El valor “fraternidad”, como base para una ética universal
El 29 de agosto de 2019, en el marco de un Curso de Verano de la
UPV/EHU, en Donostia San Sebastián, “Hablemos de lo esencial”, curso dirigido
por mi buen amigo Javier Urra, pronuncié una conferencia con el titular de
estas páginas. Con algunos de los materiales de aquella conferencia he redactado
este texto.
Guion de la conferencia y del presente
texto
. Proemio: Los valores: definición, fundamento y origen. Mi tesis:
los valores son construcciones humanas. Como la fraternidad.
1.
Antoni Domènech: El eclipse de la fraternidad. Una revisión republicana de la tradición
socialista
2.
Julia Kristeva. Psicoanalista, humanista, escritora y feminista
3. Laurent
Berger (sindicalista francés): “La fraternidad es el punto ciego de la divisa
«libertad, igualdad, fraternidad»
4. Clotilde
Rymarczyk (Universidad de Quebec): La
fraternidad, un puente a construir para religar las fragilidades humanes
5. Jorge
Semprún: La fraternidad como respuesta
a la Shoah, la fraternidad ante la muerte.
6. Albert Camus: Cartas a un amigo alemán (Paris julio
1944, un mes antes de su liberación)
7. Fraternidad
en los cristianos, teoría y práctica. La reflexión de Gandhi
8. La
religión, sin más, no lo explica todo (Texto de Javier Elzo en Paris, en un encuentro
hispano marroquí en 2003)
9. El
Papa Francisco y el Gran Imam de Abu Dabi (Emiratos Árabes Unidos) sobre la
fraternidad en febrero de 2019
10. El mensaje de Asís del 27 de
octubre de 1986
. Recopilatoria de las ideas
centrales y conclusivas del texto
. Cerrando con
la Oda a la alegría Schiller/ Beethoven.
Proemio: Los valores son construcciones humanas
¿Qué son valores? En una primera
aproximación cabe decir que, en los ámbitos de la filosofía y la sociología, se
entienden por valores las definiciones de lo bueno y de lo malo, de lo
aceptable y de lo rechazable, de lo admitido y de lo prohibido, de lo que hay
que hacer y de lo que hay que evitar. Es lo que algunos denominan valores
éticos. Esta definición puede parecer a primera vista muy abstracta, pero deja
inmediatamente de serlo cuanto nos damos cuenta de que esas definiciones de lo
bueno y de lo malo se incorporan al contenido de las actitudes individuales, y
las ponemos de manifiesto en nuestra conducta externa cuando interactuemos con
los demás miembros de la sociedad a la que pertenecemos.
Esta
primera acepción del término valor nos lleva a otra, íntimamente relacionada
con la anterior pero que quizás permita ver mejor la concatenación entre los
valores, las normas y el comportamiento.
"Valor" cabe entenderse, también, como un criterio de acción
social al cual se adhiere de forma más emocional que meramente racional (lo que
no quiere decir en absoluto que se trate de algo irracional), y que no es
puesto en duda a corto plazo. Es lo que
se denomina como valores asociados a comportamientos.
Otra
concepción de valor, que nos limitamos a señalar sin más, es la que se refiere
a las prioridades vitales, a lo que damos más importancia en la vida: ganar
dinero, obtener poder, reconocimiento social, búsqueda del bienestar etc., etc.
El
valor fraternidad se inscribe entre los valores éticos, entre los valores que
actúan como criterios de comportamiento personal y social.
Muchas veces me han preguntado por
los valores de los vascos. ¿Somos los vascos diferentes en cuanto a nuestros
sistemas de valores? Nuestros sistemas de valores ¿son diferentes de los de los
demás?, ¿franceses?, ¿ingleses?, españoles?...
Paro, además, ¿es que todos los
vascos tenemos un mismo sistema de valores? O ¿no podríamos diferenciarnos
entre nosotros y constatar que hay una diversidad de valores, también entre nosotros,
los vascos? Obviamente, sí. No todos los vascos tenemos los mismos valores,
aunque en su conjunto, también nos diferenciamos de no pocos de los valores de
los chinos o de los congoleños, aunque menos, mucho menos, de los valores de
loa más próximos, cántabros, aragoneses, andaluces, franceses, etc.
De ahí la necesidad de abordar la distinción
de los valores individuales, valores particulares
y valores universales. En efecto, hay valores individuales, los propias
a cada persona, pues no somos clónicos de nadie; hay valores particulares,
propios de una colectividad: defensores de tal equipo de futbol, de tal
proyecto vital como, por ejemplo, luchar contra el hambre en el mundo o el
cuidado de los menores desprotegidos o el medio ambiente, etc., etc.
Hay un acuerdo bastante generalizado
en señalar que, en occidente hay valores de gente de izquierdas y de gente de
derechas, personas que identificamos, con mayor o menor acierto, etiquetándolas
“de izquierdas”, con unos valores de izquierdas, o tenidos por tales o de
“derechas”. También nos preguntamos desde Max Weber, pasando por José Luis
López Aranguren, por los valores de los católicos respecto de los valores de
los protestantes. Hay muchas tesis sobre esta materia.
Otros, entre los que me encuentro,
sostenemos que hay valores masculinos y valores femeninos, lo cual cada vez que
los concreto en su evolución, en una conferencia, me llevo un revolcón de más
de un asistente. Pero hay un acuerdo
casi unánime en señalar que hay valores de jóvenes y valores de adultos. En
este punto, no son pocos los que afirman que los jóvenes de hoy han perdido los
valores, incluso sostienen que no tienen valores, como si eso fuera posible.
Cada vez que alguien dice que los jóvenes (o cualquier colectivo social) no
tiene valores, en realidad está diciendo que ese colectivo concreto, sea el que
sea, no tiene los valores que él sostiene que debieran tener. No hay excepción
a esta regla.
En fin, llegamos a la cuestión de
los valores universales, valores que compartirían todas mujeres y todos los hombres
del planeta. Pero, ¿hay tales valores universales? Hay una gran discusión en
este punto entre los estudiosos del tema de los valores. Aquí es necesario
distinguir entre el origen de los valores, que pueden ser muchos, y el
fundamento de los valores, lo que da valor al “valor” que se propugna.
Cuando hablamos del fundamento de
los valores, se quiere decir que hay algo (o alguien, en singular o en plural) que
hace que esos valores sean incuestionables, apodícticamente incuestionables.
Pero, ¿existen valores apodícticamente incuestionables, y que sean valores que
se puedan aplicar en todo el mundo, valores universalmente admitidos por la
autoridad de quien los fundamenta? ¿Dónde está ese fundamento de valor
universal? Preguntado de otra manera: ¿hay algún fundamento, algo o alguien,
que sea un fundamento incuestionable de un valor universal?
La primera respuesta que se ha
dado es Dios. Dios creador del mundo y Él mismo es el fundamento de los
valores fundamentales. Pero, entonces, ¿qué hacemos con los no creyentes y
ateos?, ¿no tienen valores? En base a qué voy yo a decir que no tienen valores.
