El candidato ideal
Publicado en DEIA y en "Noticias de Gipuzkoa" el 08/05/15 y en "Noticias de Álava" el 09/05/15
Una periodista de ETB me
sometió hace días a un amable “tercer grado” sobre mi opinión acerca del “candidato
ideal”, opinión de la que quizás han conocido alguna pincelada en algún
“teleberri” de ayer viernes, inicio de la actual campaña electoral. He reflexionado
y, tras el estímulo de la entrevista, he redactado estas líneas que someto a la
consideración crítica de los lectores de este artículo. Una advertencia de
entrada: las condiciones que yo considero debe tener un “candidato ideal” no
presuponen, en absoluto, que quienes no las tengan no puedan ser unos
excelentes candidatos. Pero me piden que reflexione sobre “lo ideal” para un
candidato. No es preciso añadir que mis ideas son absolutamente subjetivas. De
ahí que no voy a repetir en cada momento, “según mi opinión”, “a mi parecer”
etc., etc.
- Debe tener entre
cuarenta y sesenta años, con experiencia en el trabajo (por eso digo que tenga
al menos 40 años), con la plena fuerza de la edad, y sin haberlo visto ya todo
y “estar de vuelta de todo” (como sucede a menudo en quienes hemos sobrepasado
los sesenta años de edad). Esta primera nota me permite apuntalar la advertencia
arriba expresada. Una persona de 35 años o de 70 años, también puede ser un
excelente candidato.
- Es preferible que, en
el momento de presentarse como candidato, no tenga hijos de corta edad (menos
de cinco años) a cargo. Los niños necesitan, si se les quiere educar bien,
mucho tiempo. No solamente las “sobras del tiempo”. Y ser un buen electo,
también exige mucho tiempo.
- Es totalmente indiferente
que sea hombre o mujer
- Sin embargo me parece
crucial que tenga un trabajo asalariado al que puede volver al final de
mandato. Esa situación es claramente preferible a la del joven afiliado a un
partido político y que solamente ha hecho carrera dentro del partido. Todo sea
dicho sin excluir, obviamente, a los parados.
- Su mandato no debe ser
superior dos legislaturas. Pero deben estar mejor pagados que ahora y, al
término de su mandato, quizás un tiempo de reciclaje pagado por la Administración.
Necesitamos en la gobernanza a los mejores. Y eso se paga.
- Tiene que haber
demostrado interés por la “cosa pública”, habiendo intervenido en el “dialogo
social”. Debe ser conocido en el ámbito (local, territorial etc.) para el que
se presenta. El ciudadano debe saber a qué persona en concreto vota y lo que
piensa de las cosas de la vida en la circunscripción en la que se presenta: de
la educación, de la sanidad, del ruido nocturno de los fines de semana, de la
movilidad de los ciudadanos, de las basuras, del ocio y su cultura etc., etc.
No se defiende, por ejemplo que un ciudadano que resida y haga su vida en
Donosti, se presente, digamos, en Bilbao.
- No veo esenciales los
estudios previos que tenga. Los geólogos pueden estar tan interesados y
capacitados para el servicio público como, digamos, los sociólogos. Así mismo,
un trabajador de base puede ser tan buen candidato como el más ilustrado de los
ciudadanos. Particularmente en la gestión, más que en la labor legislativa.
- Puede ser autóctono o
emigrante. En el segundo caso debe tener, al menos, cinco años continuados de
residencia en su circunscripción, demostrando integración en la sociedad a la
que ha emigrado, y manifestando interés por los problemas de su nueva sociedad.
- El candidato debe tener
piel de elefante para soportar las puyas y dardos de la prensa de ideología
opuesta a la del partido por el que se presenta, y desconfiar de los halagos de
la prensa que sostiene su ideología. Debe leer (escuchar, visionar etc.) todo
tipo de prensa para informarse, procurando no dejarse influenciar por los
halagos, críticas o silenciamientos. Debe pensar y decidir con su propia cabeza
y saber quedarse solo.
- Debe estar a
disposición de la prensa pero sabiendo mantener distancia con sus urgencias, que
lo quieren “todo, ya y lo más llamativo posible”. ¿No valoran acaso- y en
demasía- al candidato que les da titulares?. Vivimos esclavos de la inmediatez
y la prensa en mayor grado, que vive de venderse. Y al ciudadano, ¡helas!, le
va lo llamativo.
- El candidato y, más aún
el electo, debe mantener sus distancias cuando sobre un tema nuevo no tenga
opinión formada. No es San-Dios. Un buen candidato-electo es aquel que ante los
temas nuevos diga que necesita tiempo para informarse y para formarse una
opinión. Y soportar ser perseguido por la alcachofa, hasta en la puerta de su
casa y que digan, por ejemplo, que no quiere mojarse. En este mundo de
aceleración continua cada día valoro más a la persona que diga francamente que
no tiene opinión formada sobre un tema. Claro que, si es un electo, tiene que
estudiar el tema y, en su momento, dar su opinión.
- Un buen candidato debe
estar, sobre todo, a disposición del ciudadano, en particular del que le ha
votado. Creo importante que, según la dimensión de su circunscripción, tenga
una oficina o despacho con un horario para atender al ciudadano.
- Pero también debe preservar
su tiempo libre. Para descansar, pensar, leer, conversar, informarse de los
nuevos temas, etc., etc. En líneas generales, al menos un día libre a la semana.
Con teléfono cerrado, salvo auténticas urgencias gestionadas, férreamente, por
el partido o agrupación por el que se presenta. Necesitamos electos
descansados.
- Se le presupone honrado.
Aunque la “pena de telediario” está al orden del día.
- Debe tener
fundamentadas convicciones (políticas, religiosas, sindicales, sociales etc.)
desde las que defender sus posiciones, pero debe saber, también, que la única
verdad no existe, tampoco en las filas de su partido o agrupación por el que se
presenta. La verdad no está en un cajón depositado en la sede de su partido. La
verdad la vamos construyendo todos días, cada cual desde sus convicciones que
pueden ser firmes, y que deben ser flexibles. Como el junco.
Por último, lo repito:
todas estas condiciones del candidato no son excluyentes. ¿Lo esencial?. Que
viva, ocho años como mucho, “para la política”, pero no que haga “de” la
política su continuado “modus vivendi”.
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