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martes, 12 de enero de 2016

Vejez, senectud y talante vital


Vejez, senectud y talante vital

 

 Salvador Paniker, un sabio viviente, con sus 88 años a espaldas, autor, entre otros muchos, del libro “Diario de un anciano averiado” (Random House 2.015), afirma en una entrevista que “la vejez, digámoslo claramente, es una devastación. Ahora bien, la senectud puede ser mínimamente sabia. Cada edad te da una perspectiva” (En “La Vanguardia, 07/11/11). Yo no he llegado a los 88 años y tampoco se me aparece como un objetivo vital prioritario. Tengo “solamente” 73 años y, como Paniker, la artrosis y otras cosas, ya me pasan factura. Una fascitis plantar me ha hecho frecuentar, recientemente, la sala de rehabilitación de Policlínica Gipuzkoa, un espacio donde cabe realizar una tesis doctoral con la comunicación que logran crear los y las excelentes “físios”, y el Dr. Isturiz a la cabeza.

 

Avanzando en edad pienso que, aunque nos hacemos más irritables, el cuerpo físico se deteriora antes que la psique, el intelecto y el espíritu. Al menos los que vivimos del trabajo intelectual. Quizás porque hemos menospreciado la dimensión física de la condición humana. Y con los años, aunque se nos atasquen las palabras y no recordemos muchos nombres, nos cuesta más bajar escaleras que leer y escribir, horas y horas. Sí, desde Cicerón, sabemos que la senectud es otra cosa que la vejez.

 

Hace años escribí un texto que titulé “La  España con arrugas”. Defendía, entre otras ideas, estas dos con las que concluyo estas breves líneas. La primera para decir que, así como no hay juventud como categoría uniforme sino jóvenes, tampoco hay vejez sino personas mayores. De ahí que, más allá de la edad, quepa hacer muchas tipologías de jóvenes como de mayores. La segunda para afirmar que un factor esencial a la hora de distinguir a unos y otros mayores (sin olvidar su edad, su estado físico, sus disponibilidades económicas, su ámbito familiar etc., etc.) reside en su talante vital: la actitud de los que ven la jubilación solamente como un retiro asistido, pues “por eso han trabajado toda su vida”, les condena al ostracismo y a la irrelevancia social. Sin embargo, ¡cuanto puede aportar la persona mayor, precisamente por ser mayor!.

 

Este breve texto redacté a su demanda, en la Revista de la Policlínica Gipuzkoa donde se publicó, según me dicen, en Diciembre de 2015. Mi texto data del 14 de noviembre de 2015

domingo, 27 de diciembre de 2015

La locura de la Navidad


La locura de la Navidad

 

 

En la vida de las personas hay momentos fuertes, momentos intensos que se mantienen a lo largo de su existencia: la fecha de nacimiento, el aniversario de bodas por ejemplo... cuando ha ido bien.  Lo mismo sucede con las sociedades: las fiestas del pueblo, la tamborrada en Donosti, las Semanas Grandes aquí y allá, la Mare de Déu de la Mercè en Barcelona, San Isidro en Madrid, etc., etc. Pero algunas fechas van más allá de las personas, de las sociedades locales, y hasta de los estados. En el mundo occidental una de esas fechas es la Navidad. Todo ese mundo celebra la Navidad. Las fechas de Semana Santa no alcanzan tanta extensión, salvo en Andalucía. Quizás quepa equipar el Carnaval a la Navidad aunque tampoco creo que llega a tanta gente. Pero, ¿qué celebramos en Navidad? ¿Es simplemente una rutina, una costumbre o es algo más?. Porque hay rutinas y costumbres que desaparecen y otras, como la Navidad, que se mantienen a lo largo de los siglos y en todo el mundo occidental.

 

Navidad y Carnaval. La primera explicación que me viene a la cabeza tiene que ver con algo que me parece elemental: la Navidad es una fiesta amable. Es un periodo en el que todos hemos interiorizado que hay que manifestarse amables, que hay que procurar aparcar nuestras diferencias, nuestros cabreos, nuestros problemas y ofrecer nuestra mejor cara. Es como un alto en nuestra vida en el que parece que decimos: ahora vamos a ser buenos, vamos a hacer eso que sabemos que le va a gustar a mi pareja, a mis hijos, a mis padres, a mis amigos, al vecino, al compañero de trabajo. Y nos juntamos a comer, nos hacemos regalos, nos deseamos felices fiestas y próspero año.

 

Pero también hay quienes piensan que la Navidad es un periodo de hipocresía en el que olvidamos nuestras desavenencias y, si es posible, escamoteamos hasta nuestros odios. Hay quienes piensan que la Navidad es el periodo de la falsedad por excelencia. No niego que algo de eso pueda haber pero ¿no es acaso la manifestación, como el Carnaval, de que queremos ser de otra manera, de que deseamos que nuestra sociedad sea de otra manera, que nuestras relaciones sean de otra manera? Aunque la diferencia con el Carnaval es capital: en la Navidad actuamos a cara descubierta, sin más fachada que la cara que sepamos poner. No nos enmascaramos, como en Carnaval. Queremos ser de otra manera, sin caretas.

 

En la Navidad gastamos en manjares que sabemos que estarán más baratos pocos días después, penaremos para subir la cuesta de enero, los obsesos de la línea se la saltarán por unos días haciendo, en enero, el agosto de los gimnasios, de los médicos expertos en desengordamientos.

 

Navidad y Familia. Pero la navidad es más que comilonas, caras bonitas, fiestas y regalos. La Navidad es, todavía, una fiesta familiar. El anuncio televisivo de “vuelve a casa por Navidad” nos lo muestra. Los vascos, si podemos desanudar la garganta, cantamos en Navidad el entrañable “Hator, hator mutil etxera gaztaina ximelak jatera, Gabon gaua ospatutzeko aitaren eta amaren ondoan. Ikusiko duk aita barrezka amaren poz ta atseginez”[1].

