martes, 11 de agosto de 2020

"Les Introuvables" de Fr. Liszt. Comentario al CD de Josu Okiñena

 

Texto preparado para la rueda de prensa del CD “Les Introuvables” de Liszt, interpretado por Josu Okiñena. (Sony 2020)

 

¿Que pintó yo aquí entre dos investigadores musicales y uno de ellos además interprete pianista, Josu Okiñena?. Además de lo que se puede leer en la nota para esta Rueda de prensa de su labor de investigador, que no voy a repetir aquí, quiero señalar que Josu editó en el Center for Basque Studies de Reno “The History of the Basque Music” en 2019. Recuerdo en qué apuros me puso cuando me preguntó cómo definiría yo lo que significa música vasca. Al poco que empezar a decirle lo que vino a la cabeza, me di cuenta que él sabía mucho más que yo sobre el tema y me preguntaba por qué me preguntaba a mi lo que él conocía mucho mejor que yo. Hoy me pasa lo mismo hablando de su último disco sobre Liszt. 

Soy un mero melómano. Cierto que adicto a la música. Es una de mis drogas confesables. No puedo vivir sin música. La música, como la experiencia espiritual, es el ámbito que supera la palabra, allá donde no llega la palabra. Más aún, no hay palabras que expresen correctamente la experiencia musical. Yo no encuentro palabras para describir mis vivencias sensoriales, emocionales, anímicas e intelectuales que me ha producido la escucha del CD de Liszt de Josu que hoy nos reúne aquí. Lo que voy a decir, más adelante, no pasa de meras aproximaciones.

Pero, dejemos eso para el final de mi breve intervención.

Melómano si soy, pero Liszt no participa del panteón de mis preferencias musicales. Mi relación con la música de Liszt es muy compleja. Recordarás, Juan Ángel, cuando escribí, por invitación tuya, aquello de Bruckner “una pasión tardía”. Esto de hoy no se corresponde con aquello de Bruckner. Bien al contrario, mi pasión por Liszt empezó en mi primera adolescencia. Permitidme que lo evoque.

 

Yo debía tener 10, 11 o 12 años y fue en Radio Segura una emisora fundada por un sacerdote con turbo, Cesáreo Elgarresta. Radio Segura todavía se escucha en las cercanías de Segura: Beasain, Ordizia, Zegama etcétera. En la emisora viví una de las dos fuentes en la que nació mi pasión por la música. Había dos obras musicales que me impactaron: la Quinta sinfonía de Beethoven y la Rapsodia húngara nº 2 de Franz Liszt. Cómo yo era muy habitual en Radio Segura, y bastante desvergonzado (lo que explica que hoy esté aquí) incluso me permitieron tener un pequeño programa musical en el que emitía una y otra vez la Rapsodia húngara número 2 de Liszt. También un programa de noticias qué, fijaos que originalidad, comenzaba con las primeras cuatro notas de la Quinta de Beethoven. Daba la noticia, volvían a sonar las cuatro primeras notas de la Quinta y seguía con otra noticia etc., etc. Pero fue la rapsodia húngara número 2 de Liszt la que me produjo un impacto impresionante. Era una versión orquestada. Después escuché las versiones en piano. Me acuerdo de las versiones eléctricas de Cziffra. Además de la 2, la 6 y la 9, el Carnaval de Pest, han conformado algunos de los grandes momentos de mi experiencia musical juvenil con Liszt.

Si, empezó en la adolescencia y fue como un arrebolamiento con sus rapsodias húngaras, el inicio del concierto para piano número 1, los Preludios, etc. No puedo olvidar una película en la que un niño con pantalones cortos, Roberto Benzi, interpretaba los Preludios de Liszt. ¡Cómo me proyectaba yo, adolescente entonces, imaginándome a mí mismo como un director que fuera capaz de dirigir como Roberto Benzi los preludios de Liszt y las quintas de Beethoven! Si es una de las frustraciones vitales mías más profundas nunca haber podido dirigir una orquesta.

