lunes, 5 de marzo de 2012

Los adolescentes y jóvenes en la situación socioeconómica actual



Los adolescentes y jóvenes en la situación socioeconómica actual

(Texto para la Ponencia inaugural de la Jornada de Formación:”Escenarios de intervención con menores y jóvenes en riesgo social”. Organizada por el Área de Gobierno de Familia y Servicios Sociales del Ayuntamiento de Madrid el día 5 de marzo de 2012)

En este texto nos proponemos abordar algunas de las cuestiones que consideramos centrales para comprender la situación de los menores, adolescentes y jóvenes españoles ya entrados en la segunda década del siglo XXI. Comenzamos, haciendo honor al titulo de esas páginas, por un aspecto muy relacionado con la situación socioeconómica actual, la fragilidad de los jóvenes ante la crisis que vivimos, que lo completamos en el siguiendo apartado con unas breves reflexiones sobre una opinión muy extendida de que nos encontramos ante la primera generación que vivirá peor que sus padres. En el tercer apartado abordamos el tema de la autoridad en la familia en la actualidad y en el cuarto la banalización de los consumos de productos psicóticos en la actual adolescencia, con un especial énfasis en el tema del alcohol.

Los dos apartados siguientes, con los que también podríamos haber comenzado estas páginas, contextualizan y sitúan muy bien, a nuestro juicio, la realidad del hacerse adultos de nuestros jóvenes. Por un lado, analizo, en el apartado quinto, una cuestión que, a nuestro juicio, no es suficientemente abordado en los estudio de juventud. Nos referimos a la aceleración vital a la que está sometida la sociedad actual. Un ejemplo de esta aceleración, y que tiene, sin embargo entidad propia, es la Era Internet en la que ya estamos y, pensando en los más jóvenes, en la profusión de las nuevas tecnologías de intercomunicación, las ya tan mentadas TICs. Será nuestro sexto apartado para dar paso, a modo de cierre de estas paginas, a una cuestión que llevamos trabajando hace años acerca de los valores a propugnar en las nuevas generaciones aunque, por falta de espacio, me he limitado solamente a uno de los valores, la “competencia personal” clave del futuro de cada miembro, de cada joven, de las nuevas generaciones. 




1 La fragilidad de los jóvenes ante la crisis

Un estudio, presentado en diciembre de 2011 y realizado por Cedefop [1], clasifica a los jóvenes europeos (de la UE de 27 miembros) al término de sus estudios secundarios y en edades comprendidas entre los 18 y los 24 años, en cuatro categorías:

-        los que exclusivamente están trabajando (no están en educación superior ni en programas de formación)
-        los que están exclusivamente en educación superior o en programas de formación (pero no en el campo del trabajo laboral)
-        los que al mismo tiempo se están formando (en educación superior o en cursos de formación) y trabajando
-        los que ni están formándose ni trabajan. Lo que en España se denomina como “Ni-Nis” (NEETs en la terminología en lengua inglesa)

La evolución de los porcentajes de los jóvenes en las cuatro categorías anteriores en los 27 países de la UE entre los años 2008 a 2010, luego en plena crisis, la ofrecemos a continuación

Evolución de los jóvenes (18 - 24 años) de la UE que trabajan y/o estudian


Situación de los jóvenes

2008

2010

2010 – 2008

Trabajan exclusivamente

31,3

28,1

- 3,2

Se forman exclusivamente

17,2

15,7

- 1,5

Trabajan y se forman

37,6

39,7

+ 2,1

No trabajan ni se forman (NI-NI)

13,9

16,5

+ 2,6

 

 

 

 


  Fuente:  European Center for development of Vocational Training

Dentro de una relativa estabilidad en los valores medios de los 27 países de la Unión Europea, de forma global cabe destacar, particularmente, al aumento en 2,6 % de los jóvenes que ni estudian ni trabajan, pasando del 13,9 % de 2008 al 16,5 % en 2010, rompiendo la tendencia contraria de los años anteriores. En efecto, la crisis, como señalan los autores del Informe, ha sacado a la calle a más jóvenes, jóvenes que no estudian ni trabajan. Añádase a ello otro 2,1 % de aumento en la categoría de los que trabajan y se forman al mismo tiempo, conformando la categoría más numerosa de jóvenes tanto en 2008 como en 2010, llegado a rozar el 40 % de jóvenes.

Descienden, ligeramente, el 1,5 %, los que solamente siguen estudiando o formándose para el trabajo y, más del doble, el 3,2%, los que solamente se sitúan en el ámbito laboral. En definitiva, salen jóvenes del puro mercado laboral (por la crisis del empleo) así como del puro ámbito de los estudios, sea para engrosar la fila de los que compaginan trabajo y formación (la mayoría, recordemos) sea para aumentar la proporción de los “Ni–Ni´s”, los que ni estudian ni trabajan, los que salen del sistema y se refugian en sus casas paternas o en la calle.

Obviamente estos datos no son los mismos en los 27 países de la UE. Limitándonos a la cuarta categoría, los denominados NI-NIs, el año 2010 llegaban al 25 % en Bulgaria, la cifra más alta, quedándose en menos del 7% en los Países Bajos, la cifra mas baja.

La evolución en los dos años que abarca el trabajo, 2008 a 2010, es también dispar. La proporción de NI-NIs aumenta en prácticamente todos los países con la sola excepción de Alemania, Austria y Suecia donde permanece estable.  

En España, cerca del millón de jóvenes entre 18 y 24 años ni estudia ni trabaja: el 22,4% en 2010 cuando en 2008 eran el 17%, y un año antes, el 13,8%. En porcentajes representa uno de las más elevados de la Unión Europea. En el ranking de los 27 países del estudio del “European Center for development of Vocational Training” España se sitúa en el quinto lugar. En peor situación que España, en 2010, estaría Letonia (22,5%), Irlanda (24,1%), Italia (24,2%) y, abriendo el triste ranking, Bulgaria (27,8%). Como indica J. A. Aunión, comentado estas últimas cifras (El País, 16/12/11) “todo indica que los datos de 2011 van a ser todavía peores”.

Aunión refiere un análisis del catedrático Psicología Social de la Universidad de Valencia José María Peiró quien distingue dos grandes grupos de jóvenes bajo la etiqueta de Ni-Ni´s (ni estudian ni trabajan). Primero, los que lo son porque no les queda más remedio: han fracasado en los estudios y no encuentran trabajo. Segundo, los de tipo “sabático”, que se toman un tiempo antes de ponerse a trabajar, al final o en medio de los estudios. “Lógicamente, estos tienen salario de reserva, quizás por la familia”, añade Peiró.

