jueves, 26 de enero de 2012

Alcohol y Adolescentes. Pasado, presente y futuro


Alcohol y Adolescentes. Pasado, presente y futuro


(Texto para la XX Jornada sobre Drogodependencia en Valencia el 26 de enero de 2012)
 

Tres aspectos distinguiré en este texto preparado para la XX Jornada sobre Drogodependencias organizada por la  Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, el Ayuntamiento de Valencia, la Conselleria de Sanitat de la Generalitat Valenciana y la Universidad de Valencia, celebrada  en Aula Magna de su Facultad de Medicina.


En primer lugar me detendré, de forma breve, en un histórico de la evolución de los consumos de alcohol en España, en adultos y especialmente en jóvenes. En segundo lugar presentaré, esta vez con apoyatura de datos, los niveles de consumo de las dos últimas décadas y su evolución para terminar con unas reflexiones que, partiendo de la realidad de nuestros días, abordar algunas cuestiones de futuro que nos parece importante resaltar.
 

  1. Memento histórico del alcohol en nuestra sociedad.


En Europa, según el último estudio ESPAD en base a escolares europeos de 16 años, más de cuatro de cada cinco escolares de 16 años han consumido alcohol en los últimos 12 años pese al hecho de que la legislación sea prohibicionista para el consumo en menores de edad.

En general si bien se ha estabilizado e incluso descendido el consumo continuado de alcohol, sin embargo el excesivo consumo puntual, el “atracón” (“binge drink”) ha aumentado notablemente. El modelo mediterráneo, en lo que tiene de consumo integrado de alcohol a lo largo del tiempo muestra, incluso, un ligero descenso, pero el modelo nórdico del “atracón” se extiende por toda Europa.
 

Además, en esta última modalidad de consumo, al diferenciarlo según el sexo, los niveles de consumo de los chicos no sufren generalmente variaciones y, cuando lo hacen, es mayoritariamente a la baja, mientras sucede rigurosamente lo contrario en los niveles de consumo de las chicas. Concluiremos en consecuencia que, gran parte de la evolución habida es debido al aumento de chicas que se han apuntado al “atracón” en los últimos años. Esto nos indica que las diferencias en los hábitos de consumo de alcohol se están igualando cuando los segmentamos por género. Esta realidad se manifiesta también, de forma muy clara, en la sociedad española.



Por otra parte los consumos de alcohol generan más problemas en los países del norte de Europa que en los del Sur, como mostramos en una reciente investigación atendiendo a datos recientes de ESPAD 2009 [1]. Como ya sabemos que no hay más consumidores en el norte que en el sur, que tampoco la prevención es menor, que los precios de las bebidas alcohólicas son mas bajos en el sur y que la tolerancia para el consumo (al menos público) es también menor en los países del sur, habrá que concluir que es en el modo de beber, en la forma en la que consumen alcohol los adolescentes donde está la explicación de estos datos. Digámoslo claramente: es el beber concentrado y fuera del ámbito público el que está en la base de la diferencia en los altos niveles de problemas que genera el consumo de alcohol en el norte en referencia a los que ocasiona, al menos hasta ahora, en el sur de Europa. Muchos investigadores europeos han mostrado su asombro ante la visión de los macrobotellones en España y la relativa ausencia de conflictos que generan. Lo que no quiere decir que no los haya, como sabe bien la población española 



Los medios de comunicación, al hablar del alcohol de los adolescentes y en particular del fenómeno del botellón, sólo parecen dar importancia a su dimensión de conflicto de orden público, identificándolo con evidentes consecuencias negativas como ruidos, suciedad y molestias para los vecinos. No vamos a poner en duda, en absoluto, la legitimidad de las quejas vecinales. Lo que queremos destacar es que parece que cuando el abuso de alcohol entre los menores ocurre en lugares preparados para no afectar al orden, la sociedad institucionalizada no tiene excesivos problemas en aceptarlo, pues queda así preservada la libertad del adolescente para consumir, la libertad del establecimiento para comerciar sin molestar al vecino y la libertad del vecino para hacer sus actividades o descansar sin ser molestado. Es lo que explica la proliferación de “botellodromos” en diferentes puntos de España, en algunos casos particularmente sofisticados.  Por ejemplo con la organización de autobuses de llegada y salida que si bien cumplen la innegable y bienvenida función de exonerar la conducción de vehículos tras la ingesta de alcohol, a la postre la facilita pues, “beba lo que beba, después me llevarán a casa”. Al final el problema del consumo abusivo de alcohol en los adolescentes queda reducido a la sola cuestión de las molestias vecinales que genera.



Por otra parte, como ya escribiéramos en el estudio de la FAD de 2007 [2] sobre alcohol y jóvenes consideramos necesaria la presentación de algunas premisas básicas que orienten la lectura posterior de los datos de consumo entre la población adolescente española.