 

Yo creo que mientras haya familia habrá Navidad. Se habla mucho de la crisis de la familia. Pero si crisis hay es crisis de éxito, de exigencia. Porque somos seres sociables y queremos compartir nuestra vida con otra persona. No queremos vivir solos. Queremos vivir con otra persona. Y queremos vivir felices con otra persona. Y queremos que nuestro amor, no sólo perdure sino que se traslade a nuestros hijos. Lo que sucede es que, en una sociedad que cada día es más agresiva, donde la intemperie, fuera del hogar familiar, se hace a menudo hostil, pedimos más y más a la familia. De ahí su éxito, de ahí su fragilidad. De ahí que muchas veces no logremos lo que nos hemos propuesto. El amor se marchita, se rompe y lo que se pensó como un espacio de cariño y ternura se convierte en flor mustia, cuando no en corona de espinas. La separación se hace inevitable. Se ponen tantas esperanzas en la familia, que no podemos soportar que nos hayamos equivocado. La familia se rompe a nuestro pesar, hasta con alivio cuando la situación se hace insoportable.

 

Pero esta situación no supone en absoluto la muerte de la familia. Lo que puede acabar con la Navidad (o dejarla exclusivamente en manos de los publicistas, y habría que ver cuanto duraría, entonces) es la muerte de la familia y la familia puede morir cuando ésta se agote en la pareja. Entonces no habría nadie a quien desear ver en casa por Navidad. La cosa será inevitable cuando, de forma mayoritaria -pues siempre habrá circunstancias y casos particulares- la pareja no se constituya como un proyecto de vida en común, abierta a la educación de hijos, propios o adoptados, sino como una mera unión de dos personas que deciden vivir juntos, a veces sin convivir, y ello mientras el otro o la otra me ayude a seguir viviendo. En el fondo, “mi” pareja solo me interesa en función de que me sirva a “mí”. Es una pareja instrumental. Es como una prótesis psicológica que, si falla, o ya no es necesaria, se tira.

 

Tras una lectura de Karl Rahner. Hace unas semanas, tomándome un café en la peatonalizada plaza del Callao madrileño, en este invierno veraniego que nos acompaña, devoré un librillo del inmenso Karl Rahner, a decir de muchos el mejor teólogo católico del siglo XX, sobre “El significado de la Navidad”. (Herder 2015). ¡Qué delicia de libro!. Eso sí, hay que leerlo dos veces. Contiene dos brevísimos textos. Del segundo, titulado “La respuesta del sosiego. Carta a un amigo” con motivo de la Navidad (publicado en un diario vienés en 1962), traslado estas líneas: “Jesús es un hombre verdadero, es decir, un hombre como tú y como yo; un hombre que asume obedientemente el insondable misterio de su existencia. (…) Así fue también aquel cuyo comienzo quieres celebrar y festejar. Lo que él aceptó como hombre, también tú puedes atreverte a hacerlo: decir sosegada y creyentemente “Padre” a lo insondable y aceptarlo no como una lejanía matadora sino como una proximidad sin medida y perdonadora. (….). Por tanto, convendría conjurar la experiencia de nuestro corazón para vislumbrar venturosamente lo que se quiere decir con la encarnación del Dios eterno. Convendría que esto ocurriera en medio del sosiego en el que el hombre se halla consigo mismo, buscando el conocimiento de sí mismo. Este sosiego bien entendido en la fe del mensaje de Navidad es una experiencia existencial del hombre infinito, una experiencia que nos dice algo que solo es así porque el propio Dios se ha vuelto hombre. Si nos experimentáramos de otra manera, Dios no habría nacido como hombre”. Sí. Si nos experimentáramos de otra manera, Dios no habría nacido como hombre. Insondable misterio. Un Dios humano.

 

El Dios cristiano es el único Dios que se hace hombre divinizando así, de alguna manera, los hombres y mujeres, todos unidos en una fraternidad que va más allá de nuestras diferencias. Eso es la Navidad desde la perspectiva cristiana. En nuestras categorías le decimos Hijo de un Dios, Padre de todos y, para los que le llamemos padre, anhelante demanda de sosiego de nuestra finitud. Ese niño es Hijo de Dios, es la manifestación de un Dios nacido hombre. De tanto oírlo no nos damos cuenta de ello, resbala en nuestra cotidianidad. Pues, ¿hay insensatez mayor que esa?.¿Hay locura mayor que esa?. ¡Bendita locura!

 

Feliz Navidad. Mis mejores deseos para 2016

 

(Una redacción reducida de este texto se publicó el 26 de diciembre en DEIA y en Noticias de Gipuzkoa)



 (1) Texto en castellano del “Hator, hator” que muchos escriben “Ator, Ator”.“Ven, muchacho, ven a casa, a comer castañas pilongas, a celebrar la Nochebuena, junto al padre y la madre...Verás al padre reír, verás la alegría y dicha de la madre.//Muchacho, empuja ese tamboril mientras se tuestan las castañas, mientras se tuestan las castañas...¡txipli txapla... pum!//¡¡Que pasemos una feliz Nochebuena!!”
 

jueves, 20 de noviembre de 2014

Ongi etorri, Mani!. Cuando nace un nieto


Ongi etorri, Mani
 

¿Por qué traer hijos a un mundo que se presenta, con frecuencia, hostil, inhóspito e incierto donde el futuro no está, en lo más mínimo, asegurado?. ¿Por qué traer hijos cuando se dice que será la primera generación que vivirá peor que sus padres?. ¿Por qué cuando ya no vale aquello de que vienen de penalty, por un descuido de sus padres, con la profusión de medios anticonceptivos que tenemos y, si a pesar de todo, descuido hay, la interrupción del embarazo está asegurada en las diez o doce primeras semanas del embrión?.

Ciertamente los estudios sociológicos, más aun los demográficos, muestran que las tasas de natalidad en casi toda Europa occidental no permiten la reproducción de la especie. Medio en broma, medio en serio, he solido decir y escribir que, si las actuales tasas de fertilidad entre los autóctonos en Euskadi siguen como están, en unas cuantas generaciones la cuestión vasca se difuminara pues ya no habrá vascos: nos diluiremos en el magma de Europa occidental. Puestas así las cosas Otegi no llegará a tiempo ni a plantear, menos aún pretender, “su” independencia para Euskadi. (Lo de la “ética revolucionaria” me ha impactado. ¿Todavía sueñan con los viejos tiempos del Iraultza ala hil?). Ciertamente no sería el primer pueblo que desapareciera en la historia. Pero, a mí al menos, eso me escuece.