El primer colectivo es, sin lugar a dudas, el más problemático. Se suele aducir al fracaso escolar para explicarlo. Ciertamente es lo que refieren las estadísticas oficiales a las que se suelen añadir los datos de la encuestas PISA. Sin negar en absoluto las cifras del fracaso escolar (soy más circunspecto ante los datos de PISA), pienso que hay otro elemento que pienso debe ser tenido en cuenta. Me refiero a los escolares que abandonan el sistema escolar sencillamente porque, además de aburrirse mortalmente en la escuela, en realidad sueñan con ganarse unos euros, sea en la construcción, sea, sobretodo, en la hostelería. Así encontramos una masa importante de adolescentes, hoy jóvenes, que han abandonado la enseñanza secundaria sin haberla terminado, con escasa formación y todavía menor voluntad de formarse. La crisis de 2008 les ha encontrado sin trabajo y sin formación y, de pronto, (recuérdense las cifras: en 2007, 13,7 % de Ni-Nis; 2008, 17,%; 2010 22,4 %) España se encuentra con una masa importante de adolescentes adultos con difícil inserción social a corto plazo. Siempre hemos pensado y escrito que este colectivo (cuya dimensión exacta es difícil de precisar aunque afortunadamente, siguiendo la distinción de Peiró, son menos del millón de jóvenes) era el que tenía un futuro mas complicado en su vida. Lo que no habíamos previsto era que ese futuro llegara tan pronto. 

Además, para el segundo colectivo de Peiró, aún sin olvidar en absoluto el primero, es preciso recordar el papel del apoyo familiar. La familia, sigue siendo plebiscitada por la sociedad española. Lo es así desde que hay encuestas y estudios sociológicos, por ejemplo desde los estudios Foessa de los años 60 del siglo pasado. Más recientemente, en el estudio de la FAD “Valores sociales y drogas”[2] publicado el año 2010, en la jerarquización de valores finalistas de los españoles, esto es, los valores considerados más importantes en la vida, aparece en primer y destacado lugar la familia. En una escala de 1 a 10, en grado de importancia, la familia obtiene una media de 9,14, lo que indica la potente unanimidad que suscita la familia. Ciertamente hay que añadir que este plebiscito familiar se refiere mucho más al deseo de una familia que funcione bien (una familia donde haya armonía y respeto entre sus miembros) que a una valoración de cómo funciona en realidad la familia en la que se vive, aunque también sale positivamente valorada en las encuestas.

También hay que añadir que la altísima valoración de la familia va mas allá del modelo formal de familia (nuclear, reconstituida, monoparental etc.) y se refiere, lo repetimos, a la bondad del contenido de las relaciones intra-familiares.

Dicho lo anterior, y para explicar, el alto porcentaje de jóvenes NI-NI recuerdo aquí el Congreso de la FAD sobre Familia y Ciudadanía en Madrid del año 2007, donde compartí una Mesa Redonda con una colega española, Sandra Gaviria, que trabaja (o trabajaba entonces) en la universidad francesa de Le Havre. Comparando los hábitos de los jóvenes españoles y franceses afirmaba refiriéndose a los españoles que “sus progenitores aceptan esta situación (de no emancipación del hogar hasta edades tardías) e incluso la viven con orgullo. Si un hijo se marcha pronto, lo viven como una decepción o como si hubiesen hecho algo mal. Los que trabajan y conviven con sus padres no se consideran ni son considerados como adolescentes tardíos o como adultos inmaduros. El trabajo es una condición necesaria pero no suficiente para irse, ya que desean marcharse en buenas condiciones económicas, tener ahorros e, incluso, en algunos casos, haber empezado ya a pagar una hipoteca para comprar un piso. No existe la idea de que un individuo que se asume económicamente es más autónomo de su familia y que tiene menos obligaciones hacia ella. Las obligaciones familiares no tienen nada que ver con los ingresos de sus miembros o con su autonomía económica. Por lo tanto, las obligaciones de un joven hacia los suyos, que trabaje o no, que se vaya o que se quede, no cambian”[3].


Estoy plenamente de acuerdo con ese diagnóstico al que, en el momento actual,  solamente cabe añadir el correctivo estructural del número creciente de núcleos familiares con procesos de separación o divorcio, de tal suerte que se convierten en núcleos familiares monoparentales lo que conlleva, muchas veces, una aceleración en la emancipación de los hijos. Lo que les fragiliza aún más.

2. ¿Vivirán peor los jóvenes de hoy que sus padres?

En efecto, parece un lugar común decir que estamos ante la primera generación que vivirá peor que sus padres.  Pero no es cuestión de ahora. En plenas vacas gordas, cuando decíamos que la economía iba bien, sin ir más lejos los siete primeros años de la década recién terminada, ya se oían voces y se leían textos donde se decía que las nuevas generaciones no podrían mantener el mismo nivel de vida que el de sus propios padres. Que por primera vez el ascensor social estaba averiado. También que el implícito contrato social intergeneracional se había roto. Que se había roto el contrato social que venía a decir que “yo, generación adulta te ofrezco a ti, generación joven, las mejores posibilidades formativas  posibles, y en todo caso bien superiores a las que nuestra generación tuvo en sus días, lo que te permitirá insertarte laboralmente,  también en mejores condiciones que nosotros cuando teníamos tu edad”.


En consecuencia no es difícil imaginar que ahora, con la crisis que vivimos desde el verano de 2008, esa vieja idea de pérdida en el nivel social y económico de los actuales jóvenes respecto del que, disfrutaron sus padres parece haberse convertido en una profecía. Pero las cosas son más complicadas. Telegráficamente diría lo siguiente.

1º: No vale comparar los hijos de hoy con sus padres de hoy sino con sus padres de hoy cuando tenían la edad de sus actuales hijos.

2º: Ciertamente el incremento especulativo del precio de la vivienda que hemos vivido hace más difícil la emancipación familiar y la inserción social. Toda España está padeciendo esta desmesura y esta codicia.

3º: La sociedad se está americanizando, esto es, se está haciendo meritocrática cuando la ideología políticamente correcta, extendida por doquier, es la igualitaria. Luego quienes no se den cuenta, y vivan en el sueño del Estado protector (a no confundir con el Estado del bienestar) lo van a pasar mal, pues el Estado protector, por mor de la crisis está, valga la redundancia, en crisis.

4º: El nivel de vida al que aspira la generalidad de los jóvenes, ¿es igual, mayor o menor al del que aspiraban sus padres, cuando tenían su edad?. Porque puede ser que la comparación haya que hacerse por partida doble: entre los niveles de vida de unos y otros, si, pero entre sus aspiraciones, también.

En fin, y 5º: también hay jóvenes (y adultos), pocos ciertamente, quienes, cubiertos unos niveles básicos de trabajo, emancipación familiar e inserción social, se plantean que el decrecimiento, si se da, puede ser una bendición y que, al fin, empecemos a pensar en calidad de vida arrinconando la esclavitud del nivel de vida. Y se planteen la vida de otra manera con otras aspiraciones cuantitativas. Quizás quieran hacer realidad en su vidas aquello de “ser más” en lugar de “tener mas”.

3. Sobre la autoridad en la familia.

 En septiembre de 2011 participé en Madrid en un Congreso sobre “Padres e hijos en conflicto”, cuyo alma mater era Javier Urra, con una conferencia cuyo título refleja bien mi argumentación: “de la potestas a la autoritas en tiempos de impotencia”. En estas líneas me limito a la que creo ser una de las razones (no la única por supuesto) de la actual impotencia de muchos padres y madres en la educación de sus hijos con la consiguiente incidencia en su crecimiento: la pérdida o menoscabo del papel de la filiación. Responde al cambio en el modo de entender lo que se supone que es la familia.

