Un Prologo subjetivo para una
sinfonía coral de testimonios de primera importancia
“Prólogo
(Páginas 39-54) al libro de María Antonia Iglesias, “Memoria
de Euskadi”. Editorial Aguilar, Madrid 2009, 1326 páginas
Este libro es, en
efecto, una sinfonía coral en la que hablan treinta y cinco actores centrales
de la reciente política vasca. No están todos los que son (falta el, mal
llamado, mundo radical), aun siendo ya muchos los que están, amén de que todos
los que están son elementos clave de la reciente historia política vasca. Lo
digo de entrada: los historiadores, sociólogos, periodistas y en general todos
los estudiosos e interesados en la “cuestión vasca” no podrán obviar la lectura
atenta y sostenida de este océano de información de primera fila que nos ofrece
Maria Antonia Iglesias en esta publicación. He dicho lectura atenta y sostenida
que, teniendo en cuenta la importantísima masa de información que suministra,
requiere más tiempo y sosiego del que he podido disponer para redactar estas
líneas. Pero, si algo me queda de la rápida lectura de estas páginas, muchas
forzándome a leerlas en diagonal, es volver a ellas, inmediatamente. Con los
materiales que nos ofrece este libro es posible hacer no poca historia y, en
todo caso, mucha sociología histórica.
He ordenado este
prologo en torno a varios capítulos siendo el cronológico el más evidente y con
el que comienzo. Es obvio que todo lo que en él se dice responde a mi
subjetividad pero mis alumnos saben bien que yo no creo en la objetividad
despersonalizada sino, a la sumo, en la objetivación de la subjetividad.
Remontándonos en
el tiempo.
Un eje clave de
estas páginas es, evidentemente el cronológico y la lectura que de los hechos
mas importantes acaecidos en los últimos años han hecho unos y otros, aunque
hay un acuerdo generalizado en señalar cuales han sido los hitos mayores de los
pasados cincuenta años. Digo cincuenta pues hay que remontarse a los primeros
momentos de ETA, en el final de la década de los 50 y comienzos del 60, aunque
el arranque de la reflexión de Jaime Mayor Oreja vaya más lejos aún cuando
afirma que “la historia del País Vasco, que ha sido la vanguardia de tres
guerras, no de vascos contra españoles sino de vascos entre sí, explica la
actual situación el País Vasco. No en las grandes ciudades sino en los pequeños
pueblos donde se ha pasado de la extrema derecha a la extrema izquierda”. Difícil
decir más en menos palabras. Aunque el mundo nacionalista hablará de los
derechos históricos y de la pérdida de los Fueros, remontándonos así al siglo
XIX, pienso que podemos circunscribir lo esencial de estos relatos a los últimos
treinta años con un recuerdo, también, al final del franquismo, en particular
al comienzo de ETA.
En esos años,
finales de los cincuenta del siglo pasado, los miembros de ETA no eran
marxistas, como lo serán mas adelante. Como recuerda Arzalluz eran cristianos,
“gente de misa”, de cultura francófona, que “tenían esa idea de que contra un
régimen armado que se impone con las armas no había otra opción que responder
también con las armas”. Joseba Egibar, y no es el único en afirmarlo, dirá que
“ETA desde su nacimiento en 1959 ha tenido la obsesión de sustituir al PNV”,
idea que también será corroborada por Patxi López cuando afirma rotundamente
que “el enemigo de ETA es el PNV”.
Pero más importante es
analizar cual ha sido la evolución en la sociedad española de lo que ETA
significaba. No hay que olvidar que la percepción de ETA, de lo que ETA
significaba ha cambiado profundamente en estos cincuenta años. Así durante el
Proceso de Burgos ETA era uno de los referentes de la lucha antifranquista que
comenzará a cambiar, para mucha gente, con la Transición. “La percepción de
ETA, como alguien que no está trabajando para la defensa de los intereses que
dice defender, es decir que no trabaja para defender a los vascos ni a nadie,
creo que empieza a partir de 1975…En aquellos tiempos era muy habitual ver a
compañeros de trabajo que cuando mataban a alguien…te contestaban “algo habrá
hecho…”. Lo dice José Luis Corcuera en un relato que va ganando a medida que se
lee por la sensación de veracidad que transmite.
Rosa Díez es un
ejemplo, entre otros, de cómo ha evolucionado la percepción, no solamente de
ETA sino de la realidad vasca en general. Afirma que en los comienzos de la
transición “lo de amnistía y autonomía lo considerabas casi lo mismo…hoy creo
que el PNV debe pasar a la oposición” (para acabar con ETA), sin olvidar
aquellos tiempos en los que, siendo Consejera de Turismo en el gabinete de
Ardanza, en su Departamento se acuñó el eslogan publicitario de “Euskadi, ven y
cuéntalo”, eslogan que siempre he repetido a los periodistas extranjeros que me
interrogaban sobre la realidad cotidiana en la sociedad vasca, aun sin ocultar
los miles de ciudadanos- 42.500, creo recordar, que contabilizó en una ocasión
Gesto por la Paz- que viven amenazados cuando no con escolta (del orden de 2000
antes de la última tregua).
