Reanudando el blog tras pasar el Covid 19
Llevo meses sin añadir nada a mi blog. He
pasado por la experiencia del aislamiento hospitalario por el coronavirus. Que me
ha dejado baldado y, teniendo otros compromisos previos adquiridos, he abandona
el blog. Ya cubiertos mis compromisos lo reanudo, precisamente con el epilogo a
un nuevo libro que se editará, en ed. San Pablo, en la otoñada y que he titulado
¿“Tendrá futuro el cristianismo en España? Precisamente el epilogo parte de mi
peripecia con el Covid 19 en la Policlínica Gipuzkoa.
Epilogo en tiempo de coronavirus.
La
primera redacción completa de este libro, a falta de redactar el Prólogo y
revisar la redacción del texto la concluí el 19 de marzo, día de san José. Poco
después, al final de aquella mañana, baldado desde hace días, aunque sin
fiebre, decidí acudir a urgencias de la Policlínica de Gipuzkoa, donde trabaja
mi médico de cabecera desde hace más de veinte años. Tras una auscultación, una
placa y una analítica, aun con dudas, me enviaron a casa en espera de lo que
diera el test en coronavirus, el famoso PCR. Al día siguiente me llamo mi
médico, indicándome que había dado positivo y debía ingresar. Viendo la cara de
mi médico tras otras prospecciones y su diagnóstico de que había que verlas
venir, me entró algo más que una gran preocupación.
No sé
cómo, un amigo jesuita, Ignacio Arregui, que lleva la WEB LoilaXXI, que sigo
con sumo interés, se enteró de mi situación y me pidió unas líneas sobre mi
situación. Publicó esta nota en su WEB el 25 de marzo, bajo este titular: El sociólogo Javier Elzo ante la posibilidad, que esperamos remota, de
la muerte.
“Puedo escribir poco. Me canso.
Yo no creo en un “Deus ex machina” que me librará del coronavirus. ¿Por qué
a mí y no a tantos que ya han sucumbido? Pero cuando hace 4 días me dijeron que
mi futuro no estaba seguro, por primera vez en mi vida, como un choc, vi que la
muerte no era un concepto, una realidad que nos llegará un día. No. Vi a la
muerte en el segundo recodo de mi vida. Una muerte próxima.
Me sirvió de gran alivio y serenidad dejarme, abandonarme, en el misterio
del Dios qué nos ha creado por amor. En el Dios que nos revela Jesús de Nazaret
cuando trata de Abba a su Padre, y, en la cruz, muestra su doble condición de
hombre (que pase de mi este cáliz) y su filiación divina (hágase su voluntad y
no la mía).
Por eso mi oración frecuente es esta: “en tus manos, Señor, encomiendo mi
espíritu, mi cuerpo y mi vida”.
Lo más duro es no poder abrazar a los míos, en particular mis nietas y mi
nieto.
Un abrazo, querido Ignacio
Javier”
Este texto se difundió entre los lectores de LoiolaXXI y recibí bastantes
correos de amigos que me fueron de gran ayuda en mi aislamiento hospitalario.
La ciencia médica pudo, en mi caso, con el coronavirus y once días después,
pude volver a casa a seguir el aislamiento hospitalario, algo aliviado al ver y
hablar con mi mujer, aún con las precauciones debidas. Quince días después mi
médico diagnóstico que ya había sobrevivido al coronavirus. Tuve suerte, y un
cuadro sanitario al que nunca agradeceré suficientemente.
Pero, entre tanto, en alguno de los dos primeros días en el hospital me
acordé de este libro. Temí que si pasaba lo peor quedara olvidado para siempre
en un archivo de mi ordenador. Pedí a mi mujer que enviara copias a Maria
Ángeles López Romero , directora de la editorial San Pablo y a dos amigos,
Jesús Martinez Gordo, teólogo, y Rafael Díaz-Salazar, sociólogo, con ruego de
que se hicieran cargo de lo ya escrito y, si la editorial estaba de acuerdo,
escribieran el Prólogo y corrigieran la redacción, para edición. Recibí de los
tres, correos alentadores a los que agradezco enormemente.
