domingo, 16 de julio de 2017

Regreso a Berlin 2. Del eterno retorno de los fascismos

“Regreso a Berlín 2”.  DEl eterno retorno de los fascismos
Los sábados suelo leer los suplementos literarios de ABC, El País y La Vanguardia. Los jueves el de “Le Monde”. También los de algunas revistas especializadas. Llegado ya a una edad avanzada, con ya poco tiempo por delante, y con fuerte apetito de lectura, la selección se impone. De ahí mi creciente interés por los suplementos literarios. Con los años acabas conociendo a los críticos y te fías más de unos que de otros. Aunque te puedes llevar chascos. Personalmente, desde hace años, particularmente en las novelas, si a la página 30 no estoy enganchado, irremisiblemente dejo el libro. Aunque también me suele suceder que lo deje a la mitad, arrastrado por una buena entrada y por la ilusión de que se trate de una flojera narrativa pasajera. Aunque también lo puedo dejar por alguna otra razón que indicaré más adelante. Todo esto para decirles que el libro que va a ocupar este artículo de hoy lo compré tras leer una crítica elogiosísima de Guelbenzu (El País 17/04/17) que corroboré, como hago habitualmente, con la lectura de otras recensiones en Internet.

El libro lleva por título “Regreso a Berlin”, su autora es Verna B. Carleton, está editado por Periférica & Errata Naturae, 2017. 408 páginas. 21,50 euros. El original se editó, el año 1959 y ahora vuelve a ser reeditado y traducido. La autora, periodista, hija de un alemán casado con una inglesa, animó y acompañó, el año 1957, a una amiga exiliada del nazismo a realizar un viaje a Alemania a reencontrar su familia y sus amistades en su país pos-Hitler. Para ambas era volver a sus orígenes. La novela, con nombres y personajes ficticios, viene a narrar esa experiencia. Pero me lleva a traerla aquí, no solamente porque es una excelente novela (no de las de leer en la playa), sino por porque aborda cuestiones que, a la postre, solamente la buena literatura puede tratar con la hondura y penetración que ningún ensayo, por muy documentado que esté, puede lograr. Pero, atención, no estamos ante una novela de las de leer en la playa o en el autobús. Si son capaces de llegar al final, sepan que, en algunos momentos, tendrán que agarrarse al sillón y, de vez en cuando, levantar la vista del libro, darse una vuelta por su casa y tomarse un trago. Y pensar. Lo que es un lujo que, a la postre, agradecerán.

La trama. Eric, que vive en EEUU, es un alemán, de familia judía muy acomodada y de alto nivel cultural, que tuvo que escapar del nazismo. Se casa con una británica y acompañada por una periodista (como en la realidad) viaja a la Alemania que dejó. Eric se siente antinazi compulso hasta el punto de no querer expresarse en alemán y hacerlo siempre en inglés. Descubre Eric la Alemania derruida, que tan bien describe Rossellini en “Alemania año cero”. En el primer y extraordinario encuentro familiar, se topa con una tía suya, Rosie, casada con un alto miembro nazi, que nada hizo, según cree Eric, por salvar a su padre, que, efectivamente murió en una cárcel nazi. Tiene razón Guelbenzu cuando escribe en su recensión que “en las siguientes 20 páginas llega una escena portentosa, soberbia, un increíble cambio dramático”, y que “hará de la tía Rosie el personaje más memorable de la novela”. Son cinco páginas que no entran en este artículo. http://javierelzo.blogspot.com.es/2017/07/el-intento-de-suicidio-de-rosie-en-la.html. Como personas individuales creo que tiene razón Guelbenzu, pero, a mi juicio, el personaje más memorable de la novela es la gente de Berlín, la vida en Berlín. El personaje central de la novela es Berlín, Berlín doce años después de la caída del Reich donde han de convivir los alemanes, separados por los sectores oriental y occidental, antes de la construcción del muro, donde han de convivir todos los alemanes, estuvieran donde dónde estuviesen en el periodo nazi. Pero, la fractura central, la que perdura doce años después de la caída de Hitler, no será tanto qué hicieron durante el nazismo, sino donde están en ese momento, en 1957, en el lado oriental o en el occidental. Las descripciones de los pasos, más o menos vivibles de una zona a la otra, en Postdamer Platz y en el Zoo, son extraordinarias.

