Parsifal, Wagner y su redentor
26 de marzo de 2014
Acabo de escuchar en
Mezzo, haciendo zapping, el último acto de Parsifal, en la versión de Kent
Nagaro en Baden Baben el año 2004, todavía con Vertris y W. Meier en plena forma.
Pero es Wagner y, prácticamente, solo Wagner, quien me llama la atención. Su música
es sublime. Su libretto, se diga lo que se diga, y por eso se dice tanto,
inquietante. “Redimir al redentor”, exclama la última estrofa del coro final. ¿Que
ha querido decir Wagner?. Me viene a la cabeza un texto de Mortier poco antes
de morir, con motivo del bicentenario de Wagner que tituló, “Bayreuth necesita
un Parsifal”. Pero, ¿Qué representa Parsifal?. ¿El redentor?. ¿Como Lohengrin,
o Tannahauser, o Brunnilda?.
No lo sé. ¿Cómo lo habría
de saber cuando hace apenas diez años me he adentrado en Wagner y otros,
muchos, llevan su vida escudriñando a Wagner?. Me atrevo a escribir esto. A
Wagner el mundo de los hombres (y el de las mujeres) se le quedó pequeño. Y
abrió el mundo de los humanos al de los dioses de quienes ciertamente cantó su
ocaso al final de su inmensa tetralogía, eso si, arrojando a su heroína,
Brunilda al pasto del fuego del Wahalla, el castillo de los dioses.
Wagner percibió que el
mundo de los humanos necesitaba una abertura. Y se sacó de la manga Tanhausser,
Lohengrin y, al final de su vida, Parsifal. Pero no lo diviniza. Parsifal también
necesitará un redentor. Podría haber sido Kundry pero, ¡ay!, el beso de Kundry,
ya al punto de la fusión carnal, le recuerda el “pecado” de Anfortas. Kundry,
el hechizo de Kundry, la risa de Kundry. ¡Qué mujer!
Y, ¿si Parsifal fuera el fantasma
soñado de Richard Wagner?. Poco importa ya mientras nos quede su música.
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