domingo, 14 de diciembre de 2008

Prólogo a "Memorias de Euskadi" de Maria Antonia Iglesias


Un Prologo subjetivo para una sinfonía coral de testimonios de primera importancia

“Prólogo (Páginas 39-54) al libro de María Antonia Iglesias, “Memoria de Euskadi”. Editorial Aguilar, Madrid 2009, 1326 páginas

Este libro es, en efecto, una sinfonía coral en la que hablan treinta y cinco actores centrales de la reciente política vasca. No están todos los que son (falta el, mal llamado, mundo radical), aun siendo ya muchos los que están, amén de que todos los que están son elementos clave de la reciente historia política vasca. Lo digo de entrada: los historiadores, sociólogos, periodistas y en general todos los estudiosos e interesados en la “cuestión vasca” no podrán obviar la lectura atenta y sostenida de este océano de información de primera fila que nos ofrece Maria Antonia Iglesias en esta publicación. He dicho lectura atenta y sostenida que, teniendo en cuenta la importantísima masa de información que suministra, requiere más tiempo y sosiego del que he podido disponer para redactar estas líneas. Pero, si algo me queda de la rápida lectura de estas páginas, muchas forzándome a leerlas en diagonal, es volver a ellas, inmediatamente. Con los materiales que nos ofrece este libro es posible hacer no poca historia y, en todo caso, mucha sociología histórica.

He ordenado este prologo en torno a varios capítulos siendo el cronológico el más evidente y con el que comienzo. Es obvio que todo lo que en él se dice responde a mi subjetividad pero mis alumnos saben bien que yo no creo en la objetividad despersonalizada sino, a la sumo, en la objetivación de la subjetividad.

Remontándonos en el tiempo.


Un eje clave de estas páginas es, evidentemente el cronológico y la lectura que de los hechos mas importantes acaecidos en los últimos años han hecho unos y otros, aunque hay un acuerdo generalizado en señalar cuales han sido los hitos mayores de los pasados cincuenta años. Digo cincuenta pues hay que remontarse a los primeros momentos de ETA, en el final de la década de los 50 y comienzos del 60, aunque el arranque de la reflexión de Jaime Mayor Oreja vaya más lejos aún cuando afirma que “la historia del País Vasco, que ha sido la vanguardia de tres guerras, no de vascos contra españoles sino de vascos entre sí, explica la actual situación el País Vasco. No en las grandes ciudades sino en los pequeños pueblos donde se ha pasado de la extrema derecha a la extrema izquierda”. Difícil decir más en menos palabras. Aunque el mundo nacionalista hablará de los derechos históricos y de la pérdida de los Fueros, remontándonos así al siglo XIX, pienso que podemos circunscribir lo esencial de estos relatos a los últimos treinta años con un recuerdo, también, al final del franquismo, en particular al comienzo de ETA.

En esos años, finales de los cincuenta del siglo pasado, los miembros de ETA no eran marxistas, como lo serán mas adelante. Como recuerda Arzalluz eran cristianos, “gente de misa”, de cultura francófona, que “tenían esa idea de que contra un régimen armado que se impone con las armas no había otra opción que responder también con las armas”. Joseba Egibar, y no es el único en afirmarlo, dirá que “ETA desde su nacimiento en 1959 ha tenido la obsesión de sustituir al PNV”, idea que también será corroborada por Patxi López cuando afirma rotundamente que “el enemigo de ETA es el PNV”.

Pero más importante es analizar cual ha sido la evolución en la sociedad española de lo que ETA significaba. No hay que olvidar que la percepción de ETA, de lo que ETA significaba ha cambiado profundamente en estos cincuenta años. Así durante el Proceso de Burgos ETA era uno de los referentes de la lucha antifranquista que comenzará a cambiar, para mucha gente, con la Transición. “La percepción de ETA, como alguien que no está trabajando para la defensa de los intereses que dice defender, es decir que no trabaja para defender a los vascos ni a nadie, creo que empieza a partir de 1975…En aquellos tiempos era muy habitual ver a compañeros de trabajo que cuando mataban a alguien…te contestaban “algo habrá hecho…”. Lo dice José Luis Corcuera en un relato que va ganando a medida que se lee por la sensación de veracidad que transmite.

Rosa Díez es un ejemplo, entre otros, de cómo ha evolucionado la percepción, no solamente de ETA sino de la realidad vasca en general. Afirma que en los comienzos de la transición “lo de amnistía y autonomía lo considerabas casi lo mismo…hoy creo que el PNV debe pasar a la oposición” (para acabar con ETA), sin olvidar aquellos tiempos en los que, siendo Consejera de Turismo en el gabinete de Ardanza, en su Departamento se acuñó el eslogan publicitario de “Euskadi, ven y cuéntalo”, eslogan que siempre he repetido a los periodistas extranjeros que me interrogaban sobre la realidad cotidiana en la sociedad vasca, aun sin ocultar los miles de ciudadanos- 42.500, creo recordar, que contabilizó en una ocasión Gesto por la Paz- que viven amenazados cuando no con escolta (del orden de 2000 antes de la última tregua).

