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lunes, 28 de agosto de 2017

"Parsifal" en Bayreuth

"Parsifal" en Bayreuth

¡Al fin! Con setenta y cinco años a cuestas, y los siete últimos en cola, esperando mi turno, al fin hemos conseguido entradas para poder asistir a una representación de Parsifal en Bayreuth. Fue el pasado 14 de agosto. Si, además, el día 16, acudimos a la representación de Tristán e Isolda, puedo decir que uno de mis mayores deseos musicales ya lo he satisfecho. Las representaciones comenzaron a las 16.00 y concluyeron hacia las 22 horas con dos intervalos de una hora. 4 horas de música con tiempo para degustarla…con una buena cerveza o una copa de vino blanco del Rin.

Parsifal no es una “obra cristiana” como Diálogo de Carmelitas de Poulenc o San Francisco de Asís de Messiaen. Wagner la denominó “festival escénico sacro”. Pero cuando el coro canta “tomad mi cuerpo, tomad mi sangre en mi memoria” la referencia cristiana es evidente, lo que no escapó, e irritó, a Nietzsche que escribió esto: “todo lo que yace en una vida empobrecida, la gran falsificación de la Trascendencia y del Más Allá, encuentra en la música de Wagner su más sublime heraldo. (…) Su última obra será el zenit de esta falsificación. Parsifal mantendrá eternamente un lugar privilegiado en el arte de la seducción, como la obra de un genio de la seducción…Yo admiro esta obra, me hubiera gustado poder ser su autor y la comprendo…Se paga caro abrazar el mundo de Wagner. (…) Tiene las mismas propiedades que una absorción regular de alcohol. (…) Embrutece, idealiza. (…) Wagner es gravemente peligroso para los jóvenes; es funesto para las mujeres”. (Fr. Nietzsche “El caso Wagner”, traduzco de su traducción francesa, Alia, Paris 2007, pp. 61-64)

Wagner pensó en 1849 en una ópera o escenario dramático en cinco actos titulado “Jesús de Nazaret” en la que, por influencia de Feuerbach, concibió a Cristo como un revolucionario social. De hecho, en la Wahnfried, residencia de Wagner en Bayreuth hoy convertida en un remozado Museo, encontramos un ejemplar del libro de Feuerbach, en el que se habría inspirado. La necesidad de la redención-salvación y las figuras de redentor (a menudo acompañado, cuando no impulsado, por la figura de una mujer) conforman un tema recurrente en Wagner: Tanhausser, Lohengrin, Sigfrido, Parsifal…La última frase que pronuncia el coro en Parsifal dice literalmente esto: “Redención para el Redentor”, pues en Wagner, los redentores son humanos, incluso los dioses, en el Anillo, lo son en gran medida.

Estos últimos años he leído, no poco, sobre Wagner en general y Parsifal en particular y creo que lo que quiso decir Wagner con su Parsifal se lo llevó a su tumba. Me inclino a pensar, con no pocos, que Wagner utilizó los temas religiosos para contar sus historias de redención, de amores ambiguos (el tema del amor en Wagner es crucial), de transformación del mundo. Como en la actualidad, los directores de escena utilizan la música de Wagner para contar, a su modo, sus propias historias. No he asistido a ópera alguna de Wagner que se atenga a lo que, con mucho detalle, precisó Wagner. Así en el Parsifal de este verano en Bayreuth, el director de escena, Uwe Eric Laufenberg, presentó un primer acto centrado en el Cristo crucificado en la figura de Amfortas para, en el tercero, dar paso a un ecumenismo interreligioso. En el segundo acto, las “niñas flor” aparecen cubiertas con el chador musulmán para ser desalojadas por chicas occidentales, ricamente desvestidas, lo que algunos entendieron como una afrenta al islam. Personalmente la lectura de Laufenberg no me disgusta, pero no puedo no añadir que esa no es la lectura de Wagner. Lo que no me impide, sin embargo, reconocer que, poniendo entre paréntesis el libreto de Wagner, la apuesta del realizador fue, visualmente hablando, espléndida, intelectualmente, muy defendible, y musicalmente, dirigida por Harmut Haenchen, soberbia.

La acción la sitúa Laufenberg, como se nos mostró en un video proyectado al modo Google Earth, en una comunidad cristiana de monjes, rodeados de terroristas, en Siria, cuando Wagner la sitúa en “Montsalvat, con el paisaje de las montañas del norte de la España gótica”. (Pero la contextualización de la ópera en Bayreuth responde a hechos reales. En una reciente publicación referí cómo en una zona fronteriza con Siria al comienzo del siglo XX se asentaba una comunidad floreciente de 500.000 cristianos arameos que man­tenían viva la lengua que, presumiblemente, hablaba Jesús. Al fi­nal del mismo siglo esa cifra se había reducido a 2.500 cristianos arameos y numerosos observadores estiman que «su erradicación total es inminente»).
 
Vivimos similar experiencia en la extraordinaria versión de Tristán e Isolda, con un reparto de lujo y Thielemann a la batuta. En el epílogo de la ópera, cuando Isolda concluye su Liebestod (Muerte de amor), escribe Wagner: “Isolda…cae suavemente sobre el cadáver de Tristán…Marke bendice a los difuntos”. El realizador de Bayreuth hace que Marke, sin bendecir a nadie, se lleve consigo a Isolda, en un contrasentido total a la intención de Wagner. Poco importa. El público, entregado a la interpretación de Petra Lang y Thieleman, prorrumpió en enfervorizados aplausos y bravos. 

¡Cuántas veces, cuantos, no hemos asistido a una representación de Wagner, y hemos cerrado los ojos para que la escena no nos perturbe! Nos topamos en Bayreuth con una pareja de músicos donostiarras que se habían desplazado para escuchar, completo, el Anillo, y nos dijeron que, en un momento de amor entre Sigfrido y Brunilda, el realizador puso en escena imágenes de dos cocodrilos copulando. No me extraña que ese Anillo haya sido abucheado. Aunque un amigo navarro, que había asistido en Bayreuth a Parsifal y a Tristán un par de semanas antes que nosotros, y con quien compartí, via WhatsApp, nuestras experiencias musicales, me decía que la música de Wagner, en Bayreuth, lo supera todo, “supremo deleite…que diría Isolda”.


Durante treinta años solo se pudo interpretar Parsifal en Bayreuth. Claro que escuchar los coros de Parsifal, en el proscenio, en la cúpula, y a la altura media de la cúpula, como detalla Wagner en el Libreto, es una experiencia musical única, inenarrable. En ningún lugar del mundo la música de Wagner penetra como en su santuario de Bayreuth. Un teatro hecho por y para Wagner. Con una acústica nítida, potente, envolvente, la mejor de todas las salas a las que he acudido en mi vida. Es evidente que “el modus operandi de la experiencia musical, la fuerza vital de su inutilidad, la maestría sin control que puede ejercer sobre nuestras mentes y cuerpos, sigue siendo tan inextricable como la música en sí”. Pero antes, George Steiner, pues de él estoy hablando, ya nos había advertido que “el lenguaje es aquello que la música no es”. En efecto, la música comienza donde no llegan las palabras, donde acaban las palabras. Así nos quede lo esencial: la música y, como dijera, creo que Baudelaire, de Wagner, y mucho antes que Nietzsche, su música puede enloquecer. ¡Vaya que sí!

Texto publicado en Noticias de Gipuzkoa el 26/08/17 y en DEIA el 27/08/17

sábado, 1 de octubre de 2016

La coda de la 4ª de Bruckner por “Celi”


La coda de la 4ª de Bruckner por “Celi”

Hastiado de ver los últimos meandros de las disputas por el poder del PSOE, y por razones, causas o motivos que se me escapan, he sentido la “necesidad” de escuchar el final de la 4ª de Bruckner por Celibidache.  En ese pozo sin fondo que es YOUTUBE he encontrado una versión suya de 1969, sin que se indique cual era la orquesta. Este es el enlace:


Sobrecogido cada vez que escucho este final, he buscado, y encontrado, otra coda de la misma 4ª, por Celi. Esta vez el año 1989, ya con su última orquesta de Munich. Este es el enlace



Inmensas versiones. Nadie salvo “Celi” es capaz de mantener esos “tempi” sin que se nos hagan insufribles. Bien al contrario, nos sumergimos en esa música pidiendo que no se acabe, que siga, lentamente, “langsam”, en un crescendo que Celi (y Bruckner) lo dejan abierto en el acorde final. ¿Abierto a qué?

