La familia como agente de
socialización en la sociedad del siglo XXI
(Texto de la
Conferencia de Javier Elzo en el marco de las II Conversas Pedagóxicas organizadas por la Universidad de Vigo,
Campus de Ourense, Facultad de Ciencias de la Educación , Area de
Teoría e Historia de la Educación. Publicado
en (páginas 19-45) en Carmen Benso Calvo y
Carmen Pereira Domínguez (Coords.) “Familia y Escuela. El reto de educar en el
siglo XXI”. Libro de Ponencias de las Conversaciones Pedagógicas organizadas
por la Universidad
de Vigo los años 2003 y 2005, con la colaboración de Fundación Santa María.
Edita Concello de Ourense. Ourense 2007, 309 páginas.
Esquema de la conferencia:
Introducción. La particular forma de socialización de la
juventud actual.
1. Breve presentación de los
principales agentes de socialización desde una visión diacrónica y sincrónica.
Los
agentes de socialización :
- familia
- grupo de pares
- escuela
- medios de comunicación
- Iglesia
- otros (Internet...)
2. El análisis específico de la familia como agente de socialización
- familia
- grupo de pares
- escuela
- medios de comunicación
- Iglesia
- otros (Internet...)
2. El análisis específico de la familia como agente de socialización
3. La familia
como agente específico de socialización religiosa en la juventud española
4. Una tipología de familias
españolas. Cuatro modelos de familia atendiendo a su capacidad socializadora
- familia endogámica
- familia conflictiva
- familia nominal
- familia adaptativa
5. Concluyendo
- familia conflictiva
- familia nominal
- familia adaptativa
5. Concluyendo
Introducción: la particular
forma de socialización de la juventud actual.
Cuando
abordo los temas de juventud suelo hacerlo con tres tesis de fondo: la multiplicidad
de modelos juveniles, lo que nos hace decir que no hay juventud sino jóvenes,
la importancia de la contextualización del hacerse juvenil y, en tercer lugar,
el particular modo de socialización de los jóvenes de hoy. Voy a comenzar esta
conferencia con este tercer aspecto.
Entre los jóvenes y
adolescentes de la llamada postmodernidad, en el ámbito occidental, la
socialización se realiza más bien desde la experimentación grupal (compartir y
ensayar conductas y valores) con otros adolescentes y jóvenes y no tanto
desde la reproducción de lo transmitido
por otras instancias históricas de socialización como la familia, la escuela,
las iglesias, los partidos políticos e, incluso, los medios de comunicación social. Estos factores
clásicos de socialización parecen haber
perdido su capacidad de socialización, con la excepción de la familia, en los
últimos tiempos, importancia, fundamentalmente
como estructura en la cual la socialización de los adolescentes se lleva
a cabo, como indicaremos más abajo. Precisando más, cabría decir que, respecto
de los agentes tradicionales de socialización que acabo de señalar, los
jóvenes actuales adoptan una actitud de recepción distante, lo que hace que,
más que reproductores aún críticos de normas, valores, cosmovisiones, etc., los
jóvenes deconstruyen y reconstruyen, desde sus experiencias - principalmente,
aunque no exclusivamente, grupales-, lo que los agentes tradicionales de
socialización les transmiten, produciendo así construcciones nómicas personales
que, desde la perspectiva de los agentes de socialización, pueden ser vistas
como incoherentes, fragmentarias, heterodoxas etc., pero que, sin embargo, para
los propios jóvenes tienen la virtualidad de ser propias, por construidas por
ellos mismos y, no pocas veces aunque no siempre, con una coherencia interna
difícil de percibir desde fuera. En este proceso, precario muchas veces, los
jóvenes construyen sus propios esquemas y modelos de comprensión de la realidad
social en la que viven y con la que se hacen. Es como un gigantesco puzzle
conformado por fichas de diversas características, (imperativas, sugerentes,
provocativas..) provenientes de diferentes instancias (familiares, escolares
mediáticas, del grupo de pares..) con las que arman, generalmente sin modelo
referencial, sus propios e individuos constructos adaptados a las diferentes
realidades que conforman su vida (recreativa, de estudios, de trabajo,
familiar, amorosa..), constructos que hacen validar por el tamiz de la
experimentación y de su utilidad personal. Desde esta perspectiva sitúo yo la
calificación de "individualista" que se atribuye al joven de hoy, sin
dar necesariamente (ni sobre todo únicamente) a esta apelación la connotación
de egoísmo o autismo social, sino más bien la de autoconstrucción del ser
joven.
- Breve presentación de los
principales agentes de socialización desde una visión diacrónica y
sincrónica.
En los estudios
sobre la juventud de la Fundación Santa María se analiza en diferentes
capítulos esta cuestión central (uno de los ejes transversales de todas las
investigaciones de la Fundación), abordada bajo la fórmula de preguntarles, muy
al inicio del cuestionario: “Dónde piensas
tu que se dicen las cosas más importantes en cuanto a ideas e interpretaciones
del mundo”. Es una cuestión ya clásica de los estudios de juventud donde se
incide en la importancia de los valores (y sus agentes de transmisión) para
comprender los comportamientos de las personas. En la tabla 1 presentamos la
evolución en los últimos años (desde que tenemos la cuestión así formulada) del
“locus” donde según los jóvenes españoles se dicen las cosas más importantes
para orientarse en la vida.
Tabla
1
Dónde se dicen las cosas más importantes en cuanto a ideas
e interpretaciones del mundo
|
1989
|
1994
|
1999
|
1999-1989
|
En casa, con
la familia
|
23
|
50
|
53
|
+30 %
|
Entre los
amigos
|
31
|
35
|
47
|
+16 %
|
En los medios
de comunicación
|
34
|
30
|
34
|
=
|
En los libros
|
28
|
20
|
22
|
–6 %
|
En los
centros de enseñanza (profesores)
|
14
|
21
|
19
|
+5 %
|
En la Iglesia
(sacerdotes, parroquias, obispos)
|
16
|
4
|
3
|
–13 %
|
En los
partidos políticos**
|
16
|
4
|
–
|
–14 %
|
En otros
|
4
|
1
|
1
|
–3 %
|
En ningún
sitio
|
8
|
2
|
3
|
–5 %
|
Ns/Nc
|
4
|
0,4
|
–
|
–4 %
|
N=
|
4.548
|
2.028
|
3.853
|
|
* La suma de respuestas es superior a 100% en cada columna porque los jóvenes podían dar tantas
respuestas, indicar tantos espacios de socialización quisieran.
** No
se preguntó por los partidos políticos el año 1999. Nadie los mencionó en el
test piloto.
Fuente:
Jóvenes españoles 99. Fundación Santa María, Ediciones SM.
El medio más influyente, por tanto, es el de los grupos primarios:
familia y amigos. Que, además, ha ido ganando terreno a través de los años, en
detrimento de los libros y con fluctuaciones la escuela. Los medios de
comunicación convencionales (prensa, radio y TV) vienen luego, manteniéndose en
esta posición a lo largo de los años. Y los que siguen perdiendo fuerza son los
medios institucionales: Iglesia y partidos. La Iglesia y los partidos
políticos, asociaciones de carácter ideológico en sentido amplio, han dejado
prácticamente de contar como agencias de socialización. En 1989 eran citadas
cada una por el 16% de jóvenes; en 1994 por un 4%. En 1999 se omitió por
irrelevante la cuestión sobre la influencia socializadora de los partidos
políticos (nadie los señaló en el test piloto) y se mantuvo la de la Iglesia.
