El día después de los presos de ETA
(Publicado en el número de Abril de 2012 de Bake Hitzak, de Gesto por la Paz )
El 3 de noviembre del año pasado, luego quince días después de la declaración de ETA de abandono definitivo de la violencia, Iñigo Gurruchaga firmaba, como corresponsal de “El Diario Vasco” en Londres, un muy interesante artículo “El día después de los presos del IRA”, título que me ha inspirado el que encabeza estas líneas. El subtítulo de su artículo decía así: “mientras la cúpula se integró en la política, la mitad de los excarcelados creen que su vida era más fácil en prisión”.
En su texto podemos leer que “de los siete supuestos miembros del Consejo Militar de la banda en el momento en el que el grupo decidió el cese de sus actividades, en 2005, uno es un alto cargo del Ejecutivo de Irlanda del Norte; otros dos, diputados en el Parlamento de Dublín; otro falleció; el quinto se ha acercado a los disidentes; otro vive discretamente en la capital irlandesa; y el séptimo, jefe del Estado Mayor, sigue con su negocio de contrabando”. El Acuerdo de Viernes Santo de 1998, recuerda Gurruchaga, establecía el plazo de dos años para la liberación anticipada de los presos, uno de los aspectos que más costó acordar en la larga noche de abril en la que se selló el pacto. Vale la pena que lean su artículo en su integridad.
Hay que añadir que, en Julio de 2011, seguían en prisión 39 presos pertenecientes a grupos que no apoyaban la línea de los miembros Provisionales del IRA y el Sinn Féin.
Valerio Morucci es uno de los cuatro terroristas de las Brigadas Rojas que secuestró en 1978 a Aldo Moro que fue asesinado, probablemente, por su jefe Mario Moretti. Morucci fue quien llamó a la familia de Moro para decirle donde se encontraba su cadáver que él mismo condujo en una furgoneta. Condenado a cadena perpetua “se disoció” públicamente de las Brigadas Rojas y salió de la cárcel quince años después. En Septiembre de 2011 fue entrevistado por Le Monde (28/11/11) tomándose un café en una terraza de Paris. Reconoce que “fueron vencidos”, que “ejecutando a Moro nos ahogamos en la sangre”, pero “sin pesar ni remordimiento” afirma que “la lucha armada tenía un sentido en aquellos tiempos”.
Los miembros de la banda Baader-Meinhof fueron detenido en 1972, y condenados a cadena perpetua en 1974. Algunos se “suicidaron” en las cárceles donde estaban en condiciones muy duras. En 1994, fue liberada la última terrorista, Irmgard Möller.
Si nos detenemos en el caso de ETA, según Etxerat, en octubre de 2011 había 703 presos de ETA en varias cárceles, la mayoría en España. Entre 1996 y 2004, 56 presos de ETA condenados a más de treinta años, salieron de la cárcel. Uno de ellos, con una condena de 327 años, salió antes de cumplir 16 años en prisión. Después, la doctrina Parot está prolongando la estancia en prisión. En fin, no podemos no citar el caso de un general de la Guardia Civil , condenado a 75 años de cárcel, de los que cumplió cuatro antes de ser excarcelado por el Gobierno.
Me he detenido en lo anterior, aún brevemente y dejando en el tintero mil y un matices, para mostrar que, tras las condenas a los terroristas, generalmente condenas muy duras, su tiempo de permanencia en la cárcel ha sido muy variada en los casos del IRA, Brigadas Rojas, Banda Baader y ETA. Precisamente si entráramos en matices se podría pensar que los miembros del IRA (excepto los recalcitrantes) salieron muy pronto, tras los acuerdos de Viernes Santo, mientras que los de las Brigadas Rojas y los de la banda Baader, estuvieron más años en la cárcel. Se puede argüir que los primeros porque se trataba de un enfrentamiento entre comunidades y, “en el otro lado”, también había presos. Lo que asemeja la situación de los presos de ETA al de los de las Brigadas Rojas y la Banda Baader (Aunque también hay condenas por el GAL y malos tratos policiales, alguno con consecuencia de muerte). Pero, por otra parte, Brigadas Rojas y Banda Baader no tenían detrás el apoyo de un colectivo como el Sinn Fein en Irlanda y Batasuna en Euskadi, lo asemeja la situación entre ambas, si lo miramos desde este punto de vista.
Este brevísimo repaso nos muestra que si bien la historia es maestra de vida, y que sería un error y una estupidez no tenerla en cuenta, esa misma historia no tiene soluciones para cada uno de las situaciones que, aunque más o menos similares, nunca son idénticas. Llega un momento en el que, cada sociedad, tras verificar cómo han actuado los que han pasado por situaciones similares, debe enfrentarse a su propia realidad y actuar en consecuencia. En ese momento está ahora la sociedad vasca.
Compruebo, ¡ay!, que ya he cubierto el espacio que me han asignado para este texto. Debo ser telegráfico en adelante[1]. Pienso que mientras el grueso de presos etarras esté en la cárcel, y la policía no se decida a detener a los que siguen libres (si es cierto, como se dice, que los tienen controlados), ETA seguirá viva. Personalmente me inclino, obviamente en el marco de la justicia, por la salida de los presos con, al menos, dos condiciones básicas: reconocimiento individualizado del daño causado y promesa formal de nunca más hacer uso de la violencia. No incluiría, como condiciones, los conceptos de perdón o arrepentimiento. Serían deseables pensando en la reconciliación, pero no imprescindibles pensando en la convivencia.
Sin embargo, en el ámbito colectivo, sostengo que la izquierda abertzale debe pedir perdón a la sociedad vasca en su conjunto y, mas en particular, a las víctimas que ETA ha generado, por el inmenso daño que ha causados – ella, la izquierda abertzale, no solamente ETA - en estos años pasados. También pediría, sea al Gobierno, sea a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, que también pidieran perdón por los agentes que, en uso indebido de la violencia - torturas y malos tratos- protagonizaron.
En fin, la transición española, y la política del olvido que se instauró entonces (que otros llaman política de recuerdo), es un ejemplo donde mirarse para saber cómo no hay que hacer las cosas. Todavía hoy colea, setenta años después, la cuestión de la Memoria histórica y del debido respeto a las víctimas de la guerra y postguerra del 36.
Donostia 18 de marzo de 2012
Javier Elzo (para Bake Hitzak)
[1]. Aunque sobre este tema he escrito bastantes cosas a las que me permito remitir al lector interesado. Limitándome a lo más reciente. “Notas por la reconciliación de los vascos” RIEV (Revista Internacional de Estudios Vascos), 55,2. Paginas 395- 416, Julio-Diciembre 2010. Un resumen actualizado, tras el cese de la violencia etarra, en “Tras los años de plomo: notas por la reconciliación de los vascos”. Razón y fe, Nº 1359, Enero 2012, paginas 19 – 31. También en mi columna de los sábados en “El Diario Vasco”, este año 2012, estos cuatro textos, “Pagar la deuda” (14 de enero), “Pedir perdón” (3 de marzo), ¿Perdonar?” (10 de marzo) y “La piedad y el rigor” (17 de marzo). Aunque dada la política de Vocento de permitir la lectura de los artículos de opinión, vía digital, solamente previo pago, muchos no podrán acceder a los mismos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario