Mi sueño de universidad
Un texto similar, pero mas reducido lo publicó DEIA y Noticias de Gipuzkoa el sábado 21 pasado
Es posible, incluso probable, que
idealice, hoy, más de cuarenta años después, la universidad en la que me formé:
la UCL ,
Université Catholique de Louvain, la Universidad de Lovaina. La viví, antes de su
escisión, en la ciudad de Leuven, el nombre flamenco/neerlandés de Lovaina.
Allí estudié Sociología y Ciencias Morales y Religiosas.
Estos últimos tiempos la universidad vuelve a estar en las
noticias. La discusión de si la carrera universitaria debe consistir en cuatro
años de grado más uno de master, o si de tres de grado y dos de master, ha
ocupado muchas páginas de la prensa y muchas horas de radio y televisión. He
seguido el tema desde la distancia. Me ha tocado, en mi vida profesional,
estudiar y cambiar planes de estudios, tanto en Trabajo Social como en
Sociología; que si tantas horas para esta materia, que si tantas para esta
otra. He vivido varios planes de estudio. Es el cuento de nunca acabar. Pasa lo
mismo en la enseñanza secundaria. Siempre pesé que era algo muy, muy
secundario. Horas y horas de reuniones para nada.
Más recientemente, el 16
de marzo actual, nos enteramos, gracias a un Informe de la Fundación BBVA elaborado por el excelente Instituto Valenciano de
Investigaciones Económicas (IVIE), de un nuevo ranking de “productividad” de un
elevado número de universidades españolas: 11 de las 30 universidades privadas de
España y 48 de los 52 campus públicos españoles. Luego un total de 59
Universidades. Para el trabajo emplea 25 indicadores y solo ha puntuado a
aquellos centros que disponen de datos de al menos 18 de ellos.
Subrayo, de entrada, que se trata
de medir la “productividad”, no el conocimiento, ni el aprendizaje, indicador
evidente del mundo en el que vivimos. Pero no quiero detenerme en este el
aspecto, pero tampoco pasarlo por alto. Según ese Informe, las universidades
públicas son más productivas que las privadas en investigación y transferencia
tecnológica frente a las privadas, que lo hacen en docencia. Las universidades
de Deusto y de Navarra, encabezan el ranking de las mejores universidades en
docencia. Habiendo estado treinta años en Deusto, como docente e investigador,
me permitirán un par de comentarios al respecto.
No me extraña que Deusto se sitúe a la
cabeza en el ranking de docencia, mientras se posicione en el puesto 7º en
innovación y en el 14º en investigación, lo que tampoco está nada mal para ser
una universidad que vive de las matrículas de los alumnos. Siempre he pensado
que del profesorado de Deusto no saldrá nunca un Premio Nobel, o un candidato a
serlo, lo que sí podría salir, por ejemplo, de la UPV (me atrevería a dar algún
nombre), si no estuviera localizada en Euskadi (luego fuera de los lobbies de
influencia para estos premios). Pero del alumnado de Deusto ya han salido
figuras revelantes, particularmente, en el campo del empresariado y de la
gobernanza. En Deusto el alumno conforma el centro de su actividad. El alumno
es rey en Deusto. Deusto mima al alumno (hay organismos de orientación y
seguimiento personalizados) y le exige (por ejemplo, jamás concede un crédito a
un alumno por la mera asistencia a unos cursos, sin que haya una evaluación de
su aprovechamiento). La verdad es que soy bastante reticente ante la utilidad
de estos rankings de universidades (hospitales, paqrues
naturales, hoteles, restaurantes etc.) así como de los controles de calidad,
ISO, Q´s, y otro que pueda haber, Informes PISA, etc., etc., que pululan por
doquier en nuestra sociedad. Aunque obviamente me
alegro cuando leo que “mi” universidad de Deusto sale bien parada en una de
esas clasificaciones.
Pero volvamos a mi “otra” universidad, la que me formó, la de
Lovaina. De todas las que conozco es la más se acerca a mi ideal de
universidad. Señalaría estas notas para mostrar mi ideal universitario.
La primera y fundamental es que Lovaina
no era un centro de estudios superiores, lo que a mi juicio es, básicamente, la
universidad española (y la vasca no es excepción), sino una universidad. Entre
nosotros las clases son, digamos, de 8 a 14 horas, de 15 a 21 horas etc. Una tras
otra, estando los alumnos normalmente todo el año en el mismo aula, por donde
pasábamos los profesores. Durante tres años fui Decano en Deusto lo que de
verdad se me exigía era que organizara bien el horario de clase de los profesores
y el de los alumnos y los exámenes de estos.