¿Resultado? Solo la citaron el 3%. “Voz débil, casi imperceptible, la de la
Iglesia católica en este esencial terreno”, señala González Anleo comentando estas
cifras.
La red social de los amigos ha registrado un fuerte ascenso en los
jóvenes como agente de socialización. Con ello se le da todavía más peso a los
grupos primarios frente a los institucionales, lo que es una tendencia que ya
se venía produciendo años atrás. Esto es indicador evidente del espacio
privilegiado que ocupan en la socialización juvenil. En efecto, los amigos
conforman el espacio en el que las relaciones están menos formalizadas, son más
horizontales (junto a los medios de comunicación; pero frente a estos, los
adolescentes son más pasivos y con menor o nula interacción), son más próximas,
con todo lo que ello conlleva de participación en experiencias comunes, muchas
veces en un marco no normativizado (o no formal y visiblemente normativizado),
con la percepción de vivir en libertad, de estar con los suyos, sin tutelas,
aspectos estos que, en plena edad de experimentación y descubrimiento, tienen
una capacidad de penetración, quizá epidérmica o puntual, pero no por ello
menos trascendente en un período de su vida, en el período que ahora están
viviendo. Añadamos que en este ámbito la noche, la dimensión de la noche es
central en la socialización de los adolescentes españoles.
Volviendo al tema de la familia, González Anleo, comentando la tabla
anterior (Jóvenes españoles 99, pág. 125) y la evolución de los agentes
de socialización, indica que “aunque en la tabla anterior se ha manejado un
solo indicador, los datos apuntan inequívocamente el papel central de la
familia en la socialización, seguida ahora muy de cerca por el grupo de amigos,
que hace diez años la superaba en influencia socializadora. El papel y poder
socializador de los padres ha sido recientemente puesto en duda por Fernando
Savater, que ha hablado del eclipse de la familia (1997: 55-89), atribuyéndolo
a la crisis de autoridad de la familia y a la influencia de la TV que desvela a
los niños los misterios de la vida, les disipa las nieblas cautelares de la
ignorancia, lo cuenta todo..., actuando así de catalizador y acelerador de los
ingredientes de la educación infantil. Pero la tabla no deja lugar a dudas: la
familia sigue ocupando un puesto privilegiado en la transmisión de saberes
fundamentales, no solo de hábitos, habilidades y pautas de convivencia”.
Estando plenamente de acuerdo con González Anleo, pues es tema que hemos
abordado, incluso conjuntamente en el ámbito religioso en numerosas
discusiones, quisiera profundizar en ello más adelante, cuando aborde el tema
específico de la familia, pero ya desde ahora avanzando en los diferentes
agentes de socialización en un ámbito concreto: el de la socialización
religiosa.
Detengámonos
previamente, aún de forma breve, en la distribución por género y edad de los
resultados de la tabla anterior pero limitados al año 1999. Es lo que puede
consultarse en la tabla 2.
Tabla
2
¿Dónde
se dicen, para ti, las cosas más importantes en cuanto a ideas e
interpretaciones del mundo?
(Respuestas en porcentajes*, según
género y edad)
|
|
Género
|
Edad
|
|||
|
99
|
H
|
M
|
15-17
|
18-20
|
21-24
|
En casa, con la
familia
|
53
|
50
|
56
|
53
|
51
|
55
|
Entre los
amigos
|
47
|
48
|
46
|
44
|
48
|
49
|
En los medios
de comunicación
|
34
|
33
|
34
|
31
|
35
|
34
|
En los libros
|
22
|
21
|
23
|
18
|
22
|
25
|
En los
centros de enseñanza (profesores)
|
19
|
17
|
20
|
23
|
17
|
16
|
En la Iglesia
(sacerdotes, parroquias, obispos)
|
2,7
|
2.6
|
2,8
|
3,9
|
2,0
|
2,3
|
En otros
|
0,6
|
0,6
|
0,7
|
0,1
|
0,6
|
1,1
|
En ningún
sitio
|
2,6
|
3,0
|
2,2
|
1,9
|
2,7
|
3,1
|
Ns/Nc
|
1,1
|
1,4
|
0,7
|
1,6
|
0,6
|
1,0
|
N
|
3.853
|
1.966
|
1.887
|
1.188
|
1.162
|
1.503
|
Fuente: Jóvenes españoles 99.
Fundación Santa María, Ediciones SM.
Si analizamos los datos atendiendo al género y edad de los
adolescentes y jóvenes constatamos lo siguiente. En lo que al género se refiere
hay que decir que apenas hay diferencias en las estimaciones de los chicos y de
las chicas. Para ellos y para ellas el ranking es el mismo. Las chicas
se decantan ligeramente al alza, por conceder más importancia que los chicos a
la familia, a la escuela y a los libros. Los chicos, por su parte, también muy
ligeramente por encima de las chicas, se decantan por dar más importancia a los
amigos.
Respecto de la edad, hay que resaltar que la importancia de la
familia, como espacio de socialización, es prácticamente idéntica en cualquier
franja de edad considerada. Si me apuran señalaría que es entre los 18 y 20
años cuando desciende un tanto el papel de la familia, en la primera juventud,
para remontar, perceptiblemente, en la segunda, entre los 21 y los 24 años.
Pero todo dentro de unos valores similares. Esto nos hace decir que estamos
ante un fenómeno de generación y no ante un fenómeno de edad. Estamos ante
una nueva generación, una generación diferente de otras generaciones, incluso
próximas en el tiempo. Sin ir más lejos, los jóvenes españoles de los ochenta
(y en gran medida también los europeos) son diferentes de estos de final de
siglo.
Por lo demás, los amigos adquieren una mayor relevancia a medida que
avanzan en edad, así como los libros, descendiendo por el contrario, al ir
haciéndose mayores, la importancia que conceden a la escuela. En fin, los
medios de comunicación social aparecen como factores de socialización con el
mismo peso, independientemente de la edad. Pero lo esencial, de ahí el
subrayado, es que estamos ante un fenómeno de generación que va más allá de la
edad y del género.
De todas las maneras tamaña cuestión no cabe zanjarla con unas pocas
tablas, aún en su evolución en el tiempo. Tampoco es suficiente señalar que en
otras investigaciones se llega a las mismas consideraciones. Así en nuestra
serie Drogas y Escuela de la que presentamos la sexta investigación en febrero
de 2003, así como en los estudios de Injuve, de los del Grupo Europeo de
Estudio de los valores en sus aplicaciones a España etc., etc. Es preciso
profundizar más en esta cuestión. Al publicar la investigación “Jóvenes
Españoles 99” y, después, en mi participación en diferentes foros y en
publicaciones diversas, he ido avanzando en esta cuestión. Resumiría así mi
posición.
La familia ocupa un espacio central en la vida de los jóvenes. De esto
no hay duda. Los jóvenes españoles de 15 a 24 años viven con sus padres en su gran
mayoría: el 92,5%. El resto lo hacen con su mujer, con su pareja el 4%, solos
el 1,4%, con un amigo el 1,2%, y el 0,9 % en otras situaciones. Pero entre los
adolescentes en edades comprendidas entre los 15 y los 17 años el 98,6% viven
con sus padres. Anotemos también que los
jóvenes españoles, después de los italianos, son los jóvenes europeos que más
tarde abandonan el hogar familiar. Aunque no fuera más que por estos
elementales datos estadísticos, podemos pensar que hay una realidad sociológica
específica a la familia española en el universo simbólico de la sociedad
española. Además, las Encuestas de la juventud, desde 1960 hasta 1999, nos
señalan que el anclaje de los jóvenes españoles en su familia viene de hace más
de cuarenta años. Es lo que nos indica la tabla 3.
