Los adolescentes y jóvenes en la situación
socioeconómica actual
(Texto para la
Ponencia inaugural de la Jornada de Formación:”Escenarios de
intervención con menores y jóvenes en riesgo social”. Organizada por el
Área de Gobierno de Familia y Servicios Sociales del Ayuntamiento de Madrid el
día 5 de marzo de 2012)
En este texto nos proponemos
abordar algunas de las cuestiones que consideramos centrales para comprender la
situación de los menores, adolescentes y jóvenes españoles ya entrados en la
segunda década del siglo XXI. Comenzamos, haciendo honor al titulo de esas
páginas, por un aspecto muy relacionado con la situación socioeconómica actual,
la fragilidad de los jóvenes ante la crisis que vivimos, que lo completamos en
el siguiendo apartado con unas breves reflexiones sobre una opinión muy
extendida de que nos encontramos ante la primera generación que vivirá peor que
sus padres. En el tercer apartado abordamos el tema de la autoridad en la
familia en la actualidad y en el cuarto la banalización de los consumos de
productos psicóticos en la actual adolescencia, con un especial énfasis en el
tema del alcohol.
Los dos apartados siguientes, con
los que también podríamos haber comenzado estas páginas, contextualizan y
sitúan muy bien, a nuestro juicio, la realidad del hacerse adultos de nuestros
jóvenes. Por un lado, analizo, en el apartado quinto, una cuestión que, a nuestro
juicio, no es suficientemente abordado en los estudio de juventud. Nos
referimos a la aceleración vital a la que está sometida la sociedad actual. Un
ejemplo de esta aceleración, y que tiene, sin embargo entidad propia, es 1 La fragilidad de los jóvenes ante la crisis
Un estudio, presentado en diciembre
de 2011 y realizado por Cedefop [1],
clasifica a los jóvenes europeos (de la
UE de 27 miembros) al término de sus estudios secundarios y
en edades comprendidas entre los 18 y los 24 años, en cuatro categorías:
-
los que exclusivamente están trabajando (no están en
educación superior ni en programas de formación)- los que están exclusivamente en educación superior o en programas de formación (pero no en el campo del trabajo laboral)
- los que al mismo tiempo se están formando (en educación superior o en cursos de formación) y trabajando
- los que ni están formándose ni trabajan. Lo que en España se denomina como “Ni-Nis” (NEETs en la terminología en lengua inglesa)
La evolución de los porcentajes de los jóvenes en las cuatro categorías anteriores en los 27 países de
Evolución de los jóvenes (18 - 24 años) de la UE que trabajan y/o estudian
Situación de los jóvenes
|
2008
|
2010
|
2010 – 2008
|
Trabajan exclusivamente
|
31,3
|
28,1
|
- 3,2
|
Se forman exclusivamente
|
17,2
|
15,7
|
- 1,5
|
Trabajan y se forman
|
37,6
|
39,7
|
+ 2,1
|
No trabajan ni se forman (NI-NI)
|
13,9
|
16,5
|
+ 2,6
|
Fuente:
European Center
for development of Vocational Training
Dentro de una relativa estabilidad
en los valores medios de los 27 países de Descienden, ligeramente, el 1,5 %, los que solamente siguen estudiando o formándose para el trabajo y, más del doble, el 3,2%, los que solamente se sitúan en el ámbito laboral. En definitiva, salen jóvenes del puro mercado laboral (por la crisis del empleo) así como del puro ámbito de los estudios, sea para engrosar la fila de los que compaginan trabajo y formación (la mayoría, recordemos) sea para aumentar la proporción de los “Ni–Ni´s”, los que ni estudian ni trabajan, los que salen del sistema y se refugian en sus casas paternas o en la calle.
Obviamente estos datos no son los
mismos en los 27 países de la UE.
Limitándonos a la cuarta categoría, los denominados NI-NIs,
el año 2010 llegaban al 25 % en Bulgaria, la cifra más alta, quedándose en
menos del 7% en los Países Bajos, la cifra mas baja.
La
evolución en los dos años que abarca el trabajo,
En
España, cerca del millón de jóvenes entre 18 y 24 años ni estudia ni trabaja:
el 22,4% en 2010 cuando en 2008 eran el 17%, y un año antes, el 13,8%. En
porcentajes representa uno de las más elevados de la Unión Europea. En
el ranking de los 27 países del estudio del “European Center for development of
Vocational Training” España se sitúa en el quinto lugar. En peor situación que
España, en 2010, estaría Letonia (22,5%), Irlanda (24,1%), Italia (24,2%) y,
abriendo el triste ranking, Bulgaria (27,8%). Como indica J. A. Aunión,
comentado estas últimas cifras (El País, 16/12/11) “todo indica que los datos
de 2011 van a ser todavía peores”.
Aunión
refiere un análisis del catedrático Psicología Social de la Universidad de Valencia
José María Peiró quien distingue dos grandes grupos de jóvenes bajo la etiqueta
de Ni-Ni´s (ni estudian ni trabajan). Primero, los que lo son porque no les
queda más remedio: han fracasado en los estudios y no encuentran trabajo.
Segundo, los de tipo “sabático”, que se toman un tiempo antes de ponerse a
trabajar, al final o en medio de los estudios. “Lógicamente, estos tienen
salario de reserva, quizás por la familia”, añade Peiró.
El
primer colectivo es, sin lugar a dudas, el más problemático. Se suele aducir al
fracaso escolar para explicarlo. Ciertamente es lo que refieren las
estadísticas oficiales a las que se suelen añadir los datos de la encuestas
PISA. Sin negar en absoluto las cifras del fracaso escolar (soy más
circunspecto ante los datos de PISA), pienso que hay otro elemento que pienso
debe ser tenido en cuenta. Me refiero a los escolares que abandonan el sistema
escolar sencillamente porque, además de aburrirse mortalmente en la escuela, en
realidad sueñan con ganarse unos euros, sea en la construcción, sea, sobretodo,
en la hostelería. Así encontramos una masa importante de adolescentes, hoy
jóvenes, que han abandonado la enseñanza secundaria sin haberla terminado, con
escasa formación y todavía menor voluntad de formarse. La crisis de 2008 les ha
encontrado sin trabajo y sin formación y, de pronto, (recuérdense las cifras:
en 2007, 13,7 % de Ni-Nis; 2008, 17,%; 2010 22,4 %) España se encuentra con una
masa importante de adolescentes adultos con difícil inserción social a corto
plazo. Siempre hemos pensado y escrito que este colectivo (cuya dimensión
exacta es difícil de precisar aunque afortunadamente, siguiendo la distinción
de Peiró, son menos del millón de jóvenes) era el que tenía un futuro mas
complicado en su vida. Lo que no habíamos previsto era que ese futuro llegara
tan pronto.
