jueves, 10 de abril de 2003

La familia agente de socialización (2003)


La familia como agente de socialización en la sociedad del siglo XXI

 

(Texto de la Conferencia de Javier Elzo en el marco de las II Conversas Pedagóxicas organizadas por la Universidad de Vigo, Campus de Ourense, Facultad de Ciencias de la Educación, Area de Teoría e Historia de la Educación. Publicado en (páginas 19-45) en Carmen Benso Calvo y Carmen Pereira Domínguez (Coords.) “Familia y Escuela. El reto de educar en el siglo XXI”. Libro de Ponencias de las Conversaciones Pedagógicas organizadas por la Universidad de Vigo los años 2003 y 2005, con la colaboración de Fundación Santa María. Edita Concello de Ourense. Ourense 2007, 309 páginas.

 

Esquema de la conferencia:

 

Introducción.  La particular forma de socialización de la juventud actual.

1. Breve presentación de los principales agentes de socialización desde una visión diacrónica y sincrónica.

Los agentes de socialización :
    - familia
    - grupo de pares
    - escuela
    - medios de comunicación
    - Iglesia
    - otros (Internet...)
2. El análisis específico de la familia como agente de socialización

3. La familia como agente específico de socialización religiosa en la juventud española

4. Una tipología de familias españolas. Cuatro modelos de familia atendiendo a su capacidad socializadora

        - familia endogámica
        - familia conflictiva
        - familia nominal
        - familia adaptativa
5. Concluyendo
 

 

Introducción: la particular forma de socialización de la juventud actual.

 

            Cuando abordo los temas de juventud suelo hacerlo con tres tesis de fondo: la multiplicidad de modelos juveniles, lo que nos hace decir que no hay juventud sino jóvenes, la importancia de la contextualización del hacerse juvenil y, en tercer lugar, el particular modo de socialización de los jóvenes de hoy. Voy a comenzar esta conferencia con este tercer aspecto.

             

Entre los jóvenes y adolescentes de la llamada postmodernidad, en el ámbito occidental, la socialización se realiza más bien desde la experimentación grupal (compartir y ensayar conductas y valores) con otros adolescentes y jóvenes y no tanto desde  la reproducción de lo transmitido por otras instancias históricas de socialización como la familia, la escuela, las iglesias, los partidos políticos e, incluso, los  medios de comunicación social. Estos facto­res clásicos de socialización  parecen haber perdido su capacidad de socialización, con la excepción de la familia, en los últimos tiempos, importancia, fundamentalmente  como estructura en la cual la socialización de los adolescentes se lleva a cabo, como indicaremos más abajo. Precisando más, cabría decir que, respecto de los agentes tradicionales de sociali­zación que acabo de señalar, los jóvenes actuales adoptan una actitud de recepción distante, lo que hace que, más que reproductores aún críticos de normas, valores, cosmovisiones, etc., los jóvenes deconstruyen y reconstruyen, desde sus experiencias - princi­palmente, aunque no exclusivamente, grupales-, lo que los agentes tradicionales de socialización les transmiten, produ­ciendo así construcciones nómicas perso­nales que, desde la perspectiva de los agentes de socializa­ción, pueden ser vistas como incoherentes, fragmentarias, heterodoxas etc., pero que, sin embargo, para los propios jóvenes tienen la virtualidad de ser propias, por construidas por ellos mismos y, no pocas veces aunque no siempre, con una coherencia interna difícil de percibir desde fuera. En este proceso, precario muchas veces, los jóvenes construyen sus propios esquemas y modelos de comprensión de la realidad social en la que viven y con la que se hacen. Es como un gigantesco puzzle conformado por fichas de diversas características, (imperativas, sugerentes, provocativas..) provenientes de diferentes instancias (familiares, escolares mediáticas, del grupo de pares..) con las que arman, generalmente sin modelo referencial, sus propios e individuos constructos adaptados a las diferentes realidades que conforman su vida (recreativa, de estudios, de trabajo, familiar, amorosa..), constructos que hacen validar por el tamiz de la experimentación y de su utilidad personal. Desde esta perspectiva sitúo yo la calificación de "individualista" que se atribuye al joven de hoy, sin dar necesariamente (ni sobre todo únicamente) a esta apelación la connotación de egoísmo o autismo social, sino más bien la de autoconstrucción del ser joven.

           

 

   

  1. Breve presentación de los principales agentes de socialización desde una visión diacrónica y sincrónica.

 

En los estudios sobre la juventud de la Fundación Santa María se analiza en diferentes capítulos esta cuestión central (uno de los ejes transversales de todas las investigaciones de la Fundación), abordada bajo la fórmula de preguntarles, muy al inicio del cuestionario: “Dónde piensas tu que se dicen las cosas más importantes en cuanto a ideas e interpretaciones del mundo”. Es una cuestión ya clásica de los estudios de juventud donde se incide en la importancia de los valores (y sus agentes de transmisión) para comprender los comportamientos de las personas. En la tabla 1 presentamos la evolución en los últimos años (desde que tenemos la cuestión así formulada) del “locus” donde según los jóvenes españoles se dicen las cosas más importantes para orientarse en la vida.

 

 

Tabla 1

Dónde se dicen las cosas más importantes en cuanto a ideas

e interpretaciones del mundo

(Evolución en los últimos años. Respuestas, en porcentajes)*

 

 
1989
1994
1999
1999-1989
En casa, con la familia
23
50
53
    +30 %
Entre los amigos
31
35
47
    +16 %
En los medios de comunicación
34
30
34
             =
En los libros
28
20
22
       –6 %
En los centros de enseñanza (profesores)
14
21
19
      +5 %
En la Iglesia (sacerdotes, parroquias, obispos)
16
4
3
     –13 %
En los partidos políticos**
16
4
     –14 %
En otros
4
1
1
       –3 %
En ningún sitio
8
2
3
       –5 %
Ns/Nc
4
0,4
       –4 %
N=
4.548
2.028
3.853
 

* La suma de respuestas es superior a 100% en cada columna porque los jóvenes podían dar tantas respuestas, indicar tantos espacios de socialización quisieran.

**  No se preguntó por los partidos políticos el año 1999. Nadie los mencionó en el test piloto.

Fuente: Jóvenes españoles 99. Fundación Santa María, Ediciones SM.

 

 

El medio más influyente, por tanto, es el de los grupos primarios: familia y amigos. Que, además, ha ido ganando terreno a través de los años, en detrimento de los libros y con fluctuaciones la escuela. Los medios de comunicación convencionales (prensa, radio y TV) vienen luego, manteniéndose en esta posición a lo largo de los años. Y los que siguen perdiendo fuerza son los medios institucionales: Iglesia y partidos. La Iglesia y los partidos políticos, asociaciones de carácter ideológico en sentido amplio, han dejado prácticamente de contar como agencias de socialización. En 1989 eran citadas cada una por el 16% de jóvenes; en 1994 por un 4%. En 1999 se omitió por irrelevante la cuestión sobre la influencia socializadora de los partidos políticos (nadie los señaló en el test piloto) y se mantuvo la de la Iglesia. ¿Resultado? Solo la citaron el 3%. “Voz débil, casi imperceptible, la de la Iglesia católica en este esencial terreno”, señala González Anleo comentando estas cifras.

