sábado, 9 de julio de 2011

La Quinta


La Quinta
(Publicado en "El Diario Vasco" el 9 de Julio de 2011)
 

Me enfrento a la pantalla del ordenador en blanco. Solamente, en negrita, el titulo. “La Quinta”. La escucho, por azar, en el canal Mezzo. Era Claudio Abbado siendo titular de la Filarmónica de Berlín. Abbado debe salir, ya la orquesta en camerinos, él solo, a saludar al público enfervorizado. Yo corro al ordenador.

 

No era “mi” quinta, la quinta de Beethoven que llevo dentro, pero la escuché con la emoción que me suscita siempre una buena interpretación. Y la de Abbado con Berlín lo era, los músicos entregados al embrujo de Beethoven.

 

Yo creo que nací de verdad a la música con la Quinta. A esa música que te atrapa y te invade, a esa música que te obliga a parar tu coche escuchando la radio (era Hans Knappertsbusch, en una versión impensable hoy). Nunca he escuchado una Quinta en directo que haya satisfecho mis expectativas. Rattle con la Filarmónica de Viena, me sonaban a Mahler, Thielemans, también con Viena, a Bruckner; la masacraron con orquestas del siglo XVIII Bruggen y Gardiner; Paavo Jervi a quien escuché en dos días las siete primeras sinfonías con su orquesta de Bremen, me dejo frío; Maazel perfecto y vacío, y solamente Baremboim, de nuevo con Viena, me llevó a Beethoven. A “mi” Beethoven. El que viene de Furtwängler, el del año 1943 en plena guerra y el que dirigió, en el primer concierto tras su desnazificación, el año 1947. Es un problema escuchar algunas sinfonías de Beethoven (la 5ª en concreto), cuando se tiene en la memoria musical a Furtwängler.

No hace falta decir que todo esto es subjetividad pura de quien no tiene más galones que los del melómano compulsivo, en nada músico (que más quisiera yo), menos aun musicólogo. Sencillamente no podría vivir sin música y me gusta contarlo y escribirlo, en la esperanza de encontrar algún lector que, tan convulso como yo por la música, quiera compartir conmigo este par de minutos. Perdonen los demás.

La Quinta de Beethoven. Pero, ¡será la edad!, ahora la Sexta me atrapa más. Escuchen los 21 minutos que le dura a Glenn Gould el segundo movimiento de la transcripción que hizo Liszt de la Pastoral. Prefiero ya los adagios (Bruckner) a los allegros. Me atrapa la plenitud del Clave Bien Temperado (todo está en Bach decía Chillida), la belleza del clarinete en el concierto de Mozart y la magia infinita de su Flauta Mágica; una melodía de Schubert; la impotencia de Wotan en El Oro de Rin; la caída a los infiernos de la indiferencia filial en la desolación más absoluta del final de Wozzeck, signo y símbolo del terrible siglo XX…

Nos queda la opera “San Francisco de Asís” de Messiaen, “un santo para el siglo XXI”, dixit Gerard Mortier, (El País 05/07/11), Director Artístico del Teatro Real que se ha atrevido a traerla a Madrid. Un tercio de las 4.200 butacas del Madrid Arena desertaron tras el segundo acto, el miércoles pasado, en su estreno en España. Droga dura de cuatro horas y media de música. Ayer noche, la habré experimentado.

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