Texto
para la intervención de Javier Elzo en el V Congreso Internacional Multidisciplinar sobre
Trastorno por Déficit de Atención y Trastornos de la Conducta, organizada por la Fundación CONFIAS,
en Madrid, el día 29 de enero de 2010
Introducción
Se
ha insistido, con razón, en la incapacidad para asumir el límite como
consecuencia de una ideología dominante en España que ha privilegiado ciertos
valores sobre otros. Quiero decir que se ha hecho hincapié, felizmente, en los
valores inherentes a los derechos de la persona humana pero se ha olvidado,
desgraciadamente, que esos valores no son traducibles en la práctica si no
llevan el correlato de determinados deberes y responsabilidades.
Así se ha instalado en la conciencia colectiva un
rechazo a toda jerarquización de valores bajo el sacrosanto principio de que
cada cual puede decir y pensar lo que quiera con tal de hacerlo sin violencia
(y no siempre) y sin dar cuenta alguna del porqué de su razonamiento. Este modo
de comportamiento se ha visto peligrosamente aumentado con la proliferación de
los dominios de las nuevas tecnologías de intercomunicación en los que impera
la opinión anónima, como en muchos blogs y comentarios online de la prensa
digital. Es lo que he denominado muchas veces con la expresión en euskera de la
“lógica del nahi dut”, la lógica de hacer lo que apetece sin mas explicación
arrinconando la “lógica del behar dut”, la lógica del deber hacer, la lógica de
la solidaridad. Es el imperio del individuo, pretendidamente libre y autónomo
frente al ciudadano, sumatorio de la persona libre en su individualidad al par
que solidaria con el otro.
En España hemos pasado muy
rápidamente de una moral religiosa que, en su peor vertiente, basaba la
salvación en el sufrimiento (y aún quedan secuelas preocupantes), a una moral
centrada en el bienestar, en el disfrute del momento presente a lo que Paul
Valadier ha denominado, no recuerdo donde, la moral libertaria, con un corto
periodo de tiempo, el del tardofranquismo y la primera década de la transición,
en el que se apostó por una moral de la salvación a través del cambio político,
el cambio de estructuras políticas, pensando ilusa y trágicamente que así se
cambiada la sociedad. Basta recordar los 72 años de dictadura soviética y la
actitud de gran parte de la intelligentsia europea, así como los 12 años del
nacionalsocialismo alemán con apoyo en no pocos intelectuales de su país para
recordar que no vale el cambio de estructuras socio políticas si no vienen
acompañadas del cambio en las personas.
Un adolescente que hoy se abra al
mundo se encontrará con una legitimación religiosa muy minoritaria, al par que
fragmentada y ausente en la mayor parte de los medios de comunicación que a él
le interesan. Verá que el referente político más noble, la preocupación por la
cosa pública, está escamoteada por la maquinaria de los partidos políticos y
los medios de comunicación afines cuyo objetivo es ganar las próximas
elecciones. Este adolescente verá, por el contrario una sociedad consumerista,
en medio de una parafernalia de objetos cuya adquisición es objeto de
incitación constante. Es sabido el poder de las marcas y su enorme atractivo
entre los jóvenes. No se olvide que el dinero aparece como el icono que, según
los propios jóvenes, mejor les representa como jóvenes que son.