La transición

Txiberta es otro nombre que sale muy frecuentemente en estas páginas. En el Hotel de ese nombre, cerca de Biarritz, tienen lugar unas históricas conversaciones el año 1977 entre el mundo institucional nacionalista y el que se movía en el campo rupturista, liderado por ETA “que es la que decide, como siempre”, como recordará Ollora, en otro contexto y particularmente Patxi Zabaleta, cuyo testimonio es clave para entender, desde dentro, los orígenes de HB y su dependencia de ETA. Egibar, relata cómo fue la reunión de Txiberta, que lideró Telesforo Monzón, reunión en la que la periodista Mirentxu Purroy fue la secretaria de Actas.  Josu Jon Imaz, siendo Presidente del EBB del PNV, en una esplendida conferencia en el Forum Deusto mirando al futuro del nacionalismo vasco, conferencia significativamente titulada “Para acertar de nuevo”, se refirió a Txiberta  y a la histórica decisión del nacionalismo institucional del romper con el rupturista. También Arzalluz afirma que “no nos equivocamos en Txiberta. Además resultó profético porque después todos lo que aceptaron el camino de ETA como fueron todos esos que ahora ya ves donde andan, son unos lacayos de HB y de ETA”.

Del tiempo de la transición hablan todos o casi todos, particularmente los que, por razón de edad, la vivieron de forma activa y participante. Hay que resaltar el texto de Marcelino Oreja donde nos relata, desde lo que fue la UCD y con el constante recuerdo a Suárez, cómo fue la transición, cómo el final de ETA politico-militar, la insistencia de que no se confunda al PNV con ETA y la constatación de que “aquella derecha ha sido olvidada”, cuando no deslegitima, como he escuchado estos recientes años a un ex ministro de Suárez. O, como dirá Txiki Benegas en este libro, “aquella no es la derecha de ahora”, un Txiki Benegas, que rememora el Proceso de Burgos, la defensa de Mario Onaindia, el Frente Autonómico del PSE con ESEI y PNV en unas elecciones al Senado. Frente Autonómico que recuerda con frecuencia Carlos Garaikoetxea acusando de cambio de política al Partido Socialista por sus posteriores planteamientos, un Garaikoetxea que recordando la cantidad de atentados que vivió (como ningún lehendakari, en los años de plomo en los que había ochenta y noventa atentados mortales al año) trae a colación la frase de Mario Onaindia de que “hay que hacer política como si ETA no existiera” y, remata Garaikoetxea, hoy se dice que mientras haya ETA no hay que hacer política. Josu Jon Imaz, rememorando aquellos tiempos dirá que “desde el punto de vista político y democrático es mucho más sangrante el hecho de que ETA, cuando recrudece su terrorismo es cuando se instala la democracia”

El GAL y la escisión del PNV

Cómo no, el GAL es recordado como un “drama” para el PSE, por ejemplo por Ramón Jáuregui, en uno de los textos mejor trazado y de más calado político (más allá de anécdotas, que también) de los treinta y cinco que componen esta sinfonía coral. Txiki Benegas también rememora el daño que les causó el GAL, Juan Manuel Eguiagaray lo califica como el peor de los errores, en un discurso en el que, rememorando, él también, el final de ETA Político-Militar, recuerda el papel de Mario Onaindía, de Rosón, de Juan Mari Bandrés…

Obviamente la escisión del PNV, el cambio de Garaikoetxea por Ardanza están profusamente relatados por los propios protagonistas. Con frases duras muchas veces teñidas de dolor, Arzalluz diciendo que Garaikoetxea quería todo el poder para él y Garaikoetxea que “me ganó la batalla ese viejo PNV que conocí al principio”.

Tras la muerte del Pacto de Ajuria Enea a nuestros días

Muchas veces he escrito que uno de los errores básicos que se han cometido en la lucha contra ETA consiste en el traslado de la fractura “demócratas contra violentos” (bendita fractura: así se logró la derrota política de ETA) a la fractura “constitucionalistas versus nacionalistas” resucitándola, traslado que suelo significar con la muerte del Pacto de Ajuria Enea y el fracaso del posterior Plan Ardanza.

Con la muerte del pacto de Ajuria Enea, la posterior del Plan Ardanza (interesante no solamente el relato del propio Ardanza sino también el de Iturgaiz), la ruptura del gobierno de colación PNV-PSOE (el relato de Ardanza junto al de Rosa Diez y Redondo, en el fondo coincidentes) y la experiencia de Lizarra (tan profusamente relatada por los lideres nacionalistas como denostada por los socialistas); el fracaso de la segunda tregua (Mayor Oreja explicando cómo deciden que Uriarte sea el interlocutor del encuentro con ETA en Suiza y de cómo Aznar, en algún momento, no le cuenta nada pero él se entera de todo “por el Secretario de Estado de Seguridad, por amistad”), la victoria del nacionalismo vasco bajo el liderazgo de Ibarretxe el 2001 (con los votos de HB si, y con algunos prestados del PSOE también, podría poner nombres concretos de personas relevantes) a la que siguió toda la suerte de ilegalizaciones y exclusiones,  entramos en otra fase de la historia política de Euskadi de la todavía no hemos salido. Una historia, la estos últimos seis o siete años, en la que siendo cada vez ETA menos importante, sin embargo la fractura política entre nacionalistas y no nacionalistas (aunque también se defiende decir nacionalistas vascos y nacionalistas españoles) es mayor. Hemos perdido en normalización política con profundas heridas que tardará más de una generación en curar. En este libro hay imprescindibles testimonios de primera fila de este periodo, imposibles de trasladar en este prologo con la ecuanimidad requeribles. Me limito a resaltar, bajo mi única responsabilidad obviamente, algunos testimonios que me parecen relevantes y que están, a mi juicio, en el meollo del contencioso vasco.