En las últimas décadas se han priorizado los derechos individuales de los miembros de la pareja adulta sobre sus deberes hacia las nuevas generaciones, los hijos. Los dos ejemplos que doy aquí abajo muestran claramente lo que quiero decir. El primero, que  he utilizado varias veces en mis textos, nos lo ofreció (en una conferencia en Madrid el año 2003) el filósofo Lipovetsky para quien “la familia es ahora una institución dentro de la cual los derechos y los deseos subjetivos son más fuertes que las obligaciones colectivas. La familia es como una prótesis individualista”[4]. Es el individualismo radical en el seno de la familia. Preguntado sobre qué hacer con los hijos se limita a hablar de las guarderías, por otra parte imprescindibles, quede claro.

El segundo ejemplo lo tomo de un libro de Ulrich Beck y Elisabeth Beck-Gernsheim[5] de 2003, cuyo capitulo sexto titulan así “hacia la familia posfamiliar: de la comunidad de necesidades a las afinidades electivas”. En el índice analítico no aparecen los términos de padre, madre,  hijo e hija, sino los de hombre (2 veces) mujer (26 veces) y niños (10 veces). Es difícil explicar de forma más evidente la muerte de la filiación.

Personalmente vengo sosteniendo que lo esencial, y lo que define a una familia, es la unión intergeneracional en la que la generación adulta asume la responsabilidad de educar al miembro o miembros de la generación menor con los que conviven hasta su emancipación. Lo secundario es la modalidad formal de la pareja adulta, sea del mismo o diferente sexo, pareja de siempre o reconstruida, así como las familias monoparentales. Como también veo secundario que los hijos sean naturales o adoptados. Con secundario no digo que sea intrascendente (es más fácil, por ejemplo, educar siendo dos adultos que uno solo) sino, justamente, lo que he dicho, secundario. Lo esencial está en la apuesta por la filiación: el niño tiene un padre y/o una madre, con lo que de niño/a se convierte en hijo/a. Así se establece una familia con obligaciones reciprocas: de padres a hijos, especialmente en la infancia de estos, y de hijos a padres, más adelante.

Un amigo jesuita con quien compartí muchos años en Deusto me confesaba un día (y los jesuitas no son dados a las confidencias) que mucho más duro que el celibato se le hacia la renuncia a la paternidad. Creo que la esencia de la paternidad se está perdiendo en nuestros días sin que parezca importar a casi nadie.

Algo similar podría decirse de la maternidad. Un amigo me envía un texto de 15 páginas, denso y fascinante, que exige lectura reposada. Entre otras cosas, se puede leer esto: “El humanismo es un feminismo. Sin embargo el acceso, inacabado, de las mujeres  a la libertad de amar, de procrear, de pensar, de emprender e, incluso, de gobernar, no puede hacer olvidar que la secularización es la única civilización que no tiene discurso sobre la maternidad, aunque una parte importante de la investigación psicológica contemporánea se dedique al estudio de la relación precoz madre/niño (a)”.

No deja de ser más que llamativo, en efecto, que en una sociedad llamada de la mujeres, con el feminismo como estandarte a enarbolar (y con razón habitualmente, añado) esté tan poco valorado lo que, a lo postre, es lo mas especifico de una mujer, la posibilidad de la maternidad, la posibilidad de ser madre.

El texto es de Julia Kristeva, semióloga, filósofa y psicoanalista búlgara, asentada en París, y proviene de su conferencia en la Sorbona el 24 de marzo de 2011, en el marco del Atrio de los Gentiles, Atrio impulsado por el Cardenal Ravasi. El texto integro se encuentra fácilmente en Google. Basta teclear Julia Kristeva, y el título de su texto (en francés): “Oser l´humanisme”[6].

¿Qué es una madre, se pregunta Kristeva?. Respondo con mis palabras. La madre experimenta el más impactante acontecimiento que pueda conocer un ser humano: dar a luz una niña, un niño. La madre, centinela de la vida y de la muerte, entre la acogida erótica del hombre, la gestación de un desconocido (un extraño y hasta un extranjero, en su casa, en su cuerpo, dirá Kristeva) y su expulsión del seno uterino, la madre, repito, es la actriz principal que inaugurará en la nueva persona (ya en ciernes en su seno) la capacidad del lenguaje; la madre es quien por “preocupación maternal primaria” le apacigua; le satisface la excitación y la angustia; le escucha, le descifra, le interpreta y acaba nombrándolo. El extraño, el extranjero que lleva en su seno, persona humana que sin ella no podría vivir, pero que es alguien que no es ella, que no se confunde con su madre, y reivindica el derecho a ser él mismo, sale a la luz, al mundo. Nace. Cómo será su deambular en el futuro dependerá, en gran medida, de cómo hayan sido sus relaciones en los nueve meses intrauterinos y, al menos, los nueve primeros meses ya fuera del cuerpo de su madre.

En un artículo que publiqué en “El Diario Vasco” de San Sebastián (DV 11/09/10) y que titulé “el primer año de vida” traía a colación unas reflexiones del sociólogo danés Gösta Esping-Andersen[7], en un reciente libro suyo. Entre ellos señalaba la importancia social del primer año de la vida y de la imperiosa necesidad de ayudar a la madre. A él remito al lector interesado. Solamente quiero añadir aquí que esa ayuda es absolutamente prioritaria en el caso de madres solteras. Su insustituible labor de dar a luz y educar debe ser socialmente protegida. Madre no hay más que una.

Escribía arriba, hablando de la actual impotencia de muchos padres y madres en la educación de sus hijos de la necesidad de pasar de la “potestas a la autoritas”. Más o menos, pasar del autoritarismo a la autoridad, sin dejarse llevar por liberalismo actual.

Hablando de la personalidad autoritaria el sociólogo Adorno, en los años cincuenta, justo después de la experiencia del nazismo alemán, defendía que ese autoritarismo tenía su origen en una familia con una educación estricta, moral, punitiva y muy utilitarista. Lo que induciría en los hijos hacia una idealización de la autoridad bajo todas sus formas, pero también hacia una revuelta inconsciente contra esa autoridad, revuelta que, a veces siendo imposible hacia la causa originaria, el autoritarismo de sus padres, se retornaba hacia grupos minoritarios o más débiles

Cincuenta años después estudiando la juventud española algunos sociólogos decimos que en nuestra época la matriz del autoritarismo estaría más en la impotencia que en la prepotencia de los padres. Impotencia que se manifiesta cuando en el hogar familiar domina la anomia. Entendiendo por tal la dificultad de proporcionar a los hijos- sobre todo durante la adolescencia- criterios normativos seguros y estables. En unos casos por no querer ejercer la autoridad (había que ser “progres”) y, en otros, por no saber cómo ejercerla.

