamiento binario se tenderá a presentar un único causante del problema, un único responsable y una sola víctima de lo sucedido.

Si subimos un poco el peldaño de nuestra reflexión constataremos cómo el pensamiento binario forma parte de nuestra vida cotidiana y, cómo a poco que no estemos vigilantes, conforma nuestras estructuras de pensamiento y nuestros juicios morales. He aquí algunos ejemplos de pensamiento binario muy extendidos entre nosotros que, si bien nos ayudan a ordenar la mente, si no sabemos superarlos y, sobre todo, si nos quedamos con un solo polo del pensamiento binario, nos deformarán el juicio y el comportamiento. Pienso en lo innato y lo adquirido; lo privado y lo público; el espíritu y el cuerpo; jóvenes y viejos (en corrección política hablando, personas mayores); individuo y grupo; clases superiores e inferiores; la naturaleza y la cultura; el instinto y la inteligencia; el corazón y la razón; sexo y género; nacionalismo vs. internacionalismo; progresistas vs. conservadores; transhumanistas vs. bioconservadores; soberanistas y mundialistas; localistas y transfronterizos; enracinamiento vs. emancipación; ateo y creyente; inmanencia y trascendencia…..

Antes de avanzar quiero decir que, en la realidad de los hechos, hay situaciones que son nítidamente binarias y que solamente pueden ser binarias. Una persona ha nacido, digamos, en Gipuzkoa o no ha nacido en Gipuzkoa. Es imposible haber nacido en Gipuzkoa y en Bizkaia. Se ha nacido en uno u otro lugar. Otro ejemplo. Una mujer está embarazada o no está embarazada. No puede estar un poco embarazada o semi-embarazada.

Pero las cosas son mucho más complejas cuando nos referimos a realidades mentales, emocionales, psicológicas, juicios de valor, actitudes, sentimientos etc. Un ejemplo de nuestra sociología política habitual lo mostrará: un ciudadano se dirá vasco y quizás también español y con sentimientos de pertenencia no necesariamente similares: más vasco o más español. Otro se dirá solamente vasco en ese registro de la polaridad vasco vs. español, pero no negará que es también, digamos, donostiarra e, incluso, y con más fuerza que donostiarra, que del Antiguo o de Gros, al mismo tiempo que europeo y ciudadano del mundo. Decirse solamente vasco no agota su sentimiento de pertenencia. Esa persona es, se siente y se dice vasco, sí, pero también, donostiarra, antiguotarra o grosero, europeo y ciudadano del mundo. El pensamiento binario, en su radicalidad y en su pobreza semántica, constriñe fuertemente la rica diversidad de sentimientos de pertenencia de cada ciudadano. Además, olvida la noción del tiempo y del contexto. Pero antes de detenernos en los conceptos de espacio y tiempo, como formas elementales de acceso a la realidad, abordemos otro par binario, cuya superación considero central en nuestros días.

Enraizamiento y emancipación

Actualmente, el par “binario pasado vs. futuro”, en una socio-filosofía de las ideas dominantes ha sido presentado, con energía y reiteración, con un doble bipolar que sería pensamiento binario si no fuera porque en su presentación se pide su superación[2]: la polarización entre el enraizamiento (en el pasado que siempre fue mejor) dirán unos y la emancipación (liberadora de las ataduras del presente) sostendrán otros. Pero la realidad humana, tanto a nivel personal como societal, está hecha de una mezcla de ambos: hay un enraizamiento en la historia, en el pasado, en lo heredado, así como emancipación constante de sus servidumbres.   

Enraizamiento y emancipación conformarían un par binario del que el polo de la emancipación sería preponderante en la era postmoderna, que también cabría denominar postindustrial. La emancipación total consistiría en la creación del hombre nuevo y de todo lo que le concierne, liberándole de lo que sea pasado. En la contextualización de la vieja binariedad entre lo dado y lo adquirido, todo lo dado sería despreciado, objeto de liberación, con la vista puesta en la construcción del hombre nuevo. Nada de lo que nos precede nos debe condicionar. Todo debe ser construido “ex nihilo”. A lo sumo un pacto con el pasado según la lectura que de él hagamos nosotros y poniendo nosotros, en la actualidad, y solamente nosotros, las condiciones del pacto con el pasado. Un ejemplo muy actual, aunque no suficientemente analizado este lado de los Pirineos, es el denominado movimiento transhumanista del que ya me he ocupado, aunque todavía demasiado brevemente, en otros textos[3].

No es nuestra generación la primera que quiere crear el hombre nuevo, la nueva sociedad. Sin remontarnos al origen de la especie humana, ya desde el siglo de las Luces (al que le precedió un periodo sombrío y muy polarizado en la historia) y, sobre todo, desde la revolución francesa y los totalitarismos del siglo XX (fascismo, nazismo, comunismo y sus prolongaciones en Oriente con el maoísmo y los jemeres rojos en Camboya) se ha intentado la construcción de la nueva sociedad, el italiano nuevo de Mussolini, el III Reich de los mil años de Hitler, la sociedad comunista sin clases de Stalin, Mao y Pol Pot, exterminando a quienes fuera preciso. (No me olvido de los armenios, y de su genocidio por el imperio otomano; de los kurdos perseguidos por los países donde se asientan y algunos más que dejo en el tintero, pero me limito en este texto que no es de historia sino de sociología, a algunos casos que me parecen significativos. “Tipos ideales” que diría Weber, y con concreción histórica). Los tres últimos, los de matriz comunista, desenraizando sus países del peso de la historia (recuerden el texto original en francés de “La Internacional”[4]) buscando la emancipación total; los dos primeros pretendiendo purificarla, dirán, de las excrecencias que en su seno han crecido, particular y específicamente en el nazismo hitleriano con el holocausto judío, buscando una arcadia pura y primigenia, un enraizamiento selectivo. Pero siempre en búsqueda de un hombre nuevo, una sociedad nueva. La diferencia estará en el sentido de la nueva sociedad, del nuevo hombre: la pureza originaria los fascismos y nazismos, el nuevo mundo “ex nihilo” los segundos, lo que hará que, en el mundo occidental democrático, sean vistos diferentemente los totalitarismos del fascismo (Mussolini y, también Franco) y, particularmente, el nazismo de Hitler por un lado, siempre denigrados, y los totalitarismos de signo comunista por el otro, hasta fecha reciente si no magnificados (que también) sí relativamente absueltos y aun hoy en día en muchos ámbitos y manifestaciones, perfectamente tolerados. Piénsese en un sencillo detalle: no se verá en la calle a una persona llevando una camiseta con la efigie de Hitler, de Franco o de Mussolini, pero sí con la del Che o con la de Mao (y parece que últimamente también con la de Stalin, en la extinta Unión Soviética).