Pues, en estas, aparece Mani. A mil kilómetros de Euskadi, pero su madre, nuestra hija, es vasca y orgullosa de serlo. Tanto que no solamente nos pide que nos dirijamos a Mani en euskera sino que su marido, un puro francés nacido en un lugar emblemático de la resistencia francesa al invasor nazi, ha decidido aprender euskera con un argumento tumbativo: quiere entender lo que su madre le cuente a Mani cuando se dirija a su hijo, obviamente en euskera. Tanto que, él solo, el padre de Mani, estudió el Bakarka 2 y durante quince días se encerró en un barnetegi. Y ya se expresa en euskera.

Y Mani vino al mundo un 16 de octubre en un hospital de Grenoble, en medio de cuidados mil, normas dos mil y atenciones infinitas. ¡Pobre criatura!: cuando le despertaban para ponerle el termómetro me permitió constatar que, ya con dos días de vida, tenía el nervio de su madre y el de su abuela, dos vascas de las de siempre. Mani es un crío determinado. ¡Cómo grita cuando tiene hambre buscando el pecho de su madre!. Su acusado mentón, la frente despierta, el moflete un tanto pronunciado me hizo pensar en el joven Whiston Churchill, quizás porque visioné un programa recientemente en la TV dedicado a la figura del premier británico. Cosas de abuelo. A mi no se me parece en absoluto, para tranquilidad de su madre: no tiene mi nariz.

Me preguntaba al comienzo de estas líneas por qué traer hijos a este mundo, tan incierto, en el que, digámoslo claramente, en Euskadi, en España y en gran parte de los países europeos la ayuda a la familia es sencillamente ridícula, siendo la excepción, precisamente, Francia. De ahí en gran parte que tengan casi asegurada la reproducción: 2,0 hijos por madre en edad fértil. En Euskadi debemos andar por 1,3 o 1,4.  

Hace varios años, en diferentes foros, reflexioné sobre el papel crucial de la educación en la primera infancia y, más en concreto, en el primer año de vida de un niño o niña. Lo hice, en parte, de la mano de Gösta Esping-Andersen, sociólogo danés mundialmente reconocido como uno de los grandes expertos en el modelo social europeo. Acababa de publicar un libro, corto y excelente, “Los tres grandes retos del estado de bienestar” (Ariel, Barcelona 2010). Señalaba estos: el cambio del papel de la mujer en la sociedad, promover la real igualdad de oportunidades de los niños y garantizar las prestaciones a los jubilados del futuro.

En la pagina 94 del libro podemos leer: “he tratado de sintetizar lo que sabemos a propósito del aprendizaje en la primera infancia. En primer lugar que hacer cuidar al niño fuera del domicilio durante el primer año de vida puede perjudicar su desarrollo futuro (aunque añadía inmediatamente que) si el cuidado exterior es de buena calidad (el autor piensa en las guarderías), sus efectos sobre los resultados escolares de los niños son manifiestamente positivos, sobretodo para los niños menos privilegiados. Positivos también, después de la escuela, ya en la edad adulta”.

El niño es un bien social de primer orden. No es fácil cuantificarlo con exactitud. Los pocos estudios realizados vienen de EEUU y es complicado trasladarlos a Europa. Así y todo es muy llamativo constatar que “el precio de un año de encarcelamiento en EEUU se mueve alrededor de los 50.000 dólares, precio que resulta ser equivalente al de un año de estudios en Harvard” o que “la pobreza infantil engendra en EEUU costes sociales equivalentes al 4% del PIB, resultado del vínculo entre pobreza, fracaso escolar y delincuencia social”. (P.60).

En otras palabras, invertir en la educación de los niños, particularmente en el primer año de su vida, no es solamente un asunto de solidaridad. Es también inversión social de futuro. Hay que ayudar a los padres más desfavorecidos, especialmente a las unidades familiares monoparentales que, en su gran mayoría, son mujeres con niños a cargo. Ayudar quiere decir un salario, al menos durante los doce primeros meses de vida de su hijo (si lo consagra a su educación), salario que se contabilice a la hora de su jubilación y pensión correspondiente, como año trabajado. Ayudar supone fomentar sistemas de guarderías con amplio horario, también los fines de semana pues, también los padres tienen que descansar para bien educar a sus hijos.

Si ustedes piensan que esto solamente lo pueden hacer los países ricos les diría que allí donde están en ello (no necesariamente los de mayor poder adquisitivo “per capita”) disminuyen las diferencias entre las clases sociales y se reduce la pobreza, la marginalidad y la delincuencia. Invertir en la educación de un niño de un núcleo familiar sin recursos, ayudando a sus padres, es invertir en el futuro de la sociedad.

Mani ha tenido la fortuna de nacer en una familia moderna, internacional, abierta a la globalización, con dos padres que se quieren, mucho, y que le adoran. Es un privilegiado. Está en buenas manos hasta que, ya adulto, con los valores que sus padres le hayan transmitido, decida su vida por sí mismo. Mani es un franco-euskaldun que lleva el nombre de una figura emblemática del siglo III d. c. al que el inmenso Amin Maalouf consagra el segundo de sus libros, “Los Jardines de la luz”, Alianza 2003). Mani buscó siempre la verdad sin querer imponerla a nadie. Era creyente por libre, respetuoso de las demás creencias. Mani es un nombre sanscrito, una lengua ya muerta, que se traduce por bijou en francés, joya en castellano, gem en inglés, bitxia en euskera. Eta, benetan, Mani, izugarrizko bitxi bat da. Ongi etorri gure mundua, Mani.

Grenoble 16 de octubre de 2014 - Donostia 30 de octubre de 2014

Publicado en DEIA y en Noticias de Gipuzkoa el 2 de noviembre de 2014

 

sábado, 21 de diciembre de 2013

Otra vez la cuestión del aborto


Otra vez la cuestión del aborto

 
Quería dedicar un buen rato de este sábado a la lectura del nuevo proyecto de ley del aborto. Como todos los sábados, por sus suplementos literarios, compro en el quiosco “El País” y ABC. Los abren así, en sus portadas.

“El País”: A cinco columnas: “Aborto: España retrocede 30 años” Justo encima, también a cinco columnas: “El gobierno Rajoy aprueba la reforma más restrictiva de la democracia”. Leo en la portada el titulo de su editorial: “Regreso al pasado”.