Ciertamente la Filarmónica de Munich suena mejor que la de la versión de 1969. Pero la concepción de “Celi” es la misma.

Escuché a Barenboim con su  Staatskapelle de Berlin, el pasado 2 o 3 de Octubre, no recuerdo, esa misma sinfonía en la Philharmonie de Paris. A mi juicio, y gusto, Barenboim (y todavía Haitink) son la mejor garantía de un buen Bruckner.  Pero “Celi” en la 4ª (y 8ª) es insuperable. Barenboim, en Paris dirigió el día siguiente la 5ª. No aplaudimos, rugimos. ¡Qué concierto! Aplausos interminables. A mi lado una señora, sospecho que aun de más edad que la mía, gritaba, ¡bravo!, ¡bravo!, hasta que un gallo la hizo callarse…  


Pero en la 5ª, lo que hizo Eugen Jochum con esta sinfonía dirigiendo el extraordinario Concertgebouw de Amsterdam, en la Abadía de Ottobeuren los días 30 y 31 de mayo de 1964 (en Philips, no se lo pierdan si no lo han descatalogado) creo que no se superará nunca.

domingo, 11 de septiembre de 2016

Mi Leccción de Ingreso en la RSBAP: más allá del pensamiento binario




Más allá del pensamiento binario.
 Elogio de la diversidad en la unidad.

Texto para la Lección de Ingreso de Javier Elzo como Amigo de Número en la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País/ Euskalerriaren Adiskideen Elkartea 
el 10 de Septiembre en el Palacio Intsausti de Azkoitia

Índice:

-        Introducción
-        ¿Qué entendemos por pensamiento binario?
-        Enraizamiento y emancipación
-        La dimensión temporal: un antídoto del pensamiento binario
-        La tiranía de la mayoría.
-        Las leyes de Jante (1933) y la advertencia de Michel Foucault (1975)
-        La contextualización: otro antídoto del pensamiento binario
-        La auto-determinación de los pueblos y naciones en su tiempo y contexto
-        Cerrando con Bach

Buenos días. Egun on guztiori. Gracias a todos ustedes por estar aquí, en este histórico Palacio de Intsausti, esta mañana de sábado. Gracias particularmente a la Junta Rectora de la Comisión de Gipuzkoa de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País/ Euskalerriaren Adiskideen Elkartea y a su Presidente, Juan Bautista Mendizabal Juaristi, por haberme nombrado Amigo de Número. Gracias también a mi buen amigo y colega Juan José Álvarez Rubio por haber aceptado pronunciar las Palabras de Recepción en este Acto. También gracias a los Amigos de la Bascongada aquí presentes, así como a los que me han comunicado su cercanía y su imposibilidad de estar hoy entre nosotros. Lo mismo digo de mis amigos y conocidos, de mis colegas en afanes intelectuales y de quienes me hacen el honor de leer mis textos en libros y revistas y mis artículos en prensa.

En fin quiero agradecer a mi familia aquí presente su paciencia conmigo y, de forma especial, a un ausente que, estoy seguro, hoy estaría feliz entre nosotros. Un gran Amigo e impulsor de la Bascongada, hace ya años fallecido quien hubiera leído con detalle y con ojos crítico el contenido de esta Lección y, a buen seguro, lo hubiera netamente mejorado. Estoy hablando del padre de mi mujer, Javier Aizarna Azula, cuya biblioteca donó a esta Institución.

Ondo dakizuen bezala, 1764an / Euskalerriaren Adiskideen Elkartea formalki osatu aurretik, Europar Ilustrazio ideiak aztertu eta erakartzeko asmoz, Jauregi honetan elkartzen ziren gai hauetan interesaturik zeuden Pirineo hegoaldeko solaskide batzuk. Solaskide batzuen hitzetan, solasaldi hauek, 1748 urtean hasi omen ziren, baino ez zen izan 1753arte Junta Académica edo Batzar Akademikoa finkatu zenik asteroko lan programa batekin, horrelakoa zen programa hau: Astelehenetan Matematika, Asteartetan Fisika, Asteazkenetan Historia, Ostegunetan Musika emanaldi edo kontzertu xume bat, Ostiraletan Geografia, Larunbatetan behin behineko gaiak (gaurkotasuna zutenak) eta Igandetan berriro Musika.

250 urte geroago ideia honek bizirik jarraitzea, gaur egungo garaietara egokitua noski, erronka paregabea eta gainditu ezina iruditzen zait.
250urte iraun duen ikerketa eta jakintza sakontze erakunde honen partaide izateko gonbidapenak, ohoretzat hartu dut eta are gehiago txundituta utzi nau. Eskerrik asko benetan Gipuzkoako  Batzarrari Akademia historiko bereizia den honetako partaide izatea deitua izateagatik.

(Como Ustedes saben bien, bastante antes de la constitución formal de la Bascongada / Euskalerriaren Adiskideen Elkartea en 1764, ya se reunían en tertulias, en este edificio donde ahora nos encontramos, personas pioneras en la introducción, aquende los Pirineos, de las ideas de la Ilustración europea. Las tertulias que según algunos de los asistentes a las mismas se iniciaron el año 1948, se transformarían, en torno a 1753, en lo que vino a denominarse "Junta Académica" con un programa de actividades concreto para cada día de la semana: los lunes Matemáticas; los martes Física; los miércoles Historia; los jueves Música en forma de pequeños conciertos; los viernes, Geografía; los sábados los temas del momento y el domingo, de nuevo Música[1].

Que 250 años después, esta idea siga en pie, acomodada a los tiempos actuales, me parece un reto difícilmente superable. Que me hayan invitado a formar parte de este empeño de saber y de investigación, largo de 250 años, me honra y, más aún, me abruma. Gracias, de verdad por permitirme forma parte de tan selecta e histórica Academia).

En la actualidad vivimos en la era Internet. Esto supone que nos podemos comunicar con quién prácticamente queramos a condición, claro está, de que tenga acceso a Internet. En realidad lo que comunicamos muchas veces es información pero, si comunicar información es importante, más importante es comprender al otro, sentir con el otro. Y comprender al otro exige una actitud y unos conocimientos. La actitud es la de reconocer al otro como otro, saber que el otro es diferente a mí y, al mismo tiempo, es como yo. Los dos formamos parte de la misma especie humana, aunque nuestras historias habrán sido diferentes. Supone una actitud de escucha de lo que el otro nos dice, pero no para replicarle sino para entender por qué dice lo que está diciendo. Ahora bien, esto último exige un cierto nivel de conocimiento, conocimiento de la historia de ese otro, o de esos otros, cuando hablamos de sociedades, de pueblos, de etnias… distintas. Exige saber cuál es su historia y saber cuáles sus creencias, sus religiones, sus planteamientos, su gastronomía, cómo entienden la relación en pareja, en la familia, en la vida cotidiana, los días laborables y los festivos, en la gobernanza etc., etc. Comprender al otro, reconocer al otro como otro, es cuestión de actitud, de modo de pensar y, es también cuestión de conocimiento. Pues bien, el pensamiento binario imposibilita esta comprensión del otro.

¿Qué entendemos por pensamiento binario?

domingo, 4 de septiembre de 2016

La Quincena musical, el “burkini” y Otegi: exclusión vs. Integración

La Quincena musical, el “burkini” y Otegi: exclusión vs. Integración



A priori nada tan distinto como la recién concluida Quincena Musical donostiarra, la cuestión del Burkini en las playas francesas (a no confundir con la burka en la calle), y la disputa sobre la elegibilidad de Otegi en las elecciones vascas del próximo día 25. En efecto, los temas son bien dispares pero creo que cabe subrayar un elemento común en los tres: el debate entre la exclusión del “otro” o su integración social, sin asimilación. Es el meollo de este artículo. 

