domingo, 29 de diciembre de 2013

Un Parsifal para el recuerdo


Un Parsifal para el recuerdo


Escribe Nietzsche que “todo lo que yace en una vida empobrecida, la gran falsificación de la Trascendencia y del Más Allá, encuentra en la música de Wagner su más sublime heraldo. No en las formulas: Wagner es demasiado astucioso para las formulas, sino en una fuerza de convicción del sentido que fragiliza y fatiga el espíritu. Su última obra será el zenit de esta falsificación. Parsifal mantendrá eternamente un lugar privilegiado en el arte de la seducción, como la obra de un genio de la seducción…Yo admiro esta obra, me hubiera gustado poder ser su autor y la comprendo…Se paga caro abrazar el mundo de Wagner. (…) Tiene las mismas propiedades que una absorción regular de alcohol. (…) Embrutece, idealiza. (…) Wagner es gravemente peligroso para los jóvenes; es funesto para las mujeres”. (Fr. Nietzsche “El caso Wagner”, traduzco de su traducción francesa, Alia, Paris 2007, pp. 61-64)

Este miércoles 18 pasado pudimos seguir en directo en el Cine Principe de Donosti la representación del Parsifal del Royal Opera House de Londres. No es lo mismo que estar en la sala y seguir la representación en vivo, especialmente por la parte sonora, lo que en el caso de Parsifal es muy importante pues parte de los coros están fuera del escenario, por indicación expresa de Wagner, lo que se pìerde en el cine. Pero la visión, salvo estar en las primeras filas de butaca en la sala, es mejor en el cine, con el añadido de seguir los diálogos en tu idioma. Yo asistí el miércoles anterior, día 11, a la misma representación en vivo (con ligeras variantes que no vale la pena detallar) en el Royal Opera House de Londres, en el Covent Garden y obviamente puedo hacer la comparación. Nada es comparable a la representación en vivo y en directo. Yo tenía una buena localidad, la letra S del patio de butacas casi en medio del parterre con una visión perfecto y las butacas bien colocadas a diferencia del Liceu de Barcelona, por ejemplo, donde siempre tienes una cabeza delante.

Yo creo que lo mejor del Parsifal al que asistí estaba en la orquesta y el director, Pappano, con un tempi, tan fundamental en Parsifal, que me pareció excepcional. Hacer respirar la orquesta sin adormecerla y sin apresurarla para así degustar Parsifal. Un Gurnemanz soberbio (René Pape), irreprochables Parsifal (Simon O´Neill) y Klingsor (Williard W. White), un magnifico Anfortas (Gerald Finley) y un Titurel que en su breve aparición se llevo los aplausos del público (Robert Lloyd), completaban el reparto, sin olvidar al magistral coro de ROH. De Kundry escribo abajo

El critico musical de "The Guardian" recensiona la representación escribiendo que “el mundo más o menos del siglo XXI que el director de escena Stephen Langridge y el diseñador Alison Chitty inventan para el drama sacro es uno liberado de tantos símbolos explícitamente cristianos como sea posible”. Y así es en efecto. El Grial (el supuesto cáliz donde está contenida la sangre vertida por Jesús en la cruz) no aparece por ningún lado. ¡Ah!, pero en su lugar aparece, en el primer acto, un menor-adolescente de unos diez años, en paños menores, a quien todos los caballeros custodios del Grial reverencian y en el tercero, cuando Parsifal ejerce de redentor, ese mismo niño aparece barbilampiño, que extiende sus brazos en cruz, largo rato (en la representación que visioné en el cine era otra persona, de la edad de Cristo, muy parecido físicamente al crio del primer acto pero era otro, me lo confirmó mi mujer que asistió conmigo al cine, en paños menores y con menor protagonismo). Entre tanto, Kundry, interpretada por Angela Denoke, la misteriosa Kundry, la frágil (por Denoke) aunque portentosa (por Wagner) Kundry del último Wagner, uno de los tantos fantasmas (en sentido de imágenes) de la mujer eterna (al menos para el hombre que es uno), limpia con su cabello, cual María Magdalena, los pies de Parsifal- redentor.

