jueves, 25 de enero de 2018

Sister Helen: "Los criminales tienen derecho a la dignidad"

Traigo aquí, con mi asentimiento total, este texto recogido hoy en Noticias de Gipuzkoa, firmado por la agencia ETE.

Me pregunto cuantos estarán de acuerdo y cuantos en desacuerdo con la postura de esta mujer 10. Vaya aquí mi admiración a su labor
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Sister Helen: "Los criminales tienen derecho a la dignidad"


La religiosa es autora de Pena de muerte, convertida ahora en ópera
Noticias de Gipuzkoa Jueves, 25 de enero de 2018
Sister Helen, autora del libro Pena de muerte, en el que narra su experiencia con un condenado en el corredor de la muerte en Estados Unidos, defiende que "cualquier criminal es un ser humano y tiene derecho a la dignidad".
Helen Prejean visitó España con motivo del estreno en el Teatro Real de la ópera Dead man walking (inspirada en su libro, con el título original en inglés) y, en un encuentro con la prensa acompañada de la soprano Joyce DiDonato, abordó la vigencia de su relato en contra de la pena de muerte. "La pena de muerte se acabará pronto en Estados Unidos, no sé cuándo, pero ya es algo que se está empezando a mover y gracias al aspecto humano, se conseguirá. En este aspecto tenemos mucho que aprender de Europa, donde ya se ha superado esto y siguen adelante", afirmó la monja católica.
Para Prejean conocida como Sister Helen, la lucha actual se centra en "dejar de ser coautores" de estas muertes junto al Estado. "La gente está empezando a despertar: en situaciones de vida o muerte no hay que dejar las decisiones en manos del Gobierno. Poco a poco nos alejamos de esto", aseveró.
En este sentido, recordó su experiencia en el corredor de la muerte, donde ha tratado con criminales de los que ha podido conocer "su lado humano". "Yo nunca tuve la sensación de que los criminales pudieran ser buenos, incluso les tenía miedo. Pero como dice el papa Francisco, cuando empiezas a conocerlos es cuando sabes que son personas y, si les miras a los ojos, son muy hermanos", dijo. Prejean reconoció ser consciente de los sentimientos de los familiares de las víctimas cuando conocen al autor del asesinato de sus seres queridos. "Se siente rabia, furia y deseos de venganza, pero los criminales también tienen sus familiares. Esos sentimientos forman parte de la reacción humana, hay un instinto de venganza tremendo y transformarlo en compasión no es fácil, pero se consigue", destacó.
Cabe señalar que la producción llega a España en un momento en el que se ha avivado el debate sobre la conveniencia o no de mantener las penas de prisión permanente revisable aunque, preguntada por ello, Sister Helen no se pronunció específicamente al respecto.
Sister Helen recordó cómo la adaptación de su libro a la gran pantalla cambió la recepción de su obra. "Todo ocurrió muy rápido: el libro se publicó en 1993 y en 1995 ya estaba la película de Tim Robbins protagonizada por Sean Penn y Susan Sarandon, que se llevó un Óscar por su trabajo", defendió.

El libro estuvo numerosas semanas en la lista de más vendidos y, según su autora, cambió "totalmente" la percepción sobre la pena de muerte, que en 1993 contaba con el respaldo del 80% de la población en EEUU. "Es una obra sobre una historia real, no es ficción, es mi viaje. Otras películas eran más documentales y no lograron implicar tanto a la gente", apuntó. Efe

miércoles, 24 de enero de 2018

Rajoy, la justicia y Catalunya, según Ferreres


Es difícil decir más en un gráfico.

Ferreres en "El Periódico de Catalunya" del día de hoy, 24 de enero de 2018



domingo, 14 de enero de 2018

Cuando los jueces son el primer poder



Cuando los jueces son el primer poder

El actual embrollo catalán tiene muchas aristas y actores. Aquí me limito, exclusivamente, a la dimensión judicial, especialmente al Auto de los tres jueces del Tribunal Supremo, constituidos en Sala, del 5 de enero de 2018, denegando la libertad provisional a Oriol Junqueras. Su lectura me ha generado una seria preocupación por la deriva que está adoptando la democracia en España. Al final, en este caso, y no es el único con grandes consecuencias políticas, la decisión judicial resulta ser más relevante que lo que la población haya decidido después de unas elecciones del todo punto legales. Es el primer poder. Nadie tiene más poder en España que un juez, unos pocos jueces, en realidad. Hagamos un poco de historia. Historia reciente.