La Quincena Musical donostiarra es un lujo difícilmente superable. Raya en la cuadratura del círculo: es elitista en la programación sin caer, en absoluto, en un decimonónico elitismo social de tiros largos y asistentes con smoking. Aunque haya que añadir que, afortunadamente, esto de los tiros largos prácticamente ha desaparecido en las salas de conciertos, teatros de ópera y festivales de verano o invierno, poco importa, mal que le pese a algún crítico musical, de talante despechado, a quien se le ha parado el reloj en el siglo XIX. La única excepción clara es el Festival de Bayreuth (y desde la era Merkel, cada vez menos) y algunos conciertos en la decadente Salburgo que tan bien describiera Thomas Bernhard. Lo repito: la Quincena es elitista en su programación pero sin serlo socialmente. Basta ver los precios comedidos luego, cada vez más gente joven en los conciertos, conciertos para niños, música del Renacimiento y estrenos del siglo XXI, interpretados en Donostia, en la Gipuzkoa profunda, en Iparralde, etc., etc. Social y musicalmente es difícil hacerlo mejor. Voy a dar dos ejemplos aunque podría escribir largo sobre este tema. Gardiner y su Pasión de San Mateo están en el top mundial. A 72 € la butaca en La Quincena el 5 de agosto, 100 Euros en Santander el día siguiente, 150 € en el Palau de Barcelona el pasado 15 de marzo. La inmensa orquesta de Budapest con Ivan Fischer a la cabeza, interpreta la 3ª de Mahler en el Kursaal el 21 de agosto por 72€ la butaca, 100 € en Santander el día siguiente, vuelven a Donosti para el Requiem de Mozart el día 22, con el excepcional Collegium Vocale de Gante (de nuevo 72 €) concierto que repiten en las extraordinarias PROMS londinenses el 26 de agosto, con todas las 5500 entradas agotadas varias semanas antes. Dos días después se van a Copenhage con la 3ª de Mahler, se instalan en Septiembre en su Budapest para un Festival y salen para China y Corea (del Sur, obviamente) el mes de octubre con los programas de la Quincena. Todo esto y más, así como los precios, los pueden consultar, como yo, en la WEB. ¿Todo perfecto en la Quincena?. No. Más allá de discusiones sobre esta o aquella interpretación (yo disfruté con D. Giovanni, pese a la dirección, pero me disgustó enormemente la Pastoral de Beethoven, de nuevo por la dirección), yo echo en falta, como muchos melómanos, que no se utilice el Cubo Pequeño del Kursaal. La mejor Sala de conciertos que tenemos, creo yo, y no soy el´ único en pensar así. Parece que el precio de su alquiler es astronómico para unas 600 localidades que saldrían muy caras. Serían socialmente excluyentes para jóvenes y adultos con bolsillos encogidos. 

El burkini es un tema franco-francés que ha traspasado sus fronteras a caballo entre la estupefacción y la chirigota. Desde la Revolución Francesa de 1789 (y ya antes con las guerras de religión) no han sido capaces de racionalizar las relaciones del Estado con las religiones. Todavía en la actualidad siguen discutiendo la interpretación de su ley sobre la laicidad de 1906. Antes con el cristianismo y ahora mismo no saben qué hacer con el Islam y dan palos de ciego. Como editorializaba una revista ¿será “la playa, ¿nuevo santuario laico?. (La Vie 25/08/16).  Afortunadamente, el día siguiente el Consejo de Estado, la máxima autoridad administrativa francesa, suspende el decreto de prohibición del 'burkini'  argumentando que “el veto a esa prenda es un ataque desproporcionado a la libertad religiosa y que no hay pruebas de que el uso del burkini atente contra el orden público” como llego a esgrimir - ¡qué cosas hay que leer!- el propio primer ministro, el catalán Manuel Valls que fue criticado incluso en el seno de su gobierno por sus ministras de Educación y Sanidad.

El Consejo de Estado respondía a las apelaciones presentadas por la histórica Liga de los Derechos Humanos (Organismo que honra a Francia y a los franceses, LDH) y el Comité contra la Islamofobia en Francia (CCIF) de reciente y bienvenida creación. Optó por la inclusión de los musulmanes, estúpidamente señalados con el dedo por decidir bañarse vestidas las mujeres como, dicho sea de paso, nos recuerda a lo que hacía antaño la nobleza y la realeza (en La Concha, por ejemplo) cuando las llevaban hasta el agua ocultando su cuerpo. Hay testimonios fotográficos que, en la actualidad, nos parecen tan increíbles como increíbles nos parecen a los que no somos franceses (y a no pocos franceses) que se pueda multar (u obligar a desvestirse) a las osadas mujeres que osen bañarse cubriendo gran parte de su cuerpo. Pero pasemos a ya a nuestra politica exclusión doméstica.

El pasado día 25 el presidente del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco (TSJPV), Juan Luis Ibarra, declaraba que es imposible saber qué ocurrirá con la candidatura de Otegi porque en derecho lo que importan son las argumentaciones y que éstas determinarán lo que ocurra después”. Por ello, ha considerado que quien asegure saber qué pasará "se echa un farol", expresión utilizada en el contexto de la Aste Nagusia bilbaína, añadiendo que si el tema va a Estrasburgo tardará como poco un año en ser dirimido. Comprenderán que este sociólogo de provincias no entre en ese huerto que no es el suyo.
Pero sí me atrevo a entrar en la dimensión sociopolítica y en la sociológica. El voto a Batasuna (en sus diferentes apelaciones) ha aumentado tras haber sido proscrita (así, cuando se legalizo SORTU tras haber sido vetado en el Parlamento Vasco lo que propició la lehendakaritza de López con el apoyo del PP, ¡quién lo diría con lo que vemos hoy!) mientras que está perdiendo votos a borbotones tras haber pisado alfombra y poder. En mi opinión, Otegi daría más votos a los suyos si la Justicia no le permite presentarse al ahorrarle tener que dar cuenta de sus proyectos. La Justicia es ciega. Pero su ceguera tiene diferentes registros. Hasta el de oportunidad.
Pero la razón sociológica me parece mucho más importante. Dicho de forma muy esquemática y admito que no poco de reduccionista: O bien razonamos en términos de integración social del diferente, también del delincuente o terrorista, cuando haya saldado las cuentas con la Justicia o, entendemos que, puesto que en determinados momentos de su vida ha cometido gravísimos actos, se los recordaremos hasta el final de sus días y le impediremos (una vez saldadas sus cuentas con justicia, lo repito), que se integre en la vida democrática de la sociedad. No puedo quitarme de la cabeza (ahora que estoy leyendo un interesante libro sobre el papel de los servicios de seguridad españoles entre 1974 a 1977, “Los espías de Suarez de Ernesto Villar, Planeta 2016) dos planteamientos divergentes en la historia política española del siglo pasado: el año 1939, tras la victoria militar de Franco, los vencedores aplicaron una justicia vengativa sobre los vencidos. Todavía hoy están buscando cadáveres. En la transición española, tras un muy breve periodo de dudas, imperó el espíritu de la reconciliación y sin saldar deuda alguna con la Justicia, los verdugos del franquismo se integraron o diluyeron en la nueva sociedad. Sé muy bien que nunca hay dos situaciones idénticas. La salida del franquismo no es equiparable al final de ETA. Ni la guerra civil al terrorismo de ETA. He escrito mucho sobre este tema. Hasta un libro. Pero sí que cabe hablar de actitudes comparables: o la integración del derrotado (militarmente) en la sociedad o el recuerdo perpetuo de sus ignominias (obviando las propias, aún no equiparables, pero no ello menos reales) hasta el final de sus días con decenas de años en la prisión, y en el grado más estricto.
No sé cómo concluirá la candidatura de Otegi. Pero recuerdo que el Tribunal Constitucional en Junio de 2014 anuló por seis votos a cinco la sentencia del Supremo que, en marzo de 2010, prohibió por nueve votos a siete la inscripción de Sortu en el Registro de Partidos Políticos. Además, la mayoría del Constitucional de 2014, en la legalización de facto de Sortu, se sirvió para su argumentación de gran parte de la que utilizó la minoría del Supremo, cuando la rechazó el año 2010. Luego la composición de los Tribunales es tan (o más) importante que la argumentación utilizada.

A tenor de la actual composición del Tribunal Constitucional no es aventurado pronosticar que la candidatura de Otegi será derrotada en la tanda de penaltis por siete a cinco. La integración social en Euskadi habrá sufrido un innecesario y estúpido parón.

(Este texto, acortado a los límites de un artículo de prensa, fue publicado, al menos DEIA y Noticias de Gipuzkoa el sábado 3 de Septiembre de 2016)

lunes, 13 de junio de 2016

La Quinta de Harnoncourt. A degustar con moderación


La Quinta de Harnoncourt.  A degustar con moderación

 
Acabo de escuchar la Quinta de Beethoven en la versión de Nikolaus Harnoncourt, en disco Sony que acaba de salir al mercado. Debo tener unas 20 Quintas de Beethoven en mi discoteca. Esta es a degustar con moderación. Como el mejor whisky muy iodado. Como una comida experimental en Mugaritz. No es la Quinta para todos los días. Ni semanas. Hay que esperar meses para volver a ella…aunque yo lo haré esta tarde.  

