domingo, 23 de junio de 2019

Un thriller socio-religioso del siglo XVIII y su inversión en el XXI


Un thriller socio-religioso del siglo XVIII y su inversión en el XXI

En el azar de mis actuales lecturas me he sumergido en un thriller socio-religioso de altos vuelos entre el jesuita aragonés Baltasar Gracián y el francés Jansenio, este último con su corte de seguidores como Port Royal, e incluso el Pascal de “Las Cartas Provinciales”, thriller que se mantiene en nuestros días solo que, con un giro, o inversión, que cabe etiquetar de copernicano. El autor del thriller es Marc Fumaroli, en su publicación “La extraordinaria difusión del arte de la prudencia en Europa. El ´Oráculo manual´ de Baltasar Gracián entre los siglos XVII y XX”, Acantilado 2019. 178 páginas.

La trama del thriller reside en saber si el cristiano, para serlo de verdad, debe componérselas con la realidad circundante, aun sin diluirse en ella y manteniendo su identidad, o, para no perderla, debe encerrarse en su mismidad, portadora de la única verdad, y situarse adoptar ante el mundo circundante con una actitud contracultural, dada la maldad reinante en el mundo.

La cuestión a dilucidad es esta: ¿cómo vivir en el siglo con honor y felicidad sin dejarse corromper y engañar por él? En el Oráculo manual Gracián apela al puñado de generosos que podrían dar testimonio a favor de la concordancia de la naturaleza y de la gracia, mientras que Pascal apelará al puñado de “libertinos” (“libertinos creyentes” los denominaría yo) convertidos al agustinismo de Port Royal, invitándoles a apostar por la gracia de Dios, la única capaz de decidirse por el bien y la salvación. Pascal hace un principio de conversión y de ruptura interior con el mundo civil y político, con Civitas Diaboli de San Agustín pues, tal ciudad, es obra de unos hombres pecadores, sea cual sea la forma institucional que ella adopte.

Gracián, por el contrario, (más allá de los jansenistas y de Maquiavelo, en otro registro) hace de este mundo civil, cuyas bajezas, e incluso ruindades, sondea, cuya perfidia desvela, la arena propiamente humana, entre tierra y cielo, dónde es puesto a prueba el temple de alma de los escasos mejores, la cuerda floja en que la virtud de los seres superiores, siempre en peligro de sucumbir, no avanza si no es con mucha prudencia, constancia, mérito y gracia hacia la gloria personal, e incluso la santidad.

En el Oráculo manual de 1647, que con la traducción al francés por Amelot con el título de L´Homme de Cour, en 1684, lo extendió por toda Europa, nos encontramos con “uno de los más atrevidos esfuerzos que se han intentado para enseñar a los laicos católicos cómo su ´tipo ideal´ puede atravesar en la práctica, singular e indemne, con estilo, el mundo civil, común y vil, de los modernos, y cómo, por medio del ejercicio ingenioso y victorioso de su libertad, puede hacerse digno burlando eventualmente al Demonio con sus propias armas”. (Fumaroli pp, 43-44)

En los tiempos de Gracián todavía era dominante la era de la cristiandad e incluso quienes, con la Ilustración y más (en Francia con Voltaire a la cabeza) ya trataban de superarla en pro de la autonomía humana, en nuestros días, ya a punto de concluir la segunda década del siglo XXI, las tornas han cambiado. Vivimos en los estertores de la era de la cristiandad, la era secular se ha extendido (particularmente por Europa) y, aunque ya apunta y emerge la era post-secular, la idea dominante es la del derrumbe de la cristiandad (en realidad de lo religioso y divino) y el apuntalamiento de la era secular como el pensamiento “políticamente correcto”. Basta asomarse a los medios de comunicación social, prensa, radio, TV y redes sociales, para constatarlo.

Roberto Calasso en su excepcional “La actualidad innombrable “, (Anagrama 2018), a quien sigo en estas líneas lo dice así: “La sociedad secular, sin necesidad de proclamas, se convirtió en el siglo XX, en el último cuadro de referencia para todo significado. La búsqueda de significados debiera limitarse al seno de la propia sociedad. Así nace y se postula el Homo saecularis que habla con muchas voces, con frecuencia divergentes. La que se hace oír principalmente es progresista y humanitaria. Aplica preceptos de herencia cristiana reblandecidos y edulcorados. Mezcla tibia y pálida, se combina, en sentido inverso, con el movimiento en curso en la propia Iglesia, que busca parecerse cada vez más a una entidad asistencial. El resultado es que los secularistas hablan con una contrición propia de eclesiásticos a la vez que los eclesiásticos quisieran hacerse pasar por profesores de sociología” (p. 21). Así pasamos de la secularidad como fenómeno sociológico al secularismo como principio fundante de la alta modernidad.