Quizás esta frase de Patxi López resuma bien la opinión de mucha gente en el PSOE tras el fiasco de las elecciones 2001: “la famosa foto del abrazo en el Kursaal con Savater de maestro de ceremonias, entre Nicolas (Redondo) y Mayor Oreja; ahí estaban todos esos gestos que lo único que hacían era engordar a los nacionalistas por un lado y alejar a los votantes socialistas por el otro… Aquella foto del Kursaal fue la imagen de nuestra esquela”. Quizás se entienda también el fondo del pensamiento de Redondo Terreros, que tantas esperanzas había puesto en aquellas elecciones, cuando leemos en su aportación que “el Estatuto de Gernika…es el producto de una gran debilidad de un país (España) que estaba en una situación de inestabilidad y necesitaba pacificar algunas zonas, como el País vasco, para que se integrara. …La Transición es el producto de dos debilidades: de la derecha española que se siente contaminada porque heredera del franquismo y la de una izquierda que ve como Franco murió en la cama”.

Otro registro clave será el de la denominada transversalidad. Dirá Atutxa que “la transversalidad, que algunos la ven como un término maldito, existe: ni el PP con el PSOE a solas pueden hacer cómoda la vida, ni tampoco la parte nacionalista a solas. Hace falta el entendimiento entre las dos sensibilidades. Por eso falló Lizarra”. Ardanza, gran defensor de la transversalidad, (aunque Recalde diga de él que es “el PNV duro y puro”) sin embargo explica que hicieron el gobierno tripartito con EA y EE porque “ya veníamos arrastrando nuestro hartazgo con el incumplimiento estatutario, que era el pilar fundamental con el que queríamos legitimar un nacionalismo como el del PNV frente a los radicales de HB”. Este punto, máxime viniendo de Ardanza, debiera ser considerado por el mundo no hace mucho denominado “constitucionalista” pues está en la base de tanto recelo hacia España entre nacionalistas moderados. También en Catalunya.

De todos modos no todo el mundo en el nacionalismo está por la transversalidad. Es sabido que Egibar habla de reciprocidad y casi al final de su testimonio hablará de la triple A del nacionalismo al referirse, explícitamente a Atutxa, Azkuna y, Anasagasti. Y las palabras de Arzalluz hacia ellos no son precisamente amables.



Patxi López dirá que “el PSE había valorado siempre que, al igual que el PNV no puede o no debe hacer política sin nosotros, nosotros no podemos hacer política sin el PNV. Desde la etapa de Txiki Benegas hasta nosotros…ese es el eje central del país”,  aunque no lo comprendía la dirección del PSOE en el momento que él accede a la Secretaría General del PSE  en 2002, según refiere. En este contexto Patxi Lopez narra como, dos días antes del Congreso en que saldría elegido Secretario General del PSE, Juan Fernández Aguilar llama por teléfono (estando los tres candidatos a la Secretaría General, Totorica, Gema Zabaleta y él, cenando después de enterrar a Priede, recién asesinado en Orio) y les dice que el PP había propuesto la Ley de Partidos. Y añade textualmente “Nos la han clavado porque Juan Fernando había dicho que sí, sin discutirla con nosotros”.



Eguiguren, en la misma onda  manifiesta un gran sentido de la realidad. “Siempre he pensado, reflexiona, que el nacionalismo un día perderá, otro ganará pero, mas o menos, va a tener los mismo apoyos que ahora. Igual que nosotros los socialistas…Seremos una tradición importantísima de este país, pero el PNV también”. Ramón Jáuregui dirá que “el PNV y el PSOE conforman el eje grueso de la composición sociológica vasca”. Añadamos que el testimonio de Eguiguren es clave para entender la última tregua y mas allá de ella, el planteamiento posibilista del PSE en sus relaciones con Batasuna. Un Eguiguren a quien le duele que le digan que está vendido al PNV pues siguiendo a Toribio Echeverria defiende que se pueda gritar Gora Euskadi y terminar un mitin cantando la Internacional. 

Obviamente el PP existente no apuesta por aproximaciones al nacionalismo. Al final de su aportación, Iturgaiz muestra claramente que no está por transversalidades y la explicación de que no le llame Rajoy (y María San Gil haya desaparecido de la política activa) la resume en esta frase: “no cederemos en la batalla contra el PNV”. Y termina su texto diciendo que “el que se acerca al nacionalismo acaba escaldándose”.

Mientras preparo este prologo leo un artículo de Ricardo Benedí, empresario vasco, miembro de la nueva junta del Foro Ermua (en “La Razón 9, XII, 2009) que dice, entre otras cosas, que “los nacionalistas son los que tienen más responsabilidad en que no hayamos ya acabado con ETA. Pero los socialistas vascos tampoco han tenido ni tienen un comportamiento ejemplar” Añade a continuación que “el PP es hoy como un café descafeinado. Parece que Rajoy se ha creído eso de que es el crispador de la vida política y se ha acomplejado. El PP ha cambiado, pero cuidado con jugar con fuego porque pueden encontrarse con una fuga de votos al partido de Rosa Diez o con que la gente prefiera quedarse en casa antes de ir a votarles”.