Es la Quinta de un viejo (perdón, persona mayor, en el aburrido lenguaje políticamente correcto), sí, de un viejo anarco-católico, dervergonzado, prometéico y sospecho que abandonado al Espíritu, con el que me identifico plenamente, un viejo que, cual Beethoven en su Quinta, quiere dejar claro que es así, que solamente así debe sonar su Quinta, (su vida, sus opciones), con exageraciones mil, ritardandos dos mil, acentuaciones por doquier, particularmente en los metales del último movimiento, a veces, incluso brutalmente acompañados por los timbales. Así hasta llegar a los siete acordes finales del final, acongojonantes como nunca los he escuchado, que te dejan clavado a la butaca. Ya no hay palabras. Gracias Nikolaus. Volveré a mis Quintas de Furtwangler, las de 1943 y de 1947 sobretodo, con las que me hecho, yo también, viejo, pero tu Quinta de hace un rato es impagable. Experimental donde las haya. Danke Nikolaus.

domingo, 6 de marzo de 2016

Homenaje a Nikolaus Harnoncourt


Homenaje a Nikolaus Harnoncourt:

Otra Quinta: la de Harnoncourt que ha muerto hoy

 
Cuando esta tarde he puesto en el lector de CD el primer movimiento de la Quinta de Beethoven en un disco que ya sabíamos que sería el “testamento musical” de Nikolaus Harnoncourt (las sinfonías 5º y 4ª de Beethoven con su “Concentus Musicus”), no podía imaginar que un par de horas después, en Internet, me iba a enterar de su fallecimiento, esta tarde. Tenía 96 años y en la programación del Musikverein de esta temporada 2015-2016, estaba una novena de Beethoven en mayo próximo que él iba a dirigir. Yo había escrito al Musikverein que cuando salieran a la venta las entradas me lo anunciaran, pero el 5 de diciembre del año pasado, mediante un texto manuscrito- que este programa de blog no me permite reproducir líneas abajo como era mi deseo- anunciaba Harnoncourt que ya no dirigiría más conciertos. Hoy ha fallecido.

No tengo las competencias necesarias para juzgar su labor musicológica. Los entendidos dicen que es inmensa. Pero he escuchado sus discos. Algunos me han gustado más que otros y la Quinta de esta tarde, si la escuchan, no les dejará indiferentes. Le he visto dirigir en directo, que recuerde, tres veces. En Barcelona, entre otras obras la 40 de Mozart (que me pareció apresurada a diferencia del crítico musical de “La Vanguardia”, de entonces, Antoni Batista a mi lado en el concierto, que la encontró sublime), la Missa Solemnis” de Beethoven en el Concertgebouw, con mi mujer, hace dos o tres años, inmensa al par que profunda y, sobre todo, en la fila 9 del Musikverein con su “Concentus”, la Passion según St. Mateo, uno de los dos mejores conciertos de mi vida.

Hoy ha muerto Harnoncourt. Al terminar el telediario de la noche de la 1ª de TVE, el que hoy hemos visionado, he dicho a Koruko, mi mujer, que soy de otro mundo. Han concluido el programa dedicando un buen minuto a un músico de rock, cuyo nombre no he retenido, del que celebraban su 20 aniversario en la escena. Harnoncourt llevaba más de setenta. Ni lo han mencionado. ¿Porqué era menos importante que el músico de rock?. ¿Porqué no han tenido a nadie en TVE para redactar unas líneas sobre Harnoncourt?. Al fin y al cabo era domingo a la noche, se dirá. O, ¿es que nadie, absolutamente nadie, en la plantilla de TVE sabía nada de Harnoncourt?. ¡Qué preguntas las mías!. Si, como Stefan Zweig tendré que hablar ya del mundo de ayer.....

 Su última grabación de la Passión San Mateo es inmensa. Sean o no creyentes, no se la pierdan. Me lo agradecerán. 

 

jueves, 21 de enero de 2016

Pitada a Beethoven y a Europa en la tamborrada de Donostia-San Sebastián


Pitada a Beethoven y a Europa en la tamborrada de Donostia-San Sebastián

 

(La noche del 20 al 21 de enero de 2016)

 

Acabo de escuchar, en la arriada de la bandera en la anual Fiesta de Donostia-San Sebastián del 20 de enero, la pitada, como se pitó ayer noche en la izada de la bandera, al Himno de Europa que, como es sabido, está adaptado por Herbert von Karajan del 4ª Movimiento de la 9ª de Beethoven que pone música al himno de la alegría de Schiller. He sentido tristeza y vergüenza. Tristeza porque ennegrece un día maravilloso donde hemos disfrutado de la alegría colectiva de una ciudad al son de la música de Sarriegui. Vergüenza, mucha vergüenza, porque en el día que se iniciaba el periplo de Donostia como capital europea de la cultura, muchos de sus ciudadanos, los más ruidosos, los de la protesta perpetua, los de siempre, han pitado el himno de Europa. Hace pocos días leí en la editorial de un periódico local que se iba a pitar la 9ª de Beethoven a la que calificaba el editorialista de música sosa. ¡Qué penosa es la constatación de la ignorancia!. Y no me hablen de razones políticas. ¿Es que no saben nada de nada de Beethoven y de su actitud vital?

 

Triste colofón a un día maravilloso. ¿Podrá la capitalidad europea de la cultura que los de siempre, y algunos más, sepan mirar más allá de la miopía cortoplacista de la política endógena?. En fin, la esperanza es lo último que se pierde.

jueves, 31 de diciembre de 2015

Lo indecible de la música


Lo indecible de la música

 

(31 de diciembre de 2015)

 

Esta tarde de fin de año he escuchado, en casa, dos joyas de la música de todos los tiempos: los últimos cuarenta minutos (aproximadamente) del primer acto de Parsifal (la primera exposición del Grial) de Wagner en la versión dirigida por Knapperbutch en Bayreuth el año 1951y las Variaciones Goldberg de Bach con Celine Frisch al clave, en grabación de hace pocos años. Dos obras bien distintas de dos compositores bien diferentes. Y, cada vez que vengo al teclado queriendo trasladar mis sensaciones al término de alguna audición o escucha de una obra, me quedo sin términos para hacerlo con un resultado mínimamente convincente. Es lo indecible de una experiencia que siempre embargo es bien real. Me digo que, si fuera un escritor y no un mero redactor, quizás encontraría las palabras para describir la experiencia musical pero, constato leyendo lo que otros, algunos grandes escritores, han reflejado sobre el papel comentando determinadas obras musicales, que no son capaces de trasladarme y, menos aún hacerme partícipe, de sus emociones y sensaciones. Con lo que poco puedo añadir sino reiterarme en lo indecible, aunque bien real y trascendente, de la experiencia musical.

domingo, 15 de noviembre de 2015

Verdi, Beethoven, Schönberg y el misterio de Dios


Verdi, Beethoven, Schönberg y el misterio de Dios

 

El 3 de noviembre pasado (03/11/15) viaje en el TGV de la mañana a París. Si lo haces con la tarifa IDTGV te sale muy barato. Y si lo haces en vagones Izen muy tranquilo. Tenía entradas para el Moses und Aron (como lo escribe su compositor, Arnold Schönberg) en la Opera Bastilla y para dos conciertos en la Philharmonie. Comienzo comentando que, en esta última magistral y reciente sala, con una sonoridad envolvente como no conozco otra, asistí a dos conciertos impagables de la Filarmónica de Berlín con Rattle a la batuta en las sinfonías de Beethoven, por orden de interpretación 2ª y 5ª, el primer día, y la 8ª (la mejor 8ª que he escuchado en mi vida) y 6ª el segundo. Una orquesta de solamente sesenta instrumentistas, los conté mientras afinaban sus instrumentos, sin perder por ello su fuerza en los tutti. Lo que Rattle y los músicos conseguían de finura, plasticidad, belleza y, cuando hacia falta, motricidad, son del orden  de lo milagroso. Toda la 8ª, lo repito pues ningún comentarista lo subraya, fue para mí como descubrir una nueva sinfonía de Beethoven. El inicio del quinto movimiento de la Pastoral, con un pianíssimo cantabile en los violines (sin envidia alguna a los míticos de la Fil. de Viena), fue de una sofocante belleza que te cortaba la respiración. ¡Qué belleza!. ¡Qué musicalidad!.  Lo comentamos con una pareja donostiarra, Bakarne y Mariano, con los que me tropiezo, a veces, en mis correrías musicales por Paris. Cuando volvíamos en el metro, me decía Bakarne que le había gustado aún más que las interpretaciones de Thielemann de las sinfonías de Beethoven, también en París, hace pocos años, con la Filarmónica de Viena. No sé. Recuerdo que, en aquella ocasión coincidí también con ellos al término de la 9ª y yo estaba prácticamente sin habla. Cuando estamos con interpretaciones de este nivel hay que dejarse llevar. Aunque no es fácil. A mí, por ejemplo, me resulta imposible escuchar una 5ª sin que me venga a la cabeza, algunas de las interpretadas por Furtwängler en los años 40 con la Filarmónica de Berlín de entonces. Otra diferente a la de ahora, ciertamente. Las dos, en el “top” de la interpretación de la música sinfónica.