De nuevo Calasso: “El secularismo se define por vía negativa, ya que ignora y excluye de sí lo divino, lo sagrado, los dioses o el único dios. Una vez hecha esta recisión, todo puede ser excluido en el secularismo. Existe una forma eminente de este, que se distingue y quiere distinguirse claramente de todas las demás. Es el secularismo humanista, una modalidad del pensamiento que se ajusta a sus principios en grado no menor que las religiones precedentes. Responde de su fidelidad no ya a seres trascendentes, sino a un ente definido como humanidad. Por ello se siente en el deber, según Charles Taylor, que dedico a la Era secular cerca de un millar de páginas, de favorecer la “prosperidad”. Términos que, sin embargo, tienen un significado unívoco solo en relación con el producto interior bruto” (p. 45). Pues, añado yo, en todos los demás, el término “prosperidad” es polisémico.

En la actualidad, el desafío ya no reside en cómo ser moderno y autónomo como se planteaba en la era de la cristiandad, sino, bien al contrario, en cómo ser religioso en la era secular. Pues en la era secular se ha llegado al culmen de la razón y de autonomía humana. Lo dice el sociólogo catalán Salvador Giner, en un excelente libro, “El porvenir de la religión”. (Herder, Barcelona 2016), 160 páginas muy respetuosas con las creencias religiosas, donde tras señalar que “el avance del humanismo laico como parte esencial de la cultura y los valores de la modernidad es imperativo” (p. 100) sostiene esta afirmación: “Con toda sencillez, a quienes piensen que algo más grandioso, profundo y eficaz que el humanismo laico será la salvación les corresponde en puridad demostrarlo. No a quienes confían cautamente en él, así como en la ciencia, la racionalidad y la naturaleza como únicas soluciones para la superación común de nuestros males” (P. 104)

Como se ve, tanto en la era de la cristiandad, como en la actual, que yo etiqueto de secular y, ya, post secular, el dilema se mantiene como si dos entidades opuestas fueran: el mundo secular y el mundo religioso o trascendente. Tanto en siglo XVIII como en el XXI, el thriller se mantiene entre dos planteamientos opuestos, aunque en contextos muy diferentes. Por un lado, nos encontramos con los puristas, quienes defienden sea la sola trascendencia sea la sola laicidad o secularidad, convertida en secularismo. En siglo XVIII, limitándonos a los miembros de nuestro thriller, Jansenio o Pascal (sin olvidar a Maquiavelo en otro registro), frente a Gracián. En el siglo XXI, no le costara al lector poner nombre a personas, entidades, medios de comunicación etc., defensores de un cristianismo contracultural, falsamente salvador de nada, así como laicistas y secularistas que abogan por la exclusión sociocultural de lo religioso, cuando no su esperada (aunque resiliente) desaparición como residuo de un tiempo ya superado.

Por el otro lado, estamos los que pensamos que hay que vivir en la pluralidad de lo sagrado y lo profano, tanto en la vida personal como en la colectiva, en la vida cotidiana como en los proyectos vitales, reconociendo, con Schutz, la tesis de las realidades múltiples, tan bien expuesta y aplicada al ámbito religioso por Peter Berger. Lo explicito, en mi libro “Morir para renacer”, San Pablo, 2017, ver pp. 74 y ss. Además, si desterramos los purismos, hermanos de los fanatismos, tanto religiosos como seculares, y superamos las falacias y comodidades del pensamiento binario, el thriller puede concluir con un final feliz.

sábado, 15 de junio de 2019

Oriol Junqueras y el Supremo Vergüenza de esta Justicia


Vergüenza de esta Justicia

Leo en la prensa de hoy el artículo del Catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Sevilla, Javier Perez Royo, contundente contra la decisión del Tribunal Supremo de impedir a Oriol Junqueras para que recoja su acta de Diputado electo al Parlamento Europeo, electo por decisión popular tras unas elecciones democráticas. MI acuerdo con el contenido del artículo es total.