El poder de unos pocos jueces.

En junio de 2006 se aprobó en Catalunya, en Referéndum, con una mayoría próxima al 74% de los votos emitidos en una participación de casi el 49%, el texto aprobado en las Cortes Españolas, dos meses antes, texto reformado a la baja, del que salió en el Parlament de Catalunya con una abrumadora mayoría de casi el 90 % de sus miembros. Pues bien, el actual
problema catalán comenzó cuando el Partido Popular, haciendo caso omiso a la voluntad popular (hay que insistir en este punto) presentó al Tribunal Constitucional una demanda de inconstitucionalidad del Texto del Estatut aprobado por el pueblo catalán. Después de cuatro años de deliberaciones, los 10 magistrados del Tribunal Constitucional, tras votar por bloques, a veces con mayorías de 6 a 4 recortaron 14 artículos del Estatut. Así una mayoría exigua de 6 a 4 miembros del Tribunal Constitucional tumbó una decisión refrendada por el pueblo catalán. Para quien suscribe, no solamente esto me parece un sinsentido absoluto, sino una grave deriva de uno de los principios básicos de la democracia: la soberanía del pueblo. Eso sí, se recorto el Estatut en nombre de la ley.

El President de la Generalitat en 2010, el socialista José Montilla declaró que "el Tribunal Constitucional está lamentablemente desacreditado y moralmente deslegitimado". Añadió que Catalunya "es una nación" y consideró que "ningún tribunal puede jugar con los sentimientos ni con la voluntad" de los catalanes. Y convocó a una manifestación unitaria tras la "senyera", que tuvo lugar el 9 de Julio de aquel año 2010. En el diario “El País” se podía leer que “el recorte del Estatuto por el Tribunal Constitucional desembocó ayer en la manifestación más grande de la historia de la democracia en Cataluña. Decenas de miles de personas marcharon por el centro de Barcelona (425.000 según el cómputo de EL PAÍS a las 19.30); en un acto que vino a confirmar que cuatro años de rifirrafes en el Tribunal Constitucional sobre el Estatuto han actuado como una verdadera fábrica de soberanistas”.

Algo similar puede suceder ahora en Catalunya en la próxima constitución del Parlament, y del Govern. Unos ciudadanos que se presentaban, legalmente, a ocupar escaños en el Parlament de Catalunya, han sido elegidos. Aunque, algunos, no han podido defender convenientemente su candidatura: unos porque decidieron acogerse a la justicia belga, otros porque se encontraban encarcelados. Pero, pese a ser diputados electos, según el auto emitido por el juez Pablo Llarena el 12 de enero, algunos no podrían acceder al Parlament y algunos otros, Puigdemont entre ellos, si lo consiguen, inmediatamente serían detenidos. ¿Es que va a jugar al gato y al ratón, como, cuando el gobierno español hizo lo posible para que no pudiera votar el 1º de octubre y tuvo que cambiar de vehículo en el interior de un túnel, como en una película de buenos y malos, y, ahora, tratar de entrar en el Parlament, sin ser detectado, a lo Santiago Carrillo con una peluca o como Mas en un helicóptero?

No se ha profundizado suficientemente, aunque se haya repetido incesantemente, que las elecciones del 21 de diciembre de 2017 al Parlament de Catalunya, han sido excepcionales. Que un candidato a la presidencia de la Generalitat, ex president cesado por el presidente del gobierno de España, haga campaña electoral desde Bruselas, sea objeto de una eurorden de detención por la justicia española y que la misma justicia (aunque otro juez) la retire, temiendo no poder imputarle lo que le imputa, provisionalmente, la justicia española, pasará a los Anales de la Ciencia Política. Que otro candidato a la presidencia lo haga desde la cárcel, provisionalmente detenido, por riesgo de violencia, riesgo reiterado, en opinión de un el juez el 12 de enero, para impedirle asistir al Pleno de constitución del Parlament, - cuando rara vez se han visto manifestaciones tan numerosas y tan pacíficas, bien distintas a las que tuvimos que padecer en Euskadi-  y cuando consigue pasar un mensaje, sea castigado por la Administración penitenciara, pasará a los anales de la ciencia jurídico procesal. No soy jurista, pero resulta difícil de entender que Puigdemont, Junqueras y Sánchez tengan, según la ley, derecho a presentarse a las elecciones, pero uno debe hacerlo por videoconferencia (porque si entra en España iría a la cárcel) donde están los otros dos, quienes se las ven y se las desean para hacer llegar sus mensajes, limitados por la ley. A mí me cuesta muchísimo entenderlo. Más aún, lo digo francamente, y es lo que origina este texto: me preocupa enormemente, pues veo una justicia en la que no veo que prime la Justicia. Voy a detenerme, más abajo, en un punto concreto, pero antes, un inciso sobre la prensa catalana.