 

Pero el día de mi llegada a Paris, me quedé también sin habla tras la representación del Moisés y Aaron de Schoenberg en La Bastilla. En la presente temporada, dan la misma producción en el Teatro Real de Madrid del 24 de mayo al 17 de junio de 2016. Si son Ustedes melómanos, pero de mente y gustos abiertos, les sugiero que se rasquen los bolsillos, pues la opera siempre es cara, y no se la pierdan. La víspera de mi viaje a París, en el Euskalduna de Bilbao, pude disfrutar el Don Carlo de Verdi, una de las, para mi gusto, mejores operas de Verdi. Nunca se agradecerá suficientemente a ABAO el esfuerzo de traernos buena opera. Por cierto, en el frontispicio de Opera - Bastilla, podíamos leer esto: “Verdi o Schoenberg, ¿porqué elegir?. (Esta temporada representan, también en Bastilla, varias operas de Verdi). Ciertamente, ¿porqué elegir pudiendo disfrutar de los dos?.

 

El “Moses und Aron” de Schönberg tiene cuatro interpretes. En mi muy subjetiva opinión, por orden de importancia, el coro (el pueblo de Israel) en primer lugar, Moisés y Aaron en segundo y tercer lugar y, por último, la figura de Dios expresada, ya al inicio de la obra, por seis sopranos. En el Programa, con el libreto, que vendían en La Bastilla, dicen que estuvieron un año ensayando la prestación del coro. No me extraña. Tiene un papel preponderante en la representación y, por lo que dicen los entendidos, muy complejo pues Schönberg hace un ejercicio espléndido de música dodecafónica en esta obra. Moisés con un cantar hablado y Aaron tenor son no menos esplendidos. La dirección de Philippe Jordan de la más que digna orquesta de la Ópera y la puesta en escena de Romeo Castelluci (que va a Madrid esta temporada, lo repito) son realmente fascinantes. Particularmente el segundo acto. Toda la concepción de la obra, según indica Cantelluci, está basada en la última frase de Moises al finalizar el segundo acto: “¡Oh! palabra, palabra que me falta” antes de caer rendido al suelo. El libreto, de la pluma del propio Schönberg, merece ser leído por todo aquel a quien la dimensión religiosa interese. Particularmente la concepción judía de la divinidad.   

 

Inspirado en el Éxodo y el Libro de los Números, la ópera de Schönberg narra la vocación de Moisés, que le fue confiada por Dios, representado en la zarza ardiente, con la misión de liberar al pueblo de Israel en tierras egipcias. Pero Moisés es incapaz de comunicarse y su hermano Aron se convierte en su voz. La oposición de los dos hermanos está en el corazón de la obra. Por una parte, Moisés conoce el pensamiento divino, pero no puede expresarlo ni transmitirlo. Lo que lleva a cabo su hermano Aaron, que sabe hablar en público, pero falsea la idea divina para congraciarse con el pueblo. Este es el conflicto entre la mente y la materia, la idea y su representación, el pensamiento y la palabra. Pero hay más, y más profundamente: la idea de Dios en el mundo judío es un Dios sin imagen, sin presencia física, sin representación.

 

Es el leitmotif que se expresa en varias partes de la obra. Schönberg pone en boca de Moisés, una y otra vez: “Dios, irrepresentable, invisible, idea inexpresable...” A Aaron le dice: “Ninguna imagen puede darte una idea de lo irrepresentable…” a lo que Aaron replica, “Pueblo elegido por el Único, ¿puedes tu amar lo que no tienes derecho de ver representado?”. Ante lo que el pueblo exclamará “¿Adorarle?. ¿A Quién? ¿Dónde está?. No le veo. ¿Dónde está”. Moisés al ver lo que han hecho, su hermano y el pueblo (adorar al becerro de oro, representado por Castelluci por un enorme buey vivo que se pasea por la escena) pues Moisés tardaba en bajar del Sinaí, rompe las tablas de ley y cae por tierra derrumbado, abatido, desesperado, exclamando “¡Oh! palabra, palabra que me falta”. Es el misterio de Dios que un Schönberg, a caballo entre sus raíces judías y su “conversión” al protestantismo, nos muestra en esta obra fuera de serie, y que, al final, no pudo terminar.

 

En efecto, del tercer acto solamente hay dos páginas escritas por Schönberg pero ni una sola nota musical. Lo que para Romeo Castellucci, no es una coincidencia. El director lo ve como un acto fallido, no como un acto que falta, lo que hace culminar el tema de la irrepresentatibilidad de Dios que planea a lo largo de la obra: "Es desde este tercer acto inexistente que hay que entender toda la ópera", dirá Castelluci y lo que podamos decir de Dios, me permito añadir. Del Dios de los judíos. Pero también el que se nos aparece en los Evangelios: “a Dios nadie le ha visto jamás” nos dirá el evangelio de Juan, en su primer capítulo, versículo 18. Sí, el Misterio de Dios.

martes, 18 de agosto de 2015

Elgar - Nimrod (de "Enigma Variations")


Elgar - Nimrod (de "Enigma Variations")

17/08/15

 

¿Cómo puede ser una música tan bella?. Esta tarde hemos escuchado a la Orquesta Filarmónica de San Petersburgo, bajo la batuta del inmenso Yuri Termikanov en un programa Ravel y Elgar, en la Quincena Musical de Donostia-San Sebastián. En el Kursaal. Hacia muchos años que no escuchaba las Variaciones Enigma de Elgar. Lo que ha hecho Termikanov ha sido portentoso de sensibilidad y musicalidad.

 

Ya en casa, he entrado en Youtube. Hay una magnífica grabación de Termikanov. 14.147 personas han visionado esta grabación. Buceando he encontrado otra grabación (también excelente) de Barenboim con la orquesta de Chicago del año 1997 en la variación mas conocida, Nimrod. 2.843.034 personas ya la habían visionado. ¿Cómo puede ser la música tan conmovedora?

domingo, 8 de marzo de 2015

Simon Rattle comenta y alaba la 9ª de Furtwängler de 1942 en Berlín


Simon Rattle comenta y alaba la 9ª de Furtwängler de 1942 en Berlín

08/03/15

El texto de aquí abajo (que yo he traducido) está en la página 74 de la revista francesa de crítica de discos, “Diapason” del presente mes de marzo.

“Ustedes (de la revista francesa “Diapason”) me piden una elección absolutamente subjetiva. De acuerdo. Si hay una grabación que me dé una idea de lo que Beethoven resentía en lo más profundo de su alma, es la 9ª por Furtwängler en Berlín en 1942. Lo que resuena allí, en lo más duro de la guerra, no se puede reducir a una interpretación en el sentido habitual del término; es una experiencia, es el grito en el desierto de un músico en el corazón de la barbarie. Es una forma de recordarnos hoy el poder de la música, y era una forma para Furtwängler, esos días 22 - 24 de marzo de 1942, de mostrarlo frente a los principales dignatarios nazis. Ese concierto nos recuerda también que Beethoven creó con la 9ª una obra absolutamente fuera de todas las normas. Corremos el riesgo de olvidarlo, pues ha entrado en nuestras costumbres…algunas orquestas quieren, incluso, interpretarla cada año el 1º de enero. ¡Qué drama!. Pero volvamos a Furtwängler.

La gran transición es más negra que en sus peores pesadillas. El movimiento lento es como un milagro por la manera de unir los contrarios en un gesto misterioso donde todo flota: la música parece construirse en ese instante, como en el momento en el que Beethoven inventaba la obra en su mesa de trabajo. ¿El final?. Una sola palabra puede vagamente expresarlo: histeria. Nos sería imposible ir tan lejos en nuestros días, el sentido de esta interpretación se sitúa en su momento. ¿Tenemos necesidad de conocer sus circunstancias para comprenderla?. Saber quién está en la sala nos perturba profundamente, pero la música basta para resentir el malestar que Furtwängler instala en ella. Todo oyente sentirá el grado de paroxismo, de violencia, de grandeza y de terror al que conduce a sus músicos. ¡Qué orquesta, por otra parte, en la que cada músico reacciona instantáneamente a sus increíbles rubatos sin jamás perder el norte!. Todos los melómanos deben escuchar este documento que solamente los discófilos poseen, y yo me siente muy contento contribuyendo a ello por medio de este álbum”.