“ABC”. Con fondo de vientre desnudo de una mujer embarazada este titular: “El aborto se limita al riesgo grave para la salud de la madre y a la violación”. Justo encima “El PP tumba la reforma de Zapatero”. Debajo del gran titular: “El gobierne vuelve al espíritu de la ley socialista de 1985 y suprime el aborto libre en as primeras 14 semanas”. Su editorial lleva este titulo” “Rajoy cumple con la reforma del aborto”

Aquí acabó mi lectura de los dos diarios. El resto estará presentado en razón de sus pre-supuestos ideológicos. Y ya me pilla muy cansado para desentrañar lo que de verdad dice la ley. Lo dejo para más adelante.

Mi opinión sobre este tema lo he publicado muchas veces. Abajo podrán leer, si les interesa mi opinión, uno de mis últimos textos al respecto. Es de 2009 aunque después he escrito varias cosas sobre la maternidad y, aunque menos, también sobre la paternidad.

Pero entretanto he seguido unas reflexiones que me ha ido enviando Benjamin Forcano. He releído lo que escuche a Diego Gracia y Alonso Bedate cuando pasaron por el Forum Deusto. Y la duda a la que hago referencia en mi texto de 2009, que traslado aquí abajo, se ha disipado. Es la diferencia que hay entre embrión y feto. Lo digo con las palabras de Benjamin Forcano.

"Trabajos como los de Byme y Alonso Bedate hacen pensar que el cuándo (de la constitución individual) debe acontecer en tomo a la octava semana del desarrollo, es decir, en el tránsito entre la fase embrionaria y la fetal. En cuyo caso habría que decir que el embrión no tiene en el rigor de los términos el estatuto ontológico propio de un ser humano, porque carece de suficiencia constitucional y de sustantividad, en tanto que el feto sí lo tiene. Entonces sí tendríamos un individuo humano estricto, y a partir de ese momento las acciones sobre el medio sí tendrían carácter causal, no antes” (Diego Gracia, Etica de los confines de la vida, III, pp. 130-131).

Queda claro de esta manera que quien siga esta teoría puede sostener razonablemente que la interrupción del embrión antes de la octava semana no puede ser considerada como atentado contra la vida humana, ni pueden considerarse abortivos aquellos métodos anticonceptivos que impiden el desarrollo embrionario antes de esa fecha. Esto es lo que, por lo menos, defienden no pocos científicos de primer orden (Diego Gracia, A. García-Bellido, Alonso Bedate , J.M. Genis-Gálvez, etc).

Esta hipótesis, suficientemente demostrada permite, a quien se apoya en ella, defender como no atentatorias contra la vida y como respetuosas de la vida aquellas acciones que se producen en el proceso constituyente del embrión antes de constituirse en feto, es decir, en estructura clausurada.

La teoría expuesta modifica notablemente muchos puntos de vista y establece un punto de partida común para entendemos, para orientar la conciencia de los ciudadanos, para fijar el momento del derecho a la vida del prenacido y para legislar con un mínimo de inteligencia, consenso y obligatoriedad para todos”.
 

Valdría la pena escucharles, digo yo.

 

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Mi texto de 2009


Aborto: convicciones y una duda

Ante el aborto tengo algunas convicciones y una duda de fondo. Desde el momento de la concepción hay vida. El “nasciturus”, el embrión que, salvo interrupción voluntaria o fortuita, se convertirá en un ser humano, como Usted y como yo, ya tiene sus señas de identidad. Únicas. No hay ni habrá otro ser humano como él.

Este ser humano en potencia necesita, para crecer y subsistir, que una mujer, su madre biológica, le lleve en su vientre. Es un ser distinto a su madre aunque sin su madre no llegaría a nacer. Necesita a su madre para que, en su caso, el derecho a la vida se lleve a efecto. No es un derecho absoluto. Se mata, legalmente, a la gente. Pero es difícil negar ese derecho a un “nasciturus” aunque puede lesionar, incluso gravemente, los derechos de su madre.

La inmensa mayoría de madres desean dar esa vida al “nasciturus” que llevan en el vientre. También para la inmensa mayoría de mujeres abortar es un drama. De ahí que las madres son las que más tienen que decir cuando se enfrentan a un embarazo no deseado. Pero no son las únicas que tienen algo que decir sobre el “nasciturus”. Pienso en el padre de ese “nasciturus”, de quien nadie se acuerda, que tendrá algo que decir, ¡pienso yo!, aunque más en unos casos que en otros. Y también la sociedad tendrá algo que decir cuando se trata de interrumpir, voluntariamente, la vida de un “nasciturus”.

Mi duda de fondo está en saber si cabe asimilar el “nasciturus” a una persona humana. Si lo que está en potencia es lo mismo que lo ya es realidad, luego si es sujeto de los mismos derechos. En este punto hay opiniones científicas, filosóficas y religiosas encontradas, entre personas con sólidos conocimientos, y de cuya honradez intelectual y moral no tengo derecho a dudar. Así como tampoco tengo duda alguna de que un “nasciturus” humano es muchísimo mas que un lince y, en derecho, exige más protección que el lince. El niño es el gran olvidado de nuestra sociedad.

Personalmente sostengo que la realidad de la existencia del aborto y su mala regulación exigen alguna solución jurídica a las mujeres que se enfrenten al drama del aborto, al  par que reclamo una política social y familiar que frene su aumento. Una sociedad no puede mirar a otro lado cuando ya había más de 100.000 abortos el año 2006 en vergonzante aumento, a diferencia de lo que sucede en otros países europeos de nuestro nivel de vida.

Vería la regulación mas justa si antes de dar el paso del aborto hubiera más recursos, más intentos, más cariños, más apoyos a muchas madres que tras hablar con el padre y con las familias de ambos, quizás encuentren el arrope preciso para no interrumpir su embarazo. Pienso que es también necesario que la sociedad, tras valorar, más que ahora, el derecho a la vida del “nasciturus”, ayude efectivamente a la madre a que dé a luz al niño. Por ejemplo para entregárselo a tantas familias que van lejos, hasta China incluso, para adoptar los niños que no pueden tener. Aunque, me temo que la madre, tras salir el niño de su vientre y acogerlo en su regazo no quisiera desprenderse de él.


