domingo, 29 de octubre de 2017

Catalunya rota, España desmembrada, Europa, otra vez, ausente


Catalunya rota, España desmembrada, Europa, otra vez, ausente

Estos días han sido, están siendo para mí, de una tristeza y preocupación infinitas. Tengo amigos desgarrados internamente. Otros enrabietados a más no poder. Pocos, muy pocos, apelan a la calma sin reclamar humillaciones o victorias, cuando todos hemos perdido.

Este jueves pasado, el fatídico 26 de octubre tuve una reunión en Madrid, por la mañana, en una Fundación a la que pertenezco desde hace más de una década. Observé un número importante de banderas españolas en los balcones. El taxista me confirmó que había muchas por lo de Catalunya. En la reunión, estábamos cuatro catedráticos de medicina, economía, psicología y yo junto a dos expertos en otros temas. Nos reunimos varias veces al año, desde hace años y, entre nosotros, hay una relación excelente y, puedo decir que una verdadera amistad. Pero nunca los vi tan alterados como el jueves. Y siendo yo el único vasco de la reunión tuve que escuchar sus reprimendas, apenas veladas, acerca de nuestros “privilegios” con el Concierto Económico…Ya se sabe, aquello de aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid. Sali dolorido y apenado de la reunión.

En el Alvia de vuelta a casa, seguí con el corazón en un puño, la dramática tarde del jueves 26. Cuando parecía que se había llegado a un apaño, y leía el titular de “La Vanguardia” pasadas las 16,30, que decía que Puigdemont convocada elecciones para el 20 de diciembre, vino el chorro de agua helada de la declaración de Puigdemont a las 17.00. Tuve que contenerme para no llorar, como tengo que contenerme leyendo la prensa dominante en España, y los comentarios de amigos cercanos con los que mantengo contactos electrónicos.

Rajoy ha ganado la partida, como era previsible y así lo pronostiqué en alguno de mis textos y correos anteriores y en este blog. Entre otras razones porque es la ley del más fuerte. Pero todos hemos perdido. Catalunya está rota, malherida por una parte y rabiosa por desquitarse por la otra. Algunas consignas que se han escuchado en la manifestación de hoy domingo, (“Puigdemont a la cárcel”, por ejemplo), lo muestran claramente. Algunas declaraciones de políticos, cuyo nombre quiero no mentar, me preocupan enormemente. Veo poca gente ecuánime. Tampoco en la España publicada que diría Felipe Gonzalez. Particularmente la editada en Madrid. España está jurídicamente unida, sostenida como tal España por una mayoría de españoles, (y la burocracia europea, con el apoyo de las empresas y gran parte de la jerarquía católica con la excepción de algunos obispos catalanes) pero está profundamente desmembrada, con una parte de sus ciudadanos que, no solamente no se sienten españoles, sino que detestan, ahora más que nunca todo lo que sea España. El rey Felipe VI ya es rey de, solamente, una parte de los españoles: gran parte de los catalanes y la gran mayoría de los vascos ya le han dado la espalda. Sospecho que definitivamente. Sí, España está rota. No sé porque me viene a la cabeza aquello que dijo, no recuerdo quién, que prefiere una España roja a una España rota. Pues bien, España ahora es azul y está rota.

Europa, ¡pobre Europa! Estoy leyendo de Enrico Letta “Hacer Europa y no la guerra”, Península 2017. Está bien, con algunos aspectos criticables. A mi juicio, obviamente. Para Letta uno de los principales problemas de Europa radica en los nacionalismos. Pensando en la Unión Europea, escribe que “se perfila un nuevo bipartidismo político entre globalistas y nacionalistas, como vimos en la última campaña presidencial francesa” (P. 72). Léase todo el capítulo y se constatará que Letta piensa, exclusivamente, en los nacionalismos de Estado, el francés, inglés, alemán, italiano etc. No menta en absoluto los nacionalismos de los países sin estado como el vasco, catalán, escocés, flamenco etc. Y cuando habla de vascos, bretones, andaluces, alsacianos, lombardos o sicilianos, lo hace como “hijos de una misma familia” (p. 95): el estado al que pertenecen. Para Letta esto es muy claro. En la misma página 95 podemos leer que “la misión de Europa no es borrar los Estados. Tampoco constituye un superestado. Cuanto se aborda a nivel europeo debe hacerse así porque no puede hacerse a nivel nacional (…). Pero no es posible reducir a Europa a un nivel pertinente de acción, a una escala eficaz (…) sino también a un sentimiento de pertenencia a Europa que podamos experimentar en el interior”. ¡Ay!, no salimos de la Europa de los estados, de las naciones-estado más que por razones de eficacia ante el poderío de los países emergentes, de Asia y del traslado del centro de gravedad del planeta del Atlántico al Pacifico. Los países sin estado, incluso los que tienen un gran sentimiento europeísta como Escocia, Flandes, Euskadi, Catalunya etc., quedan sencillamente arrinconados y como protesten … miren lo que está pasando en Catalunya. Algún día habrá que detenerse a pensar el porqué de la mala fama del término nacionalista y a qué realidades sociopolíticas se aplica, y quien las aplica. 