Rattle se refiere a un álbum de 11 discos con las nueve sinfonías de Beethoven, en dos versiones diferentes cada una, excepto la 1º y la 9ª de la que ofrecen tres versiones, en la citada revista Diapason. Por 24,90 € mas 3,90 € por gastos de correo. Oferta solamente válida en Francia, dicen. Pero yo lo acabo de comprar por Amazon, libre de gastos y depositado en mi domicilio, en dos o tres días por 21,48 €. (Sí, ya sé que el tema se presta a debate. Otro día quizás.)

La referencia, por si están interesados, es esta “La discothèque idéale de Diapason, vol. 3 / Beethoven : Les 9 Symphonies”.. Obviamente en el álbum está la 9ª de Marzo del 42. Esta 9ª se encuentra en CD (yo la tengo en una “edición” de Music & Arts de 1990, y alguna otra, mejor reproducida, más reciente, que no encuentro) y en vinilo (no creo que en DVD). También, completa en Youtube. Es una joya…terrorífica.

domingo, 22 de febrero de 2015

Cuando se encoge el silencio. Otra vez la Quinta.


Cuando se encoge el silencio. Otra vez la Quinta.

22 de febrero 2015

Llevo la mañana trabajando un texto para un Coloquio en Abril en Paris sobre la actualización de Vaticano II. Pongo un CD, lo que cada vez hago más raramente cuando leo. Es la versión pianística de Listz de las sinfonías 4ª y 5ª de Beethoven en extraordinarias interpretaciones de Yuri Martynov (en Zigzag Territoires 2014).

 

Sigo la lectura, sin mayor distracción, durante la Cuarta pero en la Quinta levanto constantemente la vista de mi texto y la música me lleva. Ya en la recapitulación del último movimiento, en la célula musical de las trompas tras la explosión y tutti con el que se inicio el movimiento, dejo la lectura para, ya los ojos cerrados, abandonarme a Beethoven. Cuando Martynov cierra la sinfonía, sin exageración alguna en los acordes finales, vivo un silencio inmenso, profundo, encogido, para el que no encuentro palabras, solo la experiencia de la emoción, de la plenitud, de la belleza y de la verdad. ¡Qué música!.

 

En el texto que estaba leyendo se habla, en un momento, de “la belleza como acceso a Dios”. Quizás. No lo sé. La belleza se basta a sí misma. Esa es su verdad. 

jueves, 1 de enero de 2015

Beethoven, la 9ª, Furtwängler y Europa, al inicio de 2015


Beethoven, la 9ª, Furtwängler y Europa, al inicio de 2015

 1 de Enero de 2015, 01,10
 

Beethoven Lucerna. 22 de agosto de 1954. Furtwängler dirige por última vez en su vida la 9ª de Beethoven. Moriría tres meses después.

Nadie, a mi gusto evidentemente, ha dirigido Beethoven como “Furt”. En Youtube se pueden degustar las, de nuevo a mi gusto, tres mejores que nos quedan de sus varias interpretaciones: en 1942, con un Berlín ya bombardeado (agónica interpretación, particularmente en el movimiento coral), en 1951, en la reinauguración de los Festivales de Bayreuth (la más valorada, y a mi juicio su mejor primer movimiento) y la de Lucerna de 1954, su despedida, la mejor grabada. Las tres versiones, son distintas y, las tres, únicas. Imprescindibles.

Este inicio de 2015, me he regalado escuchando el 4º movimiento de la versión de Lucerna 1954. Pienso que, con toda razón, este tema de Beethoven es el himno de Europa.

viernes, 24 de octubre de 2014

Rozhdestvensky comenta a Rozhdestvensky en su Romeo y Julieta de Tchaikovsky


Rozhdestvensky comenta a Rozhdestvensky su Romeo y Julieta de Tchaikovsky


¡Qué experiencia!.¡ Qué deleite!. ¡Qué liberación!. ¡Qué sublimación!. ¡ Gennadi Rozhdestvensky, se ve y comenta su propia interpretación del Romeo y Julieta de Tchaikovsky!. Todo lo que hay de sobriedad en su dirección hay de emoción, apenas contenida, en su rostro, mientras contempla su propia interpretación. El tema de amor entre Romeo y Julieta, en la parte central del poema sinfónico, le hace exclamar a Rozhdestvensky, con una visión acuosa por las incipientes lágrimas, que “es imposible quedar insensible ante esta melodía”. ¡Y tanto!, que diria una catalán.

De vuelta de Madrid, tras conversar con Iñaki Gabilondo- ¡gracias Iñaki!- sobre el futuro de la convivencia en Euskadi a propósito de mi libro “La losa de ETA” y de haber participado en otra reunión de la Comisión sobre el Memorial de Victimas del Terrorismo, el film que Bruno Monsaigeon dedica a Rozhdestvensky “Profession Conductor” que he visionado en Youtube, me ha liberado la mente ante un genio de la dirección de orquesta. Hace años le escuché una memorable 4ª de Chostakovitch y el pasado 16 de Octubre, siempre en la sala Pleyel, de viaje a Grenoble a ver a mi nieto recién nacido, su sinfonía 15, de nuevo inmensa, aun sin llegar a la 4ª de hace años. No puedo no traerlo a mi blog. Para escribir sobre la venida de mi nieto a este mundo, necesito más reposo.

sábado, 21 de junio de 2014

El Adagio de la 8ª de Bruckner


El Adagio de la 8ª de Bruckner

 
Esta noche mi mujer tenía una cena-compromiso y estaba solo en casa. He puesto el DVD de la 8ª de Bruckner con la Staatkapelle de Dresde y Thielemann a la batuta. Acababa de hacerme con el DVD, vía Amazon (con perdón de mis amigos disqueros). Este adagio es, para mí, uno de los movimientos de todas las sinfonías que conozco que más me llegan. No siendo musicólogo sino meramente melómano aficionado compulsivo, no sería capaz de explicar por qué. La 8ª de Bruckner, y de modo particular su adagio, es de la obras que, siguiendo el símil de la Guía Michelin, “vaut le voyage”, merece el desplazamiento. Al terminar el DVD he vuelto a escuchar el adagio. No tengo palabras para expresar mis emociones y sentimientos. Se me hace imposible palabrear las sensaciones que la música me provoca.

He escuchado la 8ª de Bruckner en directo, que recuerde, a Thielemann con la Staatkapelle de Dresde en Lucerna y con la Filarmónica de Viena en París. A Baremboim con la su orquesta de Berlin (Staatkapelle) en Berlín y en Granada, a Haitink con el Concertgebouw en Amsterdam y en Santander, a Maazel con Fil de Viena en París, a Juanjo Mena (gran bruckneriano) con la BOS de Bilbao y, sobretodo a Celibidache con la Filarmónica de Munich en Madrid y en Paris (el mejor concierto de mi vida con San Mateo y Harnoncourt y los suyos en el Musikverein).

Sueño con escucharle a Blomstedt y la Filarmónica de Berlín, en su sede berlinesa en enero de 2015. Es una pasión.

Para los Festivales de Verano de Granada de 2008, inesperadamente para mí, me pidieron que escribiera unas notas para el Programa de mano que se repartió. Baremboim con su Staatkapelle de Berlin, interpretó las tres últimas sinfonías de Bruckner. Escribí, lo que sigue de la Octava.