Además, para el segundo colectivo de Peiró, aún sin olvidar en
absoluto el primero, es preciso recordar el papel del apoyo familiar. La
familia, sigue siendo plebiscitada por la sociedad española. Lo es así desde
que hay encuestas y estudios sociológicos, por ejemplo desde los estudios
Foessa de los años 60 del siglo pasado. Más recientemente, en el estudio de la FAD “Valores sociales y
drogas”[2]
publicado el año 2010, en la jerarquización de valores finalistas de los
españoles, esto es, los valores considerados más importantes en la vida,
aparece en primer y destacado lugar la familia. En una escala de 1 a 10, en grado de
importancia, la familia obtiene una media de 9,14, lo que indica la potente
unanimidad que suscita la familia. Ciertamente hay que añadir que este
plebiscito familiar se refiere mucho más al deseo de una familia que funcione
bien (una familia donde haya armonía y respeto entre sus miembros) que a una
valoración de cómo funciona en realidad la familia en la que se vive, aunque
también sale positivamente valorada en las encuestas.
También hay que añadir que la altísima valoración de la familia va
mas allá del modelo formal de familia (nuclear, reconstituida, monoparental
etc.) y se refiere, lo repetimos, a la bondad del contenido de las relaciones
intra-familiares.
Dicho lo
anterior, y para explicar, el alto porcentaje de jóvenes NI-NI recuerdo aquí el
Congreso de la FAD
sobre Familia y Ciudadanía en Madrid del año 2007, donde compartí una Mesa
Redonda con una colega española, Sandra Gaviria, que trabaja (o trabajaba
entonces) en la universidad francesa de Le Havre. Comparando los hábitos de los
jóvenes españoles y franceses afirmaba refiriéndose a los españoles que “sus
progenitores aceptan esta situación (de no emancipación del hogar hasta edades
tardías) e incluso la viven con orgullo. Si un hijo se marcha pronto, lo viven
como una decepción o como si hubiesen hecho algo mal. Los que trabajan y
conviven con sus padres no se consideran ni son considerados como adolescentes
tardíos o como adultos inmaduros. El trabajo es una condición necesaria pero no
suficiente para irse, ya que desean marcharse en buenas condiciones económicas,
tener ahorros e, incluso, en algunos casos, haber empezado ya a pagar una
hipoteca para comprar un piso. No existe la idea de que un individuo que se
asume económicamente es más autónomo de su familia y que tiene menos
obligaciones hacia ella. Las obligaciones familiares no tienen nada que ver con
los ingresos de sus miembros o con su autonomía económica. Por lo tanto, las
obligaciones de un joven hacia los suyos, que trabaje o no, que se vaya o que
se quede, no cambian”[3].
Estoy
plenamente de acuerdo con ese diagnóstico al que, en el momento actual, solamente cabe añadir el correctivo
estructural del número creciente de núcleos familiares con procesos de
separación o divorcio, de tal suerte que se convierten en núcleos familiares
monoparentales lo que conlleva, muchas veces, una aceleración en la
emancipación de los hijos. Lo que les fragiliza aún más.
2. ¿Vivirán peor los jóvenes de hoy que sus padres?
En efecto, parece un lugar común decir que estamos ante la primera
generación que vivirá peor que sus padres. Pero no es cuestión de ahora. En plenas vacas
gordas, cuando decíamos que la economía iba bien, sin ir más lejos los siete
primeros años de la década recién terminada, ya se oían voces y se leían textos
donde se decía que las nuevas generaciones no podrían mantener el mismo nivel
de vida que el de sus propios padres. Que por primera vez el ascensor social
estaba averiado. También que el implícito contrato social intergeneracional se
había roto. Que se había roto el contrato social que venía a decir que “yo,
generación adulta te ofrezco a ti, generación joven, las mejores posibilidades
formativas posibles, y en todo caso bien
superiores a las que nuestra generación tuvo en sus días, lo que te permitirá
insertarte laboralmente, también en
mejores condiciones que nosotros cuando teníamos tu edad”.
En consecuencia no es difícil imaginar que ahora, con la crisis que
vivimos desde el verano de 2008, esa vieja idea de pérdida en el nivel social y
económico de los actuales jóvenes respecto del que, disfrutaron sus padres
parece haberse convertido en una profecía. Pero las cosas son más complicadas.
Telegráficamente diría lo siguiente.
1º: No vale comparar los hijos de hoy con sus padres de hoy sino
con sus padres de hoy cuando tenían la edad de sus actuales hijos.
2º: Ciertamente el incremento especulativo del precio de la
vivienda que hemos vivido hace más difícil la emancipación familiar y la
inserción social. Toda España está padeciendo esta desmesura y esta codicia.
3º: La sociedad se está americanizando, esto es, se está haciendo
meritocrática cuando la ideología políticamente correcta, extendida por
doquier, es la igualitaria. Luego quienes no se den cuenta, y vivan en el sueño
del Estado protector (a no confundir con el Estado del bienestar) lo van a
pasar mal, pues el Estado protector, por mor de la crisis está, valga la
redundancia, en crisis.
4º: El nivel de vida al que aspira la generalidad de los jóvenes,
¿es igual, mayor o menor al del que aspiraban sus padres, cuando tenían su
edad?. Porque puede ser que la comparación haya que hacerse por partida doble:
entre los niveles de vida de unos y otros, si, pero entre sus aspiraciones,
también.
En fin, y 5º: también hay jóvenes (y adultos), pocos ciertamente,
quienes, cubiertos unos niveles básicos de trabajo, emancipación familiar e
inserción social, se plantean que el decrecimiento, si se da, puede ser una
bendición y que, al fin, empecemos a pensar en calidad de vida arrinconando la
esclavitud del nivel de vida. Y se planteen la vida de otra manera con otras
aspiraciones cuantitativas. Quizás quieran hacer realidad en su vidas aquello
de “ser más” en lugar de “tener mas”.
3. Sobre la autoridad en la familia.
En las últimas décadas se han priorizado los
derechos individuales de los miembros de la pareja adulta sobre sus deberes
hacia las nuevas generaciones, los hijos. Los dos ejemplos que doy aquí abajo
muestran claramente lo que quiero decir. El primero, que he utilizado varias veces en mis textos, nos
lo ofreció (en una conferencia en Madrid el año 2003) el filósofo Lipovetsky
para quien “la familia es ahora una institución
dentro de la cual los derechos y los deseos subjetivos son más fuertes que las
obligaciones colectivas. La familia es como una prótesis individualista”[4].
Es el individualismo radical en el seno de la familia. Preguntado sobre qué
hacer con los hijos se limita a hablar de las guarderías, por otra parte
imprescindibles, quede claro.
El segundo ejemplo lo tomo de un libro de Ulrich Beck y Elisabeth Beck-Gernsheim[5] de
2003, cuyo capitulo sexto titulan así “hacia la familia posfamiliar: de la
comunidad de necesidades a las afinidades electivas”. En el índice analítico no
aparecen los términos de padre, madre,
hijo e hija, sino los de hombre (2 veces) mujer (26 veces) y niños (10
veces). Es difícil explicar de forma más evidente la muerte de la filiación.