La rememoración de esta historia extrema nos lleva a la necesidad de entender la alternativa enraizamiento versus emancipación, no al modo de un pensamiento binario, holístico en los extremos, sino como un pensamiento gradual y complementario en el que caben diferentes matices según nos inclinemos hacia uno u otro polo, el del enraizamiento o el de la emancipación. En realidad, y si observamos la condición humana, constataremos que ambos polos están constantemente presentes. Tanto si consideramos la realidad desde una perspectiva individual como societal.

Desde el punto de vista individual, incluso desde la formación de la personalidad de cada uno de nosotros, es evidente que estamos enraizados. Biológica y genéticamente enraizados en el embrión que se desarrolla en el vientre de la mujer, de la madre. Familiar y culturalmente enraizados, por el azar de la vida: hemos venido al mundo y pasaremos una serie de años, los primeros de nuestra vida, en el seno de una familia y de un entorno geográfico concreto. Aleatorio donde los haya, pues, obviamente, no decidimos nosotros en qué familia, en qué país y en qué momento de la historia venimos al mundo. Aleatorio sí, pero también condicionante, si no determinante, ciertamente de los primeros pasos en nuestra vida, varios años en realidad. Es el enraizamiento individual. Capital en la vida de una persona. El inmenso Paul Ricoeur, uno de mis “maîtres à penser”, escribió que “su cristianismo era un azar convertido en destino gracias a una elección continuada”[5]. Y así con todas nuestras creencias y opciones vitales, seamos o no conscientes de ello, queramos o no queramos reconocerlo.

Pues, pese a la impronta en nuestros tiempos del concepto de emancipación, no podemos obviar el hecho de que las sociedades también están enraizadas, en su historia, en sus creencias, en sus usos y modos de vida, en su gastronomía, organización social, familiar, religiosa, política etc., etc. Es llamativo observar cómo en nuestros tiempos de globalización y de culto de lo nuevo, en algunos aspectos de la vida, como el folklore y determinados hábitos ancestrales, algunas tradiciones que estaban renqueando, parecen adquirir nueva vitalidad y presencia societaria. De hecho, en la historia, la defensa de “lo de siempre”, en gran parte agente identificador de los pueblos, naciones y estados, ha sido reivindicado, a veces, con la máxima violencia. Piénsese en la Inquisición que no era otra cosa que un intento de la Iglesia, de mi Iglesia, intento cruel y despiadado, al par que infructuoso, de mantener determinada concepción del mundo e impedir todo pensamiento emancipador. Recuérdese a Galileo (o Servet en la Ginebra de Calvino) aunque el primero se libró de la tortura por abjurar de sus descubrimientos. Son muestras del totalitarismo cuando se pretende hacer de una verdad, verdad absoluta, y sostén de una política y de un poder determinado.

En este punto, hoy, aquí, quiero honrar el papel de los fundadores de la Bascongada / Euskalerriaren Adiskideen Elkartea, y el inmenso honor que se me concede, y el desafío que se me impone, al hacerme miembro numerario de la misma. La Bascongada / Euskalerriaren Adiskideen Elkartea alía, precisamente desde su originaria finalidad, el enraizamiento en la sociedad vasca pero emancipándola de la ignorancia y abriéndola a la Ilustración como ya leemos en sus objetivos fundacionales[6].

El totalitarismo acecha cuando se sostiene, sea “manu militari”, sea de forma más sibilina, el ostracismo del diferente, del que defiende otra posición que la dominante en ese momento, cuando este pensamiento socialmente dominante sea el de que “todo lo pasado fue mejor” o cuando, por el contrario, se defiende que hay que hacer “tabla rasa del pasado”.

En la actualidad, en Occidente, el riesgo es mucho mayor en esta segunda deriva totalitaria, la que propugna “hacer tabla rasa del pasado”, la emancipación total del pasado, mientras que en determinadas partes de Oriente, allá donde se impone el pensamiento islamista radical, manifiestamente el rechazo de la modernidad y el enraizamiento en el pasado, es el que prima. En el primer caso, en el mundo occidental, la defensa de la emancipación total se lleva a cabo por el rechazo o minusvaloración reiterada de la trasmisión, de la herencia de nuestros antecesores, que impedirían, sostienen sus mentores, la realización del hombre y de la sociedad nuevos, mientras que en el segundo caso, allá donde impera el islamismo yihadista, mediante el terror y la violencia extremas. 


La dimensión temporal: un antídoto del pensamiento binario

La lógica binaria, cuando aprueba sin reparo, o condena fulminantemente un comportamiento, no tiene en cuenta la dimensión del tiempo. En efecto una realidad, un comportamiento, una determinada ley moral etc., puede ser positivamente valorado en un momento y negativamente en otro. Piénsese en cuestiones tan fundamentales, tan básicas en nuestra sociedad, como la esclavitud, la colonización, el voto de la mujer, la violencia de género (figura que ni existía hace dos o tres décadas), la pederastia y podríamos seguir con infinidad de ejemplos. La esclavitud, en su sentido fuerte, no fue abolida hasta hace 200 años, con el proceso de descolonización. Esto conllevó a conceder lecturas diferentes a principios morales del primer siglo de nuestra era cristiana, Así, por ejemplo, la afirmación de Pablo a los Gálatas (3,28) de que “no hay ya esclavos ni hombres libres entre vosotros, pues todos sois uno en Jesucristo” ha sido leído, a partir del actual ideal humanitario de la igualdad, como “no puede haber más esclavos y hay que abolir la esclavitud”, cuando durante 18 siglos se ha entendido la expresión paulina como “incluso los esclavos pueden ser cristianos”[7]. De ahí no hay que concluir que todo es relativo, sino algo mucho más importante: que la verdad es histórica o, si parece que la afirmación (que sostengo desde hace mucho tiempo) es demasiado rotunda, que las acentuaciones, incluso en temas centrales, divergen al albur de los siglos y de los cambios culturales y sociales. Los ejemplos a aducir son legión y varían según las sociedades y los tiempos. Redactando este texto, al azar de mis lecturas, me pregunto, ¿cómo explicar, si no, que 17 mujeres, ex - ministras en diferentes gobiernos de Francia, hayan esperado a 2016 para sacar a la luz pública que, ellas mismas, habían sido objeto de acoso sexual en el ejercicio de sus mandatos?[8].

