¿Cómo jubilar a un Dios, si se admite que
nos ha creado?
En realidad, cómo
escribir la historia cuando, tras la Ilustración, la razón deviene, o se propone
devenir, autónoma, pero sin renunciar al Dios creador. Es lo nos ofrece Didier
Le Fur en su libro "Et ils mirent Dieu à la retraite. Une brève
histoire de l'histoire". Passés/Composés, París 2019, 233 p.
Un libro, muy franco-francés en su contenido, pero europeo en la intención y planteamientos del autor. Un regalo para el intelecto. Lo he leído coincidiendo con una intervención, felizmente superada, de una hernia enrevesada, y aprovechando las largas noches de hospital, sin nada ni nadie que me distrajera.
Un libro, muy franco-francés en su contenido, pero europeo en la intención y planteamientos del autor. Un regalo para el intelecto. Lo he leído coincidiendo con una intervención, felizmente superada, de una hernia enrevesada, y aprovechando las largas noches de hospital, sin nada ni nadie que me distrajera.
El libro describe, con detalle, los esfuerzos de los historiadores, cuando en el Renacimiento decidieron autonomizarse de Dios a la hora de hacer historia, las diferentes formas y maneras de hacer historia y/o filosofía de la historia. Muchos, hasta bien entrado el siglo XIX, a lo sumo aceptaban al Dios creador, pero que después dejó al hombre (hoy diríamos hombre y mujer) decidir a su guisa. El título del libro, que puede traducirse "Y jubilaron a Dios" expresa bien el pensamiento dominante desde comienzos del siglo XVII. Se aceptaba al Dios creador, incluso Voltaire, pero no al Dios providencia con la excepción de algunos cristianos como Bossuet.
La concepción de la historia de Descartes, Spinoza, Vico, Bossuet, Bayle,
el ya mentado Voltaire (ya he encargado su increíble "Filosofía de la
historia", cuyo antisemitismo hace bueno al propio Wagner, ver pp. 90 y
ss.), F. Bacon, Condorcet, Guizot, Malebranche, Michelet, Lessing, Hobbes,
Herder, Febvre etc., etc., es analizada en este más que remarcable libro.
Pero no esperen encontrar en él una discusión sobre la utilidad o futilidad
de Dios a la hora entender, no solamente la historia, sino también la acción humana.
No es, en absoluto la pretensión del autor. Se limita como buen historiador de
nuestros días, a dar cuenta, cómo, en los siglos posteriores al Renacimiento,
se las ingeniaron en su labor de hacer historia, en un mundo en el que ya habían
jubilado a Dios, en una sociedad, en la que cual adolescente que busca ser adulto
emancipado de su padre, de cuya existencia, como origen de su vida, toma nota,
sin más. Como con Dios que ya no interfiere en el devenir de los hombres (y
mujeres añado, en nuestro tiempo). Es fascinante constatar todas las argucias –
término de Le Fur- para hacer historia en pro del progreso de la humanidad, y “tranquilizar
colectivamente sobre el por qué de la existencia humana y contribuir a
tranquilizar el miedo de la muerte, en una vida sin Dios”, párrafo con el que
Le Fur concluye su libro.
Quiero añadir un par de cosas más, al margen de lo esencial del libro.
Para quienes piensen que cualquier tiempo pasado fue mejor, traigo está citación del historiador Jean-Baptiste Bouchez quien, en 1833, luego en plena restauración tras la Revolución y el Imperio Bonaparte, escribió que "en este siglo, tan satisfecho de sí mismo, lleno de grandes promesas de futuro, el hambre conformaba la única ley soberana de conducta de ley moral, racional e industrial para la inmensa mayoría de los seres humanos" (p. 172). Y poco más adelante escribirá que "en este mundo de hombres, las mujeres no contaban para casi nada. Estaban las mujeres con dote y sin dote". Estas últimas "debían trabajar como los hombres" (...) " con un salario que era la mitad, si no un tercio, del de los hombres".
Quiero citar a Renan de quien solamente conocía su celebrada crítica de los
orígenes del cristianismo como la presentaba el pensamiento católico. Pero Le
Fur se entretiene mucho más en otro libro de Renan, para mi desconocido, “Dialogue
Philosophique” publicado después del final de la guerra franco prusiana de 1870,
en el que propugna un gobierno de tiranos con la inestimable ayuda de los
intelectuales. Un gobierno de terror absoluto que hace pensar, inevitablemente,
en el terror nazi o en el estaliniano. (Véanse las paginas 192-194). Cientista
convencido, en una de sus cartas a Gobineau (el autor de “La desigualdad de las
razas humanas”, muy utilizado por los nazis) escribe que “la raza blanca debía conseguir
eliminar a los Semitas, pueblo declarado inútil”, escribe Le Fur.
Libro altamente recomendable. Me ha impactado la actualidad de Condorcet y
de Lessing. La distancia en el tiempo, permite leerlo sin "a priori",
lo que resulta muy instructivo para nuestro tiempo. Con esta filosofía de la
historia me he quedado al cerrar la última página de un libro a leer con un
lápiz para subrayados y anotaciones.
1 de octubre de 2019
Javier Elzo
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