En toda la representación, en medio del escenario hay un cubo enorme. En él aparece al inicio Anfortas enfermo en su lecho de dolor. Se nos insinúa claramente que en esa cama Kundry lo sedujo y que Klingsor se llevó su lanza. De ese Cubo saldrá el Grial en forma de menor en el primer acto y ya mayor, en cruz, pero no en la cruz, en el tercero. A él retornará Parsifal ya curado-redimido. La referencia a la curación temporal es evidente (lo que vimos claramente en el Parsifal de Barcelona de hace un par de años, donde todo transcurre en un sanatorio. Imposible no pensar en La Montaña Mágica de Mann) pero la puesta en escena londinense es más sutil y, aun eliminadas muchas de las referencias cristianas, deja muy claramente abierta la puerta a, digamos, la trascendencia. El sentido último en esta representación queda en el espectador.
 
Parsifal no es una “obra cristiana” como Diálogo de Carmelitas de Poulenc o San Francisco de Asís de Messiaen. Pero cuando el coro canta “tomad mi cuerpo, tomad mi sangre en mi memoria” y sale un niño o un adolescente, como Grial, la referencia crística es evidente, lo que, aún sin niño, no escapó ni irritó, a Nietzsche. Aunque lo que quiso decir Wagner con su Parsifal se lo llevó a su tumba. Pero nos dejo su inmensa música. Y Pappano y sus músicos nos hicieron gozar Wagner.

Recientemente he adquirido la versión de la Monnaie de 2011, a cuya representación asistí, y de la guardo vivo recuerdo. La puesta en escena era de Romeo Castellucci, absolutamente magistral pero es difícil, por no decir imposible, ver relación alguna con Parsifal y no digamos con el escenario que Wagner describe en su libretto. (Por cierto no he visto ninguna representación de Parsifal cuya puesta en escena responda a lo que pide Wagner.) Volviendo a Castelluci los tres actos responden a tres ideas. El primero a la naturaleza. Gurnemanz, sus acompañantes, Anfortas y Parsifal aparecen entre penumbras en la escena, que es un bosque mas bien tenebroso hasta que se ilumina coincidiendo con la demande de Titurel de que se abra el grial. Pero no esperen ver Grial alguno, ni lanza, ni copa, ni María Magdalena (Kundry) lavando los pies de Parsifal. No hay referencia crística por ningún lado. El segundo acto responde al poder del erotismo y nos muestra a un Klingsor colgando del techo y con una batuta en la mano, cual director de orquesta que ordena a las chicas-flor, ricamente desvestidas, también colgando del techo danzando al aire. La escena de Kundry y Parsifal, bien asentados en tierra firme, es magnífica por la voz y bien hacer de Andrew Richards y, sobretodo la inmensa Anna Larsson. El tercer acto quizás el más llamativo responde a la humanidad, que se supone redentora en su conjunto. Así, tras un inicio con Gurnermanz haciendo lo que puede a obscuras con una halo de luz que le ilumina, Kundry por tierra gritando hasta que aparece Parsifal, eso si, sin lanza ni escudo ni nada de nada. E inmediatamente una especie de cinta transportadora en la que coro, figurantes y Parsifal avanzan durante los cincuenta minutos que quedan de opera cantando como si de un oratorio se tratara. Ni rastro de Titurel (que Wagner sitúa en escena, como apareció en la versión de ROH de Londres), por supuesto nada de Grial por ninguna lado, ya he dicho que Kundry no lava los pies de Parsifal que no para de caminar hasta que el coro canta la ultima estrofa de “redención para el redentor” y se retira junto a los figurantes, Anfortas que, por supuesto, no hace ni ademán de mostrar sus heridas, y Gurnemanz. Baja un telón con una imagen de una gran ciudad medio derruida y ya solo y de espaldas al público queda Parsifal mientras acaba la obra. Esplendida representación, un teatro soberbio con un fondo musical maravilloso que a veces (encantamientos del viernes santo y coros del tercer acto) invita a escuchar con los ojos cerrados. Pero vale la pena conocer la “versión” de Cantellucci. Y por 26 €…

Ahora espero que salga el DVD del ROH o, mejor, que lo llevan a Madrid o a París.

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