lunes, 29 de abril de 2013

La crisis y la emancipación familiar


La crisis y la emancipación familiar


Un texto reducido de la primera parte de este texto se publicó en “El Diario Vasco” el sábado 27 de abril, bajo el título de “Sàra, una chica danesa” solamente accesible previo pago a Vocento

 
Estamos trabajando en la sede de la FAD (Fundación de la Ayuda contra la Drogadicción), en Madrid, el equipo de redactores en el nuevo trabajo sobre “Jóvenes y Valores” que verá la luz dentro de un año, aproximadamente. Personalmente, entre mis lecturas previas para esta reunión acabada de consultar con cierto detalle un Informe francés publicado por “Alternatives Economiques” en febrero de 2013 titulado “El Estado de la juventud en Francia” pero donde también hay capítulos sobre cómo negocian jóvenes de diferentes países europeos su inserción laboral. En la página 126 del Informe leo el itinerario vital de Sàra Zachariasardottir, adolescente danesa de 22 años desde que cumplió 13 hasta la actualidad.

Hija de un policia y de una enfermera, con 13 años ya comenzó a trabajar (edad minima laboral en Dinamarca), mientras cursaba los estudios secundarios. A los 17 años, hace un alto en sus estudios y se va a vivir a una familia de acogida en Francia (para dominar el idioma) y vuelve a Dinamarca para terminar su Bachillerato con 19 años. Entonces se va al sur de Italia “a conocer mundo” (y aprender algo de italiano). Trabaja  durante cuatro meses en la hostelería y después vuelve a su país natal donde pasa nueve meses, en pequeños trabajos, para pagarse sus estudios superiores. Dice que “le parece normal ganarse sus propios dineros y que en Dinamarca muy pocos padres financian los estudios superiores de sus hijos”. En la actualidad cursa estudios de medicina en la universidad pero no sabe aun en qué especialidad. Dice que “tiene mucho tiempo por delante”.

Hay que añadir que en Dinamarca los estudiantes tiene derecho a una beca del estado de 570 Euros que ya cubre los gastos de alojamiento en una residencia de estudiantes (250 € al mes) pero Sàra, según las semanas, trabaja entre ocho y veinte horas para cubrir sus necesidades.

Este tema de la tardía emancipación familiar es España lo llevo trabajando hace muchos años. De hecho el Estado de Bienestar español gasta menos que otros países en juventud y familia, ya que considera que las familias deben ocuparse de sus miembros y que la responsabilidad de los jóvenes es ante todo de sus padres. Los jóvenes españoles no se implican en defender las ayudas públicas pero podemos pensar que esto se debe a que tienen, por ejemplo, menos beneficios que “sacar” del Estado de Bienestar. No dependen fuertemente de dicho Estado y no cuentan con él para que les resuelva gran parte de sus problemas, sobre todo los económicos. No cobran subsidios constantemente y, por tanto, podríamos decir que “ahorran” dinero al Estado.

Esto es posible gracias a la familia, que apoya a sus hijos lo más que puede. La consecuencia está en que tienen una gran dependencia de los familiares cercanos y menos libertad individual. Por otro lado, experimentan menos precariedad y exclusión social que los jóvenes de otros países. España es un país en el que hasta finales de los años 70 había un Estado paternalista pero no un Estado de Bienestar como ocurría en otros países europeos. En éstos, con el paso de los años, el Estado ha sido cada vez menos generoso por falta de dinero. Las ayudas dependen cada vez más de lo que se llama una solidaridad vertical (de los que más tienen a los que menos tienen) y no horizontal (para todos los ciudadanos las mismas ayudas independientemente de su situación económica y familiar). Esto hace que los jóvenes españoles, al fin y al cabo, nunca hayan recibido una gran ayuda de los gobiernos, como tampoco sus padres, y por tanto, no esperan tanto del Estado.

