Ha muerto Peter L. Berger
En el recuerdo del inmenso Peter Berger, fallecido el pasado
27 de Junio en su domicilio en Boston, “a un tiro de tranvía del instituto que
fundó” (Sergio Vila-Sanjuán en La Vanguardia Cultura/s del 8 de Julio de 2017)
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Algunas notas sobre Peter Berger en el arranque del primer
capítulo de mi nuevo libro “Morir para
renacer” (subtítulo provisional, “Otra Iglesia en la era secular, global y
plural”) que publicará San Pablo después del verano
Introducción: de la
muerte de Dios a los múltiples altares de la modernidad
El
año 1882, Friedrich Nietzsche,
publica su obra “La Gaya Ciencia “, en cuya sección 125 escribe su repetida
afirmación de que ¡Dios ha muerto y nosotros somos quienes lo hemos matado!,
para añadir, tres líneas después que “no hubo en el mundo acto más grandioso y
las futuras generaciones serán, por este acto, parte de una historia más alta
de lo que hasta el presente fue la historia”. Con la muerte de Dios, con la
ejecución de Dios cabría decir, nace la posibilidad del super hombre. Vale la
pena, aun recortado, traer aquí el texto de Nietzsche.
(….)
El
año 2014, el gran sociólogo vienes, afincado desde los tiempos del nazismo en
EEUU, Peter L. Berger, con sus 85 años a cuestas, publica un pequeño gran
libro, que, en su traducción al castellano, he leído con fruición y que me
acompañara en gran parte de los dos primeros capítulos del presente libro[1].
Peter Berger, en un momento de su publicación se refiere al texto de Nietzsche
que hemos mostrado líneas arriba indicando que “a su juicio se trataba tanto de
una predicción del futuro de la religión como de una declaración del propio
rechazo que Nietzsche sentía por ella”. Y, continúa Berger: “el área
metropolitana de Boston, donde vivo, tiene más universidades y centros de
educación superior por kilómetro cuadrado que ninguna otra parte del mundo. A
resultas de ello, encontramos algunas de las pegatinas de coche más curiosas.
Vi la siguiente, justo saliendo del patio de Harvard: Querido señor Nietzsche: Usted está muerto. Sinceramente suyo: Dios.
Esto se acerca bastante a la realidad empírica de nuestro tiempo”. A renglón
seguido escribe Berger que “el mundo contemporáneo, con algunas excepciones, es
tan profundamente religioso como en cualquier otro momento de la historia”[2].
Pero, echemos la vista medio siglo atrás.
En
la década de los años 60 del siglo pasado vuelve con fuerza la idea de la
muerte de Dios, preconizada por Nietzsche, en el ámbito de la sociología de la
religión. Su influencia, particularmente en Europa (una de las excepciones de
Berger, a las que volveremos, en su texto de 2014, arriba citado), fue enorme
y, en muchos sitios, España sin ir más lejos, continua en nuestros días.
Señalemos unos pocos títulos publicados aquellos años. Gabriel Vahanian, “La
muerte de Dios en 1961”, A. T. Robinson “Sincero para con Dios” el año 1963,
Harvey Cox el año 1965 “La Ciudad secular”.
(…)
El fenómeno de la secularización
(….)
Las aportaciones de Peter L. Berger en
la sociología de la secularización.
Peter Berger, uno de los pioneros de
la tesis de la secularización en la segunda mitad del siglo XX, dirigió el año
1999 un trabajo colectivo en el que se desdecía de gran parte de sus tesis
precedentes [3]. En la página quince de la edición francesa (no está
traducido al castellano) puede leerse su tesis central. Dice así: “La idea
según la cual vivimos en un mundo secularizado es falsa. El mundo de hoy, con
algunas excepciones que mostraré más adelante, es tan furiosamente religioso
como siempre lo ha sido; incluso lo es en mayor medida en determinados lugares.