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En una revista valenciana me piden unas líneas sobre qué aspectos de la constitución habría que modificar. Les he contestado en este tenor. Con la que está cayendo (el conflicto con Catalunya) mi reflexión, meramente sociológica, se centrará en la posible modificación de la Constitución española que ayude a solventar la cuestión.

Salvo error por mi parte, hasta la tarde-noche del martes 10 de octubre pasado, tras la Declaración de Puigdemont en el Parlament, Rajoy no aceptó, a instancia de Pedro Sánchez, que habría que crear una Comisión que propusiera una reforma de la Constitución. Pero ¿desde hace cuántos años, cuanta gente no estaba hablando de un acomodo, lectura, reforma etc., de la Constitución, entre otras cosas para desatascar la cuestión territorial, a todas luces uno de los principales problemas, con el paro, en España? Habrá hecho falta llegar al abismo para crear esa bendita Comisión que, me temo, llegue demasiado tarde. Si se hubiera realizado hace años, después del desastroso pronunciamiento del Tribunal Constitucional de 2010, no estaríamos donde estamos ahora.

Pero quizá ni sería necesaria la modificación de la Constitución para solventar la cuestión territorial en España. Dos figuras, nada sospechosas de ser independentistas, hace casi 20 años, ya formularon “otra” lectura posible de la Constitución. Me refiero a Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón y Ernest Lluch con su tesis sobre “Derechos históricos y constitucionalismo útil”. No les hicieron caso. Y así nos va.

Poniendo las luces largas, no veo otro horizonte que Europa. Otra Europa más allá de la Europa de los actuales estados. Tampoco defiendo la Europa de los pueblos. Es demasiado complejo. Creo, como he escrito muchas veces, en una Europa fuerte, una Europa donde el Parlamento Europeo tenga más capacidad de decidir que en la actualidad, y en el que se aplique el sabio principio de la subsidiariedad. Habrá siempre, siempre, tiras y aflojas, con constantes disputas sobre la atribución de competencias (a las ciudades, a las autonomías, a los pueblos, a los estados) y todo ello en el marco de un mundo cada vez más planetario cuyo centro de gravedad ya ha transitado del Atlántico al Pacífico. Una Europa y, en ella, una España, Catalunya, Euskadi, Comunidad Valenciana, etc., etc., envejecida sin remedio a lo que parece, con riesgo de convertirse, a breve plazo, en el museo y el geriátrico del mundo. Y, al otro lado de nuestro Rio Grande, el mar Mediterráneo, la población más joven y más pobre del planeta. Insoportable el telediario de hoy viendo pateras llenas de personas a punto de hundirse. (Por cierto, otra ley incumplida, sin que fiscalía alguna diga nada. ¡Vergüenza!)

Volviendo al tema territorial creo que lo que estamos viendo y viviendo en Europa, exige superar, tanto las demandas de independencia como de soberanía. Ya no son aplicables, no solamente a Euskadi, por mentar donde yo resido, sino tampoco a España, a Francia, Alemania, etc. Vivimos ya en un mundo interdependiente en el que la soberanía absoluta ya no existe. Afortunadamente. Más aún, a poco que se piense, todas las identidades son múltiples, aunque demasiado frecuentemente, demasiada gente no lo quiera reconocer. Así surgen y se alimentan los ¡American first!, ¡D´abord la France!, ¡Deutschlan uber alles!, ¡Euskadi ala hill! (Euskadi o muerte), ponga el lector el correspondiente en castellano.