La transición
Txiberta es otro
nombre que sale muy frecuentemente en estas páginas. En el Hotel de ese nombre,
cerca de Biarritz, tienen lugar unas históricas conversaciones el año 1977
entre el mundo institucional nacionalista y el que se movía en el campo
rupturista, liderado por ETA “que es la que decide, como siempre”, como
recordará Ollora, en otro contexto y particularmente Patxi Zabaleta, cuyo
testimonio es clave para entender, desde dentro, los orígenes de HB y su
dependencia de ETA. Egibar, relata cómo fue la reunión de Txiberta, que lideró
Telesforo Monzón, reunión en la que la periodista Mirentxu Purroy fue la
secretaria de Actas. Josu Jon Imaz,
siendo Presidente del EBB del PNV, en una esplendida conferencia en el Forum
Deusto mirando al futuro del nacionalismo vasco, conferencia significativamente
titulada “Para acertar de nuevo”, se refirió a Txiberta y a la histórica decisión del nacionalismo
institucional del romper con el rupturista. También Arzalluz afirma que “no nos
equivocamos en Txiberta. Además resultó profético porque después todos lo que
aceptaron el camino de ETA como fueron todos esos que ahora ya ves donde andan,
son unos lacayos de HB y de ETA”.
Del
tiempo de la transición hablan todos o casi todos, particularmente los que, por
razón de edad, la vivieron de forma activa y participante. Hay que resaltar el
texto de Marcelino Oreja donde nos relata, desde lo que fue la UCD y con el
constante recuerdo a Suárez, cómo fue la transición, cómo el final de ETA
politico-militar, la insistencia de que no se confunda al PNV con ETA y la
constatación de que “aquella derecha ha sido olvidada”, cuando no deslegitima,
como he escuchado estos recientes años a un ex ministro de Suárez. O, como dirá
Txiki Benegas en este libro, “aquella no es la derecha de ahora”, un Txiki
Benegas, que rememora el Proceso de Burgos, la defensa de Mario Onaindia, el
Frente Autonómico del PSE con ESEI y PNV en unas elecciones al Senado. Frente
Autonómico que recuerda con frecuencia Carlos Garaikoetxea acusando de cambio de
política al Partido Socialista por sus posteriores planteamientos, un
Garaikoetxea que recordando la cantidad de atentados que vivió (como ningún
lehendakari, en los años de plomo en los que había ochenta y noventa atentados
mortales al año) trae a colación la frase de Mario Onaindia de que “hay que
hacer política como si ETA no existiera” y, remata Garaikoetxea, hoy se dice
que mientras haya ETA no hay que hacer política. Josu Jon Imaz, rememorando
aquellos tiempos dirá que “desde el punto de vista político y democrático es
mucho más sangrante el hecho de que ETA, cuando recrudece su terrorismo es
cuando se instala la democracia”
El GAL y la
escisión del PNV
Cómo no, el GAL es
recordado como un “drama” para el PSE, por ejemplo por Ramón Jáuregui, en uno
de los textos mejor trazado y de más calado político (más allá de anécdotas,
que también) de los treinta y cinco que componen esta sinfonía coral. Txiki
Benegas también rememora el daño que les causó el GAL, Juan Manuel Eguiagaray
lo califica como el peor de los errores, en un discurso en el que, rememorando,
él también, el final de ETA Político-Militar, recuerda el papel de Mario
Onaindía, de Rosón, de Juan Mari Bandrés…
Obviamente la
escisión del PNV, el cambio de Garaikoetxea por Ardanza están profusamente
relatados por los propios protagonistas. Con frases duras muchas veces teñidas
de dolor, Arzalluz diciendo que Garaikoetxea quería todo el poder para él y
Garaikoetxea que “me ganó la batalla ese viejo PNV que conocí al principio”.
Tras la muerte
del Pacto de Ajuria Enea a nuestros días
Muchas veces he
escrito que uno de los errores básicos que se han cometido en la lucha contra
ETA consiste en el traslado de la fractura “demócratas contra violentos” (bendita
fractura: así se logró la derrota política de ETA) a la fractura
“constitucionalistas versus nacionalistas” resucitándola, traslado que suelo
significar con la muerte del Pacto de Ajuria Enea y el fracaso del posterior
Plan Ardanza.
Con la muerte del pacto
de Ajuria Enea, la posterior del Plan Ardanza (interesante no solamente el
relato del propio Ardanza sino también el de Iturgaiz), la ruptura del gobierno
de colación PNV-PSOE (el relato de Ardanza junto al de Rosa Diez y Redondo, en
el fondo coincidentes) y la experiencia de Lizarra (tan profusamente relatada
por los lideres nacionalistas como denostada por los socialistas); el fracaso
de la segunda tregua (Mayor Oreja explicando cómo deciden que Uriarte sea el
interlocutor del encuentro con ETA en Suiza y de cómo Aznar, en algún momento,
no le cuenta nada pero él se entera de todo “por el Secretario de Estado de
Seguridad, por amistad”), la victoria del nacionalismo vasco bajo el liderazgo
de Ibarretxe el 2001 (con los votos de HB si, y con algunos prestados del PSOE
también, podría poner nombres concretos de personas relevantes) a la que siguió
toda la suerte de ilegalizaciones y exclusiones, entramos en otra fase de la historia política
de Euskadi de la todavía no hemos salido. Una historia, la estos últimos seis o
siete años, en la que siendo cada vez ETA menos importante, sin embargo la
fractura política entre nacionalistas y no nacionalistas (aunque también se
defiende decir nacionalistas vascos y nacionalistas españoles) es mayor. Hemos
perdido en normalización política con profundas heridas que tardará más de una
generación en curar. En este libro hay imprescindibles testimonios de primera
fila de este periodo, imposibles de trasladar en este prologo con la
ecuanimidad requeribles. Me limito a resaltar, bajo mi única responsabilidad
obviamente, algunos testimonios que me parecen relevantes y que están, a mi
juicio, en el meollo del contencioso vasco.