Pero, pasados unos días en casa, pude volver al libro,
escribir este Prólogo y corregir, lo que pude, de la redacción del libro.
Aunque, como ya he escrito en el Prólogo, tras unas reflexiones de Rafael
Díaz-Salazar, modifiqué el orden del libro, redacté un nuevo capítulo y este
epilogo.
Mi familia y mis amigos se volcaron en mí. Lo sentí en
la cantidad de whatsapp que recibí. Todos los días: fragmentos musicales,
videos divertidos, fotos de lugares entrañables para mí, reflexiones sesudas,
muchas palabras de ánimo y cercanía. Mi aislamiento hospitalario, no lo llevé
en soledad. Además del médico y del personal que entraba a mi habitación, bien
protegida, siempre con cercanía y profesionalidad, las llamadas telefónicas, los
correos y whatsapp que recibí, llenaron mis horas en la Policlínica.
Quiero destacar, ya como estudioso del fenómeno
religioso, un video que un amigo hizo circular en una red de amigos, Xagu, que
llevamos reuniéndonos 21 años, video largo de casi 5 minutos, en el que un
italiano pretendidamente anónimo, escribe una carta, supuestamente redactada
por el virus Covid 19. Es demasiado larga para transcribirla en su integridad
en este Prólogo. Quizá más de un lector ya la conozca. Me limito, así y todo, a
reproducir bastantes de sus frases:
El COVID 19 se
explica ante el mundo
“He
reflexionado mucho estos días intentando encontrarle un sentido, porque algún
sentido deberá tener esta absurda situación que nos hemos visto obligados a
vivir: he imaginado que el virus podría hablar y he imaginado lo que diría a
través de una carta, si pudiera hacerlo. Y estas son las palabras que he conseguido
plasmar sobre un folio.
HOLA SOY COVID 19. Muchos de vosotros me
conoceréis simplemente como coronavirus. Y si…soy yo. Perdonad el poco
preaviso, pero no he podido avisar de cuando llegaría o en qué forma o fuerza
me presentaría ante vosotros. ¿Por qué estoy aquí? Bien, digamos que estoy aquí
porque estaba cansado de ver como os agredís en vez de ayudaros, estaba cansado
de veros continuamente destruir con vuestras manos. Estaba cansado de cómo
tratáis el planeta (…) estaba cansado de los abusos, de vuestra violencia, de
las guerras, de vuestros conflictos interpersonales y de vuestros prejuicios,
…estaba cansado de vuestra envidia social, de vuestra hipocresía y de vuestro
egoísmo.
(…) Estaba cansado de vuestra
superficialidad, estaba cansado de la importancia que a menudo le dais a las
cosas superfluas, a costa de aquellas esenciales. Estaba cansado de vuestra
continua y obsesiva búsqueda del vestido más bonito, o del último modelo de
smartphone o del coche más bello, solo para parecer realizados. (…) Estaba
cansado de veros discutir y pelearos por motivos banales. Estaba cansado de las
continuas luchas de los que os gobiernan, y de las decisiones erróneas que a
menudo toman aquellos que os deberían representar. Estaba cansado de ver gente
que se insulta y que se mata por un partido de futbol.
Lo sé …seré duro con vosotros., quizá
demasiado, pero no tengo consideración con ninguno, soy un virus. Mi acción os
costará vidas, pero quiero que entendáis de una vez por todas que debéis
cambiar el rumbo por vuestro bien. El mensaje que quiero dar es simple (…) He
querido pararlo todo a propósito para que entendáis que la única cosa
importante a la que tenéis que dedicar vuestras energías de ahora en adelante
es simplemente una: la VIDA, la VUESTRA Y LA DE VUESTROS HIJOS (…).
Os he querido lo más recluidos y aislados
posible: lejos de vuestros padres, de vuestros abuelos, de vuestros hijos y
nietos, para que entendáis lo importante que es un abrazo, el contacto humano,
el diálogo, dar la mano, una noche entre amigos, un paseo por el centro, una
cena en cualquier local o correr por el parque al aire libre. Desde estos
gestos se ha de retomar todo. Sois todos iguales, no hagáis diferencias entre
vosotros. (…) Vivid vuestras vidas lo más sencillamente posible, caminad,
respirad profundamente, haced el bien porque el bien os volverá siempre con
intereses. Disfrutad la naturaleza, haced aquello que os satisfaga y cread las
condiciones para no tener que depender de nada. Cuando lo celebréis yo habré
marchado. Pero recordad. No intentéis ser mejores personas solo en mi
presencia. ADIOS. DANILO CALABRESE” [1]
.