Dos opiniones de la prensa de Barcelona

La edición digital de “El Periódico de Catalunya” del día 4 de enero de 2018, fecha en la que Oriol Junqueras compareció en el Tribunal Supremo, “El Periódico de Catalunya”, en su primera noticia, bajo el titular de “Esperando a Junqueras” comenzaba con esta frase: “El futuro de la legislatura catalana pasa este jueves por el Tribunal Supremo. A partir de las diez y media de la mañana, Oriol Junqueras intentará que tres magistrados estimen contra pronóstico su recurso y le permitan abandonar la cárcel de Estremera, donde cumple prisión preventiva desde el 2 de noviembre. Pase lo que pase, la decisión tendrá un peso determinante en las negociaciones que los partidos independentistas mantienen sobre la composición del Parlament y sobre la investidura de un nuevo 'president' “.

Tras su lectura envié unas líneas a un amigo periodista catalán que escribe habitualmente en “El Periódico” sugiriéndole que sería más correcta la noticia con un cambio en su titular: en vez de “Esperando a Junqueras”, habría de poner “Esperando a los jueces del Tribunal Supremo”.

Dos días después, el 6 de enero, ya conocido el auto de los tres jueces del Supremo, constituidos en Sala, otro gran periódico catalán, “La Vanguardia” en su editorial escribía, en su segundo párrafo, que transcribo en su integridad lo siguiente: “La permanencia del republicano en la cárcel, pasados ya dos meses de su ingreso, no es una buena noticia. Es evidente que el proceso independentista, implementado en las infaustas sesiones parlamentarias del 6 y 7 de septiembre, cuando desde las más altas instancias de la Generalitat se quebró la ley, se acometió de modo erróneo. Es también evidente que el Estado central había advertido sobre los efectos que esta deriva tendría. Es obvio además que ni el Estado ni la judicatura van a relativizar la gravedad de aquellos hechos ni a tolerar que se repitan. Pero, dicho esto, merecen también atención quienes creen que se está haciendo un uso desproporcionado de la prisión preventiva. No suscribimos el tuit de ayer del cesado presidente Puigdemont, según el cual Junqueras y otros encarcelados son “rehenes”. Pero sí nos parece opinable la posibilidad de que Junqueras vaya a reincidir pronto. Porque no se dan las condiciones para reeditar el proceso. Porque Junqueras no ocupa ya los cargos públicos que tuvo. Y porque, dada la inminencia del juicio y las dificultades de JxCat y ERC para pactar su posible alianza, es impensable que Junqueras vaya a enredar más su caso”.

Que estos dos periódicos, en nada independentistas, pero sí buscando la ecuanimidad y una información ponderada a sus lectores, hagan los balances que hacen del ejercicio de la via judicial debiera hacer pensar a los jueces, a los políticos y a la prensa de Madrid. Pero me temo que sea pena perdida, aunque la historia será muy dura con ellos.