 

La red social de los amigos ha registrado un fuerte ascenso en los jóvenes como agente de socialización. Con ello se le da todavía más peso a los grupos primarios frente a los institucionales, lo que es una tendencia que ya se venía produciendo años atrás. Esto es indicador evidente del espacio privilegiado que ocupan en la socialización juvenil. En efecto, los amigos conforman el espacio en el que las relaciones están menos formalizadas, son más horizontales (junto a los medios de comunicación; pero frente a estos, los adolescentes son más pasivos y con menor o nula interacción), son más próximas, con todo lo que ello conlleva de participación en experiencias comunes, muchas veces en un marco no normativizado (o no formal y visiblemente normativizado), con la percepción de vivir en libertad, de estar con los suyos, sin tutelas, aspectos estos que, en plena edad de experimentación y descubrimiento, tienen una capacidad de penetración, quizá epidérmica o puntual, pero no por ello menos trascendente en un período de su vida, en el período que ahora están viviendo. Añadamos que en este ámbito la noche, la dimensión de la noche es central en la socialización de los adolescentes españoles.

 

Volviendo al tema de la familia, González Anleo, comentando la tabla anterior (Jóvenes españoles 99, pág. 125) y la evolución de los agentes de socialización, indica que “aunque en la tabla anterior se ha manejado un solo indicador, los datos apuntan inequívocamente el papel central de la familia en la socialización, seguida ahora muy de cerca por el grupo de amigos, que hace diez años la superaba en influencia socializadora. El papel y poder socializador de los padres ha sido recientemente puesto en duda por Fernando Savater, que ha hablado del eclipse de la familia (1997: 55-89), atribuyéndolo a la crisis de autoridad de la familia y a la influencia de la TV que desvela a los niños los misterios de la vida, les disipa las nieblas cautelares de la ignorancia, lo cuenta todo..., actuando así de catalizador y acelerador de los ingredientes de la educación infantil. Pero la tabla no deja lugar a dudas: la familia sigue ocupando un puesto privilegiado en la transmisión de saberes fundamentales, no solo de hábitos, habilidades y pautas de convivencia”. Estando plenamente de acuerdo con González Anleo, pues es tema que hemos abordado, incluso conjuntamente en el ámbito religioso en numerosas discusiones, quisiera profundizar en ello más adelante, cuando aborde el tema específico de la familia, pero ya desde ahora avanzando en los diferentes agentes de socialización en un ámbito concreto: el de la socialización religiosa.

 

Detengámonos previamente, aún de forma breve, en la distribución por género y edad de los resultados de la tabla anterior pero limitados al año 1999. Es lo que puede consultarse en la tabla 2.

 

Tabla 2

¿Dónde se dicen, para ti, las cosas más importantes en cuanto a ideas e interpretaciones del mundo?

(Respuestas en porcentajes*, según género y edad)

 

 
 
Género
Edad
 
99

H

M
15-17
18-20
21-24
En casa, con la familia
53
50
56
53
51
55
Entre los amigos
47
48
46
44
48
49
En los medios de comunicación
34
33
34
31
35
34
En los libros
22
21
23
18
22
25
En los centros de enseñanza (profesores)
19
17
20
23
17
16
En la Iglesia (sacerdotes, parroquias, obispos)
2,7
2.6
2,8
3,9
2,0
2,3
En otros
0,6
0,6
0,7
0,1
0,6
1,1
En ningún sitio
2,6
3,0
2,2
1,9
2,7
3,1
Ns/Nc
1,1
1,4
0,7
1,6
0,6
1,0
N
3.853
1.966
1.887
1.188
1.162
1.503

Fuente: Jóvenes españoles 99. Fundación Santa María, Ediciones SM.

 

Si analizamos los datos atendiendo al género y edad de los adolescentes y jóvenes constatamos lo siguiente. En lo que al género se refiere hay que decir que apenas hay diferencias en las estimaciones de los chicos y de las chicas. Para ellos y para ellas el ranking es el mismo. Las chicas se decantan ligeramente al alza, por conceder más importancia que los chicos a la familia, a la escuela y a los libros. Los chicos, por su parte, también muy ligeramente por encima de las chicas, se decantan por dar más importancia a los amigos.

 

Respecto de la edad, hay que resaltar que la importancia de la familia, como espacio de socialización, es prácticamente idéntica en cualquier franja de edad considerada. Si me apuran señalaría que es entre los 18 y 20 años cuando desciende un tanto el papel de la familia, en la primera juventud, para remontar, perceptiblemente, en la segunda, entre los 21 y los 24 años. Pero todo dentro de unos valores similares. Esto nos hace decir que estamos ante un fenómeno de generación y no ante un fenómeno de edad. Estamos ante una nueva generación, una generación diferente de otras generaciones, incluso próximas en el tiempo. Sin ir más lejos, los jóvenes españoles de los ochenta (y en gran medida también los europeos) son diferentes de estos de final de siglo.

 

Por lo demás, los amigos adquieren una mayor relevancia a medida que avanzan en edad, así como los libros, descendiendo por el contrario, al ir haciéndose mayores, la importancia que conceden a la escuela. En fin, los medios de comunicación social aparecen como factores de socialización con el mismo peso, independientemente de la edad. Pero lo esencial, de ahí el subrayado, es que estamos ante un fenómeno de generación que va más allá de la edad y del género.

 

De todas las maneras tamaña cuestión no cabe zanjarla con unas pocas tablas, aún en su evolución en el tiempo. Tampoco es suficiente señalar que en otras investigaciones se llega a las mismas consideraciones. Así en nuestra serie Drogas y Escuela de la que presentamos la sexta investigación en febrero de 2003, así como en los estudios de Injuve, de los del Grupo Europeo de Estudio de los valores en sus aplicaciones a España etc., etc. Es preciso profundizar más en esta cuestión. Al publicar la investigación “Jóvenes Españoles 99” y, después, en mi participación en diferentes foros y en publicaciones diversas, he ido avanzando en esta cuestión. Resumiría así mi posición.

 

La familia ocupa un espacio central en la vida de los jóvenes. De esto no hay duda. Los jóvenes españoles de 15 a 24 años viven con sus padres en su gran mayoría: el 92,5%. El resto lo hacen con su mujer, con su pareja el 4%, solos el 1,4%, con un amigo el 1,2%, y el 0,9 % en otras situaciones. Pero entre los adolescentes en edades comprendidas entre los 15 y los 17 años el 98,6% viven con sus padres. Anotemos también que  los jóvenes españoles, después de los italianos, son los jóvenes europeos que más tarde abandonan el hogar familiar. Aunque no fuera más que por estos elementales datos estadísticos, podemos pensar que hay una realidad sociológica específica a la familia española en el universo simbólico de la sociedad española. Además, las Encuestas de la juventud, desde 1960 hasta 1999, nos señalan que el anclaje de los jóvenes españoles en su familia viene de hace más de cuarenta años. Es lo que nos indica la tabla 3.