No hace falta entrar en filosofías, basta con mirar alrededor, mirar la gente
que no es creyente y de los cuales jamás podré decir que no tienen valores, ni
que los tienen en menor grado que los creyentes en Dios. Además, ¿en qué Dios?
No, dicen otros, los valores no
son creados por Dios, pero están inscritos naturalmente en la condición humana.
Es la concepción de valor, como algo que está inscrito en cada uno de nosotros
y que está ahí. Es algo inherente a la condición humana. Claro que entonces
cabe preguntar cómo hemos justificado la esclavitud hasta hace prácticamente 200
años. ¿Qué ha pasado con esa eliminación social cultural de tantas personas,
legitimando que sean esclavos, frente a la actual demanda de inserción
universal? ¡No!, en realidad, tampoco vale tal argumentación para fundamentar
los valores con carácter universal y unívoco, pues, constatamos que los valores
han cambiado a lo largo de la historia.
Tercer argumento argüido para dar
con un fundamento universal de los valores: el fundamento de los valores está
en los poderosos, en las personas o colectivos que nos imponen una determinada
forma de vida, una determinada concepción de la misma, lo que es correcto e
incorrecto en cada momento. Son los que, en cada momento histórico
deciden cuáles son los valores, y así, los que mandan son los que deciden los
valores en cada momento. El primer gran problema que suscite esta tesis es que
no nos ponemos de acuerdo a la hora de decidir quiénes son los poderosos. En la
actualidad, ¿quién gobierna el mundo? ¿los GAFA, las grandes potencias
políticas, China y EE. UU, el G7, en el momento de esta conferencia, a 50 km de
aquí, en Biarritz? Pero, además, si nos pusiéramos de acuerdo en señalar
quiénes son los poderosos de este mundo (misión imposible, por otra parte), si
hiciéramos una pequeña encuesta entre nosotros, probablemente no comulgaríamos
con los valores de esos poderosos, y tendríamos incluso a gala tener
contravalores (como los que ocupan las campanas de Urrugne para manifestarse
contra los G7 de Biarritz).
En consecuencia, la interrogante
sigue en pie. ¿cuál es el fundamento de los valores? Yo sostengo desde hace décadas, que me afano en estudios de los valores, que
los valores son construcciones humanas. Los valores los hemos construido
los hombres y las mujeres a lo largo de los tiempos, en interacción unos con
otros, en razón de los diferentes contextos vitales en los que las personas
humanas han vivido o seguimos viviendo. En mi ya larga vida, pero corta a tenor
de los siglos que la humanidad puebla el planeta, se me ocurren dos cambios
drásticos en los valores que he vivido personalmente. Yo nací, el año 1942, en
una Euskadi muy mayoritariamente católica, al menos sociológica y culturalmente
católica: la misa de los primeros viernes de mes a los 8,30 de la mañana estaba
llena de jóvenes. ¡Vayan ahora a una eucaristía dominical! … Otro ejemplo: yo
he vivido de llamar, menospreciar e insultar a los homosexuales como maricones
a los chicos y tortilleras a las chicas, a ver, ya adulto, su exaltación, en el
día del orgullo gay, subidos a carromatos, saltando, muy ligeros de ropa, bien
que muy mayoritariamente, solamente los hombres.
Por otra parte, es cierto que, en
un momento determinado, en un contexto determinado, de pronto aparecen unos “valores faro”, unos valores que de alguna manera son aceptados de forma bastante
generalizada. Algunos se mantienen como tales valores faro durante cierto
tiempo. Otros, como en la actualidad, se asemejan a flor de un día. ¿Cuáles
serían los valores dominantes y con cierta duración ya en el tiempo, en
Occidente? En la actualidad hay un acuerdo en señalar la Declaración Universal
de DD. HH como uno de esos valores faro. Aunque insisto que muy
mayoritariamente en Occidente y, si apuran, solamente en el Occidente europeo,
una pequeña parte del planeta. Por otra parte, antes que la Declaración de
1948, en Occidente se impuso la trilogía “libertad, igualdad, fraternidad” de
la revolución francesa de 1789, aunque, como veremos inmediatamente, de las
tres la tercera, la fraternidad, es la parienta pobre, la olvidada, relegada,
eclipsada dirán algunos.
Concluyamos este ya excesivo
proemio señalando que el valor fraternidad tampoco tiene una acepción univoca.
No aparece, más que muy raramente como uno de los valores faro, y cuando lo es,
adquiere connotaciones, orígenes y sentidos bastante diferentes, aunque yo creo
que tiene un sustrato común que hace que quepa sugerirlo y promulgarlo como una
base sólida, precisamente un faro común, para una ética universal.
A partir de este ahora vamos a presentar el valor fraternidad en
la lectura que hacen de la fraternidad, diferentes agentes sociales de
horizontes y vidas muy distintas.
1.
Antoni Domènech, el eclipse de la
fraternidad
Militante antifranquista en el PSC-PSUC, discípulo
del Manuel Sacristán, expulsado de la universidad franquista y discípulo
también del filósofo, historiador y crítico literario
marxista Wolfgang Harich (1923-1995) —expulsado en 1956 de la Universidad
Humboldt de Berlín-Este por el gobierno estalinista de Walter Ulbricht - , Domènech se doctoró en la universidad libre de
Berlín, y fue profesor catedrático en la Autónoma de Barcelona habiendo dejado
un gran legado en publicaciones.
En el año 2004, la editorial Crítica de Barcelona
publicó el texto de Antoni Domènech: El
eclipse de la fraternidad. Una revisión republicana de la tradición socialista,
que abrió un sendero conceptual amplio para pensar en la “metáfora” de la
fraternidad dentro de la tradición socialista en clave republicana.
Me adentro en su pensamiento siguiendo a una de sus
intérpretes[1][2]
que nos recordaba, cómo subrayaba Domènech que, cuando se acuñó la divisa
“libertad, igualdad, fraternidad” –en 1790– fraternidad significaba la
universalización de la libertad republicana y, sobre todo, lo digo con mis
palabras, la fraternidad era el gozne, el imprescindible valor que permitía que
la libertad se convirtiera en igualdad. La idea me parece extremadamente rica y
da un sentido pleno, a mi juicio, a la tríada “libertad, igualdad,
fraternidad”, en su conexión interna, más allá del enunciado de tres valores
independientes, mostrando que sin la fraternidad la libertad no puede conducir
a la igualdad.
Domènech apunta, precisamente, que la fraternidad
republicana revolucionaria se eclipsó porque la sociedad civil dio una apariencia de libertad e igualdad civiles,
independientes de las bases materiales de la propiedad, de donde salió
la libertad “liberal” que domina gran parte del espacio ideológico actual. Cita a Carlos Marx que se mostraba
admirado ante los escritores antiguos, porque ‘su investigación (la de los
antiguos) nunca se pregunta qué forma de propiedad es la más productiva, la que
crea más riqueza, sino qué tipo de propiedad crea mejores ciudadanos”.