Hasta aquí la transcripción parcial del video que
ha recibido los parabienes de mucha gente. También entre mi grupo de amigos. Lo
entiendo. Toca el corazón y ha encontrado un chivo expiatorio, el COVID 19, que
cual “Deus ex machina”, expresión que viene del teatro antiguo cuando alguien
de fuera, montado en una gran grúa (machina) irrumpe para salvar la
representación. Aparece, de incognito, para, desde fuera, dar salida al teatro.
Según el video, en la actualidad, en el teatro del mundo, el que irrumpe, con
pretensiones salvíficas, es el COVID 19. Pero para ello el mundo tendrá que
sufrir. Con dureza. Tendrá que tomar medidas duras, habrá que estar recluido y
aislado en casa, no pudiendo estar con todos los suyos, muchos de los cuales el
virus matará.
Pues bien, la lectura y visionado del video me
trajo a la cabeza la destrucción de Sodoma y Gomorra que se narra en el libro del Génesis en los
capítulos 18 y 19. Me limito a recordar aquí unas pocas frases. "Dijo, pues, Yahveh: «El clamor de
Sodoma y de Gomorra es grande; y su pecado gravísimo. ¡Ea!, voy a bajar
personalmente, a ver si lo que han hecho responde en todo al clamor que ha
llegado hasta mí, y si no, he de saberlo.» Y marcharon desde allí aquellos
individuos camino de Sodoma, en tanto que Abraham permanecía parado delante de
Yahveh. Le abordó Abraham y dijo: «¿Así que vas a borrar al justo con el
malvado? Tal vez haya cincuenta justos en la ciudad. ¿Es que vas a borrarlos, y
no perdonarás a aquel lugar por los cincuenta justos que hubiere dentro? Tú no
puedes hacer tal cosa: dejar morir al justo con el malvado, y que corran
parejas el uno con el otro. Tú no puedes. El juez de toda la tierra ¿va a
fallar una injusticia?» Dijo Yahveh: «Si encuentro en Sodoma a cincuenta justos
en la ciudad perdonaré a todo el lugar por amor de aquéllos.". Y así
continua el texto bíblico hasta los 10 justos que Abraham no encontró.
(…..) "Entonces Yahveh hizo llover sobre
Sodoma y Gomorra azufre y fuego de parte de Yahveh. Y arrasó aquellas ciudades,
y toda la redonda con todos los habitantes de las ciudades y la vegetación del
suelo."
Es la concepción religiosa de un Dios que nos castiga
porque nos comportamos mal. Es Yahveh el dios justiciero de los judíos en Sodoma
y Gomorra, que se nos aparece en el Génesis en su modalidad antropomórfica en
regateo con Abraham. En el video, el COVID 19 se nos aparece como un dios
laico, en un mundo secular, que ha arrinconado, eliminado, la divinidad de los
siglos (como muestro en el cuerpo de este libro siguiendo a Roberto Calasso).
El Dios bíblico de Abraham y el dios laico del COVID 19 nos muestran en su
comparación varias cosas:
1. Los dos
son “Deus ex machina”, interrumpiendo el día a día de los hombres y mujeres sin
previo aviso. Son externos a la humanidad.
2.
Y lo hacen al modo justiciero. Por
los malos comportamientos de los hombres y mujeres, vienen a castigar a la
humanidad. Por un castigo en el que rivalizan en crueldad. Y lo hacen, claro
está, por nuestro bien.
