La persistente baja natalidad condiciona el futuro de Euskadi
Los sábados 3 de febrero y 24 de marzo, publiqué sendos artículos
en la prensa vasca del Grupo Noticias (que yo sepa los publicaron DEIA y
Noticias de Gipuzkoa). Venia a reflexionar sobre el futuro de Euskadi, con la
actual tasa de natalidad. Suscitaron, sobre todo el primero, bastantes
comentarios, desgraciadamente anónimos, como ya parece instalarse en el “no
dialogo”, “no participación” pero sí comentarios agrios y negativos de todo, en
nuestros días. Aquí abajo los dos textos, tal y como salieron en la prensa
¿Se extinguirá Euskadi falto de vascos?
El pasado 18 enero tuvimos
conocimiento del “Pacto por las familias y la infancia” suscrito por el
Gobierno Vasco, las Diputaciones Forales y los municipios vascos. Este Pacto,
según leo en la web oficial del Gobierno vasco (http://www.irekia.euskadi.eus/es/news/43329) se asienta en un diagnóstico compartido y articula una acción coordinada de
políticas que responden a dos fenómenos de carácter estructural: “la
persistencia de los obstáculos que dificultan que las personas puedan iniciar
su proyecto familiar y tener el número de hijos e hijas deseado, esto es, las
bajas tasas de natalidad”, por un lado, así como “las dificultades para romper
la transmisión intergeneracional de las desigualdades como consecuencia de las carencias económicas de las
familias con hijos e hijas, esto es, el cuestionamiento del principio de
igualdad de oportunidades”. Por razones de espacio me limito aquí, al primer
aspecto: las bajas tasas de natalidad en Euskadi. En efecto, las cifras son
demoledoras.
La tasa de fecundidad para
las mujeres es de 1,38 hijos, una de las más bajas de Europa, se dice, aunque comparando
por Comunidades Autónomas en España, es la quinta más alta, siendo Asturias con
0,99 la más baja. La tasa de reproducción de una sociedad siendo algo superior
a 2 hijos por mujer, es evidente que, con la tasa de 1,38, la actual sociedad
vasca, tiende a extinguirse en unas cuantas generaciones. El Pacto por las familias y la Infancia “se
concretará en el Plan de actuación para esta legislatura en el ámbito de apoyo
a las familias y a la infancia que se aprobará dentro del primer trimestre”.
Esperemos, pues la única medida concreta que se señaló el pasado día 18, decía
que “el Plan prevé un aumento de 2 a 3 anualidades en las ayudas por la segunda
hija o hijo, lo que supondrá una inversión adicional de hasta 5 millones de
euros al año”. Esperemos, sí, pues, con esa sola ayuda, no se fomentará en nada
la natalidad como la oposición y algunos colectivos, con toda razón, han
señalado.
La
cuestión de la natalidad no se circunscribe al País Vasco, como mostraré más
adelante, pero quiero referir, brevemente, que es una cuestión que ya se ha
abordado, anteriormente y de forma reiterada, en el País Vasco. Así en un
estudio de 2005 del Gobierno Vasco, titulado “El envejecimiento de la población
vasca” se podía leer que mientras el año 1981 el porcentaje de la población
vasca de más de 65 años era de 9,2%, para el año 2020 emitían dos proyecciones
que variaban entre 24,4% y el 26,4%. Por su parte la población de menos de 19
años que representaba el 34,2% de la población vasca el año 1981, las
proyecciones para 2020 lo sitiaban entre los 12,00 y 17,6 %. Como se puede
observar, el cambio en 40 años, de 1980 a 2020, es brutal y ya lo sabíamos hace
años. Estamos en una sociedad de personas mayores donde los niños se hacen
raros.