Ese arrebolamiento adolescente incrusto en mí una concepción de un Liszt siempre grandioso, superficial, grandilocuente. Con esa imagen me fui quedando hasta que escuché por primera vez su inmensa Sonata en sí. Obra exigente, como las del CD de Josu Okiñena, y me di cuenta de que algo de Liszt se me estaba escapando. Pero hizo falta que llegará a los “Años de peregrinaje” para que descubriera otro Liszt completamente distinto. 

 

No creo correcto, si se me permite, distinguir un Liszt de la vejez radicalmente distinto al de los años jóvenes. Radicalmente distinto, he escrito. Cuando uno se acerca a los tres libros de “Los años de peregrinaje” descubre que frente a obras explosivas encontramos otras de una intimidad que es lo que domina el disco “Les introuvables” de Josu. Incluso en una misma partitura vemos al Liszt que alterna la afirmación sonora con la meditación más profunda. Voy a dar ejemplo de la última partitura del primer ciclo, el de Suiza, “Las campanas de Ginebra. Nocturno” en la primera versión de la obra compuesto en los años 1835-1836. Una meditación que, en la parte central trata de “volar” pero que Liszt rápidamente lo devuelve a la meditación intimista, hasta la conclusión de la obra.

Otro ejemplo: “Sunt lacrimae rerum”. Es la anteúltima pieza del tercer libro, dedicada a Hans von Bulow el primer marido de su hija Cósima, compuesta en 1872. One of Liszt's most profound and desolate pieces, after which only silence seems in order” como he leído en un comentarista anónimo y hago mía. Por cierto, el tercer libro se abre con Oración a los Ángeles Guardianes (dedicada a su nieta Daniela von Bülow, primera hija de Hans von Bülow y Cósima Liszt. Las relaciones de Liszt con Wagner son un pozo sin fondo. La corresponden entre ambos, reeditada por Gallimard en 2007 tiene 1344 páginas. Wagner se casaría con la hija de Liszt, Cósima, quién tras la muerte de los dos, defendería con uñas y dientes el Festival de Bayreuth hasta pocos años antes de su muerte. Está enterrada al lado de Wagner, en su Haus Wahnfried. Pasando la carretera, al lado, está la casa de Franz Liszt. Guardo un recuerdo imborrable de cuando la visité.

 

Pero, ya es hora de detenerse en el ultimo CD de Josu que nos reúne aquí hoy. Cuando me envió el disco le contesté, un par de días, después con estas palabras:

 

Querido Josu:

Mil gracias por enviarme tu disco “Les Introuvables” de Liszt. Ayer escuché una parte. Hoy su totalidad.

Es una música, en lo que valga mi opinión de mero melómano, muy bien interpretada, al par que exigente. No hay floritura alguna en ninguna de las 11 obras. 

Creo que es un disco del que escuchar, cada vez, dos, tres o cuatro obras como máximo. La profundidad de la música- yo no hubiera dicho que es Liszt, pese a haberme deleitado con sus Años de peregrinación "- y el tono pausado, meditado, austero, de tu interpretación, exigen una atención sin distracciones.

Incluso el décimo, "En la fiesta de la transfiguración de nuestro señor Jesus Cristo", no tiene nada de festivo. Es una fiesta de la transfiguración vista por un monje trapense.

Este disco abre la puerta a un texto largo sobre el Liszt que se descubre en él. Para empezar sobre el contexto de cada obra.

 

Después he escuchado con atención tu disco. También, con lápiz y papel. Todas las obras son del Liszt de los últimos años, excepto la primera “Apariciones” que está compuesta en 1834, apenas 7 años después de la muerte de Beethoven. En esta obra creo ver reminiscencias de Beethoven, no sé si muy tardío.

