lunes, 21 de marzo de 2016

Una bella y reconfortante historia en boca de Edgar Morin


Una bella y reconfortante historia

Estos días pasados, y en los meses anteriores, hemos constatado cómo salían de la cárcel un número importante de presos de ETA. Algunos tras reconocer no solamente el daño causado sino también que su actuación era condenable e injustificable, sin que hayan faltado los que, además, han pedido perdón. Otros, la mayoría, han callado, o, a lo sumo, han reconocido que han tardado demasiado en desvincularse de la violencia de ETA (aun sin mentarla), sin olvidar a los que siguen defendiendo la violencia como "arma revolucionaria”. Las reacciones ante estas declaraciones han sido tan dispares como lo serán las de los lectores que lean este texto. Texto en el que quiero subrayar un solo aspecto, siendo plenamente consciente de dejar muchas cosas en suspenso: la posibilidad de la redención de un asesino, de un criminal, con la ayuda del perdón gratuito. Lo hago, trasladando, parcialmente, un relato que recojo de un libro desgraciadamente no traducido al español, “Au péril des idées”. Presses du Chatelet, 2015. Es un diálogo entre Tariq Ramadan, musulmán, profesor en Oxford y Edgar Morin referente mundial de la sociología. El relato, en boca de Edgar Morin, se puede leer entre las páginas 306-309, casi al final del libro. Lo traduzco, casi íntegramente. Dice así:

El relato de Edgar Morin: “Sabemos de criminales que se han redimido y, a veces, trasformado interiormente. Yo he conocido el caso de un profesor de la universidad de Rennes - su caso fue muy comentado en los medios- que había abandonado a su mujer, para volver a casarse con una estudiante. Más adelante, encuentra otra estudiante de la que se enamora. Su segunda mujer, reprochándole de no mantener relaciones sexuales con ella, la estrangula haciendo el amor, después entierra su cuerpo en el jardín de su casa y se va a un congreso a Rio de Janeiro con su última conquista. Tras su retorno, la familia de su mujer se inquieta y, como este intelectual especializado en biología no es un criminal muy hábil, la policía acaba por encontrar su cadáver. Durante el proceso asegura que sufrió una crisis de demencia. Su abogado evita la pena capital y es encarcelado en la penitenciaria de Saint Maur, cerca de Châteauroux, de donde nadie huye.

Me escribe de la cárcel, me dice que ha leído “La Methode” (el texto clave de Morin), me cuenta su historia y precisa que no estoy obligado a responderle. Obtengo un permiso para visitarle (…) y me encuentro con un hombre con algunos años más que yo, pequeño, fornido, alerta. (…). Y allí, en la cárcel, me entero que este hombre ha animado a los analfabetos, a los gitanos, a los magrebíes a comenzar a estudiar, a otro preso a escribir una tesis. Se había transformado en un santo, enteramente consagrado a los co-detenidos en su miseria. Yo le ayudé a crear un círculo cultural en la cárcel haciendo que se desplazaran allí grandes personalidades de la intelectualidad francesa como Francois Furet, Pierre Nora….

Un día, cuando ya estaba encarcelado desde hace unos diez años, me dice: “creo que ya he pagado. Ya quisiera salir”. Era el año 1981 y Mitterand acababa de llegar a la presidencia de la República y su ministro de justicia, Badinter, había hecho abolir la pena de muerte. Como yo había conocido a Mitterand en la Resistencia (contra la ocupación nazi) le escribí, pero había un reflujo en la opinión por la ley de Badinter: se decía que se estaba mimando a los presos, que tenían televisión en sus celdas etc. Mitterand no se atreve a liberarlo pero concede una remisión de su condena, lo que comunico a mi amigo en prisión. (…).

Y sucede un acontecimiento increíble. Una de sus estudiantes que no se había atrevido a declararle su amor, había devenido profesora en un liceo francés de una capital del Oriente Medio. En unas vacaciones en Francia pide al abogado de mi amigo que le informe de su situación. El abogado le responde: “No sé. Pregunte a Edgar Morin”. Viene a verme, me pide su dirección y le escribe. Él le responde y el amor entre ellos arde como la yesca. Ella va a la cárcel y se aman con ardiente pasión…. Él me repite: “quiero salir”. Consigo que le otorguen una libertad condicional. Tras salir de la prisión me pide que sea testigo en su matrimonio y, privado de sus derechos profesionales, sigue a su nueva esposa a su país en el Oriente Medio, entonces en plena guerra civil. Ella se divorcia de un inspector de academia que consigue que pierda su puesto de trabajo y les obliga a volver a Francia.  Mi amigo, convencido de que es la causa de la desgracia de todas las mujeres, desaparece. Su mujer me suplica que lo encuentre. Mi amigo reaparece y reemprenden la vida en común.