Quizás para terminar este apartado deba traer aquí un retazo de las reflexiones de Urkullu ante la famosa consulta y las próximas elecciones autonómicas de marzo de 2009. Dice así: “pudiera ser que poniendo la consulta como un tótem, llegáramos a tensionar a la sociedad y eso nos hiciera gozar, hipotéticamente, de unos buenos resultados electorales. El problema es, ¿y después qué?. …es un campo quemado de cara al futuro…Nuestro objetivo es el autogobierno, no la consulta”

Ibarretxe y las broncas en el interior de los partidos



Ibarretxe es lehendakari en ejercicio desde hace diez años. Sostiene que ETA no ha logrado parar el crecimiento económico y social de Euskadi (gracias al esfuerzo de las gentes que han estado en los ayuntamientos y en las empresas privadas) pero sí ha parado la política porque “mientras el Gobierno español, esté quien esté al frente, ha estado dispuesto a hablar y a negociar, incluso a llegar a pactos con ETA, no lo está a hacerlo con las instituciones democráticas vascas y con el lehendakari. Mientras ETA tenga la conciencia de que en cuestiones políticas, en el derecho a decidir, todos los presidentes españoles hablarán con ellos y no con las instituciones vascas o el lehendakari, estarán consiguiendo su objetivo y ese será el referente”.

Ibarretxe será objeto de muchas críticas. Valga como botón de muestra esta reflexión de Javier Rojo: “…lo que me duele, y además mucho, es que el lehendakari no entienda que jamás se solucionará el problema de un país si solamente quiere tener un voto más que el resto de la comunidad”. Pero también gentes de su propio partido serán críticos con él. Así Ardanza, Azkuna, Anasagasti, Atutxa, Imaz… que hablarán de dos o más Ibarretxe, críticas que el lehendakari encajará “deportivamente”. Uno de los grandes valores de este libro es que se dicen las cosas sin tapujos.

Tanto y tantas cosas se dicen que vale la pena detenerse unas breves líneas en las trifulcas en el interior de los partidos y en las “lindezas” que se dicen unos de otros. Barrena es inmisericorde con Maria San Gil y con Jaime (Mayor), del que dirá que “es como el actor invitado. El nunca tiene la actitud de alguien que se siente implicado en la organización, sino adherido”. Anasagasti tampoco es tierno con Arzalluz y Eguibar. “El discurso de Xavier Arzalluz siempre había sido aquel en el que decía que si gana HB algo, dejarán el país para plantar berzas y lo mejor es que huyamos en pateras de Euskadi. ¡Qué diferencia! (con el de ahora). Yo viviendo ese drama todos los días desde hace un año en casa y Xabier echando piedras verbales desde la acera de enfrente. Todo este desafío está en la línea de Egibar en Gipuzkoa. En lugar de plantar cara a esta gente y ganarle la calle y con hechos, se arrugan como corderos ante ellos y tratan de hacerle la manicura al tigre. Y jamás un tigre se va a dejar hacer la manicura” (últimas líneas de la aportación de Anasagasti). En fin, por seguir con el mundo nacionalista, Arzalluz dirá de Garaikoetxea que es un paranoico y de Ardanza un flojo, un imbécil.

Para Redondo Terreros Eguiguren es un aldeano (expresión muy vizcaína, por cierto). Hay que leer, en boca de Patxi Lopez las presiones desde Madrid para que él no fuera Secretario general y, sobretodo, para que Eguiguren no fuera Presidente. Eguiguren el vasquista, mal visto por mucha gente de su propio partido, y no digamos de fuera de su partido, particularmente en los mentideros de Madrid.

Viviendo en San Sebastián soy testigo directo de las broncas en Gipuzkoa donde Eguibar defenestró a dos Diputados Generales, Sudupe (ex Presidente del PNV nada menos) y González de Txabarri, sin que nadie haya oído razón alguna para el cambio. Sin hablar de los eternos conflictos en el interior de EA. En el contexto actual, si el PSE gana las próximas elecciones autonómicas, lo que está en el aire, en mi opinión la razón principal habrá que verla más en las disputas y descalificaciones internas del nacionalismo vasco que en las virtudes del PSE. Como sucede muy a menudo. Aunque nunca hay dos situaciones iguales, añadiría que como en 2001, sin ir más lejos, solo que entonces fue al revés.

La importancia de la religión y su sustitución.

El peso de la religión en el País Vasco ha sido fundamental. También en el periodo histórico que se rememora en este libro. Teo Uriarte lo recuerda en su testimonio haciendo referencia a sus estrechas relaciones con el actual Obispo de San Sebastián, Juan Maria Uriarte, en sus años jóvenes, cuando Uriarte era superior del colegio-seminario de Derio (seminario del que también hablará Urkullu). Más cerca de la actualidad hay que leer las desgarradoras reflexiones de Iturgaiz refiriéndose a las dificilísimas relaciones del Partido Popular con la Iglesia Vasca, en particular a la hora de oficiar funerales. También Patxi Zabaleta recuerda sus años en el seminario de Pamplona y cómo “había una preocupación importante de tipo ideológico. Se estudiaba el marxismo: leíamos “El capital”, las obras de Lenin y de los nuevos marxistas”…el Seminario de Pamplona no era una correa de transmisión del nacionalismo, pero sí un ámbito donde algunos nacionalistas, junto con los demás, estábamos actuando en política”. Podría transcribir bastantes testimonios más similares. Añadiré solamente dos más con alguna reflexión posterior.