Octava Sinfonía (para el Programa de mano de los Festivales de Granada el verano de 2008)

Como dice uno de los estudiosos de su obra, Bruckner era una persona “social y físicamente inadaptada para situarse en el seno de lo que él entendía que era la elite respetable de la sociedad”[1]. El legendario director Wilhem Furtwängler dijo de él que “era un místico perdido por error en el siglo XIX”.  Estas observaciones van mucho más allá que lo que puede conllevar en sus consecuencias psicológicas, afectivas y sociales en la vida de Bruckner. Su “fracaso social” le hará centrarse exclusivamente en su música sí, y legarnos obras imperecederas que con el paso de los años se hacen más imprescindibles en la historia de los melómanos, pero hasta el final de su vida, por su inseguridad personal, el despiadado juicio que sometían a sus obras los críticos musicales, los directores de orquesta y, sobretodo sus propios colaboradores y discípulos el resultado ha sido nefasto para Bruckner y…para todos nosotros. Bruckner enfermó literalmente cuando el director Hermann Levi, a quien le envió la partitura de su 8ª, el año 1887, se la devolvió con acerbas críticas, por mediación de Joseph Schalk, un alumno de Bruckner, pues él, sabedor del negativo impacto que le iba a causar a Bruckner su juicio, no se atrevió a hacerlo personalmente. Tenía razón y Bruckner entró en una profunda depresión incapaz de escribir, hasta que pasado un largo tiempo, se sobrepuso y decidió rehacer la Octava. Cinco años pasarán hasta su estreno en 1892 y aun hoy nadie sabe cual es la versión que definitivamente era la preferida del propio Bruckner. Por ejemplo en una carta dirigida al director de Orquesta Felix von Weingarten que quería presentar la obra en Mannheim, Bruckner parece reconocer que los recortes son concesiones a la presión del momento pues le escribe textualmente esto: “Le ruego que acorte rigurosamente el último movimiento tal como lo indiqué (en la revisión realizada a instancias de Levi), pues es demasiado larga y (en su integridad) está destinada a otros tiempos, a un círculo de amigos y conocedores”. Así no es de extrañar que haya tres versiones de la 8ª Sinfonía de Bruckner, en cuyo detalle no voy a entrar, y me limitaré a señalar que la que en este Festival se presenta, la de Haas, es la más usual de todas. Es también la que Daniel Baremboim ya utilizara en su grabación con la Filarmónica de Berlín el año 1994.

miércoles, 26 de marzo de 2014

Parsifal, Wagner y su redentor


Parsifal, Wagner y su redentor

26 de marzo de 2014
Acabo de escuchar en Mezzo, haciendo zapping, el último acto de Parsifal, en la versión de Kent Nagaro en Baden Baben el año 2004, todavía con Vertris y W. Meier en plena forma. Pero es Wagner y, prácticamente, solo Wagner, quien me llama la atención. Su música es sublime. Su libretto, se diga lo que se diga, y por eso se dice tanto, inquietante. “Redimir al redentor”, exclama la última estrofa del coro final. ¿Que ha querido decir Wagner?. Me viene a la cabeza un texto de Mortier poco antes de morir, con motivo del bicentenario de Wagner que tituló, “Bayreuth necesita un Parsifal”. Pero, ¿Qué representa Parsifal?. ¿El redentor?. ¿Como Lohengrin, o Tannahauser, o Brunnilda?.

No lo sé. ¿Cómo lo habría de saber cuando hace apenas diez años me he adentrado en Wagner y otros, muchos, llevan su vida escudriñando a Wagner?. Me atrevo a escribir esto. A Wagner el mundo de los hombres (y el de las mujeres) se le quedó pequeño. Y abrió el mundo de los humanos al de los dioses de quienes ciertamente cantó su ocaso al final de su inmensa tetralogía, eso si, arrojando a su heroína, Brunilda al pasto del fuego del Wahalla, el castillo de los dioses.

Wagner percibió que el mundo de los humanos necesitaba una abertura. Y se sacó de la manga Tanhausser, Lohengrin y, al final de su vida, Parsifal. Pero no lo diviniza. Parsifal también necesitará un redentor. Podría haber sido Kundry pero, ¡ay!, el beso de Kundry, ya al punto de la fusión carnal, le recuerda el “pecado” de Anfortas. Kundry, el hechizo de Kundry, la risa de Kundry. ¡Qué mujer!

Y, ¿si Parsifal fuera el fantasma soñado de Richard Wagner?. Poco importa ya mientras nos quede su música.

domingo, 9 de marzo de 2014

En recuerdo agradecido de Gerard Mortier


 

En recuerdo agradecido de Gerard Mortier

Apenas tuve trato personal con Gerard Mortier. Le invité al Forum Deusto, gracias a la intermediación de Juan Ángel Vela del Campo, a inaugurar hace seis o siete años el ciclo de conferencias “Tutto Verdi”. Después le saludé en Bayreuth, en el Real, en cuyo restaurante, compartí mesa y mantel con él y con Juan Ángel. Acababa de cerrar un contrato para el Lohengrin de esta temporada en el Real. Hablamos de sus proyectos. De música en el siglo XXI. De la ópera para el siglo XXI. Me invitó con insistencia para que acudiera a la première de “La conquista de México” de Rihm. Entre tanto se declaró su cáncer. Juan Ángel me decía el miércoles pasado, en Madrid, a mi demanda, que veía mala salida a su enfermedad. Acabo de enterarme, con dolor, de su fallecimiento. Fue un hombre de su tiempo que quiso traernos lo mejor de la opera de todos los tiempos, incluido el presente, para el presente.

En su memoria, incluyo aquí, el magistral texto de presentación de Alceste y Lohengrin que Gerard Mortier trajo al Real a la actual programación. Asistí a Alceste el lunes pasado y tengo ya entradas para Lohengrin en la representación del 15 de abril. Lean y relean su texto. Da la talla de la persona. Gracias Gerard.

 

Alceste y Lohengrin.

Gerard Mortier 21 de febrero de 2014

En el París del siglo XVIII, a mediados de los años 60 y unos 10 años antes de la Revolución francesa, una joven, Pauline R., escribe, tras asistir a una representación de Alceste: “Escuché esta nueva obra con gran concentración. De inmediato, la ópera me cautivó  y me conmovió de tal manera que caí de rodillas en mi palco y permanecí así hasta el final de la representación”. Es la época en la que Gluck, uno de los compositores más famosos por aquel entonces, festeja su triunfo en París. Sobre todo entre los miembros de la nueva generación. Los mismos que habían leído Werther de Goethe y La joven Eloísa de Rousseau. Era la generación que desarrollaría los ideales burgueses de la Revolución francesa. Gluck se entrega por completo a este movimiento intelectual y escribe un prefacio a Alceste, que fue estrenada en Viena en 1767 y, en París, en 1776, en una versión revisada en profundidad, y que alcanza un enorme éxito. En el prefacio recalca que la música debe volver a su auténtica función: servir a la expresión del drama.

Si en la historia del arte existe desde tiempos inmemoriales la disputa entre “anciens et modernes”, la historia de la ópera se caracteriza además por un permanente movimiento pendular entre la ópera concebida como entretenimiento o como dramma per música. Esta nueva forma artística, que se inspira en la tragedia griega, la desarrollaría Claudio Monterverdi, entre otros.

En París, esta doble disputa se plasma en aquel momento a través del enfrentamiento entre los piccinnistas, admiradores del belcanto, y los gluckistas, defensores de la tragédie lyrique. Resulta curioso que esta polémica involucrara y dividiera a los enciclopedistas también. De parte de Gluck se sitúan Rousseau y Diderot, de la otra están D’Alembert y el Barón Grimm, en cuya casa vivió Mozart durante su viaje a París, y con el que D’Alembert tampoco se entendió. Mozart conoció entonces, en 1778, la música de Gluck, y está claro que su Idomeneo, que escribió dos años más tarde para la corte de Múnich, muestra su intento por superar el ideal gluckiano. Ifigenia e Illia son hermanas del alma.

“El éxito de Gluck está en estrecha relación con el desarrollo de los ideales burgueses.”

El entusiasmo de las jóvenes mujeres de la época se comprende mejor en el marco de su intento por emanciparse del ambiente rococó, época en la que fueron degradadas a objetos de placer a través de las obras del Marqués de Sade y el Duque de Orléans. Maria Antonieta, hermana del reformista emperador de Austria José II, pertenece a esta nueva generación y es una admiradora de Gluck, con lo que se muestra muy alejada de los intereses de su esposo Luis XVI, lo cual no la salvará de la guillotina.

Como ya se ha mencionado, el éxito de Gluck está en estrecha relación con el desarrollo de los ideales burgueses, tal como los muestran las pinturas de Jacques-Louis David, Jean-Baptiste Greuze y Jean-Siméon Chardin. Gluck ya había compuesto alrededor de 20 óperas cuando escribió su Orfeo ed Euridice. Que recurra al tema de la primera ópera de Monteverdi no es casual. Junto con Iphigénie en Aulide, Iphigénie en Tauride, Alceste y Armide, estas cinco óperas constituyen el corpus de su reforma del género artístico apoyado por su libretista Calzabigi, que es quien formula el prefacio de Alceste, que desarrolla el que sería su programa ético y estético, como hicieron Víctor Hugo con Cromwell o Richard Wagner con sus escritos teóricos.