 Sostenemos que todo intento de explicación de cualquier comportamiento de consumo de alcohol por parte de la población adolescente obliga a exponer algunos aspectos contextualizadores que sitúan el fenómeno en el lugar y dimensión adecuado. No podría comprenderse el consumo de alcohol de los adolescentes en un entorno en el que el alcohol no tuviese el peso y significación cultural que tiene en los países occidentales en general y en España en particular.



En efecto, muchas de las pautas de consumo de alcohol no son consustanciales a la población juvenil, mas bien son aprendidas de sus adultos que de forma consciente o inconsciente, transmiten en sus estilos de vida, universos de valores y estructuraciones del tiempo libre pero también en sus consumos de alcohol el modo de relacionarse con esta sustancia y la importancia que se le concede a la misma.



Por otra parte no hay que olvidar que medir el consumo de alcohol es una de las cuestiones más complejas de cuantificar. Es más sencillo medir la ingesta de cualquier otra sustancia que se mide en unidades que el alcohol que en la mayoría de los casos se presenta como un continuo a lo largo del día o de las ocasiones de consumo, especialmente entre la adolescencia cuyas pautas de consumo compartido de alcohol hacen muy difícil su cuantificación real.



Como difícil es comprender los consumos de alcohol adolescentes si no se conocen algunas de las características de la adolescencia actual. Los adolescentes de este inicio del siglo XXI nacieron en una sociedad plenamente integrada en la Europa comunitaria, en un país que se despegaba y cerraba definitivamente su pasado reciente, con medios materiales y tecnológicos inimaginables. Pese a lo tiempos de crisis que vivimos en los últimos cuatro años, los adolescentes de hoy, en su infancia, son hijos naturales de la abundancia y la sociedad de consumo, porque incluso sus propios padres lo fueron. Han pasado su reciente infancia con videoconsolas, ordenadores e Internet a su disposición. No es baladí constatar que el uso de Internet permite a esta nueva adolescencia saltarse las fronteras espacio-temporales con una naturalidad abrumadora. Han integrado la telefonía móvil con la sencillez propia de lo que se conoce desde la infancia. Los centros comerciales se han convertido en sus espacios naturales, luego el disfrute pasa también por el consumo. Son miembros de una generación escasa en cuanto a número de miembros, porque sus padres y madres decidieron tener pocos hijos, uno o a lo máximo dos, con lo que muchos de ellos son hijos únicos y ello, conforma en ellos una cosmovisión muy particular de cuanto acontece a su alrededor, especialmente porque existe la tendencia de proteger todo aquello que es escaso.



Pero no olvidemos la influencia crucial de quienes les socializan, especialmente de sus padres y madres. Éstos vivieron muy de lejos la transición. Quizás los más tardíos vivieron los últimos años de la transición y final de la dictadura pero en su mayoría fueron jóvenes y les tocaba incorporarse al mundo laboral cuando crecían las tasas de paro de forma ininterrumpida y la crisis económica se agudizaba. Ello les obligó a reengancharse a cursos formativos, másteres y a admitir trabajos de baja cualificación y menor retribución. Ello conformó una generación con escaso interés en luchas y defensas ideológicas, saturados como estaban de las defensas ideológicas de sus generaciones precedentes.



Así, los padres y madres de la nueva generación adolescente inauguraron el uso y disfrute del ocio de fin de semana concentrado entre el viernes y el domingo. Vivieron con naturalidad la diferenciación etaria de los espacios y tiempos, con lo que aceptaron con normalidad los espacios de uso exclusivo juvenil. Las calles de los años 80 se llenaron de jóvenes y adolescentes con ganas de diversión y espacios propios sin control adulto. Inauguraban el uso y disfrute del fin de semana como espacio propio e indiscutible de la juventud. Son quienes instauraron las nuevas pautas de consumo de alcohol, a principios de los 80, desconocidas hasta entonces; el consumo de alcohol festivo, el uso abusivo de alcohol como diversión y el modo de relación instrumentado por el alcohol y todo ello en un marco en el que el consumo de alcohol entre la población adulta comenzaba a decaer. Pautas que se han consolidado, con algunas variantes, en los últimos treinta años. Aquellos adolescentes son los padres y madres de los actuales, por lo que el comportamiento de sus hijos no les es ajeno.



En definitiva, el modo de consumo de alcohol por parte de la población adolescente no ha surgido por generación espontánea sino que hunde sus raíces en el entramado cultural y social actual, en los procesos de socialización que viven los adolescentes, pero también en el proceso que vivieron sus padres, madres y profesores, encargados en primera instancia de su educación, en el papel otorgado a los elementos vitales de los adolescentes, en el lugar que han sido ubicados en el alineamiento social, ...pero no lo olvidemos, las actuales pautas de consumo de alcohol entre la población adolescente tienen ya una larga historia que pasa de 30 años.