Tabla
3
Evolución
del tipo de convivencia de los jóvenes desde 1960 hasta el año 2002
(En
porcentajes)
|
1960
|
1975
|
1989
|
1994
|
1998
|
2002
|
||||||||
Con los
padres................................
|
90,5
|
80,7
|
89
|
90
|
93
|
87
|
||||||||
Con alguien
de la familia...............
|
3,6
|
3,1
|
*
|
*
|
*
|
|
||||||||
Con
mujer/marido..........................
|
|
|
6
|
6
|
2
|
4
|
||||||||
Con
compañera/compañero............
|
|
|
1
|
1
|
2
|
|
||||||||
Con amigo/a o
grupo de amigos.....
|
|
|
1
|
1
|
1
|
6
|
||||||||
Solo/a..............................................
|
|
|
1
|
1
|
1
|
|
||||||||
Otros...............................................
|
|
|
3
|
1
|
1
|
3
|
||||||||
En residencia
o pensión..................
|
2,4
|
6,8
|
|
|
|
|
||||||||
En piso de
alquiler o propio...........
|
1,2
|
7,3
|
|
|
|
|
||||||||
Colegio Mayor................................
|
0,5
|
2,1
|
|
|
|
|
||||||||
No contesta.....................................
|
1,8
|
--
|
|
|
|
|
||||||||
N=....................................................
|
1.316
|
3.347
|
4.548
|
2.208
|
3.853
|
1.075
|
||||||||
Fuente: Estudios de la Fundación Santa María.
Elaboración hasta 1999, Pedro González Blasco en Jóvenes españoles 99,
página, 197. Los datos de 2002 son inéditos y provienen de una investigación en
fase de estudio de la Fundación Santa
María.
La tabla muestra una más que llamativa persistencia del nicho familiar
como lugar donde habitan nuestros adolescentes. Nueve de cada diez adolescentes
españoles entre los 15 y los 24 años siguen viviendo con sus padres. Las
diferencias son escasas a lo largo de cuatro décadas, luego más de dos
generaciones. Será difícil encontrar en la sociología española de los últimos
cuarenta años una tabla similar a la presente. La sociedad española, en la que
se han producido cambios profundos, mantiene por el contrario una continuidad
en la “fidelidad” de los adolescentes españoles al hábitat familiar. Tanto
cuando la evolución demográfica señalaba un número grande de hijos por familia
(hasta el año 1990, más o menos) como cuando la media de un hijo por familia es
la norma. La evolución de valores (liberalidad en las relaciones sexuales,
aumento de las parejas de hecho, descenso de los matrimonios canónicos), así
como el aumento de las parejas separadas o divorciadas, no tienen correlato con
la salida de los hijos del hogar familiar. La explicación del paro juvenil es
absolutamente insuficiente para explicar este estado de cosas, pues hemos
pasado de períodos de casi pleno empleo a dar las mayores tasas de paro juvenil
en Europa, triplicando incluso las cifras de la media europea, para abocar a
trasladar el tema del empleo de su mayor o menor frecuencia a la cuestión de
calidad del empleo exigible, situación en la que nos encontramos actualmente en
la gran mayoría de la geografía española. Algo similar cabe decir del tema de
la vivienda, por señalar los dos órdenes de factores que se esgrimen
habitualmente para explicar la persistencia de los jóvenes españoles en su
hogar, que solo encuentra parangón en Europa, en la sociedad italiana (ver Elzo
98).
Pero no solamente eso. Los jóvenes dicen estar contentos con sus
padres, y nada menos que el 70% consideran a la familia como una institución “muy importante” en sus vidas. Además,
más del 80% de los jóvenes participan de un concepto e imagen de la familia
como espacio seguro de estabilidad en el que la educación de los hijos está por
encima de todo, incluso del dinero, y ello sin distinción significativa por
edad, sexo, clase social y estudios. Sus
niveles de compenetración consensual con sus padres, en aumento en los últimos
años, son muy elevados, especialmente en lo tocante, precisamente, a temas
familiares, de trabajo, política y religión, aunque menos en lo referente a
cuestiones relacionadas con la vida de pareja, vida sexual y ocio y tiempo
libre. Este dato se correlaciona muy bien con otros muchos. Por ejemplo, hoy
los jóvenes discuten menos que hace cinco años con sus padres. Un reciente
estudio de la Fundación Santa María sobre valores y pautas de interacción familiar
confirma estas tesis. Dicen sus autores, en las conclusiones del trabajo, que
no existe, en las relaciones parentales con hijos adolescentes, la ruptura y
conflicto que caracterizan el llamado vacío generacional. Los padres afirman
que están unidos a sus hijos y que las relaciones son satisfactorias y reflejan
estabilidad y ausencia de conflicto (Pérez-Alonso y Canovas 2002, 224).
Precisamente nos parece muy importante detenerse en los ámbitos o
circunstancias por los que suelen discutir los jóvenes con sus padres. Estos
son, por orden descendente de importancia: la (no) colaboración en los trabajos
domésticos, la hora de llegar a casa las noches de los fines de semana (aunque
aquí con una muy significativa y esclarecedora mayor permisividad o tolerancia paterna –mejor,
materna– que hace, no más de cinco o seis años), la relación con los estudios,
la relación con el dinero, por la hora de levantarse, por pasarse con el
alcohol, por los amigos que tienen y, ya en los últimos lugares, y para un
escaso 5% de jóvenes, por temas políticos y religiosos. Todo esto es más
importante de lo que a primera vista cabría pensar, pues indica la demanda de
autonomía de los jóvenes, no en el campo de las grandes ideas y concepciones
del mundo y de la sociedad, sino en la gestión de su vida cotidiana, pese a que
digan que se sienten libres.
Esto no quiere decir, en
absoluto, que las grandes ideas y concepciones hayan perdido importancia, sino
que se han trasladado a la vida diaria, a las relaciones más proxémicas, a la cohabitación
en las relaciones primarias, las más consensuales y las menos contractuales,
las más espontáneas y las menos formalizadas, a la instauración del yo, a la
creación (y recreación) del mundo nómico, al uso y utilización del tiempo,
especialmente el del tiempo no normativizado por la escuela o el trabajo.
En una sociedad en la que los
valores de libertad (libertad “de”, que se decía en la generación anterior) están
sacralizados, no solamente en la tematización ideológica sino en la práctica
consuetudinaria, los jóvenes que se perciben y se sienten libres en todas las
grandes cuestiones ideológicas denotan, aún de forma no explicitada, falta de
libertad (libertad “para”, esta vez) en el ámbito de la cotidianidad, de lo diario, de sus relaciones
con su pareja, con sus amigos, con su tiempo libre. Mayo del 68 se ha
instaurado en la sociedad española en su máxima del “prohibido prohibir”, como
un gran referente ideológico de cambio de una sociedad supuestamente represiva
y timorata a otra en la que todo límite, en el ámbito de las relaciones
personales, sencillamente no es
plausible. Claro que los que han introducido los "ideales" del Mayo
del 68 son los padres de los actuales jóvenes, pues estos, obviamente, no
vivieron aquel contexto.
