“Regreso a Berlín 2”. DEl eterno retorno de los fascismos
Los sábados suelo leer los suplementos literarios de ABC, El
País y La Vanguardia. Los jueves el de “Le Monde”. También los de algunas
revistas especializadas. Llegado ya a una edad avanzada, con ya poco tiempo por
delante, y con fuerte apetito de lectura, la selección se impone. De ahí mi
creciente interés por los suplementos literarios. Con los años acabas
conociendo a los críticos y te fías más de unos que de otros. Aunque te puedes
llevar chascos. Personalmente, desde hace años, particularmente en las novelas,
si a la página 30 no estoy enganchado, irremisiblemente dejo el libro. Aunque
también me suele suceder que lo deje a la mitad, arrastrado por una buena
entrada y por la ilusión de que se trate de una flojera narrativa pasajera. Aunque
también lo puedo dejar por alguna otra razón que indicaré más adelante. Todo
esto para decirles que el libro que va a ocupar este artículo de hoy lo compré
tras leer una crítica elogiosísima de Guelbenzu (El País 17/04/17) que
corroboré, como hago habitualmente, con la lectura de otras recensiones en
Internet.
El libro lleva por título “Regreso a Berlin”, su autora es Verna B. Carleton, está editado por Periférica & Errata Naturae, 2017.
408 páginas. 21,50 euros. El original se editó, el año 1959 y ahora vuelve a
ser reeditado y traducido. La autora, periodista, hija de un alemán
casado con una inglesa, animó y acompañó, el año 1957, a una amiga exiliada del
nazismo a realizar un viaje a Alemania a reencontrar su familia y sus amistades
en su país pos-Hitler. Para ambas era volver a sus orígenes. La novela, con
nombres y personajes ficticios, viene a narrar esa experiencia. Pero me lleva a
traerla aquí, no solamente porque es una excelente novela (no de las de leer en
la playa), sino por porque aborda cuestiones que, a la postre, solamente la
buena literatura puede tratar con la hondura y penetración que ningún ensayo,
por muy documentado que esté, puede lograr. Pero, atención, no estamos ante una
novela de las de leer en la playa
o en el autobús. Si son capaces de llegar al final, sepan que, en algunos
momentos, tendrán que agarrarse al sillón y, de vez en cuando, levantar la
vista del libro, darse una vuelta por su casa y tomarse un trago. Y pensar. Lo
que es un lujo que, a la postre, agradecerán.
La trama. Eric, que vive en EEUU, es un alemán,
de familia judía muy acomodada y de alto nivel cultural, que tuvo que escapar
del nazismo. Se casa con una británica y acompañada por una periodista (como en
la realidad) viaja a la Alemania que dejó. Eric se siente antinazi compulso
hasta el punto de no querer expresarse en alemán y hacerlo siempre en inglés.
Descubre Eric la Alemania derruida, que tan bien describe Rossellini en “Alemania
año cero”. En el primer y extraordinario encuentro familiar, se topa con una
tía suya, Rosie, casada con un alto miembro nazi, que nada hizo, según cree
Eric, por salvar a su padre, que, efectivamente murió en una cárcel nazi. Tiene
razón Guelbenzu cuando escribe en su recensión que “en las siguientes 20 páginas
llega una escena portentosa, soberbia, un increíble cambio dramático”, y que
“hará de la tía Rosie el personaje más memorable de la novela”. Son
cinco páginas que no entran en este artículo. http://javierelzo.blogspot.com.es/2017/07/el-intento-de-suicidio-de-rosie-en-la.html.
Como personas individuales
creo que tiene razón Guelbenzu, pero, a mi juicio, el personaje más memorable
de la novela es la gente de Berlín, la vida en Berlín. El personaje central de
la novela es Berlín, Berlín doce años después de la caída del Reich donde han
de convivir los alemanes, separados por los sectores oriental y occidental,
antes de la construcción del muro, donde han de convivir todos los alemanes,
estuvieran donde dónde estuviesen en el periodo nazi. Pero, la fractura
central, la que perdura doce años después de la caída de Hitler, no será tanto
qué hicieron durante el nazismo, sino donde están en ese momento, en 1957, en
el lado oriental o en el occidental. Las descripciones de los pasos, más o
menos vivibles de una zona a la otra, en Postdamer Platz y en el Zoo, son
extraordinarias.