Quizás esta frase de
Patxi López resuma bien la opinión de mucha gente en el PSOE tras el fiasco de
las elecciones 2001: “la famosa foto del abrazo en el Kursaal con Savater de
maestro de ceremonias, entre Nicolas (Redondo) y Mayor Oreja; ahí estaban todos
esos gestos que lo único que hacían era engordar a los nacionalistas por un
lado y alejar a los votantes socialistas por el otro… Aquella foto del Kursaal
fue la imagen de nuestra esquela”. Quizás se entienda también el fondo del
pensamiento de Redondo Terreros, que tantas esperanzas había puesto en aquellas
elecciones, cuando leemos en su aportación que “el Estatuto de Gernika…es el
producto de una gran debilidad de un país (España) que estaba en una situación
de inestabilidad y necesitaba pacificar algunas zonas, como el País vasco, para
que se integrara. …La Transición es el producto de dos debilidades: de la
derecha española que se siente contaminada porque heredera del franquismo y la
de una izquierda que ve como Franco murió en la cama”.
Otro registro clave
será el de la denominada transversalidad. Dirá Atutxa que “la transversalidad,
que algunos la ven como un término maldito, existe: ni el PP con el PSOE a
solas pueden hacer cómoda la vida, ni tampoco la parte nacionalista a solas.
Hace falta el entendimiento entre las dos sensibilidades. Por eso falló
Lizarra”. Ardanza, gran defensor de la transversalidad, (aunque Recalde diga de
él que es “el PNV duro y puro”) sin embargo explica que hicieron el gobierno
tripartito con EA y EE porque “ya veníamos arrastrando nuestro hartazgo con el
incumplimiento estatutario, que era el pilar fundamental con el que queríamos
legitimar un nacionalismo como el del PNV frente a los radicales de HB”. Este
punto, máxime viniendo de Ardanza, debiera ser considerado por el mundo no hace
mucho denominado “constitucionalista” pues está en la base de tanto recelo hacia
España entre nacionalistas moderados. También en Catalunya.
De
todos modos no todo el mundo en el nacionalismo está por la transversalidad. Es
sabido que Egibar habla de reciprocidad y casi al final de su testimonio
hablará de la triple A del nacionalismo al referirse, explícitamente a Atutxa,
Azkuna y, Anasagasti. Y las palabras de Arzalluz hacia ellos no son
precisamente amables.
Patxi
López dirá que “el PSE había valorado siempre que, al igual que el PNV no puede
o no debe hacer política sin nosotros, nosotros no podemos hacer política sin
el PNV. Desde la etapa de Txiki Benegas hasta nosotros…ese es el eje central
del país”, aunque no lo comprendía la
dirección del PSOE en el momento que él accede a la Secretaría General del
PSE en 2002, según refiere. En este
contexto Patxi Lopez narra como, dos días antes del Congreso en que saldría
elegido Secretario General del PSE, Juan Fernández Aguilar llama por teléfono
(estando los tres candidatos a la Secretaría General, Totorica, Gema Zabaleta y
él, cenando después de enterrar a Priede, recién asesinado en Orio) y les dice
que el PP había propuesto la Ley de Partidos. Y añade textualmente “Nos la han
clavado porque Juan Fernando había dicho que sí, sin discutirla con nosotros”.
Eguiguren,
en la misma onda manifiesta un gran
sentido de la realidad. “Siempre he pensado, reflexiona, que el nacionalismo un
día perderá, otro ganará pero, mas o menos, va a tener los mismo apoyos que
ahora. Igual que nosotros los socialistas…Seremos una tradición importantísima
de este país, pero el PNV también”. Ramón Jáuregui dirá que “el PNV y el PSOE
conforman el eje grueso de la composición sociológica vasca”. Añadamos que el
testimonio de Eguiguren es clave para entender la última tregua y mas allá de
ella, el planteamiento posibilista del PSE en sus relaciones con Batasuna. Un
Eguiguren a quien le duele que le digan que está vendido al PNV pues siguiendo
a Toribio Echeverria defiende que se pueda gritar Gora Euskadi y terminar un
mitin cantando la Internacional.
Obviamente el PP
existente no apuesta por aproximaciones al nacionalismo. Al final de su
aportación, Iturgaiz muestra claramente que no está por transversalidades y la
explicación de que no le llame Rajoy (y María San Gil haya desaparecido de la
política activa) la resume en esta frase: “no cederemos en la batalla contra el
PNV”. Y termina su texto diciendo que “el que se acerca al nacionalismo acaba
escaldándose”.
Mientras preparo
este prologo leo un artículo de Ricardo Benedí, empresario vasco, miembro de la
nueva junta del Foro Ermua (en “La Razón 9, XII, 2009) que dice, entre otras
cosas, que “los nacionalistas son los que tienen más responsabilidad en que no
hayamos ya acabado con ETA. Pero los socialistas vascos tampoco han tenido ni
tienen un comportamiento ejemplar” Añade a continuación que “el PP es hoy como
un café descafeinado. Parece que Rajoy se ha creído eso de que es el crispador
de la vida política y se ha acomplejado. El PP ha cambiado, pero cuidado con
jugar con fuego porque pueden encontrarse con una fuga de votos al partido de
Rosa Diez o con que la gente prefiera quedarse en casa antes de ir a votarles”.