Más aún, no pocos jóvenes se sienten molestos cuando los adultos,
tachándolos de conformistas, indolentes y consentidos, blandimos nuestros
intentos de revolución (frustrada) con el ejemplo del parisino Mayo del 68.
Nuestros hijos viven las consecuencias de la implementación en nuestras vidas
cotidianas de algunas de las máximas de nuestra revuelta. Pero con muchos años
menos, con más medios que nosotros (medios materiales quiero decir) y tras
haber conocido la historia de las grandes revoluciones, que terminó definitivamente,
para la actual generación adulta, con la caída del muro de Berlín.
Esta es una de las perspectivas desde donde hay que entender las
relaciones de los jóvenes con la familia y con sus padres: muy buenas si no
excelentes (para uno de cada dos jóvenes), con prácticamente nulos espacios de
fricción en cuestiones ideológicas o “trascendentes”, limitándose los
conflictos al hecho de una prolongada cohabitación que se da de bruces con un
sistema de valores omnipresente que coloca en su firmamento la utopía de la
autonomía personal, el self-made
woman y el self-made man.
La
inmensa mayoría de los jóvenes viven con sus padres, ya lo hemos dicho, pero
preguntados con quién les gustaría vivir, hoy, si pudieran, encontramos
porcentajes significativos de jóvenes que quisieran vivir en otras condiciones,
con su pareja (22%), con amigos (15%) o solos (11%). Últimamente parece que se
refuerza la tendencia o aspiración a la cohabitación juvenil, “nuevo tipo de
noviazgo” en opinión de Ángeles Valero. “Vivir con mi pareja” puede ser una
alternativa al matrimonio monogámico nuclear si esas uniones son estables y
fecundas, pero habitualmente son frágiles y poco fecundas. Así y todo, estamos
ante cifras muy escasas en comparación con las que encontramos en otros lares.
Digámoslo rápidamente: nuestros jóvenes son muy homologables a los jóvenes
europeos, pero una especificidad española, no solamente de la juventud sino de
la sociedad toda, nos parece que reside en lo que la familia tradicional
todavía significa entre nosotros.
2. El análisis específico de
la familia como agente de socialización
Retomemos el hilo de la familia como espacio de socialización. No hay
unanimidad a la hora de determinar hasta qué punto la familia es espacio de
socialización. Brevemente, mi posición ante esta cuestión la vengo reflejando,
aún con otras palabras, de la siguiente manera, dedde una visión generalista
antes de abordar la tipología de familias.
1. La capacidad socializadora de la familia depende fundamentalmente de
la estructura interna de la propia familia. Allí donde haya una familia con una
consistencia ideológica y emocional sólida no hay instancia socializadora que
sea más potente a la hora de conformar hábitos, estructuras de pensamientos,
actitudes, valores, etc. Esto pasa por factores diversos, de los que citaré los
siguientes: armonía en los padres, tiempo dedicado a los hijos, estilos de
vida, ausencia o presencia de un proyecto de vida familiar. Dicho llana, y
banalmente dirán no pocos, una familia es tanto más socializadora cuanta más
familia sea. Esta afirmación de fondo, que sigo manteniendo, exige algún tipo
de prueba empírica, solidamente fundamentada. Es lo que nos ofrece el estudio
de la FAD que se presentó en noviembre de 2002 (E. Megias. FAD 2002) del que
nos ocuparemos profusamente en la segunda parte de este texto.
2. Claro que lo anterior vale
para hoy y para todos los tiempos. Y es sabido, muchos sociólogos del fenómeno
familiar nos lo advierten machaconamente (me vienen a la memoria los nombre de
Meil, Flaquer, Alberdi, Iglesias de Ussell, Salustiano del Campo, Gil Calvo,
Valdivia...), que hay nuevos modelos familiares. En efecto, dentro de una
inserción social de la mujer innegable y bienvenida, dentro de un eclipse no
menos innegable, sociológicamente compresivo aunque no tan bienvenido de la
figura del padre, ante una implantación del “no prohibir” en la actual generación de padres, como ya he señalado más
arriba, no es menos cierto que la impronta de la familia, del linaje familiar
incluso, de la familia extensa, del apego de los padres a los hijos y de
estos a sus padres y, no se olvide, de
la herencia, no por difusa menos real, de la catolicidad en la concepción
familiar en España (como en Italia y como en Irlanda), todas estas y otras
razones, que seguro olvido, configuran la particular importancia de la
estructura familiar en la sociedad española. De la estructura familiar
inmensamente mayoritaria, la conformada por un padre, una madre y sus hijos
naturales, escasos ciertamente, uno o dos.
3. Parece cierto, por el contrario, que hay poco intercambio de
contenidos temáticos en el seno familiar (Elzo 2000). No hay adoctrinamiento,
incluso en el sentido más noble del término. Lo sabemos, por ejemplo, en la
falla gigantesca que se ha producido en la transmisión de la dimensión
religiosa, detectada incluso por estudiosos de otros países (Campiche, R
1997), aunque en este punto lo que quizá
sucede es que los padres de los jóvenes actuales han dejado de ser religiosos,
se han secularizado y es esa secularización la que transmiten a sus hijos.
Volveremos inmediatamente a este punto no suficientemente estudiado en la
sociología española reciente.
4. Así mismo hemos sostenido que la familia española no tiene gran
capacidad de socialización a la hora de configurar esquemas referenciales
sólidos, a la hora de transmitir esquemas de valores suficientemente
estructurados, construidos, defendidos, legitimados. Vamos a repetirlo, aquí
también, con las palabras de Martín Serrano
y Velarde Hermida cuando, haciéndose eco del auge de los sentimientos xenófobos
en la juventud española, señalan que “en nuestra época la matriz del autoritarismo estaría en la impotencia
más que en la prepotencia de los padres”. Impotencia que se manifiesta
cuando en el hogar familiar domina la anomía.
Entendiendo por tal la dificultad de proporcionar a los hijos –sobre todo durante la adolescencia– criterios normativos seguros y estables. Es
decir, unos valores sociales que al tiempo sean abiertos y eficaces para
desenvolverse en las condiciones reales de existencia. (Martín Serrano 96: 26).
Todo esto nos lleva a dos consideraciones básicas, por muy elementales
que parezcan. En primer lugar en la necesidad de diferenciar agentes y
circunstancias de socialización fuerte respecto de las socializaciones de
carácter más débil, por un lado y, conjuntamente con lo anterior, en la
perentoria necesidad de tipologizar los modelos familiares, atendiendo también
a su capacidad socializadora.
Pero antes de entrar en la tipología de familias, queremos mostrar un
ejemplo de socialización débil, por parte de la familia, en la sociedad
española actual. Nos referimos a la socialización religiosa.
3. La familia como agente
específico de socialización religiosa en la juventud española
En abril y mayo
del año 2002 se ha efectuado el trabajo de campo de una nueva investigación
promovida por la Fundación Santa María que pretende estudiar la dimensión socio
religiosa de la juventud española. El estudio lo dirige Juan González Anleo y
trabajamos conjuntamente con él Pedro González Blasco y yo mismo. Un punto es
el del papel de los diferentes agentes de socialización juvenil, pero
específicamente en su dimensión religiosa.
