Trump y la Tamborrada
donostiarra
¡Qué día el de este 20 de enero, recién concluido! Esta
tarde he seguido en directo el traspaso de poderes de Obama a Trump, y he escuchado
el discurso del nuevo presidente de los EEUU. A medida que avanzaba el
discurso, mi desconcierto dejaba paso a la congoja, la congoja al cabreo y del
cabreo a una mezcla de desconcierto, congoja y cabreo con ribetes de acongojonamiento
mientras mis nietos iban llegando de la fiesta de San Sebastián, haítos de tocar
y escuchar tambores.
A las 12 de la noche, una hora de arriada en ETB, culminada
con la reproducción sonora de la marcha de San Sebastián de Sarriegui con la participación
del Orfeón en la interpretación del año 2016, interpretación abruptamente cortada,
un ejemplo más de la falta de sensibilidad total de los productores, o lo que
sea, en las retransmisiones musicales.
Mi yerno francés, que asistía por primera vez a la Tamborrada,
no se cansaba de decirme que nunca había visto algo similar, esa fusión de una música
con un público exultante, cantante y danzante en una plaza. Durante el día, su
hijo, mi nieto de poco más de dos años, engalanado con un mandil, dos palos y
un tambor en la cintura no paraba de aporrearla, tocarla, siguiendo,
milagrosamente, el ritmo de las piezas de Sarriegui, Solozaba…tanto que no
logramos que conciliara el sueño en la siesta, aunque a la noche cayó como un
tronco. Entretanto su prima, mi nieta mayor, a punto de hacer tres años, ya
acostumbrada a estos lances y a ver a sus padres subidos a la tarima de la
Plaza de Constitución, lograba dormir, felizmente su siesta y ejercía de
anfitriona de su primo.
¡Qué día! Del acongojonamiento de Trump a la alegría (¿Freude
beethoveniana?) de ver aporrear el tambor a los nietos, deliciosamente
agotadores.
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