Dos
años antes, en febrero de 2003, el Gobierno Vasco publicó un excelente “Informe
sobre modelos de familia y políticas familiares”, con información comparada
sobre lo que se estaba haciendo en Europa. Terminaba, como el Informe de enero
del presenta año, no con diez sino con once recomendaciones, algunas de las
cuales coinciden, como no podía ser de otra manera. En ese estudio, en base a
Eurostat para Europa y a Prospektiker para Euskadi, se proyectaban para Europa
en 2050 un 33,5% de personas de más de 70 años y para Euskadi de 40,6 %
porcentaje superior al de cualquier otro estado (que no región, ¡cuidado!) de
la Europa de entonces.
Podría
traer aquí más ejemplos de estudios realizados sobre el tema en el País Vasco. Lo
que supone reconocer la enorme dificultad para abordar, y resolver, la cuestión
de la muy baja natalidad. En las líneas que siguen, reflexiono, mirando a
Europa, y subrayando la excepción francesa que tenemos aquí al lado.
Pero
la excepción francesa (el país de Europa, seguido por Irlanda y el Reino Unido,
con los mayores índices de natalidad), ya apuntan algunos demógrafos, que quizá
esté dejando de serlo. Con los datos de los tres últimos años, en tendencia
además descendente, no habría renovación demográfica de la actual población
francesa. Como no lo es desde hace años de la población europea, dada la baja
tasa de natalidad. ¿Por qué?
Hay
acuerdo en decir que no hay una sola causa, ni un solo conjunto de causas que,
por sí solas, explicarían esta situación. Subrayaría, para los últimos decenios
(desde la generalización de la píldora anticonceptiva), y para Europa
Occidental, tres órdenes de factores, dos de ámbito público y otro más de signo
personal o privado, aun admitiendo que todo está interrelacionado. De mayor a
menor importancia apuntaría a las políticas de natalidad, a la situación del mercado
laboral y a la evolución de las mentalidades.
Una
política estatal que promueva, de verdad, la natalidad, es el primer factor
explicativo. La evolución de la natalidad, desde hace 40 años en Francia, se
correlaciona con su política de natalidad, afirman los expertos. Supone un
estado que ayude a todas las familias (aunque más a unas que a otras) con
sueldos familiares consistentes y durables en el tiempo, promoción de
guarderías, protección del puesto de trabajo de la madre, etc., etc. Cuando en
2012, el presidente Hollande, disminuyó de forma nítida las ayudas familiares y
no creo las guarderías que había prometido, explicarían, en parte, los
descensos en las tasas de fecundidad. En Alemania, Angela Merkel, en su primer
mandato, promovió una fuerte política natalista con efectos positivos, aunque
ayudados por el peso de la emigración, gracias a las tasas de fecundidad en las
mujeres emigrantes: 1,9 en 2015 (idéntica cifra en España).
El
mercado laboral es el segundo gran factor explicativo, aunque detrás del
anterior pues, por ejemplo, en Francia, la crisis de 2008 no supuso un bajón de
la natalidad mientras el Estado mantuvo las ayudas familiares. Pero hay que
proteger el trabajo de las madres (mientras la reproducción pase por nueves
meses de gestación en el vientre de la madre) y no penalizarlo cuando decidan
tener, cuidar y educar a sus hijos, en los primeros años de su vida.
En fin, los estudiosos, también subrayan otro
aspecto más personal, subjetivo, pues dependiente de los objetivos vitales de
los padres, padre y madre, pero, obviamente, más de la madre. Las nuevas
generaciones prolongan cada vez más sus estudios, retrasan cada vez más la
conformación de parejas y más aún, la decisión de tener hijos, que se retrasa
pasados los 30 años de la madre; y cuando los tengan quieren dedicarles tiempo,
atención y cuidados. De ahí que muchos decidan el primer hijo ya con la pareja
y el trabajo, relativamente asentados; Además muchos quieren experimentar la
vida con sus primeros salarios, incluso bajos e inciertos, antes de tener el
primer hijo.
El
primer y fundamental factor está en manos de la administración. El segundo
solamente en parte y, el tercero, es cuestión de valores y proyectos de vida,
aunque muy condicionado por los dos anteriores. Pero los tres cuentan.