Donostia 20 de marzo de 2009

Javier Elzo

(Para “El Diario Vasco”)

lunes, 29 de abril de 2013

La crisis y la emancipación familiar


La crisis y la emancipación familiar


Un texto reducido de la primera parte de este texto se publicó en “El Diario Vasco” el sábado 27 de abril, bajo el título de “Sàra, una chica danesa” solamente accesible previo pago a Vocento

 
Estamos trabajando en la sede de la FAD (Fundación de la Ayuda contra la Drogadicción), en Madrid, el equipo de redactores en el nuevo trabajo sobre “Jóvenes y Valores” que verá la luz dentro de un año, aproximadamente. Personalmente, entre mis lecturas previas para esta reunión acabada de consultar con cierto detalle un Informe francés publicado por “Alternatives Economiques” en febrero de 2013 titulado “El Estado de la juventud en Francia” pero donde también hay capítulos sobre cómo negocian jóvenes de diferentes países europeos su inserción laboral. En la página 126 del Informe leo el itinerario vital de Sàra Zachariasardottir, adolescente danesa de 22 años desde que cumplió 13 hasta la actualidad.

Hija de un policia y de una enfermera, con 13 años ya comenzó a trabajar (edad minima laboral en Dinamarca), mientras cursaba los estudios secundarios. A los 17 años, hace un alto en sus estudios y se va a vivir a una familia de acogida en Francia (para dominar el idioma) y vuelve a Dinamarca para terminar su Bachillerato con 19 años. Entonces se va al sur de Italia “a conocer mundo” (y aprender algo de italiano). Trabaja  durante cuatro meses en la hostelería y después vuelve a su país natal donde pasa nueve meses, en pequeños trabajos, para pagarse sus estudios superiores. Dice que “le parece normal ganarse sus propios dineros y que en Dinamarca muy pocos padres financian los estudios superiores de sus hijos”. En la actualidad cursa estudios de medicina en la universidad pero no sabe aun en qué especialidad. Dice que “tiene mucho tiempo por delante”.

Hay que añadir que en Dinamarca los estudiantes tiene derecho a una beca del estado de 570 Euros que ya cubre los gastos de alojamiento en una residencia de estudiantes (250 € al mes) pero Sàra, según las semanas, trabaja entre ocho y veinte horas para cubrir sus necesidades.

Este tema de la tardía emancipación familiar es España lo llevo trabajando hace muchos años. De hecho el Estado de Bienestar español gasta menos que otros países en juventud y familia, ya que considera que las familias deben ocuparse de sus miembros y que la responsabilidad de los jóvenes es ante todo de sus padres. Los jóvenes españoles no se implican en defender las ayudas públicas pero podemos pensar que esto se debe a que tienen, por ejemplo, menos beneficios que “sacar” del Estado de Bienestar. No dependen fuertemente de dicho Estado y no cuentan con él para que les resuelva gran parte de sus problemas, sobre todo los económicos. No cobran subsidios constantemente y, por tanto, podríamos decir que “ahorran” dinero al Estado.

Esto es posible gracias a la familia, que apoya a sus hijos lo más que puede. La consecuencia está en que tienen una gran dependencia de los familiares cercanos y menos libertad individual. Por otro lado, experimentan menos precariedad y exclusión social que los jóvenes de otros países. España es un país en el que hasta finales de los años 70 había un Estado paternalista pero no un Estado de Bienestar como ocurría en otros países europeos. En éstos, con el paso de los años, el Estado ha sido cada vez menos generoso por falta de dinero. Las ayudas dependen cada vez más de lo que se llama una solidaridad vertical (de los que más tienen a los que menos tienen) y no horizontal (para todos los ciudadanos las mismas ayudas independientemente de su situación económica y familiar). Esto hace que los jóvenes españoles, al fin y al cabo, nunca hayan recibido una gran ayuda de los gobiernos, como tampoco sus padres, y por tanto, no esperan tanto del Estado.

A menudo suele trasladar unas reflexiones pronunciadas el año 2007 (luego antes de la crisis) en el Congreso de la FAD sobre Familia y Ciudadanía en Madrid, donde compartí una Mesa Redonda con una colega española, Sandra Gaviria, que trabaja (o trabajaba entonces) en la universidad francesa de Le Havre. Comparando los hábitos de los jóvenes españoles y franceses afirmaba refiriéndose a los españoles que “los jóvenes españoles se quedan durante años viviendo con sus padres incluso cuando tienen un empleo estable. A menudo se ha atribuido este fenómeno a causas materiales como el paro, el precio de la vivienda, la ausencia de políticas sociales, la localización de las universidades, etc. Hoy en día constatamos que la tasa de empleo ha aumentado (recuérdese que la autora habla el año 2007, luego todavía en periodo de bonanza) y que, sin embargo, siguen permaneciendo en casa de los padres. Se van generalmente en el momento del matrimonio. Esto no es, a nuestros ojos, únicamente el resultado de factores materiales sino también la consecuencia de un modelo de construcción de uno mismo, específico a España y, en cualquier caso, distinto del existente en países como Francia o como los países nórdicos. En este modelo latino, aprobado generalmente por los padres y por los hijos, se defiende que uno permanezca tiempo con los suyos para así devenir uno mismo, conservando una parte importante de la identidad familiar”.

Continuaba Sandra Gaviria afirmado que “se considera que un joven que se queda durante tiempo en la casa familiar podrá, cuando sea adulto, tener una identidad de “hijo de” importante. Los jóvenes no muestran que tienen ganas de irse de casa. La familia española es cada vez más democrática y resulta agradable el vivir juntos como ya indicada la profesores Inés Alberdi, el año 1999. No consideran la casa como un hotel y dan afecto y cariño a los suyos.

Sus progenitores aceptan esta situación e incluso la viven con orgullo. Si un hijo se marcha pronto, lo viven como una decepción o como si hubiesen hecho algo mal. Los que trabajan y conviven con sus padres no se consideran ni son considerados como adolescentes tardíos o como adultos inmaduros. El trabajo es una condición necesaria pero no suficiente para irse, ya que desean marcharse en buenas condiciones económicas, tener ahorros e, incluso, en algunos casos, haber empezado ya a pagar una hipoteca para comprar un piso. No existe la idea de que un individuo que se asume económicamente es más autónomo de su familia y que tiene menos obligaciones hacia ella. Las obligaciones familiares no tienen nada que ver con los ingresos de sus miembros o con su autonomía económica. Por lo tanto, las obligaciones de un joven hacia los suyos, que trabaje o no, que se vaya o que se quede, no cambian.