No hay que olvidar que la relación con otro, sea este quien sea, da lugar una relación de fuerzas, normalmente inconsciente. También en el seno de una pareja, así como en las relaciones de un padre o una madre con su hijo o hija. Siempre a los padres nos cuesta reconocer que los hijos se van haciendo mayores y deben autonomizarse de nosotros, y los hijos, en muchos momentos, nos ven como frenos para esa imprescindible autonomía. Esos hijos que, al mismo tiempo, nos piden, soterradamente, que seamos una discreta lámpara que alumbra sin deslumbrar. La autoridad de los padres se ejerce necesariamente en esas condiciones.

El hijo aceptará la autoridad de sus padres (y es lo que diferencia la autoridad del autoritarismo) cuando perciba internamente que hay un “sentimiento de legitimidad” en su padre (o madre) cuando le pide o prohíbe que actué de esta o aquella manera. El hijo debe tener el convencimiento interno de que la decisión de sus padres no responde a una manifestación de poder (“aquí mando yo”), ni a un arbitrario sin más (“harás esto porque sí, por el artículo 33”) sino como consecuencia de su deber, como padres, de bien educarle. Esto exige que los propios padres hayan interiorizado que esa es su obligación como padres y no la deleguen en otros: ser autoridad de sus hijos hasta su emancipación, eso si, en un clima familiar donde los puntos de vista de los hijos sean tenidos en cuenta, lo que no quiere decir que, sin más, aceptados.


Voy a ilustrar y completar estas ideas sirviéndome de un episodio concreto. En el interior de un avión una madre intenta que su hijo de 6 años se coloque el cinturón de seguridad antes del despegue. El niño enfurruñado se niega. La madre insiste, con amenazas, hasta el punto que el niño está a punto se ponerse a gritar. La madre, impotente, y ante el lío que su hijo pueda montar, acaba cediendo. Pero llega la azafata quien, al darse cuenta que el niño no lleva el cinturón colocado le pide que, por su seguridad, se lo ponga. El niño, obstinado, vuelve a negarse. La azafata insiste y le dice que hay una regla que todos deben cumplir: ponerse el cinturón cuando el avión despega y aterriza. Añade, además, que el comandante no puede despegar si él no se coloca el cinturón con lo que todos los pasajeros se verán afectados. Ante la estupefacción de su madre, el niño se pone el cinturón.

Esta escena la traslado de un libro, sencillo pero sumamente inteligente y práctico, escrito por Claude Halmos, psicoanalista especialista en la infancia[8] no traducido al castellano. Quisiera subrayar tres ideas mayores que me suscita este episodio.

En primer lugar que el adulto, la azafata en este caso, explica las razones de la orden. Como señalaba más arriba, no es el arbitrario del adulto que dice que “tu haces esto porque lo mando yo”, no es eso lo que impele a la azafata actuar y el niño aceptar lo ordenado. La autoridad del adulto se gana cuando el menor percibe que la orden proviene de una preocupación del adulto por su bienestar. El menor debe pensar que el adulto, sea mi padre, mi madre, mi profesor, etc.-, “me ordenan esto pensando en mí, en mi bienestar, no en afirmar su poder de adulto”.

En segundo lugar, el adulto, de nuevo la azafata en este caso, ejerce como tal adulto y el niño reconoce lo que él es, un niño, y acepta la orden. Hay que decir mil y una vez que, una cosa es jugar con los niños y menores, lo que probablemente hacemos menos de lo que debiéramos, y otra cosa bien distinta es la necesaria distancia entre un padre, un profesor, un adulto en general, y un menor, si al menos pretende ejercer el papel de educador. Un educador no es, simplemente, un amigo. 

En tercer lugar la obligación de cumplir las normas. Nadie está solo en el mundo y de sus actos se desprenden consecuencias para los demás. Es la dimensión ética no siempre aplicada. Por ejemplo, hay fumadores pasivos, reconocidos como tales por la sociedad que, sin embargo, no reconoce los bebedores pasivos, impotentes ante los ruidos nocturnos. Hay escolares que deben soportar la presencia en clase de compañeros bullosos (o cosas peores), quienes no habiendo recibido, a tiempo, el correctivo que merecían, dificultan seriamente la buena marcha del aula escolar. Y podríamos poner más ejemplo. También de adultos.

Es más fácil decirlo que llevarlo a cabo. Ya lo sé. Es más fácil ser profesor, conferenciante o escribir frases brillantes que ser un buen padre. Pero creo que tener algunas ideas claras ayuda un tanto.

4. La banalización de los productos psicoactivos: el caso del alcohol

Los adolescentes de esta ya segunda década del inicio del siglo XXI nacieron en una sociedad, la española, plenamente integrada en la Europa comunitaria, en un país que se despegaba y cerraba definitivamente su pasado reciente, con medios materiales y tecnológicos inimaginables. Pese a lo tiempos de crisis que vivimos en los últimos cuatro años, los adolescentes de hoy, en su infancia, son hijos naturales de la abundancia y la sociedad de consumo, porque incluso sus propios padres lo fueron. Han pasado su reciente infancia con videoconsolas, ordenadores e Internet a su disposición. No es baladí constatar que el uso de Internet permite a esta nueva adolescencia saltarse las fronteras espacio-temporales con una naturalidad abrumadora. Han integrado la telefonía móvil con la sencillez propia de lo que se conoce desde la infancia. Los centros comerciales se han convertido en sus espacios naturales, luego el disfrute pasa también por el consumo. Son miembros de una generación escasa en cuanto a número de miembros, porque sus padres y madres decidieron tener pocos hijos, uno o a lo máximo dos, con lo que muchos son hijos únicos, lo que conforma en ellos una cosmovisión muy particular de cuanto acontece a su alrededor, especialmente porque existe la tendencia de proteger todo aquello que es escaso.

Pero no olvidemos la influencia crucial de quienes les socializan, especialmente de sus padres y madres. Éstos vivieron muy de lejos la transición. Quizás los más tardíos vivieron los últimos años de la transición y final de la dictadura pero en su mayoría fueron jóvenes y les tocaba incorporarse al mundo laboral cuando crecían las tasas de paro de forma ininterrumpida y la crisis económica se agudizaba. Ello les obligó a reengancharse a cursos formativos, masteres y a admitir trabajos de baja cualificación y menor retribución. Ello conformó una generación con escaso interés en luchas y defensas ideológicas, saturados como estaban de las defensas ideológicas de sus generaciones precedentes.

Así, los padres y madres de la actual generación adolescente inauguraron el uso y disfrute del ocio de fin de semana concentrado entre el viernes y el domingo. Vivieron con naturalidad la diferenciación etaria de los espacios y tiempos, con lo que aceptaron con normalidad los espacios de uso exclusivo juvenil. Las calles de los años 80 del siglo pasado se llenaron de jóvenes y adolescentes con ganas de diversión y espacios propios sin control adulto. Inauguraban el uso y disfrute del fin de semana como espacio propio e indiscutible de la juventud. Son quienes instauraron las nuevas pautas de consumo de alcohol, a principios de los 80, desconocidas hasta entonces; el consumo de alcohol festivo, el uso abusivo de alcohol como diversión y el modo de relación instrumentado por el alcohol y todo ello en un marco en el que el consumo de alcohol entre la población adulta comenzaba a decaer. Pautas que se han consolidado, con algunas variantes, en los últimos treinta años.