Quizás para terminar
este apartado deba traer aquí un retazo de las reflexiones de Urkullu ante la
famosa consulta y las próximas elecciones autonómicas de marzo de 2009. Dice
así: “pudiera ser que poniendo la consulta como un tótem, llegáramos a
tensionar a la sociedad y eso nos hiciera gozar, hipotéticamente, de unos
buenos resultados electorales. El problema es, ¿y después qué?. …es un campo
quemado de cara al futuro…Nuestro objetivo es el autogobierno, no la consulta”
Ibarretxe y las broncas en el interior de los partidos
Ibarretxe
es lehendakari en ejercicio desde hace diez años. Sostiene que ETA no ha
logrado parar el crecimiento económico y social de Euskadi (gracias al esfuerzo
de las gentes que han estado en los ayuntamientos y en las empresas privadas)
pero sí ha parado la política porque “mientras el Gobierno español, esté quien
esté al frente, ha estado dispuesto a hablar y a negociar, incluso a llegar a
pactos con ETA, no lo está a hacerlo con las instituciones democráticas vascas
y con el lehendakari. Mientras ETA tenga la conciencia de que en cuestiones
políticas, en el derecho a decidir, todos los presidentes españoles hablarán
con ellos y no con las instituciones vascas o el lehendakari, estarán
consiguiendo su objetivo y ese será el referente”.
Ibarretxe
será objeto de muchas críticas. Valga como botón de muestra esta reflexión de
Javier Rojo: “…lo que me duele, y además mucho, es que el lehendakari no
entienda que jamás se solucionará el problema de un país si solamente quiere
tener un voto más que el resto de la comunidad”. Pero también gentes de su
propio partido serán críticos con él. Así Ardanza, Azkuna, Anasagasti, Atutxa,
Imaz… que hablarán de dos o más Ibarretxe, críticas que el lehendakari encajará
“deportivamente”. Uno de los grandes valores de este libro es que se dicen las
cosas sin tapujos.
Tanto
y tantas cosas se dicen que vale la pena detenerse unas breves líneas en las
trifulcas en el interior de los partidos y en las “lindezas” que se dicen unos
de otros. Barrena es inmisericorde con Maria San Gil y con Jaime (Mayor), del
que dirá que “es como el actor invitado. El nunca tiene la actitud de alguien
que se siente implicado en la organización, sino adherido”. Anasagasti tampoco
es tierno con Arzalluz y Eguibar. “El discurso de Xavier Arzalluz siempre había
sido aquel en el que decía que si gana HB algo, dejarán el país para plantar
berzas y lo mejor es que huyamos en pateras de Euskadi. ¡Qué diferencia! (con
el de ahora). Yo viviendo ese drama todos los días desde hace un año en casa y
Xabier echando piedras verbales desde la acera de enfrente. Todo este desafío
está en la línea de Egibar en Gipuzkoa. En lugar de plantar cara a esta gente y
ganarle la calle y con hechos, se arrugan como corderos ante ellos y tratan de
hacerle la manicura al tigre. Y jamás un tigre se va a dejar hacer la manicura”
(últimas líneas de la aportación de Anasagasti). En fin, por seguir con el mundo
nacionalista, Arzalluz dirá de Garaikoetxea que es un paranoico y de Ardanza un
flojo, un imbécil.
Para
Redondo Terreros Eguiguren es un aldeano (expresión muy vizcaína, por cierto).
Hay que leer, en boca de Patxi Lopez las presiones desde Madrid para que él no
fuera Secretario general y, sobretodo, para que Eguiguren no fuera Presidente.
Eguiguren el vasquista, mal visto por mucha gente de su propio partido, y no
digamos de fuera de su partido, particularmente en los mentideros de Madrid.
Viviendo
en San Sebastián soy testigo directo de las broncas en Gipuzkoa donde Eguibar
defenestró a dos Diputados Generales, Sudupe (ex Presidente del PNV nada menos)
y González de Txabarri, sin que nadie haya oído razón alguna para el cambio.
Sin hablar de los eternos conflictos en el interior de EA. En el contexto
actual, si el PSE gana las próximas elecciones autonómicas, lo que está en el
aire, en mi opinión la razón principal habrá que verla más en las disputas y
descalificaciones internas del nacionalismo vasco que en las virtudes del PSE. Como
sucede muy a menudo. Aunque nunca hay dos situaciones iguales, añadiría que
como en 2001, sin ir más lejos, solo que entonces fue al revés.
La
importancia de la religión y su sustitución.
El
peso de la religión en el País Vasco ha sido fundamental. También en el periodo
histórico que se rememora en este libro. Teo Uriarte lo recuerda en su
testimonio haciendo referencia a sus estrechas relaciones con el actual Obispo
de San Sebastián, Juan Maria Uriarte, en sus años jóvenes, cuando Uriarte era
superior del colegio-seminario de Derio (seminario del que también hablará
Urkullu). Más cerca de la actualidad hay que leer las desgarradoras reflexiones
de Iturgaiz refiriéndose a las dificilísimas relaciones del Partido Popular con
la Iglesia Vasca, en particular a la hora de oficiar funerales. También Patxi
Zabaleta recuerda sus años en el seminario de Pamplona y cómo “había una
preocupación importante de tipo ideológico. Se estudiaba el marxismo: leíamos “El
capital”, las obras de Lenin y de los nuevos marxistas”…el Seminario de
Pamplona no era una correa de transmisión del nacionalismo, pero sí un ámbito
donde algunos nacionalistas, junto con los demás, estábamos actuando en
política”. Podría transcribir bastantes testimonios más similares. Añadiré
solamente dos más con alguna reflexión posterior.