2. Evolución de los consumos en las últimas décadas



Los datos de los consumos siendo muy conocidos (basta entrar en la web del Plan Nacional de Drogas para consultarlos) nos limitamos a presentar unas pocas tablas resaltando algunas cifras que nos parecen más relevantes. Comenzamos, en la tabla 1 con la evolución de los consumos de diversos productos desde 1994 a 2008 en base a ESTUDES del Plan Nacional de Drogas



Tabla 1. Evolución de consumos de escolares entre los 14 y los 18. Base Estudes



Subrayamos estos aspectos centrales:



-        respecto del tabaco el consumo ha descendido claramente después de 2004, siendo ya manifiesto su descenso en 2006, luego bastante antes de la aprobación de la ley del tabaco del 30 de diciembre de 2010.

-        El consumo de alcohol, (“una vez a lo largo de su vida”) se ha mantenido relativamente estable entre 1994 y 2008, con una ligerísima tendencia descendiente.

-        El consumo de cannabis se ha disparado. Es más que interesante, e incluso sociológicamente relevante, constatar que el año 1994 el porcentaje de escolares españoles entre los 14 y 18 años que consumían tabaco prácticamente triplicaba al de los que consumían cannabis: 60,6 % de consumidores de tabaco y 20,9 de cannabis. Casi cuarenta puntos porcentuales de diferencia. El año 2008, la distancia se ha reducido a poco más de diez puntos porcentuales: 44,6 % de consumidores de tabaco frente al 35,2 % de cannabis. ¿Cabe pensar que ante la actual cruzada ante al tabaco y la indiferencia, cuando no la benevolencia, ante el cannabis, en un futuro próximos tengamos más escolares que, alguna vez en su vida, hayan consumido cannabis que tabaco?. La respuesta al final de la actual década, pues entre 2004 y 2008, también ha descendido algo el consumo de cannabis. En todo caso nos parecería del todo punto pertinente hacer una seria reflexión sociológica de la actitud adoptada por los órganos de decisión ante los consumos de los diferentes productos. De gran rigor ante el tabaco, producto extremadamente dañino para el cuerpo, y mas liviano ante el cannabis que, también lo es para el cuerpo (salvo decisión clínica, como lo son otros productos como los opiáceos, por ejemplo) pero también para la psique con el ya contrastado síndrome amotivacional, precisamente en la población adolescente estudiantil.

-        En algunos productos, (éxtasis, alucinógenos, anfetaminas y cocaína) el momento álgido de consumo se sitúa en torno a 2004-2005. No así con la heroína, cuyo consumo, ciertamente muy minoritario, es incluso superior de 1994, aunque no por vía parenteral, muy mayoritariamente.



La segunda tabla, también de ESTUDES controla la edad de inicio a los diferentes productos de los adolescentes entre los 14 y los 18 años. Ver tabla 2.





Tabla 2 Edad media de inicio de los diferentes productos psicoactivos






No necesitamos detenernos demasiado en el comentario de esta tabla. La edad media de inicio en el consumo de alcohol, como en los demás productos, prácticamente no ha variado. En el alcohol se sitúa en torno a 13,5 años, décima arriba, décima bajo. Algo similar cabe decir del tabaco y de los inhalables volátiles.



En los demás productos la edad media de inicio, en términos generales, tiene lugar más de un año más tarde. Quizás quepa destacar un muy ligero, pero continuo, descenso en la edad media de inicio al cannabis.



Veamos, a continuación, la tabla mas reciente que nos ha proporcionado, al día que cerramos estas páginas, la Dirección del Plan Nacional referida al alcohol. Está en su Web desde diciembre de 2011. La reproducimos en la tabla 3.



Tabla 3. Evolución de consumos de alcohol entre 1994 y 2010






Los datos más relevantes a subrayar serían los siguientes:





-        El % de menores que consumen alcohol a lo largo de su vida ha sufrido algunos altibajos entre 1994 y 2008, con una ligera tendencia decreciente, pero desde 2008 a 2010 ha descendido seis puntos porcentuales. Habrá que esperar sucesivos estudios para comprobar si es un diente de sierra o una tendencia sostenida decreciente.

-        Tendencia que, por otra parte parece darse en los consumos de alcohol cuando son controlados en base a lo que contestan los escolares cuando se les pregunta si han consumido alcohol durante el año anterior al de la administración de la encuesta o durante los últimos treinta días. En esta serie se observa, claramente, que ha descendido el porcentaje de escolares que consumen alcohol anualmente, el 82,7 % en 1994 y 73,6 % en 2010, o mensualmente, el 75,1% en 1994 y el 63 % en 2010.