En efecto, la dimensión temporal nos hace ver, a poco conocimiento de la historia que tengamos, que determinados juicios perentorios de valor y descalificaciones absolutas de ciertos comportamientos, los adoptamos en nuestra vida cotidiana, muy a menudo de forma inconsciente, a tenor de un esquema binario de pensamiento que se nos aparece como evidente, de tal suerte que uno de los polos del pensamiento binario se nos puede presentar, incluso imponer, como personal y socialmente incuestionable. Se convierte en un pensamiento unidimensional y totalitario. Tanto que ir a la contra o, más simplemente, contextualizar el juicio emitido, pueden resultar extremadamente peligrosos para quien lo sostenga (y no digamos si lo profese) y deberá, en todo caso, prolongar su atrevida afirmación con una larga y profusa serie de explicaciones y matizaciones que, en muchos casos, no servirán sino para apuntalar el pensamiento dominante y desacreditar aún más a quien ose ofrecerle resistencia[9]. Václav Havel ya había constatado esto en la sociedad checa, que él denominaba post- totalitaria, escribiendo con melancolía que “cada uno es al mismo tiempo prisionero y guardián de la prisión”[10].

Un ejemplo particularmente claro de este proceder lo tenemos en nuestros tiempos con el menosprecio a la transmisión intergeneracional del saber y de los valores, en el seno de las familias y de la escuela así como en determinadas comunidades particulares, (las iglesias por ejemplo, donde la palabra catequesis ha adquirido una connotación intelectualmente negativa y socialmente indefendible) lo que algunos autores, ya desde Tocqueville y Hanna Arendt han denominado como la tiranía de la mayoría.

La tiranía de la mayoría.

Un joven pensador francés, profesor de secundaria, ha escrito un impactante ensayo, traducido a varios idiomas (no al castellano), donde constata que en la ideología dominante en gran parte de Europa occidental, en la actualidad, se rechaza la transmisión de saberes, de experiencias, de valores, etc., por parte de la generación adulta a las nuevas generaciones. “Gracias a la Web, escribe al inicio de su trabajo, parece que estamos dispensados de transmitir un saber: solo nos queda proponer cómo “saber-hacer”, cómo “saber-ser”. Ya que las máquinas se encargar de estocar lo heredado para nosotros, nuevos horizontes de libertad se nos abrirían”[11], según esta forma de pensar. Se ha instalado en la sociedad, continúo yo parafraseando algunas de sus ideas, la necesidad de educar pero sin transmitir. A los padres y a los profesores se les ha confiado una misión, propiamente hablando, imposible, impensable hace cincuenta años. La sociedad les ha encargado la misión de educar, pero dejando al niño, al educando en general, libre, virgen de toda traza de autoridad, liberado del peso de toda cultura anterior a su individualidad, particularmente liberado de toda violencia simbólica, gratuita, violencia que recibirían en la herencia que les impondría el sistema educativo según las tesis de Bourdieu-Passeron, que mamamos como estudiantes en los años 70 del siglo pasado y que han conformado gran parte del acervo educativo posterior, todavía vigente.

La consecuencia es que el educando tendrá que lanzarse, él solo, en la búsqueda de su saber, de sus decisiones morales y de su futuro. La resultante dependerá en gran parte del azar. Del azar de los padres que le hayan caído en suerte, de los profesores, sea que ejerzan como tales, sea convertidos en meros enseñantes, en nada educadores. Pues cuanto más eduque el enseñante, cuanto más se involucre en ser educador, en mayor grado será tenido por culpable, pues estará impidiendo, se sostiene, la libertad primigenia del educando, la de su espontaneidad, impidiéndole ser él mismo. En realidad hemos pasado del más que criticable principio de que “la letra con sangre entra”, lo que personalmente etiqueto como el reino de la “potestas”, sin aceptar, incluso renegando, del gran principio de la transmisión de los saberes y de los valores al educando para así conducirle a la autonomía y responsabilidad propias, esto es al reino de la “auctoritas”. Hemos dejado solos a los niños y menores, al albur de la violencia, esta vez más que simbólica, y en nada gratuita, del azar de la Web, de los contactos y de las imprevisibles experiencias en nada evaluadas. Ya lo hará él, cuando sea mayor, se dice. Pero, ¿desde qué saberes?, ¿desde qué valores?. Pues, de los de la mayoría confesante.

Veamos dos textos de Tocqueville (1835) y Hannah Arendt (1972) en los que ya escriben, con clarividente premonición, de los riesgos de la tiranía de la mayoría. Escribirá Tocqueville en su clásico “La Democracia en América” que, “la inquisición nunca logró impedir que circularan en España libros contrarios a la religión de la mayoría. El imperio de la mayoría lo hace mejor en EEUU: ha conseguido suprimir hasta el pensamiento de publicarlos”[12]. Chantal Delsol en un reciente ensayo (libro de tesis y como tal con algunas exageraciones hasta el punto de caer, ella también, en lo que pretende fustigar, el pensamiento binario, precisamente) comentando esta idea de Tocqueville escribirá: “Tocqueville considera que la sumisión al imperio de la mayoría es más tiránica que a la de cualquier tirano: es mucho más difícil para un particular pensar contra el conjunto de sus conciudadanos que oponerse a un poder establecido. Así la sociedad democrática deviene rápidamente gregaria y las personas en lugar de liberarse se someten”[13].

La lectura de la obra de la filósofa Ch. Delsol me sugirió acercarme a un libro que obliga a pensar pues va en contra de la idea dominante en el sur de Europa sobre la educación en particular y los esquemas mentales de funcionamiento en la vida pública, en Suecia, más en general. Podemos leer que “en Suecia los niños crecen en el seno de una cultura de ´pares´ (de grupo) sin referencia exterior a su generación (luego a sus padres). Pero la presión de los ´pares´ es bastante más despiadada que la de la generación precedente; es posible rebelarse contra esta última pero no contra la primera, salvo a marginalizarse”[14]. Los autores del libro sobre el modelo sueco citan una reflexión de Hannah Arendt de los años 70 del siglo pasado que ya había descrito esta situación hablando de la escuela americana: “liberado de la autoridad de los adultos, en realidad el niño no ha sido liberado, sino sometido a una autoridad bastante más horrorosa y verdaderamente tiránica: la tiranía de la mayoría”[15].

