Macron y Ricoeur, vistos desde Euskadi
El 15 de mayo pasado, una semana después de la entronización
de Emmanuel Macron como Presidente de Francia, me entero por un extenso
reportaje en “Le Monde” que su nuevo presidente fue discípulo aventajado del
inmenso Paul Ricoeur y, pese a la diferencia de edad, cercano a su persona, y
amigo de su familia. Macron se inscribe, de lleno, en el paradigma ricoeriano
de la superación de la binariedad: no esto o aquello, sino esto y aquello. Y,
al mismo tiempo. En este artículo voy reseñar dos ideas centrales de
Ricoeur-Macron y aplicarlas a Euskadi.
Toda identidad narrativa
nos lleva a un relato plural. Ricoeur decía el año 2005 que “todos los
acontecimientos no se hacen visibles e inteligibles más que cuando son
relatados”, dando así lugar a la “identidad narrativa”, identidad que no estará
fijada de una vez por todas, ni por un solo relator, pues el relato siempre
ofrece la posibilidad de contar lo sucedido de múltiples formas, en razón, por
un lado, de lo que hayamos decidido relatar y, del otro, de que siempre hay “otros”
que también tienen su propio relato. La identidad narrativa, salvo a encerrarse
en una urna de cemento armado, y no escucharse más a sí mismo y a los suyos,
será siempre plural. Toda identidad narrativa, la que a fin de cuestas queda,
será una identidad plural. Y aquí entra el nuevo presidente Macron.
En un mitin en Reims dijo esto: “Algunos de nuestros
adversarios dicen que hay algunos auténticos franceses, de matriz, y raíz,
francesa. Yo no sé lo que es una matriz única; tenemos muchas raíces. Luego,
nuestro proyecto es el auténtico proyecto patriota. Porque ser patriota es amar
el pueblo francés, su historia, pero amarla desde una perspectiva abierta. El
proyecto nacional francés nunca ha sido un proyecto cerrado”. Así, el proyecto
identitario francés se inscribe en “ser yo mismo como otro”, en interrelación
con los otros, una de las tesis clave de Ricoeur: “Sois - même comme un autre”.
Pasemos ya a Euskadi. Yo me hago vasco, desde la cuna quizás,
desde el proyecto de futuro compartido, sin duda alguna. Compartido por quienes
ya viviendo entre nosotros tengan sensibilidades distintas, Compartiendo con
los que vienen de fuera a compartir su vida con nosotros. Eso sí, todos,
buscando una Euskadi mejor, con la mayor capacidad de decisión posible en el
mundo de hoy, “independiente en la interdependencia”, en expresión de Edgar
Morin, que traje a estas páginas hace tres semanas.
En un artículo
que publiqué en el número 55, en la Revista
de Pensamiento e Historia “Hermes”, el pasado mes de mayo, escribía que “habida cuenta de la actual demografía
en Euskadi, y sus tasas de natalidad, es evidente que necesitamos, y
necesitaremos más en el futuro, la aportación de personas que vengan de otras
latitudes. Es preciso reflexionar sobre el concepto de nación, en una sociedad
que ya es pluralista y plural. Pluralista entre nosotros, los autóctonos,
plural con los que vienen a vivir con nosotros. Luego no podemos pensar la
identidad como algo cerrado, inmutable. Hemos devenido pluriculturales y
debemos tener capacidad de vivir juntos, aun siendo diferentes, y amar a este
país. Pero, además, es preciso que, las personas que acojamos, amen también
nuestro país. Si les ofrecemos una visión negativa, ellos no pueden amarle. Sin
embargo, si los vemos como personas que nos pueden aportar algo, lograremos
crecer juntos y que, ellos también, digan ´ni euskalduna naiz´. Nos va en ello
el futuro de la nación vasca”.
Por una reconciliación de
las Memorias. El
estudiante Macron, con 24 años de edad, además de corregir y completar las
notas a pie de página, y permitirse algunas sugerencia en la última gran obra
de Ricoeur, “La Memoria, la Historia, el Olvido”, le escribe una carta,
acompañando a sus notas, en la que le dice que “tras leeros y seguir
vuestros análisis me entra el deseo de seguiros y el entusiasmo de compartir
vuestros pensamientos; soy como un niño fascinado a la salida de un concierto o
de una gran sinfonía, que martiriza su piano para formar algunas notas”. Paul Ricœur, en ese gran
libro, sostiene la idea de la "política de la memoria justa”, que tantas
veces he defendido en mis trabajos refiriéndome a la cuestión de la Memoria en
Euskadi. Ricoeur, por otra parte, se dirá “perturbado por el inquietante espectáculo
del exceso de memoria por aquí, el exceso de olvido por allí, así como por el
influjo de tantas conmemoraciones y abusos de memoria y de olvido”. Lo que le
causó no pocas incomprensiones, ya al final de su vida.
Macron
no ha dudado en llamar “verdadera barbarie” y “crimen contra la humanidad” la
actuación de Francia en Argelia. En efecto, en plena campaña electoral, el mes
de febrero pasado, en Argel, pronuncio un discurso del que entresaco estas
frases: “Yo he condenado siempre la colonización como un acto de barbarie. La
colonización forma parte de la historia de Francia. Es un crimen contra la
humanidad. La colonización es parte de un pasado que debemos mirar de frente,
presentando nuestras excusas a aquellas y aquellos que no hemos respetado. (…)
Pero, reconociendo este crimen, yo no quiero que caigamos en la cultura de la
culpabilización sobre la que no se construye nada”.
Por
favor, lean y relean esas frases. Francia cometió un crimen contra la
humanidad. Debe pedir perdón, pero no debe enfangarse en la culpa. No lleva a
ningún lado. A unos franceses les molestó, y mucho, que Macron dijera que
Francia había cometido un crimen contra la humanidad. A otros, les molestó que
les dijera que, saldadas las cuentas, hay que mirar adelante. Con generosidad.
Ricoeur en estado puro.
Un amigo euskaldun, que vive en Euskadi, y que tuvo la suerte y el
privilegio de tener a Ricoeur como profesor, y como decano, en Nanterre, en los
tiempos de mayo del 68, me escribió, comentando estas cosas: “me pregunto si no habría aquí una palanca conceptual
para construir la narrativa que necesitamos en el País Vasco. Un país plural,
abierto y diverso. La referencia de este político que ha denunciado la
colonización de Argelia como “un crimen contra la humanidad” y “al mismo
tiempo” (expresión clave para superar el pensamiento binario) reconocer el
sufrimiento de los pieds noirs, (los que lucharon por la Argelia francesa), ¿no
nos podría inspirar, hoy, aquí, una “reconciliación de las memorias”?
Por supuesto, claro que sí.
Una vez saldadas las cuentas, todas las cuentas, con justicia y humanidad. No veo
otro camino. O eso, o el enrocado sin fin. Como el de las
dos Españas, (y las dos Euskadis), todavía zahiriéndose con los nombres de las
calles, cuarenta años después de la muerte de Franco, y ancianos preguntándose
donde están enterrados sus padres y familiares, ochenta años después de su
insurrección.
No sé cómo será Macron de Presidente. ¿Otra esperanza frustrada? ¿Otra
ilusión perdida? Nadie lo sabe, pero al menos, ahora, a mí, me permite la
esperanza de la ilusión, aun sin hacerme demasiadas ilusiones.
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