Añado una idea fuerza para mi desde hace años: la soberanía, como la independencia, amén de falsas, son polemógenas. Debemos superarlas en pro de un planeta más solidario en el respecto a las diferencias. Y solventar los inevitables conflictos mediante la deliberación continuada. Lo que exigirá cesiones. Nadie está en posesión de la verdad absoluta. ¡Ay la verdad! Mi profesor en Lovaina, Paul M. G. Levy, nos decía que, en una situación sociopolítica en grave conflicto, la pretensión de poseer la verdad era, también, polemógena. Sigo pensando lo mismo, casi 50 años después.

Al rato de la declaración de independencia (o lo que fuese) del viernes día 27, envié este tuit: “Un abrazo a todos los catalanes. A todos. Las diferencias con la negociación, sin violencias. Votando. Hoy no termina la historia”.

Quiero concluir esta entrada al blog, trasladando la pregunta y la respuesta que dio Salvador Paniker, recientemente fallecido, a una cuestión sobre la situación catalana, con la estoy básicamente de acuerdo, más allá de su valoración genérica (y mayoritariamente plebiscitada) sobre lo que nacionalismo significa que requiere, a mi juicio, distinciones y matizaciones.

Me gustaría preguntarle por la situación de Cataluña; ¿cómo lo está viviendo usted?
- Yo no soy nacionalista. El nacionalismo fue útil para mantener la cohesión social, a partir de la Revolución Francesa. Ahora, en un mundo globalizado, y yo soy muy partidario de la globalización, el nacionalismo separa y va en contra de la marcha de la tecnología, de la cultura. A mis amigos independentistas les respeto, pero les digo que nos dejen en paz a todos y tengan un poco de paciencia, porque si España se incorpora del todo a Europa, ese problema se solucionará, porque Cataluña será ya más parte de Europa que de España. Y por ahí debe ir la solución. (En una entrevista en ABC el 20/11/2015).

Ya se ha producido el choque de trenes. Mañana veremos las consecuencias del descarrilamiento, o más bien, de la embestida del tren más fuerte al más débil. Nadie sabe nada esta noche de domingo lo que a partir de mañana vaya a suceder. ¿Será posible no crear víctimas innecesarias? Con la experiencia de los dos Jordis en la cárcel, no me hago muchas ilusiones y me temo lo peor. Con consecuencias del todo punto imprevisibles a medio y largo plazo. ¡Con lo fácil que era atenerse a lo que deseaba el 80 % de los catalanes, una consulta pactada! ¿Qué democracia es esa en la que la voluntad pacífica del 80 % de una población de expresarse en una consulta no es tenida en cuenta? ¿Dónde queda la legitimidad de una ley que, supuestamente, la prohíbe o la impide?

domingo, 8 de octubre de 2017

Catalunya ante el precipicio: el fracaso de esta Europa

Catalunya ante el precipicio: el fracaso de esta Europa

Lo urgente e importante hoy es parar la Declaración Unilateral de Independencia. Ya lo he dicho en las anteriores entradas a este blog. (http://javierelzo.blogspot.com.es/2017/10/como-decir-no-la-independencia-de.html) Pero se está haciendo muy mal. Si pongo las luces largas, como intento hacer estos días en este tema (aunque he de reconocer que la acción policial el 1º de Octubre me impactó enormemente), me reitero en mi idea de la desmembración sentimental de España. No solamente de Catalunya como ha reconocido hoy, domingo 8, Josep Borrel al final de la manifestación anti-independentista en Barcelona, también en España. Un detalle menor pero significativo. Vi el día pasado en TVE cómo, en Alicante, Gerard Piqué era aplaudido y silbado al entrar al hotel. No solamente hay división emocional entre Catalunya y Euskadi con España, sino también en el interior de España.

Si lo urgente e importante es lograr que no se declare la independencia, considero también que, junto a la defensa de la legalidad, es precisa, tal y como están las cosas, una salida que permita abordar, con tiempo, la no resuelta cuestión territorial en España. Hoy, esto exige también, por parte del Estado, una deliberación seria sobre la cuestión territorial. De ahí la apelación de muchos, entre los que me incluyo, al diálogo y, si cabe, a la mediación. Lo contrario es un choque frontal de trenes en el que ganará, sin duda alguna, el más fuerte, el Estado Español, pero habrá creado una herida, no solamente en Catalunya, que no veo cómo ni cuando se cerrará. El diálogo exige, de entrada, que se sienten, aunque no tengan nada de qué hablar. Acabo de oírselo a Serrat, hablando desde Rosario, en Argentina.