 

 

Tabla 3

Evolución del tipo de convivencia de los jóvenes desde 1960  hasta el año 2002

(En porcentajes)

 

 
1960
1975
1989
1994
1998
2002
 
Con los padres................................
90,5
80,7
89
90
93
87
 
Con alguien de la familia...............
3,6
3,1
*
*
*
 
 
Con mujer/marido..........................
 
 
6
6
2
4
 
 
Con compañera/compañero............
 
 
1
1
2
 
Con amigo/a o grupo de amigos.....
 
 
1
1
1
6
 
 
Solo/a..............................................
 
 
1
1
1
 
Otros...............................................
 
 
3
1
1
3
 
En residencia o pensión..................
2,4
6,8
 
 
 
 
 
En piso de alquiler o propio...........
1,2
7,3
 
 
 
 
 
Colegio Mayor................................
0,5
2,1
 
 
 
 
 
No contesta.....................................
1,8
--
 
 
 
 
 
N=....................................................
1.316
3.347
4.548
2.208
3.853
1.075
 

Fuente:          Estudios de la Fundación Santa María. Elaboración hasta 1999, Pedro González Blasco en Jóvenes españoles 99, página, 197. Los datos de 2002 son inéditos y provienen de una investigación en fase de  estudio de la Fundación Santa María.

 

 

La tabla muestra una más que llamativa persistencia del nicho familiar como lugar donde habitan nuestros adolescentes. Nueve de cada diez adolescentes españoles entre los 15 y los 24 años siguen viviendo con sus padres. Las diferencias son escasas a lo largo de cuatro décadas, luego más de dos generaciones. Será difícil encontrar en la sociología española de los últimos cuarenta años una tabla similar a la presente. La sociedad española, en la que se han producido cambios profundos, mantiene por el contrario una continuidad en la “fidelidad” de los adolescentes españoles al hábitat familiar. Tanto cuando la evolución demográfica señalaba un número grande de hijos por familia (hasta el año 1990, más o menos) como cuando la media de un hijo por familia es la norma. La evolución de valores (liberalidad en las relaciones sexuales, aumento de las parejas de hecho, descenso de los matrimonios canónicos), así como el aumento de las parejas separadas o divorciadas, no tienen correlato con la salida de los hijos del hogar familiar. La explicación del paro juvenil es absolutamente insuficiente para explicar este estado de cosas, pues hemos pasado de períodos de casi pleno empleo a dar las mayores tasas de paro juvenil en Europa, triplicando incluso las cifras de la media europea, para abocar a trasladar el tema del empleo de su mayor o menor frecuencia a la cuestión de calidad del empleo exigible, situación en la que nos encontramos actualmente en la gran mayoría de la geografía española. Algo similar cabe decir del tema de la vivienda, por señalar los dos órdenes de factores que se esgrimen habitualmente para explicar la persistencia de los jóvenes españoles en su hogar, que solo encuentra parangón en Europa, en la sociedad italiana (ver Elzo 98).

 

Pero no solamente eso. Los jóvenes dicen estar contentos con sus padres, y nada menos que el 70% consideran a la familia como una institución muy importante” en sus vidas. Además, más del 80% de los jóvenes participan de un concepto e imagen de la familia como espacio seguro de estabilidad en el que la educación de los hijos está por encima de todo, incluso del dinero, y ello sin distinción significativa por edad,  sexo, clase social y estudios. Sus niveles de compenetración consensual con sus padres, en aumento en los últimos años, son muy elevados, especialmente en lo tocante, precisamente, a temas familiares, de trabajo, política y religión, aunque menos en lo referente a cuestiones relacionadas con la vida de pareja, vida sexual y ocio y tiempo libre. Este dato se correlaciona muy bien con otros muchos. Por ejemplo, hoy los jóvenes discuten menos que hace cinco años con sus padres. Un reciente estudio de la Fundación Santa María sobre valores y pautas de interacción familiar confirma estas tesis. Dicen sus autores, en las conclusiones del trabajo, que no existe, en las relaciones parentales con hijos adolescentes, la ruptura y conflicto que caracterizan el llamado vacío generacional. Los padres afirman que están unidos a sus hijos y que las relaciones son satisfactorias y reflejan estabilidad y ausencia de conflicto (Pérez-Alonso y Canovas 2002, 224).

 

Precisamente nos parece muy importante detenerse en los ámbitos o circunstancias por los que suelen discutir los jóvenes con sus padres. Estos son, por orden descendente de importancia: la (no) colaboración en los trabajos domésticos, la hora de llegar a casa las noches de los fines de semana (aunque aquí con una muy significativa y esclarecedora mayor  permisividad o tolerancia paterna –mejor, materna– que hace, no más de cinco o seis años), la relación con los estudios, la relación con el dinero, por la hora de levantarse, por pasarse con el alcohol, por los amigos que tienen y, ya en los últimos lugares, y para un escaso 5% de jóvenes, por temas políticos y religiosos. Todo esto es más importante de lo que a primera vista cabría pensar, pues indica la demanda de autonomía de los jóvenes, no en el campo de las grandes ideas y concepciones del mundo y de la sociedad, sino en la gestión de su vida cotidiana, pese a que digan que se sienten libres.

 

 Esto no quiere decir, en absoluto, que las grandes ideas y concepciones hayan perdido importancia, sino que se han trasladado a la vida diaria, a las relaciones más proxémicas, a la cohabitación en las relaciones primarias, las más consensuales y las menos contractuales, las más espontáneas y las menos formalizadas, a la instauración del yo, a la creación (y recreación) del mundo nómico, al uso y utilización del tiempo, especialmente el del tiempo no normativizado por la escuela o el trabajo.

 

 En una sociedad en la que los valores de libertad (libertad “de”, que se decía  en la generación anterior) están sacralizados, no solamente en la tematización ideológica sino en la práctica consuetudinaria, los jóvenes que se perciben y se sienten libres en todas las grandes cuestiones ideológicas denotan, aún de forma no explicitada, falta de libertad (libertad “para”, esta vez) en el ámbito de la  cotidianidad, de lo diario, de sus relaciones con su pareja, con sus amigos, con su tiempo libre. Mayo del 68 se ha instaurado en la sociedad española en su máxima del “prohibido prohibir”, como un gran referente ideológico de cambio de una sociedad supuestamente represiva y timorata a otra en la que todo límite, en el ámbito de las relaciones personales, sencillamente no  es plausible. Claro que los que han introducido los "ideales" del Mayo del 68 son los padres de los actuales jóvenes, pues estos, obviamente, no vivieron aquel contexto.

 

Más aún, no pocos jóvenes se sienten molestos cuando los adultos, tachándolos de conformistas, indolentes y consentidos, blandimos nuestros intentos de revolución (frustrada) con el ejemplo del parisino Mayo del 68. Nuestros hijos viven las consecuencias de la implementación en nuestras vidas cotidianas de algunas de las máximas de nuestra revuelta. Pero con muchos años menos, con más medios que nosotros (medios materiales quiero decir) y tras haber conocido la historia de las grandes revoluciones, que terminó definitivamente, para la actual generación adulta, con la caída del muro de Berlín.