¿Euskadistan y Eurabia en el horizonte?
El artículo que publiqué en
estas mismas páginas el pasado tres de febrero sobre la baja tasa de natalidad
en Euskadi y la pregunta, - alarmista lo admito, para llamar la atención- de si
desaparecería Euskadi falto de vascos, suscitó un numero de comentarios - ¡ay!,
casi todos anónimos- como creo que ningún otro artículo mío ha suscitado. Había
varias ideas repetidas pero una se llevaba la palma: el riesgo de la posible
islamización de Euskadi. De ahí el título de este artículo que lo reproduzco, aunque
yo con interrogante, de un comentario afirmativo, al que añado “Eurabia”
(Europa arabizada), pues el tema no se limita, en absoluto, a Euskadi.
Comentarios de lectores. Decía así un comentarista de mi artículo: “Euskadistan en el horizonte. Eskerrik asko Urkullu Jauna por seguir
islamizando Euskadi. Niños blanquitos solo el 50% de los nacidos en Cruces en
2017. (….). ¿Plan de fomento de natalidad?
¡Menudo chiste! Para que se lleven las ayudas los de SIEMPRE. -. Urkullu
el día de mañana tu nieta o biznieta te preguntaran ¿aitite por qué tengo que
ir tapada? (o con el pañuelo)”.
“Los musulmanes que residen
en Alemania se aprovechan de las ventajas del sistema de seguridad social de
manera rutinaria”.
“Estocolmo,
la primera capital europea donde se impone la sharia
La policía sueca pidió asistencia en 62 zonas de la ciudad que ya no controla y en las que se aplica la ley islámica”.
La policía sueca pidió asistencia en 62 zonas de la ciudad que ya no controla y en las que se aplica la ley islámica”.
“Suecia ya está desapareciendo con la ola musulmana que tiene. De las miles
de violaciones a suecas estos tres últimos años no dicen nada los medios”.
“Los vascos son una minoría étnica.
Lo que la idiotez del nacionalismo ahora gobernante no ha previsto a la hora de
llenar el País Vasco de inmigrantes pobres, es que éstos demandarán
protagonismo y lo harán con su cultura y religión, especialmente la islámica.
La solución para ello era no traerlos, pero los muy tontolabas han hecho lo
contrario. Y ahora es ya tarde".
“La raza
vasca se está diluyendo tanto que a lo sumo nos quedan 5 décadas. Por 2070
todos se llamarán Mohamed, Ali, Hussein, Tarik etc. Ellos se reproducen en
progresión geométrica”.
Estamos,
en efecto, ante una gran tentación identitaria. En gran parte de Europa. Lo
ilustra muy bien Robert Ménard, alcalde de Béziers, una ciudad occitana de más
de 70.000 habitantes, cuando, en el registro religioso, afirma que “los
cristianos esperan del Papa que él defienda la cristiandad, no su sumersión por
la inmigración”.
No tengo tiempo, ni espacio en estas líneas para contestar a
cada afirmación de los textos de los comentaristas a mi artículo. Ahora es una
cuestión central en Europa. Alemania, donde Merkel es cuestionada por su
política migratoria, Francia, con “Front National” y Le Pen, sin olvidar a Holanda
(¡ay, la Holanda de Erasmus!), Bélgica, Austria, Hungría etc., etc.
Una buena novela, a menudo, describe mejor que unos
Informes, cual es el estado de ánimo de una población, o de una de sus partes.
Les sugiero la lectura de la novela de Michel Houllebecq, “Sumisión”
(Anagrama 2015) que describe lo que sucede en Francia cuando, el año 2.022, un
líder islamista, tras conquistar en las urnas el poder en Francia, transforma
de punta a cabo la sociedad: la Sorbona universidad islámica, se instaura la
poligamia, las mujeres van cubiertas…Tuvo un éxito fulgurante en Francia.