Antoni Domènech, apodó a la “fraternidad”
la ‘pariente pobre’ de la tríada revolucionaria francesa y subrayó la
ambigüedad del propio concepto de “fraternidad” en nuestros días y lo hizo en
tres campos.
1. La familia será un campo de batalla de
Domènech a la hora de hablar del eclipse de la fraternidad, precisamente por el
carácter patriarcal de la familia en el mundo occidental, recordando el origen
del término familia, el concepto de “famulus” del mundo romano que agrupaba,
bajo la férula del jefe de familia no solamente a sus hijos sino también a sus
siervos, incluso esclavos, que estaban a su servicio y a los que tenía que cobijar
y dar de comer. Este concepto de “familia” lo traslada Domènech a la empresa
del siglo XIX y gran parte de XX en la que el patrón de la empresa, cual “pater
familias”, ofrecía a los trabajadores, a sus mujeres e hijos, vivienda,
economato y hasta capellanes en torno a su lugar de trabajo. Lo he vivido en mi
localidad natal, Beasain, al menos en dos empresas, que recuerde ahora. Como
dato más que anecdótico, señalo aquí, cómo en la capilla de la todavía vigente,
y pujante, CAF (Compañía Auxiliar de Ferrocarriles), los domingos, el capellán
celebraba una misa a las 5,30 de la mañana a la atención de los tempraneros
montañeros (mendigoizales en euskera) de CAF, misa a la que unían otros
montañeros de la localidad. ¡Oh tempora, oh mores!
2. Domènech va más allá, y se dirige a la
política global, buscando erradicar el despotismo burocrático-estatal
heredero de la vieja ley política de los estados monárquicos absolutistas, en
los que los ciudadanos no lo eran tales sino siervos de los soberanos, “padres”
de la patria, hermanando a sus súbditos en siervos a sus órdenes. Era el
derecho de pernada, de vida y hacienda en una hipostasiada fraternidad y que
traslada al mundo de hoy, con una punta de exageración y con olvido de otros
“pater familias” (pienso, entre otros, en los GAFA), me permito apuntar.
3.En el campo de los feminismos, Relata
Doménech que, el año 1992, Lidia Falcón –en
un encuentro en homenaje al Profesor Aranguren en Madrid–, le había sugerido hacer un tratamiento conceptual propio de la
«sororidad», es decir, introducir más explícitamente el feminismo
en la reflexión sobre la fraternidad. Domènech acepto las críticas de algunas
feministas, al admitir que su admirado Robespierre –quien acuñó y
contribuyó como nadie a dar todo su significado político a la consigna
“Libertad, Igualdad, Fraternidad”–, sólo al final de su cortísima vida acabó señalando
que las mujeres francesas debían ser reconocidas, en este orden, como
ciudadanas, como hermanas de los ciudadanos, como ‘madres de familia’, utilizando
un neologismo político contrapuesto a los padres de familia. No estoy seguro de que, en la
actualidad, no pocas feministas aceptarían ser etiquetadas como “hermanas de
los ciudadanos”, incluso como madres de familia. Personalmente se me ha
discutido cuando he utilizado el termino de “monomarentales” en lugar de
“monoparentales” en los modelos de familia que llevan esta última denominación
no habiendo padre sino madre.
2.
Julia Kristeva. Psicoanalista,
humanista, escritora y feminista
En este campo del
feminismo traigo aquí unas reflexiones de Julia Kristeva, psicoanalista y
filósofa búlgara, de nacionalidad norteamericana pues tuvo que huir de su país
en la época de los “Soviets”, residente en París, una de las personas que más
me ayudan a pensar. En las líneas finales de un texto
publicado justo antes de las elecciones europeas de 2019, donde saca a relucir unas ideas de su
feminismo escribe que “desde las sufragistas, incluidas Marie Curie, Rosa
Luxemburgo, Simone Weil y Simone de Beauvoir, la emancipación de la mujer a
través de la creatividad y la lucha por los derechos políticos, económicos y
sociales, que continúa hoy, ofrece un terreno “federador” (unificador al modo
federal) para las diversidades nacionales, religiosas y políticas de los
ciudadanos europeos, desafiando así el oscurantismo de las tradiciones y el de
las religiones fundamentalistas”. Y añade, “este rasgo distintivo de la cultura
europea es también una inspiración y un apoyo para las mujeres de todo el
mundo, en su aspiración a la cultura y la emancipación, no solo como una
opción, sino como una trascendencia de sí mismas (´somos libres de trascender
todas las trascendencias´, anunció Simone de Beauvoir), lo que anima las luchas
feministas en nuestro continente” (“Le
Monde” (15/05/19). Kristeva hace del feminismo una avanzadilla de un
movimiento de fraternidad universal, precisamente por la capacidad de las
mujeres, sostiene, de trascender los particularismos, incluso el de las propias
mujeres como tales mujeres.
La misma Julia Kristeva en una conferencia el año 2010 (“Oser
l´humanisme” texto completo en castellano en mi blog) decía que “El humanismo es
un feminismo. Sin embargo, el acceso, inacabado, de las mujeres a la libertad
de amar, de procrear, de pensar, de emprender e, incluso, de gobernar, no puede
hacer olvidar que la secularización es la única civilización que no tiene
discurso sobre la maternidad, aunque una parte importante de la investigación
psicológica contemporánea se dedique al estudio de la relación precoz
madre/niño (a)”. Para meditar.
3.
Laurent Berger: “La fraternidad es el punto ciego de
la divisa ´libertad, igualdad, fraternidad´”[3]
Laurent Berger es Secretario General del Sindicato
francés CFDT, de origen cristiano, que se laicizó en su día. Apoyó a Mitterrand
y se hizo social demócrata, y laico, pero separándose de la CGT socialista, con
la misma denominación de la española. La CFDT es el segundo sindicato en número
de afiliados de Francia. No tiene un equivalente en España. Quizá USO.
Se puede legislar sobre la libertad (de prensa, de arte, de
palabra, de movilidad…) y sobre la igualdad (entre sexos, en la atención
médica, educativa etc.) pero más difícilmente sobre la fraternidad porque, en última
instancia, la fraternidad supone una relación de “yo” a “tu”, de “nosotros” a
“vosotros” y además no al modo “esto o aquello” (aut-aut) sino al modo “esto y
aquello” (et-et). Y esto difícilmente lo puede llevar a cabo la administración.
La libertad y la igualdad exigen perentoriamente la acción de la
Administración y la fraternidad la de la sociedad civil, la de los ciudadanos.
Pero sin tomar esta afirmación de manera excesiva como si los ciudadanos no
pudiéramos trabajar por la libertad y la igualdad y la administración por la
fraternidad. Es cuestión de acentos.
