miércoles, 13 de febrero de 2013

Papa, elegido por los obispos, para diez años


Papa, elegido por los obispos, para diez años

 
Benedicto XVI renuncia al papado porque no tiene fuerzas para seguir. Se le entiende con 85 años. Máxime con halcones alrededor. Hasta su propio mayordomo personal le roba sus papeles.. Creo que nadie, a poco que razone, sea creyente o no, estará en desacuerdo con esta decisión papal. Personalmente, además, creo que tiene el mérito de algo que, en España, se habla mucho: la ejemplaridad. Ojalá cunda, dentro y fuera de la iglesia.

No voy a repetir aquí mi valoración de urgencia sobre la labor del Papa que ya realicé en “El Diario Vasco” ayer martes, aunque la política de Vocento exija, para leer los artículos de opinión, comprar el periódico en papel o abonarse a su sistema digital. De todos modos, mi opinión reflejada en DV se corresponde con la del editorial de “Le Monde” y con la del artículo de Manuel Freijó, que ayer colgué en este blog.

Hoy quiero detenerme brevemente en un par de ideas de mi artículo de DV. Escribí que  con el tiempo “me confirmé en dos convicciones. La primera que la Iglesia no necesitaba (ni necesita ahora en su sucesión) un teólogo papa, sino un pastor. La segunda, algo que vengo escribiendo y diciendo hace años: que los nombramientos papales y episcopales deben ser temporales. 10 años, como mucho. Sin reenganche”.

Respecto del primer punto, siguiendo a Le Gendre, "La confesion d´un Cardinal" (ficticio) escribiría que la Iglesia hoy necesita un papa que, “conociendo de cerca las dificultades de la vida de gente sencilla, las cuestiones que se plantean y que haya participado en sus sufrimientos” (piensa en un cardinal, obispo en ejercicio en alguna diócesis, preferentemente no europea), tenga “la visión de un historiador, incluso de un sociólogo” más que de un teólogo. Por eso el supuesto cardenal no hubiera dado su voto a Ratzinger, por mucho que alabe muchas de sus virtudes, especialmente las personales. La razón de este planteamiento radica en que “nuestro problema mayor (el de la Iglesia), nuestra prioridad hoy, reside en comprender mejor el mundo en el que vivimos. Lo entendemos mal, lo vemos alejarse de nosotros desde hace bastantes décadas y, como no identificamos claramente las razones, nos aferramos a valoraciones que me parecen sumarias”

“Es porque nuestro diagnóstico no está suficientemente fundamentado desde hace décadas por lo que perdemos terreno, particularmente en Occidente. Si se aceptara la visión del historiador, se aceptaría pensar que el mundo no ha terminado de hacer pagar a la Iglesia sus errores, sus faltas ,sus bloqueos de antaño. Nuestra política habría de ser la de recortar este especie de purgatorio en el que el mundo nos ha colocado. La cuestión está en saber cómo podemos recortar ese tiempo de purgatorio. He llegado a la conclusión de que debemos de dejar de dar lecciones al mundo en todo y sobretodo. Es preciso que cesemos de aparecer como los aguafiestas, látigo en mano contra el mundo. En el pasado hemos dado demasiadas lecciones al mundo y algunas de ellas eran falsas, sea demasiado ambiguas, sea interesadas, sea demasiado rotundas. En consecuencia nuestro mensaje fundamental no logra hacerse entender”

La Iglesia ya ha dejado escapar la cita con el mundo científico y con la democracia, y aun no ha terminado de pagar sus errores al respecto. Es preciso que no pierda su cita con la globalización pues sería fallar en una de sus notas centrales, la catolicidad que, precisamente ahora en un mundo globalizado tendría más sentido propugnar

Respecto del segundo, sostengo firmemente, que no hay que mantener demasiado tiempo, en los mismos cargos a las mismas personas. Normalmente son incapaces de renovar sus análisis y sus opiniones. Es la argumentación que también me dio un antiguo Cónsul en Bilbao, posteriormente Embajador en Honduras, hoy ya jubilado, cuando de vez en cuando nos encontramos en San Juan de Luz o en Donosti. Ellos no están en ningún cargo más de tres años. Al señalarle que me parecía demasiado poco tiempo, me dijo que sí, que así era en efecto y que él lo subiría a cuatro, incluso cinco, pero no más. Se pierde eficiencia, concluyó.

Personalmente, conociendo los tiempos en la Iglesia, yo llegaría hasta los diez años, como mucho. Sin posibilidad de reenganche. El modelo político de algunos países, como Francia o EEUU con dos mandatos me parece correcto. Aunque, personalmente en la iglesia, lo limitaría a un solo mandato pero más largo. Lo que he dicho: máximo de 10 años.

También cambiaría el modo de elección papal. Una formula podría ser que lo eligiera el Sínodo de Obispos, conformado por Obispos elegidos, en voto secreto y para la elección papal, en un numero proporcional al de la distribución de católicos en el mundo. Sin candidatos y eligiendo, obviamente en voto secreto, en base a conversaciones informales entre ellos. Pienso en la forma como los jesuitas nombran a su Prepósito General, su jefe máximo, para entendernos.

Obviamente habría que escoger, normalmente, un papa más joven, limitando su mandato a unos pocos años, insisto en ello. Los ejemplos de países donde se escogen mandatarios de edad muy avanzado no son envidiables: Arabia Saudita, la URSS, China antes de la caída del muro de Berlín…Aunque pueda haber excepciones (Napolitano en Italia ahora) son eso, excepciones.

¿Puedo añadir, para concluir, que no encuentro prácticamente a nadie que piense como yo en este punto?. Como no me considero Dios Padre, he de concluir que debo estar profundamente equivocado. Pero como el papel (el ordenador) lo aguanta todo…

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