Una vez más me confirma en mi idea de la gravedad de un sistema en el que la decisión de unos pocos, por muy magistrados del supremo que sean, se imponga a la voluntad libremente expresada de unos ciudadanos eligiendo a unas personas a las que se les permitió someterse al sufragio universal, a la voluntad popular, a la soberanía popular. Sufragio al que no se han sometido los magistrados, por lo que tienen menos legitimidad que un diputado electo, no condenado, pues ha podido presentarse, legalmente, al sufragio de sus pares.

El fallo a la democracia es clamoroso. Y el tenor de esta Justicia al descubierto, una vez más. Pues van ¿cuántas así? ¡Qué vergüenza!

Aquí abajo el texto de Javier Perez Royo

Prevaricación consumada
Javier Perez Royo en “Eldiario.es” 14/06/19


Oriol Junqueras no está condenado por ninguna sentencia firme que le prive del ejercicio de sus derechos políticos, entre los que se cuenta, obviamente, el derecho de sufragio pasivo. De no ser así, no hubiera podido ser candidato a las elecciones al Congreso de los Diputados el 28A, ni a las elecciones al Parlamento Europeo el 26M. La Junta Electoral, que tiene que hacer la proclamación de la candidatura para que pueda concurrir a las elecciones, lo habría impedido. Con Carles Puigdemont lo intentó y su exclusión de la lista fue revocada mediante decisión judicial. En el caso de Oriol Junqueras ni siquiera lo intentó, dando por supuesto que Junqueras tenía derecho a concurrir a las elecciones y, en consecuencia, tenía derecho a poder ser elegido parlamentario europeo.
¿Se puede aceptar que a un ciudadano a quien no se puede impedir que concurra como candidato a unas elecciones se le pueda impedir que ocupe el escaño para el que ha sido elegido? La pregunta se responde por sí misma. Porque, además, desde el momento en que ha sido elegido, no permitirle ocupar el escaño no vulnera solamente el derecho de sufragio pasivo del parlamentario europeo, sino que vulnera también el derecho de sufragio activo de todos los ciudadanos que lo eligieron. La decisión del Tribunal Supremo supone una vulneración masiva de derechos fundamentales.
La decisión del Tribunal Supremo de no permitir que Oriol Junqueras acuda a la sede de la Junta Electoral Central para jurar o prometer la Constitución y tomar posesión de esta manera de “su” escaño en el Parlamento Europeo supone una vulneración manifiesta de la Constitución y de la Ley Electoral.
El Supremo no puede desconocer el contenido y alcance del derecho reconocido en el artículo 23 de la Constitución. No puede desconocer el contenido y alcance del derecho a la presunción de inocencia, que no ha sido destruida mediante una sentencia firme respecto de Oriol Junqueras. Su decisión de no permitirle acudir a la sede de la JEC a prometer o jurar la Constitución es una decisión injusta adoptada “a sabiendas”.
A partir del momento en el que la decisión del Supremo le sea notificada, Oriol Junqueras puede activar una querella por prevaricación contra los miembros del Alto Tribunal que le han impedido el ejercicio de un derecho fundamental, no pudiendo desconocer que no podían hacerlo.
En mi opinión, el Sindic de Greuges debería querellarse en nombre de los ciudadanos catalanes, cuyo derecho de sufragio activo también se ha visto vulnerado con la decisión del Tribunal Supremo.
Dicha querella debería ser registrada de manera inmediata ante el Parlamento Europeo, a fin de que se tenga conocimiento desde ya de la vulneración de derechos fundamentales de un parlamentario electo, que figura como tal en el listado publicado en el BOE y al que, mediante una triquiñuela anticonstitucional, se le intenta impedir que adquiera la condición de tal. Debería solicitarse que el asunto fuera abordado por el Parlamento Europeo inmediatamente después de su constitución. El Parlamento Europeo no puede no debatir sobre la agresión más flagrante que se puede perpetrar contra uno de sus miembros: el de no permitir que lo sea.
Hasta el momento, que yo sepa, en ningún Estado de la Unión Europea se ha impedido a un parlamentario electo no condenado mediante sentencia firme ocupar su escaño. En mi opinión, nos encontramos ante un incumplimiento por parte del Estado español del derecho de la Unión y, en este sentido, debería estudiarse la forma de denunciar dicho incumplimiento ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea. Nunca se ha planteado un recurso de esta naturaleza y no está clara la vía procesal para hacerlo, pero es que nos encontramos ante un supuesto tan insólito, que a nadie se le ha ocurrido siquiera que pudiera plantearse. Pero una vez planteado, es evidente que tiene que tener una respuesta en el Derecho Europeo y que tiene que poder exigirse que dicha respuesta sea efectiva.
La querella contra los Magistrados del Tribunal Supremo por prevaricación debe ser el punto de partida de una batalla jurídica de largo recorrido. En ningún caso puede aceptarse la decisión del Tribunal Supremo.

