Globalización y desglobalización
Es ya un tópico
decir que vivimos en la tierra como patria común de todos los humanos, pero no
por tópico es menos cierto. Esta interdependencia de unos países con otros y de
las vidas de unos ciudadanos con las de otros, incluso alejados
geográficamente, es ya una realidad. Pero esta globalización y esta
interdependencia no han logrado una disminución de las diferencias entre las
personas, bien al contrario, las diferencias entre países se están haciendo
mayores y, en el interior de los países, entre unas y otras personas, como
mostré en estas columnas en diciembre pasado, aplicado a Euskadi.
La desigualdad entre países está
propiciando que, en los países ricos, como en Europa, la ciudadanía se esté
replegando en su sociedad del bienestar, cual fortaleza sitiada, mientras a sus
aledaños cada vez más personas procuran introducirse en ella, por los
procedimientos que sean. No hay día sin que los medios de comunicación social
nos informen de ciudadanos africanos o asiáticos que intentan introducirse en
el "eldorado" europeo. Europa corre el riesgo de convertirse en una
sociedad sitiada que está dando lugar a un “revival” de un nacionalismo y de
una religiosidad identitarias. Es la desglobalización que algunos ya propugnan
abiertamente.
En efecto, la
otra cara de la moneda de la mundialización es la búsqueda de entornos más
próximos, en la tribalización de la sociedad en colectivos de afinidades emocionales,
ideológicas, etc. También en el renacer de los nacionalismos con pretensiones
monoétnicas, excluyentes del diferente, del perteneciente a otras coordenadas,
sin olvidar el auge de los fundamentalismos, particularmente los de signo
religioso: algunas manifestaciones del Islam ciertamente, aunque no pocos nos
preguntamos si el Islam no es, para muchos de sus adeptos, otra cosa sino el
refugio y la seña de identidad ante lo que han sentido y percibido como el
etnocentrismo cultural de Occidente. Pero algo similar, en gran parte por temor
a ese islamismo, está sucediendo con las religiones cristianas como avanza, con
pertinencia y valentía, una publicación reciente en Francia de Erwan Le
Morhedec. Ya el título refleja la tesis que en él se postula: Identitaire, le mauvais génie du
christianisme, (Identidad, la mala deriva del cristianismo). Cerf.
Paris 2017.
En esta
publicación podemos leer que “algunos
consideran que un verdadero francés, preferentemente blanco, es cristiano y que
militantes conocidos de la identidad, manifiestan (…), como la espuma de su más
profundo malestar, la angustia de la desaparición. Desaparición de una
civilización, desaparición de una religión. Desaparición de Francia,
desaparición de la fe. (Páginas 11 y 12). Estamos, en efecto, ante una gran
tentación identitaria. Cómo escribe el alcalde de Béziers, el católico Robert
Ménard, trásfuga de la extrema izquierda al Frente Nacional de Le Pen, “los
cristianos esperan del Papa que él defiende la cristiandad, no su sumersión por
la inmigración” (p.17).
Sí, en la vieja Europa, aquí al lado,
en “la hija mayor de la Iglesia”, Francia, tenemos esta desglobalización
identitaria, y no solamente con Marine Le Pen. Aunque es imposible no mencionar
alguno de sus 144 compromisos electores, sobre todo cuando todas las encuestas
la dan como favorita en las próximas elecciones presidenciales de abril próximo
y, aunque parece improbable que lo consiga, entra dentro de posible, visto lo
visto en Gran Bretaña, en América, en Austria, las dificultades de Merkel en
Alemania, etc. Ya en el primero de los 144 compromisos para la Presidencia de
Francia, podemos leer que pretende “Recuperar nuestra libertad y el control de nuestro destino, restituyendo al
pueblo francés su soberanía”. Lo remacha, en el mismo punto, afirmando que “el objetivo es el de conseguir un
proyecto europeo respetuoso de la independencia de Francia, de las soberanías
nacionales y que sirva los intereses de los pueblos”.
Algo similar,
aunque algo más moderado, lo he encontrado en un pequeño libro de diciembre de 2016 del, vaya usted a saber,
si no será el nuevo Presidente de Francia, pese a lo que le está cayendo,
François Fillon “Vaincre le
totalitarisme islamique” (Vencer al totalitarismo islamista) ed. Albin Michel.
He aquí algunas frases de su libro: “es en la escuela, donde he aprendido que
France es grande y que su historia es más que milenaria. Que es la nación más
antigua en Europa”. (p 142). “Somos únicos! ¿Por qué deberíamos excusarnos de
ello?” (p. 144). “Tenemos necesidad de estar orgullosos de nuestro país para
franquear los obstáculos que levanta un nuevo mundo dispuesto a sacarnos de la
historia. Tenemos necesidad de estar orgullosos de Francia para defender su
unidad que ha estado siempre amenazada. (…) Las provocaciones de los
salafistas, y de los Hermanos Musulmanes no tienen otros objetivos que la
destrucción de la unidad nacional sin la cual Francia no existe, no cuenta.
Estamos pues ante una cuestión vital para nuestra nación” (p.145). Y así hasta
el final del libro. Antes de que se supieran los escandalosos sueldos de su
mujer, subí una reflexión a mi blog sobre su figura y su política en http://javierelzo.blogspot.com.es/2016/12/la-guerra-de-fillon-y-su-radical.html.
El
filósofo e historiador Marcel Gauchet es mundialmente conocido por su libro “El
Desencantamiento del mundo” (Trotta 2013, pero el original es de 1985) con su,
no siempre bien entendida tesis, del “cristianismo como la religión de la
salida de la religión”. Gauchet, acaba de publicar “Le Nouveau Monde” (todavía
no traducido), cuarto volumen de su magna obra “El Advenimiento de la
democracia” (consecuencia de la salida política de la religión, sostendrá). En
una entrevista escribe que “al final del individualismo radical está el
autoritarismo radical”. Lo aplica a Donald Trump, que lo define como “la
exacerbación de una lógica individualista propia a las sociedades democráticas”
cuyas primicias afirma haber conocido en su juventud en el anarquismo: “no he
visto tantas personas autoritarias como en el mundo libertarios” y añade,
“basta fijarse en la actualidad en las redes sociales, en el rechazo a la
divergencia, al compromiso y a toda regla mayoritaria, con la convicción de que
solamente vale mi punto de vista”. Parece que, en su nuevo libro, lo digo con
mis palabras en el contexto de este artículo, se sitúa a caballo entre la
globalización y la desglobalización en pro de una identidad inteligentemente
incluyente del diferente. Libro que aún no he leído y que hará pasatxanda,
seguro, a los que tengo en espera de lectura.
He escrito
este texto, a propósito, con ejemplos que no nos conciernen directamente. Para
no cortocircuitar su lectura citando a políticos vascos y españoles. Pero lo
termino tal y como concluyo la entrada en mi blog a propósito de Fillon: El (a
menudo denostado) nacionalismo democrático vasco es una ñoñería comparado con
el que esgrime Fillon. Y tantos otros. También en España.
(Artículo publicado en DEIA y
en Noticias de Gipuzkoa el sábado 18 de febrero de 2017)
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