A menudo suele trasladar unas reflexiones pronunciadas el año 2007 (luego antes de la crisis) en el Congreso de la FAD sobre Familia y Ciudadanía en Madrid, donde compartí una Mesa Redonda con una colega española, Sandra Gaviria, que trabaja (o trabajaba entonces) en la universidad francesa de Le Havre. Comparando los hábitos de los jóvenes españoles y franceses afirmaba refiriéndose a los españoles que “los jóvenes españoles se quedan durante años viviendo con sus padres incluso cuando tienen un empleo estable. A menudo se ha atribuido este fenómeno a causas materiales como el paro, el precio de la vivienda, la ausencia de políticas sociales, la localización de las universidades, etc. Hoy en día constatamos que la tasa de empleo ha aumentado (recuérdese que la autora habla el año 2007, luego todavía en periodo de bonanza) y que, sin embargo, siguen permaneciendo en casa de los padres. Se van generalmente en el momento del matrimonio. Esto no es, a nuestros ojos, únicamente el resultado de factores materiales sino también la consecuencia de un modelo de construcción de uno mismo, específico a España y, en cualquier caso, distinto del existente en países como Francia o como los países nórdicos. En este modelo latino, aprobado generalmente por los padres y por los hijos, se defiende que uno permanezca tiempo con los suyos para así devenir uno mismo, conservando una parte importante de la identidad familiar”.

Continuaba Sandra Gaviria afirmado que “se considera que un joven que se queda durante tiempo en la casa familiar podrá, cuando sea adulto, tener una identidad de “hijo de” importante. Los jóvenes no muestran que tienen ganas de irse de casa. La familia española es cada vez más democrática y resulta agradable el vivir juntos como ya indicada la profesores Inés Alberdi, el año 1999. No consideran la casa como un hotel y dan afecto y cariño a los suyos.

Sus progenitores aceptan esta situación e incluso la viven con orgullo. Si un hijo se marcha pronto, lo viven como una decepción o como si hubiesen hecho algo mal. Los que trabajan y conviven con sus padres no se consideran ni son considerados como adolescentes tardíos o como adultos inmaduros. El trabajo es una condición necesaria pero no suficiente para irse, ya que desean marcharse en buenas condiciones económicas, tener ahorros e, incluso, en algunos casos, haber empezado ya a pagar una hipoteca para comprar un piso. No existe la idea de que un individuo que se asume económicamente es más autónomo de su familia y que tiene menos obligaciones hacia ella. Las obligaciones familiares no tienen nada que ver con los ingresos de sus miembros o con su autonomía económica. Por lo tanto, las obligaciones de un joven hacia los suyos, que trabaje o no, que se vaya o que se quede, no cambian.

Durante los años de la convivencia con los padres conservan con ellos un mundo común importante. A menudo los amigos conocen a los padres de sus amigos, e incluso celebran juntos algún cumpleaños o alguna cena. Ser adulto o ir hacia el mundo de los adultos no significa separar los diferentes mundos a los que pertenecen los individuos. Al contrario, una persona que se construye correctamente como adulta es aquella que va a poder seguir conciliando las distintas esferas de la vida a las que pertenece. Esto permite a los jóvenes tener una fuerte unidad de su identidad. Por ejemplo, si están al mismo tiempo delante de sus amigos y de sus padres, deben conciliar su identidad de “amigo de” con la de “hijo de”. Todo este proceso lo realizan acompañados por sus padres y con una seguridad afectiva”[1].

Traigo aquí esta larga cita de Sandra Gaviria porque se trata de una española que por serlo conoce la realidad familiar española y al residir en Francia, la francesa y, al ocuparse en la universidad de los temas familiares también conoce la realidad familiar europea. Estando plenamente de acuerdo con ese diagnóstico, en el momento actual cabe añadir el correctivo estructural del número creciente de núcleos familiares con procesos de separación o divorcio, de tal suerte que se convierten en núcleos familiares monoparentales lo que podría conllevar, muchas veces, una aceleración en la emancipación de los hijos. Sin embargo la crisis financiera (y de valores) que padecemos hacen que la familia todavía siga siendo el gran refugio de las situaciones complicadas en la vida.

Es lo que sucede en este año 2013. El diario “Le Monde” (26/04/3013) además de afirmar en su titular que “en España sin la economía subterránea (que estima entre el 20-25 % del producto interior bruto) ya hubiera habido una revolución”, habida cuenta la proporción de paro existente, añade, de entrada, la importancia de lo que denomina la “solidaridad familiar que impide que muchas personas se encuentren literalmente en la calle”. Aunque habría que introducir más factores para explicar la situación actual qué duda cabe que el modelo familiar español es un gigantesco colchón para aliviar el escandaloso paro existente. Pero también sirve para explicar la sobre-dependencia familiar de los jóvenes y menos jóvenes, fenómeno anterior a la actual crisis, insisto en ello.



[1] Puede consultarse el texto completo en el Aula Virtual de la WEB de la FAD, en el Congreso “Familia y Ciudadanía de Madrid” de 20-22 de noviembre de 2007-

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