Personalmente vengo sosteniendo que lo esencial, y lo que define a una familia, es la
unión intergeneracional en la que la generación adulta asume la responsabilidad
de educar al miembro o miembros de la generación menor con los que conviven hasta
su emancipación. Lo secundario es la modalidad formal de la pareja adulta, sea
del mismo o diferente sexo, pareja de siempre o reconstruida, así como las
familias monoparentales. Como también veo secundario que los hijos sean
naturales o adoptados. Con secundario no digo que sea intrascendente (es más
fácil, por ejemplo, educar siendo dos adultos que uno solo) sino, justamente,
lo que he dicho, secundario. Lo esencial está en la apuesta por la filiación:
el niño tiene un padre y/o una madre, con lo que de niño/a se convierte en
hijo/a. Así se establece una familia con obligaciones reciprocas: de padres a
hijos, especialmente en la infancia de estos, y de hijos a padres, más
adelante.
Un amigo jesuita con quien compartí muchos años en
Deusto me confesaba un día (y los jesuitas no son dados a las confidencias) que
mucho más duro que el celibato se le hacia la renuncia a la paternidad. Creo
que la esencia de la paternidad se está perdiendo en nuestros días sin que
parezca importar a casi nadie.
Algo similar podría decirse de la maternidad. Un
amigo me envía un texto de 15 páginas, denso y fascinante, que exige lectura
reposada. Entre otras cosas, se puede leer esto: “El humanismo es un feminismo.
Sin embargo el acceso, inacabado, de las mujeres a la libertad de amar, de procrear, de
pensar, de emprender e, incluso, de gobernar, no puede hacer olvidar que la
secularización es la única civilización que no tiene discurso sobre la
maternidad, aunque una parte importante de la investigación psicológica
contemporánea se dedique al estudio de la relación precoz madre/niño (a)”.
No deja de ser más que llamativo, en efecto, que
en una sociedad llamada de la mujeres, con el feminismo como estandarte a
enarbolar (y con razón habitualmente, añado) esté tan poco valorado lo que, a
lo postre, es lo mas especifico de una mujer, la posibilidad de la maternidad,
la posibilidad de ser madre.
El texto es de Julia Kristeva, semióloga, filósofa
y psicoanalista búlgara, asentada en París, y proviene de su conferencia en la Sorbona el 24 de marzo de
2011, en el marco del Atrio de los Gentiles, Atrio impulsado por el Cardenal
Ravasi. El texto integro se encuentra fácilmente en Google. Basta teclear Julia
Kristeva, y el título de su texto (en francés): “Oser l´humanisme”[6].
¿Qué es una madre, se pregunta Kristeva?. Respondo
con mis palabras. La madre experimenta el más impactante acontecimiento que
pueda conocer un ser humano: dar a luz una niña, un niño. La madre, centinela
de la vida y de la muerte, entre la acogida erótica del hombre, la gestación de
un desconocido (un extraño y hasta un extranjero, en su casa, en su cuerpo,
dirá Kristeva) y su expulsión del seno uterino, la madre, repito, es la actriz
principal que inaugurará en la nueva persona (ya en ciernes en su seno) la
capacidad del lenguaje; la madre es quien por “preocupación maternal primaria”
le apacigua; le satisface la excitación y la angustia; le escucha, le descifra,
le interpreta y acaba nombrándolo. El extraño, el extranjero que lleva en su
seno, persona humana que sin ella no podría vivir, pero que es alguien que no
es ella, que no se confunde con su madre, y reivindica el derecho a ser él
mismo, sale a la luz, al mundo. Nace. Cómo será su deambular en el futuro
dependerá, en gran medida, de cómo hayan sido sus relaciones en los nueve meses
intrauterinos y, al menos, los nueve primeros meses ya fuera del cuerpo de su
madre.
En un artículo que publiqué en “El Diario Vasco”
de San Sebastián (DV 11/09/10) y que titulé “el primer año de vida” traía a
colación unas reflexiones del sociólogo danés Gösta
Esping-Andersen[7], en un reciente libro suyo.
Entre ellos señalaba la importancia social del primer año de la vida y de la
imperiosa necesidad de ayudar a la madre. A él remito al lector interesado.
Solamente quiero añadir aquí que esa ayuda es absolutamente prioritaria en el
caso de madres solteras. Su insustituible labor de dar a luz y educar debe ser
socialmente protegida. Madre no hay más que una.
Escribía arriba, hablando de la actual
impotencia de muchos padres y madres en la educación de sus hijos de la
necesidad de pasar de la “potestas a la autoritas”. Más o menos, pasar
del autoritarismo a la autoridad, sin dejarse llevar por liberalismo actual.
Hablando de la personalidad autoritaria el
sociólogo Adorno, en los años cincuenta, justo después de la experiencia del
nazismo alemán, defendía que ese autoritarismo tenía su origen en una familia
con una educación estricta, moral, punitiva y muy utilitarista. Lo que
induciría en los hijos hacia una idealización de la autoridad bajo todas sus
formas, pero también hacia una revuelta inconsciente contra esa autoridad,
revuelta que, a veces siendo imposible hacia la causa originaria, el
autoritarismo de sus padres, se retornaba hacia grupos minoritarios o más
débiles
Cincuenta años después estudiando la juventud
española algunos sociólogos decimos que en nuestra
época la matriz del autoritarismo estaría más en la impotencia que en la prepotencia
de los padres. Impotencia que se manifiesta cuando en el hogar familiar domina
la anomia. Entendiendo por tal la dificultad de proporcionar a los
hijos- sobre todo durante la adolescencia- criterios normativos seguros y
estables. En unos casos por no querer ejercer la autoridad (había que ser
“progres”) y, en otros, por no saber cómo ejercerla.
No hay que olvidar que la relación con otro, sea
este quien sea, da lugar una relación de fuerzas, normalmente inconsciente.
También en el seno de una pareja, así como en las relaciones de un padre o una
madre con su hijo o hija. Siempre a los padres nos cuesta reconocer que los
hijos se van haciendo mayores y deben autonomizarse de nosotros, y los hijos,
en muchos momentos, nos ven como frenos para esa imprescindible autonomía. Esos
hijos que, al mismo tiempo, nos piden, soterradamente, que seamos una discreta
lámpara que alumbra sin deslumbrar. La autoridad de los padres se ejerce
necesariamente en esas condiciones.
El hijo aceptará la autoridad de sus padres (y es
lo que diferencia la autoridad del autoritarismo) cuando perciba internamente
que hay un “sentimiento de legitimidad” en su padre (o madre) cuando le pide o
prohíbe que actué de esta o aquella manera. El hijo debe tener el
convencimiento interno de que la decisión de sus padres no responde a una
manifestación de poder (“aquí mando yo”), ni a un arbitrario sin más (“harás
esto porque sí, por el artículo 33” )
sino como consecuencia de su deber, como padres, de bien educarle. Esto exige
que los propios padres hayan interiorizado que esa es su obligación como padres
y no la deleguen en otros: ser autoridad de sus hijos hasta su emancipación,
eso si, en un clima familiar donde los puntos de vista de los hijos sean
tenidos en cuenta, lo que no quiere decir que, sin más, aceptados.
Voy a ilustrar y completar estas ideas sirviéndome
de un episodio concreto. En el interior de un avión una madre intenta que su
hijo de 6 años se coloque el cinturón de seguridad antes del despegue. El niño
enfurruñado se niega. La madre insiste, con amenazas, hasta el punto que el
niño está a punto se ponerse a gritar. La madre, impotente, y ante el lío que
su hijo pueda montar, acaba cediendo. Pero llega la azafata quien, al darse
cuenta que el niño no lleva el cinturón colocado le pide que, por su seguridad,
se lo ponga. El niño, obstinado, vuelve a negarse. La azafata insiste y le dice
que hay una regla que todos deben cumplir: ponerse el cinturón cuando el avión
despega y aterriza. Añade, además, que el comandante no puede despegar si él no
se coloca el cinturón con lo que todos los pasajeros se verán afectados. Ante
la estupefacción de su madre, el niño se pone el cinturón.
Esta escena la traslado de un libro, sencillo pero
sumamente inteligente y práctico, escrito por Claude Halmos, psicoanalista
especialista en la infancia[8] no
traducido al castellano. Quisiera subrayar tres ideas mayores que me suscita
este episodio.
En primer lugar que el adulto, la azafata en este
caso, explica las razones de la orden. Como señalaba más arriba, no es el
arbitrario del adulto que dice que “tu haces esto porque lo mando yo”, no es
eso lo que impele a la azafata actuar y el niño aceptar lo ordenado. La
autoridad del adulto se gana cuando el menor percibe que la orden proviene de
una preocupación del adulto por su bienestar. El menor debe pensar que el
adulto, sea mi padre, mi madre, mi profesor, etc.-, “me ordenan esto pensando
en mí, en mi bienestar, no en afirmar su poder de adulto”.
En segundo lugar, el adulto, de nuevo la azafata en
este caso, ejerce como tal adulto y el niño reconoce lo que él es, un niño, y
acepta la orden. Hay que decir mil y una vez que, una cosa es jugar con los
niños y menores, lo que probablemente hacemos menos de lo que debiéramos, y
otra cosa bien distinta es la necesaria distancia entre un padre, un profesor,
un adulto en general, y un menor, si al menos pretende ejercer el papel de
educador. Un educador no es, simplemente, un amigo.
En tercer lugar la obligación de cumplir las
normas. Nadie está solo en el mundo y de sus actos se desprenden consecuencias
para los demás. Es la dimensión ética no siempre aplicada. Por ejemplo, hay
fumadores pasivos, reconocidos como tales por la sociedad que, sin embargo, no
reconoce los bebedores pasivos, impotentes ante los ruidos nocturnos. Hay
escolares que deben soportar la presencia en clase de compañeros bullosos (o
cosas peores), quienes no habiendo recibido, a tiempo, el correctivo que
merecían, dificultan seriamente la buena marcha del aula escolar. Y podríamos poner
más ejemplo. También de adultos.
Es más fácil decirlo que llevarlo a cabo. Ya lo
sé. Es más fácil ser profesor, conferenciante o escribir frases brillantes que
ser un buen padre. Pero creo que tener algunas ideas claras ayuda un tanto.
4. La banalización de los productos
psicoactivos: el caso del alcohol
Los adolescentes de esta ya segunda década del inicio del siglo
XXI nacieron en una sociedad, la española, plenamente integrada en la Europa comunitaria, en un
país que se despegaba y cerraba definitivamente su pasado reciente, con medios
materiales y tecnológicos inimaginables. Pese a lo tiempos de crisis que
vivimos en los últimos cuatro años, los adolescentes de hoy, en su infancia,
son hijos naturales de la abundancia y la sociedad de consumo, porque incluso
sus propios padres lo fueron. Han pasado su reciente infancia con
videoconsolas, ordenadores e Internet a su disposición. No es baladí constatar
que el uso de Internet permite a esta nueva adolescencia saltarse las fronteras
espacio-temporales con una naturalidad abrumadora. Han integrado la telefonía
móvil con la sencillez propia de lo que se conoce desde la infancia. Los
centros comerciales se han convertido en sus espacios naturales, luego el
disfrute pasa también por el consumo. Son miembros de una generación escasa en
cuanto a número de miembros, porque sus padres y madres decidieron tener pocos
hijos, uno o a lo máximo dos, con lo que muchos son hijos únicos, lo que
conforma en ellos una cosmovisión muy particular de cuanto acontece a su alrededor,
especialmente porque existe la tendencia de proteger todo aquello que es
escaso.
Pero no olvidemos la influencia crucial de quienes les socializan,
especialmente de sus padres y madres. Éstos vivieron muy de lejos la transición. Quizás
los más tardíos vivieron los últimos años de la transición y final de la
dictadura pero en su mayoría fueron jóvenes y les tocaba incorporarse al mundo
laboral cuando crecían las tasas de paro de forma ininterrumpida y la crisis
económica se agudizaba. Ello les obligó a reengancharse a cursos formativos, masteres
y a admitir trabajos de baja cualificación y menor retribución. Ello conformó
una generación con escaso interés en luchas y defensas ideológicas, saturados
como estaban de las defensas ideológicas de sus generaciones precedentes.
Así, los padres y madres de la actual generación adolescente
inauguraron el uso y disfrute del ocio de fin de semana concentrado entre el
viernes y el domingo. Vivieron con naturalidad la diferenciación etaria de los
espacios y tiempos, con lo que aceptaron con normalidad los espacios de uso
exclusivo juvenil. Las calles de los años 80 del siglo pasado se llenaron de
jóvenes y adolescentes con ganas de diversión y espacios propios sin control
adulto. Inauguraban el uso y disfrute del fin de semana como espacio propio e
indiscutible de la
juventud. Son quienes instauraron las nuevas pautas de
consumo de alcohol, a principios de los 80, desconocidas hasta entonces; el
consumo de alcohol festivo, el uso abusivo de alcohol como diversión y el modo
de relación instrumentado por el alcohol y todo ello en un marco en el que el
consumo de alcohol entre la población adulta comenzaba a decaer. Pautas que se
han consolidado, con algunas variantes, en los últimos treinta años.
Pues bien, aquellos adolescentes son los padres y madres de los
actuales, por lo que el comportamiento de sus hijos no les es ajeno. De ahí que
el modo de consumo de alcohol por parte de la población adolescente no ha
surgido por generación espontánea sino que hunde sus raíces en el entramado
cultural y social actual, en los procesos de socialización que viven los
adolescentes, pero también en el proceso que vivieron sus padres, madres y
profesores, encargados en primera instancia de su educación, en el papel
otorgado a los elementos vitales de los adolescentes, en el lugar que han sido
ubicados en el alineamiento social, etc., etc. De ahí que, no lo olvidemos, las
actuales pautas de consumo de alcohol entre la población adolescente tienen ya
una larga historia que pasa de los 30 años.
Detengámonos en unos pocos datos, muy actuales.