-        Pero las tornas cambian radicalmente cuando se constata el aumento de escolares que se emborrachan en los treinta días anteriores a la encuesta. Lo que era descenso en la proporción de escolares que bebían se convierte en ascenso, y qué ascenso, entre los que, bebiendo, se emborrachan. Del 16,1% que se emborracharon, el mes anterior al paso de la encuesta, el año 1994 pasamos al 35,6 % el año 2010. Más del doble. La cifra es realmente impresionante porque indica que más de uno de cada tres escolares en España, en edades comprendidas entre los 14 y los 18 años, se emborracharon el mes anterior al de la administración de la encuesta. Y no se olvide que, en España, la venta de alcohol y su consumo público no está permitido hasta los 18 años.



De todo lo anterior la conclusión es muy clara: si bien hay algunos escolares menos que beben alcohol asiduamente, sin embargo ha aumentado fuertemente los que beben hasta emborracharse. Es exactamente el modelo nórdico de beber el que se está imponiendo en España con sus nefastas consecuencias.



Para completar los datos anteriores ofrecemos tres tablas más que hemos elaborado, en base a ESTUDES 2008, desglosadas por edad y sexo, referidas al año 2008 pues aun no las disponemos para el estudio de 2010 del Plan Nacional.




La tabla 4 controla los consumos en adolescentes escolares, según su edad detallada desde los 14 hasta los 18 años, ambos inclusive. Consumo  “alguna vez” sea a lo largo de su vida, sea en los últimos 12 meses, sea en los últimos treinta días. Como era esperable a medida que avanzamos en edad aumenta el porcentaje de consumidores pero, nótense, al menos, dos aspectos:

-        entre los 17 y los 18 años ya apenas hay salto, apenas hay aumento de consumidores de alcohol. Incluso desde los de quince años tenemos niveles particularmente elevados de consumidores

-        En efecto, las cifras son impresionantes. Con 16 años casi dos de cada tres escolares ya ha consumido alcohol durante el último mes.

-        En fin, dato aun más llamativo e inquietante: el 36 % de escolares de 14 años, luego más de uno de cada tres, manifestaba haber bebido alcohol el mes anterior.


En la tabla 5, podemos analizar los porcentajes de escolares que manifiestan haberse emborrachado. El lector mirara la tabla a su guisa. Limitándonos a los datos referidos a los consumos durante los treinta días anteriores a la toma de datos reseñamos que



-        entre los que ya han alcanzado los 18 años, el 45 % señalan haberse emborrachado al menos una vez. Esta cifra apenas desciende al 38 % entre los que tenían 17 años y al 32 % los que estaban en los 16 años de edad. Luego el salto entre bebedores, en edad legal de beber (se les puede suministrar alcohol en espacios públicos), y en edad ilegal, menos de 18 años, es francamente escaso lo que indica que no es la ley la razón principal que les dificulta el consumo sino otros factores, entre ellos la edad, ciertamente. No estamos diciendo, tampoco insinuando, que hay que modificar la ley, sin más. Pero sí queremos decir que la ley, manifiestamente, por sí misma, no es suficiente para lograr sus pretendidos fines: que los menores de 18 años no consuman alcohol.

-        No podemos no resaltar que más de un escolar sobre diez ya se ha emborrachado con 14 años. El 13 % según los datos de ESTUDES de 2008.



En fin, en la tabla 6 transcribimos los mismos datos de 2008 pero, esta vez, en razón del sexo de los estudiantes. También esta Tabla se comenta por sí misma. La prevalencia de las borracheras entre las mujeres y los hombres, entre las adolescentes escolares en edades comprendidas entre los 14 y los 18 años de edad, y los adolescentes de la misma edad y estatus son prácticamente idénticas, destacando, incluso, ligeramente al alza, las chicas. Si además la ciencia médica nos señala que los consumos de riesgo en las mujeres ya se manifiestan con niveles más bajos de consumo que entre los hombres, es evidente que nos encontramos ante datos, clínicamente hablando, muy preocupantes.






En definitiva y a modo de resumen de estas y otras cifras señalemos que, aunque en los últimos cuarenta o cincuenta años la cantidad de alcohol que se bebe en España se ha reducido, así y todo, en la actualidad, los no consumidores de alcohol siguen siendo minoría; más de 3 de cada 4 españoles en el último año, consumieron alcohol con muy diversas frecuencias. Los productos más consumidos continúan siendo, claramente, los que tienen estatus de legalidad (tabaco y alcohol)[3].



En el caso del alcohol, más de uno de cada tres españoles lo consume todos o casi todos los fines de semana y un 13,3% afirma consumirlo prácticamente a diario. En el caso de los consumos más habituales, la tendencia es a un incremento notable, ya que de ser consumido habitualmente por uno de cada tres españoles en 1999, pasa a serlo ahora por casi un 50%.