viernes, 14 de junio de 2019

Cuando la política se decide en los despachos




Cuando la política se decide en los despachos

Visionando recientemente en ETB un excelente programa sobre los ocho días de final de mayo de 2018 que cambiaron el poder en España, me vino a la mente la idea de los cambios que se pueden dar en la vida política en un breve periodo de tiempo.  El primero de junio del año 2018 el Congreso de Diputados aprobó una moción de censura presentada por Pedro Sánchez contra Mariano Rajoy. Fue una moción en la que prácticamente nadie pensaba que iba a triunfar tres o cuatro días antes, pero un error en los despachos del PP lo hizo posible, como quedó de manifiesto en el mencionado programa de ETB. Lo consiguió con los apoyos de su propio partido más el de Podemos, ERC, PNV, PDdeCAT, Compromis, Bildu y Nueva Canaria. Así, Pedro Sánchez, desahuciado por su propio partido el 1º de octubre de 2016, se convirtió en presidente del Gobierno, menos de tres años después, desbancando a un Mariano Rajoy que había logrado aprobar sus presupuestos apenas una semana antes con el apoyo del PP, Ciudadanos, el PNV, Unión del Pueblo Navarro, Foro Asturias, Coalición Canaria y Nueva Canaria. Si se detienen en la lista de los grupos políticos que aprobaron tanto los presupuestos de Rajoy como su derrocamiento, observarán que son dos: Nueva Canaria y el PNV. 

En aquella semana, publiqué un artículo en estas mismas páginas (El CORREO, 27/05/18) en el que escribí que “el PNV, si mantiene la línea que le llevó a votar a favor de los Presupuestos al argumentar que un ´probable adelanto electoral abriría escenarios de pronóstico muy preocupante que por responsabilidad deben evitarse, y así lo hacemos´, no apoyará a Sánchez”. Obviamente me equivoqué, como me sucede con frecuencia en mis análisis de política de partidos. Visionando el referenciado programa de ETB, entendí, de boca de Andoni Ortuzar la razón de su apoyo a la moción de mención, incluso afirmando, con franqueza que le honra, que le dolió mucho la decisión pues sabía que hacía daño a Mariano Rajoy con quien, confesó, mantenía una relación de amistad y, creo recordar que también de afecto. Pero la política tiene sus reglas y era imposible que el único partido que sostuviera a Rajoy, una vez que los independentistas catalanes habían optado por descabalgarlo, hubiera sido el PNV. Se le hubiera echado encima todo el mundo. Al menos el mundo nacionalista y el tenido por progresista. Me lo recordaban en una comida el día pasado un grupo de amigos. Razón de estado que se hubiera dicho antaño. O la primacía de la ética de la responsabilidad sobre la ética de la convicción, en términos weberianos.

Ahora, tras los resultados electorales de las generales del 28 de abril, las autonómicas, provinciales, municipales y europeas del 26 de mayo toca conformar gobiernos. A veces, a tenor de los resultados electorales, luego a tenor de la voluntad popular, las cosas se presentan relativamente claras. No se puede poner en tela de juicio que en España debe gobernar el PSOE, en Euskadi, así como en Bilbao y Donostia, y quizá también en Vitoria, el PNV, aunque todos necesitarán algún tipo de apoyo, sea de gobiernos, sea de legislatura. En otros lugares las cosas no están tan claras. Piénsese en Madrid, capital y autonomía, en Barcelona capital, en Navarra, básicamente en el gobierno de la Comunidad Foral (donde, por cierto, como en 2.007, el PSOE se ha impuesto a las pretensiones del PSN, mostrando la enorme debilidad y escasa credibilidad del federalismo del PSOE cuando ni siquiera respeta a sus propias marcas autonómicas), en Aragón, Castilla y León etc., etc.  En estos casos, como contemplamos actualmente, los dirigentes de los partidos políticos juegan, en el mejor sentido del término, a una múltiple partida de ajedrez, para obtener las máximas cotas de poder, con alianzas que, a menudo, desafían toda lógica y, sobre todo, que no habían anunciado antes de las elecciones. Peor aún, en más de un caso ya las habían anunciado y después no cumplen lo anunciado. Necesitaría más de un artículo para ilustrarlo con ejemplos concretos. Los despachos sustituyen así a los electores, a la soberanía popular. La consecuencia mayor es el deterioro de la confianza de los ciudadanos en la política pues estiman, aunque no siempre con razón y justicia, que de nada vale su voto si, al final, los que deciden son los políticos en sus despachos.