Pues bien, el papel de la familia en la socialización juvenil se
mantiene también en su dimensión religiosa, en la socialización religiosa, pese
a la falla experimentada en los últimos años. Es la familia la que en más alto
grado ha influido en las ideas y posturas que mantienen los jóvenes españoles
en el terreno religioso. El 60% de los jóvenes así lo señala. A gran distancia
vienen las demás opciones posibles. Pero vale la pena detenerse, aun
brevemente, en el ranking de las mismas. Después de la familia, lo que
ven en la sociedad, en su entorno, en la calle aparece señalado en segundo
lugar. Así si el 60% de los jóvenes españoles señalaban a la familia como el
“locus” por excelencia donde se dicen las cosas que les influyen en sus
posturas religiosas, el 30% señalan a la calle, al entorno en el que viven, a
la sociedad en general. En tercer lugar, prácticamente con el mismo porcentaje
de menciones, encontramos a “algún profesor” (15% lo señalan) y “lo que veo en
la Iglesia y en los curas” (14% de menciones). En valores ya más bajos, “algún
amigo o amiga” (12%), “otra persona mayor” (8%), “la TV, radio o prensa” (6%),
mismo porcentaje que “los libros” (6%), y cerrando la tabla “mi pareja” (los
que tienen, claro está, con el 3% de menciones, y “las revistas”, con el 0% de
menciones a nivel nacional. No hemos olvidado, pero lo dejamos al final, el 16%
que señalan que en ninguno de los sitios anteriores encuentran su espacio de
socialización religiosa.
La relación de estos datos es sumamente sugerente. En efecto, este ranking
nos dice también en qué espacios, para el conjunto de los jóvenes españoles, la
dimensión religiosa tiene presencia y en cuáles no. Familia en destacado lugar,
la calle en segundo lugar y la escuela (algún profesor más exactamente) y la
iglesia o los curas, muy en tercer lugar, son los “loci” por excelencia de la
socialización religiosa de nuestros jóvenes. Los amigos y los medios de
comunicación social, tan importantes en la socialización general, prácticamente
no tienen incidencia alguna en la socialización religiosa. Los libros tampoco.
Las revistas que leen menos, lo que se entenderá muy bien si se consulta la
lista de revistas que leen los adolescentes (Elzo, El silencio de los
adolescentes, págs. 189 y 191). Pero todo lo anterior, no es sino
manifestación de una socialización débil.
En efecto, en ese
mismo estudio también se formulaba la cuestión de la vocación religiosa
profundizando en la cuestión ya experimentada en el estudio de 1999. Así, a los
jóvenes que previamente habían indicado que en alguna ocasión pensaron en la
vida religiosa o sacerdotal como una posibilidad en su vida, se les formuló la
cuestión de saber en qué ámbito o momento surgió esa posibilidad. Trasladamos sus respuestas a la
tabla 4.
Tabla
4
Para los jóvenes que
previamente han indicado que en alguna ocasión
pensaron en la vida
religiosa o sacerdotal como una posibilidad en su vida,
¿en qué ámbito o momento
surgió esa posibilidad?
(Respuesta múltiple sin limitación de
menciones.
En porcentajes
ordenados según menciones).
· En el colegio o la escuela............................................................................
|
44 %
|
· En la parroquia.............................................................................................
|
33 %
|
· En otra ocasión.............................................................................................
|
24 %
|
· En grupos de confirmación o de catequesis................................................
|
20 %
|
· Por el influjo o el ejemplo de un cura,
religioso o religiosa que conozco personalmente..............................................................................................
|
20 %
|
· En la familia.................................................................................................
|
17 %
|
· En un grupo de oración o meditación..........................................................
|
17 %
|
· En un grupo de amigos................................................................................
|
11 %
|
· Por el influjo o el ejemplo de un cura,
religioso o religiosa que he conocido.......................................................................................................
|
7 %
|
· A través de la TV, radio, prensa..................................................................
|
–
|
· Con motivo de los encuentros del Papa con
los jóvenes, aunque tú no hayas asistido...............................................................................................
|
2 %
|
· Con ocasión de la Confirmación, una romería,
una peregrinación.............
|
2 %
|
N=
|
62
|
Señalemos en primer lugar que el porcentaje de jóvenes que indican
haber pensado en alguna ocasión, en su vida, en la posibilidad de hacerse
religioso, religiosa o sacerdote es del 6,6% del total. Esta cifra en la
encuesta del año 99 era del 6,4 %. La similitud de ambas cifras es una garantía
de que la realidad debe andar en esos valores. (Así y todo, hay que recordar
que el estudio del año 2002 comienza en los 13 años, mientras que el del año 2002,
a partir de los 15.) Con esa base numérica se ha construido la tabla 4, luego
los porcentajes hay que leerlos con cierto cuidado.
Sin embargo hay diferencias sensibles que permiten llegar a
conclusiones relativamente seguras. La fundamental es la siguiente: el ranking
de instituciones o entidades donde la socialización religiosa es más importante
cambia de forma sustancial cuando hablamos de decisiones fuertes (aun cuando no
prosperen), como es el hecho de pensar en la posibilidad de una vocación religiosa,
del ranking que acabamos de mostrar respecto de ideas y posturas en
materia religiosa, expresión mucho más suave y, sobre todo, sin compromiso
alguno y sin dirección específica, sea hacia planteamientos religiosos, planteamientos
no religiosos o indiferentes. Ahora constatamos que, cuando hablamos de
decisiones que pueden entrañar compromisos duraderos, la escuela o colegio y la
parroquia, por este orden, destacan de forma clara, así como, aunque ya en un
rango menor, los grupos de confirmación y catequesis, oración, sin olvidar el
ejemplo de un cura, religioso o religiosa que el joven conoce personalmente.
Solamente después es señalada la familia y aún con menor frecuencia los amigos,
los dos agentes por excelencia de la socialización juvenil, e incluso de la
religiosa pero no comprometida. Anotemos, para ser completos que ni uno solo
refiere a los medios de comunicación como el “locus” en el que se le suscitó la
eventualidad de una vocación religiosa y que los espacios puntuales de
eventuales socialización (los encuentros con el Papa aunque él no haya
asistido), así como las romerías, procesiones etc., ocupan un escasísimo lugar.
Concluyamos este punto: la familia es el “locus” por excelencia cuando
se trata de socialización religiosa ligth, débil, seguido por la calle, el entorno social, etc., pero a la
hora de pensar en una socialización fuerte
con exigencias de compromiso el “locus” básico se traslada al entorno escolar y
la parroquia, así como a los espacios de oración, desapareciendo prácticamente
la familia como agente de socialización, más aun el grupo de amigos y la calle.
La familia, ¿agente de socialización?. Si, pero más débil de lo que parece,
globalmente considerada, cuando de socialización fuerte se trate, especialmente
con compromisos duraderos, dejando la primacía a otros agentes externos a ella.
4. Una
tipología de familias españolas. Cuatro modelos de familia atendiendo a su
capacidad socializadora
Una tipología, toda tipología, es un intento de
distinguir en un universo concreto una serie de grupos, lo más heterogéneos
entre sí que sea posible, a la par que lo más internamente homogéneos que se
pueda. Técnicamente diríamos que tratamos de construir grupos con gran varianza
intergrupal y escasa varianza intragrupal. El objetivo de toda tipología es muy
claro: diferenciar, dentro de un único universo, grupos diversos a tenor de una
serie de características sobre las que
se desea investigar. De ahí que sobre un mismo universo quepan tantas tipologías
cuantas quiera el investigador (y se lo permitan los datos recolectados). Es
pues preciso tener muy en cuenta que la tipología que se presenta a
continuación no es la única tipología posible de familias españolas, ni
siquiera con los datos que disponemos, y es evidente que puedan redactarse otras
distintas a la que aquí se presenta. Todo depende de la información con la que
se trabaje y de los segmentos de información que se enfaticen.