En consecuencia, la transmisión, nos diría nuestro inconsciente colectivo, sería una alineación, puesto que impide al educando la posibilidad de construir, él solo, en (pretendida) total libertad y autonomía, sus propios referentes, llevar a cabo sus personales e individuas elecciones, adoptar sus propios valores, más aún, construir libérrimamente su propio sistema de valores. Con lo que la apelación a la libertad total se convierte en la tiranía de la mayoría. Dramático par binario donde los haya.

Las leyes de Jante (1933) y la advertencia de Michel Foucault (1975).

No me resisto a incrustar en el texto, a modo de excursus, unas reflexiones que he encontrado en el referenciado libro de B. Huteau y J-Y Larraufie, sobre el modelo sueco unas notas sobre “las leyes de Jante” que ilustran de forma paradigmática los excesos del binomio individuo – sociedad cuando se privilegia, de forma excesiva, uno de los dos polos, el de la sociedad en este caso.

Las Leyes de Jante:

“La noción de comunidad es muy fuerte en Suecia y el principio de autodisciplina muy presente (con fuerte pregnancia): lo que lleva a los suecos a considerar que el individuo debe retirarse ante el grupo. A los suecos les gusta recordar que una cadena no es fuerte sino en relación a su eslabón más débil. Una especie de inhibición al desarrollo de las estrategias personales fuertes va en consecuencia a desarrollarse.

Las leyes de Jante ilustran esto de forma llamativa. Son una reescritura de los 10 mandamientos citados en una novela noruega, “Un fugitivo vuelve sobre sus pasos” de Aksel Sandemose, 1933, y rápidamente devenidos muy célebres en todo Escandinavia.

Son estos:

- no te imagines que tú seas alguien importante
- no te imagines que tú seas tan bueno como nosotros
- no te imagines que seas más sabio que nosotros
- no se te meta nunca en la cabeza que tú puedas ser mejor que nosotros
- no te imagines que conozcas más cosas que nosotros
- no te imagines que puedas ser mejor que nosotros en cualquier materia
- no te imagines tener cualquier valor
- no te está permitido reírte de nosotros
- no te imagines jamás que alguien pueda interesarse por ti
- no te imagines que tú puedas enseñarnos sea lo que sea

Estas 10 reglas son variaciones de un tema único: no creas que tú tengas nada de especial, o que tú seas mejor que nosotros.

El eco extraordinario de la novela y sobre todo de estas diez leyes es revelador de la fuerza de la presión social como estabilizador en las sociedades nórdicas, en las cuales nadie desea distinguirse de los demás. En tal modelo no hay necesidad de jefe o de autoridad. La presión del grupo es suficiente para asegurar la autodisciplina y orientar el grupo”[16].

Nos vienen, así, naturalmente a la cabeza, las descripciones de la disciplina de Michel Foucault, que se aplican bien a la sociedad sueca: lo que permite al poder disciplinario ser a la vez absolutamente indiscreto puesto que está en todas partes y siempre en vigilia, es que no deja en principio ninguna zona de sombra y que controla sin cesar incluso a los mismos que están encargados de controlar; y es absolutamente ´discreto´ pues funciona en permanencia y en buena parte en silencio. La disciplina ´pone en marcha´ un poder relacional que se sostiene en sí mismo por sus propios mecanismos y que, al estallido de las manifestaciones, sustituye el juego ininterrumpido de las miradas calculadas[17].

Estas reflexiones de Foucault en la década de los 70 del siglo pasado son aplicables a la sociedad sueca actual, a decir de B. Huteau y J-Y Larraufie pero, me parece obvio que lo son también a la sociedad española y vasca de nuestros días[18]. Quizás algún día tenga la fuerza para profundizar en este tema.

La contextualización: otro antídoto del pensamiento binario

Una concepción radicalmente rousseauniana de la sociedad (según la vulgata “la naturaleza es sabia y la sociedad la corrompe, luego si el niño se pervierte lo es por influencia de la sociedad”) al final es la que verdaderamente pervierte a la sociedad pues impediría toda deliberación social conducente, si se hace bien, a la humanización de las relaciones entre las personas. Solamente la cultura de la fraternidad (tanto en su versión laica como la religiosa en determinadas religiones del planeta) es capaz de crear una sociedad donde los más débiles, débiles precisamente por naturaleza (piénsese en los ciegos, sordos, minusválidos físicos, psíquicos, mentales etc., etc.) no sean dejados a su (mala) suerte. La fraternidad es una construcción humana que solamente ha sido posible una vez haber superado el género humano el estatus elemental de supervivencia. Soñar en la naturaleza pura como remedo a los evidentes males y egoísmos de la raza humana supondría, sea entronizar al niño salvaje (y la realidad ha mostrado que de eso nada[19]) o, como Wagner en Parsifal, depositar la redención en el idiota inocente.

En realidad los humanos hemos de habérnoslas con lo que la herencia nos ha dado y con la cultura que estamos constantemente construyendo. No podemos, salvo cometer gravísimos dislates, obviar ambos aspectos. Un ejemplo, muy en moda, lo muestra: es el debate entre sexo y género que en el mundo intelectual occidental (no así en otras partes del planeta, como tenemos tendencia a olvidar en Europa) se ha escorado hacia el género, en detrimento del sexo. Recuérdese el aforismo de Simone de Beauvoir, “la mujer no nace sino que se hace”, tantas veces repetido por los movimientos feministas de primera generación y todavía en vigencia en los más radicalmente escorados hacia la denominada “ideología de género”, en la actualidad. Pero la realidad es más rica y compleja. Los hombres y mujeres somos seres sexuados y nacemos con un sexo determinado. Otra cosa es lo que queramos hacer con el sexo que la naturaleza nos ha otorgado. (No soy capaz de explicar, científicamente, los componentes de todo tipo que hacen que de un embrión en poco más de un 50% de los casos nazca una mujer y en poco menos del 50% un hombre). Luego nacemos mujer y hombre y en un altísimo porcentaje de casos con esa condición hemos de morir. Pero, personalmente, no veo problema alguno que una persona, precisamente porque es una persona, no un mero individuo, decida en el deambular de su vida cambiar de sexo. Así como creo que no podemos, ni debemos, obviar la condición que la naturaleza nos ha otorgado, tampoco hago de la naturaleza, y lo digo con muy firme y reflexionada convicción, supremo y único árbitro de la condición personal en la raza humana. Para que no haya dudas de mis planteamientos: no acepto, sin más, dejar la salida de la vida al fatum de la naturaleza. El azar de la naturaleza no puede ser el único, ni el prioritario, menos aún el último criterio de comportamiento humano. Pero otra cosa es no tenerla en cuenta. Sí, la realidad es compleja. No valen los atajos ni las posturas extremistas. Tampoco aquí planteamientos binarios.