Txema
Montero afirma que “en los años 1968-69 se produce el gran cambio político en
nuestro país. Por primera vez se produce una transferencia de la religiosidad
hacia la política, de la religión hacia la política: casi los mismos elementos
aglutinadores alrededor de la religión, de la vida de Iglesia, nos llevaba a
todos a la socialización”. Mayor Oreja, por su parte señala que en los inicios
de ETA es “cuando la religión, mejor las
creencias, son desplazadas por el nacionalismo…El nacionalismo lo que hace es
expulsar otras prioridades en las cabezas de las personas…La Iglesia vasca
irrumpe no solo en el fenómeno del nacionalismo, sino también en el
revolucionario, en ETA…Ha habido muchos curas que han apoyado a ETA. Incluso ha
habido mucho cura secularizado que ha sido miembro de ETA. En el caso de los
Obispos no lo creo. …algunos son más bien esclavos de la sociología. José María
Setién, por ejemplo…”.
Respecto
a la referencia a Setién como “esclavo de la sociología” me permito añadir,
como sociólogo de profesión y teniendo en cuenta que colaboré hace años con él
(de quien mantengo una excelente opinión aunque en algún punto creo que se
equivocó), que de Setién se podrá decir mil y una cosas menos que hiciera
análisis de sociólogo. Setién es, básicamente, una persona muy religiosa, que
siempre ha pensado que, entre sus funciones episcopales, estaba la de trabajar
para lograr la pacificación de Euskadi, a lo que dedicó muchos esfuerzos.
Pero
más allá de la referencia al tan injusta y profusamente denostado Setién (la
historia aquí también dejará las cosas en su sitio) no se puede negar la brusca
y profunda secularización de Euskadi que suelo circunscribir, en su periodo
álgido, a unos pocos años, de 1962 a 1975. El fervor religioso en muchas
personas se trastocó en un fervor nacionalista a ultranza. Esquematizando,
cabría decir que de un "culto a Dios” se produjo un traslado, en toda su
emocionalidad, al "culto a Euskadi". Así Euskadi, Euskal Herria
adquiere la fuerza del objetivo y objeto último frente al cual todo lo demás
es secundario. Euskadi ala hil (Euskadi o muerte), Aberri ala hil (Patria o muerte) son dos
manifestaciones que sintetizan bien lo que queremos expresar.
Pero
esta Patria no será una patria cualquiera. No se tratará de la idílica patria
de los antepasados "hijos de Aitor". Se tratará de la Patria vasca en
la que se aunará el ideal nacional‑independentista (la creación del Estado
vasco independiente de España y Francia) con la revolución socialista. Así se
entenderá otro grito de radicalidad, aunque hoy un tanto apagado: Iraultza edo hil (Revolución o muerte). No se
trata pues de una social‑democracia a lo propugnado por EA o por el PSE-EE, por
ejemplo, sino de un socialismo revolucionario que transforme de punta a cabo la
sociedad considerada estructuralmente injusta y solamente transformable
mediante la revolución violenta, desechando explícitamente los mecanismos
reformistas de la democracia pluralista. La denominación de Partido Comunista
de las Tierras Vascas (PCTV/EHAK) que, en las elecciones de Abril de 2005, pasó
el tamiz de la Ley de Partidos, es una última muestra de lo que decimos. El que
no entienda esto no ha entendido nada de la persistencia de ETA entre nosotros.
Esta
cuestión no suficiente estudiada (aunque hay, al menos que yo sepa, una tesis
doctoral sobre este mismo tema) recibe el testimonio evidente en este libro de personas
provenientes de horizontes políticos diversos, como acabamos de mostrar, que
confiemos animen a investigadores futuros a profundizar en un punto clave de la
reciente historia y sociología del País Vasco.
La losa de la violencia y el miedo
Hay
una percepción relativamente extendida en la sociedad vasca de que en Euskadi
se vive bien y, salvo por razones bien concretas y conocidas, (ETA y su mundo)
los ciudadanos vascos prefieren hacer su vida en Euskadi. Sin embargo las cosas
cambian no poco cuando las leemos desde el prisma político. En Euskadi, a tenor
de las series temporales del Euskobarómetro entre los años 1989-2006, los
vascos siempre han podido defender todas las ideas sin necesidad de recurrir a
la violencia. Las cifras son apabullantes. Así pensaban el 80 % de los vascos
el año 1989 y el 93 % el 2006 con escasas variaciones en los años considerados.