Las mujeres beben menos que los hombres, pero no las jóvenes, que beben tanto como ellos. Casi un 5% de las chicas entre 15 y 19 años está en el grupo de bebedores de riesgo o gran riesgo.



Hay que decir que el consumo de riesgo ha aumentado. Se bebe más cantidad en menos tiempo. 10 centímetros cúbicos de alcohol puro, es decir, una copa de vino, una caña o medio combinado, es la cantidad conocida como unidad de bebida estándar. El consumo de riesgo está en 3 unidades diarias para las mujeres y 5 para los hombres. También es consumo de riesgo tomar 8 unidades en poco tiempo.



Hay más bebedores de riesgo hombres que mujeres, pero solamente en la edad adulta,  no en la edad juvenil, insistimos en ello. Más allá del sexo, hay más consumo de riesgo en los jóvenes que en los adultos.



Respecto a la peligrosidad atribuida al alcohol, digamos que quienes ven poco o nada peligrosas las sustancias son minoría, pero una minoría que alcanza el 6,9% para el alcohol. Las mujeres lo perciben ligeramente más peligroso que los hombres, y se aprecian evidentes diferencias según la edad. En efecto sólo un 53,5% de los entrevistados entre 20 y 24 años lo califican como bastante o muy peligroso, cuando la media para el conjunto poblacional español (más de 18 años) es del 66,8%.



Entre los 15 y los 19 años, el alcohol no parece peligroso para un 12,3% de los entrevistados. Aunque ocurre algo parecido con el tabaco y el cannabis, en el caso del alcohol parece verse de modo claro que la edad marca diferencias y que la peligrosidad apreciada correlaciona positivamente con el aumento de la edad. Es evidente que hay un gran trabajo de prevención a realizar entre los más jóvenes.



  1. Reflexiones de futuro

Es preciso ir a la raíz del modo de beber adolescente, lo que supone hablar del modelo de sociedad en el que están creciendo, sociedad asentada sobre la ética del individualismo del presente y la incertidumbre del futuro, (ya antes de la actual crisis de 2008)[4]. En este marco colectivo e individual de búsqueda de puntos de referencia y gratificación, en ese equilibrio entre la incertidumbre y la prescripción de la libertad, los adolescentes se acomodan.

No hay que olvidar que, al referirnos al modo de beber de los adolescentes españoles, el alcohol –nos guste o no nos guste- es un elemento instrumental en su proceso de crecer. El consumo de alcohol es rito y es provocación a la vez. Es rito porque se consume con tanta naturalidad y asunción dentro de las pautas culturales que no necesita sostenerse en otras justificaciones. Se hace sin argucias, sin ninguna justificación siendo en cambio lo que justifica muchos comportamientos; por ejemplo, el uso de vehículo, la transgresión de normas de comportamiento como consecuencia de su uso. Es rito porque se ritualiza el modo en que se desarrolla el consumo, las pautas de comportamiento frente al alcohol son y deben ser conocidas por los componentes del grupo (dónde comprar, qué comprar, cómo comprar, cómo beber, qué mezclas hacer, etc.). De hecho, no conocer estos ritos excluye del grupo a quien las ignora o debe aprenderlas con celeridad porque es un elemento integrador.



Pero también es provocación. Porque en una sociedad donde los espacios formales (escuela, actividades extraescolares diversas) se encuentran tan procedimentadas, donde las seguridades se anteponen al posible riesgo, a los jóvenes les dejamos poco espacio para la experimentación, para correr sus propios riesgos, para provocar a la sociedad, para marcar distancia con lo que les indican sus adultos.



El alcohol tiene una funcionalidad innegable entre la población adolescente ya que permite jugar con los límites de lo permitido y lo no permitido dentro de las posibilidades configuradas socialmente. Es una sustancia de fácil acceso y cuyo uso por parte de la población adolescente se sostiene sobre el doble mensaje que reciben de la población adulta. Por un lado se maneja el discurso de lo prohibido para la protección de su salud, de lo vetado  por cuestión de edad, lo que hace más atractivo a ojos adolescentes su trasgresión, pero también se mira con ojos comprensivos esta trasgresión, precisamente porque se es joven, de tal suerte que ha venido a configurarse como una de las normas que permitimos que no sea cumplida. La sociedad prevé que la normativa prohibicionista del consumo de alcohol puede ser trasgredida y la mirada se vuelve hacia otro lado para “hacer que no vemos” y no incurrir así en nuestra propia contradicción. Es el límite que dejamos que se salten, quizás con el mensaje subliminal nunca expresado de “más vale que beban, al fin y al cabo es nuestra sustancia, a que se dediquen a otras cosas más peligrosas”  y para maquillar esta realidad argumentamos con idéntico argumento adolescente, es la fuerza de la masa, todos lo hacen. Además, pensamos los adultos, también nosotros lo hicimos cuando éramos como ellos, adolescentes y jóvenes. Poco importa que no sea rigurosamente exacto. Incluso bebíamos más al cabo de la semana, pero lo hacíamos más espaciado, todos o casi todos los días y también en la mesa familiar pero, no es menos cierto que la actual población adulta ha modificado su forma de beber, concentrándola en los fines de semana. Imitando y reproduciendo así los actuales modos de beber de los adolescentes con lo que la pregunta que cabe formularse es la de saber quién está socializando a quién en la España de hoy a la hora de analizar los consumos festivos de alcohol.