Unas frases del auto del Supremo del 5 de enero de 2018

¿De qué les acusan a los independentistas catalanes? De cosas muy serias: rebelión, sedición, malversación de fondos, actos de violencia y hasta de propiciarla, con sus planteamientos en las situaciones de violencia, “tumultuarias” escriben, y de no recuerdo que más incumplimientos de la Ley. Me centro y limito en adelante, por razones de espacio, y porque es una cuestión a la que soy muy sensible, a las acusaciones a los independentistas de violencia y de propiciarla. Transcribo, con extensión, para bien contextualizarlas, unas frases del Auto del Supremo:
 “El día 1 de octubre, previsto para la celebración del referéndum, el recurrente (Oriol Junqueras) y los demás partícipes, con su actuación previa, concretamente el recurrente en declaraciones públicas efectuadas el día 21 de setiembre, impulsaron a intentar abrir o mantener abiertos los locales donde estaba previsto que se hallaran los colegios electorales, y a depositar su voto, a un número altísimo de personas, a pesar de que ya conocían los graves incidentes producidos, entre otros en los días 20 (oponerse a registros en la Consejería de Economía) y 21 de setiembre, y de que sabían que los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad, en cumplimiento de las leyes vigentes, tenían la obligación de impedirlo. En esa fecha, el recurrente sabía que si sus consignas relativas a la participación en el referéndum declarado inconstitucional y fuera de la ley por el Tribunal Constitucional, eran seguidas por sus partidarios, se produciría inevitablemente un enfrentamiento físico entre éstos y el Estado de Derecho, representado por los agentes policiales que defendían el cumplimiento de la ley, esencial en un Estado de esa clase. Constituye una conducta de extraordinaria gravedad incitar a varios millones de ciudadanos a que acudan a votar ilegalmente a sabiendas de que se van a encontrar necesariamente con la oposición física de los agentes policiales que, en representación del Estado de Derecho, van a actuar con el único fin de asegurar el cumplimiento de sus normas más elementales y de las sentencias del Tribunal Constitucional que han ordenado su cumplimiento. No solo porque la referida conducta supone prescindir de las reglas democráticas para intentar imponer por la fuerza (¿qué fuerza?, me permito interrumpir. La única fuerza que se ha sustanciado es la del 20 de septiembre, y en este punto aplaudo la resolución judicial) las propias ideas, sino también por el desasosiego y la intranquilidad que causa en la ciudadanía, dentro y fuera de Cataluña, que confía en el imperio de la ley, y por el elevado riesgo real de que se produjeran resultados lesivos mucho más graves de los que efectivamente se produjeron, lo que afortunadamente no ocurrió.”

Mis reflexiones tras la lectura del auto

Tras la lectura de este texto me quedo estupefacto.  Resulta que los responsables de la increíble actuación de la policía el 1º de Octubre, contra unos pacíficos ciudadanos que iban a manifestar sus opciones políticas, sin hacer daño a nadie, son exclusivamente los responsables políticos que les incitaron a votar. ¿Por qué la policía actuó como actuó, sabiendo que la votación era inválida, legalmente hablando? ¿Qué ley es esa, en la que, para hacer cumplir la ley, hay que agredir a ciudadanos indefensos y que, encima, los máximos guardianes de la ley, en su Auto, no tengan ninguna consideración hacia las víctimas?. (Releyendo mi texto días después, añado que ni los jueces, ni el Presidente de Gobierno ni el Rey, tuvieron en cuenta, lo mas mínimo, el daño injusto causado a unas victimas indefensas. La historia juzgará.)

En el argumentario del Auto se subraya el incumplimiento de la ley por parte de los independentistas catalanes. No seré yo el que defienda el incumplimiento de las leyes legales y legitimas. Con dos considerandos. La primera, que hay que cumplir todas las leyes. Lo que no es el caso. En Euskadi nos basta con recordar el incumplimiento de las trasferencias del Estatuto de Gernika, en más de un caso por la nula voluntad del gobierno de Madrid. Pero, además, el argumentario sobre la violencia en el Auto de la Sala del Supremo se nos antoja un cuento de hadas cuando aquí, en Euskadi, hemos tenido que soportar que nos griten a la cara “ETA mátalos” durante tantos años, antes de que la justicia moviera ficha.

La segunda, que la ley se aplique con proporcionalidad y contextualización, según el artículo 3º del vigente Código Civil, en el que se dice que “las normas se interpretarán según el sentido propio de sus palabras, en relación con el contexto, los antecedentes históricos y legislativos y la realidad social del tiempo en que han de ser aplicadas, atendiendo fundamentalmente al espíritu y finalidad de aquellas”. Sin embargo, hemos leído que fuentes de la Sala consideraban "altamente improbable" la excarcelación de Junqueras (…) con las consecuencias políticas que eso conlleva y que los magistrados conocen, pero que "son ajenas a la estricta función jurisdiccional". (El Periódico de Catalunya 01/01/18). Discrepo radicalmente de este razonamiento. En las decisiones judiciales, si se quiere que sean actos de Justicia, más allá de exquisitas disquisiciones en torno a la letra de la ley, no se puede, ni debe, no tener en cuenta, la terrible tensión en la que vive Catalunya, ni lo que la soberanía popular ha decidido en unas elecciones democráticas. No se trata, como se apunta en el Auto, correctamente, que el hecho de haber sido elegido suponga impunidad alguna, pero si proporcionalidad, mesura, contextualización de las decisiones etc., etc. Y yo no he visto nada de esto en el Auto de la Sala.

