domingo, 15 de abril de 2018

La “curva del elefante”, o la distribución de la riqueza




La “curva del elefante”, o la distribución de la riqueza

Confieso que, hasta hace pocos meses, no había oído hablar de la “curva del elefante”, un gráfico que ya circulaba en ámbitos socioeconómicos para visualizar la distribución mundial de las riquezas e ingresos de las personas. Es un gráfico que muestra dos cosas. Por un lado, la distribución de los ingresos, en percentiles, desde los pobres (digamos el 30 % de la población más pobre del planeta) a los más ricos (digamos el 10 o el 20% más rico, más pertinente que el 1%), con todas las comparaciones intermedias posibles. Pero al mismo tiempo esta “curva del elefante” (llamada así porque se asemeja a un elefante sentado de perfil), en su evolución, permite mostrar la modificación de los ingresos de los diferentes colectivos de personas a lo largo de los últimos 25 o treinta años, esto es, desde que la mundialización se instaló en el planeta.  Lo que permite a los estudiosos decir a quienes ha beneficiado la mundialización y a quienes ha desfavorecido. Además, entendiendo este favorecimiento o desfavorecimiento, tanto en el nivel de vida de los individuos (y colectivos de individuos) a lo largo de su tiempo biográfico, de su vida, como en comparación con otros colectivos, próximos y lejanos.

En la versión disponible de la curva en el World Inequality Report 2018 (Informe, cuyo Resumen Ejecutivo de 20 páginas se puede consultar en castellano, gratuitamente, en la Red), se constata que, en el periodo considerado (1980-2016), la clase media asiática aumentó fuertemente sus ingresos y que, en algunos lugares como en China, hasta triplicarse e incluso cuadruplicarse. Por otro lado, la clase obrera occidental y la clase media son ciertamente más ricas que la clase media asiática, pero sus ingresos apenas han aumentado. Finalmente, las personas más ricas del planeta han visto que sus ingresos y riqueza al menos se duplican.

Branko Milanovic, economista serbio-estadounidense, es uno de los mayores estudiosos de estos temas y fue leyendo uno de sus artículos que tuve conocimiento de la “curva del elefante” en “Le Monde” (15/12/17). Le sigo aquí, parcialmente. Tiene varias publicaciones en castellano. La última, “Desigualdad mundial. Un nuevo enfoque para la era de la globalización”, en Fondo de Cultura Económica 2017.

Pues bien, en el texto de “Le Monde” podemos leer cuales son, a su juicio, claramente, los ganadores y perdedores de la globalización. Los ganadores son los ricos de todo el mundo y los habitantes de Asia, el continente asiático. Los perdedores, las clases medias occidentales. Estos están atrapados entre dos fuegos. El fuego de la competencia de las personas más entrenadas y ansiosas por realizar el mismo trabajo por un salario más bajo, deseosos de subir en el escalafón social, personas que, en su gran mayoría, residen en Asia, por un lado, y la indiferencia de sus compatriotas ricos occidentales con respecto a sus dificultades, por el otro. Esto último, la indiferencia de los más ricos, o de los mejor asentados del mundo occidental, ante la caída en el escalafón social de parte de la clase media con la que conviven, es una de las razones que se esgrimen, creo que con razón como ya he mostrado en estas páginas, para explicar la salida del Brexit, el triunfo de Trump, el auge de la derecha xenófoba y el de algunos populismos de izquierdas. Pero hay que añadir, inmediatamente, que no es tanto, aunque también, que determinadas capas de la sociedad occidental (grosso modo la clase media baja y parte de la clase media - media) haya perdido capacidad adquisitiva sino, sobre todo, según esta línea de análisis, que comparativamente a otros colectivos, próximos y lejanos, sienten, con razón, haber descendido en el escalafón social. Todo es relativo, salvo para quien no pueda pagarse una semana de vacaciones al año, o el recibo de la luz, que tampoco es lo mismo.

Quizá algún lector recuerde mi artículo, en estas mismas páginas, comentando un gran libro de Michel Camdessus (02/12/17). Escribí que el escenario más probable, según Camdessus y su equipo, habla de un crecimiento medio anual del 4%, en el periodo 2016-2050, en los países emergentes y en desarrollo. El mundo será mucho más rico. La renta media mundial por persona habrá pasado de 15.000 euros en la actualidad a 35.000 Euros en 2050. Pero las desigualdades sociales irán en aumento, aunque, salvo bolsas de pobreza, hasta los más pobres, serán menos pobres. Y añadía, que los países llamados emergentes (China, India, Brasil, Indonesia, México, Rusia y Turquía) pesarán más del 50 % del PIB mundial, mientras que los del G7 (Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia y Japón) disminuirán al 20 %, cuando en 1980 representaban el 52 % del PIB mundial. El centro del mundo ya ha basculado del Atlántico al Pacifico. Ningún país europeo en 2050 tendrá peso suficiente para sentarse en el Club de dirigentes del planeta, salvo que se unan en una Europa fuerte. Pues bien, el Informe sobre “La Desigualdad global 2918”, arriba mentado, lo confirma plenamente.

En el cuerpo de ese Informe, pero esta vez solamente en inglés, hay un apartado consagrado a España. Es el quinto punto de la 4ª Parte del Informe donde se detiene, con detalle, en las desigualdades en EEUU, Francia, España y Reino Unido. Podemos leer que el promedio de riqueza media por adulto en España, el año 2013 (último año sobre el que ofrece datos), era de 143.880 €. Pero, la distribución de la riqueza arroja estas increíbles cifras: la riqueza media del 10% de la población española más rica era de 813.330 € por adulto, de 132.700 € en el 40 % de la clase media, y desciende al 18.890 € en el 50 % más pobre de la población.  Visto de otra forma: la participación de la riqueza personal atribuible al 50% inferior siempre ha sido muy pequeña, alcanzando un máximo del 9% en 1992, pero retrocedió a poco más del 6% en 2013, aproximadamente igual a su nivel al comienzo del período (1984 en España). La proporción de riqueza personal del 40% medio se concentró entre el 32% y el 39% de la riqueza neta total, permaneciendo por encima del 35% durante la mayoría del período observado, mientras que la parte del 10% superior ha fluctuado entre el 53% y el 61%. Añadir que, en Europa, donde está España, es la zona del planeta donde la desigualdad es menor, se me antoja pobre consuelo. Aunque contextualiza los datos. Todo es relativo, en efecto.

En diciembre de 2016, participé en dos Coloquios, uno en Zarautz, organizado por “zarautzOn”, y otro en Donostia, organizado por “Ingeniería para la Cooperación”, sobre las desigualdades sociales. Centrándome en la CAV, trabajé mucho con tres Informes. El resumen del resumen de mis pesquisas fue que la sociedad vasca, en su conjunto, no se había empobrecido en los últimos 30 años, bien al contrario, pero la distancia entre los más ricos y los menos había aumentado. La crisis de 2008 habría ocasionado 38.000 pobres más, pero también habría aumentado quienes tienen “pleno bienestar” (147.000 personas), en detrimento, en parte, de los que han descendido, comparativamente, en la escala social (221.000 personas). Euskadi is not different. Aquí también vale la curva del elefante.

Donostia San Sebastián 10 de abril de 2018

(Publicado en DEIA y en Noticias de Gipuzkoa el 14/04/18)

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