Epílogo: cuando en 2008, se vuelve a publicar en dos volúmenes mi trabajo “La Methode”, se organiza una sesión de presentación. Yo deseo asociar al acto a mi amigo a quien había dedicado uno de mis libros, sin dar su nombre, pues había releído y trabajado mis manuscritos. Él me dice que lleva treinta años sin hablar en público y que le da pánico hacerlo. Yo insisto en que hable. De hecho lo hace y comienza sus palabras diciendo que “Edgar Morin no escribe tan fácilmente como parece. Yo he revisado sus manuscritos…”. Yo estaba muy emocionado. Su esposa, radiante: “he vuelvo a encontrar al gran profesor que conocí”. Todo esto, concluye Morin su relato, para decir que la redención es posible: yo lo sé”.

El valor del perdón gratuito. ¿Es posible añadir algo a este texto maravilloso?. Sí. Particularmente desde Euskadi, sí. Es un ejemplo, y hay otros, de que el perdón gratuito causa milagros. Ya escribí hace meses un texto sobre la capacidad revolucionaria del perdón (Se publicó en “Deia” y en “Noticias de Gipuzkoa” el 21/08/15). Este de hoy, lo quiero ir cerrando con las mismas palabras con las que Edgar Morin encuadra su texto. “El perdón no es una cosa que se da al que lo demanda, debe ser acordado a quien no lo demanda. Es un reto, un riesgo, pero es un reto sobre la posibilidad de que la humanidad acabe por vencer la inhumanidad de aquel a quien se perdona. Con sus riesgos y sus peligros, el perdón trasgrede esta ley que nos viene de muy lejos, la ley del talión. Es por ello que considero sublime, en el Evangelio, el perdón a la mujer adúltera que los hombres querían lapidar (Juan 8, 2-11), y sobretodo el extraordinario perdón de Cristo en la Cruz: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen” (Lucas 23,34). (Quizás quepa recordar que Edgar Morin se confiesa agnóstico, “incapaz de creer” escribe). En términos místicos o morales, esto reenvía a lo que Marx o Freud hubieran podido decir: los hombres no saben lo que hacen”.

La capacidad de rectificar. En otra parte del mismo libro arriba citado, Edgar Morin va más allá y reflexiona, desde su propia experiencia personal, en la posibilidad de cambiar el rumbo vital de una persona, que define como “la capacidad de corregir mi acción”. Así escribe que “durante la ocupación (de Francia por los nazis) yo era comunista, pues yo he creído que el comunismo soviético se desarrollaría después de la victoria y crearía las condiciones de una sociedad nueva. Después comencé a desencantar. Al final “rompí” con mi elección. Porque quise mantenerme fiel a mi moral política se me trató de “traidor”. Es así como miles, incluso millones de seres humanos, han creído que concurrían a la emancipación del género humano, cuando en realidad trabajaban para su sojuzgamiento”. (Páginas 70-71)

Para un vasco es imposible no pensar en quienes han apoyado a ETA en pro de lo que entendían como “la liberación social y política de Euskal Herria”. Y algunos persisten en la misma justificación de la violencia (hace ya 20 años los califiqué de “irreductibles”) aunque, afortunadamente, haya también otros que han “corregido su acción”, y su justificación. 

Morin tiene 95 años. Sería fantástico que pudiera venir a Euskadi y trasladarnos de viva voz, con su amigo, esta extraordinaria experiencia vital de perdón, redención y nueva vida. Con sus muy ricas reflexiones.

P.D. Una redacción algo más corta de este texto se difundió a comienzo de marzo de 2016 en la red de Amigos de Gesto por la Paz y se publicó en “Deia” y en “Noticias de Gipuzkoa” el sábado 19 de marzo de 2016

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