Pero la fraternidad también depende de la Administración. Eso se
ve en los alcaldes, aquellos que son renovados constantemente. Son los que
están cerca del pueblo, en contacto con el pueblo. Pienso que lo mismo podría
suceder con los diputados que debieran serlo de circunscripciones lo más
próximas posibles al pueblo o región que representan. Pues es un sin sentido
que una persona que resida, digamos en Bergara, sea diputado a Cortes por
Burgos o. incluso por Bizkaia. La gente tiene que ver en la calle al diputado
al que ha elegido
El sindicalista de verdad debe estar en contacto con la población,
dice Berger. Y añade: no basta con manifestarse, que también será necesario,
pero hay pasar de la manifestación al compromiso concreto. Por eso no basta con
indignarse. Indignarse es un momento de rechazo de la comodidad, de rechazo a
la injusticia, pero si se queda ahí, no sirve para nada. La fraternidad exige
no solamente indignación ante lo injusto sino comprometerse para cambiarlo. Es
una de las diferencias entre la utopía y la quimera: tener o no tener en cuenta
las dificultades a solventar, las solidaridades a concitar, las rémoras a
superar, la financiación a obtener, etc. etc. Por eso, la fraternidad es una
utopía, no una quimera, un cuento de hadas. Para mí la fraternidad es la
capacidad de crear una relación, de aprender a vivir con otro, conjuntamente.
“Vivre ensemble”, como dicen los franceses.
4.
La fraternidad: un puente para
religar las fragilidades humanas
En mi búsqueda en Internet para
preparar la conferencia del 29 de agosto, me topé con un texto que corresponde
a una “Memoire de maitrise” de Clotilde Rymarczyk,
titulada” La fraternité, un pont à construire
pour relier les fragilités humaines” [4](La fraternidad, un puente a
construir para religar las fragilidades humanes) de la Universidad de
Sherbrooke en Quebec del año 2017. Trasladar, en mi traducción, algunas de las
ideas que la autora presenta en su texto.
La autora que subraya el papel de
la fraternidad como puente para unir fragilidades humanas defiende, también, que
la fraternidad, podría tener una dimensión moral secular, elevándola al rango
de virtud, llegando, incluso, a atribuirle una dimensión espiritual universal y
laica.
Estas son algunas de sus palabras
en la conclusión de su trabajo. “Al final de esta reflexión, damos a la
fraternidad, la única imagen verdadera, la de un puente. Sí, la fraternidad es
un puente para construir, uniendo las debilidades de los individuos, con
respeto y reconocimiento de sus diferencias. Para concluir, aunque en la
literatura de referencia, pocas vías conducen la reflexión sobre el camino de
la espiritualidad, sin embargo, la idea toca las mentes y la intriga, al menos
plantea preguntas. Nos gustaría no omitir esta apertura. No perder de vista la
idea de que la fraternidad también podría definirse en una dimensión espiritual
porque su concepción se encuentra dentro de nuestra humanidad común, que ha
sido capaz de cruzar el tiempo, la historia de los hombres y que se inscribe en
una continuidad”
En este punto creo que cabe inscribir
la concepción del tiempo en las cuatro modalidades del tiempo en la reflexión palabras
de Hartmut Rosa[5];
tiempo “ordinario”, el tiempo de los días, semanas, meses; el tiempo
“biográfico” el de cada persona a lo largo de su vida; el tiempo “histórico”,
el tiempo que a cada cual le ha tocado vivir, y el tiempo que él llama “sacral”
y que yo prefiero denominar “transhistórico”, el tiempo que va más allá de una
generación, con un propósito de prolongarse más allá de la vida de una persona
y con un propósito que va, también, más allá de los proyectos de los “suyos”,
patria, familia, religión, que puede tener una pretensión de universalidad en
el tiempo y en el espacio.
Concluye la autora: “La
fraternidad es una construcción, a partir de un sentimiento formulado, que
guiará la acción. Esto nos lleva a colocar al ser humano en el centro de
nuestras preocupaciones, pero aún más: serán los sentimientos, despojados de
cualquier tema de pertenencia, los que se convertirán en este centro de
cuestionamiento”.
He de confesar que, en mi periplo intelectual para preparar la
conferencia del 29 de agosto, esta idea del puente me subyugó. Quizá porque me
recordaba dos Jornadas que organizamos en la Universidad de Deusto, los años
2000 y 2001 y un año más tarde en Madrid, en el marco del Forum Deusto, cuando
logramos sentar en torno a una Mesa a una treintena de agentes sociales,
políticos, profesores, periodistas, etc., de todos los colores políticos, en
aquellos convulsos años en Euskadi, para debatir y para que se escucharan. Lo
que se dijo en aquellas Jornadas está recogido en sendos libros[6].
Es una de mis mayores satisfacciones de mi paso por la Universidad de Deusto.
Jorge Semprún era el preso número 44.904 en Buchenwald, el campo
de concentración alemán en el que vivió deportado cuando tenía 20, 21 y 22 años
de edad. Fue Federico Sánchez en los años de la lucha clandestina
contra Franco. Fue el hombre al que Santiago Carrillo y Dolores Ibárruri expulsaron,
en 1964, del Partido Comunista. Fue ministro con los socialistas, con quien
también tuvo desencuentros –y muchos, valga decir-Fue también escritor y
pensador.
Relató
el año 1994 su “experiencia” en el campo de concentración y exterminio en la publicación
“L' écriture ou la vie” que un año después, publicó en castellano,
“La escritura o la vida”, editada por Tusquets
En el frontispicio del libro, en su edición en castellano, se
puede leer esta frase de André Malraux que, a lo largo su libro aparece en
repetidas ocasiones: “Busco la región crucial del alma donde el Mal absoluto se
opone a la fraternidad”, que Semprún casi al final de su libro lo dice así: “una
idea de la fraternidad que todavía se oponía al despliegue funesto del Mal absoluto”
(p.316 de la edición española)
Pero quiero trasladar aquí, como lo haré después con Camus, unas líneas
de su texto para bien calibrar su visión de la fraternidad: “Así,
paradójicamente, por lo menos a primera y corta vista, la mirada de los míos, cuando
les quedaba alguna, por fraterna que fuera —porque lo era, más bien—, me
remitía a la muerte. Era ésta la sustancia de nuestra fraternidad, la clave de
nuestro destino, el signo de pertenencia a la comunidad de los vivos. Vivíamos juntos esta experiencia de la
muerte,
esta compasión. Nuestro ser estaba definido por eso: estar junto al otro en la muerte que
avanzaba. Mejor dicho, que maduraba
dentro de nosotros, que nos alcanzaba como un mal luminoso, como una luz cruda
que nos devoraría. Todos nosotros, que íbamos a morir, habíamos escogido la
fraternidad de esta muerte por amor a la libertad. Eso es lo que enseñaba la
mirada de Maurice Halbwachs, (el gran historiador de la Memoria) agonizando”
(p. 32). No tengo palabras, ni creo que sean necesarias, para glosar las de Jorge
Semprún.