Pues bien, aquellos adolescentes son los padres y madres de los actuales, por lo que el comportamiento de sus hijos no les es ajeno. De ahí que el modo de consumo de alcohol por parte de la población adolescente no ha surgido por generación espontánea sino que hunde sus raíces en el entramado cultural y social actual, en los procesos de socialización que viven los adolescentes, pero también en el proceso que vivieron sus padres, madres y profesores, encargados en primera instancia de su educación, en el papel otorgado a los elementos vitales de los adolescentes, en el lugar que han sido ubicados en el alineamiento social, etc., etc. De ahí que, no lo olvidemos, las actuales pautas de consumo de alcohol entre la población adolescente tienen ya una larga historia que pasa de los 30 años.

Detengámonos en unos pocos datos, muy actuales. Disponemos, desde diciembre de 2011, del avance de último estudio del Plan Nacional de Drogas sobre consumos de alcohol en escolares de 14 a 18 años. Puede consultarse en su Web. Abarca la evolución de consumos entre 1994 y 2010. Se confirma una tendencia ya conocida estos últimos años.

El año 1994 el 83% de escolares señalaban haber consumido alcohol durante los doce meses anteriores a la encuesta. Esta cifra el año 2010 había descendido al 74%. Pero si preguntamos cuantos se habían emborrachado el mes anterior al de la administración de la encuesta la cifra sube del 16 % en 1994 al 36% en 2010. Más del doble. La conclusión es clara: ha descendido el porcentaje de bebedores habituales pero ha aumentado notablemente el de bebedores excesivos, el de bebedores que se emborrachan. Hoy, menos jóvenes beben alcohol pero aumentan los que beben hasta emborracharse.

Dos datos más. En primer lugar, la edad media de inicio en el consumo de alcohol se sitúa en torno a los trece años y medio, lo que hace añicos la prohibición de beber hasta los 18 años, haciendo de esta ley, como no me canso de decir, en la ley más incumplida por los jóvenes en España, en la actualidad. En según lugar, hay que señalar que ya hay tantas chicas como chicos que beben aunque parece (las encuestas no concuerdan) que hay más chicos que se emborrachen que chicas. En todo caso, el masivo aumento de mujeres que beben alcohol, y que beben mucho, es un dato corroborado por encuestas españolas y europeas. Así, el estudio ESPAD de 2009, que analiza los consumos de alcohol y sus consecuencias en escolares de 16 años, en más de treinta países europeos, más EEUU, lo subraya en sus conclusiones[9].

Más de treinta años trabajando estos temas, no aceptan el engaño. Seamos claros: la sociedad adulta ha aceptado, cuando no propulsado (por ejemplo, prolongando los horarios de cierre de bares y similares) el beber adolescente: concentrado, nocturno, ruidoso, y abusivo en muchos menores, llegando a la borrachera, durante los fines de semana. En 2008, uno de cada cuatro escolares de 15 años se emborrachaba, al menos una vez al mes. Se recoge lo que se siembra.

5. Aceleración y control del tiempo

Una de las notas dominantes de las sociedades occidentales es la cada vez mayor disociación entre el tiempo de trabajo y el tiempo de fiesta. Dos notas queremos, brevemente, resaltar aquí.

Por un lado el trabajo es percibido como mero valor utilitarista que tiene como objetivo la adquisición de medios (ganar dinero) para poder disfrutar la fiesta. El trabajo, salvo en raras excepciones, no es elemento de realización personal sino simple exigencia de integración social. Empieza a no ser plausible, esto es, del orden de lo socialmente pensable, proyectarse en el trabajo como modo de realización personal habiendo desplazado al tiempo libre, y al ocio, la realización personal, con lo que hemos evacuado al ocio de lo que tenía de más espontáneo, más libre, más poético, haciéndolo prosaico y banal. El ocio es ya mero consumo, un producto más de consumo, incluso, en las sociedades más avanzadas, “el” consumo por excelencia. El trabajo, en periodo de bonanza, se había convertido en una maldición, pero en nada divina, sino en una maldición terrena: “si quieres vivir, esto es disfrutar de tu tiempo libre, tienes que trabajar”. En tiempos de crisis, es una maldición no solamente para disfrutar sino, más gravemente, para no quedar excluido del circuito social.

Las consecuencias son claras: un tiempo, el del trabajo, normativizado, reglado y controlado, en el que es preciso mantenerse en forma, estar ágil, presto, "performativo",  con la vista puesta en el fin de semana, puente, acueducto, vacaciones que, por contra, son percibidos como el tiempo libre o para ser más exacto, un tiempo que se pretende libre, ausente de normas, pero que, como ilustra muy bien el modo de diversión de muchos jóvenes, el exceso puede convertirse en la norma. Pero no se piense que esto es privativo de los adolescentes y jóvenes. Basta pensar, por dar un solo ejemplo, en los enormes embotellamientos en los que millones de ciudadanos consienten en atraparse los fines de semana y más aún en los puentes y acueductos bajo el disfraz de escaparse del “rutinario trabajo” y disfrutar de la “libertad” del fin de semana. Sin olvidar que son los adultos los que promueven, defienden y aprueban el cierre, cada vez más tardío, de las discotecas, bares etc., dispensadoras de alcohol para los jóvenes, los fines de semana, como ya hemos mencionado más arriba.

La segunda nota es la persistente aceleración de la vida. No hay tiempo para nada. Todo se hace deprisa y corriendo. Especialmente durante el tiempo llamado productivo, en el que el objetivo es el de buscar, al máximo, su optimización en términos económicos y financieros, tanto desde la lógica individual de las personas como desde la lógica colectiva de las empresas. La presión que nos hemos impuesto bajo los términos de productividad, rentabilidad, evaluación, valoración, control de calidad, calidad total, optimización de beneficios, maximización de recursos etc., etc.,  presenta, entre otros elementos en los que no puedo entrar aquí, el denominador común de una aceleración continua (lo que Internet acentúa) con efectos nefastos tanto en la dimensión más personal e íntima de las personas y de las familias como en las relaciones sociales, rompiendo las necesarias solidaridades, pues corremos, cada día más, el riesgo de vernos los unos a los otros permanentemente enfrentados, haciendo buena la expresión hobbesiana de "homo homini lupus". De la competencia personal, como forma de realización personal, privilegiamos la competitividad pura y dura, caiga quién caiga. Para ganar dinero, auténtico dios del mundo de hoy.

La aceleración de la vida también acompaña al tiempo libre desde el momento en que el ocio y el tiempo libre son más un tiempo de consumo  que un tiempo de convivialidad, de gratuidad. Todo concurre a lo mismo. Una oferta recreativa, cultural, mediática etc., imposible de controlar, unas expectativas mantenidas, fomentadas, soñadas, idealizadas durante el tiempo productivo e imposibles de satisfacer durante el tiempo de ocio, una emulación a mantener en las relaciones personales, sociales y profesionales que obligan a residencias secundarias, vacaciones en sitios cada día más lejanos o al menos “diferentes”, sitios que hay que pisar, fotografiar, filmar que no conocer etc., etc.   