Esto significa que todo un conjunto de trabajos estampillados por los
historiadores y los sociólogos como “teoría de la secularización” son, en lo
esencial, erróneos. Yo he contribuido a esta literatura en mis anteriores
investigaciones. Estaba en buena compañía pues la mayor parte de los sociólogos
de la religión profesaban estas ideas y había buenas razones para ello. Un
cierto número de nuestros trabajos todavía son leídos. (….). Aunque el concepto
de “secularización” reenvía a trabajos de los años 1950 y 1960, el corazón de
la teoría remonta, de hecho, a la Ilustración. La idea es simple: la
modernización conduce de forma ineluctable al ocaso de la religión, tanto en la
sociedad como en la conciencia de los individuos. Pues bien, es esta idea clave
la que se ha revelado errónea”[4].
Las dos excepciones son, según Peter
Berger, en primer lugar, Europa Occidental, aunque señala que en muchos países
de Europa en realidad es más la desafección hacia las Iglesias oficiales que
una secularización en toda regla, pues diferentes indicadores muestran la
fuerza de la presencia de la religiosidad, cristiana mayoritariamente, en la
población. Los cristianos conformaban
el grupo religioso más numeroso del mundo en 2015, constituyendo casi un tercio
(31%, 2.300 millones de personas) de los 7.300 millones de habitantes de la
Tierra. Los musulmanes, el segundo lugar, con 1.800 millones de personas, es
decir, el 24% de la población mundial, seguidos de religiosos "nones"
(como los denomina Pew Research Center), incluyendo bajo ese término a los ateos,
agnósticos y a quienes no se posicionan en religión alguna. Lo cifran en 1.200
millones de personas, el 16% de la
población mundial.
(…)
La otra excepción esgrimida por Peter
Berger, y a la que da incluso más consistencia que a la anterior la refiere
así: “existe una sub-cultura internacional, la compuesta por personas que han
recibido una educación superior occidental, y en particular en humanidades y en
ciencias sociales que, en efecto, se ha secularizado. Esta sub cultura es el principal
vector de las creencias y de los valores progresistas heredados del Siglo de
las Luces. Aunque sus miembros no son muy numerosos, son muy influyentes y
controlan las instituciones que producen las definiciones “oficiales” de la
realidad, en el sistema educativo, en los medios de comunicación de masas, y en
la cúpula del Estado. Se parecen, de forma llamativa, en el mundo entero, como
se ha comprobado desde hace mucho tiempo (aunque, los protagonistas de esta
cultura apenas se encuentran en el mundo musulmán). No soy capaz de explicar la
razón por la que aquellos que han recibido este tipo de educación son tan
accesibles a la secularización. No puedo sino subrayar que lo que observamos
aquí es la cultura de una élite globalizada” [5].
Pues he aquí que
llega a mis manos el otro trabajo de Peter Berger que ya he señalado en la
introducción de este libro y en las primeras páginas de este capítulo[6].
Berger, parte de sus trabajos anteriores, cita el de 1999 cuya tesis central
resumo arriba, y sin desdecirse completamente de sus tesis anteriores, da un
paso atrás para señalar que muchas de las tesis de la secularización eran más
válidas de lo que él mismo daba a entender en 1999, y da un paso adelante para
significar que hay que añadir otro concepto, otra realidad empírica
omnipresente que “puede estar vinculada o no a la secularización, pero es
independiente de ella” (p.10-11). Se refiere al pluralismo reinante en la
modernidad. Afirma que “el pluralismo constituye el gran desafío al que se
enfrenta en nuestros días cualquier tradición y comunidad religiosa” (p.41)
Berger muestra empíricamente y defiende sociológicamente lo que denomina, a lo
largo de todo su trabajo, los dos pluralismos en la sociedad actual en el
ámbito de lo religioso, (aunque, el pluralismo no se limita a ese ámbito,
insiste en ello), a saber, la coexistencia de diferentes religiones, por un
lado, y la coexistencia de los discursos secular y religioso, por el otro.