3. Personalmente
soy ateo de ambos dioses. Del sagrado Yahveh antropomórfico de Abraham, aunque
ha evolucionado; así, para Lévinas, “el gobierno de
Dios (para los judíos) consiste en someter a los hombres antes a la ética que a
los sacramentos”, como cito, via Liberman, en el capítulo 7º de
este libro. También soy ateo del dios secular, al que, una vez eliminado, no
solamente el “Deus ex machina” que ha imperado en gran parte de la era de la
cristiandad, sino también la posibilidad de la divinidad misma, echamos mano, para
buscar un sentido a la pandemia que estamos padeciendo, como dice el autor del
video, al coronavirus, que nace en un capricho de la Naturaleza: una infección
de un animal a un homínido, haciendo así de él, un dios, engendrado en la
propia Naturaleza, en sus propias leyes. La Naturaleza, para no pocos, es uno
de los grandes dioses (con el Dinero) de la alta modernidad. Rebelarnos contra
la Naturaleza, supondría rebelarnos contra dios y entonces seríamos expulsados
del paraíso terrenal sagrado (como Adam y Eva) o secular, por el COVID 19.
4. De ahí
que me parezca fundamental distinguir la imperiosa necesidad del respeto a la
naturaleza, la protección debida a la naturaleza, el rechazo a la depredadora acción
de los hombres contra la naturaleza, de la idea de hacer de la Naturaleza un
Dios ético, pues la naturaleza no tiene ética ni raciocinio, solamente leyes. Leyes
naturales, por supuesto, las leyes de la naturaleza.
5. Añadamos
que los dos dioses, el del Yahveh antropomórfico de Abraham, y el del virus
COVID 19 fruto de un capricho de la Naturaleza, nos dejarían desnudos. Nos
muestran nuestras limitaciones y nuestra dependencia de un dios externo a la
condición humana que puede actuar sobre nosotros, como le venga en gana, y del
que hay que defenderse.
6. Esto
nos muestra que podemos encontrarnos en otra guerra de dioses. La cosa, para
mí, no tendría mayor importancia si la lucha se realizada entre el Dios de
Sodoma y Gomorra y el dios de la Naturaleza que se expresa en el COVID 19. Pues
ya lo he dicho. Soy ateo de ambos dioses.
7. Pero me
preocupa, y mucho, si la confrontación se estableciera entre el dios de la
Naturaleza, y este dios, lo repito, tiene muchos adeptos más allá del que se
nos aparece en el COVID 19, y el Dios que se nos manifiesta en Jesús de Nazaret
tal y como los cristianos, en los primeros siglos, vieron en EL, el Dios, a la
vez, absolutamente humano y absolutamente divino. Un Dios humano, o si
prefieren un humano Dios, divinizándonos de alguna manera, haciendo de Jesús de
Nazaret algo así como nuestro Hermano Mayor y revelación del Dios de los
cristianos, el Dios del Amor.
Así
se entiende la expresión castellana que he visto reproducida, por ejemplo, en
algún miembro de Aranzadi ahora que andan buscando restos humanos en las fosas
de la guerra civil española, y que el papa Francisco ha utilizado varias veces,
en su redacción más sencilla, en la pasada Semana Santa: “La Naturaleza no perdona jamás. El hombre, tiene capacidad de
perdonar y lo hace a veces. Dios perdona siempre. Porque es padre y los padres
siempre perdonan. Bueno, Dios perdona si es que existe. Que no lo sé. Si
existiera ¿cómo podría permitir tantos horrores, tanto terror?”[2]
La fórmula del miembro de Aranzadi, introduce en la pregunta la incombustible
cuestión del mal si se acepta un Dios que ha creado el mundo por amor. El papa
Benedicto, entre otros, ha dado una buena respuesta a esta cuestión,
precisamente rechazando la binariedad de un Dios bueno y otro malo, como
Satanás o, en un registro laico, el COVID 19. La reflexión de Benedicto XVI la
pueden leer al final del capítulo 5º de este libro.
Envié el texto que acabo de reproducir
sobre la “comparabilidad” del Dios antropomórfico de Abraham y el no menos
antropomórfico del Covid 19, a mi amigo, y teólogo de cabecera, Jesús Martinez
Gordo por si tenía algo que decirme. Un par de días después, recibo su respuesta
que, con su permiso, traslado aquí:
“(….), he leído tu texto un par de veces
Ya te había escuchado, el día que viniste a Vitoria,
tu “ateísmo” de esos dos imaginarios de Dios.
Tal y como lo has formulado, se entiende perfectamente
Yo no tendría problemas, incluso, en firmarlo
Sin embargo, la cuestión que queda en el aire, supongo
que, para los dos, es cómo articular el imaginario de Dios Padre-Madre de la
parábola del hijo prodigo con el de Mateo 25, el juicio final
Éste es el asunto, teológicamente significativo, para
que Dios, Padre-Madre, no acabe siendo un aitite (abuelo en Bizkaia) o una
amama (abuela también en Bizkaia) calzonazos e irresponsable
La superación de un Dios cruel o juez despiadado no
puede llevarnos al aitite-amama calzonazos que mata a su nieto (diabetes)
regalándole todos los días una tonelada de chuches
Creo que por aquí va la propuesta del examen de amor
“al atardecer de la vida”
No me parece mala.
Y no me lo parece porque conjuga el Dios solo misericordia
de Lutero con el justiciero implacable, tradicionalmente católico
En todo caso, la salida a tu “ateísmo” (no olvides que
compartido) es de conjunción teológica y espiritual: tengo que ser bueno,
porque Dios es bueno conmigo.
Y siéndolo, disfruto del regalo de la vida.
Por eso, no temo ese juicio de amor
Pero creo sensato que exista
Y me da, que comienza en cuanto fallezcamos
Las primeras mediaciones de ello, serán las personas
que nos han conocido y, sobre todo, las más cercanas
Esto es lo que me sale a vuela pluma”
Tras agradecerle su comentario le prometí una segunda
botella (ya le debía una) de vino de Rioja de maceración carbónica que tanto
aprecia. Pero no quiero olvidar dos cosas. La primera para recomendar
vivamente, el último libro de Jesús Martinez Gordo, “Ateos y Creyentes”,
ya citado en este libro y en segundo lugar, lo que a través de varias
conversiones con él, y con un amigo común, le he escuchado repetir. Lo digo con
mis palabras: el Dios de Jesús, es el Dios de tres montes: El monte de las
Bienaventuranzas, donde nos transmite sus enseñanzas, su cosmovisión, su ética;
el Dios del Gólgota donde nos muestra su disponibilidad a compartir el
sacrificio extremo de todos los hombres y mujeres que sufren (le gusta repetir
a Jesús Martinez Gordo que el primer creyente cristiano es el centurión del
Gólgota), y el Dios del Monte Tabor donde quizá, más que en otro pasaje de los
evangelios, antes de su ejecución y posterior experiencial pascual, nos permite
vislumbrar, atisbar, el misterio divino de Jesús de Nazaret.
Pero no quiero cerrar este Epilogo, ya demasiado
largo, sin presentar al cuarto amigo que mencioné en el prólogo del libro. Es un
amigo de los últimos tiempos: Arnoldo Liberman. Pensador, psicoanalista, judío,
prolífico escritor de libros magníficos, aunque exigentes, musicólogo eminente,
fervoroso de Mahler, Schönberg, Weinberg, que respeta mi culto a Bruckner y nos
encontramos en Wagner, aunque él prefiera Tristán y yo Parsifal, pero
coincidamos en que el Wagner más penetrante está en el diálogo de Wotan y
Brunilda en el final de La Valquiria.
Le mandé mi texto que reprodujo Ignacio Arregui en su
WEB LoilaXXI, que he trasladado al inicio de este epílogo. Me contestó Arnoldo
con lo que denominó un “textito”, largo de cinco páginas, que tituló “¿Delirio
o verdad?”, una lúcida y penetrante reflexión sobre el poder de la música en
nosotros del que reproduzco unas líneas y mi respuesta, prolongada después,
para cerrar este epilogo.
