martes, 31 de enero de 2012

Valores, jovenes, drogas. Entrevista FAD






Entrevista Javier Elzo

“Valores, jóvenes y drogas”

(Publicada en la Web de la FAD en enero de 2012)


1. Es común referirse a “los valores de los jóvenes” como unos valores diferentes a los del resto de la sociedad, pero al observar los estudios específicos al respecto lo cierto es que la jerarquía de valores de adultos y jóvenes es muy similar… ¿Existen valores diferenciales, específicamente juveniles? ¿Cuáles serían en este momento?




Los jóvenes son parte de la sociedad, luego sus valores se modifican como se están modificando en el conjunto social. Así y todo, básicamente en razón de su edad, luego tienen más futuro que pasado obviamente y, teniendo en cuenta que crecen en una sociedad muy volátil, lo que les caracteriza sería el presentismo, el vivir al día. Pero este presentismo, precisamente por la volatilidad e incertidumbre de la sociedad adulta, se puede convertir en los jóvenes en una virtud, en un valor positivo por lo que indica de acomodación al tiempo presente en notorio mayor grado que sus padres. Es lo que explica, por ejemplo, que sus padres estén más preocupados que sus hijos por los fracasos escolares o las dificultades laborales de estos.



La contrapartida residiría en la ausencia de implicación en proyectos colectivos de futuro salvo en colectivos relativamente reducidos. Recuérdese el 15 % de alternativos de la tipología del estudio de la FAD de finales de 2006, “Jóvenes, valores, Drogas”, que ya prefigura los jóvenes del movimiento del 15 M del año pasado.



Añadiría como otros valores positivos de los jóvenes de hoy el rechazo al amiguismo, a todo lo que suene a enchufismo y picaresca, la demanda de transparencia en las cosas publicas, etc. Los adultos dicen que cuando crezcan, los que tengan poder, se olvidarán de esos valores. Lo que está por demostrar.



2. ¿Considera que se ha podido producir un cambio en la jerarquía de valores como consecuencia de la crisis en que estamos inmersos?



En el Congreso “Hablemos de drogas” organizado por la FAD en Barcelona los día 3, 4 y 5 de junio de 2009 intervine con una ponencia que titulé “Permanencia y evolución de valores en España 1981-2008”.

Sostuve que limitándonos al tránsito de los valores de la sociedad moderna a la postmoderna (luego mas allá de la sociedad tradicional) tiene como línea dominante la dilución de proyectos globales en la suma de proyectos individuales: en la sociedad moderna se magnificaba la plausibilidad de un proyecto global, holístico, de una idea matriz, de un norte como faro de acción social a diferencia de lo que sucede en la sociedad emergente, que se caracteriza por la incertidumbre, la duda, el repliegue en lo cotidiano, en lo emocional, en la proxemia.  Remito a las Actas del Congreso para el detalle.



En junio de 2009 ya estábamos en la crisis y se hablaba de “brotes verdes”. Pero ahora en enero de 2012 hablamos de recesión. Sin embargo los valores no cambian con tanta rapidez. El año 2011 publicamos el estudio catalán de valores, con trabajo de campo anterior, y pudimos comprobar, en comparación con la submuestra catalana de la encuesta española de 2008, que lo esencial (las prioridades vitales, los criterios éticos etc.) se mantenía, pero se acentuaba el individualismo y la preocupación por los próximos (la familia) así como el hecho de tener un trabajo (o el miedo a perderlo), mas allá de la calidad de ese trabajo.



3. ¿Qué cabida tienen valores como el emprendimiento, el esfuerzo o la abnegación en la jerarquía de valores de los y las jóvenes en España? ¿En qué medida influyen en sus trayectorias formativas y laborales?



Como consecuencia de todo lo anterior se valora mas lo subjetivo sobre lo objetivo, la fiesta sobre la formación, la deconstrucción sobre la construcción, el cuerpo sobre el espíritu, la responsabilidad diferida sobre la autorresponsabilidad. Se acepta el compromiso puntual sobre todo si es lejano, pero no el duradero, especialmente si es próximo por ser más personalmente implicativo. Además al valorar el presente sobre el futuro hace que los jóvenes prefieran retrasarlo lo mas posible instalándose en el presente incierto mientras dure el cobijo familiar. El emprendimiento y el esfuerzo son valores dominantes en un núcleo relativamente reducido de jóvenes que no llega al 20 %. de la población juvenil española.