Respecto de la
coexistencia de los discursos secular y religioso, ya muy avanzado el texto,
Berger escribe: “sostengo que la teoría de la secularización original estaba
equivocada en su premisa fundamental, según la cual la modernidad conduce al
declive de la religión. Pero no era tan errónea como sus críticos creían. Sí,
el mundo contemporáneo está lleno de religión; pero existe también un discurso
secular muy importante que ha llevado a que aquella sea reemplazada por formas
de enfrentarse al mundo etsi Deus non
daretur (como si Dios no existiera). El individuo moderno puede
desarrollar, y en muchas ocasiones ciertamente lo ha hecho, la capacidad de
emplear definiciones de la realidad tanto seculares como religiosas,
dependiendo de lo que sea directamente pertinente para el caso en cuestión. El
tema de la religión y la enfermedad es un ejemplo destacado al respecto”[7].
En efecto, es algo obvio: se puede rezar para librarse de una enfermedad, pero
se acude al médico. Para Berger nuestra época no lo es tanto de increencia
cuánto de duda. Así pues, la gestión de la duda se convierte en una tarea
importante, tanto para el creyente individual como para la institución
religiosa.
En este orden de
cosas, no me resisto a trasladar aquí una reflexión de un delicioso y profundo
libro-diálogo con Charles Taylor, cuya lectura me ha aportado mucho más de lo
que doy a entender en esta publicación. Taylor tras criticar (comentando a
Merleau-Ponty y a Hölderlin) la aprehensión del mundo a través del
reduccionismo de la razón a la sola racionalidad científico-técnica, apunta,
citando a Dostoievsky, “que el ateísmo puede conducir a dos escollos morales:
el nihilismo disfrazado de hiperliberalismo, y la codificación ética en una
lógica totalitaria”. Aunque, admite a renglón seguido, que, particularmente el
segundo escollo, no es extranjero a determinadas posturas religiosas, concluye
afirmando que “personalmente cree que un cristianismo auténtico es justamente
un antídoto a estos dos escollos”[8].
No otra cosa
defiende Peter Berger quién, tras confesarse “luterano muy liberal a nivel
teológico” (p.46), concluye su texto, que reproduciré en extenso, más adelante
en este libro, con estas frases: “Pascal
describió la condición humana como aquella que está en algún punto entre ´la
nada y el infinito´ (le neant et l´infini).
Esta condición se halla envuelta en el misterio. Los seres humanos se han
interrogado sobre este misterio a lo largo de la historia. Y la religión ha
sido el principal vehículo para manifestar este asombro (…) Esta libertad pone
un límite al poder del Estado; es un derecho fundamental que precede y
prevalece sobre la democracia o sobre cualquier otra forma de gobierno. No
precisa de una justificación instrumental. Si, tal como sucede, la libertad
religiosa también resulta útil a nivel político, puede considerarse un
beneficio por el que dar gracias”[9].
Pero ahí
no concluye el libro, en excelente edición y traducción. En apretadas “Tres
Respuestas”, los sociólogos profesores Nancy Ammerman (EEUU), Detlef Pollack
(Alemania) y Fenggang (China) comentan y critican el texto de Berger. Sus
aportaciones, de gran relevancia, enriquecen aún más el interés de esta
publicación y nos detendremos en ellas, en el presente libro, particularmente
en su 2º capítulo. Abordemos ahora la cuestión de la duda en la fe religiosa.
[1] Peter L.
Berger. “Los numerosos altares de la
modernidad. O. c.
[2] Peter
Berger, “Los números altares de la
modernidad…”. O. c. p. 50-51.
[3] “The Desecularization of the World: Resurgent Religion and
World Politics” [3], el año 1999, y (Editor, et al., 1999). Wm. B. Eerdmans
Publishing.
[4] Peter Berger (di). “Le réenchantent
du monde”, Bayard, Paris 2001, p.15.
[5] Peter Berger, “Le réenchantent du monde”,
O, c, p.26
[6] Peter Berger, “Los numerosos altares de la modernidad…”. O. c.
[7] Peter Berger, “Los numerosos altares de la modernidad…”. O. c. p.114.
[8] Charles Taylor. “Les livres qui rendent
libres. Les avenues de la foi. Entretiens avec Jonathan Guilbault”.
Bayard Editions, 2016, p 126-127.
[9] Peter Berger, “Los numerosos altares de la modernidad…”. O. c. p. 175-176. Magistral final para un texto
magistral. Y Peter Berger tenía 85 años cuando lo escribió.
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