El futuro de Europa depende de los
valores que prioricemos
1. ¿De qué hablamos cuando hablamos de populismos?
El populismo está en boca de todos. Para bien o para mal. Algunos
los detestan. Otros, aunque el término no acaba de gustarles, aplauden sus
pretensiones. El populismo tiene varios
componentes. En estas líneas reflexiono, solamente, sobre la oposición de los
populismos a lo que denominan las élites, que solamente buscarían su propio
provecho, frente al pueblo, bueno por naturaleza, sojuzgado por ellas. Es difícil llegar a un acuerdo a la hora de definir y delimitar el término populismo o la política populista, como no se llegó en su día a definir el termino terrorismo en el espacio internacional, me permito recordar. Aunque, generalmente, el termino populismo, o mejor, los populismos, se asocian a la extrema derecha, los populismos, con sus variadas características, no se limitan a formaciones en la extrema derecha. Son partidos o movimientos, que rechazan los partidos tradicionales, incensan al pueblo, rechazan a las élites, demonizan a sus enemigos, muchos fustigan a Europa y exaltan la nación- estado, rechazan o son muy renuentes con los inmigrantes, denuncian la amenaza "islamista", avanzan propuestas simplistas, jugando a la demagogia, con líderes carismáticos con estilos políticos directos y modos de comunicación muy llamativos. No prosperan solamente en los países en recesión, sujetos a la austeridad, marcados por una alta tasa de desempleo, la generalización de la precariedad y la ampliación de las desigualdades. Así, están fuertemente implantados en Alemania, Austria, Suecia, Holanda, Finlandia…No existen solamente en los países de la Unión Europea, pues tienen fuerte presencia en países prósperos como Suiza, Noruega y en otros lugares ricos del mundo, como EE. UU. Los populismos no pueden interpretarse únicamente como una amenaza para la democracia liberal y representativa, o, por el contrario, tampoco únicamente como portadores de la esperanza de una profunda renovación de la democracia.
Hay populistas de derechas y de izquierdas que ni siquiera reniegan del término populistas y tienen a galo ser etiquetados de tales. Traigo aquí, a título de ejemplo, cómo definió el populismo, el reconocido economista de izquierdas Thomas Piketty en un artículo que tituló “Viva el populismo”: "El populismo no es otra cosa que una respuesta confusa pero legítima al sentimiento de abandono de las clases trabajadoras de los países desarrollados ante las crecientes desigualdades. Es necesario apoyarse en los elementos populistas más internacionalistas, y por lo tanto en la izquierda radical, encarnados aquí y allá por Podemos, Syriza, Sanders o Mélenchon, independientemente de sus límites, para construir respuestas precisas a estos desafíos, pues, de lo contrario el repliegue nacionalista y xenófobo acabara por llevarse todo por delante” (“Le Monde” 14/06/2017). Mas cerca de nosotros recuerdo también que Abascal, refiriéndose a Casado y el PP, afirmó: "sois el pasado y la rabieta, nosotros el futuro y la esperanza" (En un tuit el 30/04/19)
2. “Pueblocracia”: el pueblo contra las élites. Comentado un libro italiano.
De hecho, estamos viviendo el considerable fenómeno
de la anti - política que inunda la sociedad europea, fenómeno que comporta dos
grandes dimensiones, una de rechazo de toda política, la otra de aspiración a
otra democracia. Los populismos se encuentran en la encrucijada de estas dos
tendencias, y determinan la evolución del orden democrático con su irresistible
dinamismo conquistador. La actual democracia representativa está cambiando
debido a la aceleración de la globalización, los efectos de la integración
europea, la reducción del margen de maniobra de los gobiernos frente al
capitalismo financiero, el auge del poder tecnocrático y el desarrollo de las actuales
redes sociales. Todos estos elementos contribuyen, entre otros, al surgimiento
de los populismos a menudo asociados con los nacionalismos de Estado y la
xenofobia, y tal vez abran una nueva era, que dos autores italianos, Ilvo Diamanti,
Marc Lazar
proponen denominar "pueblocracia ". Publicaron en 2018, en Italia, el
libro “Popolocrazia:
La metamorfosi delle nostre democrazie”, con un éxito desbordante, tanto que ya
se editó, en Francia en 2019 con similar título “Peuplecracie…” que yo
traduzco, obviamente, por “Pueblocracia”. Dudo mucho que el libro se edite en
España pues, en gran parte, estudia la diferente evolución de las democracias
en Francia e Italia, aunque bajo el paraguas de lo que denominan
“Pueblocracia”, entienden que cabe trasladar a gran parte de Europa. Parafraseo
en este texto algunas de sus ideas centrales.