Disponemos, desde diciembre de 2011, del avance de último estudio del Plan
Nacional de Drogas sobre consumos de alcohol en escolares de 14 a 18 años. Puede consultarse
en su Web. Abarca la evolución de consumos entre 1994 y 2010. Se confirma una
tendencia ya conocida estos últimos años.
El año 1994 el 83% de escolares señalaban haber
consumido alcohol durante los doce meses anteriores a la encuesta. Esta cifra
el año 2010 había descendido al 74%. Pero si preguntamos cuantos se habían
emborrachado el mes anterior al de la administración de la encuesta la cifra
sube del 16 % en 1994 al 36% en 2010. Más del doble. La conclusión es clara: ha
descendido el porcentaje de bebedores habituales pero ha aumentado notablemente
el de bebedores excesivos, el de bebedores que se emborrachan. Hoy, menos
jóvenes beben alcohol pero aumentan los que beben hasta emborracharse.
Dos datos más. En primer lugar, la edad media de
inicio en el consumo de alcohol se sitúa en torno a los trece años y medio, lo
que hace añicos la prohibición de beber hasta los 18 años, haciendo de esta
ley, como no me canso de decir, en la ley más incumplida por los jóvenes en
España, en la actualidad. En según lugar, hay que señalar que ya hay tantas
chicas como chicos que beben aunque parece (las encuestas no concuerdan) que
hay más chicos que se emborrachen que chicas. En todo caso, el masivo aumento
de mujeres que beben alcohol, y que beben mucho, es un dato corroborado por
encuestas españolas y europeas. Así, el estudio ESPAD de 2009, que analiza los
consumos de alcohol y sus consecuencias en escolares de 16 años, en más de
treinta países europeos, más EEUU, lo subraya en sus conclusiones[9].
Más de treinta años trabajando estos temas, no
aceptan el engaño. Seamos claros: la sociedad adulta ha aceptado, cuando no
propulsado (por ejemplo, prolongando los horarios de cierre de bares y
similares) el beber adolescente: concentrado, nocturno, ruidoso, y abusivo en
muchos menores, llegando a la borrachera, durante los fines de semana. En 2008,
uno de cada cuatro escolares de 15 años se emborrachaba, al menos una vez al
mes. Se recoge lo que se siembra.
5. Aceleración y control del tiempo
Una de las
notas dominantes de las sociedades occidentales es la cada vez mayor
disociación entre el tiempo de trabajo y el tiempo de fiesta. Dos notas
queremos, brevemente, resaltar aquí.
Por un
lado el trabajo es percibido como mero valor utilitarista que tiene como
objetivo la adquisición de medios (ganar dinero) para poder disfrutar la
fiesta. El trabajo, salvo en raras excepciones, no es elemento de realización
personal sino simple exigencia de integración social. Empieza a no ser
plausible, esto es, del orden de lo socialmente pensable, proyectarse en el
trabajo como modo de realización personal habiendo desplazado al tiempo libre,
y al ocio, la realización personal, con lo que hemos evacuado al ocio de lo que
tenía de más espontáneo, más libre, más poético, haciéndolo prosaico y banal.
El ocio es ya mero consumo, un producto más de consumo, incluso, en las
sociedades más avanzadas, “el” consumo por excelencia. El trabajo, en periodo
de bonanza, se había convertido en una maldición, pero en nada divina, sino en
una maldición terrena: “si quieres vivir, esto es disfrutar de tu tiempo libre,
tienes que trabajar”. En tiempos de crisis, es una maldición no solamente para
disfrutar sino, más gravemente, para no quedar excluido del circuito social.
Las
consecuencias son claras: un tiempo, el del trabajo, normativizado, reglado y
controlado, en el que es preciso mantenerse en forma, estar ágil, presto,
"performativo", con la vista
puesta en el fin de semana, puente, acueducto, vacaciones que, por contra, son
percibidos como el tiempo libre o para ser más exacto, un tiempo que se
pretende libre, ausente de normas, pero que, como ilustra muy bien el modo de
diversión de muchos jóvenes, el exceso puede convertirse en la norma. Pero no
se piense que esto es privativo de los adolescentes y jóvenes. Basta pensar, por
dar un solo ejemplo, en los enormes embotellamientos en los que millones de
ciudadanos consienten en atraparse los fines de semana y más aún en los puentes
y acueductos bajo el disfraz de escaparse del “rutinario trabajo” y disfrutar
de la “libertad” del fin de semana. Sin olvidar que son los adultos los que
promueven, defienden y aprueban el cierre, cada vez más tardío, de las
discotecas, bares etc., dispensadoras de alcohol para los jóvenes, los fines de
semana, como ya hemos mencionado más arriba.
La segunda nota es la persistente
aceleración de la vida. No hay tiempo para nada. Todo se hace deprisa y
corriendo. Especialmente durante el tiempo llamado productivo, en el que el
objetivo es el de buscar, al máximo, su optimización en términos económicos y
financieros, tanto desde la lógica individual de las personas como desde la
lógica colectiva de las empresas. La presión que nos hemos impuesto bajo los
términos de productividad, rentabilidad, evaluación, valoración, control de
calidad, calidad total, optimización de beneficios, maximización de recursos
etc., etc., presenta, entre otros
elementos en los que no puedo entrar aquí, el denominador común de una
aceleración continua (lo que Internet acentúa) con efectos nefastos tanto en la
dimensión más personal e íntima de las personas y de las familias como en las
relaciones sociales, rompiendo las necesarias solidaridades, pues corremos,
cada día más, el riesgo de vernos los unos a los otros permanentemente
enfrentados, haciendo buena la expresión hobbesiana de "homo homini
lupus". De la competencia personal, como forma de realización personal,
privilegiamos la competitividad pura y dura, caiga quién caiga. Para ganar
dinero, auténtico dios del mundo de hoy.
La
aceleración de la vida también acompaña al tiempo libre desde el momento en que
el ocio y el tiempo libre son más un tiempo de consumo que un tiempo de convivialidad, de gratuidad.
Todo concurre a lo mismo. Una oferta recreativa, cultural, mediática etc., imposible
de controlar, unas expectativas mantenidas, fomentadas, soñadas, idealizadas
durante el tiempo productivo e imposibles de satisfacer durante el tiempo de
ocio, una emulación a mantener en las relaciones personales, sociales y
profesionales que obligan a residencias secundarias, vacaciones en sitios cada
día más lejanos o al menos “diferentes”, sitios que hay que pisar, fotografiar,
filmar que no conocer etc., etc.
Siguiendo a Halmut Rosa podemos
distinguir, en la dimensión profana del tiempo
tres dimensiones: el tiempo de la vida cotidiana,
el tiempo de la biografía personal y el tiempo histórico o sociológico. Rosa
añade el tiempo sacral, no necesariamente
religioso, del que me ocupo al final de este apartado[10].
El tiempo de la vida cotidiana, es el de las rutinas y los ritmos
recurrentes en los tiempos de trabajo, de desplazamiento, ocio, descanso, tanto
a nivel diario, semanal, o anual. Cómo organizar mi vida de manera que puede
cumplir con mis obligaciones laborales, llevar a mi hijo al centro escolar, no
descuidar mi descanso diario, semanal etc., y atender mi cultivo familiar,
cultural, religioso en su caso, la tan traída y llevada conciliación laboral y
familiar, sin olvidar mis aficiones, etc., etc.