No es
una novela de buenos y malos, aunque no se oculte en absoluto la maldad del
régimen nazi. Tampoco, en primera lectura, con quienes se alinearon durante el
nazismo unos y otros. Así la agudeza y sensibilidad de la autora es tal que
descubrimos, en los “buenos” como Eric, que hubo de huir del nazismo, cobardías
que supusieron que otros cayeran en manos de la Gestapo; y en otros, en los
“malos” como un alto miembro del nazismo, el marido de Rosie, por ejemplo,
reconocer su tremendo error y antes de suicidarse ayudar a los judíos que pudo
en su propia casa. Es la complejidad humana en el seno de una población,
llevada a una situación límite por unos pocos demagogos. También descubrimos la
vergüenza sin fin de quien delató a una vecina al nazismo, por judía, y que,
como nos dice Jonathan Littel en “Las Benévolas” (la mejor novela que he leído
en lo que llevamos de siglo, todavía más dura que la que ahora aquí comento,
éxito editorial en Francia y que en España pasó sin pena ni gloria) la
perseguirá hasta el final de sus días.
Quiero detenerme en dos cuestiones que aparecen en un
momento extraordinario de la novela. Cuando entierran al marido de Rosie, alto
dignatario nazi que se suicidó, Rosie decide suicidarse, a su vez. Al final no
lo hace, pero el relato de lo sucedido es memorable. Tanto que lo he subido a
mi blog. Son cinco páginas que no entran en este artículo. Pero de ellas he
retenido dos temas que traslado brevemente: el fracaso de los cristianos en el
nazismo, y la situación de los alemanes nazis el año 1957.
Fracaso y vergüenza de
los cristianos. “Sí Alemania se hubiera guiado por sus principios
cristianos habría sido imposible encontrar gente para dirigir los campos de
concentración, para ejecutar asesinatos en masa, para destruir la mayor parte
de Europa…. y a sí mismos”. (….) “Nosotros, los cristianos, somos responsables
de lo que ocurrió, porque el régimen nazi constituyó el mayor fracaso de la
historia de la cristiandad – exclamó Sosie, alzando una voz furiosa -. Si los
líderes de la Iglesia se hubieran alzado heroicamente a la primera amenaza, si
la Iglesia Católica en la que nació Hitler lo hubiera excomulgado y desafiado a
su régimen desde el primer día, entonces los alemanes podrían haber salvado sus
almas. Hoy es demasiado tarde. Todo alemán adulto debe asumir su culpa.
Solo los muy jóvenes pueden levantar la cabeza sin vergüenza”.
¿Dónde estaban los nazis el año 1957? “¿Quería
Eric la verdad? Entonces debía escuchar lo peor. Habían hecho faltan millares
(cientos de millares, según algunos), para formar los SS y las SA, para
dirigir los campos de concentración y todas las fuerzas de represión en los
países ocupados. Y eso, si hablábamos solo de nazis fanáticos, no de la gente
inocente que se vio arrastrada”. (…)
“¿Dónde se imagina el mundo
entero que se han ido esos fanáticos? -
inquirió Rosie -. No se han esfumado. Se hallan en toda Alemania, en
ambas zonas, trabajando pacíficamente sin la menor sensación de culpa por lo
que hicieron en el pasado. Te dirán que sólo obedecían órdenes de sus
superiores. Es gente sin rastro de conciencia ni de alma, gente que puede
encender el gas que asesina a millones de personas y después decir: “Estás
manos no son mías. Soy una herramienta. Un cero”, y un cero no puede sentir
culpa, ¿no es así?” (…)
Es claro - exclamó
Käthe -. La gente de fuera que siempre anda diciendo que el fascismo ha muerto
en Alemania está loca de atar. Nosotros, los que vivimos aquí, nos vemos
rodeados constantemente por terribles recordatorios de que el pasado no es el
pasado. Sigue siendo el presente. (…) Nadie sería lo bastante imbécil como para revivir a
los nazis en cuanto partido o fuerza política. Sin embargo, hay millones de
personas en Alemania hoy en día que no pueden decirlo abiertamente, aunque en
lo más profundo de su corazón recuerdan la época nazi como el periodo más
fantástico. Solo sienten haber perdido la guerra, no haberla empezado”. Por
favor, retengan esta última frase: muchos alemanes “recuerdan la época nazi
como el periodo más fantástico. Solo sienten haber perdido la guerra, no haberla
empezado”.
Recuerden, el libro se escribió en 1957. Hace sesenta años. En la
actualidad, el nazismo sigue en pie. Y no solamente el nazismo hitleriano. Es
el eterno retorno de los fascismos (Rob Riemen). De los totalitarismos. De las dictaduras. De
izquierdas y de derechas. También entre nosotros
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