Siguiendo a Halmut Rosa podemos distinguir, en la dimensión profana del tiempo  tres dimensiones: el tiempo de la vida cotidiana, el tiempo de la biografía personal y el tiempo histórico o sociológico. Rosa añade el tiempo sacral, no necesariamente religioso, del que me ocupo al final de este apartado[10].

El tiempo de la vida cotidiana, es el de las rutinas y los ritmos recurrentes en los tiempos de trabajo, de desplazamiento, ocio, descanso, tanto a nivel diario, semanal, o anual. Cómo organizar mi vida de manera que puede cumplir con mis obligaciones laborales, llevar a mi hijo al centro escolar, no descuidar mi descanso diario, semanal etc., y atender mi cultivo familiar, cultural, religioso en su caso, la tan traída y llevada conciliación laboral y familiar, sin olvidar mis aficiones, etc., etc.

El tiempo de la biografía personal se sitúa en el tiempo de una vida, de toda la vida de una persona. ¿Qué voy a hacer de mi vida, donde vivirla, qué profesión escoger?. ¿Casarme?, ¿Cuándo?. Tendré hijos?. ¿Cuántos?, ¿Cuándo?. ¿Esperaré a tener un trabajo fijo?. ¿A qué edad me jubilaré?. ¡Con qué recursos?., etc., etc.

El tercero es el tiempo histórico que le ha tocado vivir a cada cual. Todos nacemos en un lugar y momento histórico. Esto quiere decir que las personas vivimos acorde al tiempo, a la época que nos ha tocado vivir. Mil veces hablando y escribiendo sobre los jóvenes he recordado la importancia de la contextualización para comprenderles desde dentro, haciéndome eco de la idea del sociólogo húngaro, Mannheim, que viene a decir que solamente las personas que han vivido experiencias similares pueden generar situaciones generacionales.

Las tres dimensiones del tiempo cronológico, el tiempo cotidiano, el de la biografía personal y el  tiempo histórico se entrelazan entre sí, interaccionan en cada de las personas. El futuro siendo tan volátil, el presente tan omnipresente, la proyección de la vida personal a, digamos diez años vista, resulta ser un ejercicio tan arriesgado cuan fútil por incierto. Vivimos en el “presentismo”. Así el tiempo que nos toca vivir, con el modelo de sociedad subsiguiente, condiciona fuertemente nuestro tiempo cotidiano o cronológico (diario, semanal, anual, etc.) y nuestro tiempo biográfico (donde viviré, cuando me casaré, cuantos hijos tendré etc., etc.).

Para solventar esta situación debemos recurrir a lo que Rosa entiende como tiempo sacral que presenta así: “…la asociación del pasado, del presente y del porvenir en la biografía de individuo se realiza siempre teniendo como fondo un “cuadro histórico” de una comunidad cultural o un relato de “historia universal”.

Señalaría como ejemplos del tiempo sacral, aplicado a nuestros días, desde una vertiente laica, la lucha por el cambio climático, la defensa de los derechos humanos, la erradicación de la pobreza, la implantación de una justicia universal…. Desde la vertiente religiosa cristiana, basta darse una vuelta, por ejemplo, por la primera carta de Juan o por el texto de Mateo 25. Además, se verá que no hace ascos a la vertiente sacral laica. Bien al contrario.

Con el bagaje del tiempo sacral quizás logremos enderezar el tiempo histórico que nos hemos impuesto y, por ende, domesticar tanto nuestro tiempo cotidiano como el biográfico. Para hacerlo más humano.

En este mundo crecen los adolescentes y jóvenes hoy. Un paradigma del mismo es Internet y las nuevas tecnologías de la intercomunicación.

6. El reto de las nuevas tecnologías: Menores e Internet

Vamos a trabajar este punto, básicamente, sirviéndonos de la encuesta EU Kids Online 2010, dirigida por la London School of Economics, y que se administré en 25 países europeos, España incluida, entre 23.420 usuarios de Internet en edades comprendidas entre 9 y 16 años[11]. Trasladamos aquí algunas de sus conclusiones principales aunque lo hacemos con nuestras propias palabras, salvo indicación explicita en contra.

Siendo evidente que cuanto mayor es el número de niños que usan Internet diariamente en un país, mayor es el número de quienes han encontrado uno o más riesgos, no es menos evidente que, sin embargo, el mayor uso también implica más oportunidades y, sin duda, más beneficios. De donde se concluye, obviamente, cosa que se olvida demasiado frecuentemente que el uso de Internet conlleva, al mismo tiempo, riesgos y oportunidades y que la línea divisoria entre ambos no es fácil de trazar, lo que recordaba el muy ponderado Informe Assouline para el Senado francés al afirmar que “el sentimiento de asombro, incluso de miedo ante la revolución numérica, debe dejar paso, rápidamente, a una reflexión constructiva sobre el lugar de los medios de comunicación social en nuestra sociedad y las ventajes que nos pueden aportar…Hay que hacer diagnósticos apropiados a sus riesgos con sus soluciones adaptadas a los mismos” [12] 

Los menores cada vez comparten menos su actividad online con sus padres y cada vez más con sus amigos. En España, según el estudio Euro Kid Online, el 15% de los menores accede a Internet principalmente desde fuera del hogar (cifra muy alta en comparación con Europa) y el 41% desde su hogar pero desde su propio cuarto. En España se inician en la red con 9 años. Con 7 en Suecia. Y sospechamos que en 2012 esras cifras están bajando rápidamente.

Según el referido estudio, los menores españoles son de los que han desarrollado menos habilidades para el uso seguro de Internet entre los diversos países europeos analizados de tal suerte que se recomienda potenciar las políticas públicas de seguridad en este ámbito en los usuarios más jóvenes.

Todo lo anterior esta llevando rápidos cambios culturales. Es llamativo observar, en palabras de Celine Matuszak, que “la ´cultura de la habitación´ (Livigstone 2002) en base a un equipamiento masivo y precoz en el dormitorio familiar, ha dado paso a la ´cultura de la calle´ donde el móvil es la perfecta prolongación de las comunicaciones electrónicas: MSN, redes sociales, video-juegos…etc” [13]. Cabria añadir que, en España, la cultura de la habitación no ha sido sino un efímero paréntesis de la cultura de la calle en nuestros adolescentes.

De hecho las redes sociales, los foros de discusión y demás espacios de intercomunicación permiten a los adolescentes obtener respuestas inmediatas a cuestiones delicadas e importantes para ellos, manteniendo el anonimato, cuestión, esta última que exige un profundo estudio. Se han convertido en importantes agentes de socialización, respecto de sus padres, en el proceso de autonomización. Con la característica diferencial de que si en el mundo real los adultos, bien o mal, guían y educan a niños y adolescentes hacia la vida social, hacia lo que se puede o debe hacer, por el contrario en el mundo virtual son los más jóvenes los que acceden, solos y directamente, a un mundo virgen que, muchas veces, controlan mejor que los adultos.

