viernes, 19 de diciembre de 2003

El velo islámico y los límites de la escuela


 
(Publicado en "El Correo" y en "El Diario Vasco" el 19 de diciembre de 2003)

Un comité de viente expertos, constituido para analizar los problemas inherentes al uso del velo islámico en las escuelas francesas, entregó la semana pasada a Jacques Chirac, un informe que ha servido de base para el pronunciamiento del presidente de la República. La comisión sostenía la promulgación de una ley que prohíba todos los «signos religiosos o políticos ostensibles» en las escuelas públicas. Chirac avaló el pasado miércoles esta vía, aunque ciñéndola al aspecto religioso. El 'informe Stasi' es, sin duda, un documento importante para la reflexión.

La comisión proponía, literalmente, «prohibir en las escuelas y liceos las vestimentas y símbolos que manifiesten una pertenencia religiosa o política». Y en su texto precisaba que se refiere a «símbolos ostensibles como un gran crucifijo, un velo o una kippa», pero no a los «discretos» como una medalla o una pulsera. La mayoría de los grupos políticos se felicitaron por el contenido del esperado 'informe Stasi', pero no así las confesiones religiosas católicas, protestantes, judías y musulmanas. El moderado Dalil Boubaker, rector de la Mezquita de París e interlocutor privilegiado del Gobierno francés en los temas islámicos, se manifestó en contra, así como el Gran Rabino de Francia. Más grave aún, el radical presidente de la Unión Islámica de Francia, Lhaj Thami Breze, ha declarado que «si hay una ley contra el velo en la escuela, habrá que respetarla, pero tendrá como consecuencia la apertura de escuelas confesionales», esto es, escuelas coránicas. (Le Monde, 8 de diciembre). Con lo que, de un plumazo, en vez de propulsar la integración de los musulmanes se fomenta lo que el Gobierno quiere: el comunitarismo.


Esta situación refleja, entre otras cosas, el fracaso de la educación en general y de la escuela republicana en particular. Claro que la escuela no cabe sustraerla de la sociedad en la que se inserta. Francia, más de un siglo después, aún no se ha librado de la batalla de la laicidad y sigue cayendo en el laicismo. Desde ahí cabe entender que una sociedad tan madura como la francesa se haya empantanado en algo tan trivial como la indumentaria de las chicas en las escuelas, digan lo que digan (ya sé que es algo más que un trozo de tela) los 'maîtres à penser' franceses. Este año, seis alumnas han tenido que abandonar sus escuelas por negarse a desprenderse del velo. Seis alumnas. Seis. Sin embargo, «se trata de que el Estado reafirme reglas estrictas, para que la vida en común en una sociedad plural pueda quedar asegurada», según argumenta el texto de la comisión. De ahí la propuesta de ley.

Llevo algún tiempo leyendo y reflexionando sobre este tema y he llegado al convencimiento de que es un problema ideológico francés y que no lo vamos a tener entre nosotros. Llevamos muchos años viendo a monjas y curas con sus hábitos, más o menos ostensibles pero no por ello menos evidentes, en nuestra escuelas primarias y secundarias (como profesores) y en nuestras universidades como profesores y alumnos para que ahora montemos un casus belli, como los franceses, porque una chica venga a nuestras clases con un velo o un muchacho con una kippa (o mil chavales con la famosa foto del Che Guevara, signo político ostensible donde los haya).

La prueba de que es un problema ideológico y no social está en el propio dictamen de la comisión francesa de expertos. No incluye la prohibición de estos signos en los centros privados concertados, católicos la gran mayoría, entre los que no faltan los que acogen alumnas musulmanas con velo. Sin problemas ni polémicas, por cierto.

Pero el problema francés y su comparación con algunos datos de nuestra escuela próxima me permiten reflexionar sobre una cuestión que titula este artículo: los límites de la escuela como agente de socialización. Preguntarse por los espacios donde, según los adolescentes, se dicen las cosas más importantes para orientarse en la vida, es una forma indirecta de conocer el papel de los diferentes agentes de socialización juvenil. Los últimos datos de que dispongo, de estudios propios sobre escolares de 12 a 18 años en San Sebastián y Vitoria del curso pasado, nos dicen que el 91% sitúan en primer lugar a la familia, como espacio donde se dicen cosas importantes para orientarse en la vida, el 60% a los amigos, el 51% a la escuela, el 23 % a los libros, similar porcentaje a los medios de comunicación, el 8% a la Iglesia y el 3% a los partidos políticos. Doy los valores medios de las respuestas de los escolares de Donosti y Gasteiz. Para ser completo diré que a medida que avanzan en edad sube el peso de los amigos y desciende el papel de la escuela y el de los padres. Añado que solamente el 7% citan internet, y sólo en Vitoria pues en Donosti nos despistamos y no lo preguntamos, lo que indica a todas luces que los adolescentes no ven a internet como agente de socialización sino como mero juego y distracción.

Me pregunto si no estarán los franceses sobrevalorando la capacidad socializadora de la escuela. Peor aún, ¿no estarán introduciendo en la escuela pública un problema que solamente es real en la cabeza adulta de los franceses anclados en el republicanismo más intransigente de otros tiempos? La situación que viven hoy los franceses, sí, es un problema local francés, pero muestra una vez más que no se puede legislar, y pretender resolver, a través de la escuela problemas que tienen su raíz fuera de la escuela. Ni cruz, ni pañuelo en la escuela pública, de forma ostensible, es lo que ha decidido Jacques Chirac, aunque relegando lo que la Comisión recomendaba con igual contundencia para los símbolos políticos. ¿Cuestión de centímetros, como hace años con la minifalda entre nosotros?

Pero las cosas, claro que sí, son mucho más complejas. En vez de propugnar la coexistencia de ciertos signos religiosos y políticos en los centros escolares, fomentando la tolerancia y la naturalidad de la expresión simbólica de las opciones políticas, religiosas y culturales, para eliminar escasas situaciones conflictivas, se prohibirá toda muestra ostensible de ellas en la escuela pública. Eso no es laicidad, sino laicismo. Lo más grave es que, a partir de ese momento, la dimensión religiosa adquiere carta de conflicto en la propia escuela. En las públicas, nada de religión. En las privadas, ¿pura confesionalidad? ¿Vuelven las guerras de religión?

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