 

. 2 “Romance Olvidado”. Con esta obra comienzo a sentir lo que será una constante en el CD: los silencios de Liszt que volveré a encontrar en “Devoción”, en la “Canción de Cuna”, “En la tumba de Wagner” … Estos silencios me evocan los vacíos de Oteiza. El silencio en las palabras y el vacío en la escultura son espacios en los que se manifiesta la Transcendencia, lo más profundo de cada ser humano, tan presente en los últimos años de Liszt y que se refleja en este CD.

 

.3 “Preguntas y respuestas de un Insomne”. Es la búsqueda, la duda, la palpitación de quien se pregunta por el sentido de su vida que le impide conciliar el sueño. ¡Cómo me veo retratado en esta obra!

 

.4 “La celda de Nonnenwert”. Es un monasterio, en la mitad de un islote en el rio, donde pasó sus veranos Liszt con su primer amor Marie d´Angoult los años 1842, 1843. Pero no creo que esté escrito entonces, pues la obra es una meditación al final de su vida cuando decidió entrar en las órdenes. A mí me lleva a la parte central del inmenso adagio del Hammerklavier de Beethoven.

. 5. “Elegia 2”. Es un lamento por la muerte de ser querido. ¿En quien estaría pensando Liszt en 1877 al escribir esta obra?  ¿Estaría pensando en su nieta Daniela von Bülow, primera hija de Hans von Bülow y su hija Cósima, a quien también dedicó, como indico arriba, la primera de las obras del Tercero de los Años de peregrinación, A  Angelus! Prière aux Anges Gardiens (¡Ángelus! Oración a los Ángeles Guardianes, escrito también en 1877)?

.6 Devoción. De la misma factura que la anterior, y del mismo año, interpretada casi sin interrupción

7. “Canción de cuna” Escrita en 1881, cuatro años antes de su muerte, me pregunto también en quien estaría pensando Liszt al escribirla.

 

8. “En la tumba de Wagner”. Es otra elegia. Música grave, sincopada, llena de silencios, escrita en 1883, año del fallecimiento de Wagner. ¿Puedo decir que algunas notas me llevan al inicio del Grial del inmenso final (40 minutos) del primer Acto de Parsifal?

 

9. “Resignación” Otra meditación que lleva al último Beethoven.

 

10.   "En la fiesta de la transfiguración de nuestro señor Jesus Cristo". Ya he dicho que, en mi primera escucha, señalé a Josu que no veía ninguna fiesta en esta obra. Claro. Es también una meditación, una meditación que me hace pensar en el mundo zen, en el rosario cristiano y en Webern pues los casi seis minutos de la obra son un obstinato de cuatro notas, incansablemente repetidas, pero no idénticas. Es una obra que transmite serenidad y paz para dar paso, casi sin interrupción a la última obra del CD,

 

11. Nubes grises. No entiendo el título de la obra que no tiene nada de gris. Hasta he percibido en algún momento, junto a la primera obra de 1834, algo, hasta de juguetón, aun dentro del intimismo, si se me permite el atrevimiento. La obra concluye y, con ella el disco, con dos acordes ascendentes que se abren al infinito. Magistral cierre del disco.

 

El CD mantiene una unidad evidente: el Liszt más espiritual, intimista, profundo, ya en el ocaso de su vida. La escucha del disco de una sentada exige, imperativamente a mi juicio, adoptar una actitud próxima al espacio psicoanalítico, un dejar que la música penetre en tu interior, sin trabas. Dejarte llevar por la emoción, por los sentidos. Después vendrá la reflexión intelectual a la que se presta, - ¡de qué manera! - esta música y este CD. Aquí también vale aquello de la escolástica de que “nada hay en el intelecto que antes no hubiera pasado por los sentidos”. Y eso es lo que nos hace sentir Josu Okiñena con este extraordinario CD. Gracias Josu y gracias a Sony por grabarlo y difundirlo.

 

 

Donostia 11 de agosto de 2020

Javier Elzo

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