Los populistas se refieren al
pueblo soberano al que idolatran y santifican. Además, “el pueblo unido jamás
será vencido”. Al mismo tiempo, atacan a los representantes políticos y las
formas institucionales que, mediante los partidos políticos y los parlamentos
libremente elegidos, representan, precisamente, la soberanía popular. Pero “el
pueblo es valorado sistemáticamente como una entidad homogénea, portadora de la
verdad y se le considera como fundamentalmente bueno, especialmente en
oposición a las elites, también supuestamente homogéneas, siempre denigradas,
descalificadas, detestadas, odiadas. Este antagonismo, el pueblo virtuoso
contra sus representantes corruptos, tiene un efecto explosivo (….) amplificado
por la caja de resonancia de los medios de comunicación, principalmente la
televisión, Internet y las redes sociales. Esto da un nuevo vigor y una nueva
dimensión a la vieja idea de democracia directa. Más aún cuando los partidos
políticos, que funcionaron como mediadores entre la sociedad y el gobierno, son
extremadamente débiles y muy a menudo rechazados, mientras que las culturas
políticas que han forjado se encuentran en un estado avanzado de delicuescencia”.
Las nuevas tecnologías están
triunfando porque permiten a sus usuarios intervenir permanentemente en la vida
pública, de forma anónima erigirse en expertos intocables en todos los temas,
incluidos los más complejos, criticar a los políticos, burlarse de ellos. O
denigrarlos. Como resultado, desempeñan un papel decisivo en la reactivación
del mito de la "democracia verdadera" modelada por "el pueblo
verdadero”. Y eso, a una velocidad vertiginosa que la política tradicional
tiene enormes dificultades para integrar, para subsistir, incluso para
adaptarse a los nuevos tiempos de la cultura de la imagen, del anonimato, de
los tuits, de los emoticones, de la entronización del fútbol y del fin de
semana, de los viajes low cost, etc., etc. Es el reto político de la democracia
del presente.
En fin, espero de la inteligencia y
honestidad del lector que no me haga decir lo que no he dicho, ni defiendo: que
la solución está en el gobierno de las élites, que ya han probado que, sin
control, se corrompen. La gobernanza es cosa mucho más complicada. El papel y
las teclas del ordenador lo aguantan todo. La realidad no. Y, si el 26 de mayo
ganan los populismos en Europa temo por el futuro de Europa y, con él, el de
toda España.
3.
Ceguera y suicidio de Europa
Estamos acostumbrados a ver un mapamundi en el que el centro
se sitúa en el Océano Atlántico con Europa, justo a su derecha, y los EE. UU a
la izquierda. Lo acabo de comprobar en las imágenes de Google Maps, tras
teclear “mapamundi”. Totalmente a la derecha del mapa aparece China, Vietnam,
Corea, Japón etc., y el extremo oriental de Rusia. Por eso, en nuestro lenguaje
habitual hablamos de Oriente Medio para referirnos a Turquía, Egipto, Irán, Irak, Israel, Jordania,
Siria, etc., y de Extremo Oriente al este de Asia. Este mapamundi
es un enorme engaño. En la actualidad, el centro del mundo se sitúa en el
Océano Pacifico con EE. UU en el
este, China en el oeste, quedando Europa en los bordes del mapa y España, ahora
sí, el Finis Terrae del mundo. Y Euskadi está, en su mayor parte, en España y
España en Europa.