 

Esta es una de las perspectivas desde donde hay que entender las relaciones de los jóvenes con la familia y con sus padres: muy buenas si no excelentes (para uno de cada dos jóvenes), con prácticamente nulos espacios de fricción en cuestiones ideológicas o “trascendentes”, limitándose los conflictos al hecho de una prolongada cohabitación que se da de bruces con un sistema de valores omnipresente que coloca en su firmamento la utopía de la autonomía personal, el  self-made woman y el self-made man.

 

La inmensa mayoría de los jóvenes viven con sus padres, ya lo hemos dicho, pero preguntados con quién les gustaría vivir, hoy, si pudieran, encontramos porcentajes significativos de jóvenes que quisieran vivir en otras condiciones, con su pareja (22%), con amigos (15%) o solos (11%). Últimamente parece que se refuerza la tendencia o aspiración a la cohabitación juvenil, “nuevo tipo de noviazgo” en opinión de Ángeles Valero. “Vivir con mi pareja” puede ser una alternativa al matrimonio monogámico nuclear si esas uniones son estables y fecundas, pero habitualmente son frágiles y poco fecundas. Así y todo, estamos ante cifras muy escasas en comparación con las que encontramos en otros lares. Digámoslo rápidamente: nuestros jóvenes son muy homologables a los jóvenes europeos, pero una especificidad española, no solamente de la juventud sino de la sociedad toda, nos parece que reside en lo que la familia tradicional todavía significa entre nosotros.

 

2. El análisis específico de la familia como agente de socialización

 

Retomemos el hilo de la familia como espacio de socialización. No hay unanimidad a la hora de determinar hasta qué punto la familia es espacio de socialización. Brevemente, mi posición ante esta cuestión la vengo reflejando, aún con otras palabras, de la siguiente manera, dedde una visión generalista antes de abordar la tipología de familias.

 

1. La capacidad socializadora de la familia depende fundamentalmente de la estructura interna de la propia familia. Allí donde haya una familia con una consistencia ideológica y emocional sólida no hay instancia socializadora que sea más potente a la hora de conformar hábitos, estructuras de pensamientos, actitudes, valores, etc. Esto pasa por factores diversos, de los que citaré los siguientes: armonía en los padres, tiempo dedicado a los hijos, estilos de vida, ausencia o presencia de un proyecto de vida familiar. Dicho llana, y banalmente dirán no pocos, una familia es tanto más socializadora cuanta más familia sea. Esta afirmación de fondo, que sigo manteniendo, exige algún tipo de prueba empírica, solidamente fundamentada. Es lo que nos ofrece el estudio de la FAD que se presentó en noviembre de 2002 (E. Megias. FAD 2002) del que nos ocuparemos profusamente en la segunda parte de este texto.

 

2.  Claro que lo anterior vale para hoy y para todos los tiempos. Y es sabido, muchos sociólogos del fenómeno familiar nos lo advierten machaconamente (me vienen a la memoria los nombre de Meil, Flaquer, Alberdi, Iglesias de Ussell, Salustiano del Campo, Gil Calvo, Valdivia...), que hay nuevos modelos familiares. En efecto, dentro de una inserción social de la mujer innegable y bienvenida, dentro de un eclipse no menos innegable, sociológicamente compresivo aunque no tan bienvenido de la figura del padre, ante una implantación del “no prohibir” en la actual  generación de padres, como ya he señalado más arriba, no es menos cierto que la impronta de la familia, del linaje familiar incluso, de la familia extensa, del apego de los padres a los hijos y de estos  a sus padres y, no se olvide, de la herencia, no por difusa menos real, de la catolicidad en la concepción familiar en España (como en Italia y como en Irlanda), todas estas y otras razones, que seguro olvido, configuran la particular importancia de la estructura familiar en la sociedad española. De la estructura familiar inmensamente mayoritaria, la conformada por un padre, una madre y sus hijos naturales, escasos ciertamente, uno o dos.

 

3. Parece cierto, por el contrario, que hay poco intercambio de contenidos temáticos en el seno familiar (Elzo 2000). No hay adoctrinamiento, incluso en el sentido más noble del término. Lo sabemos, por ejemplo, en la falla gigantesca que se ha producido en la transmisión de la dimensión religiosa, detectada incluso por estudiosos de otros países (Campiche, R 1997),  aunque en este punto lo que quizá sucede es que los padres de los jóvenes actuales han dejado de ser religiosos, se han secularizado y es esa secularización la que transmiten a sus hijos. Volveremos inmediatamente a este punto no suficientemente estudiado en la sociología española reciente.

 

4. Así mismo hemos sostenido que la familia española no tiene gran capacidad de socialización a la hora de configurar esquemas referenciales sólidos, a la hora de transmitir esquemas de valores suficientemente estructurados, construidos, defendidos, legitimados. Vamos a repetirlo, aquí también, con las palabras de Martín Serrano y Velarde Hermida cuando, haciéndose eco del auge de los sentimientos xenófobos en la juventud española, señalan que en nuestra época la matriz del autoritarismo estaría en la impotencia más que en la prepotencia de los padres”. Impotencia que se manifiesta cuando en el hogar familiar domina la anomía. Entendiendo por tal la dificultad de proporcionar a los hijos sobre todo durante la adolescencia criterios normativos seguros y estables. Es decir, unos valores sociales que al tiempo sean abiertos y eficaces para desenvolverse en las condiciones reales de existencia. (Martín Serrano 96: 26).

 

Todo esto nos lleva a dos consideraciones básicas, por muy elementales que parezcan. En primer lugar en la necesidad de diferenciar agentes y circunstancias de socialización fuerte respecto de las socializaciones de carácter más débil, por un lado y, conjuntamente con lo anterior, en la perentoria necesidad de tipologizar los modelos familiares, atendiendo también a su capacidad socializadora.

 

Pero antes de entrar en la tipología de familias, queremos mostrar un ejemplo de socialización débil, por parte de la familia, en la sociedad española actual. Nos referimos a la socialización religiosa.

 

3. La familia como agente específico de socialización religiosa en la juventud española

 

En abril y mayo del año 2002 se ha efectuado el trabajo de campo de una nueva investigación promovida por la Fundación Santa María que pretende estudiar la dimensión socio religiosa de la juventud española. El estudio lo dirige Juan González Anleo y trabajamos conjuntamente con él Pedro González Blasco y yo mismo. Un punto es el del papel de los diferentes agentes de socialización juvenil, pero específicamente en su dimensión religiosa.