El tiempo de la biografía personal se sitúa en el tiempo de una
vida, de toda la vida de una persona. ¿Qué voy a hacer de mi vida, donde
vivirla, qué profesión escoger?. ¿Casarme?, ¿Cuándo?. Tendré hijos?. ¿Cuántos?,
¿Cuándo?. ¿Esperaré a tener un trabajo fijo?. ¿A qué edad me jubilaré?. ¡Con
qué recursos?., etc., etc.
El tercero es el tiempo histórico que le ha tocado vivir a cada
cual. Todos nacemos en un lugar y momento histórico. Esto quiere decir que las
personas vivimos acorde al tiempo, a la época que nos ha tocado vivir. Mil
veces hablando y escribiendo sobre los jóvenes he recordado la importancia de
la contextualización para comprenderles desde dentro, haciéndome eco de la idea
del sociólogo húngaro, Mannheim, que viene a decir que solamente las personas
que han vivido experiencias similares pueden generar situaciones generacionales.
Las tres dimensiones del tiempo cronológico, el tiempo cotidiano,
el de la biografía personal y el tiempo
histórico se entrelazan entre sí, interaccionan en cada de las personas. El
futuro siendo tan volátil, el presente tan omnipresente, la proyección de la
vida personal a, digamos diez años vista, resulta ser un ejercicio tan
arriesgado cuan fútil por incierto. Vivimos en el “presentismo”. Así el tiempo
que nos toca vivir, con el modelo de sociedad subsiguiente, condiciona
fuertemente nuestro tiempo cotidiano o cronológico (diario, semanal, anual,
etc.) y nuestro tiempo biográfico (donde viviré, cuando me casaré, cuantos
hijos tendré etc., etc.).
Para solventar esta situación debemos recurrir a lo que Rosa
entiende como tiempo sacral que presenta así: “…la asociación del pasado, del
presente y del porvenir en la biografía de individuo se realiza siempre
teniendo como fondo un “cuadro histórico” de una comunidad cultural o un relato
de “historia universal”.
Señalaría como ejemplos del tiempo sacral, aplicado a nuestros
días, desde una vertiente laica, la lucha por el cambio climático, la defensa
de los derechos humanos, la erradicación de la pobreza, la implantación de una
justicia universal…. Desde la vertiente religiosa cristiana, basta darse una
vuelta, por ejemplo, por la primera carta de Juan o por el texto de Mateo 25.
Además, se verá que no hace ascos a la vertiente sacral laica. Bien al
contrario.
Con el bagaje del tiempo sacral quizás logremos enderezar el
tiempo histórico que nos hemos impuesto y, por ende, domesticar tanto nuestro
tiempo cotidiano como el biográfico. Para hacerlo más humano.
En este mundo crecen los adolescentes y jóvenes hoy. Un paradigma
del mismo es Internet y las nuevas tecnologías de la intercomunicación.
6. El reto de las nuevas tecnologías: Menores
e Internet
Vamos a
trabajar este punto, básicamente, sirviéndonos de la encuesta EU Kids Online
2010, dirigida por la London
School of Economics, y que se administré en 25 países
europeos, España incluida, entre 23.420 usuarios de Internet en edades
comprendidas entre 9 y 16 años[11].
Trasladamos aquí algunas de sus conclusiones principales aunque lo hacemos con
nuestras propias palabras, salvo indicación explicita en contra.
Siendo evidente que cuanto mayor es el
número de niños que usan Internet diariamente en un país, mayor es el número de
quienes han encontrado uno o más riesgos, no es menos evidente que, sin
embargo, el mayor uso también implica más oportunidades y, sin duda, más
beneficios. De donde se concluye, obviamente, cosa que se olvida demasiado
frecuentemente que el uso de Internet conlleva, al mismo tiempo, riesgos y
oportunidades y que la línea divisoria entre ambos no es fácil de trazar, lo
que recordaba el muy ponderado Informe Assouline para el Senado francés al
afirmar que “el sentimiento de asombro, incluso de miedo ante la revolución
numérica, debe dejar paso, rápidamente, a una reflexión constructiva sobre el
lugar de los medios de comunicación social en nuestra sociedad y las ventajes
que nos pueden aportar…Hay que hacer diagnósticos apropiados a sus riesgos con
sus soluciones adaptadas a los mismos” [12]
Los menores cada vez comparten
menos su actividad online con sus padres y cada vez más con sus amigos. En
España, según el estudio Euro Kid Online, el 15% de los menores accede a
Internet principalmente desde fuera del hogar (cifra muy alta en comparación
con Europa) y el 41% desde su hogar pero desde su propio cuarto. En España se inician en
la red con 9 años. Con 7 en Suecia. Y sospechamos que en 2012 esras cifras
están bajando rápidamente.
Según el referido estudio, los menores
españoles son de los que han desarrollado menos habilidades para el uso seguro
de Internet entre los diversos países europeos analizados de tal suerte que se recomienda
potenciar las políticas públicas de seguridad en este ámbito en los usuarios
más jóvenes.
Todo lo anterior esta llevando rápidos
cambios culturales. Es llamativo observar, en palabras de Celine Matuszak, que “la ´cultura
de la habitación´ (Livigstone 2002) en base a un equipamiento masivo y precoz
en el dormitorio familiar, ha dado paso a la ´cultura de la calle´ donde el
móvil es la perfecta prolongación de las comunicaciones electrónicas: MSN,
redes sociales, video-juegos…etc” [13]. Cabria añadir
que, en España, la cultura de la habitación no ha sido sino un efímero
paréntesis de la cultura de la calle en nuestros adolescentes.
De hecho las redes sociales, los foros de
discusión y demás espacios de intercomunicación permiten a los adolescentes
obtener respuestas inmediatas a cuestiones delicadas e importantes para ellos,
manteniendo el anonimato, cuestión, esta última que exige un profundo estudio. Se
han convertido en importantes agentes de socialización, respecto de sus padres,
en el proceso de autonomización. Con la característica diferencial de que si en
el mundo real los adultos, bien o mal, guían y educan a niños y adolescentes
hacia la vida social, hacia lo que se puede o debe hacer, por el contrario en
el mundo virtual son los más jóvenes los que acceden, solos y directamente, a
un mundo virgen que, muchas veces, controlan mejor que los adultos.