En todo caso sería improcedente ofrecer una imagen culpabilizante, presentando al adolescente de hoy como un ser antinormativo sólo interesado en emborracharse. En la literatura científica en ciencias sociales es fácil encontrar más de una y dos tipologías de adolescentes que muestran que, entre ellos, hay diferencias individuales notables que están relacionadas con las prioridades de valor y que explican diferentes niveles de riesgo de consumo. También del consumo abusivo. En efecto, hay que señalar que la conducta del consumo abusivo de alcohol está demasiado extendida entre la población juvenil como para concluir que pudiera responder solamente a motivaciones antinormativas. Además, la supuesta anomia no es tanta, si consideramos la adhesión a las normas del grupo y su conducta refleja, en realidad, determinados valores de la sociedad. El consumidor adolescente no es simplemente un gamberro, ni ocupa todo su tiempo en beber. Aunque, manifiestamente, bebe demasiado. Con algunas consecuencias que no son precisamente positivas en la mayoría de los casos. Veamos algunas[5].

Hablando de la salud de las personas, en la última década diferentes estudios científicos han demostrado efectos beneficiosos del consumo moderado de alcohol sobre distintas patologías. Así sobre el aparato cardiovascular, en concreto sobre el riego de hipertensión, ateroesclerosis, cardiopatía isquémica y la posibilidad de padecer insuficiencia cardiaca de este origen. Lo mismo ocurre con el accidente cerebro vascular o ictus isquémico.



Sin embargo los efectos negativos para la salud de los consumos excesivos, así como en algunas personas concretas son evidentes. Limitándonos aquí a la población adolescente, aparece no raramente un cuadro de intoxicación específico de este grupo de edad: la intoxicación atípica o intoxicación patológica en la que se produce una excitación súbita grave con comportamiento irracional o violento incluso después de haber ingerido pequeñas dosis de alcohol. Además, en su caso, es preciso señalar que dado que el consumo de alcohol está asociado, en muchas ocasiones el de diferentes drogas- el tan conocido fenómeno del policonsumo que se constata una y otra vez y se comprueba en los últimos trabajos entre adolescentes-  agrava poderosamente los efectos nefastos para su salud.



De ahí la necesaria batería legislativa tanto en el ámbito comunitario, de la Unión Europea, como español y específico a las comunidades autónomos. Para España, recuérdese la prohibición de la venta de alcohol a menores de 18 años con los resultados, en los consumos, que las estadísticas muestran y que hemos indicado ya en estas páginas. También se ha fortalecido el control de la publicidad de bebidas alcohólicas con un doble objetivo de “protección de menores” y de evitar el consumo abusivo en todas las edades. Respecto del primero, que aquí nos ocupa, la regulación estaría enfocada a evitar que la publicidad se dirija expresamente a los menores de forma que no promueva el consumo entre ellos; así mismo, la normativa proveniente de la regulación y la auto-regulación procuraría disminuir la exposición de los menores a la publicidad a través de la restricción de medios y/o de horarios/secciones en éstos (por ejemplo, limitando la publicidad en televisión antes de una determinada hora, o prohibiendo la publicidad exterior en cercanía de colegios).



Ahora bien, para abordar con eficacia la situación generada por el consumo abusivo de alcohol por parte de los adolescentes, particularmente, durante los fines de semana y en las vacaciones, no es suficiente, aun siendo imprescindible, la mera actuación reguladora y normativa de los accesos al producto y de la publicitación de los mismos. La labor educativa es clave en los diferentes ámbitos de socialización que está conformando los adolescentes de hoy. Es precisa una actuación integral que abarque los diferentes agentes socializantes y no solamente al modo multifactorial, como un enjambre de acciones independientes entre sí protagonizadas por la familia, la escuela, los medios de comunicación social, las nuevas redes de intercomunicación (las TIC) etc., etc. Todos estos agentes son imprescindibles pero debe haber conjunción entre ellos.