Hemos perdido el norte y vamos al suicidio colectivo, pues
no queremos ver “el mundo que nos viene” (título de un buen libro de Josep
Piqué, de 2018, mirando al futuro), al estar guiados por lo emocional e
irracional y hemos aparcado la deliberación racional, con datos y reflexiones.
Las elecciones de europeas del final de mayo (el día 26 en España) serán una
prueba: o nos conducen a un alivio (otro alivio como el de la noche del 28 de
abril) o damos un paso más en la desaparición de Europa como entidad social,
económica y política para convertirnos en un geriátrico que alberga, eso sí,
uno de los mejores museos culturales del planeta. En realidad, toda Europa,
será un gran museo, comenzando por los autóctonos europeos quienes seremos
atendidos por los que crucen el “charco” buscando trabajo, pues hablan nuestro
idioma y por los “barbaros” del sur del Rio Grande que nos separa de África, el
mar Mediterráneo, cuya población se multiplicará por tres. Pero será un primer
momento. Pues con su dinamismo, juventud y ganas de prosperar, pronto
adquirirán las riendas de la nueva Europa y los autóctonos pasarán a
convertirse en la reserva india de la vieja Europa.
Pues
bien, en la opulenta Europa de nuestros días, los partidos populistas, aunque muy
diferentes entre sí, cosechan éxitos electorales como la “Agrupación Nacional”
(antes Frente nacional) de Le Pen y la “Francia Insumisa”, el Partido de la
Libertad en Austria, Syriza en Grecia, Podemos y VOX en España, EHBildu en
Euskadi”, Alternativa para Alemania (AfD), el Partido de la Independencia del
Reino Unido (UKIP), el Partido de la Libertad en los Países Bajos, los
Demócratas de Suecia, la Unión Cívica Fidesz-Húngara, “Ley y Justicia” en
Polonia, los “Verdaderos Finlandeses en Finlandia etc., etc. Algunos, incluso llegan
al poder: en Italia, Hungría, Polonia, República Checa, Eslovaquia, Bélgica,
Austria etc.
La
política europea se está llenando de líderes populistas: Beppe Grillo, Marine
Le Pen, Jean-Luc Melenchón, Heinz-Christian Strache, Alexis Tsipras, Pablo
Iglesias, Santiago Abascal, Arnaldo Otegi, Frauke Petry, Nigel Farage, Geert
Wilders y Jimmie Akesson, Viktor Orbán, Jarosław Kaczyński2, Matteo Salvini y
Viktor Orbán…. Y los escasos líderes pro-europeos perdiendo fuelle. Macrón que
sueña con una soberanía europea está bajo mínimos, y no solamente por los
chalecos amarillos, mientras que Merkel ha perdido la cancillería al ser el
único líder (lideresa, sí) que salvó el honor de una Europa, sin vergüenza,
incapaz de acoger a un puñado de inmigrantes en sus países.
Si
incluyo entre los partidos populistas a Podemos y EH Bildu, incluso al Podemos y
al EH Bildu de ahora, es porque no se cansan de incensar al pueblo y denigrar a
las élites. Pero, ¿dónde están las élites? ¿En qué, en quienes pensamos cuando
nos referimos a las élites? Las “élites” y el “pueblo” no conforman dos
categorías sociológicamente homogéneas, ni necesariamente contrapuestas. Este
planteamiento es brocha gorda, es un planteamiento demagógico que no aclara
nada y obscurece todo. Además, impide pensar con rigor. La realidad es más
compleja.
4. Recordando con Rob
Riemen y Albert Camus, el valor de los valores
Recuerdo aquí el pronóstico
del eterno retorno del fascismo que con tanta clarividencia nos mostrara Rob
Riemen (“Para combatir esta era.
Consideraciones urgentes sobre fascismo y humanismo”, en su edición
castellana. Taurus 2018) en un alegato no escuchado, quiero creer que por
ignorancia, vagancia intelectual, cortoplacismo y comodidad para seguir hablando
de lo intrascendente y de lo políticamente correcto.