 

Pues bien, el papel de la familia en la socialización juvenil se mantiene también en su dimensión religiosa, en la socialización religiosa, pese a la falla experimentada en los últimos años. Es la familia la que en más alto grado ha influido en las ideas y posturas que mantienen los jóvenes españoles en el terreno religioso. El 60% de los jóvenes así lo señala. A gran distancia vienen las demás opciones posibles. Pero vale la pena detenerse, aun brevemente, en el ranking de las mismas. Después de la familia, lo que ven en la sociedad, en su entorno, en la calle aparece señalado en segundo lugar. Así si el 60% de los jóvenes españoles señalaban a la familia como el “locus” por excelencia donde se dicen las cosas que les influyen en sus posturas religiosas, el 30% señalan a la calle, al entorno en el que viven, a la sociedad en general. En tercer lugar, prácticamente con el mismo porcentaje de menciones, encontramos a “algún profesor” (15% lo señalan) y “lo que veo en la Iglesia y en los curas” (14% de menciones). En valores ya más bajos, “algún amigo o amiga” (12%), “otra persona mayor” (8%), “la TV, radio o prensa” (6%), mismo porcentaje que “los libros” (6%), y cerrando la tabla “mi pareja” (los que tienen, claro está, con el 3% de menciones, y “las revistas”, con el 0% de menciones a nivel nacional. No hemos olvidado, pero lo dejamos al final, el 16% que señalan que en ninguno de los sitios anteriores encuentran su espacio de socialización religiosa.

 

La relación de estos datos es sumamente sugerente. En efecto, este ranking nos dice también en qué espacios, para el conjunto de los jóvenes españoles, la dimensión religiosa tiene presencia y en cuáles no. Familia en destacado lugar, la calle en segundo lugar y la escuela (algún profesor más exactamente) y la iglesia o los curas, muy en tercer lugar, son los “loci” por excelencia de la socialización religiosa de nuestros jóvenes. Los amigos y los medios de comunicación social, tan importantes en la socialización general, prácticamente no tienen incidencia alguna en la socialización religiosa. Los libros tampoco. Las revistas que leen menos, lo que se entenderá muy bien si se consulta la lista de revistas que leen los adolescentes (Elzo, El silencio de los adolescentes, págs. 189 y 191). Pero todo lo anterior, no es sino manifestación de una socialización débil.

 

            En efecto, en ese mismo estudio también se formulaba la cuestión de la vocación religiosa profundizando en la cuestión ya experimentada en el estudio de 1999. Así, a los jóvenes que previamente habían indicado que en alguna ocasión pensaron en la vida religiosa o sacerdotal como una posibilidad en su vida, se les formuló la cuestión de saber en qué ámbito o momento surgió esa  posibilidad. Trasladamos sus respuestas a la tabla 4.

 

 

Tabla 4

Para los jóvenes que previamente han indicado que en alguna ocasión

pensaron en la vida religiosa o sacerdotal como una posibilidad en su vida,

¿en qué ámbito o momento surgió esa  posibilidad?

 (Respuesta múltiple sin limitación de menciones.

En porcentajes ordenados según menciones).

 

·  En el colegio o la escuela............................................................................
  44 %
·  En la parroquia.............................................................................................
  33 %
·  En otra ocasión.............................................................................................
  24 %
·  En grupos de confirmación o de catequesis................................................
  20 %
·  Por el influjo o el ejemplo de un cura, religioso o religiosa que conozco personalmente..............................................................................................
  20 %
·  En la familia.................................................................................................
  17 %
·  En un grupo de oración o meditación..........................................................
  17 %
·  En un grupo de amigos................................................................................
  11 %
·  Por el influjo o el ejemplo de un cura, religioso o religiosa que he conocido.......................................................................................................
    7 %
·  A través de la TV, radio, prensa..................................................................
·  Con motivo de los encuentros del Papa con los jóvenes, aunque tú no hayas asistido...............................................................................................
    2 %
·  Con ocasión de la Confirmación, una romería, una peregrinación.............
    2 %
N= 
       62

 

 

Señalemos en primer lugar que el porcentaje de jóvenes que indican haber pensado en alguna ocasión, en su vida, en la posibilidad de hacerse religioso, religiosa o sacerdote es del 6,6% del total. Esta cifra en la encuesta del año 99 era del 6,4 %. La similitud de ambas cifras es una garantía de que la realidad debe andar en esos valores. (Así y todo, hay que recordar que el estudio del año 2002 comienza en los 13 años, mientras que el del año 2002, a partir de los 15.) Con esa base numérica se ha construido la tabla 4, luego los porcentajes hay que leerlos con cierto cuidado.

 

Sin embargo hay diferencias sensibles que permiten llegar a conclusiones relativamente seguras. La fundamental es la siguiente: el ranking de instituciones o entidades donde la socialización religiosa es más importante cambia de forma sustancial cuando hablamos de decisiones fuertes (aun cuando no prosperen), como es el hecho de pensar en la posibilidad de una vocación religiosa, del ranking que acabamos de mostrar respecto de ideas y posturas en materia religiosa, expresión mucho más suave y, sobre todo, sin compromiso alguno y sin dirección específica, sea hacia planteamientos religiosos, planteamientos no religiosos o indiferentes. Ahora constatamos que, cuando hablamos de decisiones que pueden entrañar compromisos duraderos, la escuela o colegio y la parroquia, por este orden, destacan de forma clara, así como, aunque ya en un rango menor, los grupos de confirmación y catequesis, oración, sin olvidar el ejemplo de un cura, religioso o religiosa que el joven conoce personalmente. Solamente después es señalada la familia y aún con menor frecuencia los amigos, los dos agentes por excelencia de la socialización juvenil, e incluso de la religiosa pero no comprometida. Anotemos, para ser completos que ni uno solo refiere a los medios de comunicación como el “locus” en el que se le suscitó la eventualidad de una vocación religiosa y que los espacios puntuales de eventuales socialización (los encuentros con el Papa aunque él no haya asistido), así como las romerías, procesiones etc., ocupan un escasísimo lugar.

 

Concluyamos este punto: la familia es el “locus” por excelencia cuando se trata de socialización religiosa ligth, débil, seguido por la calle, el entorno social, etc., pero a la hora de pensar en una socialización fuerte con exigencias de compromiso el “locus” básico se traslada al entorno escolar y la parroquia, así como a los espacios de oración, desapareciendo prácticamente la familia como agente de socialización, más aun el grupo de amigos y la calle. La familia, ¿agente de socialización?. Si, pero más débil de lo que parece, globalmente considerada, cuando de socialización fuerte se trate, especialmente con compromisos duraderos, dejando la primacía a otros agentes externos a ella.

 

 

4. Una tipología de familias españolas. Cuatro modelos de familia atendiendo a su capacidad socializadora

 

Una tipología, toda tipología, es un intento de distinguir en un universo concreto una serie de grupos, lo más heterogéneos entre sí que sea posible, a la par que lo más internamente homogéneos que se pueda. Técnicamente diríamos que tratamos de construir grupos con gran varianza intergrupal y escasa varianza intragrupal. El objetivo de toda tipología es muy claro: diferenciar, dentro de un único universo, grupos diversos a tenor de una serie de características  sobre las que se desea investigar. De ahí que sobre un mismo universo quepan tantas tipologías cuantas quiera el investigador (y se lo permitan los datos recolectados). Es pues preciso tener muy en cuenta que la tipología que se presenta a continuación no es la única tipología posible de familias españolas, ni siquiera con los datos que disponemos, y es evidente que puedan redactarse otras distintas a la que aquí se presenta. Todo depende de la información con la que se trabaje y de los segmentos de información que se enfaticen.

