La crisis y la
emancipación familiar
Un texto
reducido de la primera parte de este texto se publicó en “El Diario Vasco” el
sábado 27 de abril, bajo el título de “Sàra, una chica danesa” solamente
accesible previo pago a Vocento
Hija de un policia y de una enfermera, con 13 años
ya comenzó a trabajar (edad minima laboral en Dinamarca), mientras cursaba los
estudios secundarios. A los 17 años, hace un alto en sus estudios y se va a
vivir a una familia de acogida en Francia (para dominar el idioma) y vuelve a
Dinamarca para terminar su Bachillerato con 19 años. Entonces se va al sur de
Italia “a conocer mundo” (y aprender algo de italiano). Trabaja durante cuatro meses en la hostelería y
después vuelve a su país natal donde pasa nueve meses, en pequeños trabajos, para pagarse sus estudios
superiores. Dice que “le parece normal ganarse sus propios dineros y que en
Dinamarca muy pocos padres financian los estudios superiores de sus hijos”. En
la actualidad cursa estudios de medicina en la universidad pero no sabe aun en
qué especialidad. Dice que “tiene mucho tiempo por delante”.
Hay que añadir que en Dinamarca los estudiantes
tiene derecho a una beca del estado de 570 Euros que ya cubre los gastos de
alojamiento en una residencia de estudiantes (250 € al mes) pero Sàra, según
las semanas, trabaja entre ocho y veinte horas para cubrir sus necesidades.
Este tema de
la tardía emancipación familiar es España lo llevo trabajando hace muchos años.
De hecho el Estado de Bienestar español gasta menos
que otros países en juventud y familia, ya que considera que las familias deben
ocuparse de sus miembros y que la responsabilidad de los jóvenes es ante todo
de sus padres. Los jóvenes españoles no se implican en defender las ayudas
públicas pero podemos pensar que esto se debe a que tienen, por ejemplo, menos
beneficios que “sacar” del Estado de Bienestar. No dependen fuertemente de
dicho Estado y no cuentan con él para que les resuelva gran parte de sus
problemas, sobre todo los económicos. No cobran subsidios constantemente y, por
tanto, podríamos decir que “ahorran” dinero al Estado.
Esto es posible gracias a la familia, que
apoya a sus hijos lo más que puede. La consecuencia está en que tienen una gran
dependencia de los familiares cercanos y menos libertad individual. Por otro
lado, experimentan menos precariedad y exclusión social que los jóvenes de
otros países. España es un país en el que hasta finales de los años 70 había un
Estado paternalista pero no un Estado de Bienestar como ocurría en otros países
europeos. En éstos, con el paso de los años, el Estado ha sido cada vez menos
generoso por falta de dinero. Las ayudas dependen cada vez más de lo que se
llama una solidaridad vertical (de los que más tienen a los que menos tienen) y
no horizontal (para todos los ciudadanos las mismas ayudas independientemente
de su situación económica y familiar). Esto hace que los jóvenes españoles, al
fin y al cabo, nunca hayan recibido una gran ayuda de los gobiernos, como
tampoco sus padres, y por tanto, no esperan tanto del Estado.
A menudo
suele trasladar unas reflexiones pronunciadas el año 2007 (luego antes de la
crisis) en el Congreso de la FAD
sobre Familia y Ciudadanía en Madrid, donde compartí una Mesa Redonda con una
colega española, Sandra Gaviria, que trabaja (o trabajaba entonces) en la
universidad francesa de Le Havre. Comparando los hábitos de los jóvenes
españoles y franceses afirmaba refiriéndose a los españoles que “los jóvenes españoles se quedan durante años viviendo con
sus padres incluso cuando tienen un empleo estable. A menudo se ha atribuido
este fenómeno a causas materiales como el paro, el precio de la vivienda, la
ausencia de políticas sociales, la localización de las universidades, etc. Hoy
en día constatamos que la tasa de empleo ha aumentado (recuérdese que la autora
habla el año 2007, luego todavía en periodo de bonanza) y que, sin embargo,
siguen permaneciendo en casa de los padres. Se van generalmente en el momento
del matrimonio. Esto no es, a nuestros ojos, únicamente el resultado de factores
materiales sino también la consecuencia de un modelo de construcción de uno
mismo, específico a España y, en cualquier caso, distinto del existente en
países como Francia o como los países nórdicos. En este modelo latino, aprobado
generalmente por los padres y por los hijos, se defiende que uno permanezca
tiempo con los suyos para así devenir uno mismo, conservando una parte
importante de la identidad familiar”.