La auto-determinación de los pueblos y naciones en su tiempo y contexto


Tras mis lecturas para preparar este texto quiero detenerme en un librillo, claro, profundo y esclarecedor del reputado filósofo político canadiense, de marcada tendencia liberal, como a él mismo le gusta proclamar, Will Kymlicka[20], lectura que mantenía en secano por mor de mi extenuante, aunque apasionante, labor de sociólogo empírico, tantos años en mi vida profesional.

Plantea dos cuestiones desde una perspectiva liberal igualitarista: si debe haber limitación a la movilidad de las personas, más allá de las actuales fronteras jurídico-territoriales y, ya dadas y constatadas estas en la realidad, si un grupo social, sea étnico, sea religioso, lingüístico etc., o una conjunción de estos u otros elementos, tiene derecho a conformar nuevas fronteras, esto es, si tiene derecho a la secesión. Desde la perspectiva liberal igualitaria, en su radicalidad, en la que se inscribe Kymlicka, se debería responder afirmativamente a ambas cuestiones. En otras palabras, habría que abolir las fronteras y aceptar el principio universal de que cada grupo social, “unidad nacional” dirá él, pueda ejercer el derecho de secesión.

Pero este planteamiento que, él etiqueta de utópico y yo denominaría quimérico, aunque coincido con él en considerarlo profesoral, se da de bruces con la realidad. Kimlicka, partiendo de un análisis de las prácticas de las democracias liberales “reales”, las que realmente existen y se dan en el mundo occidental (al que él limita sus análisis) constata que todas las democracias tienen y defienden sus fronteras. Introduce el concepto o principio de nacionalidad, “esto es, la localización de las fronteras intenta demarcar comunidades políticas discretas, y la función de estas fronteras es, en parte, proteger a las culturas nacionales”[21] .

En efecto, todas las culturas no forman un continuo, aún en la doble tesis de 1º) la unidad del género humano y 2ª, la igualdad de derechos de los individuos (personas diría yo), sea cual sea su condición de raza, sexo, credo, etc., y, por supuesto, el azar de su lugar de nacimiento. Si al norte o al sur de Rio Grande, por citar un ejemplo del propio Kymlicka. La historia de las culturas y la historia de la construcción de los actuales Estados muestra que la raza humana se ha constituido en grupos o comunidades “discretas”, cada una con sus características, valores, estilos de vida. No como departamentos estancos, pero tampoco como como meras partes de un continuo.

Kylimcka distingue los Estados - Nación paradigmáticos, de los que señala Inglaterra, Francia, Alemania e Italia, en los que el resultado de los programas de construcción nacional ha sido la expansión de una cultura nacional a todo el territorio, distingue, repito, de los Estados multinacionales, países en los que las minorías territorialmente concentradas se han resistido a la integración en la cultura social dominante. Y señala concretamente a Canadá, Suiza, Bélgica y España, países en los que una o más minorías nacionales, con sus propias lenguas e instituciones diferenciadas, existen paralelamente a la cultura societaria dominante. En los Estados multinacionales, afirma Kymlicka, los individuos comparten la ciudadanía pero no necesariamente una identidad nacional. Es obvio que leyendo a Kymlicka una parte de mi cerebro enciende la cuestión vasca. No voy a abordarla aquí. Tampoco mostrar cómo la resuelve Kymlicka, él pensando obviamente en su país. Me limito, hoy, aquí, a presentar y comentar cómo aborda su reflexión[22]. Es como una propedéutica.

Parte de una distinción radical. O bien analizamos la problemática desde su vertiente conceptual, teórica, profesoral, libresca cabría decir, o desde la practica consuetudinaria de los pueblos, naciones y estados realmente existentes en este y aquel lugar del planeta. Si abordamos la problemática desde el primer punto de vista nos las veremos con los principios generales establecidos en toda suerte de Cartas, Declaraciones de Derechos, Constituciones etc., etc. Es seguro que llegaremos a maximalismos que tranquilizan la conciencia (la adormecen incluso) y, de hecho, imposibilitan las acciones posibles. Es una vieja cuestión (muchas veces reiterada en el mundo católico, por ejemplo) sobre si la moral debe hacerse desde los principios o desde las practicas, otro pensamiento binario donde los haya. Kymlincka lo plantea en toda su crudeza al inicio de su análisis. Si se establece el principio de la igualdad moral de todas las personas, independientemente, entre otras características, de su lugar de nacimiento, ningún Estado debiera impedir su libre circulación, allá donde desee cada cual, lo que exigiría la abolición de todas las fronteras. (Por cierto, es el espacio Schengen en la UE). Así mismo, aplicado el principio a una colectividad se pregunta Kylimcka, “si la mayoría en cualquier territorio concreto no desea seguir formando parte del Estado al que pertenece (….), ¿por qué no puede permitírseles la secesión o la unión con otro Estado?”[23].

Claro que, constata Kymlicka, nada de eso sucede en el concierto de las naciones y este planteamiento de nada sirve más que para “la filosofía académica” que así deviene irrelevante o, añado yo, para la pretendida justificación de los extremistas de todo signo si no se le coteja con el principio de la realidad de los hechos y de los valores y priorizaciones de las personas concernidas. Permítanme una alusión al contencioso vasco. Por una parte leemos que la soberanía reside exclusivamente en el Parlamento Español (lo que es falso pues ya la comparte con el Parlamento Europeo), pero también leemos que la soberanía reside exclusivamente en el Parlamento Vasco (lo que además de falso, pues debe compartirla, sin ir más lejos, con las Juntas Generales), obviando que, para no pocos, el Parlamento Vasco no representa más que a una parte del pueblo vasco, Euskal Herria, Vasconia.

De ahí que Kymlicka decida partir de la realidad de los hechos y mediante una serie de consideraciones, lo digo con mis palabras, y con mi aquiescencia, pasar del pensamiento binario al pensamiento gradual. En otras palabras, poner en relación, en interconexión profunda, los principios (que cada persona o grupo social, del ámbito que sea, haya establecido o propugne para el futuro) con la cruda y dura realidad de los hechos y de las opciones de valor que defiendan las personas o colectivos a los que haya de aplicarse la medida, sea esta la que sea. Esto exige deliberación sobre los principios y valores prioritarios, por un lado, y el análisis, lo más científico posible, de las relaciones sociales, de las creencias, de los valores de las personas, por el otro. Esto es, poner en comunicación deliberativa la ética (los principios) y la sociología (o las ciencias sociales en general) que aporten la lectura científica de la realidad social, lo más objetiva posible, esto es, controlando o, al menos, no enmascarando, la subjetividad del científico social.

No se trata de exigencias binarias: lo teórico (“el derecho a”) frente a la realidad de los hechos (los actuales Estados) sino de gradaciones entre polos que, estos sí, pueden ser radicalmente binarios, con consecuencias prácticas que impiden todo ajuste racional así como la resolución, lo más justa posible, lo más democrática posible, de las opciones en cuestión. Entonces constataremos que las cuestiones de identidad y sentimientos de pertenencia hay que plantearlos más allá de consideraciones binarias, vasco vs. español, derechos frente a realidades fácticas o históricas, por ejemplo. Hay que hacerlo desde una perspectiva contextual y temporal, tratando de conjugar principios teóricos y realidades fácticas, entre otras, las de los diferentes sentimientos de pertenencia de los habitantes de la Vasconia actual (sita en España y en Francia) con las diferentes soluciones que, unos y otros, propugnan, pero sabiendo conjugar mayorías estadísticas (así los habitantes del Estado español) con las minorías (de la nación vasca) en este caso. Aceptando la singularidad vasca que, en su gradación real, se sitúa entre el polo de la secesión y creación de un nuevo Estado vasco, frente al de la integración indiferenciada en el Estado español. Se trata de debatir esta gradación de la forma más democrática y justa posible. Es la solución del pacto frente a la de la imposición, sea esta del tipo que sea, venga de donde venga, la ejerza quien la ejerza.

Cerrando con Bach

Aquí cierro, que no concluyo, estas reflexiones que me seguirán ocupando los próximos meses, si tengo fuerzas, y que quizás concluyan en un libro, si encuentro editor. Soy plenamente consciente de que solamente he dado unas pinceladas al título de la conferencia, “más allá del pensamiento binario” y que apenas he dicho algo del subtítulo, “elogio de la diversidad en la unidad”, que constituye, sin embargo, el meollo de mis inquietudes y de mis preguntas. Preguntas a las que las respuestas que tengo en la cabeza no me acaban de satisfacer plenamente. Me sucede a menudo.

Por ejemplo, cada vez que, ante la hoja en blanco, me pregunto, - y perdonen el salto en el vacío-, por qué nos gusta tanto Bach, Juan Sebastián Bach. Todos los esbozos de respuesta que me he dado y escrito me dejan insatisfecho. No tengo respuesta racional, trasladable al papel o al ordenador, a esta cuestión. Pero he aquí que, de las lecturas de este verano, en un libro pequeño y no recomendable a cualquier persona de más de 65 años, particularmente en sus dos últimas reflexiones, entresaco de la anteúltima sobre la relación entre la música y la muerte esta idea: “el modus operandi de la experiencia musical, la fuerza vital de su inutilidad, la maestría sin control que puede ejercer sobre nuestras mentes y cuerpos, sigue siendo tan inextricable como la música en sí”[24]. Pero antes, George Steiner, pues de él estoy hablando, ya nos había advertido que “el lenguaje es aquello que la música no es”.

Es hora, pues, de cerrar el lenguaje de las palabras y, recordando las reuniones de la Junta de Academia, precursora de la Bascongada, en esta misma casa, en la que, según alguno de sus asistentes, jueves y domingos se hacía música, es hora, pues, de dejar paso al inextricable lenguaje de la música, que nos ofrece, dixit Steiner al cerrar su reflexión, “la certeza de que nuestras vidas se verían inconcebiblemente empobrecidas” si no la escucháramos. Paso ya, sin más dilaciones y divagaciones, a Juan Sebastián Bach.

Eskerrik asko.
Donostia San Sebastián 9 de septiembre de 2016
Javier Elzo



[1] Este detalle de las actividades esta tomado del texto del Marques de Narros, “Elogio de D. Javier María de Munibe”, p 28-29, asistente a los mismos, citado en la página 164, en el imprescindible trabajo de Joaquin Iriarte, S.J, “El Conde de Peñaflorida y la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, (1729-1785), Estudio Histórico/Social y Filosófico”. Prólogo de José Ignacio Tellechea Idígoras. Epílogo del P. Gabriel de Inchurraundieta, S. J., Colección Ilustración Vasca Tomo IV, Ed. RSBAP, Donostia San Sebastián, 1991, 353 páginas.
[2] Chantal Delsol, “La haine du monde. Totalitarismes et postmodernité”, Cerf, París, 2016, véase.el primer capítulo de su libro.
[3] Una redacción de mis reflexiones puede consultarse en mi blog en este enlace:  http://javierelzo.blogspot.com.es/2015/12/el-transhumanismo-mas-alla-de-la.htmltare
[4]Du passé faisons table rase”.
[5] Paul Ricoeur, “Vivant jusqu´ à la mort, suivi de Fragments“. Seuil, Paris, 2007. Ver páginas 99 – 103.
[6] Como es sabido la finalidad de la Sociedad venía expresada en el artículo 1º de sus estatutos: "cultivar la inclinación y el gusto de la Nación Bascongada hacia las Ciencias, Bellas Letras y Artes, corregir y pulir sus costumbres, desterrar el ocio y sus funestas consecuencias y estrechar más la unión de las tres Provincias de Álava, Bizkaia y Gipuzkoa, y de todo el País Vasco".
[7] En Alfred Grosser “Les identités difficiles”. Presses de Sciences Po. Paris, 2007, 2ª edición. P127

[8] En “Le Monde” 14 de mayo de 2016
[9] Entre nosotros, todavía hoy en día, cuesta admitir que explicar, comprender, aprehender desde dentro, la violencia terrorista de ETA no supone, en absoluto, justificarla. O afirmar que toda violencia injusta, a veces con consecuencia de muerte, sea la que sea la causa, sea quien sea el ejecutor y sea quien sea su víctima, es condenable. Quien lo pretenda, como poco, corre el grave riesgo, verificado por la historia reciente, de ser etiquetado de “equidistante”.
[10] Václav Havel en “Essais Politiques”, Paris, Calmann-Levy, 1990, p.59, citado por Ch. Delsol, o. c. p.171-172. (Dudo que algún día me atreva a reseñar las autocensuras que me impongo cuando hablo y, sobretodo, cuando escribo)
[11] Francois-Xavier Bellamy. “Les déshérites, ou l´urgence de transmettre”. Plon, 2ª. Edition, Coll. J´ai lu. Paris 2016, p 14-15

[12] Alexis de Tocqueville, “Democratie en Amerique”, Vol I, II parte, Cap. VII, citado por Chantal Delsol, o. c. p. 167-168
[13] Chantal Delsol, o. c. p, 168.
[14] B. Huteau y J-Y Larraufie, “Le modèle suédois, un malentendu?. Presses des Mines. Paris 2009, p. 124.
[15] Hannah Arendt, “La crise de culture”, Paris, Gallimard, 1972, p.232. citado por Huteau y Larraufie, o. c. p. 124. También Ch. Delsol en ´La haine du monde´, o. c. p. 168, trae, y comenta en su libro, esta reflexión de H. Arendt.