 

3.1. Elaboración de la tipología

 

Para la elaboración de la tipología hemos trabajado con cuatro bloques de preguntas del cuestionario administrado a los padres y madres de nuestro estudio realizado en el marco de la FAD. Es pues una tipología construida sobre las respuestas de los padres aunque, después, en el análisis también hemos tenido en cuenta las respuestas de sus hijos. Hemos utilizado todas las cuestiones que se refieren al funcionamiento familiar (preguntas 16-33), a las relaciones que mantienen padres e hijos y a la valoración que merecen esas relaciones (preguntas 34-53), a las causas o motivaciones por las que puede haber conflictos entre padres e hijos (preguntas 69-80) y, por último, a la importancia que se concede a una serie de valores finalistas (preguntas 83-91). En total 59 informaciones diferentes, de los que la gran mayoría, 50 exactamente, se refieren a aspectos concretas de la vida familiar, de la relaciones de los padres con sus hijos, estando los 9 restantes referidos al universo nómico de los padres (bajo la hipótesis subyacente que los valores tienen que ver con los comportamientos y las actitudes).

 

A estas 59 informaciones diferentes, y al objeto de buscar algunas líneas de fuerza mayores, las hemos sometido a un factorial conjunto de componentes principales (tras haber realizado previamente sendos factoriales particularizados por bloques diferenciados para comprobar su pertinencia, factoriales que no presentamos para simplificar el texto) que ha dado como resultado haber logrado “reducir” toda la información contenida en los 59 ítems en 15 grandes factores, como 15 grandes tendencias que ilustran, explicando el 56,9 % de la varianza, la dispersión de comportamientos y actitudes de los padres y madres de la sociedad española de hoy[1].

 

Quince factores, quince líneas de fuerzas, quince aspectos de la vida familiar, de las preferencias, acentuaciones, modalidades de las relaciones entre los padres y los hijos que ya nos resumen bastante las 59 informaciones básicas con las que hemos partido. Sirva ya para eliminar todo intento de generalización abusiva del tipo “la familia española es....”. Hay muchos matices, muchas pluralidades para simplificaciones abusivas. Así y todo hay que hacer aún otro esfuerzo para concentrar la información y buscar los engarces entre los quince factores. Es exactamente lo que hace la tipologización de resultados en base a factoriales previos. Enlaza las respuestas, ya previamente agrupadas en los quince factores, en razón de las similitudes y de las diferencias de unos y otros factores, creando constructos estadísticos homogéneos de los que el investigador debe retener el que presente una mayor pertinencia analítica interna. Así llegamos, en este caso, a propuestas de clasificación entre tres y seis grupos. Tras detenido análisis, retuvimos la solución en cuatro tipos que es lo que se propone en las páginas que siguen. Repitámoslo: no hay una sola tipología posible de familias. Esta es una de tantas posibles que se sostiene en tanto permite ver más claro, con todo el rigor científico de las ciencias sociales, y con pertinencia sociológica pensamos que evidente, en el mosaico de los múltiples modelos de familias españolas en los inicios de este siglo XXI. Puede consultarse en la tabla 5

 

Tabla 5. Una Tipología de familias españolas, en razón de las relaciones internas entre padres e hijos y de los valores finalistas de los padres

Denominación
Porcentaje
Familia familista, endogámica
23,7
Familia conflictiva
15,0
Familia nominal
42,9
Familia adaptativa
18,4
 
Total padres  N=1000
100,0 %

 

 

 

3.2. Descripción de la Tipología propuesta.

 

A continuación vamos a presentar el detalle de cada uno de los modelos familiares propuestos. En cada caso distinguiremos la construcción del cluster, los elementos que lo componen y el perfil de sus miembros.

 

1. Familia familista, endogámica (23,7% de las familias españolas)

 

Para muchas personas, digamos que tradicionales en el sentido de que miran con agrado lo que siempre han conocido y valorado como bueno, este modelo de familia sería “el” modelo de familia. Se trata de una familia donde las responsabilidades de unos y otros están claras y son asumidas sin dificultad, por previamente sabidas y reconocidas, familia en la que las relaciones de padres e hijos son buenas (las mejores de entre los cuatro grupos que conforman nuestra tipología), que valora fuertemente hacer cosas juntos y que tiene relativa capacidad para adaptarse a las nuevas circunstancias que puedan surgir en la vida familiar. Los padres valoran fuertemente tres valores finalistas: moralidad, buena formación y dinero; características definitorias de un modelo de familia “políticamente correcto”. Las opiniones de los hijos son tenidas en cuenta a la hora de tomar decisiones (aunque los componentes del grupo 4º todavía destacan más en este punto).

 

Otros dos aspectos acaban de definir bien a este modelo y que, a la postre, han servido para etiquetar el grupo: no buscan necesariamente las relaciones externas (aún sin rehuirlas) pues parece que están más a gusto entre ellos solos que con otras gentes (es lo que hemos definido con el término de familista) y, en segundo lugar, se posicionan negativamente, respecto de la media poblacional, cuando se trata de preocuparse por lo que pasa en el mundo o en el propio barrio o comunidad (de ahí la calificación de endogámica). Parecería que están a tan a gusto entre ellos, y lo están, que se bastarían, y “lo de fuera” sería visto, si no como una molestia, sí como una intromisión innecesaria. Forzando un tanto diríamos que estamos ante una familia excelentemente avenida, preocupada por el éxito y la felicidad de sus miembros, en la que la opinión de todos es tenida en cuenta, muy probablemente tolerante con el diferente, con el de fuera...a condición de que se quede fuera o, al menos, de que no entre demasiado en casa. Familia muy centrada en sí misma, prácticamente autosuficiente, con distanciada preocupación por lo que sucede fuera de sus muros, capaz de procurar, y conseguir un clima cálido y agradable que sus hijos vendrán a corroborar. Obviamente, en este clima, la socialización familiar es muy importante y es uno de los dos modelos de familia (el otro será el 4º de nuestro estudio) en el que la familia es el elemento central de la socialización.

 

Estamos ante padres con identidades fuertes (mayor presencia de católicos practicantes, pero también hay agnósticos y no creyentes por encima de la media), con opciones probablemente ya asentadas. Los hijos son los que menos drogas consumen de entre todos los tipos de la muestra, lo que no quiere decir, en absoluto, que no las consuman.

 

Este tipo de familia no parece estar condicionado por factores sociodemográficos: puede darse en cualquier grupo social, cultural o económico, y en diferentes hábitats y contextos. Para no pocos, sería el modelo de familia “de siempre”, ideal y relativamente añorado.