3.1.
Elaboración de la tipología
Para la elaboración de la tipología hemos trabajado
con cuatro bloques de preguntas del cuestionario administrado a los padres y
madres de nuestro estudio realizado en el marco de la FAD. Es pues una
tipología construida sobre las respuestas de los padres aunque, después, en el
análisis también hemos tenido en cuenta las respuestas de sus hijos. Hemos
utilizado todas las cuestiones que se refieren al funcionamiento familiar
(preguntas 16-33), a las relaciones que mantienen padres e hijos y a la
valoración que merecen esas relaciones (preguntas 34-53), a las causas o
motivaciones por las que puede haber conflictos entre padres e hijos (preguntas
69-80) y, por último, a la importancia que se concede a una serie de valores
finalistas (preguntas 83-91). En total 59 informaciones diferentes, de los que
la gran mayoría, 50 exactamente, se refieren a aspectos concretas de la vida
familiar, de la relaciones de los padres con sus hijos, estando los 9 restantes
referidos al universo nómico de los padres (bajo la hipótesis subyacente que
los valores tienen que ver con los comportamientos y las actitudes).
A estas 59 informaciones diferentes, y al objeto de
buscar algunas líneas de fuerza mayores, las hemos sometido a un factorial
conjunto de componentes principales (tras haber realizado previamente sendos
factoriales particularizados por bloques diferenciados para comprobar su
pertinencia, factoriales que no presentamos para simplificar el texto) que ha
dado como resultado haber logrado “reducir” toda la información contenida en
los 59 ítems en 15 grandes factores, como 15 grandes tendencias que ilustran,
explicando el 56,9 % de la varianza, la dispersión de comportamientos y
actitudes de los padres y madres de la sociedad española de hoy[1].
Quince factores, quince líneas de fuerzas, quince
aspectos de la vida familiar, de las preferencias, acentuaciones, modalidades
de las relaciones entre los padres y los hijos que ya nos resumen bastante las
59 informaciones básicas con las que hemos partido. Sirva ya para eliminar todo
intento de generalización abusiva del tipo “la familia española es....”. Hay
muchos matices, muchas pluralidades para simplificaciones abusivas. Así y todo
hay que hacer aún otro esfuerzo para concentrar la información y buscar los
engarces entre los quince factores. Es exactamente lo que hace la
tipologización de resultados en base a factoriales previos. Enlaza las
respuestas, ya previamente agrupadas en los quince factores, en razón de las
similitudes y de las diferencias de unos y otros factores, creando constructos
estadísticos homogéneos de los que el investigador debe retener el que presente
una mayor pertinencia analítica interna. Así llegamos, en este caso, a
propuestas de clasificación entre tres y seis grupos. Tras detenido análisis,
retuvimos la solución en cuatro tipos que es lo que se propone en las páginas
que siguen. Repitámoslo: no hay una sola tipología posible de familias. Esta es
una de tantas posibles que se sostiene en tanto permite ver más claro, con todo
el rigor científico de las ciencias sociales, y con pertinencia sociológica
pensamos que evidente, en el mosaico de los múltiples modelos de familias
españolas en los inicios de este siglo XXI. Puede consultarse en la tabla 5
Tabla 5. Una Tipología de familias españolas, en razón
de las relaciones internas entre padres e hijos y de los valores finalistas de
los padres
Nº
|
Denominación
|
Porcentaje
|
1º
|
Familia familista, endogámica
|
23,7
|
2º
|
Familia conflictiva
|
15,0
|
3º
|
Familia nominal
|
42,9
|
4º
|
Familia adaptativa
|
18,4
|
|
Total padres N=1000
|
100,0 %
|
3.2.
Descripción de la Tipología propuesta.
A continuación vamos a presentar el detalle de cada
uno de los modelos familiares propuestos. En cada caso distinguiremos la
construcción del cluster, los elementos que lo componen y el perfil de sus
miembros.
1. Familia familista, endogámica (23,7% de las familias españolas)
Para muchas personas, digamos que tradicionales en el
sentido de que miran con agrado lo que siempre han conocido y valorado como
bueno, este modelo de familia sería “el” modelo de familia. Se trata de una
familia donde las responsabilidades de unos y otros están claras y son asumidas
sin dificultad, por previamente sabidas y reconocidas, familia en la que las
relaciones de padres e hijos son buenas (las mejores de entre los cuatro grupos
que conforman nuestra tipología), que valora fuertemente hacer cosas juntos y
que tiene relativa capacidad para adaptarse a las nuevas circunstancias que
puedan surgir en la vida familiar. Los padres valoran fuertemente tres valores
finalistas: moralidad, buena formación y dinero; características definitorias
de un modelo de familia “políticamente correcto”. Las opiniones de los hijos
son tenidas en cuenta a la hora de tomar decisiones (aunque los componentes del
grupo 4º todavía destacan más en este punto).
Otros dos aspectos acaban de definir bien a este
modelo y que, a la postre, han servido para etiquetar el grupo: no buscan
necesariamente las relaciones externas (aún sin rehuirlas) pues parece que
están más a gusto entre ellos solos que con otras gentes (es lo que hemos
definido con el término de familista) y, en segundo lugar, se posicionan
negativamente, respecto de la media poblacional, cuando se trata de preocuparse
por lo que pasa en el mundo o en el propio barrio o comunidad (de ahí la
calificación de endogámica). Parecería que están a tan a gusto entre ellos, y
lo están, que se bastarían, y “lo de fuera” sería visto, si no como una
molestia, sí como una intromisión innecesaria. Forzando un tanto diríamos que
estamos ante una familia excelentemente avenida, preocupada por el éxito y la
felicidad de sus miembros, en la que la opinión de todos es tenida en cuenta,
muy probablemente tolerante con el diferente, con el de fuera...a condición de
que se quede fuera o, al menos, de que no entre demasiado en casa. Familia muy
centrada en sí misma, prácticamente autosuficiente, con distanciada
preocupación por lo que sucede fuera de sus muros, capaz de procurar, y
conseguir un clima cálido y agradable que sus hijos vendrán a corroborar.
Obviamente, en este clima, la socialización familiar es muy importante y es uno
de los dos modelos de familia (el otro será el 4º de nuestro estudio) en el que
la familia es el elemento central de la socialización.
Estamos ante padres con identidades fuertes (mayor
presencia de católicos practicantes, pero también hay agnósticos y no creyentes
por encima de la media), con opciones probablemente ya asentadas. Los hijos son
los que menos drogas consumen de entre todos los tipos de la muestra, lo que no
quiere decir, en absoluto, que no las consuman.
Este tipo de familia no parece estar condicionado por
factores sociodemográficos: puede darse en cualquier grupo social, cultural o
económico, y en diferentes hábitats y contextos. Para no pocos, sería el modelo
de familia “de siempre”, ideal y relativamente añorado.