Durante más de 25 años he explicado, en
Deusto, Técnicas de Investigación Social, los jueves y los viernes a las 11,30.
No es mala hora. Los jueves con clase llena, o bastante llena (era muy raro que
pasara lista, una de mis herencias de Lovaina) y los viernes, poco más de media
clase, especialmente los últimos años.
Nada de eso en Lovaina. Para empezar la
carga de horas de clase era notoriamente inferior a la española. En segundo
lugar el horario lectivo empezaba a las 8 de la mañana y terminaba a las 8 de
la tarde y las clases tenían lugar en edificios diferentes. Lo que hacía que un
día podía tener tres clases, por ejemplo, una a las 9 de la mañana, otra a las
12,00 y la tercera a las 5 de la tarde. El resto del tiempo en casa, en la
biblioteca, reunido con compañeros haciendo un trabajo en común, o en consulta
con algún profesor. La diferencia es brutal. Más trabajo personal, más contacto
con profesores, más trabajo en común en lugar de la universidad española donde,
el horario de los autobuses que llevan alumnos que no residan en la propia
ciudad (por ejemplo autobuses de Vitoria a Bilbao, o incluso de Bilbao a San
Sebastián) y la concentración horario impedía un intercambio, ya entre alumnos,
y no digamos entre alumnos y profesores.
Los profesores
teníamos horas de presencia obligatoria para atender alumnos. Pero era rarísimo
que los alumnos pasaran por nuestros despachos. O bien estaban en alguna clase
o bien entrando o saliendo del edificio universitario. Si, esa es una nota que
diferencia un Centro de Estudios Superiores de una Universidad.
Los curricula
escolares que ya viví en España entre asignaturas troncales, optativas y de
libre elección eran inaplicables por el corsé horario y, de hecho, apenas se
llevó a la práctica. No así en Lovaina donde la carga lectiva, ya lo he dicho,
era menor. También la troncal, lo que permitía, de verdad, una libre elección.
En mi licenciatura en sociología, escogí materias de psicología, historia,
antropología y hasta teología. Eso si, lo repito: el horario de 8 de la mañana
a 8 de la tarde y, obviamente en edificios distintos. Yo tenía un tutor con
quien al comienzo de curso organizaba mi carga lectura y con que debía ponerme
de acuerdo por si a lo largo del mismo deseaba cambiar alguna materia. De hecho
durante el primer mes teníamos prácticamente opción para modificar nuestro plan
de estudios, siempre de acuerdo con el tutor. ¡Ah!, y no había informática y
todo se hacia a mano, por el estudiante, y en una maquina de escribir la
administración. Era todo mucho más sencillo y eficiente que ahora que estamos
atiborrados de papeles que vomitan, sin cesar, los artilugios informáticos que,
en nombre del progreso y a favor de la despersonalización de la enseñanza, nos
hemos impuesto. Mis colegas se dedican a rellenar papeles, como me dicen
unánimemente, cuando me encuentro con ellos. Eso si, ranking de mejores
universidades, controles de ISO y Q´s de calidad, Informes PISA, etc., etc.,
por doquier. Papel mojado, zarandajas de una sociedad decadente, que solo sirve
para llenar hojas de periódicos y controles y más controles. Ya lo dijo
Foucault: “Surveiller et punir”.
Las clases en
Lovaina, especialmente a partir del tercer año, eran ya de especialización.
Recuerdo que en una asignatura, titulada “El cambio social”, más de la mitad
del tiempo lo consagramos a la revolución de Mao. (Y no se olvide que estaba en
una universidad católica). No se trataba de explicarnos, una detrás de otra,
todas las teorías de cambio social, sino tras un sucinto repaso de las más
importantes (con bibliografía incluida pues en Lovaina se leía), trabajar en la
de Mao, mediante una corta introducción del profesor y después en grupos de
trabajo, con asistencia del profesor varias veces durante el periodo lectivo.
Es el sistema que después utilicé en Deusto cuando explicaba Sociología de los
Valores (aunque ya mis alumnos no leían libros). El examen consistía, en una
defensa individual, oral, del trabajo realizado en correlación con la
información más teórica impartida. En muchos casos, ni hacía falta examen, pues
había visto trabajar a mis alumnos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario