lunes, 12 de agosto de 2013

“La Traviata” en el Kursaal


La Traviata” en el Kursaal


A pesar de haber asistido a no pocas óperas, incluso a los entresijos de algunas de ellas en ABAO, nunca, hasta que alguien cercano a mi ha participado en la representación escénica de “La Traviata”, (esta noche pasada y repetirá el próximo martes 12) formando parte del Coro Mixto Easo, en el Kursaal donostiarra, me había hecho idea de lo que suponía hacer ópera. Ópera escenificada, quiero precisar, que no tiene nada que ver (en cuanto a trabajo y dificultad) con una opera meramente cantada, de pie, al fondo del escenario, bien arropados por el coro, quietos, con la partitura en la mano y la vista fija en el director musical. Ya había seguido anteriormente, en varias ocasiones, a los miembros del Coro Mixto Easo, interpretando, por ejemplo, Eugenio Onegin de Tchaikovsky en La Salle aux Grains de Toulouse y en la Salle Pleyel en París. Siempre con la orquesta del Capitole de Toulouse bajo la batuta de Tugan Sokhiev. Siempre con gran éxito. Pero en versión concierto y representar no es lo mismo que cantar.

Ya aprender una opera para un coro amateur, que solo puede dedicarse al ensayo una vez su horario laboral concluido, supone un esfuerzo considerable. Normalmente dos ensayos semanales a lo largo del año. Pero al acercarse la fecha de la representación los ensayos son diarios y de cuatro y más horas al día, cuando no ha llegado ser de prácticamente todo el día. ¡Cuantas veces no llegaban los coralistas a casa bien pasadas las 11 de la noche!.

Pero la puesta en escena es la guinda (guinda de trabajo y de dificultad) para un colectivo que no es actor y que tiene que cantar siguiendo las instrucciones del director de escena, en muchos momentos sin ver al director musical. Asistiendo esta tarde a la representación me pareció milagroso lo que lograron. En gran parte imputable al siempre atento y exigente director del Coro Mixto, Salva Rallo. No hay olvidar que, a diferencia de la orquesta y de los solistas, que son profesionales y que viven de la música, los miembros, hombres y mujeres, del Coro Easo tienen su profesión, de la que viven, y que por el placer del canto conjunto, se reúnen al menos dos veces cada semana, sacrificando sus agendas, a veces incluso sus vacaciones. Que tiene sus compensaciones es evidente. La primera ya la he señalado: el placer de cantar en un coro. Obviamente también la adrenalina (miedo escénico incluido, como los profesionales, el día de la representación). Más aún cuando actúas en tu ciudad. No faltan los momentos de desánimo. Algunos abandonan la empresa. Otros se dicen que “una y no más”. ¿”Vale la pena todo este esfuerzo por un par de representaciones y unos aplausos al termino de la representación”, se preguntan no pocos?. Además con la incertidumbre, antes de la representación, de si serán aplausos de compromiso o aplausos sonoros de un público que se ha sentido atrapado por la fuerza de la interpretación.  

Lo que yo diga de la representación de esta noche, con personas a mí cercanas en escena, sencillamente no será creíble. Ni tengo las competencias técnicas para un juicio profesional. Pero si puedo dar fe de la reacción del público. En varias ocasiones han interrumpido la representación con aplausos. Incluso cuando el coro ha interpretado los coros de la zingarella, en un momento que no es habitual detener la representación. Los comentarios que he escuchado hacia el coro han sido muy elogiosos, también de personas que no sabían que había una persona conocida mía entre sus componentes. 

Es la magia de la ópera. Según muchos el arte integral pues lo tiene todo: literatura en el libreto, teatro en la representación y música en escena. De ahí que haya pocas óperas que rayen en la perfección de un cuarteto, una sonata, una canción o una sinfonía. “La Traviata” de Verdi es una de esas obras que forman parte del acerbo cultural de la humanidad. El sábado a la noche, en Internet solamente quedaban dos plazas libres para la representación del domingo 11 y unas treinta para la del martes 12, indicador evidente del tirón de algunas óperas en el público musical de Donostia y más. En varias ocasiones me he encontrado con amigos de ABAO de Bilbao y Getxo, en el Kursaal.

A veces cuando hablo con Patrick Alfaya actual director de la Quincena Musical o con José Antonio Echenique, su predecesor, y les digo que porqué no nos traen al cubo pequeño del Kursaal (por el que tengo verdadera debilidad, musicalmente hablando) una cuarteto, o un pianista, por ejemplo, que les resultaría más barato que montar una ópera, me dicen que una ópera de tirón les resulta económicamente más rentable que un gran solista. Cuando reflexiono, constato que razón no les falta. Aún recuerdo, con sonrojo, un Victoria Eugenia medio vacío con Sviatoslav Richter, o Gustav Leonhardt (todavía hace dos o tres años), o un Franz Brüggen en sus tiempos de número uno mundial indiscutible en la flauta de pico. Y hablando de ópera aún estamos lejos de poder ofrecer en Donosti un Wozzeck. Quizás mis nietos lo vean en el Kursaal. Quizás. Pero entre tanto, disfrutemos como esta tarde, con una magnífica Traviata como disfrutamos hace una semana con un Babi Yar que nos encogió el corazón. Es de “masocas” no disfrutar con lo que tenemos amargándonos con lo que, todavía, no está en nuestras manos. Menos aún con las ocasiones perdidas, pues el tiempo no vuelve atrás. Nunca. Y esta tarde hemos disfrutado de lo lindo.

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