Durante los años de la convivencia con los padres conservan con ellos un mundo común importante. A menudo los amigos conocen a los padres de sus amigos, e incluso celebran juntos algún cumpleaños o alguna cena. Ser adulto o ir hacia el mundo de los adultos no significa separar los diferentes mundos a los que pertenecen los individuos. Al contrario, una persona que se construye correctamente como adulta es aquella que va a poder seguir conciliando las distintas esferas de la vida a las que pertenece. Esto permite a los jóvenes tener una fuerte unidad de su identidad. Por ejemplo, si están al mismo tiempo delante de sus amigos y de sus padres, deben conciliar su identidad de “amigo de” con la de “hijo de”. Todo este proceso lo realizan acompañados por sus padres y con una seguridad afectiva”[1].

Traigo aquí esta larga cita de Sandra Gaviria porque se trata de una española que por serlo conoce la realidad familiar española y al residir en Francia, la francesa y, al ocuparse en la universidad de los temas familiares también conoce la realidad familiar europea. Estando plenamente de acuerdo con ese diagnóstico, en el momento actual cabe añadir el correctivo estructural del número creciente de núcleos familiares con procesos de separación o divorcio, de tal suerte que se convierten en núcleos familiares monoparentales lo que podría conllevar, muchas veces, una aceleración en la emancipación de los hijos. Sin embargo la crisis financiera (y de valores) que padecemos hacen que la familia todavía siga siendo el gran refugio de las situaciones complicadas en la vida.

Es lo que sucede en este año 2013. El diario “Le Monde” (26/04/3013) además de afirmar en su titular que “en España sin la economía subterránea (que estima entre el 20-25 % del producto interior bruto) ya hubiera habido una revolución”, habida cuenta la proporción de paro existente, añade, de entrada, la importancia de lo que denomina la “solidaridad familiar que impide que muchas personas se encuentren literalmente en la calle”. Aunque habría que introducir más factores para explicar la situación actual qué duda cabe que el modelo familiar español es un gigantesco colchón para aliviar el escandaloso paro existente. Pero también sirve para explicar la sobre-dependencia familiar de los jóvenes y menos jóvenes, fenómeno anterior a la actual crisis, insisto en ello.



[1] Puede consultarse el texto completo en el Aula Virtual de la WEB de la FAD, en el Congreso “Familia y Ciudadanía de Madrid” de 20-22 de noviembre de 2007-

domingo, 7 de abril de 2013

En EEUU (5). Hijos de parejas del mismo sexo


Impresiones tras un viaje en EEUU (5)

 
(La filiación de parejas del mismo sexo)


Una noche, una antigua amiga de Koruko hizo, a propósito, el desplazamiento desde Washington para cenar con nosotros. Escogió un agradable restaurante griego pegado a Carnegie Hall. Ella interpreta el ccllo y a mi se me pusieron en ebullición las neuronas musicales cuando evocaba históricos conciertos de Horowitz, Stern, Rostro, Menuhim y tantos en la sala próxima de cien metros de donde me encontraba.

La amiga de Koruko ha tenido una sexual complicada. Vivió con otra mujer varios años hasta que, ya mayor, encontró un hombre con quien quiso tener un hijo. Sin conseguirlo por el procedimiento habitual. Decidieron fecundar el ovulo de un chica joven israelita (son de esa confesión religiosa) con el espermatozoide de su marido y implantarlo en su seno dando a luz un chico que nos acompañó en la cena. Todo el proceso de fecundación y nacimiento de su hijo lo supe por ella misma, estando su hijo, de unos 9 años de edad en la mesa. Todo esto, y más experiencias y conversaciones de este viaje, me llevan a comentar la cuestión de la filiación en parejas del mismo sexo.

Hace años, cinco o más, no más, abordé esta cuestión leyendo la tesis doctoral de una universitaria francesa, cuyo nombre no tengo a mano escribiendo en el crucero, que hizo un “status cuestiones” del tema a tenor de lo publicado hasta la fecha. Su conclusión final era que no había diferencias significativas en la consistencia sicológica e inserción social de los hijos con padres del mismo sexo en comparación con los hijos de los padres de diferente sexo. Quedaba una duda, de todas formas: hasta qué punto la muestra de personas del mismo sexo era comparable con la muestra de las personas de diferente sexo. Se hipotetizaba que, al menos en los primeros casos de filiaciones de parejas del mismo sexo, dada su rareza estadística, suponía unas parejas adultas de alto nivel cultural, fuerte personalidad, alto convencimiento de la bondad de su proyecto y gran dedicación al cuidado de sus hijos. La comparación para ser científicamente válida, debía hacerse con parejas de diferente sexo pero con idénticas características socio-demográficas a las de las parejas del mismo sexo. Lo que en el trabajo arriba mentado, no siempre era el caso. De ahí la precaución metodológica de la autora.

Con esta idea de base me he quedado, a falta de haber profundizado suficientemente en este tema, que tampoco ocupa un lugar preferente en mis preocupaciones que, dada mi edad, es cada vez más selectiva. Pero algo más me atrevo a decir. En diciembre del año pasado, 2012, asistí en Madrid a un Congreso sobre familias, Congreso que estaba muy en la onda marcadamente positiva de los nuevos modelos de uniones familiares, y crítico, a veces veladamente, a veces abruptamente, hacia los posicionamientos de la Iglesia Católica. Una de las personas intervinientes, cuyo discurso seguí en su totalidad y, que en el almuerzo posterior tuve cerca y con quien pude intercambiar algunas palabras, me produjo una muy positiva impresión. Era una profesora catalana, Elisabeth Vendrell, Presidenta de la asociación FLG catalana, lesbiana y viviendo con otra mujer, desde hace varios años y que habían, creo que adoptado, tres hijos (no recuerdo su sexo). Además de teorizar sobre la cuestión de la vida familiar, luego de adultos y menores, de parejas lesbianas, nos hablo, a grandes rasgos de la educación y de la vida de sus hijos. Insistió que no querían trasladarles su condición lesbiana, por ejemplo en la selección de lecturas, juegos y amistades. Pensé en seguir con el tema pero la conclusión de otro libro mío hizo que lo aparcara y ahí quedara.