Pero, ¿qué es lo que consultan mayoritariamente en Internet?. Según el resumen Ejecutivo de EU Kids Europa 2010 estas serían los usos mayoritarios de los adolescentes europeos: 84% usan Internet para las tareas escolares, el 83% para video clips, 74 % para los juegos, 61% para mensajería instantánea, 38 % envían imágenes, 31% mensajes para compartir, 29 % Webcams, 17 % compartir ficheros y el 10 % bloguean

Si nos referimos ahora a los contenidos los jóvenes muestran poco interés en usar Internet como una fuente rica y diversa de información que es más bien una fuente que les permite salir al paso de los trabajos que les mandan, de “corto y pego”, de “fusilar trabajos” basado en Wikipedia, Encarta y lo que ofrezca el Google, por ejemplo la web del Rincón del vago, que bien conocen los escolares españoles. Más en concreto, Maialen Garmedia investigadora de la UPV/EHU en el Informe  EU Kids Europa 2010 señala que “entre las actividades de los jóvenes no hemos detectado prácticamente ninguna actividad solidaria, ciudadana y / o política realizada a través de Internet”. Y añade que “miran o toleran con indiferencia contenidos violentos en Internet, desde los menos violentos, como son los videos jackas, de enorme éxito entre ellos y muy citados, hasta los más violentos, como los videos que citan expresamente relacionados con terrorismo en Irak y en África”.[14]

Queremos cerrar este apartado con algunas de las cuestiones que llevamos formulando estos dos últimos años desde la implantación masiva de las TIC´s en nuestra sociedad.

¿Quién garantiza la veracidad de la información en Internet?. ¿Qué valor conceder a los contenidos de los blogs no firmados?. ¿Estamos ante una nueva dualización del saber según las fuentes utilizadas? (Por ejemplo, Wikipedia o la Enciclopedia Británica)

¿Porqué el acceso a las informaciones no firmadas (artículo de opinión, por ej.) son relegados (cuando no ocultados) en gran parte de la prensa online convencional (en la  vasca más leída, por ejemplo) a favor de blogs, foros, chats etc. no firmados?

¿Cómo se construye la personalidad de una persona para quien es más fiable su red social (no controlada) que la información firmada?. ¿Qué consecuencias tiene para una persona que se identifica con su personalidad ficticia en sus relaciones virtuales? ¿Vivirá una doble personalidad, una en la vida real y otra en la vida virtual?

Todo esto nos señala la importancia de las fuentes. Tanto en los medios convencionales de comunicación como en las redes informales. No se trata de controlarlas (misión imposible, más allá del debate ético) sino de construir nodos informativos fiables y con capacidad de engarce en las nuevas generaciones. Hay una urgente necesidad de invertir en Internet con información fiable y con alta competencia técnica.

Importa discernir cómo se transmiten los valores en la nueva comunicación. Más aún, importa saber qué valores consideramos prioritario fomentar y transmitir. Pero lo esencial, como siempre, es saber a donde queremos llegar: cual es nuestro proyecto de vida, nuestro proyecto de sociedad.

Educar y socializar hoy a los adolescentes equivale a acompañarles a discernir los diferentes contenidos de la red. Lo de siempre pero ahora pensando, prioritariamente, en le Red. Estamos en otra era.

7. ¿Qué valores propugnar en las nuevas generaciones, en la era Internet?

Llevamos proponiendo estos últimos tiempos determinados valores como los esenciales a propugnar en los adolescentes de hoy mirando su futuro y el de la sociedad: la competencia personal; la inteligencia sentiente; no el dinero como valor sino el valor del dinero; la tolerancia, la necesaria intolerancia y la solidaridad en un mundo pluralista; la primacía de la espiritualidad; la importancia de los valores instrumentales; la gestión de la sexualidad, la familia más allá de la pareja; la apuesta por la libertad sobre la seguridad bajo la égida de los derechos humanos, y la utopía por un mundo mejor.

Desarrollar aquí estos temas escapa a las dimensiones del presente trabajo. Me limito, muy brevemente al primero de ellos, quizás el elemento básico pensando en los adolescentes. Me refiero a la competencia personal.

En efecto es uno de los principales legados, si no el principal, que los adultos van a dejar a las nuevas generaciones: que sean autónomos, que sepan abrirse camino en la vida, que puedan volar con sus propias alas, que no dependan de los demás más allá de lo lógico y necesario en una sociedad interdependiente. Ser competente es la condición “sine qua non” para ser autónomo.

Nuestra sociedad es cada día más compleja y está en continua transformación. Nadie es capaz de pronosticar cómo serán en el futuro, incluso próximo, las relaciones de trabajo, las jubilaciones, las nuevas familias, el impacto de las nuevas tecnologías por venir, el constante aumento de la esperanza de vida, pues ya hablan de más de 100 años de edad para los hoy nacidos…¿Qué se puede decir, con certeza, de un joven que hoy tenga 20 años, de lo que pueda ser su vida, digamos el año 2050, cuando se asome a lo que hoy llamamos jubilación?. ¿Cuál habrá sido su trayectoria vital?. ¿Se habrá casado?. ¿Una, dos, más veces?, ¿Con personas de qué nación, de qué religión, si religiosa era?. ¿Por cuantos trabajos y profesiones habrá pasado?, ¿En cuantas localidades o países habrá residido?, ¿Cómo va afrontar su jubilación?. ¿Con recursos propios?. Así un largo etcétera de imposible respuesta. Pero hay algo que ya se puede decir: habrá sorteado mejor las mil pruebas de la vida si dispone de la flauta mágica de su competencia personal. Las pruebas serán mayores o menores, pues la vida da mil vueltas, pero solo el que esté armado con algo propio e intransferible, algo que nadie podrá arrebatarle nunca, cual es su capacidad personal, estará en buenas condiciones de ser autónomo.

Pero, ¿que quiere decir ser competente?. Básicamente dos cosas: lograr una estructura psicológica armónica, por un lado, y tener las capacidades intelectuales para entender y orientarse en el mundo por el otro.

Para lo primero, al menos hasta el actual estado de la civilización occidental, no se ha encontrado mejor sistema que nacer y crecer en una familia bien asentada en la que la educación de sus hijos sea, al menos, tan importante como la promoción y éxito social de los padres. Hemos trabajado en diferentes estudios al respecto[15]. Todo lo que se haga para fomentar la crianza de las nuevas generaciones en núcleos familiares sólidos y bien avenidos es invertir en el futuro de una sociedad. Hace falta creérselo y ponerlo en práctica. Estamos lejos de ello.

Para lo segundo, todo pasa por la educación.

Si siempre la competencia en lo personal y en lo profesional ha sido necesaria ahora lo es aún más. En este orden de cosas, en los tiempos actuales ser competente exige, ciertamente, controlar las herramientas informáticas y lingüísticas apropiadas, amén de los conocimientos específicos exigibles al campo en el que se va ejercer profesionalmente. La herramienta informática es imprescindible y quien no la controle se convertirá (ya lo es) en ciudadano de segunda clase. Y una sociedad puntera exigirá una implantación electrónica de primer nivel.