Por el contrario el sentimiento de libertad de los vascos para hablar de
política ha sufrido más cambios, básicamente en dos de las cuatro posibilidades
de respuesta que les ofrecían las encuestas del Euskobarómetro: hablar con todo
el mundo o hablar solamente con algunos que, si bien entre las dos cubren el 80
%, no debe desdeñarse ese 20 % de ciudadanos, más o menos, que afirman que no
se puede hablar de política con “casi nadie” o con “nadie”. Esta proporción ha
sufrido altibajos siendo los años 2000 – 2001 los de máxima fractura social
entre lo que, en ese momento, se denominó “nacionalistas” y
“constitucionalistas”. Es en ese periodo cuando encontramos el más bajo nivel
de percepción social de que fuera posible hablar de política “con todo el
mundo”. En definitiva cabe decir que, pese a la percepción inmensamente
mayoritaria durante los últimos 30 años de que en Euskadi es posible defender
todas las ideas políticas sin recurso a la violencia, sin embargo, el temor a
expresar sin restricciones sus ideas políticas ha coartado, por miedo o por
otras razones, a gran parte de la población. Este dato no debe ser olvidado y
los testimonios recogidos en este libro lo muestran claramente y no debe ser
olvidado o puesto en sordina.
Por
otra parte, la violencia ha estado omnipresente en la sociedad vasca y está en
la base de no pocas decisiones personales a la hora de involucrarse en la vida
política de Euskadi. Presento a continuación algunos ejemplos, tanto del peso
de la violencia como agente inductor a la acción política como de la losa
personal que muchos han tenido que soportar por el acoso de los violentos.
Respecto
del primer punto Txema Montero, por ejemplo, lo refiere así: “en la universidad
me radicalizo porque empiezo a ver a gente que matan y torturan. Y anticipo ya
el final de la historia: me” desradicalizo” cuando me doy cuenta que estoy
formando parte de un proyecto de gente que mata y tortura. Esto puede parecer
muy simple, pero es exactamente la historia de mi biografía política, tal y
como yo la he vivido y como la veo en profundidad”. Para la biografía política
de Maite Pagazaurtundua la violencia también fue determinante: “me afilié al
PSOE después del asesinato de Enrique Casas…fue muy duro, fue tremendo, yo
tenía 19 años y fui consciente de que no podíamos permanecer indiferentes ante
el asesinato de los ciudadanos, en este caso de un político, porque no era
nacionalista” . Y añade más adelante que “cuando mataron a mi hermano entré en
una dimensión distinta”. Antonio Basagoiti dirá que “lo que me dio el empuje
definitivo fue el asesinato de Ordoñez en San Sebastián. Porque aunque ETA
siempre había asesinado, me pareció que estaba a atacando a todos aquellos a
los que representaba Ordoñez. Eso me dio la motivación final para dedicarme a
la política”
Los
testimonios de políticos del PSE y del PP por los acosos de ETA son constantes
y muchas veces escalofriantes. Así Corcuera, incluso siendo ministro, Iturgaiz
desde que despuntó como político del PP, el miedo de Mayor Oreja cuando ETA
quiere asesinar a todo lo sea de UCD. También a él cuando hacía footing entre
San Sebastián y Orio en tiempos de la transición. Un fallo logístico de ETA (no
consiguieron robar un segundo coche) lo impidió. También miedo a decir que eres
español en Euskadi pues “las modas dominantes provocan miedo”. Fernando Barreda
cuando afirma que “sé que mi familia lo ha pasado muy mal…pero nunca se me ha
pasado por la cabeza dejarlo. Creo que tengo derecho a hacer lo que hago…y a mi
por la amenaza no me van a impedir que haga lo que quiero hacer”.
Otro
testimonio extremadamente elocuente y estremecedor es el de Jesús Eguiguren
cuando exclama que “a ojos de algunos
soy un “filoetarra”... Eso no es que me preocupe pero me ofende. Soy una
persona que vive amenazada desde hace treinta años, he pasado de la
clandestinidad con Franco a la clandestinidad con ETA. No sé lo que es vivir
con normalidad en la calle y sentirme seguro sin mirar hacia atrás…Y que esas
cosas te las digan quienes viven tranquilamente en Madrid, en sus despachos…”. Me
viene a la memoria como hace años un ertzaina me decía que cuando llevaban a
misa a Atutxa los domingos, ni el propio Atutxa
sabía a que iglesia le iban a llevar…
El
nacionalismo vasco, con intensidades diferentes, ha sido acusado si no de
connivencia (que también) sí de equidistancia en el tema de sus comportamiento
ante la violencia etarra. Hay mil y un
ejemplos en la mente de todos. Traslado, por su menor frecuencia y presencia
mediática, una reflexión de cómo reacciona el mundo nacionalista ante esta
acusación. Son palabras de Ibarretxe: “creo que si alguien ha tomado una
actitud clara en contra de la violencia desde el primer momento, es
precisamente el PNV. No creo que le sea imputable esa dimensión de no mostrarse
con toda claridad en contra de la violencia…Somos conscientes de que muchas
veces no lo hemos conseguido” Y añade a continuación, “pero es muy difícil que
si un Presidente español dice que el lehendakari es de ETA, que el Gobierno
vasco está mas cerca de los verdugos que de las víctimas; o si un delegado del
Gobierno español en Euskadi dice que no se da la información a la
Ertzaintza…Entiendo que la gente de buen corazón en España pueda pensar cosas
de esa naturaleza, pero es profundamente
injusto. Es una estupidez política decir eso. Pero también decimos que la
sensibilidad de la izquierda abertzale es una sensibilidad con la que hemos de
hablar para tratar de buscar soluciones”. La cita es larga, quizás la más larga
de todas las que traigo a este Prologo, pero creo que retrata a la perfección
la quintaesencia del pensamiento de Ibarretxe. No solamente en el tema de la
violencia.