Txema Montero afirma que “en los años 1968-69 se produce el gran cambio político en nuestro país. Por primera vez se produce una transferencia de la religiosidad hacia la política, de la religión hacia la política: casi los mismos elementos aglutinadores alrededor de la religión, de la vida de Iglesia, nos llevaba a todos a la socialización”. Mayor Oreja, por su parte señala que en los inicios de ETA es “cuando la religión, mejor  las creencias, son desplazadas por el nacionalismo…El nacionalismo lo que hace es expulsar otras prioridades en las cabezas de las personas…La Iglesia vasca irrumpe no solo en el fenómeno del nacionalismo, sino también en el revolucionario, en ETA…Ha habido muchos curas que han apoyado a ETA. Incluso ha habido mucho cura secularizado que ha sido miembro de ETA. En el caso de los Obispos no lo creo. …algunos son más bien esclavos de la sociología. José María Setién, por ejemplo…”.

Respecto a la referencia a Setién como “esclavo de la sociología” me permito añadir, como sociólogo de profesión y teniendo en cuenta que colaboré hace años con él (de quien mantengo una excelente opinión aunque en algún punto creo que se equivocó), que de Setién se podrá decir mil y una cosas menos que hiciera análisis de sociólogo. Setién es, básicamente, una persona muy religiosa, que siempre ha pensado que, entre sus funciones episcopales, estaba la de trabajar para lograr la pacificación de Euskadi, a lo que dedicó muchos esfuerzos.

Pero más allá de la referencia al tan injusta y profusamente denostado Setién (la historia aquí también dejará las cosas en su sitio) no se puede negar la brusca y profunda secularización de Euskadi que suelo circunscribir, en su periodo álgido, a unos pocos años, de 1962 a 1975. El fervor religioso en muchas personas se trastocó en un fervor nacionalista a ultranza. Esquematizando, cabría decir que de un "culto a Dios” se produjo un traslado, en toda su emocionalidad, al "culto a Euskadi". Así Euskadi, Euskal Herria adquiere la fuerza del objetivo y objeto­ último frente al cual todo lo demás es secundario. Euskadi ala hil (Euskadi o muerte), Aberri ala hil (Patria o muerte) son dos manifestaciones que sintetizan bien lo que queremos expresar.

Pero esta Patria no será una patria cualquiera. No se tratará de la idílica patria de los antepasados "hijos de Aitor". Se tratará de la Patria vasca en la que se aunará el ideal nacional‑independentista (la creación del Estado vasco independiente de España y Francia) con la revolución socialista. Así se entenderá otro grito de radicalidad, aunque hoy un tanto apagado: Iraultza edo hil (Revolución o muerte). No se trata pues de una social‑democracia a lo propugnado por EA o por el PSE-EE, por ejemplo, sino de un socialismo revolucionario que transforme de punta a cabo la sociedad considerada estructuralmente injusta y solamente transformable mediante la revolución violenta, desechando explícitamente los mecanismos reformistas de la democracia pluralista. La denominación de Partido Comunista de las Tierras Vascas (PCTV/EHAK) que, en las elecciones de Abril de 2005, pasó el tamiz de la Ley de Partidos, es una última muestra de lo que decimos. El que no entienda esto no ha entendido nada de la persistencia de ETA entre nosotros.

Esta cuestión no suficiente estudiada (aunque hay, al menos que yo sepa, una tesis doctoral sobre este mismo tema) recibe el testimonio evidente en este libro de personas provenientes de horizontes políticos diversos, como acabamos de mostrar, que confiemos animen a investigadores futuros a profundizar en un punto clave de la reciente historia y sociología del País Vasco.

La losa de la violencia y el miedo

Hay una percepción relativamente extendida en la sociedad vasca de que en Euskadi se vive bien y, salvo por razones bien concretas y conocidas, (ETA y su mundo) los ciudadanos vascos prefieren hacer su vida en Euskadi. Sin embargo las cosas cambian no poco cuando las leemos desde el prisma político. En Euskadi, a tenor de las series temporales del Euskobarómetro entre los años 1989-2006, los vascos siempre han podido defender todas las ideas sin necesidad de recurrir a la violencia. Las cifras son apabullantes. Así pensaban el 80 % de los vascos el año 1989 y el 93 % el 2006 con escasas variaciones en los años considerados. Por el contrario el sentimiento de libertad de los vascos para hablar de política ha sufrido más cambios, básicamente en dos de las cuatro posibilidades de respuesta que les ofrecían las encuestas del Euskobarómetro: hablar con todo el mundo o hablar solamente con algunos que, si bien entre las dos cubren el 80 %, no debe desdeñarse ese 20 % de ciudadanos, más o menos, que afirman que no se puede hablar de política con “casi nadie” o con “nadie”. Esta proporción ha sufrido altibajos siendo los años 2000 – 2001 los de máxima fractura social entre lo que, en ese momento, se denominó “nacionalistas” y “constitucionalistas”. Es en ese periodo cuando encontramos el más bajo nivel de percepción social de que fuera posible hablar de política “con todo el mundo”. En definitiva cabe decir que, pese a la percepción inmensamente mayoritaria durante los últimos 30 años de que en Euskadi es posible defender todas las ideas políticas sin recurso a la violencia, sin embargo, el temor a expresar sin restricciones sus ideas políticas ha coartado, por miedo o por otras razones, a gran parte de la población. Este dato no debe ser olvidado y los testimonios recogidos en este libro lo muestran claramente y no debe ser olvidado o puesto en sordina.