2. Familia conflictiva (15,0% de las familias españolas).
De los cuatro grupos, éste es el más compacto, el más
homogéneo, en las características que hemos seleccionado para realizar la
tipología. Es la familia en la que sus miembros peor se llevan entre sí, donde
más conflictos se dan, por causa del consumo de drogas, por las cuestiones de
orden sexual de los hijos, por las amistades de éstos e, incluso, por las
relaciones entre los hermanos. Las relaciones de los padres con sus hijos son,
con diferencia, las peores de los cuatro grupos, y la comunicación es muy
escasa o mala (cuando no muy mala).[2]
Para entender lo que sucede en el seno de estas
familias, conviene detenerse en la ecuación nómica de los padres. Estos padres
no valoran “vivir al día, la estética física, ni el tiempo de ocio”, valores
todos ellos en los que destacan la mayoría de los adolescentes españoles de
hoy. Luego gran distancia nómica con sus hijos. Además estos padres se
singularizan por no tener en cuenta las opiniones de los hijos, o por tenerla
en cuenta en notoria menor medida que los demás. Así mismo determinados
posicionamientos de los padres denotan ausencia de flexibilidad en las
relaciones que mantienen con sus hijos, siendo, con diferencia, los que menos
discuten con ellos por temas políticos y religiosas, cuestión esta que,
ciertamente, puede tener muchas lecturas: desinterés (como sucede en los grupos
1º y 3º, aunque por razones distintas en ambos), o dificultad particular para
entablar discusiones sobre estos puntos en un clima de diálogo difícil
(hipótesis que nos parece más plausible en este caso). En definitiva nos
inclinamos a pensar que estamos ante situaciones que tienen su raíz, en no
pocos casos, en los propios padres, pues presentan un universo de valores muy
distante al mayoritario en los hijos, amén de una rigidez en sus propias
concepciones de la familia, con una delimitación de estatus y roles paternos y
filiares relativamente envarados. Las malas comunicaciones, los conflictos,
pueden estar inmediatamente ocasionados por el comportamiento de los propios
hijos (en este grupo encontramos los máximos consumidores de drogas), pero en
su raíz, en su secuencia temporal, nos inclinamos a pensar que cabe
inscribirlos en la ecuación nómica de los padres.
El perfil sociodemográfico de éstos nos habla de
padres con un estatus socioprofesional y un nivel de salarios conforme a la
media poblacional, pero con un nivel de estudios algo inferior al de esa media.
Cuando se trata de pedir ayuda para resolver los conflictos en la familia estos
padres destacan, al alza, por pedir mayor actuación policial y, a la baja, por
la demanda de recursos educativos. Son padres nominalmente religiosos, algo
menos formalmente definidos en sus valencias políticas (inclinados a la
derecha), y con unos hijos que, éstos ya en mayor proporción, son claramente no
religiosos y no tienen reparo en decirse
de derechas, incluso en mayor proporción que sus propios padres y más allá del
posicionamiento que éstos les atribuyen.
3. Familia nominal (42,9% de las familias).
Es el modelo mayoritario en nuestra sociedad. Se trata
de una familia en la que las relaciones de padres e hijos pueden ser
calificadas, con absoluta propiedad, como de coexistencia pacífica más que de
convivencia participativa; los miembros de estas familias se comunican poco y,
menos aún, participan en afanes, preocupaciones y objetivos comunes. Los padres
están, en gran medida, cohibidos, desimplicados, sin que aborden con una mínima
profundidad lo que requieren sus hijos; son padres, que buscan vivir al aire del
tiempo, valorando el día a día, el tiempo libre y de ocio, el estar guapos...
Una familia “light”, cuya unión se considera menos importante que para el
conjunto poblacional, en la que las opiniones de los hijos no son, de verdad y
en profundidad, muy consideradas por sus padres; una familia que destaca de las
demás por ser la que, en menor grado, refiere que haya conflictos en su seno
por causa de las drogas, de los consumos de alcohol, de las relaciones de los
hijos con sus amigos, de las relaciones sexuales, etc., básicamente porque ha
decidido no enfrentarse, no enterarse de los conflictos, no porque no haya
“motivos” para ello.
No es entre ellos donde encontramos los mayores
consumos de drogas, aunque sí de alcohol, pero no siempre hay relación directa
entre los niveles de consumo y los conflictos y disputas familiares asociados a
ellos. Hay que introducir otros elementos más: la importancia y gravedad que
los padres asocian a esos consumos y, anteriormente, el nivel de seguimiento
que realizan de los hábitos de sus hijos adolescentes. Nuestra hipótesis, en
este caso (que es el mayoritario, no lo olvidemos), es que estamos ante un
prototipo de coexistencia pacífica en muchas familias españolas: “las cosas son
como son, los hábitos juveniles son los que son y más vale que nuestros hijos
no resulten ‘bichos raros’; con tal de que no se sobrepasen demasiado, es
normal que se diviertan al modo como se divierten hoy los adolescentes”;
algunas charlas precautorias de cuando en vez, y que la fortuna reparta suerte
o, al menos, evada la peor suerte. “Cuando se vayan introduciendo en la
veintena, las cosas se irán aquilatando por sí mismas”, se concluye y se mira a
otro lado. Obviamente no se discute con los hijos: dos no discuten si uno no
quiere.
Al preguntar a los padres de este grupo por las cosas
que les ayudarían a resolver la educación de sus hijos, exigen un mayor
compromiso del otro miembro de la pareja, lo que nos indica una falla en la
responsabilización conjunta de la educación de los hijos. Tanto los padres como
los hijos sitúan, en comparación con los otros tipos, a los amigos como el
espacio privilegiado donde se dicen las cosas más importantes para orientarse
en la vida, otorgando menor grado de importancia (de forma particularmente
llamativa) a los libros, a la escuela y a la iglesia. La socialización, de la
que los padres parecen haber dimitido, se presenta informal, por ósmosis, y
primando la horizontalidad del grupo de pares: no es de extrañar que estemos
ante el modelo de familia en el que la socialización estructurada sea la más
escasa de los cuatro modelos que presentamos. Los padres se posicionan como
católicos no practicantes, ligeramente escorados a la derecha, fiel imagen de
las tendencias mayoritarias de la sociedad de la España de tránsito de siglo a
la que, por razones estadísticas (son el 43%, no se olvide) y, también
sociológicas, reflejan y representan.
4. Familia adaptativa (18,4% de las familias).
He aquí el modelo de familias nacientes: es el más
moderno, el que mejor refleja las tensiones de las nuevas familias. Frente a
los perfiles relativamente estereotipados de los modelos anteriores, que los
hacen fácilmente perceptibles e identificables, este cuarto modelo exige un
esfuerzo de abstracción, imaginación y
prospección. Probablemente, lo señalamos de entrada, bajo su denominación se
esconden variantes que no podemos tener en cuenta dada la escasez de la
submuestra, 144 padres, que aunque extrapolables a 184, no permiten
desgajamientos con cierta seguridad estadística. Gran parte de los nuevos e
incipientes modelos familiares de los que hablan los sociólogos de la familia
cabrían en este “macromodelo”. ¿Como definirlo?. Por la búsqueda de acomodo, de
adaptación a las nuevas condiciones, a los nuevos papeles del hombre y de la
mujer de hoy en el microcosmos familiar, al creciente protagonismo de los hijos
que vienen pidiendo autonomía nómica (quieren crear “su” universo de valores),
y que también pretenden libertad en el uso y disfrute del tiempo libre al par
que acompañamiento (discreto pero efectivo) de los padres en su inexorable
autonomización. Unos hijos que están dispuestos a llevar esa autonomía a la
práctica en el modo de vivir con sus pares, en los estudios, en el trabajo (los
que se deciden a trabajar y pueden hacerlo) pero, siempre, entendiendo que su
hogar familiar de origen, el de sus padres, seguirá siendo el suyo hasta bien
entrada la veintena (si no es la treintena ya cumplida), cuando se decidirán,
no antes, a crear su propio espacio. Los padres que intentan gestionar estos
hijos y la interrelación que se establece entre todos, padres e hijos,
conforman este cuarto modelo de familia.