4. ¿Cómo cree que encaja el valor responsabilidad en nuestra sociedad, especialmente en relación a los y las jóvenes?



En diferentes ocasiones he indicado  que un rasgo central de los jóvenes es el de su implicación distanciada respecto de los problemas y de las causas que dicen defender. Incluso en temas frente a los cuales son adalides, como el ecologismo y el  respeto por la naturaleza por señalar un caso paradigmático, no puede decirse que conforme, salvo en grupos muy restringidos de nuevo, un campo de batalla, una utopía sostenida en el día a día, en la acción libremente decidida a la hora de ocupar sus preocupaciones y el tiempo disponible. Por eso he insistido repetidas veces que en los actuales jóvenes hay un hiatos, una falla, entre los valores finalistas y los valores instrumentales: los actuales jóvenes invierten afectiva y racionalmente en los valores finalistas, (pacifismo, tolerancia, ecología, exigencia de lealtad etc.) a la par que presentan, sin embargo, grandes fallas en los valores instrumentales sin los cuales todo lo anterior corre el gran riesgo de quedarse en un discurso bonito. Me refiero a los déficit que presentan en valores tales como el esfuerzo, la auto-responsabilidad, el compromiso, la participación, la abnegación, (que ni saben lo que es), la aceptación del límite como baliza de comportamiento, el trabajo bien hecho, etc. Pienso que la escasa articulación entre valores finalistas y valores instrumentales está poniendo al descubierto la continua contradicción —amén de la dificultad— de muchos jóvenes para mantener un discurso y una práctica con una determinada coherencia y continuidad temporal, allí donde se precisa un esfuerzo cuya utilidad no sea inmediatamente percibida. Sabemos también que esta situación no es propia de los jóvenes sino de la sociedad en su conjunto aunque, de forma prioritaria, la atribuye a los jóvenes.

La actual crisis no ha modificado sustancialmente este diagnóstico aunque hayamos vivido el fenómeno del 15 M pero, como ya he indicado en una respuesta anterior, estamos hablando de un porcentaje pequeño (aunque significativo) de jóvenes, que ya se apreciaba nítidamente el año 2006.



5. ¿Ha variado en algún modo la consideración de la familia, como valor en sí mismo? ¿En qué sentido y qué influencia puede tener ello en el proyecto o en las expectativas vitales de los y las jóvenes?



La familia, sigue siendo plebiscitada por la sociedad española. Lo es  así desde que hay encuestas y estudios sociológicos, por ejemplo desde los estudios Foessa de los años 60 del siglo pasado. Más recientemente, en el estudio de la FAD “Valores sociales y drogas” publicado el año 2010, en la jerarquización de valores finalistas de los españoles, esto es, los valores considerados más importantes en la vida, aparece en primer y destacado lugar la familia. En una escala de 1 a 10, en grado de importancia, la familia obtiene una media de 9,14, lo que indica la potente unanimidad que suscita la familia.



Como siempre hay que añadir que este plebiscito familiar lo es más, mucho más, al deseo de una familia que funcione bien (digamos en breve, una familia donde haya armonía y respeto entre sus miembros) que una valoración de cómo funciona en realidad la familia en la que se vive.



También hay que añadir que la altísima valoración de la familia va mas allá del modelo formal de familia (nuclear, reconstituida, monoparental etc.) y se refiere, lo repetimos, a la bondad del contenido de las relaciones intra-familiares.





6. ¿En qué medida adquieren importancia los valores independencia y autonomía en el seno de las relaciones entre padres e hijos? ¿En qué se diferencian y cómo influyen en los procesos de emancipación de los y las jóvenes?