No veo más que una salida a este embrollo: la doble vuelta en las votaciones a los cargos unipersonales: presidente del Consejo de la UE, de España, de las Comunidades autónomas, provincias y alcaldes de los ayuntamientos. El sistema está inventado y se aplica aquí al lado, en Francia. Cada ciudadano vota a la persona y partido político que prefiera. Si ninguno obtiene la mayoría absoluta (más del 50 % del voto emitido), los dos que alcancen el mayor apoyo, se disputan el apoyo popular, en una segunda vuelta. Así, el que presida el gobierno, la comunidad autónoma, la alcaldía etc., habrá sido elegido directamente por el pueblo, y no en una partida de ajedrez en los despachos, con unos parlamentarios, junteros, concejales etc., a sus órdenes. Creo que, en estos tiempos de desafección a la política representativa, valdría la pena darle una pensada a la práctica de la segunda vuelta.

Javier Elzo

Publicado en “El Correo” el Donostia 11 de junio de 2019
Javier Elzo

jueves, 6 de junio de 2019

Brevería: Gracián y Pascal, la prudencia y la sola gracia, según Marc Fumaroli


Gracián y Pascal, la prudencia y la sola gracia, según Marc Fumaroli

Estos párrafos son transcripción literal de un libro, en cuya lectura me estoy deleitando estos días, como descanso y aliento al interrumpir mi trabajo habitual. Lo recomiendo vivamente a quienes amen la lectura sosegada y reflexionada de un excelente libro. Es este:

Marc Fumaroli, “La extraordinaria difusión del arte de la prudencia en Europa. El ´Oráculo manual´ de Baltasar Gracián entre los siglos XVII y XX”, Acantilado 2019. 178 paginas.

Los párrafos que he transcrito están en el primer capitulo del libro, en las paginas 43-44. Ni qué decir tiene que tengo el apetito muy abierto para hacerme con el libro de Gracián, pero, casi tanto como con él, con el de su traductor Amelot, pues el francés de este último (en los párrafos que nos ofrece Fumaroli), se me hace de lectura más sencilla y grata que la original de Gracián.  

“¿Cómo vivir en el siglo con honor y felicidad sin dejarse corromper y engañar por él? En el Oráculo manual (…) Gracián apela al puñado de generosos que (…) podrían dar testimonio a favor de la concordancia de la naturaleza y de la gracia, mientras que Pascal, en sus Pensamientos, apelará al puñado de “libertinos” y de “esprits forts” que han mamado de Montaigne y de Charron, pero eventualmente convertidos por sus argumentos al agustinismo de Port Royal, invitándoles a apostar por la gracia de Dios, la única capaz de hacer decidirse invenciblemente por el bien y la salvación a la errática voluntad humana. De la paradoja cristiana por excelencia, grandeza y bajeza del hombre, Pascal hace un principio de conversión y de ruptura interior con el mundo civil y político, con esa Civitas Diaboli de San Agustín (….) pues es obra de unos hombres pecadores, sea cual sea la forma institucional que ella adopte.

Gracián, por el contrario, hace de este mundo civil, cuyas bajezas, e incluso ruindades, sondea, cuya perfidia desvela, la arena propiamente humana, entre tierra y cielo, dónde es puesto a prueba el temple de alma de los escasos mejores, la cuerda floja en que la virtud de los hombres superiores, siempre en peligro de sucumbir, no avanza si no es con mucha prudencia, constancia, mérito y gracia hacia la gloria personal, e incluso la santidad".

(.....)

(En el Oráculo manual de 1647 y su traducción al francés por Amelot con el título de L´Homme de Cour, en 1684,) "se trata de uno de los más atrevidos esfuerzos que se han intentado para enseñar a los laicos católicos cómo su “tipo ideal” puede atravesar en la práctica, singular indemne, con estilo, el mundo civil, común y vil, de los modernos, y cómo, por medio del ejercicio ingenioso y victorioso de su libertad, puede hacerse digno burlando eventualmente al Demonio con sus propias armas, de la gracia suficiente de la que su naturaleza, cultivada por las artes liberales, ha sido dotada por Dios su Creador y Salvador”

Marc Fumaroli, “La extraordinaria difusión…”, pp. 43-44