Pero, ¿qué es lo que consultan
mayoritariamente en Internet?. Según el resumen Ejecutivo de EU Kids Europa
2010 estas serían los usos mayoritarios de los adolescentes europeos: 84% usan
Internet para las tareas escolares, el 83% para video clips, 74 % para los
juegos, 61% para mensajería instantánea, 38 % envían imágenes, 31% mensajes
para compartir, 29 % Webcams, 17 % compartir ficheros y el 10 % bloguean
Si nos referimos ahora a los contenidos los
jóvenes muestran poco interés en usar Internet como una fuente rica y diversa
de información que es más bien una fuente que les permite salir al paso de los
trabajos que les mandan, de “corto y pego”, de “fusilar trabajos” basado en Wikipedia,
Encarta y lo que ofrezca el Google, por ejemplo la web del
Rincón del vago, que bien conocen los escolares españoles. Más en
concreto, Maialen Garmedia investigadora de la UPV /EHU en el Informe EU Kids Europa 2010 señala que “entre las
actividades de los jóvenes no hemos detectado prácticamente ninguna actividad
solidaria, ciudadana y / o política realizada a través de Internet”. Y añade
que “miran o toleran con indiferencia contenidos violentos en Internet, desde
los menos violentos, como son los videos jackas, de enorme éxito entre
ellos y muy citados, hasta los más violentos, como los videos que citan
expresamente relacionados con terrorismo en Irak y en África”.[14]
Queremos cerrar este apartado con algunas
de las cuestiones que llevamos formulando estos dos últimos años desde la
implantación masiva de las TIC´s en nuestra sociedad.
¿Quién garantiza la veracidad de la
información en Internet?. ¿Qué valor conceder a los contenidos de los blogs no
firmados?. ¿Estamos ante una nueva dualización del saber según las fuentes
utilizadas? (Por ejemplo, Wikipedia o la Enciclopedia Británica )
¿Porqué el acceso a las informaciones no
firmadas (artículo de opinión, por ej.) son relegados (cuando no ocultados) en
gran parte de la prensa online convencional (en la vasca más leída, por ejemplo) a favor de
blogs, foros, chats etc. no firmados?
¿Cómo se construye la personalidad de una
persona para quien es más fiable su red social (no controlada) que la
información firmada?. ¿Qué consecuencias tiene para una persona que se
identifica con su personalidad ficticia en sus relaciones virtuales? ¿Vivirá
una doble personalidad, una en la vida real y otra en la vida virtual?
Todo esto nos señala la importancia de
las fuentes. Tanto en los medios convencionales de comunicación como en las
redes informales. No se trata de controlarlas (misión imposible, más allá del
debate ético) sino de construir nodos informativos fiables y con capacidad de
engarce en las nuevas generaciones. Hay una urgente necesidad de invertir en
Internet con información fiable y con alta competencia técnica.
Importa discernir cómo se transmiten los
valores en la nueva comunicación. Más aún, importa saber qué valores
consideramos prioritario fomentar y transmitir. Pero lo esencial, como siempre,
es saber a donde queremos llegar: cual es nuestro proyecto de vida, nuestro
proyecto de sociedad.
Educar y socializar hoy a los
adolescentes equivale a acompañarles a discernir los diferentes contenidos de
la red. Lo de siempre pero ahora pensando, prioritariamente, en le Red. Estamos
en otra era.
7. ¿Qué valores propugnar en las nuevas generaciones, en la era
Internet?
Llevamos proponiendo estos últimos tiempos determinados valores
como los esenciales a propugnar en los adolescentes de hoy mirando su futuro y
el de la sociedad: la competencia personal; la inteligencia sentiente; no el
dinero como valor sino el valor del dinero; la tolerancia, la necesaria
intolerancia y la solidaridad en un mundo pluralista; la primacía de la espiritualidad;
la importancia de los valores instrumentales; la gestión de la sexualidad, la
familia más allá de la pareja; la apuesta por la libertad sobre la seguridad
bajo la égida de los derechos humanos, y la utopía por un mundo mejor.
Desarrollar aquí estos temas escapa a las dimensiones del presente
trabajo. Me limito, muy brevemente al primero de ellos, quizás el elemento
básico pensando en los adolescentes. Me refiero a la competencia personal.
En efecto es uno de los principales legados, si no el
principal, que los adultos van a dejar a las nuevas generaciones: que sean
autónomos, que sepan abrirse camino en la vida, que puedan volar con sus
propias alas, que no dependan de los demás más allá de lo lógico y necesario en
una sociedad interdependiente. Ser competente es la condición “sine qua non”
para ser autónomo.
Nuestra sociedad es cada día más compleja y está en
continua transformación. Nadie es capaz de pronosticar cómo serán en el futuro,
incluso próximo, las relaciones de trabajo, las jubilaciones, las nuevas
familias, el impacto de las nuevas tecnologías por venir, el constante aumento
de la esperanza de vida, pues ya hablan de más de 100 años de edad para los hoy
nacidos…¿Qué se puede decir, con certeza, de un joven que hoy tenga 20 años, de
lo que pueda ser su vida, digamos el año 2050, cuando se asome a lo que hoy
llamamos jubilación?. ¿Cuál habrá sido su trayectoria vital?. ¿Se habrá
casado?. ¿Una, dos, más veces?, ¿Con personas de qué nación, de qué religión,
si religiosa era?. ¿Por cuantos trabajos y profesiones habrá pasado?, ¿En
cuantas localidades o países habrá residido?, ¿Cómo va afrontar su jubilación?.
¿Con recursos propios?. Así un largo etcétera de imposible respuesta. Pero hay
algo que ya se puede decir: habrá sorteado mejor las mil pruebas de la vida si
dispone de la flauta mágica de su competencia personal. Las pruebas serán
mayores o menores, pues la vida da mil vueltas, pero solo el que esté armado
con algo propio e intransferible, algo que nadie podrá arrebatarle nunca, cual
es su capacidad personal, estará en buenas condiciones de ser autónomo.
Pero, ¿que quiere decir ser competente?. Básicamente dos
cosas: lograr una estructura psicológica armónica, por un lado, y tener las
capacidades intelectuales para entender y orientarse en el mundo por el otro.
Para lo primero, al menos hasta el actual estado de la
civilización occidental, no se ha encontrado mejor sistema que nacer y crecer
en una familia bien asentada en la que la educación de sus hijos sea, al menos,
tan importante como la promoción y éxito social de los padres. Hemos trabajado
en diferentes estudios al respecto[15].
Todo lo que se haga para fomentar la crianza de las nuevas generaciones en
núcleos familiares sólidos y bien avenidos es invertir en el futuro de una sociedad.
Hace falta creérselo y ponerlo en práctica. Estamos lejos de ello.
Para lo segundo, todo pasa por la educación.
Si siempre la competencia en lo personal y en lo
profesional ha sido necesaria ahora lo es aún más. En este orden de cosas, en los
tiempos actuales ser competente exige, ciertamente, controlar las herramientas
informáticas y lingüísticas apropiadas, amén de los conocimientos específicos
exigibles al campo en el que se va ejercer profesionalmente. La herramienta
informática es imprescindible y quien no la controle se convertirá (ya lo es)
en ciudadano de segunda clase. Y una sociedad puntera exigirá una implantación
electrónica de primer nivel.
Como la herramienta informática está el conocimiento
lingüístico. El inglés es el idioma mundial. Dando por descontado el
castellano, en determinados lugares otros idiomas serán imprescindibles para
insertarse socialmente. Pensamos en los idiomas autonómicos en el caso español,
ciertamente, pero también en otros. Por ejemplo el francés tan cercano a
nosotros, tanto allende los Pirineos como el norte de África con tantas
posibilidades de crecimiento.