Por otra parte, la violencia ha estado omnipresente en la sociedad vasca y está en la base de no pocas decisiones personales a la hora de involucrarse en la vida política de Euskadi. Presento a continuación algunos ejemplos, tanto del peso de la violencia como agente inductor a la acción política como de la losa personal que muchos han tenido que soportar por el acoso de los violentos.

Respecto del primer punto Txema Montero, por ejemplo, lo refiere así: “en la universidad me radicalizo porque empiezo a ver a gente que matan y torturan. Y anticipo ya el final de la historia: me” desradicalizo” cuando me doy cuenta que estoy formando parte de un proyecto de gente que mata y tortura. Esto puede parecer muy simple, pero es exactamente la historia de mi biografía política, tal y como yo la he vivido y como la veo en profundidad”. Para la biografía política de Maite Pagazaurtundua la violencia también fue determinante: “me afilié al PSOE después del asesinato de Enrique Casas…fue muy duro, fue tremendo, yo tenía 19 años y fui consciente de que no podíamos permanecer indiferentes ante el asesinato de los ciudadanos, en este caso de un político, porque no era nacionalista” . Y añade más adelante que “cuando mataron a mi hermano entré en una dimensión distinta”. Antonio Basagoiti dirá que “lo que me dio el empuje definitivo fue el asesinato de Ordoñez en San Sebastián. Porque aunque ETA siempre había asesinado, me pareció que estaba a atacando a todos aquellos a los que representaba Ordoñez. Eso me dio la motivación final para dedicarme a la política”

Los testimonios de políticos del PSE y del PP por los acosos de ETA son constantes y muchas veces escalofriantes. Así Corcuera, incluso siendo ministro, Iturgaiz desde que despuntó como político del PP, el miedo de Mayor Oreja cuando ETA quiere asesinar a todo lo sea de UCD. También a él cuando hacía footing entre San Sebastián y Orio en tiempos de la transición. Un fallo logístico de ETA (no consiguieron robar un segundo coche) lo impidió. También miedo a decir que eres español en Euskadi pues “las modas dominantes provocan miedo”. Fernando Barreda cuando afirma que “sé que mi familia lo ha pasado muy mal…pero nunca se me ha pasado por la cabeza dejarlo. Creo que tengo derecho a hacer lo que hago…y a mi por la amenaza no me van a impedir que haga lo que quiero hacer”.

Otro testimonio extremadamente elocuente y estremecedor es el de Jesús Eguiguren cuando exclama que  “a ojos de algunos soy un “filoetarra”... Eso no es que me preocupe pero me ofende. Soy una persona que vive amenazada desde hace treinta años, he pasado de la clandestinidad con Franco a la clandestinidad con ETA. No sé lo que es vivir con normalidad en la calle y sentirme seguro sin mirar hacia atrás…Y que esas cosas te las digan quienes viven tranquilamente en Madrid, en sus despachos…”. Me viene a la memoria como hace años un ertzaina me decía que cuando llevaban a misa a Atutxa los domingos, ni el propio Atutxa  sabía a que iglesia le iban a llevar…

El nacionalismo vasco, con intensidades diferentes, ha sido acusado si no de connivencia (que también) sí de equidistancia en el tema de sus comportamiento ante la  violencia etarra. Hay mil y un ejemplos en la mente de todos. Traslado, por su menor frecuencia y presencia mediática, una reflexión de cómo reacciona el mundo nacionalista ante esta acusación. Son palabras de Ibarretxe: “creo que si alguien ha tomado una actitud clara en contra de la violencia desde el primer momento, es precisamente el PNV. No creo que le sea imputable esa dimensión de no mostrarse con toda claridad en contra de la violencia…Somos conscientes de que muchas veces no lo hemos conseguido” Y añade a continuación, “pero es muy difícil que si un Presidente español dice que el lehendakari es de ETA, que el Gobierno vasco está mas cerca de los verdugos que de las víctimas; o si un delegado del Gobierno español en Euskadi dice que no se da la información a la Ertzaintza…Entiendo que la gente de buen corazón en España pueda pensar cosas de esa naturaleza, pero es  profundamente injusto. Es una estupidez política decir eso. Pero también decimos que la sensibilidad de la izquierda abertzale es una sensibilidad con la que hemos de hablar para tratar de buscar soluciones”. La cita es larga, quizás la más larga de todas las que traigo a este Prologo, pero creo que retrata a la perfección la quintaesencia del pensamiento de Ibarretxe. No solamente en el tema de la violencia.

