Ayer participé en un
Seminario organizado por DeustoForum en la Universidad de Deusto
sobre “Justicia para la convivencia. Justicia retributiva y justicia
restaurativa: su articulación en los delitos de terrorismo”. Con tres ponentes,
que ya nos habían mandado sus textos, nos reunimos unas cuarenta personas, la
mayoría profesores, o gentes del ámbito del derecho, que cubrían prácticamente todo
el espectro político de Euskadi. Fueron cuatro horas y media de intervenciones
francas, la mayoría de altura. Algunos ya traían preparadas sus intervenciones,
pues la leyeron. Yo saqué dos lecciones mayores de este Seminario. En primer
lugar su gran utilidad. En Euskadi no han proliferado los ámbitos o espacios en
los que personas con sensibilidades diferentes intercambiemos nuestros puntos
de vista en torno a la cuestión vasca. Creo que habría que fomentar estos
encuentros, particularmente de forma discreta, como la ayer en Deusto, aunque
después se harán publicas las intervenciones de todos.
Pero saqué una segunda impresión del Seminario que, avala aún más, la necesidad de contactos entre personas de diferente sensibilidad pues comprobé que estas son, verdaderamente, muy dispares. Más allá de opciones políticas divergentes (nacionalistas y constitucionalistas, por usar una dicotomía al uso hace algún tiempo) era el tema de las víctimas y los presos lo que nos diferenciaba. Mientras unos solamente hablaban de las victimas de ETA, otros, entre los que me incluyo, también nos referíamos a las victimas de los GAL, Batallón Vasco Español etc., sin olvidar las torturas policiales. Pero el tema va más allá pues, yo al menos, ante el planteamiento de la necesidad de no limitarse a unas solas víctimas, siento el reproche, explicito o implícito, de querer subsumir la violencia terrorista de ETA dentro de un clima de violencia (y Batasuna añadirá, falsamente, como consecuencia del “conflicto” vasco) de tal suerte que la diluya. Entonces el terrorismo de ETA no sería sino una de las tantas manifestaciones de violencia que hemos padecido estos cincuentas años (por quedarme ahí) en el País Vasco y en España.
Personalmente sostengo
que el terrorismo de ETA tiene su propia especificidad e, independientemente de
las actuaciones antiterroristas y de las torturas (con una frecuencia más que esporádica), el totalitarismo de ETA y sus
actos terroristas (sin olvidar a quien las jalearon, justificaron o miraron a
otro lado) exigen una condena en sí misma considerada, sin necesidad de mirar (aun
sin olvidar) otras manifestaciones de violencia. Diría que no estamos en una
situación de simetría (dos colectivos o dos comunidades que se enfrentan) sino
en lo que, a falta de término mejor, denominaría como una situación de violencia
asimétrica.
La siguiente cuestión es la de saber si, aún aceptando esta violencia asimétrica, debe haber también, como es el caso, una justicia asimétrica en la que la violencia de ETA reciba, de parte de
No es este el espacio para
avanzar más en estas cuestiones. Basta aquí haberlas señalado, apuntando por
donde apuntan mis puntos de vista.
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