En el Congreso de la FAD sobre Familia y Ciudadanía en Madrid del año 2007, compartí una Mesa Redonda con una colega española, Sandra Gaviria, aunque trabaja en la universidad francesa de Le Havre. Comparando los hábitos de los jóvenes españoles y franceses afirmaba refiriéndose a los españoles que “sus progenitores aceptan esta situación (de no emancipación del hogar hasta edades tardías) e incluso la viven con orgullo. Si un hijo se marcha pronto, lo viven como una decepción o como si hubiesen hecho algo mal. Los que trabajan y conviven con sus padres no se consideran ni son considerados como adolescentes tardíos o como adultos inmaduros. El trabajo es una condición necesaria pero no suficiente para irse, ya que desean marcharse en buenas condiciones económicas, tener ahorros e, incluso, en algunos casos, haber empezado ya a pagar una hipoteca para comprar un piso. No existe la idea de que un individuo que se asume económicamente es más autónomo de su familia y que tiene menos obligaciones hacia ella. Las obligaciones familiares no tienen nada que ver con los ingresos de sus miembros o con su autonomía económica. Por lo tanto, las obligaciones de un joven hacia los suyos, que trabaje o no, que se vaya o que se quede, no cambian”.

Estoy plenamente de acuerdo con ese diagnóstico al que, en el momento actual,  solamente cabe añadir el correctivo estructural del número creciente de núcleos familiares con procesos de separación o divorcio, de tal suerte que se convierten en núcleos familiares monoparentales lo que conlleva, muchas veces, una aceleración en la emancipación de los hijos.



7. Bastantes estudios señalan que una de las razones del retraso en la emancipación juvenil, más allá de cuestiones estructurales, es el deseo de los y las jóvenes (habitualmente en consonancia con lo que piensan sus padres y madres) de no perder calidad de vida, nivel social o estatus. ¿Cómo se interpreta esto en término de valores?



En efecto, parece un lugar común decir que estamos ante la primera generación que vivirá peor que sus padres.  Pero no es cuestión de ahora. En plenas vacas gordas, cuando decíamos que la economía iba bien, sin ir más lejos los siete primeros años de la década recién terminada, ya se oían voces y se leían textos donde se decía que las nuevas generaciones no podrían mantener el mismo nivel de vida que el de sus propios padres. Que por primera vez el ascensor social estaba averiado. También que el implícito contrato social intergeneracional se había roto. Que se había roto el contrato social que venía a decir que “yo, generación adulta te ofrezco a ti, generación joven, las mejores posibilidades formativas  posibles, y en todo caso bien superiores a las que nuestra generación tuvo en sus días, lo que te permitirá insertarte laboralmente,  también en mejores condiciones que nosotros cuando teníamos tu edad”.

En consecuencia no es difícil imaginar que ahora, con la crisis de 2008, esa vieja idea de pérdida en el nivel social y económico de los actuales jóvenes respecto del que, disfrutaron sus padres parece haberte convertido en una profecía. Pero las cosas son más complicadas. Telegráficamente diría lo siguiente.

1º: No vale comparar los hijos de hoy con sus padres de hoy sino con sus padres de hoy cuando tenían la edad de sus actuales hijos.

2º: Ciertamente el incremente especulativo del precio de la vivienda hace mas difícil la emancipación familiar y la inserción social. Toda España está padeciendo esta desmesura y esta codicia.

3º: La sociedad se está americanizando, esto es, se está haciendo meritocrática cuando la ideología políticamente correcta, extendida por doquier, es la igualitaria. Luego quienes no se den cuenta, y vivan en el sueño del Estado protector (a no confundir con el Estado del bienestar) lo van a pasar mal, pues el Estado protector, por mor de la crisis está, valga la redundancia, en crisis.

4º: El nivel de vida al que aspira la generalidad de los jóvenes, ¿es igual, mayor o menor al del que aspiraban sus padres, cuando tenían su edad?. Porque puede ser que la comparación haya que hacerse por partida doble: entre los niveles de vida de unos y otros, si, pero entre sus aspiraciones, también.

En fin, y 5º: también hay jóvenes (y adultos), pocos ciertamente, que, cubiertos unos niveles básicos de trabajo, emancipación familiar e inserción social, se plantean que el decrecimiento, si se da, puede ser una bendición y que, al fin, empecemos a pensar en calidad de vida arrinconando la esclavitud del nivel de vida. Y se planteen la vida de otra manera con otras aspiraciones cuantitativas. Quizás quieran hacer realidad en su vidas aquello de “ser más” en lugar de “tener mas”.

Donostia San Sebastián enero de 2012

Javier Elzo

(Para la FAD)


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