“La reconciliación de los vascos es muy difícil. Tendrá que pasar un tiempo, quizás una generación”, dice Iturgaiz. Bastante más que una generación pienso yo. “No veo que el odio de unos a otros se vaya a ir”, de nuevo Iturgaiz, idea que también repite Recalde aunque más pensando en su familia que en sí mismo. En otro registro esta reflexión de Atutxa: “he sido odiado por los etarras pero yo no les odio a ellos” (en un rifirafe con Otegi en el Parlamento vasco), Atutxa defendido por Corcuera  con estas palabras: “No me parece nada razonable que se ponga en cuestión la actitud vital ante el terrorismo de uno de los hombres vivos al que mas veces ha intentado matar ETA. No me parece en absoluto responsable”.

Quiero terminar este punto, cruelmente central en la reciente historia de Euskadi, con el testimonio de Regina Otaola que nos relata lo que cuesta aprender a vivir con el miedo. “Una de las cosas más duras es tener que vivir con escolta permanentemente. Sabes que están ahí para defenderte, pero pierdes totalmente la libertad, no tienes ninguna”. Hay cambios de escoltas a menudo. Cuando le ponen ertzainas no le hace gracia porque”era la policía del PNV…e iban a saber si entro, si salgo, con quien entro, con quien salgo. Y, sin embargo, excepto una persona, fue estupendo: gente profesional que nos ayudaron mucho…Te enseñan a vivir sin rutinas. Nos enseñaron a romper con una vida organizada: si vas trabajar, a ver por donde vamos, cada día por un sitio diferente, por caminos diferentes, cambiar la hora de salida de casa…” Por otra parte el testimonio de Regina Otaola de su paso por Lizarza como alcaldesa (donde obtuvo 14 votos y donde no vive porque ya la habrían matado, “quemado”, dice) es un ejemplo del absurdo de la situación política del País Vasco. El drama de esta mujer, heroína a su pesar, llega al límite cuando dice que “yo también tendré que irme del PP”. Más por desengaño, hay que añadir.

Tres testimonios

Tres que podrían ser treinta y tres. En muchos momentos de este libro, más allá del político y de la trifulca política, muchas veces agria y descalificadora como hemos vislumbrado, aparece la persona en toda su humanidad. No creo que sea necesario comentario alguno a los tres testimonios que he seleccionado de entre los muchos que el lector encontrará en el texto.

Juan Mari Atutxa que ya se había enfrentado a ETA el año 1980 diciéndoles, cara a cara, en una cafetería de San Juan de Luz que no les pagaba el impuesto revolucionario (5 millones de pesetas de las de entonces), tiene que afrontar, años después siendo Consejero de Interior, una pancarta de los violentos que dice “Atutxa no es víctima es verdugo”. Detrás de esa pancarta un tío y dos primas de su mujer. Su mujer le pregunta a una de sus primas. ¿Crees que a Juan Mari hay que matarle?. Respuesta “hombre es que los presos y tal…”

Mayor Oreja rememorando cuando sus hijos eran pequeños recuerda que  “una cosa es tener miedo a que a ti te pase algo y otra estar angustiado de que si en el colegio a tus hijas, a tus hijos les han dicho esto, las han dado una paliza, o lo que sea”.

Javier Rojo dice a Natividad Rodriguez, la mujer de Fernando Buena, poco después de que su marido hubiera sido asesinado: “Nati, no sabes el odio que tengo, el rencor que tengo, la rabia y el odio que tengo dentro de mi contra estos por lo que nos han hecho”. Y se responde Nati” “Javier te estás equivocando, el odio no te perjudica mas que a ti, no te conduce a ninguna solución, y te hará que te equivoques en tus decisiones, tenemos que trabajar para que no haya mas muertos, que sería lo que Fernando hubiera querido y, sobretodo, que no hagamos lo que ellos quieren que hagamos, que es violentar y romper a una sociedad”. Como dirían otrora los franceses: “¡chapeau bas!”

Para acelerar el final de ETA

El meollo del asunto está en que ETA quiere imponer su proyecto político, el de siempre, del que no se ha movido un ápice desde hace cuarenta años: un estado vasco independiente, unificado (las siete provincias) euskaldun y socialista. Como no puede conseguir que prospere su proyecto por procedimientos democráticos, ya que la inmensa mayoría de vascos (también nacionalistas) no comulgamos con uno o más de esos objetivos, ETA recurre a la violencia. Este punto es clave. La violencia no es la consecuencia de un problema político no resuelto sino la  manifestación de la impotencia del MLNV para lograr que los vascos avalemos su proyecto.

La violencia de ETA es el mayor problema para la sociedad vasca y española. Problema social y personal pues conlleva que haya gente escoltada y amenazada y problema político pues impide que las diferencias políticas puedan ser abordadas, como en toda sociedad democrática: en las urnas sin el hálito de la pistola en la nuca. Pero la violencia es la moneda de cambio de ETA. La violencia es su única arma. ETA sin violencia (y los 150.000 vascos, por dar una cifra, que en grado diverso están detrás) no sería nada. Precisamente esto es lo que dificulta enormemente su desaparición y su derrota. Su desaparición porque ETA es consciente que sin violencia no son nada. Necesitan la violencia y la amenaza del terror para nos ocupemos de ellos, los demócratas y los violentos. De ahí que Balza diga que para ETA ahora se trata de “mantenimiento mínimo…que puede ser un atentado personal que para este lado es absolutamente dramático, pero a ellos les da seis meses más de existencia de ETA”.