Riemen sostiene que, en una
sociedad donde domina el hombre-masa (se sirve del texto de Ortega 'La rebelión
de las masas'), la cultura dominante no puede ser otra que la cultura que
denomina del 'kitsch'. Se caracteriza porque los valores nobles, los valores espirituales,
son abandonados en detrimento de la satisfacción inmediata de las apetencias
materiales. La cultura del 'kitsch' se inscribe en el valor supremo del yo, de
la satisfacción inmediata, de la pulsión del instante. Por su parte, la
política se convierte en una suerte de 'kermesse' (¿quién ha ganado el debate
de ayer?) en donde de lo que se trata es de atraer votos. El 'kitsch',
concluirá Riemen «es comparable a los cosméticos. El maquillaje busca seducir,
pero también disimular. El 'kitsch' sirve para esconder un inmenso vacío
espiritual». El hombre-masa, pese a su engreimiento, es consciente de su vacío
interior y vive en el culto al resentimiento. ¿Es que es posible no verlo si se
consultan los comentarios anónimos del mundo digital?
Así nace
el fascismo. El error (el ¡uf! de alivio de muchos la noche del 28 de abril)
estaría en comparar el actual fascismo con el fascismo final del mundo nazi,
mussoliniano, estalinista, maoísta o franquista, cuando habríamos de compararlo
con el de sus inicios. El fascismo de Vox está en sus inicios y ya ha
arrastrado a parte del PP y de Ciudadanos. Y, lo que es más grave, tiene detrás
a más de dos millones de ciudadanos. Hoy, como siempre, escribirá Riemen, «el
fascismo es la consecuencia de la actitud de los partidos políticos que han
renunciado a sus ideales, de intelectuales que cultivan el nihilismo
acomodaticio (no hay jerarquía de valores), de universidades que no merecen tal
nombre, de la codicia del mundo de los negocios, de los medios de comunicación
que se emplean al embrutecimiento del público en lugar de buscar el desarrollo
de su espíritu crítico».
Conviene
recordar la pregunta de Albert Camus al finalizar la segunda guerra mundial, en
una reunión con Sartre,
Koestler y Malraux, en casa de este último “¿No creen que todos somos
responsables de esta falta de valores? ¿Y si confesásemos públicamente que nos
hemos equivocado, que existen valores morales, y que en lo sucesivo haremos lo
necesario para fundarlos e ilustrarlos?”. Creo que su pregunta sigue siendo
válida en nuestros días. La cuestión de los valores que prioricemos es crucial.
Es lo
que, ante la trascendental elección europea del 26 de mayo, nos recuerda “Barandiaran
Kristau Alkartea”, federación vasca de la organización internacional Pax
Romana- Movimiento Internacional de Intelectuales Católicos, en base al texto
de la Plataforma Pastoral Europea "Al
servicio de Europa", luego en base a un texto europeo. Manifiestan los
intelectuales católicos su preocupación por la aparición y el fortalecimiento
en Europa de las corrientes xenófobas, así como por el debilitamiento de las
solidaridades, particularmente con la "crisis
migratoria".
Defienden una Europa de la
fraternidad y esperan que la elección de nuestros representantes en el Parlamento
Europeo reactive el proyecto europeo, colocando a la persona en su centro y no
tratándola solamente como consumidora o beneficiaria de sus políticas. Por lo
que llaman “a la ciudadanía a que vote con lucidez y coraje a favor de un
proyecto europeo que se construya en base a los siguientes valores”, que resumo
así:
Una Europa de la paz, una Europa
de la libertad, una Europa que une a las personas en la diversidad, una Europa
acogedora, inclusiva y social, una Europa moderna, proactiva, emprendedora e
innovadora, una Europa decididamente ecológica, una Europa orientada hacia el
futuro. Concluyen su manifiesto con estas palabras: “Esta es la Europa que
queremos y necesitamos, y nos corresponde a nosotros, apoyarla y hacerla
posible mediante nuestro voto”. Pueden contar con el mío. Y, ¿el suyo?
Donostia San Sebastián 21 de mayo de 2019
Javier Elzo
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