Otra vez la cuestión del
aborto
Quería
dedicar un buen rato de este sábado a la lectura del nuevo proyecto de ley del
aborto. Como todos los sábados, por sus suplementos literarios, compro en el
quiosco “El País” y ABC. Los abren así, en sus portadas.
“El
País”: A cinco columnas: “Aborto: España retrocede 30 años” Justo encima,
también a cinco columnas: “El gobierno Rajoy aprueba la reforma más restrictiva
de la democracia”. Leo en la portada el titulo de su editorial: “Regreso al
pasado”.
“ABC”.
Con fondo de vientre desnudo de una mujer embarazada este titular: “El aborto
se limita al riesgo grave para la salud de la madre y a la violación”. Justo
encima “El PP tumba la reforma de Zapatero”. Debajo del gran titular: “El
gobierne vuelve al espíritu de la ley socialista de 1985 y suprime el aborto
libre en as primeras 14 semanas”. Su editorial lleva este titulo” “Rajoy cumple
con la reforma del aborto”
Aquí
acabó mi lectura de los dos diarios. El resto estará presentado en razón de sus
pre-supuestos ideológicos. Y ya me pilla muy cansado para desentrañar lo que de
verdad dice la ley. Lo dejo para más adelante.
Mi
opinión sobre este tema lo he publicado muchas veces. Abajo podrán leer, si les
interesa mi opinión, uno de mis últimos textos al respecto. Es de 2009 aunque
después he escrito varias cosas sobre la maternidad y, aunque menos, también
sobre la paternidad.
Pero
entretanto he seguido unas reflexiones que me ha ido enviando Benjamin Forcano.
He releído lo que escuche a Diego Gracia y Alonso Bedate cuando pasaron por el
Forum Deusto. Y la duda a la que hago referencia en mi texto de 2009, que
traslado aquí abajo, se ha disipado. Es la diferencia que hay entre embrión y
feto. Lo digo con las palabras de Benjamin Forcano.
“"Trabajos
como los de Byme y Alonso Bedate hacen pensar que el cuándo (de la constitución
individual) debe acontecer en tomo a la octava semana del desarrollo, es decir,
en el tránsito entre la fase embrionaria y la fetal. En cuyo caso habría que
decir que el embrión no tiene en el rigor de los términos el estatuto
ontológico propio de un ser humano, porque carece de suficiencia constitucional
y de sustantividad, en tanto que el feto sí lo tiene. Entonces sí tendríamos un
individuo humano estricto, y a partir de ese momento las acciones sobre el
medio sí tendrían carácter causal, no antes” (Diego Gracia, Etica de los confines de la vida,
III, pp. 130-131).
Queda claro de esta manera que quien siga esta teoría puede
sostener razonablemente que la interrupción del embrión antes de la octava
semana no puede ser considerada como atentado contra la vida humana, ni pueden
considerarse abortivos aquellos métodos anticonceptivos que impiden el
desarrollo embrionario antes de esa fecha. Esto es lo que, por lo menos, defienden
no pocos científicos de primer orden (Diego Gracia, A. García-Bellido, Alonso
Bedate , J.M. Genis-Gálvez, etc).
Esta hipótesis, suficientemente demostrada permite, a quien se
apoya en ella, defender como no atentatorias contra la vida y como respetuosas
de la vida aquellas acciones que se producen en el proceso constituyente del
embrión antes de constituirse en feto, es decir, en estructura clausurada.
La teoría expuesta modifica notablemente muchos puntos de vista y
establece un punto de partida común para entendemos, para orientar la
conciencia de los ciudadanos, para fijar el momento del derecho a la vida del
prenacido y para legislar con un mínimo de inteligencia, consenso y
obligatoriedad para todos”.
Valdría
la pena escucharles, digo yo.
Xxxxxxxxxxxxxxxxxx
Mi texto de 2009
Aborto: convicciones y una duda
Ante el
aborto tengo algunas convicciones y una duda de fondo. Desde el momento de la
concepción hay vida. El “nasciturus”, el embrión que, salvo interrupción
voluntaria o fortuita, se convertirá en un ser humano, como Usted y como yo, ya
tiene sus señas de identidad. Únicas. No hay ni habrá otro ser humano como él.
Este ser
humano en potencia necesita, para crecer y subsistir, que una mujer, su madre
biológica, le lleve en su vientre. Es un ser distinto a su madre aunque sin su
madre no llegaría a nacer. Necesita a su madre para que, en su caso, el derecho
a la vida se lleve a efecto. No es un derecho absoluto. Se mata, legalmente, a
la gente. Pero es difícil negar ese derecho a un “nasciturus” aunque puede
lesionar, incluso gravemente, los derechos de su madre.
La inmensa
mayoría de madres desean dar esa vida al “nasciturus” que llevan en el vientre.
También para la inmensa mayoría de mujeres abortar es un drama. De ahí que las
madres son las que más tienen que decir cuando se enfrentan a un embarazo no
deseado. Pero no son las únicas que tienen algo que decir sobre el
“nasciturus”. Pienso en el padre de ese “nasciturus”, de quien nadie se
acuerda, que tendrá algo que decir, ¡pienso yo!, aunque más en unos casos que
en otros. Y también la sociedad tendrá algo que decir cuando se trata de
interrumpir, voluntariamente, la vida de un “nasciturus”.
Mi duda de
fondo está en saber si cabe asimilar el “nasciturus” a una persona humana. Si
lo que está en potencia es lo mismo que lo ya es realidad, luego si es sujeto
de los mismos derechos. En este punto hay opiniones científicas, filosóficas y
religiosas encontradas, entre personas con sólidos conocimientos, y de cuya
honradez intelectual y moral no tengo derecho a dudar. Así como tampoco tengo
duda alguna de que un “nasciturus” humano es muchísimo mas que un lince y, en
derecho, exige más protección que el lince. El niño es el gran olvidado de
nuestra sociedad.
Personalmente
sostengo que la realidad de la existencia del aborto y su mala regulación
exigen alguna solución jurídica a las mujeres que se enfrenten al drama del
aborto, al par que reclamo una política
social y familiar que frene su aumento. Una sociedad no puede mirar a otro lado
cuando ya había más de 100.000 abortos el año 2006 en vergonzante aumento, a
diferencia de lo que sucede en otros países europeos de nuestro nivel de vida.
Vería la
regulación mas justa si antes de dar el paso del aborto hubiera más recursos,
más intentos, más cariños, más apoyos a muchas madres que tras hablar con el
padre y con las familias de ambos, quizás encuentren el arrope preciso para no
interrumpir su embarazo. Pienso que es también necesario que la sociedad, tras
valorar, más que ahora, el derecho a la vida del “nasciturus”, ayude
efectivamente a la madre a que dé a luz al niño. Por ejemplo para entregárselo
a tantas familias que van lejos, hasta China incluso, para adoptar los niños
que no pueden tener. Aunque, me temo que la madre, tras salir el niño de su
vientre y acogerlo en su regazo no quisiera desprenderse de él.
Donostia 20
de marzo de 2009
Javier Elzo
(Para “El
Diario Vasco”)
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