Sin violencia solo les quedaría negociar la suerte de sus presos y, parece claro que aún no han llegado a ese punto. Y como hay miles de vascos que la apoyan, (insisto que en grados diversos) hace imposible su derrota militar o policial. Siempre habrá recambio.

El fracaso del tercer intento de final de ETA no es un punto final sino otro intento más fallido. Nada será igual (no hay ya treguas creíbles) pero tampoco radicalmente diferente. Personalmente sostengo, como otros líderes que he recordado en las líneas anteriores pero que no reproduzco aquí porque no quiero apoyarme en ellos sino en la posible bondad intrínseca del argumento, necesitamos actuar políticamente “como si ETA no existiera” y sacar a ETA del epicentro de la política española. Tampoco actuar en otros campos, el judicial particularmente, a tenor de lo que haga ETA. En “El Periódico de Catalunya” escribí tras el fracaso de la última tregua que “ANV, De Juana y Otegi son los mismos antes y después de la ruptura formal del último alto el fuego. Hay que volver al espíritu del Pacto de Ajuria Enea: demócratas frente a violentos. No confundir nacionalismo con terrorismo (además de falso, legitima a ETA), mucha inteligencia en los próximos contactos (que los habrá), menos publicidad a ETA (si no aceptan preguntas en sus ruedas de prensa ¿porqué acuden los periodistas?, les basta con un fax) y reconocer que necesitaremos apoyos y mediaciones fuera de España”.

Personalmente no creo que se trate de aislar a los violentos. Entre otras cosas porque es imposible. A quienes duden les pediría que hicieran memoria de familias, algunas con relevancia pública, en las que hay miembros en los extremos del espectro político vasco. Lo que hay que hacer es plantar cara a los violentos. Deslegitimando la violencia de ETA. Lo dice muy bien Balza, de nuevo, cuando reflexiona sobre cómo romper con el mundo abertzale en ciertos entornos. “¿Quién desacredita al mundo de HB en Ondarroa donde el 50 % de la población es de la izquierda abertzale?, se pregunta. Se deslegitima al mundo de la Izquierda Abertzale haciendo política en el pueblo, dando la cara, aguantando la caña allí”.

Eguiguren, por su parte, piensa que “ahora mismo se dan todas las circunstancias para que, si ETA decide parar, nadie le pida que siga. Mas bien creo que sus seguidores están deseando que esto acabe”. Ojalá pero, tengo que añadir, que todavía hay mucho adolescente que mira con beneplácito a ETA. Hace años escribí que los jóvenes fueron la cantera de ETA y podrían ser su tumba. A tenor de mis últimas investigaciones pienso que me equivoqué.

Egibar, por su parte, sostiene que “muchos del PNV no tienen ni puñetera idea de donde tienen el trigémino los de ETA. Si les aprietas el trigémino no les haces daño, es más: provocas cohesión interna. El efecto “erizo” es automático en la izquierda abertzale…ETA no acabará solo policialmente. Hasta Galindo lo reconocía. Y concluye diciendo “se puede terminar con todos los comandos, pero no con ETA”.

Me  temo que tiene razón y bien sabe Dios que me gustaría tener que comerme, mañana mismo, estas palabras. Sí, el final de ETA está en que su base social les abandone. Y aquí la responsabilidad de HB, bajo todas sus denominaciones es enorme. Salvo desistimiento de sus jefes y, en este punto, (improbable al día de hoy pero no imposible, como nos decía más arriba Eguiguren) la presión policial y la inteligencia judicial y penitenciaria pueden mucho, muchísimo. Podremos dudar y discutir “ad nauseam” si el final de ETA será dialogado o no. Pero nadie, que no esté en connivencia con ellos, negará que el lugar natural de todo terrorista sea la cárcel. Y las constantes detenciones minan, sin lugar a dudas, la capacidad operativa de ETA. Aunque no baste.

Cerrando ya estas páginas

Para los que hemos vivido esta parte de la historia vasca, en cuarta o quinta fila, este libro nos devuelve la memoria de nuestra propia historia vital. Para quienes, mas jóvenes o, habitando fuera de Euskal Herria (a mi también como a Recalde me gusta más este término) no lo hayan vivido con nuestra proximidad, este libro les ofrece un retrato coral, un fresco multiforme de estos últimos treinta años de la vida social, política y, aunque en menor medida, también cultural del País Vasco y, por ende de España. Relato escrito y fresco pintado en primera persona con la reconocida gobernanza literaria de Maria Antonia Iglesias que ha sabido, no solamente hacer las preguntas pertinentes sino lograr, en la mayoría de los casos, las respuestas que todo lector y estudioso está en el derecho de conocer. De ahí que este libro, a caballo entre el relato histórico, el análisis sociológico y el perfil biográfico, en cada uno de los entrevistados y mas aún, en el choque que proporciona al lector al termino de su lectura global, esté llamado a convertirse en un referente imprescindible para quien desee conocer la realidad de la sociedad vasca de estos últimos años. 

Donostia San Sebastián 14 de diciembre de 2008

Javier Elzo

(Catedrático Emérito de Sociología en la Universidad de Deusto)

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