El ámbito judicial se mueve en parámetros muy concretos y limitados, a la postre, sesgados: valorar y juzgar si determinados actos, dichos o escritos se mueven en el marco de la letra de la ley. Y aquí dependemos de la lectura que el juez de turno, en su leal saber y entender, valore los actos, dichos o escritos que se les someta a su consideración. Será lo que juzgue, sin tomar en consideración, ni el contexto en el que han tenido lugar los hechos o dichos objeto de su valoración, ni tampoco las consecuencias de su decisión con tal de que su resolución la estime ajustada a derecho, esto es, a la letra de la ley. No discuto la honradez y profesionalidad de los jueces, sino el hecho de que viven en una torre de marfil, con lo que es imposible hacer justicia. Me recuerdan, a menudo, a los rabinos en el Talmud, que leen y releen los textos bíblicos y las interpretaciones que han dado sus predecesores creando monumentales disquisiciones que hacen las delicias de los expertos. Sospecho que algo así sucede con lo que se denomina la jurisprudencia: analizar, por estudiosos de la ley, los razonamientos que anteriores magistrados han dado a determinadas cuestiones, creando así precedentes, creando así jurisprudencia. 

A fin de cuentas, lo que se pretende es que Catalunya no se independice. Pues eso, y no otra cosa, es el auténtico problema: el temor a que se desgaje de España. La cuestión es política. No legal. No creo que Catalunya sea nunca un Estado soberano, pero, como no lo es, ya, España, aunque es algo más soberana que Catalunya. Pero España es cada vez menos España, cada vez menos ciudadanos con DNI español se dicen y sienten españoles y cada vez más rechazan decirse y sentirse españoles. ¡Vaya victoria la del nacionalismo español!

Donostia 14 de enero de 2018
Javier Elzo


(Una redacción muy resumida de este texto, se publicó en DEIA y en “Noticias de Gipuzkoa” el 13 de enero de 2018)

jueves, 11 de enero de 2018

Un obispo para el siglo XXI: el nuevo arzobispo de Paris. (en francés)



Un obispo para el siglo XXI: el nuevo arzobispo de Paris. Excelente entrevista (en francés)


Da gusto leer cosas tan sensatas en un arzobispo, de Paris nada menos, donde se aprecia cómo vivir la fe en el siglo XXI. Incluso cuando alguna opinión me chirria, no puedo pasarla por alto. Obliga a pensar y a cuestionarse. ¿Qué más se puede pedir?

P. D. Acabo de ver en la edición digital de "Le Monde" que la foto del arzobispo que, mi birria de blog, unido a mi incompetencia informática no reproduce, está en su portada. ¿Han visto Uds., algo similar en la prensa española?