“La
reconciliación de los vascos es muy difícil. Tendrá que pasar un tiempo, quizás
una generación”, dice Iturgaiz. Bastante más que una generación pienso yo. “No
veo que el odio de unos a otros se vaya a ir”, de nuevo Iturgaiz, idea que
también repite Recalde aunque más pensando en su familia que en sí mismo. En
otro registro esta reflexión de Atutxa: “he sido odiado por los etarras pero yo
no les odio a ellos” (en un rifirafe con Otegi en el Parlamento vasco), Atutxa
defendido por Corcuera con estas
palabras: “No me parece nada razonable que se ponga en cuestión la actitud
vital ante el terrorismo de uno de los hombres vivos al que mas veces ha
intentado matar ETA. No me parece en absoluto responsable”.
Quiero
terminar este punto, cruelmente central en la reciente historia de Euskadi, con
el testimonio de Regina Otaola que nos relata lo que cuesta aprender a vivir
con el miedo. “Una de las cosas más duras es tener que vivir con escolta
permanentemente. Sabes que están ahí para defenderte, pero pierdes totalmente
la libertad, no tienes ninguna”. Hay cambios de escoltas a menudo. Cuando le
ponen ertzainas no le hace gracia porque”era la policía del PNV…e iban a saber
si entro, si salgo, con quien entro, con quien salgo. Y, sin embargo, excepto
una persona, fue estupendo: gente profesional que nos ayudaron mucho…Te enseñan
a vivir sin rutinas. Nos enseñaron a romper con una vida organizada: si vas
trabajar, a ver por donde vamos, cada día por un sitio diferente, por caminos
diferentes, cambiar la hora de salida de casa…” Por otra parte el testimonio de
Regina Otaola de su paso por Lizarza como alcaldesa (donde obtuvo 14 votos y
donde no vive porque ya la habrían matado, “quemado”, dice) es un ejemplo del
absurdo de la situación política del País Vasco. El drama de esta mujer,
heroína a su pesar, llega al límite cuando dice que “yo también tendré que irme
del PP”. Más por desengaño, hay que añadir.
Tres
testimonios
Tres
que podrían ser treinta y tres. En muchos momentos de este libro, más allá del
político y de la trifulca política, muchas veces agria y descalificadora como
hemos vislumbrado, aparece la persona en toda su humanidad. No creo que sea
necesario comentario alguno a los tres testimonios que he seleccionado de entre
los muchos que el lector encontrará en el texto.
Juan
Mari Atutxa que ya se había enfrentado a ETA el año 1980 diciéndoles, cara a
cara, en una cafetería de San Juan de Luz que no les pagaba el impuesto
revolucionario (5 millones de pesetas de las de entonces), tiene que afrontar,
años después siendo Consejero de Interior, una pancarta de los violentos que
dice “Atutxa no es víctima es verdugo”. Detrás de esa pancarta un tío y dos
primas de su mujer. Su mujer le pregunta a una de sus primas. ¿Crees que a Juan
Mari hay que matarle?. Respuesta “hombre es que los presos y tal…”
Mayor
Oreja rememorando cuando sus hijos eran pequeños recuerda que “una cosa es tener miedo a que a ti te pase
algo y otra estar angustiado de que si en el colegio a tus hijas, a tus hijos
les han dicho esto, las han dado una paliza, o lo que sea”.
Javier
Rojo dice a Natividad Rodriguez, la mujer de Fernando Buena, poco después de
que su marido hubiera sido asesinado: “Nati, no sabes el odio que tengo, el
rencor que tengo, la rabia y el odio que tengo dentro de mi contra estos por lo
que nos han hecho”. Y se responde Nati” “Javier te estás equivocando, el odio
no te perjudica mas que a ti, no te conduce a ninguna solución, y te hará que
te equivoques en tus decisiones, tenemos que trabajar para que no haya mas
muertos, que sería lo que Fernando hubiera querido y, sobretodo, que no hagamos
lo que ellos quieren que hagamos, que es violentar y romper a una sociedad”. Como
dirían otrora los franceses: “¡chapeau bas!”
Para
acelerar el final de ETA
El
meollo del asunto está en que ETA quiere imponer su proyecto político, el de
siempre, del que no se ha movido un ápice desde hace cuarenta años: un estado
vasco independiente, unificado (las siete provincias) euskaldun y socialista.
Como no puede conseguir que prospere su proyecto por procedimientos
democráticos, ya que la inmensa mayoría de vascos (también nacionalistas) no
comulgamos con uno o más de esos objetivos, ETA recurre a la violencia. Este
punto es clave. La violencia no es la consecuencia de un problema político no
resuelto sino la manifestación de la
impotencia del MLNV para lograr que los vascos avalemos su proyecto.
La
violencia de ETA es el mayor problema para la sociedad vasca y española.
Problema social y personal pues conlleva que haya gente escoltada y amenazada y
problema político pues impide que las diferencias políticas puedan ser
abordadas, como en toda sociedad democrática: en las urnas sin el hálito de la
pistola en la nuca. Pero la violencia es la moneda de cambio de ETA. La
violencia es su única arma. ETA sin violencia (y los 150.000 vascos, por dar
una cifra, que en grado diverso están detrás) no sería nada. Precisamente esto
es lo que dificulta enormemente su desaparición y su derrota. Su desaparición
porque ETA es consciente que sin violencia no son nada. Necesitan la violencia
y la amenaza del terror para nos ocupemos de ellos, los demócratas y los
violentos. De ahí que Balza diga que para
ETA ahora se trata de “mantenimiento mínimo…que puede ser un atentado personal
que para este lado es absolutamente dramático, pero a ellos les da seis meses más
de existencia de ETA”.