Hasta reaparecer en Nueva York, después en Providence y una conversación con los catalanes que encontramos en el crucero y la stewart en lengua castellana que resultó ser de una localidad próxima a Lille y residiendo, cuando no está dando la vuelta al mundo a bordo de un crucero, en Barcelona. Me quedé con las ganas de saber más de su vida personal. Paro vayamos por partes.

El marido de Betsy, Adam, es médico pediatra. De hecho ambos son médicos y Adam, con la especialidad referida, lleva también la dirección del pediátrico del hospital donde trabaja. Al abordar el tema de la filiación de los hijos de parejas del mismo sexo, con rotundidad afirma que él no ve diferencia alguna en la forma de ser y de crecer en los menores y adolescentes según sean sus padres del mismo o diferente sexo. Betsy  afirma que, a veces, incluso, los hijos de parejas del mismo sexo crecen mejor. Intervengo diciendo que, excluyendo toda objeción ideológica por mi parte, mantengo que, a falta de más trabajos científicos, no puedo excluir la duda del sesgo metodológico que arriba he apuntado. Adam y Betsy reconocen que ese sesgo es posible, especialmente en los primeros tiempos y me preguntan cuanto tiempo hará falta para solventar definitivamente la duda del sesgo metodológico, por un lado. Además me preguntan si será preciso, también, esperar que la extensión del matrimonio entre personas del mismo sexo, y la legalización de la adopción (o procreación mediante fertilización “in vitro” o madres gestantes etc.) en esas parejas adquiera niveles planetarios, para levantar la duda metodológica. Respondo que, personalmente, levantaría la duda del sesgo metodológico en unas tres generaciones limitadas a los primero ámbitos geográficos donde la posibilidad del matrimonio y adopción por parejas del mismo sexo es posible. En esas acabamos la conversación.

En el crucero, en un almuerzo entre pasajeros de idioma español, al que se presentaron cuatro catalanas, la responsable de viajeros en francés o español, Corinne, Koruko y yo (después supimos que había al menos otra pareja, un hombre de San Sebastián casado con una chilena, ya jubilados, y que vivían en Viña del Mar en Chile, en N.Y y en Gros en Donosti), se suscito el tema, no recuerdo a santo de qué. Las catalanas, especialmente la que llevaba la voz cantante sostenía que no veía problemas en el reconocimiento legal, a todos los efectos, de las parejas del mismo sexo, pero que el matrimonio era algo entre un hombre y una mujer y, por supuesto, rechazaba la adopción por personas del mismo sexo. Koruko y yo defendimos el punto de vista que arriba he apuntado y Corinne insistió en otros dos puntos.

Por un lado manifestaba su preocupación por la multiplicidad de parejas que, en la actualidad una persona podía tener a lo largo de su vida, en más de un caso engendrando descendencia, de tal suerte que, en muchos casos, en demasiados, los hijos ya no crecían, luego se educaban, con sus padres naturales. Pero quizás insistió más, y con mayor grado de preocupación, en la posibilidad genética de tener “hijos a la carta”, mediante un mercado de sémenes y vientres de alquiler de bellas y sanas chicas provenientes de diferentes lugares del mundo y de condición socioeconómica baja. En otras palabras, que la procreación se iba a convertir, pura y simplemente en un negocio en el que las personas de alto nivel económico iban a pedir “niños rubios con ojos azules” etc. El tema daba para más pero ya éramos los últimos en el comedor y Corinne nos señaló que debíamos dejarlo ahí y nos levantamos de la mesa.

lunes, 14 de enero de 2013

Dos grandes manifestaciones en Bilbao y en París


Dos grandes manifestaciones en Bilbao y en París

Ayer sábado, día 12, tuvo lugar una gran manifestación en Bilbao a favor de las condiciones de detención de los presos de ETA. También se oyeron gritos de Amnistía. Yo no asistí. No porque no defienda el acercamiento de presos, la abolición de la ley Parot, la excarcelación inmediata de los presos enfermos (al menos con el mismo nivel de enfermedad que le permitió al Gobierno la excarcelación del General Galindo, condenado a 75 años de cárcel de los que  solo cumplió cuatro o cinco), así como la aplicación de leyes que permiten la excarcelación una vez cumplidos no recuerdo cuantos años de sentencia. La justicia, lleva muchas décadas, tolerando torturas e indultando torturadores y condenando, en demasiados casos, en base a informes obtenidos para la tortura. A la Justicia española le esperan malos tragos cuando se revisen muchas sentencias emitidas en dudosas condiciones y los Tribunales de Derechos Humanos Europeos urgen en ella.

Pero yo no salgo a la calle en compañía de personas que han defendido, cuando no alentado, los atentados de ETA. Nunca se borrará de mi memoria los gritos de “Gora ETA militarra” y de “ETA mátalos!, entre otros, como para ahora, salir a la calle con quienes profirieron esos gritos, alentaron los asesinatos y todavía hoy, no solamente no se han desdicho de sus palabras, no han perdido perdón a tantas víctimas y, encima, tienen la osadía de afirmar que lo que hicieron fue por el bien de Euskadi.

Defenderé la justicia para los presos de ETA. Pero la justicia ordinaria, la del juez ordinario. No los Tribunales Especiales contra el Terroriamo. La historia nos muestra cómo han sido todos esos Tribunales de Excepción. Y con la misma determinacion que rechazo la equiparacion entre verdugos y victimas, rechazo la disimetria de sentencias y tratamientos penitenciarios entre victimarios que hayan cometido los mismos delitos. Y la historia reciente está plagada de estas disimetrias que en nada hablan de la imparcialidad de la Justicia
 
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Hoy domingo, día 13, en Paris ha habida otra gran manifestación en contra del “matrimonio para todos”. Básica, pero no únicamente, estaban en contra de la filiación de hijos que provengan, por adopción o por otro procedimiento (inseminación de una de las madres, por ejemplo) que tengan dos padres o dos madres.