Pero sí quiero traer aquí, otra breve citación de su libro, ya muy
avanzado, en la página 280, cuando escribe que “…la fraternidad no es solo un
dato de lo real. También es, tal vez sea, sobre todo, una necesidad del alma:
un continente por descubrir, por inventar. Una ficción pertinente y cálida”. Sí,
un continente por descubrir y construir, una necesidad de la persona humana, en
los tiempos y circunstancia, imposible más dramáticas que las que vivió
Semprún, como oposición y muralla ante el Mal Absoluto, como apuesta en nuestro
tiempo, me permito añadir, para superar el individualismo reinante, indiferente
al dolor de otros.
6.
Albert Camus. Cartas a un amigo
alemán.
¡Cómo no mentar, hablando de Albert Camus, las extintas librerías
Arrilucea en la plaza Moyua en Bilbao, y la Librería Ramos, de las no
suficientemente reconocidas Hermanas Ramos, en Donostia San Sebastián, cuando
aún adolescente, a finales de los años 50, buscaba en los lugares más
recónditos de las librerías mencionados, casi ocultas, las obras de Albert
Camus que nos venían de editoriales sud – americanas, y las buscábamos y
leíamos con la fruición de la fruta prohibida l. ¡Cómo olvidar Bodas/El Verano,
El mito de Sísifo, El malentendido, El Extranjero, La Peste, El hombre rebelde,
Los justos, Calígula …!. ¡Como olvidar el trabajo de Octavi Fullat “¡La moral
atea de Albert Camus”, mientras me embebía de los autores y libros que
recomendaba Charles Moeller en sus impagables seis volúmenes de “Literatura del
siglo XX y cristianismo”! Mucho de lo que soy se forjó en aquellos libros.
Perdóneseme este arranque personal para presentar la fraternidad en Camus que ya
estaba en muchos de sus libros, pero traigo aquí un párrafo de una carta suya a
un amigo alemán. Un amigo alemán de carne y hueso con quien había compartido,
un viaje por Italia, Austria y Checoeslovaquia.
Sin embargo “Las cartas a un amigo alemán” de Camus no las leí
hasta, ya adulto, cuando tanto escribí sobre ETA y lo que ETA supuso en nuestra
sociedad. (Aunque ETA nació estudiando yo en Bilbao. Todavía veo la imagen de
la oficina cerrada por orden policial, en relación a ETA).
Las “Cartas a un amigo alemán” las
publicó su amigo y editor Gallimard el año 1945 [7].
La Cuarta y última Carta, fue escrita en Julio de 1944, un mes antes de la
liberación de Paris. En el prólogo a edición de 1948 Camus escribe que “son
escritos de circunstancia (redactados en la clandestinidad) y que pueden tener
un aire de injusticia. Si hubiera que escribir sobre la Alemania vencida habría
que tener un lenguaje un tanto diferente.
Pero quisiera eliminar un malentendido. Cuando el autor de estas cartas
dice “vosotros”, no se refiere a “vosotros los alemanes” sino a “vosotros los
nazis”. Cuando escribe “nosotros”, no significa siempre “nosotros franceses”,
sino nosotros “europeos libres”. Son dos actitudes las que opongo no dos
naciones…” Termina su introducción pidiendo al lector que lea estas “Cartas a un amigo”, como un documento de
la lucha contra la violencia”)
He aquí un párrafo de su cuarta y última carta. Por favor, lean con
atención. “Al mismo tiempo que juzgaré atroz vuestra conducta, me acordaré
de que vosotros y nosotros partimos de la misma soledad, que vosotros y
nosotros, vivimos con toda Europa en la misma tragedia de la inteligencia. Y,
a pesar de vosotros mismos, yo os seguiré manteniendo la denominación de
hombre. Para ser fieles a nuestra fe (en los ideales de justicia) nos hemos
esforzado en respetar en vosotros lo que vosotros no habéis respetado en los
demás. (…). Al final de este combate, en el seno de esta ciudad (Paris) que
presenta el rostro del infierno, por encima de todas las torturas infligidas a
los nuestros, a pesar de nuestros muertos desfigurados y de nuestras aldeas de
huérfanos, yo puedo deciros que, en el momento mismo en el que vamos a
destruiros sin piedad, no nos embarga el odio hacia vosotros. Y si mañana, como
tantos otros, fuéramos a morir, seguiríamos sin odio” (Traducción de JE de la
edición Folio Gallimard, Paris 1948, reedición de 2010).
Subrayo yo, y lo extraigo aquí del
texto, la frase “Y, a pesar de vosotros mismos, yo os seguiré manteniendo la
denominación de hombre”. Camus no les retira su condición de persona
humana, “yo os seguiré manteniendo la denominación de hombre” y, añade
al final del párrafo, “yo puedo deciros que, en el momento mismo en el que
vamos a destruiros sin piedad, no nos embarga el odio hacia vosotros. Y si
mañana, como tantos otros, fuéramos a morir, seguiríamos sin odio”.
Camus en estado puro. No duda en
decir que van a luchar hasta acabar con ellos (Camus militó en La Resistencia
francesa contra los invasores nazis) pero, al mismo tiempo no les desposee de
su condición de hombres (no son bestias salvajes) y lo hace sin odio, pese a
que hayan arrasado sus ciudades, asesinado y torturado a compatriotas, violado
a las mujeres. Justicia y lucha, sí, pero sin odio, sin renegar de la humanidad
de todos. Esa es la idea de fraternidad en Camus, incluso en momentos de
extrema crudeza, en Paris, donde reside, un París arrasado.
Cuando viajó a Suecia a recoger el
Premio Nobel pronunció una frase –“entre la justicia y mi madre prefiero a mi
madre”- que mutilada, dio la vuelta al mundo. Pues la frase completa estaba destinada
a responder a un estudiante que reclamaba justicia para una Argelia que luchaba
por su independencia y decía así: “En este momento se arrojan bombas contra los
tranvías de Argel. Mi madre puede hallarse en uno de esos tranvías. Si eso es
la justicia, prefiero a mi madre”. Lo que significa, de entrada, que para Camus
el fin nunca justificó los medios. Cierto, pero más que eso, pienso yo: para
Camus o, en todo caso para mí, por encima de la justicia estará siempre la
persona humana, la dignidad de la persona, sea quien sea, y haya hecho lo que
haya hecho.
Hablando de la violencia de ETA y
de otras violencias injustas en el País Vasco, he utilizado en varias
conferencias y escritos la cuarta carta de Camus a su amigo alemán. Podría
citar testimonios de víctimas, perseguidos, acosados, extorsionados por ETA y
de algunos torturados por las policías en Euskadi, del mismo tenor. Pero aún no
tenemos la distancia suficiente para separar el testimonio del nombre de la
persona que lo emita. Ahorraré nombres. No son multitudes, pero tengo la
esperanza de que estos testimonios iluminarán el futuro en justicia, paz y
convivencia que muchos queremos para Euskadi.
