viernes, 25 de mayo de 2018

Feminismo sí, pero ¿qué feminismo?


Feminismo sí, pero ¿qué feminismo?

Una de las feministas actuales más renombradas, no solamente en Francia sino en todo el mundo occidental, la filósofa y profesora Elisabeth Badinter, precisaba, recientemente, que la noción de ultraje sexista abarcaba comportamientos muy diferentes. Me parece que solamente deben sancionarse las situaciones peligrosas, como un hombre que te sigue agresivamente o gestos inapropiados en los cuerpos de las mujeres. Pero no los silbidos y las palabras fuera de lugar que provienen de la educación” (Le Monde 12/04/18). Elisabeth Badinter, reaccionaba a lo que consideraba ciertas derivas del movimiento “Me-Too” que, en Francia adoptó la fórmula de #balancetonporc (“arroja tu cerdo”, tira por la borda tu hombre - cerdo, se entiende). 

Dice Badinter que, para las neo-feministas, como las denomina, “todas las mujeres podrían ser potenciales agredidas o víctimas y uno de cada dos o tres hombres, agresores”. Y añade que “esta visión del mundo, victimaria y esencialista olvida la cuestión social” que diferencia a unas mujeres de otras. Para este feminismo, la naturaleza de mujer la opone a la del hombre. Pero, Badinter reporta los resultados de una investigación del presente año 2018, que señala que “las mujeres que tienen un trabajo precario tienen un riesgo superior en un 78 % de ser acosadas que las mujeres que disponen de un trabajo estable”. En otras palabras, la cuestión no está tanto en la relación entre sexos sino en el olvido, llamativo para posicionamientos muy de izquierdas, de la cuestión social. Añade, además, “que la contraría la llamada a la denuncia en las redes sociales. El linchamiento mediático no puede substituirse a la justicia, un principio sagrado de la democracia”. Y concluye, rotundamente, afirmando que “se puede ser feminista y radicalmente contra las derivas del #balancetonporc”. Las condiciones sociales, el libre albedrío y la tecnología son, al menos, tan importantes como la condición natural, sostendrá.

Pues Badinter dice más cosas. En 2010 publicó un libro, reeditado en castellano en 2017, La mujer y la madre”, en el que se posiciona contra los planteamientos feministas y ecologistas radicales que manifiestan una reverencia total hacia la naturaleza, una sumisión ciega a la naturaleza. Así defiende que el instinto maternal ni es universal ni automático. Y que no debe impedir la realización de la mujer en su vida. Es por ello defiende la Procreación medicamente asistida (PMA) así como la Gestación por otra mujer (GPA), lo que nosotros entendemos como “vientres de alquiler”, aunque en, este segundo supuesto, reclama medidas contra toda deriva comercial posible. Propugna un salario modesto para la madre portadora y cargar con todos los gastos derivados de la gestación y nacimiento posterior. Y, subraya “¿por qué desconocer el caso de mujeres que desean quedarse encinta sin, por el contrario, querer educar un niño?”. Y apelar a la libertad de la mujer y a la tecnología, más allá de constricciones ligadas a la naturaleza y a la educación.

En este punto, Badinter se opone a otro neofeminismo, que coincide con el anterior en su radicalidad, particularmente en su respeto total a la naturaleza, aunque de signo ideológico distinto. Se inscribe en lo que denominan como la “ecología integral”. Esta frase del presidente Macron en su discurso en los Bernardinos del 9 de abril pasado lo expresa bien: “debemos encontrar el límite pues la sociedad está abierta a todas las posibilidades, pero la manipulación y fabricación de la vida no puede extenderse hasta el infinito sin cuestionar la idea misma del hombre y de la vida”. La citación proviene de la filósofa Marianne Durano (también en Le Monde del 12/04/18), que acaba de publicar un libro no traducido, titulado (en castellano) “Mi cuerpo no les pertenece. Contra la dictadura de la medicina contra las mujeres” (Albin Michel, 2018), en el que afirma la necesidad de un nuevo feminismo que se ocupe del cuerpo de la mujer con la misma urgencia que se concede a la protección del medio ambiente. Y se pregunta, ¿por qué el cuerpo femenino, maternal y el embarazo, por ejemplo, son olvidados, negados, proscritos de la emancipación de las mujeres?

Pero, la filósofa Marianne Durano, va más allá. Sostiene que de la PMA al “big data”, pasando por la catástrofe ecológica de la que comenzamos penosamente a tomar conciencia, es el mismo sistema tecno- mercantil que extiende su imperio y sus estragos. La misma lógica por todas partes. Lo que era natural, gratuito – el nacimiento, la inteligencia, el crecimiento de las plantas- es reemplazado por artificios costosos: los FIV (fecundación in vitro), los ordenadores, los OGM (organismos genéticamente modificados). Se responde a los desafíos sociales y políticos con soluciones técnicas y mercantiles.

Es el advenimiento de un mundo donde el progreso tecnológico reemplaza el progreso humano. Frente a este sistema que coloniza nuestras mentes y nuestros cuerpos, la ecología integral ofrece una alternativa radical. La de la convivialidad, la de la baja tecnología (low techs) y la del localismo. Contemplar la naturaleza y no reducirla a una pila de recursos; respetar nuestro cuerpo y no instrumentalizarlo: aceptar nuestros límites, en lugar de soñar con un "nuevo mundo" siliconado, hormigonado. "Todo está conectado", repite el Papa Francisco en ´Laudato si ': a la artificialización global de nuestras vidas, es hora de dar una respuesta integral. En noviembre de 2017, quince mil científicos de todo el mundo lanzaron un grito de alarma sobre el estado del planeta, insistiendo en la necesidad de mantener ciertos límites, tanto en la vida cotidiana de los ciudadanos como en las políticas medio ambientales de las instituciones públicas y privadas. Anótese la importancia del concepto “limite”, “limitación”, en este planteamiento.

He aquí un ejemplo, bien clarificador, de cómo una gran feminista de primera fila se opone, con determinación, a dos modelos de neo-feministas: las del “arroja por la borda a tu hombre-cerdo” que algunos denominan “libertarias” (y esencialistas en la diferenciación hombre-mujer) y las autodenominadas “integrales” que se oponen tanto a la PGA como a los vientres de alquiler y plantean su feminismo en el marco de una ecología integral. No oculto mis preferencias por algunos aspectos de este feminismo (con algunas discrepancias de fondo, así en el tema del aborto y del final de la vida) así como, en menor grado, con el de Badinter (con otras discrepancias importantes), pero, ambas, además, habrían de superar el binomio, naturaleza versus tecnología. Ciertamente, no hay que divinizar la tecnología como lo hace el movimiento transhumanista pero tampoco la naturaleza, ciega “por naturaleza”, nunca mejor traída redundancia. El pensamiento binario nos tranquiliza por su sencillez, pero oculta la complejidad de la vida. Que exige pensamientos y practicas complejas y multidimensionales.

(Artículo publicado el 26 de mayo de 2018 en DEIA y en Noticias de Gipuzkoa)

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