Sin
violencia solo les quedaría negociar la suerte de sus presos y, parece claro
que aún no han llegado a ese punto. Y como hay miles de vascos que la apoyan,
(insisto que en grados diversos) hace imposible su derrota militar o policial.
Siempre habrá recambio.
El
fracaso del tercer intento de final de ETA no es un punto final sino otro
intento más fallido. Nada será igual (no hay ya treguas creíbles) pero tampoco
radicalmente diferente. Personalmente sostengo, como otros líderes que he
recordado en las líneas anteriores pero que no reproduzco aquí porque no quiero
apoyarme en ellos sino en la posible bondad intrínseca del argumento,
necesitamos actuar políticamente “como si ETA no existiera” y sacar a ETA del
epicentro de la política española. Tampoco actuar en otros campos, el judicial
particularmente, a tenor de lo que haga ETA. En “El Periódico de Catalunya”
escribí tras el fracaso de la última tregua que “ANV, De Juana y Otegi son los
mismos antes y después de la ruptura formal del último alto el fuego. Hay que
volver al espíritu del Pacto de Ajuria Enea: demócratas frente a violentos. No
confundir nacionalismo con terrorismo (además de falso, legitima a ETA), mucha
inteligencia en los próximos contactos (que los habrá), menos publicidad a ETA
(si no aceptan preguntas en sus ruedas de prensa ¿porqué acuden los
periodistas?, les basta con un fax) y reconocer que necesitaremos apoyos y
mediaciones fuera de España”.
Personalmente
no creo que se trate de aislar a los violentos. Entre otras cosas porque es
imposible. A quienes duden les pediría que hicieran memoria de familias,
algunas con relevancia pública, en las que hay miembros en los extremos del
espectro político vasco. Lo que hay que hacer es plantar cara a los violentos.
Deslegitimando la violencia de ETA. Lo dice muy bien Balza, de nuevo, cuando reflexiona
sobre cómo romper con el mundo abertzale en ciertos entornos. “¿Quién
desacredita al mundo de HB en Ondarroa donde el 50 % de la población es de la
izquierda abertzale?, se pregunta. Se deslegitima al mundo de la Izquierda Abertzale
haciendo política en el pueblo, dando la cara, aguantando la caña allí”.
Eguiguren,
por su parte, piensa que “ahora mismo se dan todas las circunstancias para que,
si ETA decide parar, nadie le pida que siga. Mas bien creo que sus seguidores
están deseando que esto acabe”. Ojalá pero, tengo que añadir, que todavía hay
mucho adolescente que mira con beneplácito a ETA. Hace años escribí que los
jóvenes fueron la cantera de ETA y podrían ser su tumba. A tenor de mis últimas
investigaciones pienso que me equivoqué.
Egibar,
por su parte, sostiene que “muchos del PNV no tienen ni puñetera idea de donde
tienen el trigémino los de ETA. Si les aprietas el trigémino no les haces daño,
es más: provocas cohesión interna. El efecto “erizo” es automático en la
izquierda abertzale…ETA no acabará solo policialmente. Hasta Galindo lo
reconocía. Y concluye diciendo “se puede terminar con todos los comandos, pero
no con ETA”.
Me temo que tiene razón y bien sabe Dios que me
gustaría tener que comerme, mañana mismo, estas palabras. Sí, el final de ETA está
en que su base social les abandone. Y aquí la responsabilidad de HB, bajo todas
sus denominaciones es enorme. Salvo desistimiento de sus jefes y, en este
punto, (improbable al día de hoy pero no imposible, como nos decía más arriba
Eguiguren) la presión policial y la inteligencia judicial y penitenciaria
pueden mucho, muchísimo. Podremos dudar y discutir “ad nauseam” si el final de
ETA será dialogado o no. Pero nadie, que no esté en connivencia con ellos,
negará que el lugar natural de todo terrorista sea la cárcel. Y las constantes
detenciones minan, sin lugar a dudas, la capacidad operativa de ETA. Aunque no
baste.
Cerrando
ya estas páginas
Para
los que hemos vivido esta parte de la historia vasca, en cuarta o quinta fila,
este libro nos devuelve la memoria de nuestra propia historia vital. Para
quienes, mas jóvenes o, habitando fuera de Euskal Herria (a mi también como a
Recalde me gusta más este término) no lo hayan vivido con nuestra proximidad,
este libro les ofrece un retrato coral, un fresco multiforme de estos últimos
treinta años de la vida social, política y, aunque en menor medida, también
cultural del País Vasco y, por ende de España. Relato escrito y fresco pintado
en primera persona con la reconocida gobernanza literaria de Maria Antonia
Iglesias que ha sabido, no solamente hacer las preguntas pertinentes sino
lograr, en la mayoría de los casos, las respuestas que todo lector y estudioso
está en el derecho de conocer. De ahí que este libro, a caballo entre el relato
histórico, el análisis sociológico y el perfil biográfico, en cada uno de los
entrevistados y mas aún, en el choque que proporciona al lector al termino de
su lectura global, esté llamado a convertirse en un referente imprescindible
para quien desee conocer la realidad de la sociedad vasca de estos últimos
años.
Donostia
San Sebastián 14 de diciembre de 2008
Javier
Elzo
(Catedrático
Emérito de Sociología en la Universidad de Deusto)
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