7 Fraternidad
en los cristianos, teoría y práctica. La reflexión de Gandhi
Para los cristianos, la fraternidad tiene una importancia capital.
Al reconocerse a sí mismos como hijos del mismo Dios, el cristiano tiene una
responsabilidad, sin límites ni excepciones, hacia sus semejantes, sus hermanos.
El Dios de los cristianos es el Dios toda la humanidad. No
solamente el Dios de los judíos, ni el dios de un pueblo, raza o nación. Ya no
habrá judíos ni cristianos entre vosotros pues todos somos hijos de Dios: "ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni
libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo
Jesús." (Gálatas 3,28). Son
muchas las llamadas a la fraternidad en el Nuevo Testamento. He aquí algunos
ejemplos.
“Si cuando vas a poner tu ofrenda
sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra
ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu
hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda”. (Mt 5/23- 24)
"Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme." Entonces los justos le responderán: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer?; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos?; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte? Y el Rey les dirá: "En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis." (Mateo 25/ 34-40)
Imposible no citar aquí parte del inicio del capítulo 13 de la
Primera Carta de Pablo a los Corintios. “Aunque hablara las lenguas de los
hombres y de los
La primera carta de Juan, es toda ella, un canto
a la fraternidad. Más aún: una exigencia de fraternidad para el que se diga cristiano.
Valga este botón de muestra: “Si uno dice ´Yo amo a Dios´ y odia a su hermano, es un
mentiroso. Si no ama a su hermano, a quien ve, no puede
amar a Dios, a quien no ve. Pues este es el mandamiento que recibimos de él: el que
ama a Dios, ame también a su hermano”.
(1 Jn. 4, 19-21
Una reflexión de Gandhi. Ya
Gandhi dijo que “cuando leo el Evangelio me siento cristiano; pero cuando veo a
los cristianos me doy cuenta de que ellos no viven según el Evangelio”, el
mismo Gandhi que sostenía que “nunca es bueno el amor a los otros, cuando es
exclusivo y con excepciones. Yo no puedo amar a los hindúes o a los musulmanes
y odiar a los ingleses”, añadía.
Sí, la radicalidad no es solamente cosa de los violentos. Gandhi
nos dice que no se puede amar solamente a los “míos”, a los de mi propia
posición, sea esta social, política religiosa o del orden que sea. La
fraternidad o es universal o no es fraternidad. Puede ser Cofradía e incluso
llevar el nombre de Fraternidad de quienes tienen una relación personal o una
querencia particular por esto o por aquello: los Cofrades de la morcilla de
Beasain, como quien suscribe (por supuesto la mejor morcilla del mundo
mundial); La hermandad de los seguidores de Richard Wagner etc., etc. Pero no
es de esas fraternidades y confradías de las que habla Gandhi y propugna el
cristianismo. Aunque, del dicho al hecho,
hay un buen trecho.
Creo que fue Jean-Pierre Denis, director de la revista cristiana
“La Vie”, pero no encuentro la citación original en francés, quien decía que "la
fraternidad en la religión judeo-cristiana no es un río largo y tranquilo,
pues, a menudo, es el lugar de la violencia. En la Biblia, ser un hermano, más
allá de la sangre, nunca es evidente. Es una conquista. Los celos pueden
devorar todo. No es solo Caín contra Abel. Jacob toma de Esaú la primogenitura por
un plato de lentejas. Joseph es vendido por sus hermanos…”. Sí, la fraternidad
es una conquista. No nos viene dada. Decirse cristiano no asegura la
fraternidad. La historia, no sé si es maestra de la vida, pero sí es maestra de
la verdad, nos la muestra de tal forma que es imposible no verla.
La tan mentada, y añorada fraternidad de las primeras comunidades
cristianas fue, en realidad, a menudo conflictiva. En la propia cúpula de los
primeros cristianos, en el denominado Concilio de Jerusalén, hacia el año 50 de
nuestra era, menos de 20 años después del ajusticiamiento de Jesús de Nazaret, la
disputa se instala entre el hermano de Jesus, Santiago, el primer obispo de Jerusalén,
Pedro (al que se tiene como el primer papa) y Pablo. Disputa gorda pues se trata
de saber si las prescripciones rituales judías debían obligar también a los no
judíos que se hicieron cristianos, estando en el fondo la cuestión de determinar
si la religión cristiana era solamente una deriva de la religión judía, y para
los solos judíos convertidos al cristianismo, o era una religión universal.
Disputas en la Iglesia con tres papas, a la greña, durante unas
cuantas décadas. Los dos siglos de Cruzadas. Disputas en las comunidades
religiosas, los monasterios, donde también hay abusos de todo tipo. Disputas en
la iglesia de hoy con Francisco y sus detractores. Disputas en la iglesia de
Gipuzkoa, con un obispo rechazado por muchos curas y no pocos seglares.
Y no olvidemos las cruentísimas guerras de religión entre
cristianos desde la década de 1520 hasta más de cien años después, que se apaño
con la Paz de Westfalia, origen de la soberanía nacional y que adoptó para los
conflictos religiosos el principio “cuius regio, eius religió”, que la religión
del príncipe se aplique a todos sus súbditos, planteamiento que acabó con las
guerras de religión, pero en nada cabe decir que fomentó la fraternidad
religiosa universal.
De modo que no cabe idealizar la práctica de la fraternidad
cristiana. Que, ella también, será una conquista, como lo será la paz entre
cristianos y musulmanes que se desgarraron a muerte durante casi un milenio y
todavía en la actualidad es una realidad. Sin olvidar que la ausencia de
fraternidad no es privativa de los cristianos pues, en determinados lugares del
mundo, la religión cristiana es perseguida como nunca lo fue en toda su
historia. Estando a punto de desaparecer en las tierras donde surgió.
Por eso quiero traer aquí, al término de este repaso de diferentes
mentores de la fraternidad, un gran documento firmado en febrero de 2019 entre
el papa Francisco y el Gran Imam de Abu Dabi y que presento más abajo y el
Mensaje de Asís de 1986. Pero antes, un pequeño hueco para mostrar la tesis
central de un texto mío de 2003.
8.
La religión, no lo explica todo.
Javier Elzo en Coloquio interreligioso
En
un coloquio, “islam et Occident: Images et Influences mutuelles” organizado por
el “Centre d’études andalouses et du dialogue entre les civilisations “(Rabat)
et l´Institut du Monde Arabe (Paris) en octubre de 2003, en la sede de este
último, pronuncié una conferencia que titulé así: “La globalización, ¿oportunidad o excusa para la confrontación entre
vecinos?: la importancia del análisis de los valores más allá de la fractura
religiosa”. Llevaba encima, analizados y para presentarlos en el Coloquio, los
resultados de la Encuesta Europea de Valores para España y los resultados de la
Encuesta mundial de valores para Marruecos, de aquellos años. Me centré en las
similitudes (no pocas) y en las diferencias (básicamente en la religión
dominante y en las valoraciones de la mujer) en los sistemas de valores de
ambos países.