La Iglesia parece que ha intervenido. “La Vanguardia” ha propuesta algo así como un Comité de sabios. El Colegio de Abogados en Catalunya también se ha ofrecido. Ayer sábado hubo muchas manifestaciones en España, de personas vestidas de blanco, pidiendo dialogo. Me parece muy bien, pero, personalmente, creo que es la Unión Europea, (no sé bien qué organismo) la que debe intervenir. Decir que este es un tema exclusivamente interior al Estado Español, lo considero, más que un grave error: es una dejación de responsabilidades. No sé si jurídicas, pero sí- ¿cómo denominarlo? – éticas o políticas, al menos si creemos en una Europa como una bella utopía (que no quimera) en construcción. Una Europa que se desentiende, o se pone de perfil, o dice generalidades (cumplir la ley sin violencia etc.) es una Europa que no se atreve a intervenir cuando, en su seno, hay un problema del calado que ahora hay en España. Necesitamos más Europa, otra Europa más fuerte, que se implique cuando hay problemas, si realmente queremos que Europa entre en el corazón de los europeos. Lo que desgraciadamente no es el caso.

Un buen amigo mío, que en su día trabajó en un organismo de la UE, y que ha echado raíces en Bélgica y a quien trasladé alguna de estas ideas me contesto que describo muy bien lo que me gustaría que fuera la UE. Y añade, “Es más, los que hemos trabajado durante años en ese sentido, compartimos el mismo ideal y muchísimos de sus objetivos.
No cabe duda de que la UE es algo extremadamente importante que interviene (y a veces gestiona) la vida diaria de los europeos. Y no por no ser consciente o desconocer su papel es menos necesaria.
Sin embargo "no se puede pedir peras al olmo". Los Estados miembros no han delegado su soberanía en estas cuestiones. (Mira la reacción de Polonia, Hungría y algún otro estado báltico en relación con los inmigrantes). Por consiguiente, si no tienes mandato para actuar, no puedes reaccionar a demandas de responsabilidades. Y cuando no hay mandato me resulta bastante arriesgado apelar a la ética y pedir responsabilidades”.
¡Ay la soberanía! Me pregunto, hace mucho tiempo, y lo he escrito reiteradas veces, si el concepto, lo que históricamente ha representado, y sigue representando en un contexto de pluralismo y globalización, no es ya un concepto no solamente obsoleto sino, también, contraproducente, incluso polemógeno que diría mi profesor lovaniense, Paul M. G. Levi que tanto me influyó en mis años de formación.

Ahí estamos. El martes el choque de trenes, salvo milagro, se consumará. Evidentemente el responsable será “el otro”. Yo no lo creo, hay unos más responsables que otros, pero, hoy, al menos, no quiero echar más leña al fuego. Aunque este texto lo lea poca gente, sabiendo que su influjo será nulo, y aceptando, plenamente, que mis análisis pueden ser erróneos, al menos quiero tener la conciencia tranquila de no haberme callado.

lunes, 2 de octubre de 2017

¿Cómo decir no a la independencia de Catalunya tras la violación de DDHH del 1-O?



¿Cómo decir no a la independencia de Catalunya tras la violación de DDHH del 1-O?

El día de ayer vivimos, a través de las televisiones (excepto TVE que decidió no informar de lo que estaba informando toda la prensa occidental), la vergüenza de ver cómo, policías encapuchados, maltrataban a una población pacifica que blandía una papeleta de voto en la mano. Vergüenza en primer y principal lugar para el ejecutivo español. Vergüenza de ver a Rajoy a las 20,20 hablar de la ley incumplida (como si no llevaran cuarenta incumpliendo otras leyes), cual extraterrestre que no se hubiera enterado de la gravísima y continuada violación de los derechos humanos que “su” policía y bajo “sus” ordenes (no las de la jueza que eran mucho más moderadas) contra personas indefensas de toda edad. Quizás porque se limitó a ver TVE. Yo seguí casi todo el día pegado a la televisión, básicamente la Sexta y ETB, con el móvil a mano, leyendo cómo “Le Monde”, en su edición para suscriptores, informaba minuto a minuto lo que sucedía en Barcelona. También vi, un rato, el Telediario de TVE.