[16] B. Huteau y J-Y Larraufie, “Le modèle suédois, un malentendu?. O. c. p. 114-115. La traducción es mía.
[17] Michel Foucault, Surveiller et Punir, 1975
[18] Es una idea que vengo propugnando desde hace muchos años. En el par binario “libertad versus seguridad”, ya antes del 11 de septiembre con el ataque a las Torres Gemelas, en Occidente se había privilegiado la seguridad (que se ha convertido en un mantra que ya se me hace insufrible) frente a la libertad, manifiestamente en horas bajas. Somos cada vez menos libres. Estamos cada día más controlados, más vigilados, más regulados, más amenazados de todo tipo de sanciones. Como me decía un amigo, un conductor de un coche es un trasgresor en potencia y un viajero de un avión un terrorista en potencia. Y los ejemplos a aducir son legión. Foucault, como Orwell, fueron unos adelantados a su tiempo, pero sus trabajos nos han mostrado que, pese a tener razón, y habernos advertido de la deriva de la seguridad a ultranza en la que hemos caído, los intelectuales rara vez son tenidos en cuenta cuando piensan a contracorriente del pensamiento dominante y tenido por políticamente correcto por la mayoría de la población y vehiculado por toda suerte de medios de comunicación, tradicionales y electrónicos.

Llamativamente, en España, hay una modalidad de libertad, sin embargo, que es fuertemente defendida, particularmente por la judicatura y por los medios de comunicación social. Es la acuñada como “libertad de expresión”. En consecuencia, cada cual puede decir lo que quiera (con algunas excepciones como decir algo sospechoso de apología del terrorismo o de violencia de género), sin dar cuenta de por qué dice lo que dice, independientemente del daño injusto y ofensivo que pueda causar a las personas físicas (la pena del telediario es un ejemplo de ello) y a sus sentimientos (hacer una obra de arte con hostias consagradas que no se diferencian físicamente nada de las no consagradas, otro ejemplo que me viene a la cabeza). Tema este de la libertad y la seguridad que se me antoja capital, en el que, de momento, lo repito, la seguridad ha logrado arrinconar a la libertad.

[19] François-Xavier Belamy, en el libro referenciado (ver páginas 113-116), nos muestra la experiencia del “Sauvage de l´Aveyron”, un niño de unos diez años que creció entre animales y cuya socialización completa fue imposible.
[20] Will Kymlicka. “Fronteras territoriales”. Ed. Trotta, Madrid 2006, 80 páginas.

[21] Kymlicka o. c. p. 44
[22] Ciertamente abordándola como lo hace, nos trae al espíritu aquello de que en la pregunta está la respuesta. O como afirmaba Celibidache cuando dirigía Bruckner que en el inicio está la conclusión.
[23] Kymlicka, o. c. p. 38 – 39.
[24] George Steiner, “Fragmentos”. Siruela, Madrid 2016, ver la reflexión titulada ¿Por qué lloro cuando canta Arión?, paginas 63-74. 

4 comentarios:

  1. Javier Elzo dijo, entre muchas otras cosas; sin mal decir o en todo caso mal diciendo poco:

    """"Así mismo, aplicado el principio a una colectividad se pregunta Kylimcka, “si la mayoría en cualquier territorio concreto no desea seguir formando parte del Estado al que pertenece (….), ¿por qué no puede permitírseles la secesión o la unión con otro Estado?”[23].

    Claro que, constata Kymlicka, nada de eso sucede en el concierto de las naciones y este planteamiento de nada sirve más que para “la filosofía académica” que así deviene irrelevante o, añado yo, para la pretendida justificación de los extremistas de todo signo si no se le coteja con el principio de la realidad de los hechos y de los valores y priorizaciones de las personas concernidas. """"

    El caso Canadiense es un caso especial. Son descendientes de franceses que defienden a Francia y a la lengua francesa frente a la inglesa dominante en su región: los locos infames de HB/Bildu, además de justificadores políticos de los criminales de ETA (criminales obtusos porque el objetivo único no era el de liberarnos por el ¿socialismo? y por la ¿independencia?; era el de tomar el poder y usarlo para sus propios y exclusivos fines de grupúsculo hiper minoritario; que el síndrome cavernario exclusivista endémico vasco ha ido amplificando de manera recursiva; erróneamente; a la manera imparable del caos matemático que puede producir catástrofes, con la ayuda también del PNV que juega a auto considerarse inocente de todo; los culpables, bien es sabido, son siempre los demás) ; citaban en sus periódicos el caso canadiense como prueba supuesta de nuestra maldad casi infinita española, de su bondad, al contrario, casi infinita vasca; porque habían hecho un referendum en Québec. Sin drase cuenta, estos tristes binaristas ¿fascistas?; que se trataba culturalmente y sociológicamente de filo-franceses defendiendo a la lengua francesa; a la cultura central francesa y a la nación central y centralista francesa; gente que está en contra de cualquier autonomía futura ni para la parte vasca de Francia ni para la parte catalana de Francia. De esta manera; estos locos indecentes; buscando sólo su provecho egoísta de grupúsculo, invertían la situación y nos hacían pasar a los Españoles por muy malos y a los descendientes centralistas de la colonización Francesa (que yo apoyo a Francia y a parte de su colonización pasada) por muy buenos (otra vez el binarismo falso y reductor; insano en este caso). En realidad, ocurre lo contrario, desde el punto de vista de las autonomías que nosotros los españoles hemos concedido a vascos , catalanes, gallegos,...Hemos sido mucho más descentralizadores nosotros, desde 1975, que Francia desde hace 3 o 4 siglos y mucho más democráticos con nuestras periferias y sus lenguas peculiares, que el país vecino. Pero cuando ves que si les das la mano, ellos te rompen el brazo hasta el codo o el hombro, pidiendo siempre locamente más; amenazando de romper irremediablemente a España; y depués querrán siempre más de Francia; y después de Italia y después de Alemania; no te queda más remedio cuando despiertas o te despiertan; que avisarles de que se ha llegado al tope democráticamente admisible.