Quizá la
conclusión más importante de aquella conferencia, pensando en el presente
trabajo sea esta: “La religión no lo explica todo y los diferentes comportantes de
las personas no son reductibles a su exclusiva, personal y social
autodefinición religiosa. Sostenemos
que en no pocas cuestiones, y de gran calado, cuando se hacen comparaciones
internacionales, el factor religioso puede ser más discriminante en el interior
de cada país que en la comparación entre países. (…) Formularía la hipotesis de que un análisis
sincrónico y transversal a diferentes confesiones religiosas, en varios países,
neutralizando, en cada una de ellas, la dimensión religiosa en las tres
categorías de “integrismo religioso”, “religiosidad humanista” y “no creencia” arrojaría más similitudes, especialmente entre “integristas” o
“fundamentalistas” de las diferentes denominaciones religiosas que la
comparación de las personas de los diferentes países a tenor de la religión
mayoritaria en cada país analizado”.
Incluso más. Insistí en que encontraríamos más similitudes entre
los integristas religiosos y los laicistas excluyentes de lo religioso, entre
sí, aunque mantuvieran discursos opuestos en referente a lo religioso, que las
que se darían entre las personas humanistas, sean humanistas religiosos,
humanistas laicistas o humanistas sin religión alguna. Diez y siete años
después me confirmo en aquella idea, por cierto, no muy seguida por algunos
asistentes al Coloquio en Paris.
Me limito a transcribir tres frases de la ya
denominada “Declaración de Abi Dabi” (no se si escribir Dabi o Dhabi), titulada
“Documento sobre la fraternidad humana. Por la Paz mundial y la convivencia
común”[8].
“La fe lleva al creyente a ver en el otro a un hermano que debe
sostener y amar. Por la fe en Dios, que ha creado el universo, las criaturas y
todos los seres humanos —iguales por su misericordia—, el creyente está llamado
a expresar esta fraternidad humana, protegiendo la creación y todo el universo
y ayudando a todas las personas, especialmente las más necesitadas y pobres”.
(……)
“Nos dirigimos a los intelectuales, a los
filósofos, a los hombres de religión, a los artistas, a los trabajadores de los
medios de comunicación y a los hombres de cultura de cada parte del mundo, para
que redescubran los valores de la paz, de la justicia, del bien, de la belleza,
de la fraternidad humana y de la convivencia común, con vistas a confirmar la
importancia de tales valores como ancla de salvación para todos y buscar
difundirlos en todas partes.”
(……………)
“Nosotros, aun reconociendo los pasos positivos
que nuestra civilización moderna ha realizado en los campos de la ciencia, la
tecnología, la medicina, la industria y del bienestar, en particular en los
países desarrollados, subrayamos que, junto a tales progresos históricos,
grandes y valiosos, se constata un deterioro de la ética, que condiciona la
acción internacional, y un debilitamiento de los valores espirituales y del
sentido de responsabilidad. Todo eso contribuye a que se difunda una sensación
general de frustración, de soledad y de desesperación, llevando a muchos a caer
o en la vorágine del extremismo ateo o agnóstico, o bien en el
fundamentalismo religioso, en el extremismo o en el integrismo ciego,
llevando así a otras personas a ceder a formas de dependencia y de
autodestrucción individual y colectiva.”
Subrayé en la conferencia y subrayo aquí, en el
presente texto, el riesgo de “caer o en la vorágine del extremismo ateo o
agnóstico, o bien en el fundamentalismo religioso, en el extremismo o en el
integrismo ciego”. El Papa y el Gran Imam ponen en paralelo los riesgos de los
extremismos ateos o agnósticos a la par con los extremismos y fanatismos
religiosos. Se comprenderá ahora que me haya atrevido a introducir mi reflexión
en Paris de 2003, en este texto, pues no es otra la idea que me domina desde hace:
el peligro, el riesgo, la maldad humana anidan en los fundamentalismos, en los
extremismos, en los integrismos (integralismos diría el gran Emile Poulat) y
solamente desde la fraternidad humana cabe avanzar hacia una sociedad más justa
y más humana.
10. El
mensaje de Asís del 27 de octubre de 1986
Quiero
mencionar unas palabras que escuché el 8 de agosto
de 2018 a Mgr. Gerard Defois, Arzobispo Emérito de Lille, en un Coloquio en la deliciosa
Iglesia Saint Laurent de Kanbo (Cambo les Bains), en el País Vasco, en Francia,
bajo el tema “¿Hacia qué mundo nos
dirigimos? ¿Con qué Europa? ¿Con qué Iglesia?”. Entre otras ideas, el
arzobispo de Lille afirmó que debemos “pensar Europa como una confluencia de
espiritualidades históricas, como un espacio de religiones (Asís, 27 de octubre
de 1986 es el prototipo)”, pues, “en Asís, se ha proyectado una plataforma de
solidaridad que libera al sujeto del totalitarismo tecnocrático o ideológico
(que invade nuestro mundo moderno), y abre perspectivas de recepción del Otro,
en busca de la verdad interna”.
En
este orden de cosas quiero citar unas palabras de Andrea Riccardi, Alma Mater
de la Comunidad de Sant ‘Egidio quien en una conferencia en Paris pronunció
estas palabras refiriéndose concretamente al “espíritu de Asís” como “imagen
simbólica y real de religiones (y de laicos) unos junto a otros, no unos contra
los otros. En esta visión, constatamos la multiplicidad del mundo, pero se
propone vivir juntos en paz, no en un mestizaje interreligioso y cosmopolita,
sino fundado en las raíces espirituales de cada uno. Es una imagen, germinada de la Iglesia de
Juan Pablo II, que es significativa en época de enfrentamiento. Muestra que el
porvenir no reside en la afirmación de una u otra civilización, sino en la
afirmación de lo que yo denomino ´vivir juntos´. En efecto, en este mundo global,
es evidente que no se puede vencer, controlar, ejercer su hegemonía. La
civilización del ´vivir juntos está en los cromosomas de este cristianismo que
define a Dios como amor”[9].
El
15 de octubre próximo voy a hablar, en Palermo, a una representación de
franciscanos de Europa sobre “La secularización en el horizonte europeo”. Yo
me centraré en Europa occidental. Otro lo hará en Europa oriental. Dos mundos,
dos sensibilidades, dos problemáticas, dos perspectivas. Del texto que ya he
elaborado y enviado a la traducción trascribo aquí estas líneas sobre la
importancia de la fraternidad en el carisma franciscano.