De hecho la pura restricción normativa no va a solucionar las cosas mientras el contexto no permita la aplicación de las leyes, ni la pura apelación a la responsabilidad va a ser operativa mientras no haya un auténtico compromiso compartido en los diferentes ámbitos educativos y los mensajes sociales no vayan en la línea de lo que se quiere transmitir. Históricamente, la socialización del consumo alcohólico se hacía en el seno familiar; ahora está en una tierra de nadie que no deja a los adolescentes más alternativas que socializarse entre iguales (y que ha facilitado que esos adolescentes no quieran otra cosa). Por otro lado, la sociedad española parece haber percibido unos problemas de alcohol, limitados a los menores (y, en realidad, cada día más limitados a las molestias que puedan generar en los vecinos y no en las consecuencia para su propio crecimiento, insistimos en ello), que no tendrían nada que ver con la población general, con sus estilos de vida, con los consumos de los adultos; y ello, más allá de lo inexacto que pueda resultar, no favorece precisamente la racionalidad del diálogo preventivo.



Quienes llevamos décadas de nuestra vida profesional trabajando en estos temas hemos comprobado cómo se ha utilizado mucha energía y muchos medios humanos y materiales para poner en práctica programas educativos que reduzcan el consumo de alcohol entre los jóvenes. Los datos nos demuestran que los resultados no concuerdan con los esfuerzos ni satisfacen las expectativas. Pero el estudio de estas experiencias, sin embargo, nos proporciona algunas orientaciones de gran importancia que resumimos aquí brevemente:



            1.- La prevención basada en la “educación del carácter”, en el “desarrollo de las fortalezas personales”, y en la capacidad para enfrentarse con los problemas y tomar decisiones, es la que resulta más eficaz  en el ámbito individual. Incluye una educación en valores morales. Esta prevención tiene como objetivo fomentar una “sabiduría del beber”, es decir, saber disfrutar responsablemente.



            2.- La prevención inespecífica debe ser completada con una formación específica, informativa, clara y verdadera. Ni laxista ni alarmista.



            3.- La prevención dirigida a personas individuales debe completarse con el aumento de los factores sociales de protección. Por esta razón, son muchos los  agentes que tienen que intervenir en un modelo educativo integral de prevención: familias, docentes, organizaciones sociales, medios de comunicación, confesiones religiosas, etc.  El modo más eficaz de organizar todas las acciones dentro de un modelo integrado es elaborar unos planes generales de educación para la prevención del abuso de alcohol a través de los municipios, porque son las entidades que tienen la posibilidad de movilizar a toda la ciudadanía. Valorar el buen uso del alcohol, y rechazar rotundamente los excesos, desprestigiando la figura del bebedor irresponsable es una meta prioritaria. Es lo que en algunos ámbitos se denomina la prevención positiva.



En efecto hay que potenciar la figura de aquellas personas que no abusan del alcohol, pero que se ven influidas por sus consecuencias, para que ejerzan control y presión sobre los consumidores abusivos. Hay que recordar que, en determinadas situaciones, quienes sufren las consecuencias de este consumo abusivo no son los propios consumidores, como ocurre por ejemplo en un amplio número de accidentes de tráfico. Así como hay fumadores pasivos, reconocidos y protegidos por la sociedad, hay también bebedores pasivos muchos de los cuales están absolutamente indefensos e impotentes. Pensemos en los que viven en los alrededores de los lugares de fiesta nocturna por ejemplo. Cada fin de semana es un suplicio para ellos. Suplicio aceptado por la sociedad adulta que ha priorizado el derecho al ocio nocturno al derecho al descanso. Mas aún al derecho al trabajo de las personas que deben trabajar al día siguiente del ocio nocturno. Y sin olvidar lo que aún es más grave: el caso de las personas que ven venir a su pareja con bastantes copas de más a casa.



Se debe impulsar la intolerancia social respecto al abuso y el consumo indebido de bebidas alcohólicas, con el objetivo de modificar los hábitos de consumo y potenciar estilos de vida saludables. Por cierto y, en contra de lo que se piensa, la salud (tener buena salud) es una de las prioridades vitales, también de los menores.



Se considera, asimismo, necesario diferenciar –de entre los jóvenes que, de forma indebida consumen bebidas con alcohol- aquellos que abusan del alcohol de forma transitoria de aquellos que lo hacen de forma persistente. Estos últimos, en muchos casos, ya han comenzado en la niñez a presentar conductas desadaptativas como violencia, problemas de integración, etc., con lo que habría que intervenir desde edades tempranas, particular y especialmente, con las propias familias



Por otra parte, hay que desterrar la idea de que el consumo excesivo de alcohol es sinónimo de mayor disfrute en los momentos de ocio y tiempo libre. Estudios científicos recientes demuestran que, según valoraciones hechas por los propios jóvenes, aquellos que se sobrepasan en el consumo de alcohol dicen disfrutar mucho menos que los que no consumen o lo hacen de forma moderada y responsable.