 

2. Familia conflictiva (15,0% de las familias españolas).

 

De los cuatro grupos, éste es el más compacto, el más homogéneo, en las características que hemos seleccionado para realizar la tipología. Es la familia en la que sus miembros peor se llevan entre sí, donde más conflictos se dan, por causa del consumo de drogas, por las cuestiones de orden sexual de los hijos, por las amistades de éstos e, incluso, por las relaciones entre los hermanos. Las relaciones de los padres con sus hijos son, con diferencia, las peores de los cuatro grupos, y la comunicación es muy escasa o mala (cuando no muy mala).[2]

 

Para entender lo que sucede en el seno de estas familias, conviene detenerse en la ecuación nómica de los padres. Estos padres no valoran “vivir al día, la estética física, ni el tiempo de ocio”, valores todos ellos en los que destacan la mayoría de los adolescentes españoles de hoy. Luego gran distancia nómica con sus hijos. Además estos padres se singularizan por no tener en cuenta las opiniones de los hijos, o por tenerla en cuenta en notoria menor medida que los demás. Así mismo determinados posicionamientos de los padres denotan ausencia de flexibilidad en las relaciones que mantienen con sus hijos, siendo, con diferencia, los que menos discuten con ellos por temas políticos y religiosas, cuestión esta que, ciertamente, puede tener muchas lecturas: desinterés (como sucede en los grupos 1º y 3º, aunque por razones distintas en ambos), o dificultad particular para entablar discusiones sobre estos puntos en un clima de diálogo difícil (hipótesis que nos parece más plausible en este caso). En definitiva nos inclinamos a pensar que estamos ante situaciones que tienen su raíz, en no pocos casos, en los propios padres, pues presentan un universo de valores muy distante al mayoritario en los hijos, amén de una rigidez en sus propias concepciones de la familia, con una delimitación de estatus y roles paternos y filiares relativamente envarados. Las malas comunicaciones, los conflictos, pueden estar inmediatamente ocasionados por el comportamiento de los propios hijos (en este grupo encontramos los máximos consumidores de drogas), pero en su raíz, en su secuencia temporal, nos inclinamos a pensar que cabe inscribirlos en la ecuación nómica de los padres.

 

El perfil sociodemográfico de éstos nos habla de padres con un estatus socioprofesional y un nivel de salarios conforme a la media poblacional, pero con un nivel de estudios algo inferior al de esa media. Cuando se trata de pedir ayuda para resolver los conflictos en la familia estos padres destacan, al alza, por pedir mayor actuación policial y, a la baja, por la demanda de recursos educativos. Son padres nominalmente religiosos, algo menos formalmente definidos en sus valencias políticas (inclinados a la derecha), y con unos hijos que, éstos ya en mayor proporción, son claramente no religiosos y  no tienen reparo en decirse de derechas, incluso en mayor proporción que sus propios padres y más allá del posicionamiento que éstos les atribuyen.

 

3. Familia nominal (42,9% de las familias).

 

Es el modelo mayoritario en nuestra sociedad. Se trata de una familia en la que las relaciones de padres e hijos pueden ser calificadas, con absoluta propiedad, como de coexistencia pacífica más que de convivencia participativa; los miembros de estas familias se comunican poco y, menos aún, participan en afanes, preocupaciones y objetivos comunes. Los padres están, en gran medida, cohibidos, desimplicados, sin que aborden con una mínima profundidad lo que requieren sus hijos; son padres, que buscan vivir al aire del tiempo, valorando el día a día, el tiempo libre y de ocio, el estar guapos... Una familia “light”, cuya unión se considera menos importante que para el conjunto poblacional, en la que las opiniones de los hijos no son, de verdad y en profundidad, muy consideradas por sus padres; una familia que destaca de las demás por ser la que, en menor grado, refiere que haya conflictos en su seno por causa de las drogas, de los consumos de alcohol, de las relaciones de los hijos con sus amigos, de las relaciones sexuales, etc., básicamente porque ha decidido no enfrentarse, no enterarse de los conflictos, no porque no haya “motivos” para ello.

 

No es entre ellos donde encontramos los mayores consumos de drogas, aunque sí de alcohol, pero no siempre hay relación directa entre los niveles de consumo y los conflictos y disputas familiares asociados a ellos. Hay que introducir otros elementos más: la importancia y gravedad que los padres asocian a esos consumos y, anteriormente, el nivel de seguimiento que realizan de los hábitos de sus hijos adolescentes. Nuestra hipótesis, en este caso (que es el mayoritario, no lo olvidemos), es que estamos ante un prototipo de coexistencia pacífica en muchas familias españolas: “las cosas son como son, los hábitos juveniles son los que son y más vale que nuestros hijos no resulten ‘bichos raros’; con tal de que no se sobrepasen demasiado, es normal que se diviertan al modo como se divierten hoy los adolescentes”; algunas charlas precautorias de cuando en vez, y que la fortuna reparta suerte o, al menos, evada la peor suerte. “Cuando se vayan introduciendo en la veintena, las cosas se irán aquilatando por sí mismas”, se concluye y se mira a otro lado. Obviamente no se discute con los hijos: dos no discuten si uno no quiere.

 

Al preguntar a los padres de este grupo por las cosas que les ayudarían a resolver la educación de sus hijos, exigen un mayor compromiso del otro miembro de la pareja, lo que nos indica una falla en la responsabilización conjunta de la educación de los hijos. Tanto los padres como los hijos sitúan, en comparación con los otros tipos, a los amigos como el espacio privilegiado donde se dicen las cosas más importantes para orientarse en la vida, otorgando menor grado de importancia (de forma particularmente llamativa) a los libros, a la escuela y a la iglesia. La socialización, de la que los padres parecen haber dimitido, se presenta informal, por ósmosis, y primando la horizontalidad del grupo de pares: no es de extrañar que estemos ante el modelo de familia en el que la socialización estructurada sea la más escasa de los cuatro modelos que presentamos. Los padres se posicionan como católicos no practicantes, ligeramente escorados a la derecha, fiel imagen de las tendencias mayoritarias de la sociedad de la España de tránsito de siglo a la que, por razones estadísticas (son el 43%, no se olvide) y, también sociológicas, reflejan y representan.

 

4. Familia adaptativa (18,4% de las familias).

 

He aquí el modelo de familias nacientes: es el más moderno, el que mejor refleja las tensiones de las nuevas familias. Frente a los perfiles relativamente estereotipados de los modelos anteriores, que los hacen fácilmente perceptibles e identificables, este cuarto modelo exige un esfuerzo de abstracción,  imaginación y prospección. Probablemente, lo señalamos de entrada, bajo su denominación se esconden variantes que no podemos tener en cuenta dada la escasez de la submuestra, 144 padres, que aunque extrapolables a 184, no permiten desgajamientos con cierta seguridad estadística. Gran parte de los nuevos e incipientes modelos familiares de los que hablan los sociólogos de la familia cabrían en este “macromodelo”. ¿Como definirlo?. Por la búsqueda de acomodo, de adaptación a las nuevas condiciones, a los nuevos papeles del hombre y de la mujer de hoy en el microcosmos familiar, al creciente protagonismo de los hijos que vienen pidiendo autonomía nómica (quieren crear “su” universo de valores), y que también pretenden libertad en el uso y disfrute del tiempo libre al par que acompañamiento (discreto pero efectivo) de los padres en su inexorable autonomización. Unos hijos que están dispuestos a llevar esa autonomía a la práctica en el modo de vivir con sus pares, en los estudios, en el trabajo (los que se deciden a trabajar y pueden hacerlo) pero, siempre, entendiendo que su hogar familiar de origen, el de sus padres, seguirá siendo el suyo hasta bien entrada la veintena (si no es la treintena ya cumplida), cuando se decidirán, no antes, a crear su propio espacio. Los padres que intentan gestionar estos hijos y la interrelación que se establece entre todos, padres e hijos, conforman este cuarto modelo de familia.