Su éxito en París está más relacionado con esta voluntad de reforma que con la renovación de la expresión musical, para lo cual los parisinos eran más bien algo sordos. Sabemos que Mozart se sintió muy decepcionado en París y, como más tarde haría Wagner, se queja de su incomprensión musical. La innovación musical más importante es el ímpetu de los coros, la sencillez sentimental de las melodías con instrumento obligado como en “Oh malheureuse Iphigénie”, que  encontraremos también en la primera frase de la Sonata Claro de luna, de Beethoven, y la expresividad dramática de la orquesta en “Divinités du Styx” de Alceste.  El que esta radical reforma musical parezca actualmente pálida en ocasiones se debe a la historia de la música que se sitúa en medio: 50 años después, Beethoven compuso la Missa solemnis.

Tras el éxito de Iphigénie en Tauride, Gluck se retiró, por motivos de salud, a Viena, donde transcurrieron los últimos años de su vida, en los que se convirtió en mentor de Salieri. Cuando fallece, Mozart ya había compuesto Le nozze di Figaro y Don Giovanni, con lo que había determinado la estética de la ópera de los siglos XIX y XX. Pero Gluck anticipó mucho de ello, aunque necesitara a un genio como Mozart para que sus ideas sobre la ópera se transformaran en un súmum del arte lírico.

En el siglo XIX, y dado que Mozart estaba demasiado adelantado para su época, Gluck sigue siendo una figura rectora para todos aquellos que, una vez más, quieren rescatar la forma artística de la ópera de su función de mero espectáculo de entretenimiento. En primer lugar se sitúa Hector Berlioz, quien compone una maravillosa reelaboración de Alceste que él mismo dirigió. Y ahí encontramos naturalmente a Richard Wagner, quien se inspira en él para sus escritos teóricos sobre la ópera y el drama, y que programó y dirigió Iphigénie en Aulide.

Esto es motivo suficiente para dedicar el tercer proyecto de esta temporada a Alceste de Gluck y Lohengrin de Richard Wagner. Ambas óperas, Alceste y Lohengrin, contradicen el consumismo de la nueva burguesía de un modo brillante, retomando de nuevo la idea del dramma per musica de Claudio Monteverdi con mucho talento, cada una con sus respectivos medios estilísticos tanto musicales como dramáticos.

Con Lohengrin, Richard Wagner escribe la primera ópera (pues Tannhäuser está en deuda con el mundo, como el propio compositor dice) en la que intenta trasladar sus ideales sobre Ópera y drama a lo musical, lo que supone una auténtica revolución en la historia de la música, y cuya obertura es ya un brillante ejemplo de ello. Como Alceste, Lohengrin surge en un importante momento de cambio en Alemania. La idea de la Revolución francesa entusiasmó a la burguesía alemana, como nos cuenta Goethe, pero la degeneración de la revolución en un reino del terror y las guerras imperialistas con las que Napoleón, tras su coronación como emperador, quería conquistar Europa, empujó a muchos a alejarse de ella. Con el Congreso de Viena de 1815, Alemania cayó, como ningún otro territorio europeo,  bajo la dominación de la Restauración, y ello hasta 1849.

“Los intelectuales se retiran a un mundo ideal”

Georg Büchner, como ningún otro, denunciará este feudalismo en su obra La muerte de Danton, en la que analiza la Revolución francesa, y en la primera pieza proletaria, Woyzeck.

Alemania es una aglomeración de muchos territorios gobernados por príncipes a partir de privilegios que les permiten explotar desmedidamente a los campesinos. Los intelectuales se retiran a un mundo ideal cuyo modelo se inspira en el Sturm und Drang, Weimar, Schiller y Goethe. Y dibujan un paraíso artístico. Lo que en Francia ha provocado la revolución, se trasnforma en Alemania en sueños idealizados con la Oda a la alegría de Schiller, el Götz von Berlichingen de Goethe, y la construcción de una filosofía ideal por parte de Hegel. No obstante, surge al mismo tiempo un intercambio fascinante entre Francia y Alemania, cuando los defensores de los ideales burgueses, pero también realistas y católicos convencidos, se distancian del terror de Robespierre y del imperialismo de Napoleón, y buscan refugio en los ideales de Alemania, aunque estos no cristalicen en lo social. Sobre ello dan testimonio Madame de Stael y Chateaubriand, estableciendo las bases del Romanticismo francés, que incluye también, entre otros, a Victor Hugo, Theophile Gautier y Gerard de Nerval, traductor del Fausto de Goethe al francés. Resulta curioso el hecho de que los románticos alemanes admirados por los franceses fueran denominados “clásicos” por los propios alemanes.

En la época que abarca desde el Congreso de Viena hasta la revolución en Berlín y Dresde de 1848 y 1849, los intelectuales alemanes desarrollan su idea sobre el significado del “estatus nacional” y el concepto de “pueblo alemán”. Algunas de las personalidades más destacadas en este ámbito son los hermanos Jakob y Wilhelm Grimm, los autores de las recopilaciones de cuentos, que en 1835 publican La mitología alemana en la que Wagner leerá las historias de Tannhäuser y Lohengrin. Junto a otros cinco profesores, los hermanos Grimm pertenecen a la universidad de Gottinga, y todos ellos serán enviados al exilio por el rey Ernst August I de Hannover, por manifestarse a favor de la abolición de la monarquía constitucional que se acaba de instaurar.

Por lo demás, tampoco estas revoluciones triunfan, y eso llevará a la idea del imperialismo alemán bajo la égida de Bismarck, apoyado en la tan exitosa industrialización alemana y que se reafirma con la victoria frente a Napoleón III en 1870. Esta hybris alemana provocó después la declaración de la Primera Guerra Mundial, que apoyaron todos los intelectuales alemanes de entonces, incluidos Thomas Mann y Arnold Schönberg. Para decirlo brevemente, la frustración que produjo la derrota y los términos de la victoria de los aliados en los Pactos de Versalles fueron el caldo de cultivo del nacionalsocialismo. Este es el negativo de los ideales alemanes de finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX. Y un ejemplo prístino de cómo los sueños y utopías se pueden convertir en lo contrario si no se integran de forma concreta en la estructura social. De ello habla Richard Wagner en el Anillo de los nibelungos, desde Niebelheim pasando por el Wallhalla hasta la decadencia del mundo. Y Lohengrin resulta, precisamente, su espléndido preludio.

El exilio de los hermanos Grimm y sus compañeros de la universidad de Gottinga es uno de los muchos acontecimientos que conducen a las llamadas rebeliones en las que Wagner tomará parte en Dresde, lo que le obligará a padecer a él también un exilio durante más de 10 años. Para entonces ya había compuesto Tannhäuser y Lohengrin, y, en 1851, Franz Liszt logrará estrenar Lohengrin en Weimar. Este hecho, ampliamente documentado en la extensa correspondencia al respecto entre ambos, le causará un gran pesar a Wagner, que soñaba con asistir a dicho estreno.

“Lohengrin es una obra increíblemente triste”

Esta ópera conquista a toda Europa en un muy breve espacio de tiempo, e incluso Verdi asistirá, fascinado y oculto en un palco,  al estreno en Bolonia, dirigido por su amigo Mariani. Las razones a la vista están: desde un punto de vista musical, se escuchan sonidos hasta entonces desconocidos, tanto en el preludio como en la profanación de los dioses por parte de Ortrud y la narración sobre el Grial de Lohengrin, y naturalmente en uno de los coros más complejos desde Bach con la aparición del cisne “ein Wunder, ein Wunder…”. Desde el punto de vista dramático, la ópera satisface todos los anhelos de la burguesía de entonces, decepcionada por la Restauración de Metternich y el “juste milieu” de Francia; frustrada en su anhelo de un nuevo orden mundial, convencida del especial lugar que ocupa el artista pero también de su soledad (Lohengrin), afligida por la melancolía que surge de la frustración de una utopía irrealizada.  Y todo ello plasmado en formas sobredimensionadas que ya utilizó también Meyerbeer, aunque este no lograra dotarlas más que de un efectismo semejante al de las actuales producciones de Hollywood.

Lohengrin es una obra increíblemente triste, porque al principio promete la realización de un nuevo mundo y al final, como a Elsa, nos abandona a nuestra soledad, pues la sociedad no pudo encontrar el valor para seguir la exigencia del artista, mensajero del utópico castillo del Grial: “no me interrogues nunca”. Elsa quiere saber en lugar de creer, y por ello no puede ser liberada, mientras Lohengrin tiene que regresar a su reino ideal del castillo del Grial solo… como Wagner en el exilio.