Continuaba
Sandra Gaviria afirmado que “se considera que un joven que se queda durante tiempo
en la casa familiar podrá, cuando sea adulto, tener una identidad de “hijo de”
importante. Los jóvenes no muestran que tienen ganas de irse de casa. La
familia española es cada vez más democrática y resulta agradable el vivir
juntos como ya indicada la profesores Inés Alberdi, el año 1999. No consideran
la casa como un hotel y dan afecto y cariño a los suyos.
Sus
progenitores aceptan esta situación e incluso la viven con orgullo. Si un hijo
se marcha pronto, lo viven como una decepción o como si hubiesen hecho algo
mal. Los que trabajan y conviven con sus padres no se consideran ni son
considerados como adolescentes tardíos o como adultos inmaduros. El trabajo es
una condición necesaria pero no suficiente para irse, ya que desean marcharse
en buenas condiciones económicas, tener ahorros e, incluso, en algunos casos,
haber empezado ya a pagar una hipoteca para comprar un piso. No existe la idea
de que un individuo que se asume económicamente es más autónomo de su familia y
que tiene menos obligaciones hacia ella. Las obligaciones familiares no tienen
nada que ver con los ingresos de sus miembros o con su autonomía económica. Por
lo tanto, las obligaciones de un joven hacia los suyos, que trabaje o no, que
se vaya o que se quede, no cambian.
Durante los
años de la convivencia con los padres conservan con ellos un mundo común
importante. A menudo los amigos conocen a los padres de sus amigos, e incluso
celebran juntos algún cumpleaños o alguna cena. Ser adulto o ir hacia el mundo
de los adultos no significa separar los diferentes mundos a los que pertenecen
los individuos. Al contrario, una persona que se construye correctamente como
adulta es aquella que va a poder seguir conciliando las distintas esferas de la
vida a las que pertenece. Esto permite a los jóvenes tener una fuerte unidad de
su identidad. Por ejemplo, si están al mismo tiempo delante de sus amigos y de
sus padres, deben conciliar su identidad de “amigo de” con la de “hijo de”.
Todo este proceso lo realizan acompañados por sus padres y con una seguridad
afectiva”[1].
Traigo aquí
esta larga cita de Sandra Gaviria porque se trata de una española que por serlo
conoce la realidad familiar española y al residir en Francia, la francesa y, al
ocuparse en la universidad de los temas familiares también conoce la realidad
familiar europea. Estando plenamente de acuerdo con ese diagnóstico, en el
momento actual cabe añadir el correctivo estructural del número creciente de
núcleos familiares con procesos de separación o divorcio, de tal suerte que se
convierten en núcleos familiares monoparentales lo que podría conllevar, muchas
veces, una aceleración en la emancipación de los hijos. Sin embargo la crisis
financiera (y de valores) que padecemos hacen que la familia todavía siga
siendo el gran refugio de las situaciones complicadas en la vida.
Es lo que
sucede en este año 2013. El diario “Le Monde” (26/04/3013) además de
afirmar en su titular que “en España sin la economía subterránea (que estima
entre el 20-25 % del producto interior bruto) ya hubiera habido una
revolución”, habida cuenta la proporción de paro existente, añade, de entrada,
la importancia de lo que denomina la “solidaridad familiar que impide que
muchas personas se encuentren literalmente en la calle”. Aunque habría que
introducir más factores para explicar la situación actual qué duda cabe que el
modelo familiar español es un gigantesco colchón para aliviar el escandaloso
paro existente. Pero también sirve para explicar la sobre-dependencia familiar
de los jóvenes y menos jóvenes, fenómeno anterior a la actual crisis, insisto
en ello.
[1] Puede consultarse el texto completo en el Aula Virtual de la WEB de la FAD , en el Congreso “Familia y
Ciudadanía de Madrid” de 20-22 de noviembre de 2007-
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