No
hay duda de que un aspecto clave de la espiritualidad franciscana está en la
fraternidad. Francisco no creó un
monasterio, sino una fraternidad itinerante de hermanos menores, de
hospitalidad, donde el hospital comienza en el cuidado fraterno. De forma
humilde, pobre, horizontal, como corresponde a la minoridad, trabajar desde
abajo, con los de abajo, en contra de la lógica del mundo de hoy, donde “se desea ocupar los primeros lugares, ser considerado como
señores” (Papa Francisco, 19/06/19). Se trata de la práctica de la
misericordia, con los más necesitados. Es sabido que los primeros amigos
de Francisco fueron los mendigos, los más necesitados y que la fraternidad debe
realizarse, de forma primordial entre ellos, con ellos. Anotemos también la
gran relevancia del encuentro con el diferente. El Encuentro de Asís de 1986
nos hace pensar en el diálogo fraterno con el diferente, como lo demostró
Francisco hace exactamente 800 años en el viaje a Damieta para encontrase con
el sultán Malik al-Kamil. En, fin subrayemos también cómo Francisco, tanto
Francisco de Asís, como el papa Francisco, se abren a lo que, con lenguaje
moderno, diríamos la fraternidad cósmica, la comunión cósmica, con los
animales, las plantas, el cosmos en su totalidad.
Ya
cerrando la segunda década del siglo XXI, en un mundo global, plural, secular y
ya postsecular, con innumerables dioses al gusto de cada cual, en un mundo de
incertidumbres, donde reina el individualismo y el dinero como nunca en la
historia, donde la mendicidad, amén de económica es también de afectos y de
sentido, el mensaje franciscano tendrá eco, no puede no tenerlo, al proclamar
la fraternidad universal, horizontal, gratuita, cósmica al modo como enseñó y
vivió Jesús de Nazaret y más de un centenar de generaciones de cristianos, unos
en la santidad, otros en la mediocridad, han tratado y tratamos, con mayor o
menor fidelidad, de “mostrar al mundo”, en expresión que gustaba decir el papa
Ratzinger. En unión con todos los hombres y mujeres de buena voluntad en el
planeta como dijera el papa Juan XXIII.
-
La fraternidad no es algo dado, es algo que se construye. Es como
los valores, una construcción humana. Tiene orígenes diversos: en la religión
del amor de los cristianos, en la no exclusión de nadie de Gandhi, en la
universalidad de los DD. HH, hayan hecho lo que hayan hecho las personas, incluso
las más indignas. (Camus)
-
La fraternidad no acepta exclusiones. Todos somos hermanos.
Incluso en situaciones extremas (Camus en julio de 1944) Todos somos
diferentes, pero todos somos hermanos. Más allá de la sangre, del color de la
piel, del sexo de cada uno, de la orientación sexual, etc., etc. Y por supuesto
de la religión. (Pablo y Juan)
-
Por eso la fraternidad va más allá de nacionalidades, de opciones
políticas, de religiones o laicismos, aunque las respeta todas con la única
condición de que no se consideren exclusivas, las únicas verdaderas. (JE en 2003,
Francisco y Gran Imam de Abu Dabi en 2019)
-
La fraternidad rechaza el relativismo del todo vale, así como el
absolutismo de la única verdad, la mía. Propugna la relatividad propia a la
condición humana, siempre en construcción, siempre en reforma, siempre en
cuestión, siempre entre paréntesis. (JE)
-
Pero hay una exigencia universal: la fraternidad exige reconocer
al otro y salir de sí mismo. Es lo más difícil: poner al otro, o mejor, la
relación “yo”- “tu” en el centro de la vida. No solamente la persona, como tal
persona, sino la relación entre las personas, sabiendo que la construcción del
yo exige perentoriamente al otro. No hay construcción autárquica. Menos aún en
el individualismo (Semprún, Berger y Domènech)
-
El individualismo reinante en nuestros días, aliado al anonimato
en las redes sociales e, increíblemente, también en los comentarios en los
medios de comunicación tradicionales, nos llevan a la denigración de las
personas y al linchamiento digital. El individualismo y el anonimato son dos de
las mayores lacras de nuestra sociedad que impide que aflore, no solamente la
fraternidad sino el mero dialogo. No se puede dialogar con quien no se conoce y
ocultándose en el disfraz de un pseudónimo. (JE)
-
Por eso me gusta la imagen del puente, de la fraternidad como
puente que religa diferentes. (Quebec, “Los puentes de Deusto”, 2000, 2001 en
Euskadi)
-
La fraternidad no está en un cajón del que hay que tener la llave.
La llave somos nosotros, hombres y mujeres que buscamos el abrazo universal.
Así lo describió Schiller y lo puso en música Beethoven
Cerrando
con la Oda a la alegría: Schiller/ Beethoven
(La
letra en castellano es la utilizada por Miguel Ríos)
Freude, schöner Götterfunken
Tochter aus Elysium,
Wir betreten feuertrunken,
Himmlische, dein Heiligtum.
Ven canta sueña cantando
Vive soñando el nuevo sol
En que los hombres
Volverán a ser hermanos
Vive soñando el nuevo sol
En que los hombres
Volverán a ser hermanos
Ven canta sueña cantando
Vive soñando el nuevo sol
En que los hombres
Volverán a ser hermanos
Vive soñando el nuevo sol
En que los hombres
Volverán a ser hermanos
Donostia San Sebastián, agosto - septiembre de 2019
Javier Elzo
[1] Maria Eugenia Bertomeu, DAIMON. Revista Internacional de Filosofía, Suplemento nº 7 (2018), pp. 11-14
[4] El texto completo se puede
consultar en https://savoirs.usherbrooke.ca/bitstream/handle/11143/11525/Clotilde_Rymarczyk_M.A_2017.pdf?sequence=3&isAllowed=y
[6] Edición a cargo de Javier Elzo y Gema Bizcarrondo “La convivencia en
la sociedad vasca. Los puentes de Deusto”. Actas de un debate
universitario. Junio de 2.000. Ed. Universidad de Deusto. Bilbao 2.000, 174
páginas; Edición a cargo de Javier Elzo
y Gema Bizcarrondo “La convivencia en la sociedad vasca II. Los puentes de
Deusto”. Actas de un debate universitario. Diciembre de 2.001. Ed.
Universidad de Deusto. Bilbao 2.002, 140 páginas
[7] Albert Camus,
“Lettres à un ami alemán” Editorial Gallimard,1945. Hay varias
traducciones en castellano. Ciertamente en Tusquets, pero también en otras
editoriales. Yo las leí, en francés, en la reedición de Gallimard de 2010, de
la que realizó en 1948, con una nueva introducción con añadidos que relato en
el cuerpo del presente texto.
[8]
El documento completo, en castellano, puede consultarse aquí. https://es.zenit.org/articles/el-papa-francisco-y-el-gran-iman-de-al-azhar-firma-un-documento-sobre-la-fraternidad-humana/. El documento es largo, demasiado largo, pero
realmente excepcional.
[9] Andrea Riccardi: “Les chrétiens et la globalisation”. Conferencia
en Los Bernardinos, en Paris, (13/1012) Texto completo en https://media.collegedesbernardins.fr/content/pdf/Recherche/7/chaire-2012-13/2013-10-12-chaire_AR_discours_aux_bernardins.pdf.
La traducción es mía.
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