JE
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Mgr Aupetit, archevêque de Paris : « Aujourd’hui le tabou n’est plus le sexe, mais Dieu »
Ancien médecin, Monseigneur Michel Aupetit a succédé le 6 janvier à André Vingt-Trois comme archevêque de Paris.
LE MONDE | 11.01.2018 à 06h33 • Mis à jour le 11.01.2018 à 08h18 |Propos recueillis par Cécile Chambraud
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Mgr Michel Aupetit, archevêque de Paris, lors de la Conférence des évêques de France, le 8 janvier.
Ecolier, il détestait passer au tableau et préférait de loin faire rire ses camarades. Nommé archevêque de Paris par le pape François le 7 décembre 2017 et installé dans cette fonction le 6 janvier, Mgr Michel Aupetit est de ce fait devenu le point de mire de nombreux catholiques. Si en théorie l’évêque de Paris est un évêque parmi les autres, il occupe en pratique une place éminente dans l’Eglise catholique.
A 66 ans, lui qui « n’aime pas trop être exposé » sera désormais l’une des voix les plus écoutées de cette institution. Cet ancien médecin, entré au séminaire à 39 ans et devenu évêque de Nanterre en 2014, succède à MgrAndré Vingt-Trois.
Vous avez exercé pendant onze ans comme médecin généraliste avant d’entrer au séminaire. En quoi cette vie de laïc influence-t-elle votre approche de prêtre ?
Laïc, j’étais ce que l’on appelle dans l’Eglise un « consommateur ». Je rentrais chez moi à 22 heures le soir et j’étais donc assez peu investi dans la vie de l’Eglise. C’est mon péché ! Quant au reste, la médecine m’a appris à aimer les gens indépendamment de ce qu’ils sont. Quand vous êtes médecin, vous soignez des gentils et des pas gentils, toutes sortes de gens.
Cela vous ouvre à tous, et l’Eglise est ouverte à tous. On ne demande pas leurs papiers ou leur certificat de baptême aux personnes qui entrent. L’hiver, les SDF viennent se réchauffer, on les laisse tranquilles. D’autres viennent simplement pour avoir un temps de repos et de silence. Il n’y a pas beaucoup de lieux comme ça où on peut se poser, gratuitement, paisiblement. Et la médecine m’avait déjà appris ça : accueillir de manière inconditionnelle les personnes qui frappent à votre porte.
Vous avez grandi dans une famille où la pratique religieuse n’était pas la règle. Cela vous donne-t-il une vision particulière de la transmission religieuse ?
C’est assez étonnant, car cela ne m’a jamais vraiment troublé. Ma maman était une femme de foi, elle allait à la messe assez souvent, pas forcément avec moi. Mais je sais qu’elle avait profondément la foi et je voyais l’influence que ça pouvait avoir dans sa vie. Alors que, du côté « mâle », on était plutôt incroyant. Mes amis non plus ne pratiquaient pas. Donc j’ai longtemps vécu ma foi de manière isolée.
La transmission, je pense qu’elle s’est faite par la prière. Car dans la prière, on apprend à parler à Dieu. On entretient une relation. Alors que dans une relation de catéchisme, on apprend à parler « de » Dieu, c’est intellectuel. La seule chose que ma mère m’a apprise, c’est le Notre Père et le Je vous salue Marie. A partir de ces deux prières, j’ai appris à parler à Dieu. Mais en secret : personne n’en savait rien.
Quand j’ai quitté mon cabinet de médecin, j’ai dit pourquoi à mes patients. Plusieurs m’ont alors confié qu’ils priaient matin et soir depuis trente ans sans même que leur femme le sache ! Je me suis rendu compte que beaucoup de gens ont une vie spirituelle, mais ne le montrent pas. Il y a spontanément chez l’être humain cette propension à entrer en relation avec une transcendance.
L’accueil des migrants est un sujet qui mobilise ou qui trouble les croyants. Que leur dites-vous à ce sujet ?
C’est un sujet difficile. A Nanterre, j’ai relayé dès le lendemain l’appel du pape François [afin que les paroisses accueillent des réfugiés, en septembre 2015]. J’ai été étonné des réponses positives immédiates. Des gens ont mis à disposition un appartement, d’autres ont accueilli quelqu’un dans leur pavillon, des écoles catholiques ont ouvert leur porte avec la cantine gratuite, des professeurs de français se sont mis à disposition. Ces gens étaient en danger de mort.
Il y a peut-être une différence dans l’accueil de gens qui sont dans une situation de détresse absolue, pour qui on ouvre toutes les portes, et ceux qui viennent pour des raisons économiques. Là, ça passe effectivement moins bien au niveau des fidèles. Notre réflexion se base sur deux principes. Le premier, évangélique, c’est l’accueil inconditionnel des personnes. Le second, c’est le principe du bien commun : comment faire pour que chacun puisse trouver sa place, mais en pensant à tous les autres ? C’est à l’articulation des deux principes que se situe la crête, qui n’est pas facile à trouver. C’est pour cela qu’il peut y avoir des conflits.
Une partie des catholiques craignent la venue de migrants en trop grand nombre. Les évêques doivent-ils parler plus clairement ?
Il y a une crainte de l’insécurité culturelle. Lorsque j’étais médecin à Colombes [Hauts-de-Seine], au départ, dans les cités, les gens vivaient très bien ensemble. On ne regardait pas qui était musulman ou chrétien. On se rendait des services entre personnes. Aujourd’hui, c’est ghettoïsé. Les mairies tentent de favoriser la mixité sociale, mais on est quand même très engagé vers le communautarisme.
Un imam m’a dit : « On n’a plus de contrôle sur nos jeunes, ce n’est plus nous qui les formons à la religion. Ils vont se former ailleurs. » Ailleurs, c’est sur Internet. Il y a là une vraie question à prendre à bras-le-corps. Nous avons des religieux et des religieuses dans les cités. Peu nombreux, mais reconnus comme tels. Ils essaient de faire du lien entre les personnes. Mais c’est vrai qu’il y a des zones de non-droit absolu, avec des choses terribles, où la police ne peut pas intervenir.
Les catholiques sont-ils désormais une minorité religieuse en France ?