También en España. Yo la he leído en su quinta edición en castellano. Muy bien
escrita y traducida. Algunos la comparan con “Un mundo feliz” de Huxley y
“1984” de Orwell. Pero creo que exageran. Volvamos a Euskadi.
¿Cuántos musulmanes
hay en Euskadi?
Centrado
en nuestro tema, según la Unión
de Comunidades Islámicas de España, en base al Padrón Municipal de 2016, en el País Vasco residen
51.654 musulmanes (a no confundir con los inmigrantes de África o Asia):
10.359 son españoles; 41.295, extranjeros. Por territorios históricos Bizcaya
es la que más musulmanes acoge, un total de 19.539, en Gipuzkoa 16.345 y Álava
15.770. Por nacionalidades, en Euskadi destaca la presencia de musulmanes
provenientes de Marruecos (18.885), Argelia (5.476), Pakistán (4.911), Senegal
(3.798) y Nigeria (3.684). En porcentajes sobre el total de 2.100.000
habitantes de la CAV, los musulmanes son del orden 2,5 % de la población vasca.
De los que la inmensa mayoría no son en nada radicales. En fin, en 2014, los colegios vascos
atendieron a 6.065 niños musulmanes sobre un total de 300.000 escolares en
enseñanzas iniciales y secundaria obligatoria. Las
cifras, como se ve, no son precisamente alarmantes. Pero la población musulmana
no está homogéneamente repartida. Lo dice, hasta con rabia, este comentarista a
mi artículo anterior: “Intelectuales con filiación, que nos quieren mantener como una ciudad
experimento, con los bilbaínos, vitorianos o donostiarras como rehenes de su
buenismo que no les afecta en la convivencia diaria, porque viven, o lejos de
aquí (los que vivimos en los barrios periféricos de las grandes ciudades vascas)
o sin ese mestizaje que tanto añoran para los demás. Muchos de ellos,
auténticos pijitos aburguesados (forrados por la gestión de las ayudas) que
jamás se relacionarán con aquellos a los que supuestamente defienden (los
multiculturales del RGI), ni sus hijos van a los mismos colegios que los
beneficiarios de las RGI´s, ni compiten en recursos del sistema público”.
Habría mucho que hablar
sobre esto. La concentración de inmigrantes en determinados lugares es
evidente, como la habitación del espacio físico por razones económicas. Sin ser
emigrante. Un piso en la Gran Via cuesta más que en determinadas zonas de la
periferia de Bilbao. Pero también hay concentraciones de inmigrantes por otras
razones. Así, los casi mil rumanos en Ordizia, que tiene una población de 9.500
habitantes. Es “otro” efecto llamada.
Voy
a cerrar estas líneas con dos ideas que, estas también, requerirían más
espacio. La primera para decir que necesitamos a los inmigrantes. Hay trabajos
que los autóctonos no queremos hacer. Miremos cuantos inmigrantes pasean a
nuestros mayores, trabajan en la construcción, en la hostelería…
La segunda para subrayar, como
concluía un artículo en Hermes (nº 55, mayo 2017), que, “no podemos pensar la
identidad como algo cerrado, inmutable, que todo el mundo habría compartido en
el pasado, como si los movimientos de personas no hubieran existido siempre.
¿Quién, en su genealogía, no tiene una rama que viene de otra parte? Hemos
devenido pluriculturales y debemos tener capacidad de vivir juntos, entre
nosotros, aun siendo diferentes, y amar a este país. Pero, además, es preciso
que las personas que acojamos amen también nuestro país. Si les ofrecemos una
visión negativa, ellos no pueden amarle. Sin embargo, si los vemos como
personas que nos pueden aportar algo, lograremos crecer juntos y que, ellos
también digan “ni euskalduna naiz”. Me gusta recordar la frase de Kennedy
aplicada a Euskadi: “No preguntes qué puede hacer Euskadi por ti, sino qué
puedes hacer tú por Euskadi”. Nos va en ello el futuro de la nación vasca”.
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