Escribe Liberman. “Ningún
análisis racional ni ninguna pretensión de laboratorio puede dejarnos ver qué
se oculta en ese enigma que habita en todo oyente o melómano, allí donde
algunos consideran que un don se nos ha otorgado, pero que, por su misma
esencia, ese don se consume a sí mismo. No obstante, nuestra búsqueda de una
respuesta es empecinada y pretenciosa, porque lo que está en juego es nuestra
inquietud de preguntar por el misterio del sentir, la corchea que algo
definitivo nos dice, la ansiedad ante lo equívoco, las vicisitudes de cada día
y el último terror de la muerte. Y en este preguntar (¿infructuosamente o
humanamente necesario?) está el desafío que nos arrastra a buscar una respuesta
que, aunque provisional, amaine nuestra ansiedad. Sabemos bien que el ser
humano es no sólo un generador, a veces, de situaciones imposibles sino de autoengaños
tramposos. Y quizá esa terca búsqueda de respuesta sea sólo una estrategia para
estar del lado de las corcheas, protegernos del vacío y acompañarnos de su
existencia”
Le respondí así: “Perdona
la confidencia, querido Arnoldo, pero yo también “necesito protegerme del
vacío” que provoco con mis preguntas, y quizá me auto engaño con mis
respuestas. Déjame añadir, que te diga que, desde que sentí la vivencia de la
muerte, con el coronavirus, me ha acompañado, amén de mi inconsciente, aunque
reflexionado, religioso, los dos libros del Clave Bien Temperado de Bach.
Daniel Barenboim en el Primer Libro y Edwin Fischer en una grabación de 1934 en
el Segundo. Es la única música que escuché en el hospital, y varias semanas
después al comienzo de mi convalecencia, ya en mi domicilio. Todo está en Bach,
que le escuche decir a Chillida en una ocasión.
Parafraseando tu
texto escribo que en tus corcheas (la obra musical), Bach, Dios (¿qué Dios?) está
el desafío que nos arrastra a buscar una respuesta que, aunque provisional,
amaine nuestra ansiedad, incluso consintiendo que puedan ser autoengaños
tramposos, que nos protejan del vacío, especialmente cuando el vacío es
definitivo”.
Y, después, he
añadido para este Epílogo:
Pero hay una diferencia
colosal entre la corchea (la obra musical) aunque sea la de Bach, la de la sima
sin fondo y sin fin del Clave Bien Temperado (y la de los idolatrados por ti y
por mí, Mahler, Schönberg, Weinberg, Bruckner, Wagner….) cuando los ponemos
junto a Dios, al menos el Dios que, tras mil y una vueltas, tras haber percibido
sus mil y una caras, es ahora el Dios en el que deposito lo que llamaré la fe; fe
que para mí equivale a confianza; y, la fe y la confianza en ese Dios, provocan
el abandono cuando el vacío definitivo está a la vuelta de la esquina. Cuando
vi la incertidumbre en mi médico con los primeros análisis tras la confirmación
de mi infección por el Covid, cuando a mi angustiada interrogación respondió
“verlas venir, tocar madera” no encontré otra madera que la del Innombrable, la
madera del Inasible, al que nadie ha visto nunca jamás, más que en fogonazos,
en destellos, en susurros, en zarzas ardientes y de espaldas…y me entró una paz
y una tranquilidad con la que logré conciliar el sueño, acompañado por la
música del Clave Bien Temperado.
La respuesta a mi
ansiedad se tradujo en un abandono en eso que, falto de palabras, denominaré el
misterio de Jesús de Nazaret, quien llamó Abba a su Padre y que, las
generaciones de cristianos que me precedieron, me transmitieron un Espíritu de
Dios, cual Misterio sin palabras (como es la música, dixit George Steiner), para
no desconcertarme en demasía, en mi buscado anhelante de sosiego. En efecto,
para amainar mi ansiedad, en la provisionalidad de todo lo que quepa decir de
Dios (un “absoluto relativo” lo denomina Paul Ricoeur) me digo, en abandono
protector del vacío, “en tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu, mi cuerpo y
mi vida”. Lo acompaño con la música del Clave Bien Temperado, los lieder de
Mahler, los motetes de Bruckner y tantos más, soñando con nuevos conciertos en
vivo, seguidos por mesa y mantel contigo y con Susi, tu esposa, con Juan Ángel
y Concha, su mujer, y con la mía, y bucear gustosos en otro pozo sin fondo, la
conversación en la amistad franca, sincera y confiada.
[1] Recibido el 2 de abril. El Video, en italiano con traducción al
castellano está en Youtube. Aquí:
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