No es una novela de buenos y malos, aunque no se oculte en absoluto la maldad del régimen nazi. Tampoco, en primera lectura, con quienes se alinearon durante el nazismo unos y otros. Así la agudeza y sensibilidad de la autora es tal que descubrimos, en los “buenos” como Eric, que hubo de huir del nazismo, cobardías que supusieron que otros cayeran en manos de la Gestapo; y en otros, en los “malos” como un alto miembro del nazismo, el marido de Rosie, por ejemplo, reconocer su tremendo error y antes de suicidarse ayudar a los judíos que pudo en su propia casa. Es la complejidad humana en el seno de una población, llevada a una situación límite por unos pocos demagogos. También descubrimos la vergüenza sin fin de quien delató a una vecina al nazismo, por judía, y que, como nos dice Jonathan Littel en “Las Benévolas” (la mejor novela que he leído en lo que llevamos de siglo, todavía más dura que la que ahora aquí comento, éxito editorial en Francia y que en España pasó sin pena ni gloria) la perseguirá hasta el final de sus días.

Quiero detenerme en dos cuestiones que aparecen en un momento extraordinario de la novela. Cuando entierran al marido de Rosie, alto dignatario nazi que se suicidó, Rosie decide suicidarse, a su vez. Al final no lo hace, pero el relato de lo sucedido es memorable. Tanto que lo he subido a mi blog. Son cinco páginas que no entran en este artículo. Pero de ellas he retenido dos temas que traslado brevemente: el fracaso de los cristianos en el nazismo, y la situación de los alemanes nazis el año 1957.

Fracaso y vergüenza de los cristianos. “Sí Alemania se hubiera guiado por sus principios cristianos habría sido imposible encontrar gente para dirigir los campos de concentración, para ejecutar asesinatos en masa, para destruir la mayor parte de Europa…. y a sí mismos”. (….) “Nosotros, los cristianos, somos responsables de lo que ocurrió, porque el régimen nazi constituyó el mayor fracaso de la historia de la cristiandad – exclamó Sosie, alzando una voz furiosa -. Si los líderes de la Iglesia se hubieran alzado heroicamente a la primera amenaza, si la Iglesia Católica en la que nació Hitler lo hubiera excomulgado y desafiado a su régimen desde el primer día, entonces los alemanes podrían haber salvado sus almas. Hoy es demasiado tarde. Todo alemán adulto debe asumir su culpa.  Solo los muy jóvenes pueden levantar la cabeza sin vergüenza”.

¿Dónde estaban los nazis el año 1957? “¿Quería Eric la verdad? Entonces debía escuchar lo peor. Habían hecho faltan millares (cientos de millares, según algunos), para formar los SS y las SA, para dirigir los campos de concentración y todas las fuerzas de represión en los países ocupados. Y eso, si hablábamos solo de nazis fanáticos, no de la gente inocente que se vio arrastrada”. (…)

“¿Dónde se imagina el mundo entero que se han ido esos fanáticos?  -  inquirió Rosie -.  No se han esfumado. Se hallan en toda Alemania, en ambas zonas, trabajando pacíficamente sin la menor sensación de culpa por lo que hicieron en el pasado. Te dirán que sólo obedecían órdenes de sus superiores. Es gente sin rastro de conciencia ni de alma, gente que puede encender el gas que asesina a millones de personas y después decir: “Estás manos no son mías. Soy una herramienta. Un cero”, y un cero no puede sentir culpa, ¿no es así?” (…)

Es claro - exclamó Käthe -. La gente de fuera que siempre anda diciendo que el fascismo ha muerto en Alemania está loca de atar. Nosotros, los que vivimos aquí, nos vemos rodeados constantemente por terribles recordatorios de que el pasado no es el pasado. Sigue siendo el presente. (…) Nadie sería lo bastante imbécil como para revivir a los nazis en cuanto partido o fuerza política. Sin embargo, hay millones de personas en Alemania hoy en día que no pueden decirlo abiertamente, aunque en lo más profundo de su corazón recuerdan la época nazi como el periodo más fantástico. Solo sienten haber perdido la guerra, no haberla empezado”. Por favor, retengan esta última frase: muchos alemanes “recuerdan la época nazi como el periodo más fantástico. Solo sienten haber perdido la guerra, no haberla empezado”.


Recuerden, el libro se escribió en 1957. Hace sesenta años. En la actualidad, el nazismo sigue en pie. Y no solamente el nazismo hitleriano. Es el eterno retorno de los fascismos (Rob Riemen). De los totalitarismos. De las dictaduras. De izquierdas y de derechas. También entre nosotros

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