De todo lo que vi y leí ayer quiero destacar las intervenciones de dos alcaldesas, principalmente la de Ada Colau. Confieso de entrada que tenía un “a priori” negativo hacia ella. Pero ayer mis “a prioris” saltaron por los aires. No sé si su gestión como alcaldesa de Barcelona está siendo buena o mala. Cuando toque, en las elecciones, los ciudadanos de Barcelona lo decidirán y punto. Pero, ayer, colocó el tema donde, a mi juicio, obviamente hay que situar: en una agresión reiterada, durante horas, a una población indefensa ocasionando multitud de heridos algunos de consideración. Llamó cobarde a Rajoy (quizá sobró el calificativo) pero, con claridad le señaló, justamente a mi juicio, como el principal responsable de la violación de DDHH que se vivió ayer en Barcelona. No defendió a ultranza a Puigdemont (Colau se declaró no independentista), pero no recurrió a la cómoda afirmación de decir que todos eran culpables de lo que estaba pasando en Catalunya. Señalo bien claramente que unos (Rajoy entre ellos) eran más responsables que otros (Puigdemont y los independentistas, en su comportamiento los días 6 y 7 de septiembre en el Parlament), por el otro. ¡Chapeau!.

La otra alcaldesa que me impactó fue Núria Marín, alcaldesa de l´Hospitalet de Llobregat quien, en nombre de su capacidad de decidir, decidió no colaborar con el 1-O, pero se encaró con la Policía Nacional cuando entró, por la fuerza, en un Instituto de 2ª Enseñanza de la ciudad de la que es alcaldesa. También tuvo que soportar, dando la cara, las imprecaciones de algunos ciudadanos. Aquí también, ¡Chapeau.

Y, ahora, ¿qué? En la anterior entrada a este blog ya expresé mi opinión sobre la situación en Catalunya y las condiciones que, obviamente a mi juicio, debe cumplir una proclamación de independencia. No las voy a repetir. Este es el enlace. http://javierelzo.blogspot.com.es/2017/09/sobre-situacion-en-catalunya.html

Comprenderán, si lo consultan, que añada hoy que, tras la jornada de ayer del 1-O, aunque mi corazón lata cada vez más independentista de “esa” España, considere, aun tras haber escuchado a Puigdemont ayer noche, y el inequívoco avance provisional de resultados del Referéndum posible, considere que una declaración unilateral de independencia de Catalunya, los próximos días, constituiría un error, incluso para los catalanes. Sería un salto en el vacío sin paracaídas. Entiendo, pero no comparto plenamente, la argumentación de un opinador de la Sexta, (cuyo nombre no he retenido, pido disculpas) que decía que los partidos que habían prometido la declaración unilateral de Independencia, si había una mayoría de “síes” en el Referéndum, estaban “obligados” a pronunciarla.  Lo entiendo todavía más cuando no veo, ni leo, ni escucho, (quizás se me haya escapado) proposición alguna seria, repito que seria, no una mera exhortación al diálogo, de políticos o medios de comunicación de ámbito estatal español (excepto, ¿quién me lo iba a decir hace un año? de Podemos), para solucionar la cuestión catalana en el marco de “otra” España posible. Porque hay otra España posible, como tantas veces he escrito. Solamente en la prensa catalana que he consultado (La Vanguardia y El Periódico de Catalunya) y en la vasca del Grupo Noticias, y en el lehendakari Urkullu, he visto la que se me antoja como la única solución posible: una consulta clara y pactada a la población catalana y vasca. Me remito, de nuevo, a mi anterior entrada a este blog, para las condiciones que, una vez más, a mi juicio, debiera tener esa consulta.

Algunos dirán que llega demasiado tarde. Desgraciadamente quizá tengan razón. Razón de más para que se eleven voces sensatas y propositivas, en España principalmente, pues es en España donde radica prioritariamente el problema, en el respeto a la singularidad vasca y catalanas. Al menos si quieren que Euskadi y Catalunya no se vayan, no nos vayamos, como poco a poco, pero claramente, ya nos estamos yendo de “esa” España. Incluso, los que, como yo, no hemos partido desde posiciones independentistas.

Donostia 2 de octubre de 2017
Javier Elzo