Pero la educación va más allá de los conocimientos, aun siendo
estos imprescindibles, por supuesto. Hace dos años reflexioné en Cuadernos de
Pedagogía sobre el nuevo papel de padres y maestros (sin olvidar a los medios
de comunicación) en unos momentos en los que el auge de los nuevos agentes de
socialización a través de las TICs parecía afianzarse. Escribí que “la
veracidad y fiabilidad de las informaciones (de los padres, de los profesores y
de los medios de comunicación social), son hoy más importantes que nunca en la
formación de las nuevas generaciones.
Los padres y profesores se están jugando su autoridad y los medios de
comunicación (en el soporte que sea) su mera supervivencia. El maestro es el
mejor situado en este momento. No vive la angustiosa búsqueda del nuevo ajuste
en la transformación familiar. Tampoco el amedrentamiento de los medios de
comunicación ante el suelo deslizante, lleno de fosas sin fondo, en el que se
mueven. La escuela, y en ella los docentes, aparecen, habitualmente en exceso,
y por delegación de responsabilidades propias de otros (los padres en primer,
pero no en único lugar) como los “salvadores” de una ausencia de referentes que
colapsa la sociedad española. De veras lo son. ¿Quién si no va a ser capaz de
reflexionar y ayudar a construir jerarquías de valores en la multiplicidad de “inputs”
que reciben los alumnos?[16].
Al cerrar, casi dos años después, estas
reflexiones no puedo sino reafirmarme en la importancia capital de padres y
profesores en la era Internet y de las nuevas comunicaciones. Pero me parece
fundamental, además de transitar de la “potestas a la autoritas”, como ya he
apuntado más arriba, hablando de la autoridad de los padres, que haya más colaboración entre las familias y los centros de
enseñanza. La Memoria 2010 de la Fiscalía General
Estado sobre la violencia doméstica hacia ascendientes y hermanos por parte de
menores, ya
incidía en este aspecto ante el aumento de agresiones de hijos a sus padres. La
educación no lo resuelve todo, pero sin educación no se resuelve nada.
Donostia San Sebastián, 24 de febrero de
2012
Javier Elzo
Catedrático Emérito de Sociología de la Universidad de Deusto
[1] . En su Web “European Center
for development of Vocational Training”, actualizado al 6 de febrero de 2012
[2]
Eusebio Megías (coord), Javier Elzo, Juan Carlos Ballesteros, Ignacio Megías,
Miguel Ángel Rodríguez Felipe, Elena Rodríguez San Julián, “Valores Sociales
y Drogas, 2010” .
Ed. Fundación de Ayuda contra la drogadicción. Madrid 2010. Podríamos
añadir aquí los trabajos que nosotros mismos hemos dirigido en base al European
Values Survey, en sus aplicaciones a España y Catalunya publicados los años
2010 y 2011 que a continuación referenciamos: Javier Elzo y María Silvestre
(dirs), Iratxe Arístegui, Miguel Ayerbe, Edurne Bartolomé, Javier Elzo,
Francisco Garmendia, José Luis Narvaiza, Raquel Royo, María Luisa Setién, María
Silvestre, Manuel Mª Urrutia, “Un
individualismo placentero y protegido”. Cuarta Encuesta Europea de valores
en su aplicación a España. Edit. Universidad de Deusto. 411 páginas. Bilbao 2010, Javier Elzo y Àngel Castiñeira
(directors). Pau Mas, Teodor Mellén, Carlos Obeso, Ferran Sáez, Lluís Sáez. “Valors
tous en temps durs. La societat catalana a l´Enquesta Europea de Valors de 2.009” . Fundació Luis
Carulla/ESADE. Ed. Barcino.
Barcelona 2011, 439 Páginas.
[3] Puede consultarse el texto
completo en el Aula Virtual de la
WEB de la FAD ,
en el Congreso “Familia y Ciudadanía de Madrid” de 20-22 de noviembre de 2007-
[4] Se puede consultar en el
Aula Virtual de la FAD ,
en el Libro de Ponencias del Congreso “La familia en el siglo XXI” del 17-19 de
febrero de 2003
[5] Beck Ulrich; Beck-Gernsheim Elisabeth. La individualización: el individualismo
institucionalizado y sus consecuencias sociales y políticas. Ediciones
Paidós 2003
[6] El
texto, en formato papel, está editado en la “Revue des deux mondes”
Septiembre de 2011, páginas 79 - 102.
[7] Gösta Esping-Andersen “Los
tres grandes retos del estado de bienestar”. Ariel 2010.
[8] Claude Halmos, “L´autorité expliqué aux
parents” (Livre de Poche 2008).
[9] Nos
hemos ocupado de este trabajo en el estudio Javier Elzo (coord.). Laespada
M.T., Choquet M., Elzo J., Megías E., Marina J. A., Fernández-Cruz A., Marco
J., Musitu G., Pons J., Gómez, J. D., Campuzano A., Sedano J., Altarriba i
Mercader F. X., “Hablemos de alcohol. Por un nuevo paradigma en el beber
adolescente”. Fundación Alcohol y Sociedad. Edit. Entimema. Madrid 2010. El Informe ESPAD puede consultarse
íntegramente en la Red.
[10] “Accélération: une critique sociale du temps”. Ed. La
Découverte. Paris 2010. (Traducción del original alemán de
2005)
[11] Puede consultarse un resumen
en español en www.eukidsonline.net
(Carmelo Garitaonaindia y Maialen Garmendia, investigadores de la UPV /EHU)
[12] Citado por Fabrice Audebrand: “L´Education aux
nouveaux medias:un imperatif educatif” Revue de la Protection Judiciaire
de la Jeunesse. Ministère
de la Justice. Paris ,
Juillet 2010. Pag. 29
[13] En “Etat de le recherche. Nouveau
médias. Nouveaux jeunes” Revue de la Protection Judiciaire
de la Jeunesse.
Ministère de la Justice. Paris , Juillet 2010. Pag.49
[14] Maialen Garmendia EU Kids.
[15]
Señalemos aquí, particularmente, dos investigaciones, pues a la cuestión de la
familia iban dirigidas. Eusebio Megías
(coordinador), Javier Elzo, Ignacio Megías, Susana Méndez, Francisco José
Navarro, Elena Rodriguez, “Hijos y Padres: comunicación y conflictos”.
Edita FAD, Madrid 2002. 344 páginas; Javier
Elzo (coordinador), Mª. Teresa Laespada, Ana Martínez Pampliega, “Models
educatius familiars a Catalunya” . Informes Breus, 18, Educació. Ed.
Fundaciò Jaume Bofill, Barcelona, 2009, 71 Pág.
[16] Javier Elzo “El Problema de la disciplina escolar no está
en la escuela”. En Cuadernos de Pedagogía Nº 396, 2010, Monográfico Paginas
16 a 21
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