Se trata de una familia con buena comunicación entre
padres e hijos, con capacidad de transmitir opiniones y creencias, abierta al
exterior aún valorando la dimensión familiar donde las opiniones de los hijos
son particularmente tenidas en cuenta. Pero, aún siendo cierto todo lo
anterior, es una familia no exenta de conflictos, de desavenencias, a veces
graves, fruto básicamente de situaciones nuevas en los papeles de sus
integrantes, mujer y hombre, madre y padre,
padres e hijos. A diferencia de lo que sucede con el grupo primero, en
el que los roles y estatus están claros, en este modelo las responsabilidades
de cada uno están en revisión continua y el trabajo o las acciones familiares,
en tanto que familiares, no resultan evidentes y son objeto de tanteos y de
incertidumbres. De ahí la presencia de conflictos derivados de un ajuste de
roles en las nuevas estructuras familiares y de relación, de la necesidad de ir
creando una nueva cultura, de la búsqueda conjunta de un acomodo ante las
nuevas formas de trabajo y ocio de las generaciones emergentes, ante las
exigencias de autonomía de los adolescentes (que unos padres, con más formación
que la media y con unas ideas, llamémoslas así, progresistas, no pueden no
escuchar aunque no siempre estén dispuestos a aquiescer). Estos padres piden
más y mejores recursos para el ocio y el tiempo libre, así como para el sistema
educativo; también piden ayudas fiscales y créditos más asequibles para las
familias; a la vez son los que, en menor grado, solicitan que la policía
aumente sus controles. Estos padres también son los que, más frecuentemente,
sitúan a los centros educativos como los lugares donde se dicen las cosas más
importantes para orientarse en la vida, y los que, en más alto grado, intentan
inculcar en sus hijos la solidaridad, la tolerancia y el respeto a los demás,
así como la honradez y la lealtad (con resultados no siempre satisfactorios,
todo hay que decirlo). Otro rasgo clave es que es una familia que, aún
valorando fuertemente la vida intrafamiliar, está muy abierta al mundo
exterior; sus miembros no son familistas y endogámicos como los del grupo
primero. Entre esos miembros hay agnósticos, no creyentes y ateos por encima de
la media, especialmente en los hijos. Éstos últimos también consumen más drogas
que la media, aunque bastante menos que los del tipo de la familia conflictiva.
Esta familia (mosaico de familias, más exactamente)
que hemos denominado adaptativa, emergente parece ser la familia de la
“negociación”, de la búsqueda, del acomodo, no llegando siempre y, menos aún a
corto plazo, a los resultados deseados. Pero, las que atraviesen con éxito la
prueba de la adaptación a la modernidad, permitirán a las nuevas generaciones
insertarse con mayores garantías en la sociedad del futuro. Ausencia de
conflicto en la adolescencia, en el seno de las familias, no es garantía de
solidez en las estructuras nómicas adquiridas y conformadas con las que andar
por la vida, ya adultos, con criterios autónomos.
5.
Concluyendo.
El grupo primero, la familia añorada y, justamente por
más de una razón, tiene el handicap de un enrocamiento excesivo en si misma,
con una mirada básicamente precautoria hacia el exterior, exterior con el que
algún día los hijos tendrán que enfrentarse, ya fuera del nicho familiar. Esta
familia tiene capacidad para transmitir los valores de los padres. La duda,
nuestra duda, está en si la transmisión de valores, realizada, en este caso,
por reproducción de lo inculcado por sus padres se ha hecho propia, esto es, si
ha pasado por cedazo de la duda y la confrontación personal al modo como se
realiza la socialización en la mayoría de la juventud actual, sobretodo cuando
tal socialización tiene alguna espesura.
Espesura, consistencia, una mínima estructura es, precisamente, lo que no tiene capacidad
de trasladar el tercer colectivo, el mayoritario, el que hemos denominado
familia nominal. Es en este modelo en el que se piensa, y con toda razón,
cuando se habla de la incapacidad de la actual familia para transmitir valores.
Así y todo hay que añadir que aunque conforma casi la mitad de las familias,
tampoco cabe generalizar al conjunto de familias españolas.
El grupo segundo puede ser considerado como el reverso
del primero. Forzando un tanto la comparación diríamos que si en este los hijos
corren el riesgo de adoptar, acriticamente los valores que les inculcan sus
padres, los hijos del segundo grupo, al que hemos denominado conflictivo,
recuérdese, corren el riesgo, a su vez, de adoptar no solo valores sino
comportamientos, en oposición a los valores dominantes de sus padres. De nuevo
quedará en duda lo que advengan en el futuro pero, ya en el momento presente,
además de ser los más conflictivos en casa, presentan los mayores consumos de
drogas que no de alcohol (donde se singularizan los hijos de la familia
nominal), significando en ello, en este punto de los consumos de alcohol y
drogas, la mayor distancia social sobre el modelo dominante en los componentes
del grupo segundo y la menor en los del tercero.
En fin, las familias
adaptativas, corren el riesgo de rupturas por desentendimientos entre padres e
hijos, cuando no en la propia pareja (arrojan la mayor presencia de parejas
separadas y están en la capa social en la que estas situaciones se dan con más
frecuencia). De ahí, entre otras causas, la presencia de conflictos en su seno,
pero la preocupación por los hijos, los intentos de diálogo, la preocupación y,
relativa, implicación por lo que sucede más allá de los muros familiares, hacen
pensar que estamos, además de ante los modelos de las nuevas familias, aquellas
en las que, junto con las familias del primer grupo, haya transmisión
estructurada de valores y, cuando las
cosas vayan bien, mayor probabilidad de que los hijos se adapten,
autónomamente, a la nueva sociedad.
Elementos de
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Donostia-San Sebastián 10 de abril
de 2003
Javier Elzo
Catedrático de Sociología
Universidad de Deusto
* La suma
de respuestas es superior al 100% en cada columna porque los jóvenes podían dar
tantas respuestas, indicar tantos espacios de socialización como quisieran.
[1] .
Ahorramos al lector el detalle estadístico de los nueve factores así como de
los items que conforman su construcción, sus pesos específicos, parte de la
varianza que explica cada factor en el conjunto factorial etc.. Puede
consultarse en el libro referenciado en la nota 1, Megias 2002, páginas 142 y
ss.
[2] . Conviene recordar que una tipología no es una separación de grupos
en departamentos estancos. Se trata de acentuaciones respecto de un valor
medio. Decir que los componentes de un grupo, por ejemplo el conflictivo que
ahora estamos presentando, se llevan mal entre sí, no significa que estén todo
el día tirándose los trastos a la cabeza. Significa que, en relación a la media
poblacional, son los que peor se llevan, los que más discuten, los que peor
comunicación tienen. Es una apreciación de orden cualitativo (que hemos cuidado
en la redacción con el uso de epítetos ajustados a cada caso) pero que para su
cuantificación exige dirigirse a las tablas, tanto las de los cuadros
definitorios del Cluster como las tablas pormenorizadas del Anexo al capítulo
7º (Megias E. FAD 2002, páginas 157 y ss).
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