Beaucoup de gens se disent catholiques même s’ils ne fréquentent pas l’Eglise. Qu’est-ce qu’un catholique ? Quelqu’un qui pratique ? Ou qui se reconnaît dans cette religion, car il est né dans cette culture, qu’il fait siennes les valeurs évangéliques, alors que son rapport à Dieu ou à l’Eglise est plus que ténu ? Qu’est-ce que cela veut dire ? Moi, je n’en sais rien, je laisse cela à Dieu. Si on ne compte que ceux qui pratiquent, les catholiques sont incontestablement une minorité. Beaucoup sont investis sur des questions de solidarité, pas forcément avec l’étiquette « catholique », mais ils le sont quand même au nom de leur foi.
Comment s’adresser à ces « catholiques culturels » ?
S’ils se disent catholiques, c’est qu’il y a quelque chose, et il faut respecter ce quelque chose. Ils espèrent. Il ne faut pas éteindre la mèche qui brûle encore un peu. Comment essayons-nous de répondre à cette soif ? Parfois, à la fin de la messe, des gens venaient me voir pendant plus d’une heure pour me demander une bénédiction car l’un de leurs proches était malade ou leur conjoint les avait quittés… Pour répondre à cette souffrance, j’ai organisé à la cathédrale de Nanterre une grande prière de guérison et de délivrance. C’était plein ! Il y avait tous les milieux sociaux. Sommes-nous à l’écoute des attentes des gens, de leurs souffrances ? Plutôt que de leur proposer un produit fini, il faut être à l’écoute de leur soif, qui est aussi spirituelle.
La « guerre des laïcités » traduit-elle selon vous un rejet du religieux en général ou une méfiance envers l’islam ?
Mes deux grands-pères étaient anticléricaux jusqu’au bout des ongles, je connais donc un peu le système. Deux formes de laïcité sont aujourd’hui défendues. Celle de Jean-Louis Bianco [président de l’Observatoire de la laïcité] et d’Emmanuel Macron, qui doit permettre à chacun de pratiquer sa religion. L’autre, c’est celle d’une religion assignée à la sphère privée, qui ne doit apparaître nulle part.
La société française est divisée. La question de l’islam fait peur, à cause des attentats et de certains discours qui affirment que la France va devenir une terre d’islam – on retrouve la question de l’insécurité culturelle. Mais nous avons vécu dans le passé d’autres insécurités culturelles ! Sainte Geneviève, patronne de Paris, vivait à l’époque d’Attila et de Childéric, roi des Francs. Les Germains et les Francs qui arrivaient n’étaient pas du tout dans la culture gallo-romaine ni dans la culture chrétienne. C’était une transition colossale. L’Eglise, alors, a privilégié la culture évangélique, quitte à sacrifier la culture romaine. Cette période, bien pire que la nôtre, a aussi fait ce que nous sommes.
Comment l’Eglise catholique abordera-t-elle les Etats généraux de la bioéthique, qui s’ouvrent le 18 janvier ?
Notre contribution doit toucher les intelligences et les cœurs. Ce qui se joue, c’est la question d’une société humaine. Le progrès technique, c’est très bien, mais c’est l’éthique qui nous dit ce qui est juste dans l’utilisation de ce progrès technique. Les questions les plus importantes porteront sur l’intelligence artificielle et la robotisation. Qu’est-ce qui distingue une intelligence artificielle d’une intelligence humaine ? Qu’est-ce qui fait que nous sommes humains ? C’est là-dessus que doit porter la réflexion. Ce qui distingue l’humain, c’est la capacité à intégrer la fragilité. C’est que nous sommes solidaires des plus faibles. Le code d’Hammourabi, la première loi écrite que nous connaissions [datant du XVIIIe siècle av. J.-C], l’a été « pour que le fort n’opprime pas le faible ». Cela veut dire : sortir de la loi de la jungle, tout simplement. C’est là où s’introduit l’humanité.
Un sondage publié par « La Croix » le 3 janvier montre l’acceptation croissante de la procréation médicalement assistée (PMA), de la gestation pour autrui (GPA) ou encore du suicide assisté, y compris par les catholiques. Qu’est-ce que cela vous inspire ?
Ce n’est pas parce qu’une majorité pense quelque chose que cette chose est juste. « Tu ne suivras pas une majorité qui veut le mal », est-il écrit dans le livre de l’Exode. Ce sondage est un constat, il n’est pas rassurant. Le pape parle d’une civilisation du déchet. C’est vrai. On peut même parler de la société des encombrants ! Ceux qui nous encombrent, on les jette. Des amis belges m’ont dit que leurs parents avaient intégré le fait que, s’ils n’allaient pas bien, ils devaient disparaître. Ils trouvent normal qu’on les euthanasie. C’est quand même effrayant ! On élimine les personnes handicapées avant qu’elles naissent. Qu’est-ce que cela veut dire ? J’ai soigné des personnes handicapées pendant onze ans. Elles m’ont bien plus appris que tous mes autres patients. Qu’au-delà des apparences, il y a une humanité formidable. Avec eux, on ne peut ni tricher ni porter un masque. La mentalité change, effectivement, mais il y a un véritable enjeu. Il faut se poser, avoir une réflexion de fond sur tous ces sujets.
Le gouvernement veut étoffer l’enseignement du fait religieux à l’école. Quel rôle pouvez-vous avoir ?
Il est dans le rôle de l’Etat de contrôler ce que nous pouvons faire, et notamment s’il fait appel à des religieux. Il y a le fait religieux sous l’angle historique. C’est souvent par là que l’on passe. Mais je pense qu’il faudrait aller plus loin, jusqu’à l’espace théologique. Dans le RER, des musulmans m’interrogent en tant que prêtre. A la fin, ils me disent : « Merci d’avoir parlé de Dieu. » Les musulmans qui mettent leurs enfants dans une école catholique le font parce que, là, on peut « parler de Dieu ».
Il faut aller plus loin que le fait historique. Qu’est-ce que la transcendance ? Pourquoi l’homme prie ? Ne peut-on pas parler de Dieu ? C’est le tabou, Dieu, aujourd’hui ! Ce n’est plus le sexe, c’est Dieu. On n’a pas le droit de parler de Dieu, sinon on gêne.