Ya he escrito sobre este tema varias veces y es tarde y mañana debo madrugar. Me limito a dos apuntes. Personalmente he evolucionado sobre este tema. De un rechazo al matrimonio homosexual (en realidad era el termino matrimonio el que me resultaba difícil de aceptar, como ahora en Francia) en la actualidad asumo, sin problemas de conciencia, la decisión que a tal objeto ha dictaminado el Tribunal Constitucional español. Además no le concedo la importancia que antes le daba. Sencillamente el término matrimonio y mas aun, el de familia, recoge acepciones que hace poco nos parecían inconcebibles. LO que no quiere decir que no hay que profundizar, ahora mas que nunca, el significado social y sociológico de ambos términos.

En el tema de la filiación tengo mis dudas. Dudas que afectan exclusivamente a las consecuencias psicológicas y sociales para los hijos e hijas de las parejas, de los matrimonios del mismo sexo. Dudas que provienen de singularidad estadística del fenómeno aunque ya empezamos a tener base estadística de alguna solvencia numérica aunque no tanto, ni mucho menos, sobre la representatividad social de las parejas del mismo sexo que adopten o traigan hijos. Hay que añadir que la información que poseemos, en este punto concreto parece decir (no soy experto en este tema, aunque hace tres o cuatro años dedique en trimestre a estudiarlo) dos cosas: que las parejas homosexuales se separan en mayor proporción que las heterosexuales. Sin embargo, no se detectan falla de orden psicológico o social en los hijos de parejas del mismo sexo. Es preciso dejar que pase el tiempo y analizar como suceden las cosas.

En todo caso si yo hubiera estado en Francia tampoco hubiera asistido a esa manifestación

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Diversidad de familias y educación (2010)


Diversidad de familias ante la educación de los hijos


Publicado en catalán,“Diversitat de famílies davant de l´educació dels fills” en VIA (Revista del Centre d´Estudis Jordi Pujol), 09/ 2010, p. 133-146


La familia, entre nosotros, vive en la actualidad una auténtica mutación. Ya no cabe hablar de familia como unidad de análisis sociológico, sino de una multiplicidad de núcleos familiares, aunque con una nota común a la gran mayoría, cual es la búsqueda incesante de redefinición de los papeles del hombre y de la mujer, a no confundir, sin más, con los de padre y madre. Cada día sostengo con más fuerza que es fundamental diferenciar la familia de la pareja.

Lo anterior, unido al hecho innegable y bienvenido de la inserción social de la mujer, trae como consecuencia que, en muchos núcleos familiares, la figura que denominábamos “la madre” en la sociedad moderna haya salido de casa mientras que el padre apenas haya entrado. Y cuando ambos entran, al final de la jornada, lo hacen extenuados. Digo todo esto para expresar que la capacidad socializadora de la familia posmoderna (más exactamente, insisto, habría que decir de los diferentes núcleos familiares) se está reduciendo. En dos estudios en los que hemos participado estos últimos años, uno de ámbito español de 2002 en la FAD y otro, de ámbito catalán de 2007 de la Fundaciò Bofill lo mostramos, pensamos que fehacientemente[1]. 

Centrándonos, en el estudio catalán, cabe decir que, en líneas generales la gran mayoría de familias catalanas están razonablemente contentas. También de la educación que reciben sus hijos, lo que estos corroboran. La nota media sería de un notable bajo pero hay diferencias entre unos y otros modelos familiares en relación a la educación de sus hijos. De ahí la tipología de modelos educativos detectados.

jueves, 15 de mayo de 2008

Presente y futuro de la familia española (2008)


Presente y futuro de la familia española (2008)
 

Texto para un capitulo de mi libro “La Voz de los adolescentes”, publicado por la editorial PPC el año 2009

Introducción

Todos los estudios sobre los adolescentes y los jóvenes son formales: la familia es central para ellos. Tanto si les interrogamos sobre sus prioridades vitales como por los agentes de socialización, los espacios donde dicen encontrar mas apoyo para orientarse en la vida, la familia es señalada en primer lugar. Por otra parte es unánimemente sabido y  reconocido que, en estos últimos tiempos en España, la familia está siendo objeto de una profunda y radical transformación. En estas páginas nos proponemos analizar la evolución de la familia española en las dos o tres últimas décadas y, al par que reflexionamos sobre algunos de los datos mayores, sugerir algunas de las claves que nos parecen centrales para entender qué dirección, o  direcciones, pueda adoptar la familia en el futuro próximo.

Dos partes bien diferenciadas ofrecemos en estas apretadas páginas. En primer lugar, de forma sucinta y con muy escasas tablas numéricas, pasaremos revista a determinados rasgos mayores de la evolución y situación actual de la familia en España (con algunas contextualizaciones europeas) con la pretensión de ofrecer una visión de ocho rasgos de esta familia y sus aledaños. Los haremos, salvo que indiquemos lo contrario, en base a datos oficiales, sea del Instituto Nacional de Estadística, sea de los organismos oficiales de la unión Europea, Eurostat o de los servicios estadísticos del Consejo de Europa.

jueves, 10 de abril de 2003

La familia agente de socialización (2003)


La familia como agente de socialización en la sociedad del siglo XXI

 

(Texto de la Conferencia de Javier Elzo en el marco de las II Conversas Pedagóxicas organizadas por la Universidad de Vigo, Campus de Ourense, Facultad de Ciencias de la Educación, Area de Teoría e Historia de la Educación. Publicado en (páginas 19-45) en Carmen Benso Calvo y Carmen Pereira Domínguez (Coords.) “Familia y Escuela. El reto de educar en el siglo XXI”. Libro de Ponencias de las Conversaciones Pedagógicas organizadas por la Universidad de Vigo los años 2003 y 2005, con la colaboración de Fundación Santa María. Edita Concello de Ourense. Ourense 2007, 309 páginas.

 

Esquema de la conferencia:

 

Introducción.  La particular forma de socialización de la juventud actual.

1. Breve presentación de los principales agentes de socialización desde una visión diacrónica y sincrónica.

Los agentes de socialización :
    - familia
    - grupo de pares
    - escuela
    - medios de comunicación
    - Iglesia
    - otros (Internet...)
2. El análisis específico de la familia como agente de socialización

3. La familia como agente específico de socialización religiosa en la juventud española

4. Una tipología de familias españolas. Cuatro modelos de familia atendiendo a su capacidad socializadora

        - familia endogámica
        - familia conflictiva
        - familia nominal
        - familia adaptativa
5. Concluyendo