Como la herramienta informática está el conocimiento lingüístico. El inglés es el idioma mundial. Dando por descontado el castellano, en determinados lugares otros idiomas serán imprescindibles para insertarse socialmente. Pensamos en los idiomas autonómicos en el caso español, ciertamente, pero también en otros. Por ejemplo el francés tan cercano a nosotros, tanto allende los Pirineos como el norte de África con tantas posibilidades de crecimiento.

Pero la educación va más allá de los conocimientos, aun siendo estos imprescindibles, por supuesto. Hace dos años reflexioné en Cuadernos de Pedagogía sobre el nuevo papel de padres y maestros (sin olvidar a los medios de comunicación) en unos momentos en los que el auge de los nuevos agentes de socialización a través de las TICs parecía afianzarse. Escribí que “la veracidad y fiabilidad de las informaciones (de los padres, de los profesores y de los medios de comunicación social), son hoy más importantes que nunca en la formación de las nuevas generaciones.  Los padres y profesores se están jugando su autoridad y los medios de comunicación (en el soporte que sea) su mera supervivencia. El maestro es el mejor situado en este momento. No vive la angustiosa búsqueda del nuevo ajuste en la transformación familiar. Tampoco el amedrentamiento de los medios de comunicación ante el suelo deslizante, lleno de fosas sin fondo, en el que se mueven. La escuela, y en ella los docentes, aparecen, habitualmente en exceso, y por delegación de responsabilidades propias de otros (los padres en primer, pero no en único lugar) como los “salvadores” de una ausencia de referentes que colapsa la sociedad española. De veras lo son. ¿Quién si no va a ser capaz de reflexionar y ayudar a construir jerarquías de valores en la multiplicidad de “inputs” que reciben los alumnos?[16].

Al cerrar, casi dos años después, estas reflexiones no puedo sino reafirmarme en la importancia capital de padres y profesores en la era Internet y de las nuevas comunicaciones. Pero me parece fundamental, además de transitar de la “potestas a la autoritas”, como ya he apuntado más arriba, hablando de la autoridad de los padres, que haya más colaboración entre las familias y los centros de enseñanza. La Memoria 2010 de la Fiscalía General Estado sobre la violencia doméstica hacia ascendientes y hermanos por parte de menores, ya incidía en este aspecto ante el aumento de agresiones de hijos a sus padres. La educación no lo resuelve todo, pero sin educación no se resuelve nada.

Donostia San Sebastián, 24 de febrero de 2012

Javier Elzo

Catedrático Emérito de Sociología de la Universidad de Deusto



[1] . En su Web “European Center for development of Vocational Training”, actualizado al 6 de febrero de 2012
[2] Eusebio Megías (coord), Javier Elzo, Juan Carlos Ballesteros, Ignacio Megías, Miguel Ángel Rodríguez Felipe, Elena Rodríguez San Julián, “Valores Sociales y Drogas, 2010”. Ed. Fundación de Ayuda contra la drogadicción. Madrid 2010. Podríamos añadir aquí los trabajos que nosotros mismos hemos dirigido en base al European Values Survey, en sus aplicaciones a España y Catalunya publicados los años 2010 y 2011 que a continuación referenciamos: Javier Elzo y María Silvestre (dirs), Iratxe Arístegui, Miguel Ayerbe, Edurne Bartolomé, Javier Elzo, Francisco Garmendia, José Luis Narvaiza, Raquel Royo, María Luisa Setién, María Silvestre, Manuel Mª Urrutia, “Un individualismo placentero y protegido”. Cuarta Encuesta Europea de valores en su aplicación a España. Edit. Universidad de Deusto. 411 páginas.  Bilbao 2010, Javier Elzo y Àngel Castiñeira (directors). Pau Mas, Teodor Mellén, Carlos Obeso, Ferran Sáez, Lluís Sáez. “Valors tous en temps durs. La societat catalana a l´Enquesta Europea de Valors de 2.009”. Fundació Luis Carulla/ESADE. Ed. Barcino. Barcelona 2011, 439 Páginas.  
[3] Puede consultarse el texto completo en el Aula Virtual de la WEB de la FAD, en el Congreso “Familia y Ciudadanía de Madrid” de 20-22 de noviembre de 2007-
[4] Se puede consultar en el Aula Virtual de la FAD, en el Libro de Ponencias del Congreso “La familia en el siglo XXI” del 17-19 de febrero de 2003
[5] Beck Ulrich; Beck-Gernsheim Elisabeth. La individualización: el individualismo institucionalizado y sus consecuencias sociales y políticas. Ediciones Paidós 2003
[6] El texto, en formato papel, está editado en la “Revue des deux mondes” Septiembre de 2011, páginas 79 - 102.
[7] Gösta Esping-Andersen “Los tres grandes retos del estado de bienestar”. Ariel 2010.
[8] Claude Halmos, “L´autorité expliqué aux parents” (Livre de Poche 2008). 
[9] Nos hemos ocupado de este trabajo en el estudio Javier Elzo (coord.). Laespada M.T., Choquet M., Elzo J., Megías E., Marina J. A., Fernández-Cruz A., Marco J., Musitu G., Pons J., Gómez, J. D., Campuzano A., Sedano J., Altarriba i Mercader F. X., “Hablemos de alcohol. Por un nuevo paradigma en el beber adolescente”. Fundación Alcohol y Sociedad. Edit. Entimema. Madrid 2010. El Informe ESPAD puede consultarse íntegramente en la Red.
[10] “Accélération: une critique sociale du temps”. Ed. La Découverte. Paris 2010. (Traducción del original alemán de 2005)
[11] Puede consultarse un resumen en español en www.eukidsonline.net (Carmelo Garitaonaindia y Maialen Garmendia, investigadores de la UPV/EHU)

[12] Citado por Fabrice Audebrand: “L´Education aux nouveaux medias:un imperatif educatif” Revue de la Protection Judiciaire de la Jeunesse. Ministère de la Justice. Paris, Juillet 2010. Pag. 29

[13] En “Etat de le recherche. Nouveau médias. Nouveaux jeunes” Revue de la Protection Judiciaire de la Jeunesse. Ministère de la Justice. Paris, Juillet 2010. Pag.49 

[14] Maialen Garmendia EU Kids.

[15] Señalemos aquí, particularmente, dos investigaciones, pues a la cuestión de la familia iban dirigidas. Eusebio Megías (coordinador), Javier Elzo, Ignacio Megías, Susana Méndez, Francisco José Navarro, Elena Rodriguez, “Hijos y Padres: comunicación y conflictos”. Edita FAD, Madrid 2002. 344 páginas;  Javier Elzo (coordinador), Mª. Teresa Laespada, Ana Martínez Pampliega, “Models educatius familiars a Catalunya” . Informes Breus, 18, Educació. Ed. Fundaciò Jaume Bofill, Barcelona, 2009, 71 Pág.
[16] Javier Elzo El Problema de la disciplina escolar no está en la escuela”. En Cuadernos de Pedagogía Nº 396, 2010, Monográfico Paginas 16 a 21

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