 

Se trata de una familia con buena comunicación entre padres e hijos, con capacidad de transmitir opiniones y creencias, abierta al exterior aún valorando la dimensión familiar donde las opiniones de los hijos son particularmente tenidas en cuenta. Pero, aún siendo cierto todo lo anterior, es una familia no exenta de conflictos, de desavenencias, a veces graves, fruto básicamente de situaciones nuevas en los papeles de sus integrantes, mujer y hombre, madre y padre,  padres e hijos. A diferencia de lo que sucede con el grupo primero, en el que los roles y estatus están claros, en este modelo las responsabilidades de cada uno están en revisión continua y el trabajo o las acciones familiares, en tanto que familiares, no resultan evidentes y son objeto de tanteos y de incertidumbres. De ahí la presencia de conflictos derivados de un ajuste de roles en las nuevas estructuras familiares y de relación, de la necesidad de ir creando una nueva cultura, de la búsqueda conjunta de un acomodo ante las nuevas formas de trabajo y ocio de las generaciones emergentes, ante las exigencias de autonomía de los adolescentes (que unos padres, con más formación que la media y con unas ideas, llamémoslas así, progresistas, no pueden no escuchar aunque no siempre estén dispuestos a aquiescer). Estos padres piden más y mejores recursos para el ocio y el tiempo libre, así como para el sistema educativo; también piden ayudas fiscales y créditos más asequibles para las familias; a la vez son los que, en menor grado, solicitan que la policía aumente sus controles. Estos padres también son los que, más frecuentemente, sitúan a los centros educativos como los lugares donde se dicen las cosas más importantes para orientarse en la vida, y los que, en más alto grado, intentan inculcar en sus hijos la solidaridad, la tolerancia y el respeto a los demás, así como la honradez y la lealtad (con resultados no siempre satisfactorios, todo hay que decirlo). Otro rasgo clave es que es una familia que, aún valorando fuertemente la vida intrafamiliar, está muy abierta al mundo exterior; sus miembros no son familistas y endogámicos como los del grupo primero. Entre esos miembros hay agnósticos, no creyentes y ateos por encima de la media, especialmente en los hijos. Éstos últimos también consumen más drogas que la media, aunque bastante menos que los del tipo de la familia conflictiva.

 

Esta familia (mosaico de familias, más exactamente) que hemos denominado adaptativa, emergente parece ser la familia de la “negociación”, de la búsqueda, del acomodo, no llegando siempre y, menos aún a corto plazo, a los resultados deseados. Pero, las que atraviesen con éxito la prueba de la adaptación a la modernidad, permitirán a las nuevas generaciones insertarse con mayores garantías en la sociedad del futuro. Ausencia de conflicto en la adolescencia, en el seno de las familias, no es garantía de solidez en las estructuras nómicas adquiridas y conformadas con las que andar por la vida, ya adultos, con criterios autónomos.

 

5. Concluyendo.

 

El grupo primero, la familia añorada y, justamente por más de una razón, tiene el handicap de un enrocamiento excesivo en si misma, con una mirada básicamente precautoria hacia el exterior, exterior con el que algún día los hijos tendrán que enfrentarse, ya fuera del nicho familiar. Esta familia tiene capacidad para transmitir los valores de los padres. La duda, nuestra duda, está en si la transmisión de valores, realizada, en este caso, por reproducción de lo inculcado por sus padres se ha hecho propia, esto es, si ha pasado por cedazo de la duda y la confrontación personal al modo como se realiza la socialización en la mayoría de la juventud actual, sobretodo cuando tal socialización tiene alguna espesura.

 

Espesura, consistencia, una mínima estructura  es, precisamente, lo que no tiene capacidad de trasladar el tercer colectivo, el mayoritario, el que hemos denominado familia nominal. Es en este modelo en el que se piensa, y con toda razón, cuando se habla de la incapacidad de la actual familia para transmitir valores. Así y todo hay que añadir que aunque conforma casi la mitad de las familias, tampoco cabe generalizar al conjunto de familias españolas.

 

El grupo segundo puede ser considerado como el reverso del primero. Forzando un tanto la comparación diríamos que si en este los hijos corren el riesgo de adoptar, acriticamente los valores que les inculcan sus padres, los hijos del segundo grupo, al que hemos denominado conflictivo, recuérdese, corren el riesgo, a su vez, de adoptar no solo valores sino comportamientos, en oposición a los valores dominantes de sus padres. De nuevo quedará en duda lo que advengan en el futuro pero, ya en el momento presente, además de ser los más conflictivos en casa, presentan los mayores consumos de drogas que no de alcohol (donde se singularizan los hijos de la familia nominal), significando en ello, en este punto de los consumos de alcohol y drogas, la mayor distancia social sobre el modelo dominante en los componentes del grupo segundo y la menor en los del tercero.

 

En fin, las familias adaptativas, corren el riesgo de rupturas por desentendimientos entre padres e hijos, cuando no en la propia pareja (arrojan la mayor presencia de parejas separadas y están en la capa social en la que estas situaciones se dan con más frecuencia). De ahí, entre otras causas, la presencia de conflictos en su seno, pero la preocupación por los hijos, los intentos de diálogo, la preocupación y, relativa, implicación por lo que sucede más allá de los muros familiares, hacen pensar que estamos, además de ante los modelos de las nuevas familias, aquellas en las que, junto con las familias del primer grupo, haya transmisión estructurada de valores y,  cuando las cosas vayan bien, mayor probabilidad de que los hijos se adapten, autónomamente, a la nueva sociedad.   

 

 

Elementos de Bibliografía

 

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Donostia-San Sebastián 10 de abril de 2003

Javier Elzo

Catedrático de Sociología

Universidad de Deusto



* La suma de respuestas es superior al 100% en cada columna porque los jóvenes podían dar tantas respuestas, indicar tantos espacios de socialización como quisieran.
 
[1] . Ahorramos al lector el detalle estadístico de los nueve factores así como de los items que conforman su construcción, sus pesos específicos, parte de la varianza que explica cada factor en el conjunto factorial etc.. Puede consultarse en el libro referenciado en la nota 1, Megias 2002, páginas 142 y ss.
[2] . Conviene recordar que una tipología no es una separación de grupos en departamentos estancos. Se trata de acentuaciones respecto de un valor medio. Decir que los componentes de un grupo, por ejemplo el conflictivo que ahora estamos presentando, se llevan mal entre sí, no significa que estén todo el día tirándose los trastos a la cabeza. Significa que, en relación a la media poblacional, son los que peor se llevan, los que más discuten, los que peor comunicación tienen. Es una apreciación de orden cualitativo (que hemos cuidado en la redacción con el uso de epítetos ajustados a cada caso) pero que para su cuantificación exige dirigirse a las tablas, tanto las de los cuadros definitorios del Cluster como las tablas pormenorizadas del Anexo al capítulo 7º (Megias E. FAD 2002, páginas 157 y ss).
 

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