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  2. Los Quebequeses, que yo medio apoyaba; pero porque apoyo y apoyaba a Francia, donde he vivido; cometieron el error de convocar dos referendums separatistas, perdidos ambos (o ganados ambos; desde el punto de vista de que la convivencia económica/social/cultural entre comunidades diferenciadas, es más rica, dinámica y fértil en convivencia juntos; que separados y a las greñas de artificio que vengan).
    Un referendum; si se mal convoca (y se malconvocan porque todo referendum usurpa las funciones de los políticos ya elegidos); su resultado ha de ser para siempre o bien para un tiempo que previamente se haya definido con perfecta claridad en la propia pregunta. Ya hemos visto a estos pobres escoceses y a los catalanes enloquecidos por culpa los criminales extremistas vascos, pidiendo repetir el que perdieron; se supone que lo quieren repetir un número "n" de veces; hasta que lo ganen. Y a partir de este momento ya será para siempre. Si el tema de la dislocación/partición/atomización/disgregación de todas las naciones del mundo (porque Francia era y es tan diversa como España. Y Italia. Y Alemania. Y el Reino Unido. Y Méjico. Y Argentina. Y Chile y el Perú. Y China y Japón...) no fuera tan grave; si no estuviéramos ya hartos de esta locura infame, ¿fascista?, aunque ellos se autodenominen ¿socialistas?; criminal y la vez mentirosa; nos reiríamos aunque sólo para no llorar.

    Por otra parte; aunque tengan mayoría en su zona minoritaria; no se les puede permitir la secesión a los minoritarios; porque el mundo entero se disgregaría en une nube de naciones-insectos infértiles y al final probablemente caóticas. El referendum es en realidad, si se analiza un poco, un instrumento de abuso, antidemocrático, que puede ser utilizado, para sus fines, por los enemigos de la democracia infiltrados en ella; para tomar decisiones cuyo alcance futuro es muy difícil de valorar; porque además su resultado termina casi siempre siendo en realidad una cuestión que se resuleve de una manera casi aleatoria o bien que depende de unos factores ajenos a la pregunta/ley objeto de la consulta . Si no recuerdo mal, el general De Gaulle; que me caía bien; convocó un refrendo, después de los eventos extemporáneos del 68 en que subieron de golpe el salario mínimo, en Francia (¿quién lo hizo?) del orden del 28 % (un incremento, de una sola vez, enorme); para garantizar un apoyo pasivo/activo obrero a la causa loca de esa invención falsa que era y es la ¿"revolución"?; sobre el tema; precisamente del que hablamos, de la descentralización. Y lo perdió. ¿ Perdió Francia la posibilidad de una descentralización efectiva hacia una *nación de unión de autonomías*, como la que se inició en España a partir de la muerte de Franco o perdió De Gaulle, que de hecho renunció a su cargo; o perdieron ambos ? Yo afirmo que todo referendum está viciado por al menos dos intenciones (o más de dos intenciones subyacentes). La primera está en la pregunta; la segunda en las consecuencias que se deriven del triunfo del sí o bien del triunfo del no, en respuesta a la pregunta. Hay por otra parte un sesgo flagrante, obvio e importante y reduccionista hacia el binarismo; porque en la respuesta a una pregunta que frecuentemente es de por sí ya muy imprecisa o mal definida; no se puede, además, contestar (sí, pero...) o bien (no, pero...). Todo queda reducido a *todo sólo blanco* o a *todo sólo negro*.

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  3. (Sigue de lo anterior)

    **De convocarse un referendum para la secesión de una parte de una nación; que no ha de convocarse, como hemos visto; debiera de ser con votación de toda la nación; obviamente; y no de sólo una parte, como lo claman los locos catalanes. A la inversa, si Portugal, por ejemplo, desease unirse a la España de las autonomías, bastaría con que la mayoría de los portugueses así lo hayan decidido. (O por voluntad del parlamento y del gobierno. A ver cuando reunificamos de una vez toda la península ibérica; en vez de darnos contínuamente, con insistencia, la espalda).**
    Por último: ¿ Aceptarían los catalanes que Lérida pasase a ser de Aragón y Tarragona de Valencia; los vascos que Álava fuera de Castilla y Léon ; por votaciones de sólo Lérida; de sólo Tarragona o de sólo Álava ? Que me contesten únicamente después de que hayan abandonado la pésima idea de los intempestivos y antidemocráticos refrendos.

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  4. Es interesante haber leído este artículo en francés para refrescarse un poco la memoria (está en inglés también, en Wikipedia; pero no en español).

    https://fr.wikipedia.org/wiki/R%C3%A9f%C3%A9rendum_sur_la_r%C3%A9forme_du_S%C3%A9nat_et_la_r%C3%A9gionalisation

    Hay que decir que la wikipedia, es para cuestiones de Historia o de Geografía o también de Matemática o bien de la cuestión de ¿ Quién es quién ? bastante útil para una primera orientación. Y se puede mejorar;

    Destaquemos este fragmento que muestra fehacientemente que no se contesta siempre, en los referendums, a la pregunta hecha, sino que se contesta, en realidad, a *una pregunta no formulada* de adhesión o no a la política general llevada a cabo por el partido o la persona convocante del referéndum :

    ""Une analyse des corrélations de vote par département révèle de fortes corrélations entre tous les référendums organisés par le général de Gaulle et son successeur Pompidou : « si la “réponse” électorale est similaire lors de ces cinq consultations, on est tenté d’en déduire que la “question” posée était perçue comme identique ou, en d’autres termes, que ces cinq référendums avaient le même enjeu. » « Tous les votes “Oui” aux référendums de la séquence 1958-1972 sont très fortement corrélés au vote “de Gaulle” lors du second tour de la présidentielle de 1965 » et « le “Oui” au référendum d’avril 1969 est bien corrélé avec le vote Pompidou deux mois plus tard ». Les chercheurs en concluent que « la structure territoriale du vote “Oui” lors des six premiers référendums de la Ve République est identique à la structure territoriale d’un vote de droite lors du second tour d’une élection présidentielle. »

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