En fin, es importante utilizar canales de comunicación propios de la juventud, además de los habituales. Por ello, es conveniente aprovechar las actuales tecnologías de la información (Internet, Redes Sociales, etc.) para trasmitir mensajes que permitan al joven sentirse interpelado en su propio código. Además, estos canales son un medio rápido y eficaz para comunicar con un amplio número de receptores



La educación, ciertamente, no puede resolver todos los problemas sociales, pero parece evidente que sin la educación no se puede resolver ninguno de ellos.



No hay que olvidar, tampoco, que, a tenor de diferentes encuentros y reflexiones internacionales, la industria productora de bebidas con contenido alcohólico es un interlocutor válido y necesario a la hora de desarrollar iniciativas destinadas a reducir las consecuencias de un consumo indebido de bebidas alcohólicas. Estas empresas y sus correspondientes entidades asociativas promueven campañas para fomentar el consumo responsable de sus productos, como parte interesada en que este consumo se constituya como un estándar social, sin ocasionar daños derivados. Es necesario comprender que, hoy en día, la responsabilidad de las empresas no se limita a generar beneficios, sino que éstas deben atender a las necesidades de otros grupos con los que se relacionan y a los que afecta el desarrollo de su actividad, tales como los consumidores de sus productos y la sociedad en general. Piénsese, por ejemplo, en las campañas promovidas por la Fundación Alcohol y Sociedad en orden a la educación escolar y en promover que las personas que conduzcan no beban.     



En definitiva, en una sociedad cambiante y acelerada como la nuestra, es preciso definir y objetivar, constante y continuamente, la situación del momento, corregir las alarmas manipuladoras, definir preocupaciones razonables, compartir la responsabilidad, dedicar verdaderos esfuerzos continuados y evaluados en el tiempo, dialogar buscando un consenso de las diferentes posturas y los diferentes intereses, resistir la tentación de la demagogia, contextualizar los fenómenos en su auténtica dimensión… Si las intervenciones dependen fundamentalmente de la representación social, será necesario alcanzar una representación respecto del fenómeno del consumo de alcohol en los adolescentes que sea más reflexiva y más ajustada a la realidad, y que permita tomar decisiones más eficaces para abordarlo. Es el desafío que la sociedad española tiene por delante. No hay atajos.



San Sebastián, febrero de 2012

Javier Elzo

Catedrático Emérito de Sociología de la Universidad de Deusto.



[1] Javier Elzo (coord.). Laespada M.T., Choquet M., Elzo J., Megías E., Marina J. A., Fernández-Cruz A., Marco J., Musitu G., Pons J., Gómez, J. D., Campuzano A., Sedano J., Altarriba i Mercader F. X., “Hablemos de alcohol. Por un nuevo paradigma en el beber adolescente”. Fundación Alcohol y Sociedad. Edit. Entimema. Madrid 2010
[2] “Adolescentes ante el alcohol. La mirada de padres y madres”. Eusebio Megías (director), J. C. Ballesteros, F Conde, J. Elzo, T. Laespada, I. Megías, E. Rodríguez. Colección Estudios Sociales, nº 22, Obra Social Fundación “la Caixa”, Barcelona 2007, 233 páginas.
[3] Los datos provienen del Dvd de la FAD “Todo sobre el alcohol” editado en 2011.
[4]. Ver por ejemplo nuestro trabajo sobre los valores de los españoles. Javier Elzo y María Silvestre (dirs), Iratxe Arístegui, Miguel Ayerbe, Edurne Bartolomé, Javier Elzo, Francisco Garmendia, José Luis Narvaiza, Raquel Royo, María Luisa Setién, María Silvestre, Manuel Mª Urrutia, “Un individualismo placentero y protegido”. Cuarta Encuesta Europea de valores en su aplicación a España. Edit. Universidad de Deusto.411 páginas, Bilbao 2010.

[5]. Seguimos en este punto, ligeramente actualizadas pues es de 2010, las conclusiones del estudio de Javier Elzo (coord.). Laespada M.T., Choquet M., Elzo J., Megías E., Marina J. A., Fernández-Cruz A., Marco J., Musitu G., Pons J., Gómez, J. D., Campuzano A., Sedano J., Altarriba i Mercader F. X., “Hablemos de alcohol. Por un nuevo paradigma en el beber adolescente”. Fundación Alcohol y Sociedad. Edit. Entimema. Madrid 2010

1 comentario:

  1. A mi me asombra como consumen los adolescentes. He visto chicos en los mercados comprando Vino a granel. Me pregunto que dirán sus padres.

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