jueves, 4 de enero de 2018

¿Tres pueden más que dos millones?



¿Tres pueden más que dos millones?

Admito que el título de estas líneas pueda ser tildado de demagógico. De acuerdo, pero verán.

La edición digital de “El Periódico de Catalunya” del día de hoy, en su primera noticia, bajo el titular de “Esperando a Junqueras” comienza con esta frase: “El futuro de la legislatura catalana pasa este jueves por el Tribunal Supremo. A partir de las diez y media de la mañana, Oriol Junqueras intentará que tres magistrados estimen contra pronóstico su recurso y le permitan abandonar la cárcel de Estremera, donde cumple prisión preventiva desde el 2 de noviembre. Pase lo que pase, la decisión tendrá un peso determinante en las negociaciones que los partidos independentistas mantienen sobre la composición del Parlament y sobre la investidura de un nuevo 'president'.”

Decir que esta idea me produce un profundo desasosiego es poco decir. Pero ahora, aquí, solamente sugiero que sería más correcta la noticia con un cambio en su titular: en vez de “Esperando a Junqueras”, habría de poner “Esperando a los jueces del Tribunal Supremo”.


Cuando una decisión del calado de la elección de un president entre unas personas que, legal y legitimanente se han presentado y obtenido el aval de la voluntad de la pretendida soberanía popular en unas elecciones democráticas con dos millones de votos que les han votado, depende de la decisión, igualmente legal y legítima de tres jueces, algo muy serio falla en esa democracia.